oda una semana me tuvo Dora sin facilitarme hombre alguno. Yo siempre presentaba algún defecto que corregir o una meta que alcanzar. Me enseñó a adoptar posturas incitantes, a bailar sugerentemente, a maquillarme, a cuando acariciar suavemente o friccionar frenéticamente una polla -eso con el pene artificial que, colocado en un arnés, utilizaba para perfeccionar el provecho de mi culo- me enseñó a cosas raras como beber a chorro de un porrón o botijo, a recibir agua caliente en mi vagina, mil cosas practicamos de las cuales la mitad no veía útiles para follar. Pero cuando la preguntaba ella me decía con irónica sonrisa que ya encontraría la causa. Como cuando se le enseña a un niño.
Una cosa me resultó molesta. Mamá me colocó dentro de la vagina un cilindro que zumbaba cada hora para advertirme que debía colocarme durante diez minutos una cápsula de vacío sobre el clítoris para alargarlo, ya que, al tener los labios tan apretados y abultados, mi pepitilla no se veía, y ella dijo que me quedaría muy bien un clítoris largo y grueso coronando mi raja.
Me tenía preocupada mi hijo y fui varias veces a casa para ver como estaba, mentirle con que la abuela estaba indispuesta y llevarme su ropa para lavar. De la comida y la limpieza se ocupaba una asistenta.
Me llevó otras dos veces al salón de belleza para sesiones de rayos UVA que dejaran igualado la tonalidad de mi piel por todo el cuerpo, a la manicura y a controlar el depilado láser para que fuera definitivo.
Tampoco olvidó algo que, tonta de mi, yo no había considerado. Me llevó a un ginecólogo amigo suyo para que me recetara anticonceptivos, ya que desde la ausencia de mi marido me había despreocupado de esa faceta. Ni qué decir tiene que le contó prolijamente al médico, delante de mi y mis mil arreboles, todo mi problema y las técnicas que estaba utilizando para resolvérmelo.
En aquellos días logré una gran destreza con la videocámara para lograr tomas de mi misma mientras mi madre me adiestraba el cuerpo. Si no las podía observar en directo en el televisor, las veía más tarde.
- Para mañana follas, cariño. – Me dijo un día.
- ¿Por fin mamá?
- Si, hija. Pero la prueba de aptitud será dura. Te van a usar dos de mis amantes más exigentes. Espero que te comportes.
- Con el entrenamiento a que me has sometido puedo admitir cualquier polla en cualquiera de mis agujeros.
- Veremos. Tengo alguna duda sobre ti.
- Bah.
Y llegó el gran día que tanto ansiaba. El de mi segundo desvirgado. Mamá y yo esperábamos a sus amantes en el salón. Ella con un transparente y corto negligee, tanga, medias negras a medio muslo y sujetador sin copas, apenas unas tiras para elevar los pechos, que permitía apreciar a través del tejido los imponentes aros de sus pezones. Yo solamente vestía un tanga diminuto y sujetador de media copa que proyectaba mis gordas tetas hacia el frente de forma un tanto insolente.
Mamá había dudado de hacerme vestir el traje de látex, pero decidió que sería un incordio para la primera cosa que abordarían sus amigos, que sería examinar mis atributos físicos.
Llamaron a la puerta y mi corazón se aceleró. Por la cámara de seguridad mi madre comprobó quien era la visita y abrió la puerta. Esperé en el salón y por entre la puerta y el cerco vi entrar a un señor de unos 60 años, gordo y bastante calvo y un negro algo más joven, muy alto, de unos 55, canoso. No me gustó mucho el aspecto y pensé que no tendrían ya mucha vitalidad para follar. Pero no iba a hacer ascos. No sé por qué razón me había ilusionado con que mi madre aportase algún semental de unos 45 años.
Desde el salón escuché su conversación en el vestíbulo
- Dora, putón, qué tal te va. Hace lo menos un mes que no disfruto de tu caliente coño.
- Bien, Ricardo, deseando verte y que me la metas. Ya sabes que me he dedicado a la familia.
- Estoy deseando ver a tu zorra hija que dices has preparado tan bien.
- Ahora la verás. Es de las que te gustan. Rellenita. Hola Daniel, ¿cómo está tu gran manguera?
- Lista para enchufarla, zorrona mía. Recuerdos de mi esposa.
- Le das un besazo de mi parte. Tiene en el coño el surtidor de los caldos más apetitosos que he probado de mujer alguna. Tenemos que organizar una orgía un día de éstos.
- Eso está hecho.
- Venid, que os presento a mi hija.
