No dejes de pasar por mi mejor post
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No te vas a arrepentir
PECADO DE INOCENTE
PARTE 1 DE 2
Una experiencia de vida, un hombre engañado, cegado ante una historia demasiado perfecta para ser real, toda esa fantasía imposible de sostener terminaría con su matrimonio, con el amor de sus hijos, con su dinero, con su dignidad, con su autoestima, Marcos estaba tan solo, tan deprimido, tan en la ruina que se decidió a pasar una gruesa soga por uno de los tirantes del techo de esa casa, para luego, ajustar un extremo a las rejas del amplio ventanal y enhebrar un prolijo lazo al otro extremo. Probó con fuerzas un par de veces para asegurarse de que resistiera.
Buscó un banco de altura suficiente, se paró sobre el haciendo equilibrio y luego ajustó la cuerda en derredor de su cuello, solo meditó unos segundos respirando profundo, serían las últimas bocanadas de aire en este mundo, rezó un improvisado Padre Nuestro por si Dios existiera en algún sitio al tiempo que una lágrima perdida rodó por su rostro.
Cerró los ojos solo dio el paso al vacío.
Percibió como la soga se ceñía más y más a su cuello arrancándole un profundo dolor, y solo sintió que ya no podía respirar, fueron apenas segundos, pero esos segundos se hicieron una eternidad mientras sentía que ya todo se detenía, que no había retorno, sintió que perdía el conocimiento y que al final su alma sería libre.
Los bomberos derribaron la puerta días después alertados por los vecinos, las sirenas azules de los patrulleros trajeron conmoción al barrio y un cuerpo forense estudiaba lo ocurrido, la historia estaba resumida en una escueta carta escrita a mano, en un papel amarillento sobre la mesa del comedor.
Dicen que su esposa y sus hijos fueron parte del espectáculo perdidos entre los curiosos de turno, pero no sintieron pena, ni lástima, ni se mostraron conmovidos, aún estaba presente en ellos el dolor sin cicatrizar de todo lo que había pasado.
En poco tiempo, nuevas noticias taparon las viejas y Marcos y su historia quedaría en el olvido
Marcos era un tipo normal, común y corriente, cuarenta y dos años, trabajador, responsable por su familia. Estaba casado con Rosa, ama de casa, un par de años menor que el, se habían conocido de adolescentes y habían tenido a Marcos Jr. y Lorena cuando aún eran muy jóvenes. Su hijo tenía veintidós y la jovencita veinte recién cumplidos.
Era de esos hombres simples y bonachones, sin lados oscuros, era veterinario y tenía su propio local en la zona céntrica de la ciudad, donde se cobraban mejores precios y había mejor clientela. Cada día tomaba un ómnibus para abrir puntualmente a las nueve de la mañana, cada día puntualmente cerraba a las siete de la tarde para volver a su casa, su familia, su esposa, sus hijos.
Era un día más, como tantos, Marcos caminaba hacia la rotisería de la esquina para comprar su almuerzo, como era su costumbre, en sentido contrario se acercaba una mujer muy llamativa, muy coqueta, como buen veterinario reparó en el detalle que entre sus brazos ella llevara un perro caniche muy bien acomodado.
El destino quiso que, en un momento, el animalito saltará enardecido al ver un gato en la acera del frente. Solo fue un acto reflejo, Marcos intuyó que el perrito cruzaría la calle por la cual circulaban demasiados coches, con un final previsible, así que solo aceleró el pasó y como si fuera un balón de fútbol alcanzó a tocarlo con su pie derecho, con la suficiente fuerza como para desviarlo de su camino y detenerlo en el avance.
Se daría una confusa situación, el hombre y la mujer se agacharon en torno al aturdido perrito que no entendía lo que había sucedido, Marcos notó que la mujer tenía una mezcla de enojo con agradecimiento, puesto que le había pegado a su mascota, pero también la había salvado la vida. También notó discretamente, el nacimiento de sus generosos pechos que se movían indóciles en su escotada remera, se le hizo muy sexi, pero pronto comenzaron a dialogar, Ingrid era su nombre, él le dijo que se tranquilizara, que era veterinario y le ofreció ir al local para revisarlo con más detenimiento.
