Hola, Gustavo. Aquí te sigo contando más cosas acerca de mi madre. En mi otro mensaje ya te conté como el portero de mi piso le hacía chantaje para poder chingársela y como ella no tuvo más remedio que acceder a sus deseos. Gracias a ello pudo seguir haciendo de puta a espaldas de mi padre y cogiendo con el viejo, el ex –jefe de mi padre. Sin embargo, al pasar el tiempo, el viejo fue espaciando cada vez más sus visitas y al final un día le dijo a mi madre que ya no iba a visitarla más, al parecer se había cansado de ella, se la había cogido tantas veces y por tantas partes que ya no le suponía ningún aliciente. Además le dijo que había encontrado otra puta, más joven y menos exigente. A mi madre la noticia le sentó muy mal. Le suplicó que no la dejara y, al ver que sus súplicas no obtenían resultado le amenazó con contarlo todo a su mujer. Él la empezó a gritar y amenazar y le dijo que ni se le ocurriera, que si se atrevía a hacerlo se vengaría pero bien y que además él si quería también podía contar muchas cosas. Mi madre se dio cuenta de que no tenía nada que hacer y no dijo nada. Entonces el viejo se largó de casa dando un portazo y no volvió más.
Yo, iluso de mí, pensé que aquello sería el final de todo y que mi madre volvería a la vida normal de siempre. Y durante un tiempo así fue, y yo dejé de espiarla y me concentré en mis estudios. Hasta que un día volví a encontrar más sobres con dinero en sus bolsos. Y al pasar el tiempo, cada vez le encontraba más sobres llenos de dinero en sus bolsos, aunque a veces también los guardaba en fajos sujetos con una goma elástica. Pero si ya no cogía con el viejo dueño de la fábrica ¿cómo era posible? Ya te dije que a mi madre le gusta mucho el dinero y poderse comprar cosas caras y debí suponer que no se resignaría a aceptar su nueva situación.
Volví a espiarla y a ocultarme en casa algunos días y ahora cada día la visitaban varios hombres en nuestra propia casa. Así no me costó mucho averiguar la verdad: al comprobar lo fácil que era ganar dinero dejándose coger por otros hombres había decidido aprovechar la situación y poner un anuncio de contactos en el periódico. Así podía gozar de toda la pija que necesitaba y de paso seguir ganando dinero. En cuanto supe que había puesto un anuncio me compré varios periódicos y lo empecé a buscar ansiosamente. Al fin lo encontré. Se había puesto un nombre falso pero reconocí que era su anuncio porque estaba el teléfono de nuestra casa (ahora vivimos en otra). Aparecía en un periódico de aquí que se llama "El Heraldo de Aragón". El anuncio decía:
"Loli. Madurita viciosa y complaciente, bien conservada. Servicio completo, especialista en francés y anal. Discreción e higiene garantizadas. Casa particular. Llamadas y servicios de 9 a13h. 279927."
Ahora sí que mi madre era toda una puta. Ya no es que fuera sólo la amante de un viejo rico, ni que fuera chantajeada. Ahora estaba a disposición de cualquiera que quisiera
chingarla tan sólo a cambio de un poco de dinero. Ahora recibía hombres en casa casi a diario que gozaban de ella cuanto querían y por donde querían, aunque como mi madre había puesto en el anuncio que era especialista en sexo anal, eso era normalmente lo que los clientes más le pedían: le pagaban para poder chingarla por el culo.
Tampoco es que tuviese una cantidad enorme de clientes pues debido al horario de trabajo de mi padre y a nuestro horario escolar, mi madre sólo podía recibir clientes en casa por las mañanas y a esas horas no hay muchos hombres disponibles. Y en temporada de vacaciones que es cuando más hubiesen podido acudir, entonces no podía recibir porque o bien mi padre o nosotros estábamos en casa. Por eso cuando llegaban las vacaciones retiraba su anuncio del periódico, y cuando pasaban las vacaciones lo volvía a poner. Además, como había puesto un nombre falso, si llamaba algún cliente a deshoras y mi padre cogía el teléfono, como preguntaban por Loli mi padre no sospechaba nada, sólo que se habían equivocado de número.
De todas formas a pesar de todos esos inconvenientes aún así tenía una cantidad lo bastante grande de clientes como para ganarse un buen dinero y así seguir con el tren de vida que a ella le gustaba y te puedo asegurar que se la chingaron una buena cantidad de hombres. Le chingaron tanto el culo que hoy día lo tiene tan abierto que se lo pueden chingar sin necesidad de lubricantes ni nada.
Además ahora tenía que aceptar todo tipo de clientes que pagaban para chingársela. De vez en cuando le venía algún tipo joven que estaba bien y tenía un buen rabo y entonces mi madre gozaba a tope. Pero muchas veces lo que venían a chingarla eran tipos de mediana edad, barrigudos y calvos y también muchos viejos caducos que pensaban que aquella era una buena manera de gastarse su pensión, cogiéndose a una buena zorra que les hiciera todas aquellas cosas que no les hacían sus mujeres.
Había algunos clientes, sobre todo señores muy mayores, que la pagaban sólo por verla masturbarse mientras ellos se sentaban en un rincón mirándola y tocándose la pija hasta que se corrían. Para complacer a este tipo de clientes mi madre se compró una completa gama de consoladores (que aún guarda) y escenificaba un numerito metiéndose esos enormes consoladores por la concha o el culo.
También tenía muchos clientes con fantasías de tipo sadomasoquista y aunque mi madre al principio no estaba muy metida en eso, al ver que muchos de ellos estaban dispuestos a pagarle mucho mas de lo que pedía normalmente empezó poco a poco a aceptar servicios de ese tipo y creo que le acabaron gustando bastante. Además, pronto se dio cuenta de que si quería ganar dinero de verdad no tenía más remedio que aceptar ese tipo de servicios, pues era lo que más se solicitaba. Aunque se trataba siempre de un sadomasoquismo muy suave, casi más fingido que real.
Para complacer a ese tipo de clientes mi mamá se tuvo que comprar diversas prendas y artículos sado, de esos de cuero como tangas ajustados de cuero que estaban abiertos por la zona de la concha, sujetadores de cuero que tenían aberturas para las tetas, unos apliques con flecos que se colocaban en los pezones, medias, tacones de aguja, máscaras, mordazas, unas muñequeras para aprisionar manos y tobillos, fustas, etc. Te aseguro que ver a mi madre vestida con algo de aquello era algo que me ponía la pija a mil.
Recuerdo especialmente a un tipo. Era un cliente habitual de mi madre, un tipo de unos cincuenta años, delgado, calvo y con gafas, con pinta de oficinista. Este tipo tenía fantasías de tipo sado-masoquista y mi madre aceptó complacerle en sus fantasías a cambio de un poco más de dinero, aunque creo que a ella también le iba un poco el rollo ese. Aquel tipo pagaba por ver a una puta sumisa suplicando que la chingaran. A ese tipo le gustaba azotarla en el culo con la fusta que ella tenía pero no era nada tan grave que pudiera dejar marcas o señales que mi padre pudiera luego ver. Se trataba más bien de escenitas del tipo "Has sido mala y mereces un castigo" y entonces el tipo aquel la azotaba un poco y luego se la chingaba mientras mi madre le seguía el juego. Te voy a contar una de aquellas escenas que yo presencié.
Cuando este tipo llegó mi madre ya le recibió vestida con zapatos de tacón, una tanga de cuero que tenía una raja en la zona de la concha y unos sujetadores de cuero con aberturas para sacar las tetas fuera. Tan pronto como el tipo entró empezaron a representar la escena. Yo ya la había visto varias veces y casi siempre transcurría de manera similar.
Mi madre empezó saludándole con un beso como si fuese su mujer y le dijo: "Hola cariño, no sabes lo ansiosa que te estaba esperando". Él la apartó de sí diciendo: "¡Calla zorra! ¡No eres más que una puta!". Mi madre le respondió diciendo: "¿Por qué me dices eso cariño? Yo siempre te he sido fiel" y él le contestó:" ¡No me mientas puta! Sé que has estado follando con montones de hombres a mis espaldas. ¡Confiesa puta! ¿cuántas pijas te han metido hoy, eh?" Mi madre hizo como que se echaba a llorar arrepentida y le dijo: "Sí, es cierto, soy una puta, no lo puedo evitar. Por favor cariño no me abandones ¡Perdóname!". Él le dijo adoptando la postura de un marido ofendido:"No te preocupes, no te abandonaré pero te has portado mal. Has sido una chica muy mala y mereces un castigo". Mi madre fingió alegría diciendo: "¡Oh, sí! ¡Castígame! ¿te prometo que no lo volveré a hacer!".
Entonces se fueron hacia la cocina, donde mi madre tenía el resto de las cosas para continuar su representación. Mi madre se inclinó sobre la mesa de la cocina y entonces el tipo aquel le ató los brazos a las patas delanteras de la mesa con unas tiras acabadas en muñequeras y luego le ató también las piernas a las otras patas con otras tiras iguales. Luego la amordazó con una mordaza de esas que llevan una bola.
Naturalmente todo era un juego. Yo había examinado esas muñequeras en cuanto tuve oportunidad y había descubierto que se cerraban sólo con un poco de velcro en los bordes de manera que mi madre podía soltarse con facilidad tan sólo haciendo un poco de fuerza si ella sentía que el juego se desmandaba o iba demasiado lejos. Claro que yo jamás vi que eso llegara a suceder nunca, creo que ella disfrutaba tanto del juego como sus clientes.