- Vamos a ver a esa nueva ramera. Decías que está casada y tiene un hijo. Me encantan las casadas. Me encanta poner cuernos.
- Esta vez no podrás. Su marido la abandonó. Pero eso si, no está aún separad ni abandonada.
- Antes que nada cariño, ya sabes –Intervino el tal Ricardo.
- Como no, mi semental, a tu disposición.
Prestamente Mamá se despojó de su negligee y tomándose de los pechos pos abajo, ofreció sus pezones al hombre. Éste sacó de su bolsillo una cadenita y unió un extremo por medio de pequeños mosquetones a los anillos de los pezones de mamá, tirando después de ella hacia si. Las tetas de mi madre se estiraron desmedidamente hacia delante y ella, dando un salto se agarró con sus brazos al cuello del hombre rodeando su cintura con las piernas.
Ricardo la plantó las manos en las nalgas y así la trajo al salón donde la sentó sobre la mesa. Ella se abrió de piernas inclinándose hacia atrás, El hombre le separó la tira del minitanga que llevaba y le trabó otra cadenita en el anillo del clítoris.
- Amor, cómo me guste que me estires mis cositas cuando me follas.
- Veamos a tu niña.
- Elsa, te presento a mis amigos: Ricardo y Daniel. Enseñales tus dones.
Los dos hombres se sentaron en un sofá con mamá sobre las piernas de Daniel, el negro, quien, dada la posición se puso a juguetear con sus largos dedos dentro del coño de mamá.
Como me había enseñado mamá, me contoneé ante ellos girando varias veces para que me viesen bien.
- Rellenita la señora, muy bien.
- Lo que más me gusta es su graciosa carita redonda de puta.
Ya salió aquello.
- A mi su gordo pandero blanquito. Me lo voy a comer a bocados.
- Déjame esos rotundos jamones a mi.
Me desprendí del sujetador para mostrar completamente mis pechos y balancearlos, estrujármelos y chuparlos poniendo cara de viciosa. Yo creo que esa cara, ensayada en el espejo, me salía muy poco convincente, pero si todo el mundo decía que tenía cara de puta, pues quizá tuviesen razón.
- A ver nena, enseña tus agujeros.
Me bajé el tanga con muy poco arte, pues siendo tan fino se me quedó enrollado en los muslos y no podía bajarlo. Después me incliné con el culo hacia los señores y, con mis gordas tetas colgando, separé mis nalgas con los desdo para facilitarles una buena vista de mis intimidades. Como me había dicho mamá después comencé a acariciarme, a abrir bien los agujeros y a meterme dedos que después chupaba con el gesto más lascivo que podía imitar.
- Bien bien. Está muy bien tu puta gordita, Dora. Buen trabajo. Está apetitosa.
- Pues ánimo y a disfrutarla.
Los dos hombres se acercaron a mi. Ricardo se apropió de mis suspendidas ubres y se puso a amasarlas fuertemente. El otro, después de sobar todo mi suave y pelado pubis me introdujo dos dedos en la vagina y los chupó comentando el buen sabor de mis jugos, que hacía rato empezaron a manar. Después evaluó el agujero de mi culo, catando también su sabor. Comentó algo de la estrechez, pero mamá le dijo que no había habido tiempo de dilatarlo más, pero que no obstante engullía las pollas sin aspavientos ni lágrimas. Con un poco más de uso estaría en condiciones de un perfecto rendimiento.
- Dora, es una pena que una zorra tan apetitosa no haya sido explotada antes. Qué pérdida de tiempo.
- Qué le vamos a hacer. Se casó demasiado joven con un inexperto pacato y meapilas.
- Veo que el clítoris no lo tiene desarrollado como convendría a unos labios tan abultados.
- Estamos en ello con cápsulas de vacío. En seis meses tendrá un órgano con la dimensión justa para ese coño gordo y jugoso.
- ¿Has pensado en decorarla?
- Bueno, ella verá más adelante. Eso no es prioritario. De todas formas hay que esperar a alongarle el clítoris.
- ¿Y preñarla?. Tiene buen cuerpo para preñar. Con una tripa de siete meses estaría arrebatadora.
- Ella decidirá lo que quiera en ese sentido.
Yo estaba espantada de la conversación. Mientras tanto ya me dolían las tetas y estaba cansada de estar inclinada mientras los dedos hurgaban mis agujeros, mis muslones, mis extensas nalgas, mi robusta grupa, en fin, no dejaron un centímetro de mi sin sopesar. Pero se cambiaron de lugar y hube de aguantar un buen rato más sus manejos.