Palabras fueron, palabras vinieron, Ingrid, ya más calma solo tuvo palabras de agradecimiento, y antes de despedirse, le dijo que estaba eternamente agradecida y solo se sentía en deuda con él.
Marcos era un tonto bohemio, y su loca imaginación lo llevó a imaginar historias con esa treintañera tan bonita que se había cruzado en su vida, es que se le hizo muy llamativa, por sus pechos que eran realmente enormes, por sus caderas, y por la armonía de sus líneas, pero eran solo fantasías, él era un buen tipo, tenía familia y jamás se animaría a algo más que solo fantasear, además, una mujer tan hermosa jamás se fijaría en un simplón como él.
Solo un par de días ella pasaría nuevamente por el local, estaba de paso según dijo, iba a la plaza a correr un poco, lucía una remera celeste muy ceñida el cuerpo, donde dejaba notar esos descomunales pechos que eran realmente llamativos y calzas entre en combinación de azules y blancos, de esas que solo dibujan la piel y realzan la perfección de las curvas femeninas, Marcos, como buen hombre, no pudo evitar comerla con la mirada y sentir un deseo incontenible entre sus piernas.
Ingrid llevaba un pastel de agradecimiento que ella misma había preparado, Marcos no sabía que decir, balbuceaba como tonto principiante y solo tiró algunas bromas ridículas sobre lo bonita que se veía, ella respondía con sonrisas cómplices, miradas provocativas y palabras que dejaban imaginar, la conversación se volvió caliente, y las palabras de doble sentido llegaron sin que él lo propusiera.
Ingrid fue a cerrar la puerta del local con una vuelta de llave y tornó el cartel que colgaba en el vidrio, de 'open a close', Marcos sintió la sangre bullir en su cabeza y su mirada se perdió en el trasero perfecto de la perversa mujer, ella volvió, rodeó el escritorio y solo se paró frente a él, a escasos centímetros de distancia, se miraron fijamente y un gélido silencio recorrió el lugar, apenas interrumpidos por unas cotorras bochincheras que estaban al fondo.
Ella no dijo palabra, pero no dejaba de mirarlo fijamente a los ojos mientras sus manos inquietas aflojaban en cinturón del pantalón de Marcos, ella solo se arrodilló y empezó a hacer su trabajo.
Marcos no podía creer su suerte, era demasiado perfecto, demasiado de película, lo cierto es que Ingrid se la chupaba muy rico, sentía como se la acariciaba con la lengua, como la metía profundo hasta la garganta, y los chasquidos rítmicos mezcla de placer y saliva. Cada tanto ella levantaba la mirada para comprobar el rostro de placer de ese hombre, Marcos sentía las manos de ella pajeándolo, acariciándole las bolas, y sentía que todo se iba de control.
Se sintió venir, su respiración se agitó, no podía evitarlo y ella no se detendría, jamás se detendría, se reclinó contra el mostrador, estaba perdiendo el control, y solo lo largó, una dos, tres veces, perdió la cuenta y ella solo seguía chupando hasta que empezó a perder la erección. Ingrid se puso de pie nuevamente, tenía una sonrisa más grande que su cara, lo tomó por la nuca y le dio un profundo beso de lengua, tan profundo que Marcos pudo notar el amargor que le había quedado en la boca producto de su propio semen.
Ella le dijo que era tarde, que la plaza la esperaba para cuidar su físico en una mañana de abril, volvió a tornar el cartel, ahora de 'close a open', y solo la vio alejarse. Marcos era tan bueno, tan inocente que cuando recobró la cordura de sus pensamientos, descubrió que no sabía nada de ella, más que el nombre, su mascota y un hermoso pastel que había dejado a un lado, y algo inolvidable, la mejor mamada que le habían dado en su vida.
Por la noche, los fantasmas de una persona buena atormentarían su alma, había sido infiel, y su esposa, su amor no lo merecía, se sintió vulgar, se sintió sucio, se sintió una mierda, pero las cartas ya estaban echadas.
Esa primera infidelidad supo a un puñal atravesado en su corazón, cada vez que miraba a su esposa a los ojos, cada vez que ella le regalaba una sonrisa, cada vez que ella le hacía una caricia, era como si ese puñal se moviera y lo desgarrara un poco más.
Pero el tiempo cura las heridas, se juró dejar eso en el pasado y solo fingir que jamás había sucedido.
