Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
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Capítulo 21: Javier y Rochi (Rochi)
- Es ese que está ahí.- Le dije señalando a mi novio que nos miraba sentado desde una silla.- ¿Viste lo lindo que es?
Había logrado concretar una reunión con una chica con la que veníamos hablando hacía unos días y era mucho más linda de lo que podía verse en las fotos. Tenía una sonrisa preciosa, una actitud muy fuerte y un cuerpo divino. Javier se quedó anonadado al verla entrar y yo aproveché la situación para sacarle conversación mientras mi novio nos miraba desde lejos. Luego de aclarar las condiciones del encuentro, le confesé que mi novio había estado presente todo el tiempo y le señalé al chico que nos miraba desde la otra punta del bar con un vaso en la mano y una sonrisa de ganador hermosa. Ella lo escaneó de arriba a abajo, me miró a mí y me sonrió dándome a entender que aceptaba nuestra propuesta.
Es que sí, las cosas habían cambiado muchísimo después de esa conversación hot que tuvimos con mi novio en la que yo le narraba lo que había hecho la noche anterior con otra mujer. Habíamos decidido abrir la pareja y a pesar de que nunca me habría imaginado en esa situación, fue la mejor decisión que tomé. Nos amábamos más que nunca y los dos confiábamos en el otro como en nadie, por lo que no había dudas de que lo que pasaba entre los dos era puro y lo que pasaba con otros era solo sexo. ¿Y me molestaba que Javier se acostara con otras mujeres? En absoluto, de hecho llegó a motivarme para esforzarme y darle el mejor sexo del mundo, para que sepa que yo siempre iba a ser su opción número uno.
Había pasado poco más de un mes desde esa tarde caliente de domingo y mi vida en general había mejorado muchísimo. La relación con Naiara era completamente distinta desde que nos juntamos una noche en el bar a tomar algo y hablar de nosotras. Logramos limar muchas asperezas y llegar a varios puntos de acuerdo a pesar de que éramos dos personas completamente distintas. Nos queríamos, éramos hermanas y ella me prometió estar un poco más presente de ahí en adelante y ayudarme en lo que necesitara. Nos abrazamos, lo hicimos después de muchísimo tiempo y se sintió muy bien. Después de eso se marchó y a pesar de que recuperé mi habitación de pintura, no pude evitar ponerme un poco triste por no tenerla más a mi lado.
Con Vale las cosas no habían mejorado tanto. Seguía siendo una pendeja histérica para mí, pero la conversación con Naiara me hizo ver que yo tenía que apoyarla en sus decisiones y eso hice. La defendí cuando discutió con mi madre por querer irse a estudiar a la ciudad y convencí a mi padre de que la dejara compartir el departamento con una de sus amigas, ya que así iba a estar más segura y se iba a sentir menos sola. Ella se enteró de todo un poco más tarde, pero cuando supo lo que había hecho para ayudarla se acercó a mi habitación, miró al piso unos segundos y después elevó la vista para decirme un sutil “gracias”. Yo no dije nada, le sonreí y supe que eso era suficiente para mí.
Con mis amigos las cosas también cambiaron bastante. Tras hablar con ellos esa tarde de sábado gris, Ariela y Belén decidieron borrar a Ludmila del grupo de WhatsApp y confesarle que no querían seguir siendo su amiga, pues consideraban que no tenía códigos. Los chicos, Dante y Ramiro, que más bien se relacionaban con el grupo por Javier, aceptaron la decisión de las otras chicas y cortaron toda relación con ella. Mi prima me habló tiempo después para pedirme disculpas, las cuales acepté. Sin embargo me rehusé a seguir hablando con ella como antes y le confesé que no tenía interés alguno en ser su amiga. “Te entiendo y espero que seas muy feliz con Javi” me dijo y no volvimos a hablar después de eso.
Con Carolina también seguí la relación, pero por alguna razón dejamos de tener sexo. Yo me había abierto por completo, me había declarado bisexual y hasta le había contado a mis padres de ello a pesar de la sorpresa inicial. Ella había sido mi guía, la que me había ayudado a descubrirme y a darme cuenta de quién era en realidad y la amaba por eso. Pero el sexo dejó de aparecer y por alguna razón las dos nos dimos cuenta de que era lo mejor. Éramos amigas, confidentes, por lo que no había necesidad de recurrir a ello y aceptamos que de esa forma íbamos a funcionar mejor. Seguíamos yendo al gimnasio juntas, nos veíamos constantemente y hablábamos de todo, por lo que la vida en el pueblo se me empezó a hacer mucho más amena.