Entonces, una vez que mi madre estuvo atada y amordazada, el tío agarró la fusta que mi madre había dejado allí encima y empezó a azotarle el culo con ella. No eran golpes demasiado fuertes pero puedo asegurarte que tampoco eran suaves, pues más de una vez le hacían soltar un respingo y al final de la sesión mi madre acababa con las nalgas todas coloradas. Recuerdo que después de muchas de esas sesiones mi madre se aplicaba en el culo una pomada y unas bolsitas de hielo para bajar la leve hinchazón del culo. Mi madre compraba la pomada y guardaba varias de esas bolsitas exclusivamente para esa función.
El tío empezó a azotarle el culo con la fusta. La fusta era una vara larga flexible que acababa en una tira de cuero doblada y que al golpear contra el culo de mi madre restallaba con un ¡PLAS!. El tío la azotaba a la vez que le decía cosas como: "¡Esta por ser tan puta!" ¡PLAS! y aparecía la primera marca roja en el culo de mi madre."¡Esta por mamona! ¡PLAS! y aparecía una segunda marca. "¡Esta por guarra!" ¡PLAS! "¡esta por zorra!" ¡PLAS! "¡esta por todos los tíos que te han follado el coño!" ¡PLAS! "¡esta otra por todos los que te han dado por el culo!" ¡PLAS!, y así seguía sin parar hasta que mi madre tenía el culo todo colorado, sin un asomo de piel blanca.
Entonces el tío arrojó la fusta a un lado y le quitó la mordaza a mi madre. "¿Has tenido bastante, puta?", le preguntó. Mi madre le respondió: "Sí, me lo merecía ¿me perdonas ahora, cariño?". El tío le dijo: "Sí, te perdono, y para que veas que te perdono de verdad voy a darte eso que tanto te gusta, voy a darte polla". Y mi madre fingió alegría y exclamó: "¡Oh, si, cariño! ¡Dame tu polla! ¡Dame tu polla, vamos!".
El tipo se colocó detrás de ella y agarrándola por las caderas le metió su pija dentro de la concha y empezó a chingársela con fuerza mientras mi madre gritaba de gusto para complacerle: "¡Oh, sí, cariño! ¡Fóllame! ¡Fóllame fuerte! ¡Soy toda tuya! ¡Méteme toda tu polla dentro!". El tío estaba encantado al oír a mi madre y le decía: "¡Te gusta, eh! ¡Te gusta esto!¡Sigues siendo una puta!" y mi madre le contestaba: "¡Sí! ¡Soy una puta! ¡pero ahora soy tu puta! ¡Fóllame, fóllame como a una puta, cariño, vamos!". Y así seguían durante un buen rato. Unas veces el tipo no aguantaba más y se corría echándole toda la guasca dentro de la concha pero otras veces lograba contenerse y entonces le sacaba la pija de la concha y se la metía por el culo. Esta fue una de esas veces.
Después de estar un rato gozándola por la concha le sacó la pija de dentro y la enfiló hacia su colorado culo. Le abrió las nalgas con las manos y empezó a introducirle su picha por el culo. Mi madre todavía siguiendo con el juego exclamó: "¡Ay! ¿Qué haces cariño? ¿Qué me haces?". El otro le contestó: "¡Voy a darte por culo! ¡Sé que te gusta! ¿Cuántos hombres te han dado por culo? ¡Confiesa puta!". Mi madre le contestaba: "¡Muchos! ¡Han sido muchos, pero tu eres el mejor! ¡Tú eres el mejor, de verdad cariño! ¡Nadie me folla el culo como tú! ¡Sigue cariño, sigue!".
Y el tío, animado por los gritos de mi madre le chingaba el culo con fuerza. A mi madre le entraba bien y no me extraña, aquel tipo era el tercer cliente del día y el tercero que le taladraba el culo. Aquella era la tercera vez que veía como se chingaban a mi madre y ya casi me dolía la pija de tanto hacerme pajas, pero como te he dicho, para mí no había nada tan excitante como ver a mi madre representando uno de sus números sado-maso, así que no es extraño que se pusiera la pija dura otra vez y volviera a pajearme.
El tipo estuvo penetrándola por el culo un buen rato. Mientras seguía jodiéndola volvió a agarrar la fusta y la azuzaba con ella como si fuera una yegua. "¡Arre, arre! –le decía- ¡Mira como te monto, puta! ¡Relincha, puta, relincha!" y mi madre emitía unos jadeos a medio camino entre relincho y gemido de placer.
Al poco el tío soltó un berrido y comenzó a echarle toda su guasca dentro del culo. Se estuvo un rato quieto sobre el cuerpo de mi madre y entonces le sacó su ya arrugada pija de dentro del culo.
Mi madre se soltó las correas ella misma y se fue un momento al baño a limpiarse. Cuando volvió el tipo ya se había arreglado ya y estaba muy compuesto. Volvía a parecer un vulgar oficinista. Seguro que en el trabajo y en su casa era una persona de lo más normal y nadie sospecharía el tipo de fantasías que tenía y que practicaba con mi madre.
En cuanto se hubo arreglado bien el tipo le pagó religiosamente a mi madre. Ella pareció satisfecha y le preguntó a él si había quedado contento y él le contestó que sí. "¿Hasta la semana que viene pues? ¿el mismo día a la misma hora?" le preguntó mi madre. El le contestó que sí. Ahora que habían terminado él parecía un poco cortado, como si estuviese avergonzado de lo que había hecho. Contestaba con monosílabos y casi no la miraba a la cara. Es curioso pero había muchos clientes que se comportaban así después de haberle echado una buena joda a mi madre. Probablemente se sentían culpables por engañar a sus esposas yéndose de putas, pero el caso es que volvían siempre al cabo de un tiempo a chingarse otra vez de nuevo a mi madre.
En cuanto el cliente se hubo ido mi madre se encerró en el baño. Yo ya sabía lo que iba a hacer iba a limpiarse bien por dentro. Tenía una pera de esas que se utilizan para hacer enemas y la utilizaba para limpiarse la concha y el culo por dentro. Te puedes imaginar que después de que hubiera recibido a cuatro o ciento clientes y después de que todos le hubieran descargado su guasca en el culo, éste le quedaba como un bebedero de patos y tenía que limpiárselo bastante a fondo.
Yo aproveché ese intervalo para irme silenciosamente de casa. Sabía que mi madre aún tenía un cliente más pero yo ya no podía más. Además tenía una clase a la que no podía faltar así que me fui.
Experiencias como esas he vivido muchas y es que no te imaginas la cantidad de tipos que hay a las que les va el rollo ese del sado, y si no me crees echa un vistazo a las secciones de contactos de cualquier periódico o revista. Mi madre tenía muchos clientes a los que le iban esas cosas y le pagaban mucho dinero por poder satisfacer sus caprichos. Mi madre aceptaba esos servicios con tal de que no fuesen nada excesivamente duro o violento pero, por ejemplo, no tenía inconveniente, si el cliente pagaba bien, en dejarse hacer cosas como azotes, lluvia dorada o enemas. Si quieres que te cuente alguna de esas cosas que hizo con más detalle dímelo.
Por cierto, el cabrón de Benón, nuestro portero, se enteró de que mi madre estaba recibiendo a su clientela en casa y, ya no contento con chingársela siempre que podía, la amenazó con denunciarla ante la comunidad de vecinos si no le pagaba con una parte de sus ganancias, y mi madre no tuvo más remedio que aceptar pero no tuvo problemas pues tenía bastantes clientes y ganaba bastante dinero, casi más que cuando actuaba como amante ocasional del ex–jefe de mi padre. Ahora tenía toda la pija que necesitaba y encima la pagaban por ello.
Te voy a contar ahora lo de mi madre con el alemán. Ocurrió mientras estábamos veraneando en la playa. En aquel entonces veraneábamos en una urbanización de chalets adosados en Tarragona cerca de una playa llamada playa de la Sabinosa. A mi madre le gustaba veranear allí porque era una playa normal pero también tenía un rincón de la playa donde estaba permitido practicar el nudismo y ya te imaginarás que ese era el motivo principal por el que le gustaba a mi madre aquel lugar.
A ella le encanta ponerse en bola y enseñarle sus tetas y su concha a cuantos puede. Además en aquellas playas el ambientes es mucho más "liberal" y "relajado" que en las playas normales y por eso le era más fácil encontrar ocasiones de practicar la joda con muchos hombres. A mi padre no le hacía gracia ir a aquel tipo de sitios, pues a él no le gusta practicar el nudismo y por eso íbamos a una playa mixta y mientras los demás nos quedábamos en la sección "normal" de la playa, dejaba que ella se fuera a tomar el sol a la parte nudista. Él pensaba que lo único que le interesaba a mi madre era tomar el sol, no pensaba que pudiera tener otros motivos.
Mis hermanos eran aún relativamente pequeños y no se daban cuenta de que aquella fuera una playa diferente a las demás, pero yo sí que lo sabía y, en cuanto podía, me escapaba a la parte nudista para espiar a mi madre y para mirar al reto de las mujeres.
Hoy en día creo que la playa está más compartimentada y que han hecho construcciones para delimitar más claramente ambas secciones de la playa, por lo menos eso me han dicho, ya que hace años que no hemos vuelto ahí, pero en aquel entonces las dos partes no estaban tan separadas, tan sólo había una especie de "zona de nadie" señalada por unos letreros, y se podía pasar tranquilamente de la una a la otra, incluso podías estar en bañador si querías, en cambio no se permitía que ningún nudista pasase a la sección "normal" de la playa para no ofender al resto de los turistas que se incomodaban ante la vista de los desnudos.