Pese a mis molestias debo reconocer que estaba soltando una ingente cantidad de jugos por mi vagina. Volvía a aparecer mi ignota tendencia masoquista y me causaba placer exponer mi cuerpo humillantemente ante aquellos hombres y que me tratasen como a un animal. Hablaban de mi como si fuese una vaca expuesta en una feria de ganado. Y, misteriosamente, aquella situación me enloquecía de gusto.
- La puta está chorreando Dora. Es muy viciosa.
- Eso lo ha descubierto conmigo, su mamá. Hasta ahora era una analfabeta sobre los goces del sexo.
Los dos hombres por fin me dejaron erguirme y, mientras se desnudaban, me senté en el sofá al lado de mi madre.
- Nunca he follado a una madre y su hija juntas. Esto me cautiva. Tengo la polla como una estaca.
- ¿Has follado alguna vez a una madre y su hija por separado?
- Si, tuve un rollo con una señora de 35 años por la mañana mientras que e tiraba a su hija de 14 por la tarde. Intenté convencer a la niña, que sabía lo de su madre, para follarlas juntas, pero se negó siempre.
- Señoras, estamos listos. Dora, ¿a quien eliges primero?
- Que elija Elsa. Es su bautismo de esperma.
- (YO) Prefiero empezar con Daniel.
Daniel, el negro, tenía una polla larguísima y de buen grosor, pero el descomunal diámetro de la de Ricardo, el calvo barrigudo, me repelía un poco, además llevaba una especie de aro metálico fuertemente fijado tras el escroto que me daba mala espina.
Daniel se acercó a mi mientras Ricardo se hacía cargo de mi madre. Ambos presentaron sus respectivas herramientas en situación de uso inmediato. Mi madre tomó con sus delicados dedos el garrote de Ricardo y se puso a acariciarlo suavemente a todo lo largo. Yo me quedé unos instantes viendo las amadas manos de mi madre sobre aquel bestial garrote que imaginé invadiendo el agujero por donde yo nací. Salí de mi despiste para seguir el ejemplo de mamá y tomar la interminable verga de Daniel. Entonces aprecié el acierto de mi madre al pintar mis uñas en nácar. Resaltaban deliciosamente sobre aquella venosa piel de ébano. Me sentí contenta del efecto y mirando al negro vi que a él también le complacía la imagen de mis blancos, regordetes y suaves dedos sobre su polla.
Poco a poco aceleré la fricción de su polla hasta que Daniel, repentinamente la desprendió de mis manos, me tomó del cuello y me la presentó a la boca, la abrí y me la introdujo comenzando a follar mi boca. Si, yo no chupaba, era literalmente ser follada por la boca. Yo era absolutamente pasiva, el dominaba mi boca metiendo su rabo hasta mi garganta. Mamá me había enseñado a controlar la respiración para alojar una polla hasta el esófago, pero con la colaboración del invasor. En este caso Daniel solo retiraba su miembro cuando me veía a punto de ahogar.
Deduje que lo hacía a propósito para probarme, pues pronto abandonó el juego de ahogarme para follar mi garganta a un ritmo más normal.
De pronto comprobé que la otra polla estaba también ante mi cara y la ausencia de mi madre, lo que me llenó de pavor pensando en una encerrona. Agarré la verga gorda de Ricardo y comencé a pajearla. Expulse de mi boca la negra de Daniel y le di el mismo tratamiento con la otra mano. No era capaz de usar mi boca en una y sincronizar mi mano con la otra. Supongo que eso significaría puntos negativos en mi evaluación como ramera.
Volvió mamá con la cesta de los juguetes del sex shop y otra más con varios de los suyos. Se aplicó una crema en el culo y me la extendió también a mi. Ella se colocó en posición a cuatro patas levantando tanto el culo que me pareció imposible tanta flexibilidad a su edad. Se separó los cachetes con las manos y Ricardo le alojó la polla en los intestinos de un empellón. Sin empezar el vaivén, tomó la cadena del clítoris de Dora y se la ligó tensa a un arete que tenia en el herraje de su escroto, de tal manera que al echar atrás el pene mientras la follaba el culo, estiraba despiadadamente el clítoris de su hembra. Yo no tenía de momento el mismo destino. Daniel me tomó de la mano y me colocó abierta de patas ante mi madre para que ella me comiese el coño mientras el seguía en el empeño de follar mi boca.
Cuando mi madre se apoyó de morros contar mi pubis comprendí que había sufrido su primer orgasmo. Ricardo no parecía estar a punto y seguía con el metesaca.
