Después de aquella primera experiencia sexual que le proporcioné a mi hijo, él, en justa reciprocidad, deseaba darme tambien placer a mí, sobre todo al comprender que yo tambien lo deseaba y quizá, lo necesitase tanto o mas que él mismo.
Me hizo prometer que yo también silenciaría para siempre aquella experiencia y que la repetiríamos cuando nos apeteciese de nuevo a ambos, dejando definitivamente la relación si, finalmente, llegaba a casarse con su novia. Yo le dije que jamás haría algo que perjudicase a mi hijo y que, por supuesto, sería libre de hacer lo que quisiese toda su vida y, además, con mi ayuda mas honesta.
Dicho esto y colocándose de costado frente a mí me puso boca arriba, comenzando a tocarme los pechos y a chupar mis pezones, por lo que nuevamente comenzó a subirme una excitación extraordinaria, quizá es que aún no me había enfriado del todo, pero lo hizo con tanta suavidad y maestría que me dejé llevar y me dispuse a disfrutar lo que Dios me permitiese.
El, a medida que chupaba y lamía ambos pechos, bajaba su mano izquierda hacia mi sexo, provocándome unos escalofríos que me hacían temblar. Yo le sujetaba la mano impidiéndole acceder a lo que él buscaba, pero mi débil resistencia no mostraba convencimiento alguno y él lo notaba. Pronto alcanzó su objetivo y comenzó a investigar un terreno desconocido para él claramente, con lo que venciendo mi falso pudor, le orienté la mano hacia mi punto más sensible: el clítoris!! Dios mío, que placer sentí!! Después de tanto tiempo sin sentir una mano ajena en ese templo sagrado por fín compartía este placer con alguien ajeno a mí misma, aunque fuese mi propio hijo, algo que, en ese momento, confieso que no me preocupó nada. Tan solo pensaba en disfrutar de aquello que mas bien parecía un sueño.
Yo, instintivamente dirigí mi mano hacia su pene, tratando de aumentar mi excitación, comprobando con sorpresa y cierta malsana alegría, que mi hijo estaba a punto para afrontar un nuevo combate, pues empezaba a temerme que su falta de pasión, acabase precipitadamente una sesión que prometía ser extraordinaria, al menos en lo que a mi experiencia anterior se refería. No obstante, hasta ese momento y a pesar de mi total pérdida de control, aún era consciente de lo peligroso de culminar un coito completo con mi propio hijo y estaba dispuesta a lograr evitarlo, mas por las consecuencias sociales y las complicaciones del tipo de relación personal/familiar que nos pudiesen plantear, que por reparos de tipo moral, pues afortunadamente siempre he sido una mujer liberal y no muy condicionada por la estricta formación conservadora que había recibido.
En un momento de descuido por mi parte, mientras disfrutaba al tacto del pene de mi hijo y el chupaba mis pezones a la vez que con su mano jugueteaba con mi clítoris, tremendamente excitado, mi hijo cambió de posición y dirigió su boca hacia mi sexo, comenzando a pasar su lengua por mi agujero, que ansiaba recibir algo mas que ese pequeño trozo de carne blanda. No obstante, aproveché para disfrutar de esta fantástica experiencia y me dispuse a dejarme llevar hasta que el orgasmo me llevase a perder el control y, posiblemente, el conocimiento, aunque tenía claro que no deseaba fornicar con mi propio hijo; me parecía excesivo y de imprevisibles consecuencias. Otra cuestión es que pudiese controlarme y controlarle a él!.
Mi momento parecía acercarse y aunque trataba de prolongarlo lo mas posible, mi hijo se encargaba de acortarlo con sus precisas lenguetadas en mi clítoris, al cual ya tenía localizado para bien o para mal, centrando todo su esfuerzo en ese punto, aunque yo le insistía en que metiese su lengua lo mas dentro posible, entre los labios de mi vagina que manaba abundante flujo, pero en su empeño de propiciarme el mayor placer posible, abusaba de lo que le había dicho con anterioridad acerca del punto mas sensible de la mujer. En fin, hacía lo que sabía y no cabe duda que con su mejor intención y disposición y que si las circunstancias lo propiciaban nuevamente, ya me ocuparía de enseñarle exactamente como me gustaba que me lo hiciese. Era cuestión de experiencia.