Una semana después, Marcos estaba concentrado acomodando algunas cosas cuando sintió abrirse la puerta del local, si, Ingrid, otra vez, el demonio se hacía presente nuevamente y juró mantenerse lejos de la tentación, ella le dijo que volvía a retirar la bandeja en la que le había dejado el pastel tiempo atrás, y además quería saber si había sido de su agrado.
El trataba de ser cortante con las palabras y no entrar en el juego, entre una cosa y otra ella le preguntó si hacía visitas a domicilio, es que 'Toby' su caniche no se veía bien, y que no tenía tiempo, y además que su marido trabajaba todo el día y no podía ayudarla con esas pavadas de mascotas y muchas palabras más.
Marcos era bueno, pero no tonto, notó una invitación velada con doble sentido a la que tendría que haberse negado, incluso le dijo que lo pensaría, que estaba muy ocupado, porque sabía que solo volvería a caer.
Meditó mucho en los días siguientes, había agendado el número del celular de Ingrid como 'Toby', por las dudas, sabía ya donde vivía y solo era cuestión de una llamada.
Marcos concretó una cita sintiendo que se le revolvían las tripas, su familia a un lado, la manzana prohibida al otro, no podía con todo.
Ingrid abrió la puerta de su casa, como siempre con una sonrisa en sus labios, pero Marcos no pudo sostenerle la mirada ella tenía una remera beige con un lindo escote, muy femenino, acordonado como una zapatilla donde ella adrede no lo había ajustado lo suficiente, las formas de sus senos se hicieron demasiado sugerentes, si de hecho tenía las tetas más grandes que su cabeza, esa mujer parecía caerse hacia adelante en cada paso, siguió bajando la mirada, una pollera descolorida en tela de jean se ceñía a su cintura, dejando ver unas piernas esculpidas a mano, estaba desclasa, situación que le supo sugerente, y cuando se cerró la puerta, confirmó que 'Toby' solo había sido una excusa.
Se besaron como adolescentes, con ese calor y esa premura de la primera vez, enredados, entrelazados entre prendas que se interponían entre sus cuerpos, él la levantó en el aire tomándola por debajo de sus muslos, ella lo rodeó con sus piernas y con sus brazos, entre susurros le indicó el camino el dormitorio y el solo la desparramó sobre la cama, mientras le apretaba las tetas conta la cara, Marcos estaba apurado, ni siquiera tomó su tiempo para quitarle la pollera, levantarla hasta su cintura fue el camino más rápido, tomó unos segundos para llenarse la vista con la delicada tanga blanca que cubría su sexo, y se sumergió a besarla con la tela separando su boca de la conchita de Ingrid, la besó una y otra vez y notó cuan empapada estaba solo bebió sus ricos jugos con sabor a mujer, buscó con su lengua apartar la tanga, llegó a sus labios, estaba toda suavecita, depilada, y esto solo enloqueció a Marcos.
Levantó un poco la vista, ella se acariciaba sus pechos que emergían enormes como gigantes montañas, él llevo sus manos sobre las de ella y solo acarició la suavidad de esas tetas y la rugosidad de los pezones que estaban filosos al tacto.
Solo se quedó jugando hasta sentirla acabar, quería devolverle lo que ella le había regalado días atrás en el local de la veterinaria, y solo paró cuando ella le imploró que la cogiera. Fue muy dulce, se escabulló entre sus piernas y se la metió toda, una vez y otra vez, cambiando posiciones, prolongando el momento, ella movía muy bien sus caderas y Marcos se engolosinó lamiéndole los pechos, eran los más grandes y preciosos que había visto, sus pequeñas aureolas en un marrón claro de le hacían demasiado atractivas.
Entre revolcones y revolcones ella tomó el control y fue nuevamente entre las piernas del veterinario, el sentado al borde de la cama, ella a sus pies, dejó caer saliva en la verga, pero esta vez, la rodeó con sus pechos y solo empezó a moverla al medio, era perfecto, Marcos creyó morir en el juego y ella solo seguía sin parar, presionando y presionando, disfrutando, mirándolo fijamente a los ojos, se sintió venir, Ingrid solo dejó que el semen caliente bañara su pecho, sus tetas, su garganta y él se llevó un grato recuerdo al ver a esa hembra toda embardunada con sus propios jugos, en una postal muy erótica, muy pornográfica, y solo se engolosinó observando como Ingrid se lamía con cadencia sus propias tetas llenas de leche.