Con Javier fuimos de nuevo hacia la cumbre de nuestro noviazgo. Él me aceptó como era y yo acepté el hecho de que pudiera estar con otras mujeres si así lo deseaba. Me confesó a los pocos días que había tenido sexo con una chica pero que no le había gustado y para mi sorpresa, no me sentí celosa en absoluto. ¿Quién iba a pensar que esa iba a ser la solución para nuestros problemas? Yo seguía estando con otras mujeres y de hecho cada vez con mayor frecuencia y soltura, pero siempre que necesitaba de mi hombre, me encontraba con él y gozaba como nunca. Decidí quedarme en el pueblo, la ciudad no era lo mío y él se comprometió a recibirse lo más rápido posible para volver conmigo y así seguir creciendo juntos.
Pero esta nueva etapa de nuestras vidas trajo consigo nuevas ideas y morbos. Javier fue claro, directo y conciso: “Quiero verte coger con otra mina” me dijo y la idea me generó una curiosidad tremenda en mi mente. Nunca me había imaginado que alguien me viera teniendo sexo, mucho menos mi novio cuando era con otra mujer. Sin embargo estaba abriendo muchísimo mi cabeza y estaba convencida de que en el sexo había que disfrutar y gozar. Fue por eso que acepté su pedido, retrucándole la puesta y proponiéndole hacer algo los tres en vez de yo sola con otra chica. No hacía falta que me lo aclarara, pero Javier se quedó fascinado con la idea.
Empezamos a buscar así una compañera y decidimos hacerlo a través de una app para evitar meter conocidos en nuestra relación. Me cree un perfil y en este aclaré que buscábamos una mujer para tener algo con mi novio y conmigo. No tardó en aparecer una chica de nombre Romina y el hecho de que se llamara parecido a mí, me dio una buena vibra. Acordamos en encontrarnos en un bar nosotras dos y hablar sobre la propuesta, ya que queríamos que quedara todo claro desde entrada para evitar problemas. Así fue como pusimos fecha para un sábado que yo viajé a la ciudad a visitar a Javier antes de que este volviera a cursar en la facultad.
Ni bien entró al bar, me di cuenta que era ella. Era mucho más linda de lo que se veía en las fotos de la app y eso me encantó. Se sentó tras saludarme con un beso en la mejilla y me sonrió demostrándome una sonrisa perfecta. Empezamos a hablar de generalidad, para conocernos un poco más y al cabo de un rato entramos en el tema de la noche. Le confesé que yo me había declarado bisexual hacía un tiempo y que con mi novio queríamos hacer un trío y ella nos había encantado a los dos. Romina me escuchaba atentamente, con sus ojos color miel que me hipnotizaban. Le conté que la idea era que al principio estuviéramos las dos juntas y que luego Javier se sumara a la acción y ella aceptó sin reproches. “Me encanta ayudar a cumplir fantasías a la gente” me confesó y bebió un sorbo de su trago.
En eso me preguntó cómo íbamos a hacer con mi novio, si nos íbamos a encontrar con él directamente en el departamento. Ahí fue cuando le confesé que Javier había estado presente todo el tiempo y tras señalárselo, él nos saludó con la mano. “¡Está bueno!” me dijo la chica que tenía apenas dos años más que nosotros. Javier se levantó y se vino a sentar con nosotras y decidimos pedir una ronda más para conocernos un poquito mejor y así dejar el nerviosismo de lado.
El viaje de vuelta fue tranquilo, estábamos a pocas cuadras por lo que volvimos caminando mientras le contaba un poco acerca de mis pinturas y ella escuchaba atenta. Cuando llegamos al departamento, mi novio fue primero al baño y con Romina decidimos avanzar directo a la habitación. En ese momento fue cuando los nervios volvieron a aparecer. Ya había estado con otras mujeres, inclusive con algunas que parecían más intimidantes que Romina, como Natalia. Pero era la primera vez que iba a experimentar eso con mi novio. Ella pareció darse cuenta y se acercó para darme un beso suave pero bien fogoso que encendió la pasión en mí en tan solo unos segundos.