Ahora era yo la que le sujetaba su cabeza aprisionada entre mis piernas pues sentía un ardor en mi vagina que sabía era del todo incontenible y el momento de mi orgasmo llegaba imparable. Empecé a jadear y resoplar sin control y en escasos momentos tuve –y mantuve- un orgasmo indefinido, prolongadísimo, exquisito y relajante del todo.
Traté de mantener a mi hijo en esa posición, relamiendo hasta que se agotase mi placer, hasta que me pidió una tregua para casi coger aliento, pues apenas de dejaba respirar. Reímos bromeando con el hecho y siendo ya cerca de las 3 y media de la madrugada, le pedí, por favor, que se esforzase por dormir y dejarme dormir a mí tambien, pues debíamos mantener al día siguiente una intensa jornada de actividad, pues las ferias de ese pueblo estaban dotadas de cantidad e atracciones y espectáculos que ocupaban todo el día y hasta altas horas de la madrugada. Al día siguiente era la fiesta grande y había una romería, por lo que deberíamos estar en forma. Mi hijo me aseguró que con la experiencia vivida se encontraba mas en forma que nunca y mostró orgulloso su enorme pene que aún mantenía una erección sorprendente.
Nos levantamos ambos a asearnos y con dificultades, pudimos conciliar 5 o 6 horas de sueño agotador.
El día siguiente nos traería una experiencia definitiva e inolvidable, comienzo de una nueva relación entre nosotros que, a pesar del compromiso de aquella noche, aún se mantiene hoy día, con las limitaciones de las circunstancias y no de forma continua, como fueron los siguientes años, pero insisto, el día siguiente y los dos posteriores, fueron de una intensidad que nos llegó a provocar pequeños problemas e irritaciones dado lo frecuente y violento de nuestras experiencias. Yo aún estaba por casi desvirgar y mi hijo, bueno, él totalmente virgen aún.
Pronto, si así lo queréis, sabréis como terminó mi historia de aquel viaje. Luego, si dispongo de tiempo, os contaré como fue nuestra vida a partir de entonces.
Me hizo prometer que yo también silenciaría para siempre aquella experiencia y que la repetiríamos cuando nos apeteciese de nuevo a ambos, dejando definitivamente la relación si, finalmente, llegaba a casarse con su novia. Yo le dije que jamás haría algo que perjudicase a mi hijo y que, por supuesto, sería libre de hacer lo que quisiese toda su vida y, además, con mi ayuda mas honesta.
Dicho esto y colocándose de costado frente a mí me puso boca arriba, comenzando a tocarme los pechos y a chupar mis pezones, por lo que nuevamente comenzó a subirme una excitación extraordinaria, quizá es que aún no me había enfriado del todo, pero lo hizo con tanta suavidad y maestría que me dejé llevar y me dispuse a disfrutar lo que Dios me permitiese.
El, a medida que chupaba y lamía ambos pechos, bajaba su mano izquierda hacia mi sexo, provocándome unos escalofríos que me hacían temblar. Yo le sujetaba la mano impidiéndole acceder a lo que él buscaba, pero mi débil resistencia no mostraba convencimiento alguno y él lo notaba. Pronto alcanzó su objetivo y comenzó a investigar un terreno desconocido para él claramente, con lo que venciendo mi falso pudor, le orienté la mano hacia mi punto más sensible: el clítoris!! Dios mío, que placer sentí!! Después de tanto tiempo sin sentir una mano ajena en ese templo sagrado por fín compartía este placer con alguien ajeno a mí misma, aunque fuese mi propio hijo, algo que, en ese momento, confieso que no me preocupó nada. Tan solo pensaba en disfrutar de aquello que mas bien parecía un sueño.