Nos cambiaron de posición: Máma siguió a cuatro patas y yo igual pero por encima de ella y apoyada sobre su espalda. Entonces Daniel desde atrás empezó a follar nuestro coño alternativamente mientras la polla de Ricardo se pasaba de una boca a otra.
Jamás hubiera imaginado que mi primera penetración en dos años sería compartida con mi propia madre. Me estaba deleitando esa idea cuando la gruesa polla de Ricardo quiso invadir mi boca. Mis mandíbulas no daban para tanto, pero el hombre se empecinó tratando de forzarme la apertura con los dedos. Como no pudo, se acercó al cesto de los juguetes y regresó con uno de los aparatos de los que yo no ha había comprendido la utilidad.
No tuve que comprenderla intelectualmente, la experimenté. Me colocó el aparato en la boca y empezó a apretar unas palancas que me forzaron las mandíbulas hasta un extremo tal que creí se me descoyuntarían.
Probó a embutirme su pene y aún no entraba. Apretó más las palancas y por fin introdujo el salchichón en mi boca comenzando a follarla.. toda esa maniobra en medio de mi aprensión por la integridad de mis mandíbulas me habían distraído del dulce placer de la larga picha de Daniel en mi coño. Placer que se entrecortaba cuando me vaciaba para endosársela a mi madre.
Se aburrieron del la posición y Ricardo sentó a mamá en el sofá para comerle el coño mientras ella se estiraba de la cadena del clítoris y de la de los pezones. Nadie se molestó en retirarme la molesta cosa de la boca cuando Daniel decidió sentarme al lado de mamá y taladrar mi ano poniendo mis jamones sobre sus hombros. Mamá me entregó el control de sus cadenas y se dedicó a acariciar y mamar mis tetas mordiendo suavemente los pezones mientras con una mano friccionaba mi proyecto de clítoris gordo.
Alcanzamos las dos un orgasmo al mismo tiempo casi mientras que los dos viejos seguían intactos. Tras unos minutos en que Ricardo siguió trabajando con su lengua el coño de mamá y Daniel sorbía mis jugos producto del clímax, Ricardo se sentó, me obligó a sentarme sobre su polla que se alojó en mi ano de espaldas a él y Daniel me taponó la vagina.
Era el primer sándwich de mi vida y me encontré en la gloria. Y más cuando mamá le ofreció a mi boca su dulce coño sin parar de estirarse su clítoris con la dichosa cadena. Después de llegar mi clímax, mamá recibió el mismo tratamiento para, al final, las dos arrodilladas ente los hombres, recibir en nuestras bocas su semen, que intercambiamos en un beso para tener cada una parte de cada semental.
Serían viejos, pero se habían comportado como verdaderos toros.
Estuvimos descansando los cuatro amontonados sobre la moqueta mientras comentaban la magnífica faena. Digo comentaban porque yo seguía con el abrebocas puesto hasta que aullando conseguí su atención y me lo quitaron. Cuando se me pasó el dolor en la quijada yo sugerí que la próxima vez colocásemos una videocámara para grabar las folladas y todos estuvieron de acuerdo.
- Mira la pacata ama de casa con qué nos sale. -comentó mi madre.
- Si que es viciosa la bollito ésta.
- Desde luego Dora has realizado una magnífica tarea . Serías una gran madame en un burdel de lujo.
- No creas que no he pensado que esa era mi vocación.
Después de tomar unas copas volvimos al sexo más relajadamente y jugando con los instrumentos del sex shop. Aprendí y probé para que servían todos, maravillándome de la capacidad de invención humana para sacar placer a cada parte del cuerpo. También aprendí la infinidad de utilidades que tienen unos pezones y un clítoris o unos labios anillados y encadenados. Y eso que, según afirmaron, aún había muchos más.
Dora, con desprendido amor materno renunció a las pollas cediéndomelas a mi mientras ella se conformaba con los juguetes y presenciaba como yo recibía un nuevo sándwich, en el que la gruesa polla de Ricardo se vació en mis intestinos y la larga de Daniel lo hizo en mi vagina. Pero ella no renunció a sorber el esperma que después resbaló de mis dos agujeros.
Mamá y los hombres concertaron una orgía con otras gentes a la que fui invitada y donde aprendí nuevas cosa y recibí placenteras sorpresas, pero lo contaré en otra ocasión.
Me sumergí en el disipado mundo de mi madre hasta el extremo que ya no me asustó mi siguiente depravación.