A mí me encantaba veranear en aquel tipo de playas pues así tenía oportunidad de ver a mi madre desnuda todos los días. A veces me llevaba unos prismáticos para poder mirar con todo detalle su concha peluda, sus tetas de grandes pezones y su culo. Con los prismáticos podía verle hasta los pelos de la concha y me la cascaba en un rincón mientras la miraba de arriba abajo. Me encantaba verla frotarse el bronceador por todo el cuerpo, sobre todo ver como se lo frotaba por las tetas hasta que se le ponían los pezones todos duros. Muchos tipos de la playa se la miraban como con ganas de cogerla y algunos moscones se le acercaban para ligar con ella.
Mi madre coqueteaba con ellos y les dejaba que le untaran el bronceador por todo el cuerpo. Ellos se ponían ciegos de tocarla las tetas y el culo y a veces la cosas iba más alla y entonces se iban a algún rincón oculto para disfrutar de una buena chingada.
Un día de los que la seguí vi como mi madre se acercó corriendo hacia un tipo que había visto en la playa y se abrazó a él. Yo no estaba tan cerca como para oír lo que decían pero parecía como si se conociesen de antes, mi madre parecía muy contenta ya que no paraba de abrazarse a él y hasta se besaban en la boca. El tipo no paraba de acariciar a mi madre, sobre todo tocándole el culo y ella se dejaba.
El tipo era un hombre rubio alto, con barba también rubia. Parecía atractivo y tenía un cuerpo en buena forma aunque tenía la piel toda colorada de quemada por el sol, como es típico de los extranjeros de piel muy blanca. No debían llevar mucho tiempo en aquella playa pues la zona del bañador aún la tenía blanca. Eso hacía que sus genitales resaltaran mucho y pude darme cuenta de que estaba muy bien dotado, tenía una picha larga, de esas morcillonas que cuelgan entra las piernas y que atraía las miradas de varias mujeres de la playa.
Entonces el le pasó la mano sobre los hombros y la llevó hasta donde estaba tumbada una mujer tomando el sol. Se trataba de una mujer rubia, también muy colorada. Cuando se levantó pude ver que era alta y macizorra, de grandes caderas y un buen culo, aunque tenía las tetas bastante pequeñas. Tenía un coño abundante de pelo, como el de mi madre. También mi madre pareció reconocerla y se saludaron muy efusivamente.
Poco después vi como los tres se vestían y se dirigían hacia la sección normal de la playa.
Yo me adelanté a ellos, y volví hasta donde estaba mi padre, debajo de una sombrilla, y mis hermanos, que estaban jugando. Al rato apareció mi madre acompañada por los dos desconocidos. "¡Antonio! –dijo mi madre- ¡Mira quiénes están aquí! ¡No te lo vas a creer! ¡Son Heinz e Ingrid! ¿Te acuerdas de ellos?". "¡Claro que me acuerdo!", dijo mi padre levantándose para saludarlos, aunque en realidad no parecía muy contento de verlos.
Más tarde, cuando supe toda la historia de mi madre y el alemán me pregunté si mi padre habría sospechado algo aquel otro verano. La verdad es que daba la impresión de sentirse celoso de la atención que mi madre les dedicaba. También quizás se sintiera un poco disminuido, pues mientras él estaba un poco gordo y era bastante calvo, el tal Heinz, que era de su misma edad, como ya he dicho, continuaba siendo. Ahora que lo tenía más de cerca pude ver que era bastante guapo de cara, con ojos azules. Se notaba que debía haber veraneado varias veces en España pues hablaba muy bien nuestro idioma, aunque con bastante acento.
Su mujer Ingrid también era muy guapa, un poco hombruna o andrógina de cara quizás, también de ojos azules, y también muy bien conservada, vamos que a pesar de que tuviera las tetas pequeñas estaba como para echarle un buen polvo.
Mi familia y ellos estuvieron un rato hablando y entonces me enteré de que eran alemanes, que habían conocido a mis padres bastantes años antes, durante un veraneo en un camping en el que habían tenido sus remolques uno al lado del otro, que se habían escrito por un tiempo pero que después habían perdido el contacto. Yo no me acordaba de ellos porque cuando todo eso pasó yo era aún bastante pequeño.
El caso es que estuvieron hablando durante un buen rato y luego quedaron por la noche para ir a cenar a un chiringuito cercano de la playa.
Esa noche fuimos todos al chiringuito. Íbamos vestidos de verano, con ropa ligera, pero bien arreglados. Sobre todo mi madre iba muy guapa. Llegamos allí casi al mismo tiempo que Heinz y su mujer. Ella iba con un vestido blanco largo muy ligero y el con una camisa fina y unos pantalones blancos cortos.
Hizo muy buena noche y cenamos muy bien. El chiringuito era un lugar muy agradable, una construcción de madera, con una especie de porches de madera con techados de paja que daban al mar y allí estaban las mesas donde se cenaba.
Durante toda la cena me fijé en que mi madre se comía al tal Heinz con los ojos y él también se daba cuenta. Yo me preguntaba cuánto tardaría en explotar la situación. De postres nos sirvieron unas enormes copas de helado con una bengalita encendida. Mis hermanos estaban encantados.
Después de los postres se pusieron a hablar recordando aquel otro verano. Yo, cada vez más impaciente me puse a caminar por la playa. Entonces, como si se hubieran puesto de antemano de acuerdo, mi madre se levantó y se excusó diciendo que tenía que ir al baño. Al cabo de un par de minutos Heinz dijo que también iba al baño. Yo que me estaba haciendo el despistado por la playa pero que en realidad no los perdía de vista, en cuanto vi que Heinz se dirigía hacia la parte trasera del chiringuito me dirigí corriendo hacia allí.
En seguida los oí. Se habían ocultado detrás de una valla de cañas que separaba la zona trasera del chiringuito donde estaba la salida de la cocina y los cubos de la basura. El sonido de la música de la parte principal llegaba bastante amortiguado hasta allí. Me acerqué a la valla y espié entre las cañas. Podía verlos y oírlos con total claridad.
"Menos mal que has venido, ya no aguantaba más –dijo mi madre- Desde que te vi esta mañana no he podido pensar más que en ti. Necesito tu polla, vamos rápido, dámela". El le dijo: "Sí, pero ¿tú marido...?". Mi madre le dijo con desespero en la voz mientras le acariciaba la polla por encima del pantalón: "No te preocupes por mi marido. Eres el único hombre que he querido en mi vida y ahora ¡necesito tu polla!". Heinz se rió y le dijo con su marcado acento: "Veo que no has cambiado. Sigues siendo tan puta como antes. Toma aquí tienes...". Se bajó la bragueta y se sacó la pija fuera. Mi madre se arrodilló y empezó a acariciársela. "Dios... –dijo- no me acordaba de que fuera tan grande...". Sí –dijo él riéndose- pero antes podías tragártela entera ¿y ahora?". "Ahora verás", le contestó mi madre y empezó a engullirse aquella polla hasta tragársela entera.
Mi madre empezó a chupársela con ganas, como si hiciera tiempo que no se hubiera comido una pija (cosa falsa, porque desde que estábamos en la playa se la había chupado a más de uno). El alemán suspiraba de gusto y le susurraba unas palabras que no entendí, supongo que la estaría llamando zorra y puta en alemán. Como te he dicho otras veces, siempre me ha excitado mucho ver como mi madre se chupa una pija, pero si encima se trataba de una tan grande como la de Heinz, mi excitación era mucho mayor. Mientras miraba a través de las cañas con una mano no paraba de pajearme mirando como la puta de mi madre chupaba la pija del alemán.
Mi madre tenía que hacer verdaderos esfuerzos para tragársela toda entera pero la muy puta lo conseguía a pesar de le debía llegar hasta la garganta. Aquella polla le obligaba a abrir la boca al máximo y a hacer uso de toda su habilidad como mamapijas.
A través de las cañas veía como mi madre se tragaba enterita aquella gran pija una y otra vez, metiéndosela y sacándosela de la boca sin parar el ritmo hasta que heinz se corrió. Mi madre se tragó toda su guasca con frenesí como si la leche del alemán fuera el mejor de los manjares.
Cuando acabó, el alemán se guardó la pija y se subió la bragueta mientras mi madre se incorporaba y se limpiaba los restos de semen. "Venga, volvamos", dijo Heinz. Mi madre le dijo: "Sí, pero aún no hemos terminado te necesito dentro de mí. Quiero sentir tu polla en mi coño, en mi culo, por donde tu quieras. Desde que sé que estas aquí no puedo pensar en otra cosa". El alemán se rió y mientras con una mano le sujetaba la cara por la barbilla le dijo: "No te preocupes. Ven a buscarme mañana a la playa y te daré toda la polla que quieras". Entonces volvieron con los demás.
Por supuesto, al día siguiente no me perdí el espectáculo. Seguí a mi madre a una distancia prudencial. Ella se dirigió a la zona nudista y allí encontró a Heinz que estaba en el mismo lugar que el día anterior. Esta vez no estaba su mujer. Heinz agarró a mi madre de la mano y juntos echaron a andar hasta el final de la playa. Siguieron andando hasta llegar una zona donde ya no había nadie. Esos terrenos estaban ya propiamente fuera de lo que era el terreno de la playa. Entonces llegaron a una caleta que estaba protegida por unos espolones de roca y se fueron a la zona de detrás de las rocas. A mi el sitio me iba genial, porque las mismas rocas que les servían de protección a ellos me lo servían a mí y podía espiarles con total facilidad.
En cuanto llegaron, extendieron sus toallas en el suelo y entonces se tumbaron en ellas y empezaron a acariciarse y a besarse. Heinz le agarraba las tetas a mi madre con las manos y se las estrujaba y chupaba. Entonces, después de un rato de estar sobándose y besándose, Heinz se tumbó boca arriba en la toalla con su pija ya tiesa apuntando hacia el cielo. Mi madre se arrodilló y empezó a chuparle la pija. Se la chupaba con las mismas ganas que el día anterior.