Antes de que Javier entrara en la habitación, nos acostamos en la cama la una al lado de la otra y seguimos con los besos y le sumamos caricias. Cuando mi novio llegó, Romina estaba besándome el cuello y yo estaba levantándole la remera para acariciar su piel. Se quedó parado contra el marco de la puerta observando con fascinación como nosotras seguíamos disfrutando juntas. Los besos se hacían cada vez más babosos, las manos se descontrolaban más y más y la ropa empezaba a molestar. Romina se deshizo de mi remera y me acostó boca arriba para colocarse encima de mí y continuar besándome el pecho y la panza. Yo la abracé con mis piernas y ella se dedicó a lamer mis tetitas al mismo tiempo que mi novio no dejaba de mirarle la cola, sin dudas su mejor atributo.
Siguió bajando hasta llegar a mi cintura, me desabrochó el pantalón y me lo sacó en un abrir y cerrar de ojos. Fue besando mis piernas, recorriendo todo mi cuerpo con sus manos y poniéndose cómoda para complacerme de forma oral. Yo levanté la cabeza y miré a mi novio que no dejaba de tocarse la entrepierna por encima del pantalón. Romina pasó su lengua por encima de mi bombacha y noté un escalofrío recorrer toda mi espalda de golpe. Repitió el movimiento un segundo después y no pude evitar una risita tonta. Entonces me sacó lo que me quedaba de ropa interior y empezó a jugar con mi cuerpo.
Hizo nuevamente el movimiento de su lengua, pasándola de abajo hacia arriba lentamente y cuando llegó a la sima, la levanto rápidamente. “¡Mmm!” gemí yo sonriendo y cerrando los ojos para disfrutarlo mejor. Cuando empezó a chupármela, lo hizo de una manera increíble, besando mis labios, chupándolos intensamente y revolviendo su lengua sobre mi concha. Noté como dejaba caer saliva entre mis piernas y la iba esparciendo por todos lados con su boca de una forma increíble. Mi cintura se movía al ritmo de su lengua y mis piernas temblaban a pesar de que ella las sujetaba con sus manos.
- Vení… Sumate.- Le dijo entonces nuestra invitada a mi novio.
Javier no tardó ni dos segundos en acostarse en la cama al lado de Romina y en acomodarse también entre mis muslos. La besó y pude ver como sus lenguas se unían frente a mis ojos. No sentí nada de celos, todo lo contrario, la escena me excitó aún más y quise que siguieran haciéndolo. Luego de besarla, ella bajó una vez más hasta mi conchita y volvió a lamerme para después compartirle el sabor a mi novio. Era como si cada cosa que Romina hiciera, lograba prenderme mucho más. Bajó nuevamente y repitió el movimiento. Pasó su lengua de forma intensa y lenta por mi cuerpo, lo saboreó y después invitó a mi novio a degustar de su boca.
Acto seguido le propuso a él que probara directamente de la fuente y Javier se inclinó hacia adelante y comenzó a comerme la conchita. Me encantaba como lo hacía, como utilizaba sus labios para cubrirme toda y como revoleaba su lengua de un lado al otro. Pero él también quería incluir a nuestra invitada, por lo que después de complacerme por varios segundos, levantó la cabeza y la besó a ella. Era todo sumamente excitante. Me fascinaba ver como los dos mojaban sus labios en mi cuerpo y como después se besaban para intercambiar el sabor. Era alucinante y me excitaba muchísimo. Cada vez que una de sus lenguas llegaba a mi cuerpo, yo no podía aguantar un gemido suave, pero bien claro.
Después tocó el turno de mi novio. Romina lo llevó al centro de la habitación y de parada empezó a besarlo mientras lo desnudaba. Yo me sumé a ellos ni bien pude levantarme de la cama y tras comprobar que estaba empapada. Los tres intercambiamos besos y caricias que iban directo a los puntos de placer al mismo tiempo que ellos se deshacían de la ropa. Cuando Javier estuvo totalmente desnudo, las dos nos agachamos frente a él y ella agarró su pija y empezó a pajearlo mientras lo miraba a los ojos. Pensé que iba a degustarlo como lo había hecho conmigo, pero me ofreció su verga bien dura y yo no me pude aguantar.