Una tarde, en su casa, después de habernos beneficiado a otro de sus amigos, cuando éste pidió un güisqui y no quedaba, mamá me mando a comprarlo dándome la llave de su casa para que no llamase al regreso porque los dos se iban a duchar juntos mientras tanto.
Regresé con la botella e inadvertidamente me guardé las llaves en el bolso. Tomamos las copas y el hombre y yo nos fuimos a nuestras casas.
Una cosa me resultó molesta. Mamá me colocó dentro de la vagina un cilindro que zumbaba cada hora para advertirme que debía colocarme durante diez minutos una cápsula de vacío sobre el clítoris para alargarlo, ya que, al tener los labios tan apretados y abultados, mi pepitilla no se veía, y ella dijo que me quedaría muy bien un clítoris largo y grueso coronando mi raja.
Me tenía preocupada mi hijo y fui varias veces a casa para ver como estaba, mentirle con que la abuela estaba indispuesta y llevarme su ropa para lavar. De la comida y la limpieza se ocupaba una asistenta.
Me llevó otras dos veces al salón de belleza para sesiones de rayos UVA que dejaran igualado la tonalidad de mi piel por todo el cuerpo, a la manicura y a controlar el depilado láser para que fuera definitivo.
Tampoco olvidó algo que, tonta de mi, yo no había considerado. Me llevó a un ginecólogo amigo suyo para que me recetara anticonceptivos, ya que desde la ausencia de mi marido me había despreocupado de esa faceta. Ni qué decir tiene que le contó prolijamente al médico, delante de mi y mis mil arreboles, todo mi problema y las técnicas que estaba utilizando para resolvérmelo.
En aquellos días logré una gran destreza con la videocámara para lograr tomas de mi misma mientras mi madre me adiestraba el cuerpo. Si no las podía observar en directo en el televisor, las veía más tarde.
- Para mañana follas, cariño. – Me dijo un día.
- ¿Por fin mamá?
- Si, hija. Pero la prueba de aptitud será dura. Te van a usar dos de mis amantes más exigentes. Espero que te comportes.
- Con el entrenamiento a que me has sometido puedo admitir cualquier polla en cualquiera de mis agujeros.
- Veremos. Tengo alguna duda sobre ti.
- Bah.
Y llegó el gran día que tanto ansiaba. El de mi segundo desvirgado. Mamá y yo esperábamos a sus amantes en el salón. Ella con un transparente y corto negligee, tanga, medias negras a medio muslo y sujetador sin copas, apenas unas tiras para elevar los pechos, que permitía apreciar a través del tejido los imponentes aros de sus pezones. Yo solamente vestía un tanga diminuto y sujetador de media copa que proyectaba mis gordas tetas hacia el frente de forma un tanto insolente.
Mamá había dudado de hacerme vestir el traje de látex, pero decidió que sería un incordio para la primera cosa que abordarían sus amigos, que sería examinar mis atributos físicos.
Llamaron a la puerta y mi corazón se aceleró. Por la cámara de seguridad mi madre comprobó quien era la visita y abrió la puerta. Esperé en el salón y por entre la puerta y el cerco vi entrar a un señor de unos 60 años, gordo y bastante calvo y un negro algo más joven, muy alto, de unos 55, canoso. No me gustó mucho el aspecto y pensé que no tendrían ya mucha vitalidad para follar. Pero no iba a hacer ascos. No sé por qué razón me había ilusionado con que mi madre aportase algún semental de unos 45 años.
Desde el salón escuché su conversación en el vestíbulo
- Dora, putón, qué tal te va. Hace lo menos un mes que no disfruto de tu caliente coño.
- Bien, Ricardo, deseando verte y que me la metas. Ya sabes que me he dedicado a la familia.
- Estoy deseando ver a tu zorra hija que dices has preparado tan bien.
- Ahora la verás. Es de las que te gustan. Rellenita. Hola Daniel, ¿cómo está tu gran manguera?
- Lista para enchufarla, zorrona mía. Recuerdos de mi esposa.
- Le das un besazo de mi parte. Tiene en el coño el surtidor de los caldos más apetitosos que he probado de mujer alguna. Tenemos que organizar una orgía un día de éstos.
- Eso está hecho.
- Venid, que os presento a mi hija.
- Vamos a ver a esa nueva ramera. Decías que está casada y tiene un hijo. Me encantan las casadas. Me encanta poner cuernos.
- Esta vez no podrás. Su marido la abandonó. Pero eso si, no está aún separad ni abandonada.
- Antes que nada cariño, ya sabes –Intervino el tal Ricardo.
- Como no, mi semental, a tu disposición.