Como estaba situada de espaldas a Heinz, mientras se la chupaba éste aprovechaba para tocarle el culo y la concha. Le debía estar metiendo los dedos dentro porque mi madre movía sus caderas, como si le diese mucho gusto lo que le estaba haciendo por ahí y a ratos se sacaba su pija de la boca y decía: "¡Oh, sí...! ¡Oh, sí...!" y después seguía chupándole la pija.
Después de estar un rato chupándole la pija, se volvió de cara hacia él y abriéndose de piernas se sentó sobre su pija y empezó a introducírsela dentro de la concha. En cuanto la tuvo toda dentro, él la agarró del culo y mi madre empezó a botar y culear metiéndose la pija una y otra vez.
Como he dicho, Heinz tenía una pija muy grande y se notaba porque en cuanto mi madre la tuvo toda dentro empezó a gritar demostrando que aquel cacho rabo le estaba dando un gustazo enorme. A la muy puta le gustan cuanto más grandes mejor.
Mi madre no paraba de culear subiendo y bajando el culo y cada vez que lo hacía se clavaba la pija de Heinz hasta el fondo. Heinz la agarraba del culo amasándoselo con las manos, pero a ratos también la agarraba de las tetas y de los pezones, pellizcándoselos y estirándoselos.
Mi madre seguía culeando cada vez más deprisa. Yo estaba muy cachondo de ver aquella pija tan grande deslizándose dentro y fuera una y otra vez de la raja de mi madre. No me extraña que gozara la muy puta. Mi madre no paraba de gritar de gusto y Heinz no paraba de gritarle cosas en alemán. No se lo que significaban pero no parecía algo muy fino.
Yo creía que mi pija iba a reventar. Me encantaba ver a mi madre metiéndose la pija de Heinz, toda dentro. Parecía una puta desenfrenada. Con los botes que pegaba las tetas le subían arriba y abajo y las carnes del culo se le estremecían. Entonces Heinz pegó un grito y mi madre redujo el ritmo de sus culadas poco a poco hasta pararse por completo. Entonces se sacó la polla de dentro y se la volvió a meter en la boca para limpiarle con la lengua sus últimas gotas de leche.
Yo pensé que ya habían terminado pero que va. No era tan fácil dejar a mi madre satisfecha. Se tumbaron y empezaron a besarse y a acariciarse otra vez y no pasó mucho tiempo hasta que Heinz volvió a tener su pija totalmente dura. Entonces mi madre le dijo: "Ahora te quiero en mi culo, Heinz. Quiero que me la metas en mi culo".
Heinz agarró el bote de bronceador y se echó un poco en la mano para lubricar a mi madre pero ella le dijo: "No. No hace falta. Venga, métemela en el culo ya". "¿Estás segura? –le dijo él- Mira que la tengo muy grande. Te haré daño". "No te preocupes –le tranquilizó mi madre- métemela en el culo, vamos...".
Heinz tumbó a mi madre de lado, se colocó detrás de ella y le levantó una pierna para dejarle el culo bien abierto. Entonces dirigió su pija hacia la entrada del culo de mi madre y empezó a metérsela dentro.
Mi madre empezó a suspirar pero aguantaba bien la metida. Se notaba que gracias a su trabajo de puta tenía el culo muy dado de sí. Heinz también se dio cuenta y pareció gratamente sorprendido. "Vaya –dijo- has estado practicando todos estos años, ¿eh puta?". Por toda respuesta mi madre le dijo: "¿Te gusta mi culo Heinz? Pues es todo tuyo, todo tuyo...".
Desde luego no hacía falta que mi madre se lo dijera pues el tal Heinz la chingaba por el culo sin ningún miramiento y mi madre parecía estar disfrutando más que nunca. Nunca la había visto tan gozosa con una pija metida en el culo y mira que a ella le gusta. Heinz la agarraba por una pierna levantándosela bien alto para abrirle bien el culo al máximo, mientras que con el otro brazo la sujetaba por delante agarrándola de una teta, sobándosela y estrujándosela. Entonces Heinz fue acelerando el ritmo de sus metidas y, sin sacársela del culo, volteó a mi madre y la puso boca abajo, mientras él, colocado encima sobre la espalda de mi madre continuaba chingándola el culo a lo bestia. La agarraba por los hombros y entonces se impulsaba hacia adelante para clavarle su pija bien adentro del culo. A cada embestida mi madre levantaba la cabeza y soltaba un grito de gusto
Mi madre clavaba sus manos con fuerza en la arena y no paraba de murmurar: "¡Oh, Heinz! ¡Oh, Heinz!" mientras el seguía con sus metidas. Calculo que el tal Heinz debía medir un metro ochenta u ochenta y cinco y que debía pesar unos noventa y cinco kilos y todo ese peso estaba perchado contra el culo de mi madre, clavándola contra la arena con cada embestida. Heinz aceleraba cada vez más aquel movimiento de vaivén moviendo su dura pija cada vez más rápido dentro y fuera del ano de mi madre.
Al cabo de unos minutos de llevar aquel duro bombeo se salió del culo de mi madre y volviéndola a voltear boca arriba y empezó a lanzar descarga tras descarga de leche sobre la cara de mi madre.
Se descarga fue proporcional al tamaño de su pija y dejó la cara de mi madre totalmente cubierta de guasca.. Mi madre se relamió y luego se froto su leche por la cara como si fuera una crema bronceadora. Luego se lamía sus dedos pringosos de semen.
Heinz se tumbó a su lado y mi madre se recostó contra el acariciándole la pija, que ahora estaba totalmente laxa, aunque conservaba su buen tamaño. Entonces se relajaron y empezaron a hablar de ellos y de lo que habían hecho esos años. Mi madre no le contó que estaba trabajando como puta. Le dijo que mi padre se había vuelto impotente y que como él ya no la chingaba se había acostado con otros hombres "algunas veces" porque ella no podía vivir sin sentir "de vez en cuando" una buena pija.
¿Algunas veces? ¿De vez en cuando? Me reí para mis adentros ¡Será puta! ¡Pero si se la había chingado hasta el portero de nuestro piso! y ahora que trabajaba de puta el que no se la chingaba es porque no quería.
También le dijo a Heinz que nunca le había olvidado y que muchas veces pensaba en él. Fue entonces cuando le dijo lo de mi hermano. Heinz se lo tomó con mucha calma. Le preguntó si estaba segura y mi madre le contestó que sí. Entonces Heinz le preguntó si quería que hiciese algo al respecto y mi madre le contestó que no, que las cosas ya estaban bien como estaban, que mi padre no sospechaba nada y que sólo se lo había dicho porque creía que tenía derecho a saberlo.
Yo estaba anonadado, ¡no me lo podía creer! Mi hermano y yo no teníamos el mismo padre, no éramos hermanos sino hermanastros. Naturalmente eso no cambió en nada mis sentimientos hacia mi hermano si acaso, me hizo más consciente que nunca de lo puta que era mi madre y decidí guardar siempre el secreto, pues si mi padre o mi hermano llegasen a enterarse alguna vez sería un desastre para nuestra familia. Y así guardé el secreto hasta que decidí contártelo a ti.
Después de aquello, mi madre y Heinz se pegaron un baño en el mar y cuando salieron volvieron a chingar. Al parecer Heinz no sólo tenía una pija grande sin que también tenía una gran resistencia pues se chingó a mi madre otras dos veces antes de quedar satisfecho y de que decidieran volver a la playa con el resto de la gente.
Durante todo aquel verano, mi madre y Heinz se lo pegaron chingando sin parar. Mi padre nunca sospechó nada y, en cuanto a la mujer de Heinz, creo que sí lo sabía pero que no le importaba. Por lo visto, las alemanas eran mucho más liberales que las españolas.
En lo que respecta a Heinz, no hubo nada en su actitud que pudiera hacer sospechar a mi padre lo de mi hermano. Sí que lo trataba un poco más cariñosamente pero nada que se saliera de lo normal y a veces me fijé en que más de una vez Heinz se quedaba mirando a mi hermano con atención pero sólo yo me di cuenta y no creo que nadie viera en aquello nada extraño.
Como te he dicho, aquel verano Heinz se chingó a mi madre todas las veces que quiso y más y por todos sus agujeros y yo las vi todas y me hice muchas pajas. Heinz se fue de vuelta a su país un poco antes de que nosotros dejáramos la playa y desde entonces no lo hemos vuelto a ver. Mi madre mantuvo el contacto un tiempo a través de cartas, pero luego se debieron cambiar de dirección y ya no volvimos a saber de ellos. A mi madre no le supo muy bien pero no le preocupó mucho pues tenía todas las pijas que quería para consolarse.
Así que ya ves. Por eso no me ha molestado nunca que me llamen cosas como "hijo de puta" o "hijo de la gran puta", pues son literalmente ciertas: mi madre es una gran puta, pero a mi no me importa en lo más mínimo.
Aquí voy a contarte otro testimonio acerca de mi madre. Ocurrió no mucho después de los que te estoy contando ahora, es decir mientras seguía trabajando de puta profesional pero no tiene nada que ver con eso. Seguramente habrás pensado que al trabajar de puta mi madre tendría suficiente pija como para hartarse. Pues no. Es decir, si que tenía mucha pija, pero nunca estaba harta y si no mira lo que pasó un día de esos:
Era un fin de semana, no recuerdo que día exactamente pero sí que era cerca de julio porque se aproximaban las vacaciones y hacía calor. Cuando se acercaba la fecha de las vacaciones la empresa donde trabajaba mi padre ahora organizaba unas "capeas para los empleados. Las "capeas" consistían en unas excursiones que hacíamos hasta un pueblo cerca de Zaragoza que tenía en sus afueras una pequeña plaza de toros, de esas de pueblo, en alquiler. La plaza estaba en terreno campestre, había cerca unos merenderos para visitantes con largas mesas de piedra y unas parrillas y hornos de piedra para cocinar carne a la brasa. La empresa organizaba comidas allí para divertir a los empleados y allí iban todos acompañados de sus familias a pasar el día. También se alquilaba la plaza y se sacaban unas vaquillas para que los empleados pudieran torear con ellas, todo por cuenta de la empresa.