Empecé a chupársela con las mismas ganas que él me había chupado la concha a mí. Con ganas y a toda velocidad, movía mi cabeza hacia adelante y hacia atrás tratando de comérmela toda. Romina la seguía sujetando con firmeza entre sus dedos, por lo que mi boca avanzaba hasta ellos y volvía hacia atrás. Giré la vista y pude ver que nuestra invitada me observaba con una hermosa sonrisa en los labios. Levanté la mirada y Javier estaba atontado, totalmente enamorado de la situación y sin poder creer la suerte que tenía. Era evidente que le encantaba haber encontrado otra chica para que juguemos y poder participar en este juego.
Cuando le tocó el turno a Romina de disfrutar de la pija de mi novio, me di cuenta el morbo que a él le provocaba. No dejaba de mirarme, como esperando mi reacción, pero yo solo podía ver como ella movía su cabeza hacia adelante y hacia atrás comiéndosela por completo. Me gustaba, me excitaba, todo en ese entorno me parecía placentero y estimulante. Ella utilizaba sus labios para recorrer toda la verga de mi novio y después sacaba su lengua para jugar con esta sobre la cabecita y mojarla por completo. Lo miraba fijo a él, observando su reacción y apreciando las caras de baboso que ponía e intentaba disimular a pesar de que le era imposible. Quedaba claro que le encantaba como nuestra invitada se la chupaba.
Así nos entretuvimos un buen rato, degustando la pija de mi novio una a la vez. Compartimos esa increíble verga que no dejaba de ponerse más y más dura mientras él se quedaba parado frente a nosotras y nos miraba fijo a los ojos. Por un momento la chupamos las dos a la vez, cada una desde un lado diferente, pero después volvimos a lo individual y nos volvíamos locas para complacer a mi novio. Ella me miraba, admiraba como yo se la comía y después hacía lo suyo sin dejar de mirarlo a la cara y él la apreciaba con la boca entreabierta. Se la dejamos toda babosa y lista para el juego.
Volvimos a la cama guiados por Romina, quien parecía estar al mando de la situación. Ella me acostó boca arriba y se colocó al lado mío para después pedirle a mi novio que lo hiciera del otro lado. Volvimos a los besos a las caricias y al toqueteo intenso, pero en esa oportunidad yo era el centro de atención. La besaba a ella y luego giraba la cabeza para besarlo a él, mientras los dos utilizaban sus manos para recorrer mi cuerpo y rozar mi piel. Sentía como las manos de Romina y de Javier pasaban por mi cuello, mis tetas y mis brazos hasta bajar a mi entrepierna y acariciar mi concha empapada.
Él fue el primero en meter sus dedos en mi cuerpo y cuando lo hizo no pude evitar un gemido sobre los labios de nuestra invitada. Ella se alejó un poco y apreció la cara de placer que me provocaba sentir los dedos de mi novio adentro de mi conchita. Bajó sus labios por mi cuello, llegó hasta mis pechos y empezó a lamerlos al mismo tiempo que yo volvía a besar a Javier y abría más las piernas para permitirle una mayor profundidad. Se sentía muy placentero, volvía a tenerlo los dos para mí, pero ahora era más cercano. Notaba sus cuerpos rozar el mío, sentía sus respiraciones sobre mi piel y podía verlos de cerca mientras yo gemía y gozaba como nunca antes.
Javier no se pude aguantar más. Estaba demasiado caliente para esas alturas y se colocó encima de mí y me empezó a coger de golpe. Dejando espacio entre nuestros cuerpos para que Romina pudiera seguir besándome las tetas, comenzó a mover su cintura hacia arriba y hacia abajo provocando que su pija entrara y saliera de adentro mío a toda velocidad. Yo no pude aguantarme, abrí bien grande la boca y dejé escapar muchísimos gemidos de placer, los cuales le apreciaba desde encima mío. “¡Si mi amor! ¡Así! ¡Disfrutá!” me decía él mientras que Romina seguía lamiéndome los pezones y lograba ponerlos completamente duros.
Pero el morbo mayor de mi novio era poder cogerse a nuestra invitada y que yo viera esa situación. No me lo había dicho explícitamente, pero yo me había dado cuenta como la miraba y la deseaba. Entonces le propuse que probara con ella y Romina aceptó. Sin embargo, ella prefirió que él fuera abajo y ni bien Javier se acostó en la cama, nuestra amante se sentó encima de su pija y empezó a moverse sutilmente en todas direcciones. Yo me arrodillé al lado suyo y ella automáticamente me abrazó y me empezó a besar como lo había hecho al principio, metiendo su lengua adentro de mi boca.