Podrían haber seguido largo rato, pero Marcos estaba en hora de regresar a su casa, además no sabía nada acerca de su marido, y algunos cuadros de pared donde se vía fotos de la pareja muy enamorada, no dejaba de intimidarlo bastante.
El caniche era un espectador de lujo que miraba la escena con sus orejas paradas, pareciendo entender el pecado consumado.
Hablaron un poco mientras se cambiaban ideas, solo adivinar el futuro tan incierto como confuso.
Pasaron los días, y Marcos se acostumbró a su amante y a esos pechos, ya no le dolió ese puñal en el corazón y hasta le pareció normal cogerse a esa mujer un par de veces a la semana, en escapadas, a escondidas.
Pero después de un mes Ingrid cambaría las reglas de juego, ella le hablaba de los raros gustos de su esposo, en verdad no era la primera vez que lo hacía, siempre le decía que Reynaldo no la cogía mucho, que a él le gustaba mirar y más de una vez había dejado correr esa idea entre líneas, ella se cogía con el veterinario para satisfacer su sexualidad, pero amaba a su marido y solo quería complacerlo.
Marcos había escapado una y otra vez a sus indirectas, le sabía degenerado, perverso y jamás había hecho el amor con espectadores, y menos del que era su marido, solo imaginar la situación le daba escalofríos.
Ingrid lo había intentado por las buenas, una y otra vez, y cuando vio que no tendría éxito lo intentó por las malas, o sería así, o todo se terminaba.
Marcos no pensaba hacerlo, pero después de un tiempo sin saber de ella notó que ese veneno con forma de mujer se había colado en sus huesos.
Volvió a contactarla, y pactaron una cena de a tres.
Inventó una excusa con su esposa, una cena de viejos amigos le dijo y partió con más dudas que certezas.
La imagen fue impactante, volvió a balbucear como ese primer día, Reynaldo pareció un tipo afable, le tendió la mano, lucía una camisa amarilla clara y un jean gris, bastante desprolijo, por cierto, pero el tema en verdad fue Ingrid, ella estaba como una puta de burdel, con los cabellos recogidos, el rostro pintado, un ajustadísimo corsé de encaje negro por donde explotaban sus enormes tetas al punto de parecer cortarle la respiración, terminando por debajo en cuatro ligas que sostenían unas medias caladas, reparó en el detalle de una less casi imperceptible que no dejaba mucho a la imaginación y unos zapatos de altos tacos, Marcos se puso muy nervioso, más cuando ella lo recibió con un profundo beso de lengua que lo tomó por sorpresa, todo ante la atenta mirado de su marido.
Jamás pudo acostumbrarse al momento, sentado frente a frente, charlando con el hombre que le entregaría su mujer, y ella, a la cabecera entre ambos, como la más bella de las prostitutas que pudieran existir.
Las cosas terminarían mal esa jornada, Marcos no llegaría a lograr una erección cohibido por los ojos indiscretos de Reynaldo y por todo el esmero, por todo el esfuerzo que puso la doncella, la magia nunca sucedió. El tipo le dijo que no se preocupara, que era comprensible y que ya habían pasado por situaciones parecidas, dejándole notar que no era la primera vez que veía a su mujer coger con un extraño.
Marcos se sintió acorralado, entre la espada y la pared, porque moría en deseos de poseerla, pero no podía hacerlo delante de su esposo, en este punto de la historia él ya no razonaba, poco le importaba su esposa, sus hijos, su familia, la balanza se había inclinado del lado de Ingrid, al punto de olvidar disimular en los chats de WhatsApp. Era un toro enceguecido y solo veía por delante a esa mujer esperándolo con su capa roja, sabiendo su cruel y doloroso destino, sin poder evitarlo.
CONTINUARA
Si te gustó esta historia puedes escribirme con título 'PECADO DE INOCENTE' a dulces. placeres@ live.com
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir
PECADO DE INOCENTE
PARTE 1 DE 2
Una experiencia de vida, un hombre engañado, cegado ante una historia demasiado perfecta para ser real, toda esa fantasía imposible de sostener terminaría con su matrimonio, con el amor de sus hijos, con su dinero, con su dignidad, con su autoestima, Marcos estaba tan solo, tan deprimido, tan en la ruina que se decidió a pasar una gruesa soga por uno de los tirantes del techo de esa casa, para luego, ajustar un extremo a las rejas del amplio ventanal y enhebrar un prolijo lazo al otro extremo. Probó con fuerzas un par de veces para asegurarse de que resistiera.
