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Rosas negras - 2 de 2

No dejes de pasar por mi mejor post

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No te vas a arrepentir


ROSAS NEGRAS

PARTE 2 DE 2


En los siguientes meses las cosas cambiarían poco a poco, casi sin darme cuenta, mis visitas con Antonio se hicieron más y más seguidas y él me contó mucho de su vida, me llenó de dinero, me dio las llaves de su casa, pero solo me dejaba saber lo justo y necesario, a decir verdad, en el fondo, en cosas importantes, ese hombre seguía siendo una verdadera pesadilla, a que se dedicaba? de dónde venían sus ingresos? familia? el solo parecía ser un lobo solitario olfateando a su presa y que decir, me cogía de una manera tan loca, mezclando dolor con placer, que solo me encantaba y no podía evitarlo, los disfraces se hicieron moneda corriente, las nalgadas, las esposas, látigos, cuero, mordazas y solo caí presa de lo que tanto me había opuesto en mi vida

Poco a poco tener sexo con Alberto, mi novio, se sintió desabrido, y cuando él me penetraba cerraba los ojos e imaginaba que ese hombre mayor me lo estaba haciendo, animal, salvaje. La desconexión con mi pareja de esos días fue más y más notoria, las marcas en mi cuerpo no ayudaban para dar explicaciones que no estaba dispuesta a dar.

Terminamos, lo corté



Cada vez pasaba más tiempo en la casa de ese desconocido, apenas si seguía con la facultad, apenas si dormía en mi cuarto, solo me encargaba de cambiar todas las semanas mi rosa negra. Antonio era muy complaciente conmigo, es que yo le era totalmente sumisa a sus locuras, su sexo no tradicional siempre venía de la mano de torturas y castigos y había muchas cosas que me intrigaban, pero nada como el sótano, no porque fuera un sótano especial, sino porque era al único sitio de la casa que no podía acceder, la puerta se abría con un código de seguridad que solo él conocía y cuando yo le preguntaba me decía que aún no estaba lista, algún día, pero no todavía, y los secretos me desvelaban, pero así era él.



Y tal vez esperaba muchas cosas de ese degenerado que me enloquecía, pero, nunca hubiera imaginado la manera en cómo empezarían a torcerse las cosas.

Antonio me llamó esa tarde, me dijo que necesitábamos hablar, que no fuera a la facultad, que mandaría a su chofer por mí, yo estaba casual como siempre, pero no tenía la menor idea de sus intenciones.

Al llegar, me dijo que me dirigiera a uno de los salones laterales de la casa, pero mi sorpresa fue que mi hombre no estaba solo.



Antonio estaba vestido de manera impecable, con un fino traje negro, camisa y corbata del mismo color, sus cabellos estaban engominados, sentado tras su enorme y opulente escritorio, con un puro en una mano, y un vaso con wiski en la otra, con sus gorilas ladeándolo como estatuas, inmóviles, casi sin respirar, había tres tipos más en el lugar, tres desconocidos, uno en particular llamó mi atención por lo negro de su piel.


Ella es de quien te hablé - dijo Antonio señalándome con el puro -

Ella es qué? - pregunté intrigada

Shhhh!... - me respondió él - vos habla cuando yo te diga que hables

Uno de los tipos me miraba de arriba a abajo, como si estuviera en un remate de prostitutas del montón


Vos decís? ella? te parece? - dijo en tono desconfiado mirando a Antonio

Alguna vez te falle? - retrucó mi amante - ya terminó su entrenamiento

Entrenamiento? de que hablaba, de que se trataba?, fue cuando me miró fijamente, con esos ojos almendra y sentenció


Priscila, le he habado a estos caballeros muy bien de vos, necesito por favor que te desnudes

Sus palabras sonaron como si me hubieran arrojado un balde con agua fría, desnudarme? delante de los desconocidos? acaso era una broma? y en el fondo el problema era que ese hombre ejercía en mi un poder hipnótico, yo no tenía voluntad, yo solo era su marioneta, él movía los hilos a placer, estaba encerrada en esos pensamientos cuando dijo


Vamos preciosa, solo no te quites esos zapatos tacos alto, me gusta cómo te quedan

Antonio me miraba con recelo, sin quitarme esos ojos de encima y esos ojos eran mi perdición, le devolví la mirada olvidándome del entorno, solo el solo yo, botón a botón fui soltando la camisa, la dejé correr por mis brazos al piso, solo me quedé con el sostén, llevé las manos a mi espalda para soltar el gancho, en un abrir y cerrar de ojos mis pechos estaban desnudos, una sonrisa macabra se dibujó en su rostro invitándome a seguir. Abrí el cierre de la pollera y con un poco de esfuerzo también fue al piso, solo me quedaba la tanga y los zapatos altos. Pasé mis pulgares a los lados de la cadera, enganchando los elásticos para quedarme como había venido al mundo, nada me importaba, nada me daba más places que no tener voluntad propia cuando estaba con él.