Prestamente Mamá se despojó de su negligee y tomándose de los pechos pos abajo, ofreció sus pezones al hombre. Éste sacó de su bolsillo una cadenita y unió un extremo por medio de pequeños mosquetones a los anillos de los pezones de mamá, tirando después de ella hacia si. Las tetas de mi madre se estiraron desmedidamente hacia delante y ella, dando un salto se agarró con sus brazos al cuello del hombre rodeando su cintura con las piernas.
Ricardo la plantó las manos en las nalgas y así la trajo al salón donde la sentó sobre la mesa. Ella se abrió de piernas inclinándose hacia atrás, El hombre le separó la tira del minitanga que llevaba y le trabó otra cadenita en el anillo del clítoris.
- Amor, cómo me guste que me estires mis cositas cuando me follas.
- Veamos a tu niña.
- Elsa, te presento a mis amigos: Ricardo y Daniel. Enseñales tus dones.
Los dos hombres se sentaron en un sofá con mamá sobre las piernas de Daniel, el negro, quien, dada la posición se puso a juguetear con sus largos dedos dentro del coño de mamá.
Como me había enseñado mamá, me contoneé ante ellos girando varias veces para que me viesen bien.
- Rellenita la señora, muy bien.
- Lo que más me gusta es su graciosa carita redonda de puta.
Ya salió aquello.
- A mi su gordo pandero blanquito. Me lo voy a comer a bocados.
- Déjame esos rotundos jamones a mi.
Me desprendí del sujetador para mostrar completamente mis pechos y balancearlos, estrujármelos y chuparlos poniendo cara de viciosa. Yo creo que esa cara, ensayada en el espejo, me salía muy poco convincente, pero si todo el mundo decía que tenía cara de puta, pues quizá tuviesen razón.
- A ver nena, enseña tus agujeros.
Me bajé el tanga con muy poco arte, pues siendo tan fino se me quedó enrollado en los muslos y no podía bajarlo. Después me incliné con el culo hacia los señores y, con mis gordas tetas colgando, separé mis nalgas con los desdo para facilitarles una buena vista de mis intimidades. Como me había dicho mamá después comencé a acariciarme, a abrir bien los agujeros y a meterme dedos que después chupaba con el gesto más lascivo que podía imitar.
- Bien bien. Está muy bien tu puta gordita, Dora. Buen trabajo. Está apetitosa.
- Pues ánimo y a disfrutarla.
Los dos hombres se acercaron a mi. Ricardo se apropió de mis suspendidas ubres y se puso a amasarlas fuertemente. El otro, después de sobar todo mi suave y pelado pubis me introdujo dos dedos en la vagina y los chupó comentando el buen sabor de mis jugos, que hacía rato empezaron a manar. Después evaluó el agujero de mi culo, catando también su sabor. Comentó algo de la estrechez, pero mamá le dijo que no había habido tiempo de dilatarlo más, pero que no obstante engullía las pollas sin aspavientos ni lágrimas. Con un poco más de uso estaría en condiciones de un perfecto rendimiento.
- Dora, es una pena que una zorra tan apetitosa no haya sido explotada antes. Qué pérdida de tiempo.
- Qué le vamos a hacer. Se casó demasiado joven con un inexperto pacato y meapilas.
- Veo que el clítoris no lo tiene desarrollado como convendría a unos labios tan abultados.
- Estamos en ello con cápsulas de vacío. En seis meses tendrá un órgano con la dimensión justa para ese coño gordo y jugoso.
- ¿Has pensado en decorarla?
- Bueno, ella verá más adelante. Eso no es prioritario. De todas formas hay que esperar a alongarle el clítoris.
- ¿Y preñarla?. Tiene buen cuerpo para preñar. Con una tripa de siete meses estaría arrebatadora.
- Ella decidirá lo que quiera en ese sentido.
Yo estaba espantada de la conversación. Mientras tanto ya me dolían las tetas y estaba cansada de estar inclinada mientras los dedos hurgaban mis agujeros, mis muslones, mis extensas nalgas, mi robusta grupa, en fin, no dejaron un centímetro de mi sin sopesar. Pero se cambiaron de lugar y hube de aguantar un buen rato más sus manejos.
Pese a mis molestias debo reconocer que estaba soltando una ingente cantidad de jugos por mi vagina. Volvía a aparecer mi ignota tendencia masoquista y me causaba placer exponer mi cuerpo humillantemente ante aquellos hombres y que me tratasen como a un animal. Hablaban de mi como si fuese una vaca expuesta en una feria de ganado. Y, misteriosamente, aquella situación me enloquecía de gusto.