Buscó un banco de altura suficiente, se paró sobre el haciendo equilibrio y luego ajustó la cuerda en derredor de su cuello, solo meditó unos segundos respirando profundo, serían las últimas bocanadas de aire en este mundo, rezó un improvisado Padre Nuestro por si Dios existiera en algún sitio al tiempo que una lágrima perdida rodó por su rostro.
Cerró los ojos solo dio el paso al vacío.
Percibió como la soga se ceñía más y más a su cuello arrancándole un profundo dolor, y solo sintió que ya no podía respirar, fueron apenas segundos, pero esos segundos se hicieron una eternidad mientras sentía que ya todo se detenía, que no había retorno, sintió que perdía el conocimiento y que al final su alma sería libre.
Los bomberos derribaron la puerta días después alertados por los vecinos, las sirenas azules de los patrulleros trajeron conmoción al barrio y un cuerpo forense estudiaba lo ocurrido, la historia estaba resumida en una escueta carta escrita a mano, en un papel amarillento sobre la mesa del comedor.
Dicen que su esposa y sus hijos fueron parte del espectáculo perdidos entre los curiosos de turno, pero no sintieron pena, ni lástima, ni se mostraron conmovidos, aún estaba presente en ellos el dolor sin cicatrizar de todo lo que había pasado.
En poco tiempo, nuevas noticias taparon las viejas y Marcos y su historia quedaría en el olvido
Marcos era un tipo normal, común y corriente, cuarenta y dos años, trabajador, responsable por su familia. Estaba casado con Rosa, ama de casa, un par de años menor que el, se habían conocido de adolescentes y habían tenido a Marcos Jr. y Lorena cuando aún eran muy jóvenes. Su hijo tenía veintidós y la jovencita veinte recién cumplidos.
Era de esos hombres simples y bonachones, sin lados oscuros, era veterinario y tenía su propio local en la zona céntrica de la ciudad, donde se cobraban mejores precios y había mejor clientela. Cada día tomaba un ómnibus para abrir puntualmente a las nueve de la mañana, cada día puntualmente cerraba a las siete de la tarde para volver a su casa, su familia, su esposa, sus hijos.
Era un día más, como tantos, Marcos caminaba hacia la rotisería de la esquina para comprar su almuerzo, como era su costumbre, en sentido contrario se acercaba una mujer muy llamativa, muy coqueta, como buen veterinario reparó en el detalle que entre sus brazos ella llevara un perro caniche muy bien acomodado.
El destino quiso que, en un momento, el animalito saltará enardecido al ver un gato en la acera del frente. Solo fue un acto reflejo, Marcos intuyó que el perrito cruzaría la calle por la cual circulaban demasiados coches, con un final previsible, así que solo aceleró el pasó y como si fuera un balón de fútbol alcanzó a tocarlo con su pie derecho, con la suficiente fuerza como para desviarlo de su camino y detenerlo en el avance.
Se daría una confusa situación, el hombre y la mujer se agacharon en torno al aturdido perrito que no entendía lo que había sucedido, Marcos notó que la mujer tenía una mezcla de enojo con agradecimiento, puesto que le había pegado a su mascota, pero también la había salvado la vida. También notó discretamente, el nacimiento de sus generosos pechos que se movían indóciles en su escotada remera, se le hizo muy sexi, pero pronto comenzaron a dialogar, Ingrid era su nombre, él le dijo que se tranquilizara, que era veterinario y le ofreció ir al local para revisarlo con más detenimiento.
Palabras fueron, palabras vinieron, Ingrid, ya más calma solo tuvo palabras de agradecimiento, y antes de despedirse, le dijo que estaba eternamente agradecida y solo se sentía en deuda con él.
Marcos era un tonto bohemio, y su loca imaginación lo llevó a imaginar historias con esa treintañera tan bonita que se había cruzado en su vida, es que se le hizo muy llamativa, por sus pechos que eran realmente enormes, por sus caderas, y por la armonía de sus líneas, pero eran solo fantasías, él era un buen tipo, tenía familia y jamás se animaría a algo más que solo fantasear, además, una mujer tan hermosa jamás se fijaría en un simplón como él.