Yo, iluso de mí, pensé que aquello sería el final de todo y que mi madre volvería a la vida normal de siempre. Y durante un tiempo así fue, y yo dejé de espiarla y me concentré en mis estudios. Hasta que un día volví a encontrar más sobres con dinero en sus bolsos. Y al pasar el tiempo, cada vez le encontraba más sobres llenos de dinero en sus bolsos, aunque a veces también los guardaba en fajos sujetos con una goma elástica. Pero si ya no cogía con el viejo dueño de la fábrica ¿cómo era posible? Ya te dije que a mi madre le gusta mucho el dinero y poderse comprar cosas caras y debí suponer que no se resignaría a aceptar su nueva situación.
Volví a espiarla y a ocultarme en casa algunos días y ahora cada día la visitaban varios hombres en nuestra propia casa. Así no me costó mucho averiguar la verdad: al comprobar lo fácil que era ganar dinero dejándose coger por otros hombres había decidido aprovechar la situación y poner un anuncio de contactos en el periódico. Así podía gozar de toda la pija que necesitaba y de paso seguir ganando dinero. En cuanto supe que había puesto un anuncio me compré varios periódicos y lo empecé a buscar ansiosamente. Al fin lo encontré. Se había puesto un nombre falso pero reconocí que era su anuncio porque estaba el teléfono de nuestra casa (ahora vivimos en otra). Aparecía en un periódico de aquí que se llama "El Heraldo de Aragón". El anuncio decía:
"Loli. Madurita viciosa y complaciente, bien conservada. Servicio completo, especialista en francés y anal. Discreción e higiene garantizadas. Casa particular. Llamadas y servicios de 9 a13h. 279927."
Ahora sí que mi madre era toda una puta. Ya no es que fuera sólo la amante de un viejo rico, ni que fuera chantajeada. Ahora estaba a disposición de cualquiera que quisiera
chingarla tan sólo a cambio de un poco de dinero. Ahora recibía hombres en casa casi a diario que gozaban de ella cuanto querían y por donde querían, aunque como mi madre había puesto en el anuncio que era especialista en sexo anal, eso era normalmente lo que los clientes más le pedían: le pagaban para poder chingarla por el culo.
Tampoco es que tuviese una cantidad enorme de clientes pues debido al horario de trabajo de mi padre y a nuestro horario escolar, mi madre sólo podía recibir clientes en casa por las mañanas y a esas horas no hay muchos hombres disponibles. Y en temporada de vacaciones que es cuando más hubiesen podido acudir, entonces no podía recibir porque o bien mi padre o nosotros estábamos en casa. Por eso cuando llegaban las vacaciones retiraba su anuncio del periódico, y cuando pasaban las vacaciones lo volvía a poner. Además, como había puesto un nombre falso, si llamaba algún cliente a deshoras y mi padre cogía el teléfono, como preguntaban por Loli mi padre no sospechaba nada, sólo que se habían equivocado de número.
De todas formas a pesar de todos esos inconvenientes aún así tenía una cantidad lo bastante grande de clientes como para ganarse un buen dinero y así seguir con el tren de vida que a ella le gustaba y te puedo asegurar que se la chingaron una buena cantidad de hombres. Le chingaron tanto el culo que hoy día lo tiene tan abierto que se lo pueden chingar sin necesidad de lubricantes ni nada.
Además ahora tenía que aceptar todo tipo de clientes que pagaban para chingársela. De vez en cuando le venía algún tipo joven que estaba bien y tenía un buen rabo y entonces mi madre gozaba a tope. Pero muchas veces lo que venían a chingarla eran tipos de mediana edad, barrigudos y calvos y también muchos viejos caducos que pensaban que aquella era una buena manera de gastarse su pensión, cogiéndose a una buena zorra que les hiciera todas aquellas cosas que no les hacían sus mujeres.
Había algunos clientes, sobre todo señores muy mayores, que la pagaban sólo por verla masturbarse mientras ellos se sentaban en un rincón mirándola y tocándose la pija hasta que se corrían. Para complacer a este tipo de clientes mi madre se compró una completa gama de consoladores (que aún guarda) y escenificaba un numerito metiéndose esos enormes consoladores por la concha o el culo.
También tenía muchos clientes con fantasías de tipo sadomasoquista y aunque mi madre al principio no estaba muy metida en eso, al ver que muchos de ellos estaban dispuestos a pagarle mucho mas de lo que pedía normalmente empezó poco a poco a aceptar servicios de ese tipo y creo que le acabaron gustando bastante. Además, pronto se dio cuenta de que si quería ganar dinero de verdad no tenía más remedio que aceptar ese tipo de servicios, pues era lo que más se solicitaba. Aunque se trataba siempre de un sadomasoquismo muy suave, casi más fingido que real.
Para complacer a ese tipo de clientes mi mamá se tuvo que comprar diversas prendas y artículos sado, de esos de cuero como tangas ajustados de cuero que estaban abiertos por la zona de la concha, sujetadores de cuero que tenían aberturas para las tetas, unos apliques con flecos que se colocaban en los pezones, medias, tacones de aguja, máscaras, mordazas, unas muñequeras para aprisionar manos y tobillos, fustas, etc. Te aseguro que ver a mi madre vestida con algo de aquello era algo que me ponía la pija a mil.
Recuerdo especialmente a un tipo. Era un cliente habitual de mi madre, un tipo de unos cincuenta años, delgado, calvo y con gafas, con pinta de oficinista. Este tipo tenía fantasías de tipo sado-masoquista y mi madre aceptó complacerle en sus fantasías a cambio de un poco más de dinero, aunque creo que a ella también le iba un poco el rollo ese. Aquel tipo pagaba por ver a una puta sumisa suplicando que la chingaran. A ese tipo le gustaba azotarla en el culo con la fusta que ella tenía pero no era nada tan grave que pudiera dejar marcas o señales que mi padre pudiera luego ver. Se trataba más bien de escenitas del tipo "Has sido mala y mereces un castigo" y entonces el tipo aquel la azotaba un poco y luego se la chingaba mientras mi madre le seguía el juego. Te voy a contar una de aquellas escenas que yo presencié.
Cuando este tipo llegó mi madre ya le recibió vestida con zapatos de tacón, una tanga de cuero que tenía una raja en la zona de la concha y unos sujetadores de cuero con aberturas para sacar las tetas fuera. Tan pronto como el tipo entró empezaron a representar la escena. Yo ya la había visto varias veces y casi siempre transcurría de manera similar.
Mi madre empezó saludándole con un beso como si fuese su mujer y le dijo: "Hola cariño, no sabes lo ansiosa que te estaba esperando". Él la apartó de sí diciendo: "¡Calla zorra! ¡No eres más que una puta!". Mi madre le respondió diciendo: "¿Por qué me dices eso cariño? Yo siempre te he sido fiel" y él le contestó:" ¡No me mientas puta! Sé que has estado follando con montones de hombres a mis espaldas. ¡Confiesa puta! ¿cuántas pijas te han metido hoy, eh?" Mi madre hizo como que se echaba a llorar arrepentida y le dijo: "Sí, es cierto, soy una puta, no lo puedo evitar. Por favor cariño no me abandones ¡Perdóname!". Él le dijo adoptando la postura de un marido ofendido:"No te preocupes, no te abandonaré pero te has portado mal. Has sido una chica muy mala y mereces un castigo". Mi madre fingió alegría diciendo: "¡Oh, sí! ¡Castígame! ¿te prometo que no lo volveré a hacer!".
Entonces se fueron hacia la cocina, donde mi madre tenía el resto de las cosas para continuar su representación. Mi madre se inclinó sobre la mesa de la cocina y entonces el tipo aquel le ató los brazos a las patas delanteras de la mesa con unas tiras acabadas en muñequeras y luego le ató también las piernas a las otras patas con otras tiras iguales. Luego la amordazó con una mordaza de esas que llevan una bola.
Naturalmente todo era un juego. Yo había examinado esas muñequeras en cuanto tuve oportunidad y había descubierto que se cerraban sólo con un poco de velcro en los bordes de manera que mi madre podía soltarse con facilidad tan sólo haciendo un poco de fuerza si ella sentía que el juego se desmandaba o iba demasiado lejos. Claro que yo jamás vi que eso llegara a suceder nunca, creo que ella disfrutaba tanto del juego como sus clientes.
Entonces, una vez que mi madre estuvo atada y amordazada, el tío agarró la fusta que mi madre había dejado allí encima y empezó a azotarle el culo con ella. No eran golpes demasiado fuertes pero puedo asegurarte que tampoco eran suaves, pues más de una vez le hacían soltar un respingo y al final de la sesión mi madre acababa con las nalgas todas coloradas. Recuerdo que después de muchas de esas sesiones mi madre se aplicaba en el culo una pomada y unas bolsitas de hielo para bajar la leve hinchazón del culo. Mi madre compraba la pomada y guardaba varias de esas bolsitas exclusivamente para esa función.