- La puta está chorreando Dora. Es muy viciosa.
- Eso lo ha descubierto conmigo, su mamá. Hasta ahora era una analfabeta sobre los goces del sexo.
Los dos hombres por fin me dejaron erguirme y, mientras se desnudaban, me senté en el sofá al lado de mi madre.
- Nunca he follado a una madre y su hija juntas. Esto me cautiva. Tengo la polla como una estaca.
- ¿Has follado alguna vez a una madre y su hija por separado?
- Si, tuve un rollo con una señora de 35 años por la mañana mientras que e tiraba a su hija de 14 por la tarde. Intenté convencer a la niña, que sabía lo de su madre, para follarlas juntas, pero se negó siempre.
- Señoras, estamos listos. Dora, ¿a quien eliges primero?
- Que elija Elsa. Es su bautismo de esperma.
- (YO) Prefiero empezar con Daniel.
Daniel, el negro, tenía una polla larguísima y de buen grosor, pero el descomunal diámetro de la de Ricardo, el calvo barrigudo, me repelía un poco, además llevaba una especie de aro metálico fuertemente fijado tras el escroto que me daba mala espina.
Daniel se acercó a mi mientras Ricardo se hacía cargo de mi madre. Ambos presentaron sus respectivas herramientas en situación de uso inmediato. Mi madre tomó con sus delicados dedos el garrote de Ricardo y se puso a acariciarlo suavemente a todo lo largo. Yo me quedé unos instantes viendo las amadas manos de mi madre sobre aquel bestial garrote que imaginé invadiendo el agujero por donde yo nací. Salí de mi despiste para seguir el ejemplo de mamá y tomar la interminable verga de Daniel. Entonces aprecié el acierto de mi madre al pintar mis uñas en nácar. Resaltaban deliciosamente sobre aquella venosa piel de ébano. Me sentí contenta del efecto y mirando al negro vi que a él también le complacía la imagen de mis blancos, regordetes y suaves dedos sobre su polla.
Poco a poco aceleré la fricción de su polla hasta que Daniel, repentinamente la desprendió de mis manos, me tomó del cuello y me la presentó a la boca, la abrí y me la introdujo comenzando a follar mi boca. Si, yo no chupaba, era literalmente ser follada por la boca. Yo era absolutamente pasiva, el dominaba mi boca metiendo su rabo hasta mi garganta. Mamá me había enseñado a controlar la respiración para alojar una polla hasta el esófago, pero con la colaboración del invasor. En este caso Daniel solo retiraba su miembro cuando me veía a punto de ahogar.
Deduje que lo hacía a propósito para probarme, pues pronto abandonó el juego de ahogarme para follar mi garganta a un ritmo más normal.
De pronto comprobé que la otra polla estaba también ante mi cara y la ausencia de mi madre, lo que me llenó de pavor pensando en una encerrona. Agarré la verga gorda de Ricardo y comencé a pajearla. Expulse de mi boca la negra de Daniel y le di el mismo tratamiento con la otra mano. No era capaz de usar mi boca en una y sincronizar mi mano con la otra. Supongo que eso significaría puntos negativos en mi evaluación como ramera.
Volvió mamá con la cesta de los juguetes del sex shop y otra más con varios de los suyos. Se aplicó una crema en el culo y me la extendió también a mi. Ella se colocó en posición a cuatro patas levantando tanto el culo que me pareció imposible tanta flexibilidad a su edad. Se separó los cachetes con las manos y Ricardo le alojó la polla en los intestinos de un empellón. Sin empezar el vaivén, tomó la cadena del clítoris de Dora y se la ligó tensa a un arete que tenia en el herraje de su escroto, de tal manera que al echar atrás el pene mientras la follaba el culo, estiraba despiadadamente el clítoris de su hembra. Yo no tenía de momento el mismo destino. Daniel me tomó de la mano y me colocó abierta de patas ante mi madre para que ella me comiese el coño mientras el seguía en el empeño de follar mi boca.
Cuando mi madre se apoyó de morros contar mi pubis comprendí que había sufrido su primer orgasmo. Ricardo no parecía estar a punto y seguía con el metesaca.
Nos cambiaron de posición: Máma siguió a cuatro patas y yo igual pero por encima de ella y apoyada sobre su espalda. Entonces Daniel desde atrás empezó a follar nuestro coño alternativamente mientras la polla de Ricardo se pasaba de una boca a otra.