Yo, instintivamente dirigí mi mano hacia su pene, tratando de aumentar mi excitación, comprobando con sorpresa y cierta malsana alegría, que mi hijo estaba a punto para afrontar un nuevo combate, pues empezaba a temerme que su falta de pasión, acabase precipitadamente una sesión que prometía ser extraordinaria, al menos en lo que a mi experiencia anterior se refería. No obstante, hasta ese momento y a pesar de mi total pérdida de control, aún era consciente de lo peligroso de culminar un coito completo con mi propio hijo y estaba dispuesta a lograr evitarlo, mas por las consecuencias sociales y las complicaciones del tipo de relación personal/familiar que nos pudiesen plantear, que por reparos de tipo moral, pues afortunadamente siempre he sido una mujer liberal y no muy condicionada por la estricta formación conservadora que había recibido.
En un momento de descuido por mi parte, mientras disfrutaba al tacto del pene de mi hijo y el chupaba mis pezones a la vez que con su mano jugueteaba con mi clítoris, tremendamente excitado, mi hijo cambió de posición y dirigió su boca hacia mi sexo, comenzando a pasar su lengua por mi agujero, que ansiaba recibir algo mas que ese pequeño trozo de carne blanda. No obstante, aproveché para disfrutar de esta fantástica experiencia y me dispuse a dejarme llevar hasta que el orgasmo me llevase a perder el control y, posiblemente, el conocimiento, aunque tenía claro que no deseaba fornicar con mi propio hijo; me parecía excesivo y de imprevisibles consecuencias. Otra cuestión es que pudiese controlarme y controlarle a él!.
Mi momento parecía acercarse y aunque trataba de prolongarlo lo mas posible, mi hijo se encargaba de acortarlo con sus precisas lenguetadas en mi clítoris, al cual ya tenía localizado para bien o para mal, centrando todo su esfuerzo en ese punto, aunque yo le insistía en que metiese su lengua lo mas dentro posible, entre los labios de mi vagina que manaba abundante flujo, pero en su empeño de propiciarme el mayor placer posible, abusaba de lo que le había dicho con anterioridad acerca del punto mas sensible de la mujer. En fin, hacía lo que sabía y no cabe duda que con su mejor intención y disposición y que si las circunstancias lo propiciaban nuevamente, ya me ocuparía de enseñarle exactamente como me gustaba que me lo hiciese. Era cuestión de experiencia.
Ahora era yo la que le sujetaba su cabeza aprisionada entre mis piernas pues sentía un ardor en mi vagina que sabía era del todo incontenible y el momento de mi orgasmo llegaba imparable. Empecé a jadear y resoplar sin control y en escasos momentos tuve –y mantuve- un orgasmo indefinido, prolongadísimo, exquisito y relajante del todo.
Traté de mantener a mi hijo en esa posición, relamiendo hasta que se agotase mi placer, hasta que me pidió una tregua para casi coger aliento, pues apenas de dejaba respirar. Reímos bromeando con el hecho y siendo ya cerca de las 3 y media de la madrugada, le pedí, por favor, que se esforzase por dormir y dejarme dormir a mí tambien, pues debíamos mantener al día siguiente una intensa jornada de actividad, pues las ferias de ese pueblo estaban dotadas de cantidad e atracciones y espectáculos que ocupaban todo el día y hasta altas horas de la madrugada. Al día siguiente era la fiesta grande y había una romería, por lo que deberíamos estar en forma. Mi hijo me aseguró que con la experiencia vivida se encontraba mas en forma que nunca y mostró orgulloso su enorme pene que aún mantenía una erección sorprendente.
Nos levantamos ambos a asearnos y con dificultades, pudimos conciliar 5 o 6 horas de sueño agotador.
El día siguiente nos traería una experiencia definitiva e inolvidable, comienzo de una nueva relación entre nosotros que, a pesar del compromiso de aquella noche, aún se mantiene hoy día, con las limitaciones de las circunstancias y no de forma continua, como fueron los siguientes años, pero insisto, el día siguiente y los dos posteriores, fueron de una intensidad que nos llegó a provocar pequeños problemas e irritaciones dado lo frecuente y violento de nuestras experiencias. Yo aún estaba por casi desvirgar y mi hijo, bueno, él totalmente virgen aún.
Pronto, si así lo queréis, sabréis como terminó mi historia de aquel viaje. Luego, si dispongo de tiempo, os contaré como fue nuestra vida a partir de entonces.
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