El resto solo me observaba, sin decir palabras, Antonio entonces hizo una seña y el hombre moreno a su orden desnudó su pene, grande, grueso, me dijo que se lo chupara como una buena puta



Me arrodillé a sus pies, pero él me dijo que no, así no, que me pusiera en cuclillas, sobre mis zapatos tacos altos, para que el dolor se colara en mis huesos. Lo hice, mi peso era demasiado para mis adoloridos pies, los tacos parecían clavarse en mis talones, solo cerré los ojos y empecé a chupársela a ese desconocido.

El negro me tomó con fuerza por la parte trasera de mi cabeza e intentó metérmela más profundo de lo que podía tolerar, protesté en forma airada, tenía más de veinte centímetros de verga el animal, pero al otro lado del escritorio donde todo veía Antonio, me dio que me callara, y que en verdad lo hiciera.

Solo cerré mis ojos, relajé mi garganta y empujé, empujé tan adentro como pude, sintiendo que mi garganta se dilataba toda, por completo, hasta llegar con mis labios a su pubis y si glande en mi esófago cortando mi respiración, diablos



Estaba concentrada en mi juego, con mis pies adoloridos, mis ojos cerrados y esa verga enterrada en mi boca, sabiendo que solo complacía a Antonio, que todos me miraban y que era solo una chica desnuda alimentando las fantasías de esos extraños.

Me sentí caliente, centro de atención, dueña del juego, más chupaba y más sentía mis flujos chorrear entre mis piernas, y más sentía calentarme más ganas de chupar tenía.

De pronto, alguien me tomó de los cabellos sacándome de cuadro, en su mano libre tenía una mordaza y ante mi limitada resistencia la puso en mi cabeza, como si fuera ganado, asegurándose que el gran anillo central me impidiera cerrar la boca, sentía el corazón parecer saltar de mi cuerpo y solo esperé a ver como seguiría el juego.



Aún estaba en cuclillas con mis talones al límite de lo posible, ellos me rodearon, sacaron su sexo y solo los vi masturbarse en derredor, uno se acercó, llevó su pija al borde de mis labios abiertos y empezó a descargar su semen en mi boca, varios chorros, cortos y espesos, apuntando con cuidado por el centro de la abertura. Yo no podía hacer nada, más que entregarme.

Vino el segundo, un tanto más tosco y con un amargor casi al borde de la repugnancia, y su leche empezó a mezclarse con la que aún tenía dando vueltas por mi lengua, tuve que empezar a tragar como pude hacerlo, el tener la boca abierta me dificultaba hacerlo, y en eso llegó el negro, tenía una maldita ametralladora que solo acababa y acababa, más rápido de lo que podía tragar hasta empezar a chorrearme, y por último el otro gorila.



Cuando todo había terminado, Antonio vino aplaudiendo con cadencia sus manos, como aprobando el espectáculo, entonces me tomó por las manos y me colocó unas esposas, me llevó a un amplio ventanal, abrió los cortinados, levantó mis brazos y los amuró junto a las esposas al barral superior.

Ahí me dejo, expuesta a los vidriados, haciendo equilibrio entre mis brazos esposados, mis tacos altos, mi boca amordazada, completamente desnuda.

Él se puso a hablar de negocios, entre risas y temas de hombres, estaban muy contentos, y yo ahí, olvidada a mi suerte.

Tiempo después ellos se fueron, Antonio solo me miraba de reojo cada tanto sin decir palabra, solo era como que estuviera en medio de un examen, el seguí en su escritorio, con sus cosas, detrás de su notebook casi sin darme atención.

Después de cuatro horas colgada como una res estaba al límite de mis fuerzas, mis pies no podían más, mis piernas estaban durmiéndose en interminables pinchazos y hormigueos y mis brazos solo colgaban sin fuerzas. Mis mandíbulas acalambradas, enyesadas, inertes, la saliva chorreaba desde mi boca y solo sabía que nada podía decir. Cuando Antonio vio que me estaba orinando ahí mismo, en ese lugar, cuando sintio ese chorro corriendo por mis piernas, solo ahí, pareció conformarse y vino a soltar las esposas, y si él no me sostenía terminaba tirada en el piso.


Rosas negras - 2 de 2


El entonces me contuvo, me llevó en brazos a un amplio sofá y fue por una exquisita bandeja repletas de frutas de estación cortadas en prolijos trozos, me alimentó con su mano y me volvió a hipnotizar con sus ojos almendra.



Una nueva rosa negra al borde de mi ventana me recordaba quien era ahora, estaba cambiada, mis padres no entendían, ahora era una chica dark y poco a poco adopté el negro y el látex como mis favoritos. Antonio entonces me invitó a convivir en su casa, sin relación, si nada, solo un cuarto para mí.