Comenzó a saltar sobre el cuerpo de mi pareja y él parecía no dar abasto con tanto placer. Veía como ella saltaba una y otra vez sobre su cintura y notaba que los gemidos que emitía estaban volviendo loco a mi novio. Sus manos se descontrolaron y empezó a tocarnos a las dos, acariciando mi cola, su cintura y mis tetas. Amaba mis tetas. Me las apretaba con fuerza y rozaba mis pezones con la punta de sus dedos mientras que Romina no dejaba de saltar encima suyo. Ella gemía, lo motivaba, le decía que le encantaba su pija y él la observaba fascinado. Era obvio que lo intimidaba, pero que esa intimidación lo calentaba muchísimo. Se mordía los labios, sus pies se retorcían. Me di cuenta enseguida.
- ¿Vas a acabar mi amor?- Le pregunté y él no tuvo que contestarme para que no me diera cuenta de la respuesta.
Romina se levantó, se acomodó entre sus piernas y volvió a chuparle la pija. Yo me acomodé perpendicular a él a la altura de su cintura y me sumé al pete que nuestra invitada la estaba haciendo. Entre las dos lo pajeábamos, se la chupábamos y compartíamos esa verga totalmente al palo y a punto de estallar. Y estalló. Javier empezó a lanzar chorros de semen que salían disparados hacia el aire golpeando en mi rostro y el rostro de Romina y caían sobre su cuerpo manchándolo por completo. Nosotras, fascinadas, no dejábamos de pajearlo y de darle placer para que tuviera el mejor orgasmo posible. Él gemía, se volvía loco. “¡Ay sí! ¡Así! ¡Dale!” nos motivaba mientras la leche seguía saliendo a chorros de la punta de su pija.
Una vez que terminó, nosotras nos corrimos a un lado y seguimos con el juego. Las dos todavía teníamos energía para continuar y estábamos demasiado excitadas como para dejarlo ahí. Ella volvió a acostarme en la cama boca arriba y colocándose encima mío, empezó a lamerme la leche de Javier que tenía en la cara. Me la fue limpiando toda, sacándomela con su lengua y tragándosela o trayéndola a mi boca para compartirla conmigo. Me sentía rara, nunca había hecho eso, pero me excitaba, me calentaba muchísimo. En ese momento todo me estimulaba y me motivaba a seguir. Todo era placer.
Volvimos a acariciarnos, a tocarnos y a rozar nuestros cuerpos para seguir con el juego. Ella llevó una mano a mi entrepierna y empezó a colarme dos dedos y yo hice lo mismo para darle placer. En un momento las dos estábamos disfrutando del tacto de la otra y regalándonos nuestros gemidos cara a cara. Al lado nuestro, cubierto de su propio semen, estaba Javier, que no dejaba de mirarnos fascinados. “¡Así dale! ¡Tóquense! ¡Me encanta!” nos decía y nosotras lo mirábamos para ver su cara de baboso que me volvía loca. Sentía las tetas de Romina pasar por mi pecho una y otra vez. Notaba como sus muslos acariciaban los míos y como su respiración caliente llegaba hasta mi rostro. ¡Me estaba volviendo loca!
Acabé con un gemido y sentí como mi concha se mojaba toda y como los dedos de nuestra invitada se llenaban de mi orgasmo. Ella sonrió y me besó nuevamente, metiendo su lengua y conteniendo mi gemido mientras yo seguía acabando. Entonces se acostó entre mi novio y yo boca arriba y sin decir nada se quedó viendo como yo seguía disfrutando de mi orgasmo. “¡Creo que la pasaron bien!” nos dijo mirándolo primero a él y después a mí y yo no pude evitar hacer otra cosa más que reír. No solo la había pasado bien, había sido increíble y acababa de tener un orgasmo increíble.
Ella se levantó y fue al baño mientras que nosotros dos nos quedamos acostados en la cama, con el corazón latiendo a toda velocidad, la respiración agitada y nuestros cuerpos acabados. Él me miró y yo lo miré. Estiró su mano y yo la agarré y entrelazamos nuestros dedos sin decir una sola palabra. No hacía falta decir nada, los dos sabíamos que eso que acabábamos de hacer había sido increíble y nos había unido muchísimo como pareja. Habíamos ampliado nuestros horizontes de placer y lo habíamos hecho juntos, disfrutando de algo fascinante y sumamente placentero. Nuevamente éramos Javier y Rochi, la pareja perfecta.
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