El tío empezó a azotarle el culo con la fusta. La fusta era una vara larga flexible que acababa en una tira de cuero doblada y que al golpear contra el culo de mi madre restallaba con un ¡PLAS!. El tío la azotaba a la vez que le decía cosas como: "¡Esta por ser tan puta!" ¡PLAS! y aparecía la primera marca roja en el culo de mi madre."¡Esta por mamona! ¡PLAS! y aparecía una segunda marca. "¡Esta por guarra!" ¡PLAS! "¡esta por zorra!" ¡PLAS! "¡esta por todos los tíos que te han follado el coño!" ¡PLAS! "¡esta otra por todos los que te han dado por el culo!" ¡PLAS!, y así seguía sin parar hasta que mi madre tenía el culo todo colorado, sin un asomo de piel blanca.
Entonces el tío arrojó la fusta a un lado y le quitó la mordaza a mi madre. "¿Has tenido bastante, puta?", le preguntó. Mi madre le respondió: "Sí, me lo merecía ¿me perdonas ahora, cariño?". El tío le dijo: "Sí, te perdono, y para que veas que te perdono de verdad voy a darte eso que tanto te gusta, voy a darte polla". Y mi madre fingió alegría y exclamó: "¡Oh, si, cariño! ¡Dame tu polla! ¡Dame tu polla, vamos!".
El tipo se colocó detrás de ella y agarrándola por las caderas le metió su pija dentro de la concha y empezó a chingársela con fuerza mientras mi madre gritaba de gusto para complacerle: "¡Oh, sí, cariño! ¡Fóllame! ¡Fóllame fuerte! ¡Soy toda tuya! ¡Méteme toda tu polla dentro!". El tío estaba encantado al oír a mi madre y le decía: "¡Te gusta, eh! ¡Te gusta esto!¡Sigues siendo una puta!" y mi madre le contestaba: "¡Sí! ¡Soy una puta! ¡pero ahora soy tu puta! ¡Fóllame, fóllame como a una puta, cariño, vamos!". Y así seguían durante un buen rato. Unas veces el tipo no aguantaba más y se corría echándole toda la guasca dentro de la concha pero otras veces lograba contenerse y entonces le sacaba la pija de la concha y se la metía por el culo. Esta fue una de esas veces.
Después de estar un rato gozándola por la concha le sacó la pija de dentro y la enfiló hacia su colorado culo. Le abrió las nalgas con las manos y empezó a introducirle su picha por el culo. Mi madre todavía siguiendo con el juego exclamó: "¡Ay! ¿Qué haces cariño? ¿Qué me haces?". El otro le contestó: "¡Voy a darte por culo! ¡Sé que te gusta! ¿Cuántos hombres te han dado por culo? ¡Confiesa puta!". Mi madre le contestaba: "¡Muchos! ¡Han sido muchos, pero tu eres el mejor! ¡Tú eres el mejor, de verdad cariño! ¡Nadie me folla el culo como tú! ¡Sigue cariño, sigue!".
Y el tío, animado por los gritos de mi madre le chingaba el culo con fuerza. A mi madre le entraba bien y no me extraña, aquel tipo era el tercer cliente del día y el tercero que le taladraba el culo. Aquella era la tercera vez que veía como se chingaban a mi madre y ya casi me dolía la pija de tanto hacerme pajas, pero como te he dicho, para mí no había nada tan excitante como ver a mi madre representando uno de sus números sado-maso, así que no es extraño que se pusiera la pija dura otra vez y volviera a pajearme.
El tipo estuvo penetrándola por el culo un buen rato. Mientras seguía jodiéndola volvió a agarrar la fusta y la azuzaba con ella como si fuera una yegua. "¡Arre, arre! –le decía- ¡Mira como te monto, puta! ¡Relincha, puta, relincha!" y mi madre emitía unos jadeos a medio camino entre relincho y gemido de placer.
Al poco el tío soltó un berrido y comenzó a echarle toda su guasca dentro del culo. Se estuvo un rato quieto sobre el cuerpo de mi madre y entonces le sacó su ya arrugada pija de dentro del culo.
Mi madre se soltó las correas ella misma y se fue un momento al baño a limpiarse. Cuando volvió el tipo ya se había arreglado ya y estaba muy compuesto. Volvía a parecer un vulgar oficinista. Seguro que en el trabajo y en su casa era una persona de lo más normal y nadie sospecharía el tipo de fantasías que tenía y que practicaba con mi madre.
En cuanto se hubo arreglado bien el tipo le pagó religiosamente a mi madre. Ella pareció satisfecha y le preguntó a él si había quedado contento y él le contestó que sí. "¿Hasta la semana que viene pues? ¿el mismo día a la misma hora?" le preguntó mi madre. El le contestó que sí. Ahora que habían terminado él parecía un poco cortado, como si estuviese avergonzado de lo que había hecho. Contestaba con monosílabos y casi no la miraba a la cara. Es curioso pero había muchos clientes que se comportaban así después de haberle echado una buena joda a mi madre. Probablemente se sentían culpables por engañar a sus esposas yéndose de putas, pero el caso es que volvían siempre al cabo de un tiempo a chingarse otra vez de nuevo a mi madre.
En cuanto el cliente se hubo ido mi madre se encerró en el baño. Yo ya sabía lo que iba a hacer iba a limpiarse bien por dentro. Tenía una pera de esas que se utilizan para hacer enemas y la utilizaba para limpiarse la concha y el culo por dentro. Te puedes imaginar que después de que hubiera recibido a cuatro o ciento clientes y después de que todos le hubieran descargado su guasca en el culo, éste le quedaba como un bebedero de patos y tenía que limpiárselo bastante a fondo.
Yo aproveché ese intervalo para irme silenciosamente de casa. Sabía que mi madre aún tenía un cliente más pero yo ya no podía más. Además tenía una clase a la que no podía faltar así que me fui.
Experiencias como esas he vivido muchas y es que no te imaginas la cantidad de tipos que hay a las que les va el rollo ese del sado, y si no me crees echa un vistazo a las secciones de contactos de cualquier periódico o revista. Mi madre tenía muchos clientes a los que le iban esas cosas y le pagaban mucho dinero por poder satisfacer sus caprichos. Mi madre aceptaba esos servicios con tal de que no fuesen nada excesivamente duro o violento pero, por ejemplo, no tenía inconveniente, si el cliente pagaba bien, en dejarse hacer cosas como azotes, lluvia dorada o enemas. Si quieres que te cuente alguna de esas cosas que hizo con más detalle dímelo.
Por cierto, el cabrón de Benón, nuestro portero, se enteró de que mi madre estaba recibiendo a su clientela en casa y, ya no contento con chingársela siempre que podía, la amenazó con denunciarla ante la comunidad de vecinos si no le pagaba con una parte de sus ganancias, y mi madre no tuvo más remedio que aceptar pero no tuvo problemas pues tenía bastantes clientes y ganaba bastante dinero, casi más que cuando actuaba como amante ocasional del ex–jefe de mi padre. Ahora tenía toda la pija que necesitaba y encima la pagaban por ello.
Te voy a contar ahora lo de mi madre con el alemán. Ocurrió mientras estábamos veraneando en la playa. En aquel entonces veraneábamos en una urbanización de chalets adosados en Tarragona cerca de una playa llamada playa de la Sabinosa. A mi madre le gustaba veranear allí porque era una playa normal pero también tenía un rincón de la playa donde estaba permitido practicar el nudismo y ya te imaginarás que ese era el motivo principal por el que le gustaba a mi madre aquel lugar.
A ella le encanta ponerse en bola y enseñarle sus tetas y su concha a cuantos puede. Además en aquellas playas el ambientes es mucho más "liberal" y "relajado" que en las playas normales y por eso le era más fácil encontrar ocasiones de practicar la joda con muchos hombres. A mi padre no le hacía gracia ir a aquel tipo de sitios, pues a él no le gusta practicar el nudismo y por eso íbamos a una playa mixta y mientras los demás nos quedábamos en la sección "normal" de la playa, dejaba que ella se fuera a tomar el sol a la parte nudista. Él pensaba que lo único que le interesaba a mi madre era tomar el sol, no pensaba que pudiera tener otros motivos.
Mis hermanos eran aún relativamente pequeños y no se daban cuenta de que aquella fuera una playa diferente a las demás, pero yo sí que lo sabía y, en cuanto podía, me escapaba a la parte nudista para espiar a mi madre y para mirar al reto de las mujeres.
Hoy en día creo que la playa está más compartimentada y que han hecho construcciones para delimitar más claramente ambas secciones de la playa, por lo menos eso me han dicho, ya que hace años que no hemos vuelto ahí, pero en aquel entonces las dos partes no estaban tan separadas, tan sólo había una especie de "zona de nadie" señalada por unos letreros, y se podía pasar tranquilamente de la una a la otra, incluso podías estar en bañador si querías, en cambio no se permitía que ningún nudista pasase a la sección "normal" de la playa para no ofender al resto de los turistas que se incomodaban ante la vista de los desnudos.
A mí me encantaba veranear en aquel tipo de playas pues así tenía oportunidad de ver a mi madre desnuda todos los días. A veces me llevaba unos prismáticos para poder mirar con todo detalle su concha peluda, sus tetas de grandes pezones y su culo. Con los prismáticos podía verle hasta los pelos de la concha y me la cascaba en un rincón mientras la miraba de arriba abajo. Me encantaba verla frotarse el bronceador por todo el cuerpo, sobre todo ver como se lo frotaba por las tetas hasta que se le ponían los pezones todos duros. Muchos tipos de la playa se la miraban como con ganas de cogerla y algunos moscones se le acercaban para ligar con ella.
Mi madre coqueteaba con ellos y les dejaba que le untaran el bronceador por todo el cuerpo. Ellos se ponían ciegos de tocarla las tetas y el culo y a veces la cosas iba más alla y entonces se iban a algún rincón oculto para disfrutar de una buena chingada.