Más pasaban los días y más sumisa a ese hombre me hacía, mi voluntad era su voluntad y yo jugaba su juego.



El día de mi cumpleaños tuvimos una velada romántica, muy empalagosa bajo la mirada de la luna, entre luces de velas y copas de vino.

Cuando terminamos, me dijo


Ven, como obsequio quiero que conozcas algo.

Me tomó de la mano y me llevó al sótano, no cabía en mi cuerpo de la curiosidad, los pitidos de la contraseña fueron sonando y al final la puerta misteriosa se abrió, la luz se encendió y entonces vi cosas que solo había visto en retorcidas películas, elementos de torturas por doquier, camas, caballetes, cepos, esposas, máscaras, collares, látigos, y sería imposible enumerar todo lo que ese sitio escondía.

Entonces, me miró bajo el portal de la puerta de entrada


Mañana vendrán algunos amigos, y podremos divertirnos acá, que te parece?

Asentí con la cabeza, y además le dije muy segura de mí misma


Antonio, quiero complacerte, quiero que me castigues y me dejes acá encerrada, hasta mañana

Ya no parecía cuerda con mis locuras, el solo me acarició los cabellos y me dijo


Ok, si es lo que quieres... desnúdate y ponete algo de cuero que te quede bien

Me desnudé entonces y tomé algunas correas de cuero que me hacían ver muy sexi, con unas botas charoladas por encima de las rodillas, con unos tacos finísimos muy estilo gatúbela.

Fue por unas nuevas esposas, lo dejé que la pasara por mis muñecas y volvió a sujetarme en un puntal que estaba adherido a la pared, me dio un beso profundo, caliente para luego cubrirme la vista con un antifaz.


Falta un detalle - me susurró al oído - y lo sentí alejarse

Minutos más tarde percibí el fuerte, dulce y conocido aroma de las rosas negras, lo sentí dejar un florero cerca mío y se despidió, tras lo cual sentí sus pasos, la luz apagarse y la puerta cerrarse.

Priscila, Priscila, en las cosas que te metes... me dije a mi misma, ahí me quedé sola, esposada, en la nada misma del universo, en el más absoluto silencio, en la más absoluta oscuridad, agudizando mis oídos, sintiendo mi cuerpo desnudo, solo el aroma de las rosas eran mi única compañía.

El sueño empezó a vencerme, solo que era imposible acomodarme en esa posición, como pude me recosté contra la pared y solo así logré descansar un poco, por minutos, intermitente.



Estaba perdida en tiempo y espacio, adormecida, cuando sentí que la puerta se abría nuevamente, supuse que estábamos al inicio de un nuevo día, Antonio vino a mu encuentro, sus labios acariciaron los míos y me dio a tomar agua, escuché palabras de otros hombres murmurando y la forma en que mi loco amante les contaba parte de mi historia, y fue hora de mi ansiado premio



Alguien vino por detrás, sentí unas manos en mis glúteos y de repente me metieron una verga entre mis piernas, empezó a cogerme como animal, con fuerza, con cero amor, yo gemía colgada por mis manos, con un placer inenarrable al no poder ver y sentía como un extraño se enterraba en mi sexo sacando lo peor de mí, y lo mejor, saber que Antonio estaba ahí, viendo todo, observando a la criatura de su creación.

Lo sentí llenarme de leche, y dar paso a otro, y luego otro y otro más, no sabía cuántos eran, ni quienes, solo lo sentían venir por mi como una jauría de perros sedientos por sexo, me penetraron sin contemplación, y mi sexo, después de horas terminó siendo un crisol de leche, quedé hastiada de placer.



Después de esa mañana llegarían diez años frenéticos en mi vida, viví de lleno el mundo del bdsm, probé torturas de edad media, atendí a muchos caballeros y a muchas damas, fui a reuniones nocturnas de gente con dinero, donde solía servir copas totalmente desnuda, entre parejas que lucían perfectamente vestidos, donde todo se mezclaba con todo, donde todo se permitía, todas la bajezas sexuales imaginadas, noches de bailes de máscaras donde se terminaba enredada en interminables orgías con extraños, poco a poco me hice mi lugar y de ser una más llegué a ser la reina.



Sufrí mucho con la partida de Antonio, murió joven, pero vivió cada día de su vida, se dio todos los gustos, pero los excesos nunca son buenos amigos y el no hacía caso a los médicos, cigarros, alcohol, comidas, mujeres.

Hoy tengo el mejor de los recuerdos y soy la arcilla modelada por sus manos, tomé mucho de él y formé mi propio imperio, noches secretas de gente de poder, invitados, cómplices, solo es parte pertenecer a la selecta cata de un club para pocos, el club Rosas Negras.



FIN



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