Jamás hubiera imaginado que mi primera penetración en dos años sería compartida con mi propia madre. Me estaba deleitando esa idea cuando la gruesa polla de Ricardo quiso invadir mi boca. Mis mandíbulas no daban para tanto, pero el hombre se empecinó tratando de forzarme la apertura con los dedos. Como no pudo, se acercó al cesto de los juguetes y regresó con uno de los aparatos de los que yo no ha había comprendido la utilidad.
No tuve que comprenderla intelectualmente, la experimenté. Me colocó el aparato en la boca y empezó a apretar unas palancas que me forzaron las mandíbulas hasta un extremo tal que creí se me descoyuntarían.
Probó a embutirme su pene y aún no entraba. Apretó más las palancas y por fin introdujo el salchichón en mi boca comenzando a follarla.. toda esa maniobra en medio de mi aprensión por la integridad de mis mandíbulas me habían distraído del dulce placer de la larga picha de Daniel en mi coño. Placer que se entrecortaba cuando me vaciaba para endosársela a mi madre.
Se aburrieron del la posición y Ricardo sentó a mamá en el sofá para comerle el coño mientras ella se estiraba de la cadena del clítoris y de la de los pezones. Nadie se molestó en retirarme la molesta cosa de la boca cuando Daniel decidió sentarme al lado de mamá y taladrar mi ano poniendo mis jamones sobre sus hombros. Mamá me entregó el control de sus cadenas y se dedicó a acariciar y mamar mis tetas mordiendo suavemente los pezones mientras con una mano friccionaba mi proyecto de clítoris gordo.
Alcanzamos las dos un orgasmo al mismo tiempo casi mientras que los dos viejos seguían intactos. Tras unos minutos en que Ricardo siguió trabajando con su lengua el coño de mamá y Daniel sorbía mis jugos producto del clímax, Ricardo se sentó, me obligó a sentarme sobre su polla que se alojó en mi ano de espaldas a él y Daniel me taponó la vagina.
Era el primer sándwich de mi vida y me encontré en la gloria. Y más cuando mamá le ofreció a mi boca su dulce coño sin parar de estirarse su clítoris con la dichosa cadena. Después de llegar mi clímax, mamá recibió el mismo tratamiento para, al final, las dos arrodilladas ente los hombres, recibir en nuestras bocas su semen, que intercambiamos en un beso para tener cada una parte de cada semental.
Serían viejos, pero se habían comportado como verdaderos toros.
Estuvimos descansando los cuatro amontonados sobre la moqueta mientras comentaban la magnífica faena. Digo comentaban porque yo seguía con el abrebocas puesto hasta que aullando conseguí su atención y me lo quitaron. Cuando se me pasó el dolor en la quijada yo sugerí que la próxima vez colocásemos una videocámara para grabar las folladas y todos estuvieron de acuerdo.
- Mira la pacata ama de casa con qué nos sale. -comentó mi madre.
- Si que es viciosa la bollito ésta.
- Desde luego Dora has realizado una magnífica tarea . Serías una gran madame en un burdel de lujo.
- No creas que no he pensado que esa era mi vocación.
Después de tomar unas copas volvimos al sexo más relajadamente y jugando con los instrumentos del sex shop. Aprendí y probé para que servían todos, maravillándome de la capacidad de invención humana para sacar placer a cada parte del cuerpo. También aprendí la infinidad de utilidades que tienen unos pezones y un clítoris o unos labios anillados y encadenados. Y eso que, según afirmaron, aún había muchos más.
Dora, con desprendido amor materno renunció a las pollas cediéndomelas a mi mientras ella se conformaba con los juguetes y presenciaba como yo recibía un nuevo sándwich, en el que la gruesa polla de Ricardo se vació en mis intestinos y la larga de Daniel lo hizo en mi vagina. Pero ella no renunció a sorber el esperma que después resbaló de mis dos agujeros.
Mamá y los hombres concertaron una orgía con otras gentes a la que fui invitada y donde aprendí nuevas cosa y recibí placenteras sorpresas, pero lo contaré en otra ocasión.
Me sumergí en el disipado mundo de mi madre hasta el extremo que ya no me asustó mi siguiente depravación.
Una tarde, en su casa, después de habernos beneficiado a otro de sus amigos, cuando éste pidió un güisqui y no quedaba, mamá me mando a comprarlo dándome la llave de su casa para que no llamase al regreso porque los dos se iban a duchar juntos mientras tanto.
Regresé con la botella e inadvertidamente me guardé las llaves en el bolso. Tomamos las copas y el hombre y yo nos fuimos a nuestras casas.
1 comentarios - Tengo cara de puta (03)