Un día de los que la seguí vi como mi madre se acercó corriendo hacia un tipo que había visto en la playa y se abrazó a él. Yo no estaba tan cerca como para oír lo que decían pero parecía como si se conociesen de antes, mi madre parecía muy contenta ya que no paraba de abrazarse a él y hasta se besaban en la boca. El tipo no paraba de acariciar a mi madre, sobre todo tocándole el culo y ella se dejaba.
El tipo era un hombre rubio alto, con barba también rubia. Parecía atractivo y tenía un cuerpo en buena forma aunque tenía la piel toda colorada de quemada por el sol, como es típico de los extranjeros de piel muy blanca. No debían llevar mucho tiempo en aquella playa pues la zona del bañador aún la tenía blanca. Eso hacía que sus genitales resaltaran mucho y pude darme cuenta de que estaba muy bien dotado, tenía una picha larga, de esas morcillonas que cuelgan entra las piernas y que atraía las miradas de varias mujeres de la playa.
Entonces el le pasó la mano sobre los hombros y la llevó hasta donde estaba tumbada una mujer tomando el sol. Se trataba de una mujer rubia, también muy colorada. Cuando se levantó pude ver que era alta y macizorra, de grandes caderas y un buen culo, aunque tenía las tetas bastante pequeñas. Tenía un coño abundante de pelo, como el de mi madre. También mi madre pareció reconocerla y se saludaron muy efusivamente.
Poco después vi como los tres se vestían y se dirigían hacia la sección normal de la playa.
Yo me adelanté a ellos, y volví hasta donde estaba mi padre, debajo de una sombrilla, y mis hermanos, que estaban jugando. Al rato apareció mi madre acompañada por los dos desconocidos. "¡Antonio! –dijo mi madre- ¡Mira quiénes están aquí! ¡No te lo vas a creer! ¡Son Heinz e Ingrid! ¿Te acuerdas de ellos?". "¡Claro que me acuerdo!", dijo mi padre levantándose para saludarlos, aunque en realidad no parecía muy contento de verlos.
Más tarde, cuando supe toda la historia de mi madre y el alemán me pregunté si mi padre habría sospechado algo aquel otro verano. La verdad es que daba la impresión de sentirse celoso de la atención que mi madre les dedicaba. También quizás se sintiera un poco disminuido, pues mientras él estaba un poco gordo y era bastante calvo, el tal Heinz, que era de su misma edad, como ya he dicho, continuaba siendo. Ahora que lo tenía más de cerca pude ver que era bastante guapo de cara, con ojos azules. Se notaba que debía haber veraneado varias veces en España pues hablaba muy bien nuestro idioma, aunque con bastante acento.
Su mujer Ingrid también era muy guapa, un poco hombruna o andrógina de cara quizás, también de ojos azules, y también muy bien conservada, vamos que a pesar de que tuviera las tetas pequeñas estaba como para echarle un buen polvo.
Mi familia y ellos estuvieron un rato hablando y entonces me enteré de que eran alemanes, que habían conocido a mis padres bastantes años antes, durante un veraneo en un camping en el que habían tenido sus remolques uno al lado del otro, que se habían escrito por un tiempo pero que después habían perdido el contacto. Yo no me acordaba de ellos porque cuando todo eso pasó yo era aún bastante pequeño.
El caso es que estuvieron hablando durante un buen rato y luego quedaron por la noche para ir a cenar a un chiringuito cercano de la playa.
Esa noche fuimos todos al chiringuito. Íbamos vestidos de verano, con ropa ligera, pero bien arreglados. Sobre todo mi madre iba muy guapa. Llegamos allí casi al mismo tiempo que Heinz y su mujer. Ella iba con un vestido blanco largo muy ligero y el con una camisa fina y unos pantalones blancos cortos.
Hizo muy buena noche y cenamos muy bien. El chiringuito era un lugar muy agradable, una construcción de madera, con una especie de porches de madera con techados de paja que daban al mar y allí estaban las mesas donde se cenaba.
Durante toda la cena me fijé en que mi madre se comía al tal Heinz con los ojos y él también se daba cuenta. Yo me preguntaba cuánto tardaría en explotar la situación. De postres nos sirvieron unas enormes copas de helado con una bengalita encendida. Mis hermanos estaban encantados.
Después de los postres se pusieron a hablar recordando aquel otro verano. Yo, cada vez más impaciente me puse a caminar por la playa. Entonces, como si se hubieran puesto de antemano de acuerdo, mi madre se levantó y se excusó diciendo que tenía que ir al baño. Al cabo de un par de minutos Heinz dijo que también iba al baño. Yo que me estaba haciendo el despistado por la playa pero que en realidad no los perdía de vista, en cuanto vi que Heinz se dirigía hacia la parte trasera del chiringuito me dirigí corriendo hacia allí.
En seguida los oí. Se habían ocultado detrás de una valla de cañas que separaba la zona trasera del chiringuito donde estaba la salida de la cocina y los cubos de la basura. El sonido de la música de la parte principal llegaba bastante amortiguado hasta allí. Me acerqué a la valla y espié entre las cañas. Podía verlos y oírlos con total claridad.
"Menos mal que has venido, ya no aguantaba más –dijo mi madre- Desde que te vi esta mañana no he podido pensar más que en ti. Necesito tu polla, vamos rápido, dámela". El le dijo: "Sí, pero ¿tú marido...?". Mi madre le dijo con desespero en la voz mientras le acariciaba la polla por encima del pantalón: "No te preocupes por mi marido. Eres el único hombre que he querido en mi vida y ahora ¡necesito tu polla!". Heinz se rió y le dijo con su marcado acento: "Veo que no has cambiado. Sigues siendo tan puta como antes. Toma aquí tienes...". Se bajó la bragueta y se sacó la pija fuera. Mi madre se arrodilló y empezó a acariciársela. "Dios... –dijo- no me acordaba de que fuera tan grande...". Sí –dijo él riéndose- pero antes podías tragártela entera ¿y ahora?". "Ahora verás", le contestó mi madre y empezó a engullirse aquella polla hasta tragársela entera.
Mi madre empezó a chupársela con ganas, como si hiciera tiempo que no se hubiera comido una pija (cosa falsa, porque desde que estábamos en la playa se la había chupado a más de uno). El alemán suspiraba de gusto y le susurraba unas palabras que no entendí, supongo que la estaría llamando zorra y puta en alemán. Como te he dicho otras veces, siempre me ha excitado mucho ver como mi madre se chupa una pija, pero si encima se trataba de una tan grande como la de Heinz, mi excitación era mucho mayor. Mientras miraba a través de las cañas con una mano no paraba de pajearme mirando como la puta de mi madre chupaba la pija del alemán.
Mi madre tenía que hacer verdaderos esfuerzos para tragársela toda entera pero la muy puta lo conseguía a pesar de le debía llegar hasta la garganta. Aquella polla le obligaba a abrir la boca al máximo y a hacer uso de toda su habilidad como mamapijas.
A través de las cañas veía como mi madre se tragaba enterita aquella gran pija una y otra vez, metiéndosela y sacándosela de la boca sin parar el ritmo hasta que heinz se corrió. Mi madre se tragó toda su guasca con frenesí como si la leche del alemán fuera el mejor de los manjares.
Cuando acabó, el alemán se guardó la pija y se subió la bragueta mientras mi madre se incorporaba y se limpiaba los restos de semen. "Venga, volvamos", dijo Heinz. Mi madre le dijo: "Sí, pero aún no hemos terminado te necesito dentro de mí. Quiero sentir tu polla en mi coño, en mi culo, por donde tu quieras. Desde que sé que estas aquí no puedo pensar en otra cosa". El alemán se rió y mientras con una mano le sujetaba la cara por la barbilla le dijo: "No te preocupes. Ven a buscarme mañana a la playa y te daré toda la polla que quieras". Entonces volvieron con los demás.
Por supuesto, al día siguiente no me perdí el espectáculo. Seguí a mi madre a una distancia prudencial. Ella se dirigió a la zona nudista y allí encontró a Heinz que estaba en el mismo lugar que el día anterior. Esta vez no estaba su mujer. Heinz agarró a mi madre de la mano y juntos echaron a andar hasta el final de la playa. Siguieron andando hasta llegar una zona donde ya no había nadie. Esos terrenos estaban ya propiamente fuera de lo que era el terreno de la playa. Entonces llegaron a una caleta que estaba protegida por unos espolones de roca y se fueron a la zona de detrás de las rocas. A mi el sitio me iba genial, porque las mismas rocas que les servían de protección a ellos me lo servían a mí y podía espiarles con total facilidad.
En cuanto llegaron, extendieron sus toallas en el suelo y entonces se tumbaron en ellas y empezaron a acariciarse y a besarse. Heinz le agarraba las tetas a mi madre con las manos y se las estrujaba y chupaba. Entonces, después de un rato de estar sobándose y besándose, Heinz se tumbó boca arriba en la toalla con su pija ya tiesa apuntando hacia el cielo. Mi madre se arrodilló y empezó a chuparle la pija. Se la chupaba con las mismas ganas que el día anterior.
Como estaba situada de espaldas a Heinz, mientras se la chupaba éste aprovechaba para tocarle el culo y la concha. Le debía estar metiendo los dedos dentro porque mi madre movía sus caderas, como si le diese mucho gusto lo que le estaba haciendo por ahí y a ratos se sacaba su pija de la boca y decía: "¡Oh, sí...! ¡Oh, sí...!" y después seguía chupándole la pija.
Después de estar un rato chupándole la pija, se volvió de cara hacia él y abriéndose de piernas se sentó sobre su pija y empezó a introducírsela dentro de la concha. En cuanto la tuvo toda dentro, él la agarró del culo y mi madre empezó a botar y culear metiéndose la pija una y otra vez.
Como he dicho, Heinz tenía una pija muy grande y se notaba porque en cuanto mi madre la tuvo toda dentro empezó a gritar demostrando que aquel cacho rabo le estaba dando un gustazo enorme. A la muy puta le gustan cuanto más grandes mejor.
Mi madre no paraba de culear subiendo y bajando el culo y cada vez que lo hacía se clavaba la pija de Heinz hasta el fondo. Heinz la agarraba del culo amasándoselo con las manos, pero a ratos también la agarraba de las tetas y de los pezones, pellizcándoselos y estirándoselos.
Mi madre seguía culeando cada vez más deprisa. Yo estaba muy cachondo de ver aquella pija tan grande deslizándose dentro y fuera una y otra vez de la raja de mi madre. No me extraña que gozara la muy puta. Mi madre no paraba de gritar de gusto y Heinz no paraba de gritarle cosas en alemán. No se lo que significaban pero no parecía algo muy fino.
Yo creía que mi pija iba a reventar. Me encantaba ver a mi madre metiéndose la pija de Heinz, toda dentro. Parecía una puta desenfrenada. Con los botes que pegaba las tetas le subían arriba y abajo y las carnes del culo se le estremecían. Entonces Heinz pegó un grito y mi madre redujo el ritmo de sus culadas poco a poco hasta pararse por completo. Entonces se sacó la polla de dentro y se la volvió a meter en la boca para limpiarle con la lengua sus últimas gotas de leche.
Yo pensé que ya habían terminado pero que va. No era tan fácil dejar a mi madre satisfecha. Se tumbaron y empezaron a besarse y a acariciarse otra vez y no pasó mucho tiempo hasta que Heinz volvió a tener su pija totalmente dura. Entonces mi madre le dijo: "Ahora te quiero en mi culo, Heinz. Quiero que me la metas en mi culo".
Heinz agarró el bote de bronceador y se echó un poco en la mano para lubricar a mi madre pero ella le dijo: "No. No hace falta. Venga, métemela en el culo ya". "¿Estás segura? –le dijo él- Mira que la tengo muy grande. Te haré daño". "No te preocupes –le tranquilizó mi madre- métemela en el culo, vamos...".
Heinz tumbó a mi madre de lado, se colocó detrás de ella y le levantó una pierna para dejarle el culo bien abierto. Entonces dirigió su pija hacia la entrada del culo de mi madre y empezó a metérsela dentro.
Mi madre empezó a suspirar pero aguantaba bien la metida. Se notaba que gracias a su trabajo de puta tenía el culo muy dado de sí. Heinz también se dio cuenta y pareció gratamente sorprendido. "Vaya –dijo- has estado practicando todos estos años, ¿eh puta?". Por toda respuesta mi madre le dijo: "¿Te gusta mi culo Heinz? Pues es todo tuyo, todo tuyo...".
Desde luego no hacía falta que mi madre se lo dijera pues el tal Heinz la chingaba por el culo sin ningún miramiento y mi madre parecía estar disfrutando más que nunca. Nunca la había visto tan gozosa con una pija metida en el culo y mira que a ella le gusta. Heinz la agarraba por una pierna levantándosela bien alto para abrirle bien el culo al máximo, mientras que con el otro brazo la sujetaba por delante agarrándola de una teta, sobándosela y estrujándosela. Entonces Heinz fue acelerando el ritmo de sus metidas y, sin sacársela del culo, volteó a mi madre y la puso boca abajo, mientras él, colocado encima sobre la espalda de mi madre continuaba chingándola el culo a lo bestia. La agarraba por los hombros y entonces se impulsaba hacia adelante para clavarle su pija bien adentro del culo. A cada embestida mi madre levantaba la cabeza y soltaba un grito de gusto
Mi madre clavaba sus manos con fuerza en la arena y no paraba de murmurar: "¡Oh, Heinz! ¡Oh, Heinz!" mientras el seguía con sus metidas. Calculo que el tal Heinz debía medir un metro ochenta u ochenta y cinco y que debía pesar unos noventa y cinco kilos y todo ese peso estaba perchado contra el culo de mi madre, clavándola contra la arena con cada embestida. Heinz aceleraba cada vez más aquel movimiento de vaivén moviendo su dura pija cada vez más rápido dentro y fuera del ano de mi madre.
Al cabo de unos minutos de llevar aquel duro bombeo se salió del culo de mi madre y volviéndola a voltear boca arriba y empezó a lanzar descarga tras descarga de leche sobre la cara de mi madre.
Se descarga fue proporcional al tamaño de su pija y dejó la cara de mi madre totalmente cubierta de guasca.. Mi madre se relamió y luego se froto su leche por la cara como si fuera una crema bronceadora. Luego se lamía sus dedos pringosos de semen.
Heinz se tumbó a su lado y mi madre se recostó contra el acariciándole la pija, que ahora estaba totalmente laxa, aunque conservaba su buen tamaño. Entonces se relajaron y empezaron a hablar de ellos y de lo que habían hecho esos años. Mi madre no le contó que estaba trabajando como puta. Le dijo que mi padre se había vuelto impotente y que como él ya no la chingaba se había acostado con otros hombres "algunas veces" porque ella no podía vivir sin sentir "de vez en cuando" una buena pija.
¿Algunas veces? ¿De vez en cuando? Me reí para mis adentros ¡Será puta! ¡Pero si se la había chingado hasta el portero de nuestro piso! y ahora que trabajaba de puta el que no se la chingaba es porque no quería.
También le dijo a Heinz que nunca le había olvidado y que muchas veces pensaba en él. Fue entonces cuando le dijo lo de mi hermano. Heinz se lo tomó con mucha calma. Le preguntó si estaba segura y mi madre le contestó que sí. Entonces Heinz le preguntó si quería que hiciese algo al respecto y mi madre le contestó que no, que las cosas ya estaban bien como estaban, que mi padre no sospechaba nada y que sólo se lo había dicho porque creía que tenía derecho a saberlo.
Yo estaba anonadado, ¡no me lo podía creer! Mi hermano y yo no teníamos el mismo padre, no éramos hermanos sino hermanastros. Naturalmente eso no cambió en nada mis sentimientos hacia mi hermano si acaso, me hizo más consciente que nunca de lo puta que era mi madre y decidí guardar siempre el secreto, pues si mi padre o mi hermano llegasen a enterarse alguna vez sería un desastre para nuestra familia. Y así guardé el secreto hasta que decidí contártelo a ti.
Después de aquello, mi madre y Heinz se pegaron un baño en el mar y cuando salieron volvieron a chingar. Al parecer Heinz no sólo tenía una pija grande sin que también tenía una gran resistencia pues se chingó a mi madre otras dos veces antes de quedar satisfecho y de que decidieran volver a la playa con el resto de la gente.
Durante todo aquel verano, mi madre y Heinz se lo pegaron chingando sin parar. Mi padre nunca sospechó nada y, en cuanto a la mujer de Heinz, creo que sí lo sabía pero que no le importaba. Por lo visto, las alemanas eran mucho más liberales que las españolas.
En lo que respecta a Heinz, no hubo nada en su actitud que pudiera hacer sospechar a mi padre lo de mi hermano. Sí que lo trataba un poco más cariñosamente pero nada que se saliera de lo normal y a veces me fijé en que más de una vez Heinz se quedaba mirando a mi hermano con atención pero sólo yo me di cuenta y no creo que nadie viera en aquello nada extraño.
Como te he dicho, aquel verano Heinz se chingó a mi madre todas las veces que quiso y más y por todos sus agujeros y yo las vi todas y me hice muchas pajas. Heinz se fue de vuelta a su país un poco antes de que nosotros dejáramos la playa y desde entonces no lo hemos vuelto a ver. Mi madre mantuvo el contacto un tiempo a través de cartas, pero luego se debieron cambiar de dirección y ya no volvimos a saber de ellos. A mi madre no le supo muy bien pero no le preocupó mucho pues tenía todas las pijas que quería para consolarse.
Así que ya ves. Por eso no me ha molestado nunca que me llamen cosas como "hijo de puta" o "hijo de la gran puta", pues son literalmente ciertas: mi madre es una gran puta, pero a mi no me importa en lo más mínimo.
Aquí voy a contarte otro testimonio acerca de mi madre. Ocurrió no mucho después de los que te estoy contando ahora, es decir mientras seguía trabajando de puta profesional pero no tiene nada que ver con eso. Seguramente habrás pensado que al trabajar de puta mi madre tendría suficiente pija como para hartarse. Pues no. Es decir, si que tenía mucha pija, pero nunca estaba harta y si no mira lo que pasó un día de esos:
Era un fin de semana, no recuerdo que día exactamente pero sí que era cerca de julio porque se aproximaban las vacaciones y hacía calor. Cuando se acercaba la fecha de las vacaciones la empresa donde trabajaba mi padre ahora organizaba unas "capeas para los empleados. Las "capeas" consistían en unas excursiones que hacíamos hasta un pueblo cerca de Zaragoza que tenía en sus afueras una pequeña plaza de toros, de esas de pueblo, en alquiler. La plaza estaba en terreno campestre, había cerca unos merenderos para visitantes con largas mesas de piedra y unas parrillas y hornos de piedra para cocinar carne a la brasa. La empresa organizaba comidas allí para divertir a los empleados y allí iban todos acompañados de sus familias a pasar el día. También se alquilaba la plaza y se sacaban unas vaquillas para que los empleados pudieran torear con ellas, todo por cuenta de la empresa.
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