Solo un par de días ella pasaría nuevamente por el local, estaba de paso según dijo, iba a la plaza a correr un poco, lucía una remera celeste muy ceñida el cuerpo, donde dejaba notar esos descomunales pechos que eran realmente llamativos y calzas entre en combinación de azules y blancos, de esas que solo dibujan la piel y realzan la perfección de las curvas femeninas, Marcos, como buen hombre, no pudo evitar comerla con la mirada y sentir un deseo incontenible entre sus piernas.
Ingrid llevaba un pastel de agradecimiento que ella misma había preparado, Marcos no sabía que decir, balbuceaba como tonto principiante y solo tiró algunas bromas ridículas sobre lo bonita que se veía, ella respondía con sonrisas cómplices, miradas provocativas y palabras que dejaban imaginar, la conversación se volvió caliente, y las palabras de doble sentido llegaron sin que él lo propusiera.
Ingrid fue a cerrar la puerta del local con una vuelta de llave y tornó el cartel que colgaba en el vidrio, de 'open a close', Marcos sintió la sangre bullir en su cabeza y su mirada se perdió en el trasero perfecto de la perversa mujer, ella volvió, rodeó el escritorio y solo se paró frente a él, a escasos centímetros de distancia, se miraron fijamente y un gélido silencio recorrió el lugar, apenas interrumpidos por unas cotorras bochincheras que estaban al fondo.
Ella no dijo palabra, pero no dejaba de mirarlo fijamente a los ojos mientras sus manos inquietas aflojaban en cinturón del pantalón de Marcos, ella solo se arrodilló y empezó a hacer su trabajo.
Marcos no podía creer su suerte, era demasiado perfecto, demasiado de película, lo cierto es que Ingrid se la chupaba muy rico, sentía como se la acariciaba con la lengua, como la metía profundo hasta la garganta, y los chasquidos rítmicos mezcla de placer y saliva. Cada tanto ella levantaba la mirada para comprobar el rostro de placer de ese hombre, Marcos sentía las manos de ella pajeándolo, acariciándole las bolas, y sentía que todo se iba de control.
Se sintió venir, su respiración se agitó, no podía evitarlo y ella no se detendría, jamás se detendría, se reclinó contra el mostrador, estaba perdiendo el control, y solo lo largó, una dos, tres veces, perdió la cuenta y ella solo seguía chupando hasta que empezó a perder la erección. Ingrid se puso de pie nuevamente, tenía una sonrisa más grande que su cara, lo tomó por la nuca y le dio un profundo beso de lengua, tan profundo que Marcos pudo notar el amargor que le había quedado en la boca producto de su propio semen.
Ella le dijo que era tarde, que la plaza la esperaba para cuidar su físico en una mañana de abril, volvió a tornar el cartel, ahora de 'close a open', y solo la vio alejarse. Marcos era tan bueno, tan inocente que cuando recobró la cordura de sus pensamientos, descubrió que no sabía nada de ella, más que el nombre, su mascota y un hermoso pastel que había dejado a un lado, y algo inolvidable, la mejor mamada que le habían dado en su vida.
Por la noche, los fantasmas de una persona buena atormentarían su alma, había sido infiel, y su esposa, su amor no lo merecía, se sintió vulgar, se sintió sucio, se sintió una mierda, pero las cartas ya estaban echadas.
Esa primera infidelidad supo a un puñal atravesado en su corazón, cada vez que miraba a su esposa a los ojos, cada vez que ella le regalaba una sonrisa, cada vez que ella le hacía una caricia, era como si ese puñal se moviera y lo desgarrara un poco más.
Pero el tiempo cura las heridas, se juró dejar eso en el pasado y solo fingir que jamás había sucedido.
Una semana después, Marcos estaba concentrado acomodando algunas cosas cuando sintió abrirse la puerta del local, si, Ingrid, otra vez, el demonio se hacía presente nuevamente y juró mantenerse lejos de la tentación, ella le dijo que volvía a retirar la bandeja en la que le había dejado el pastel tiempo atrás, y además quería saber si había sido de su agrado.
El trataba de ser cortante con las palabras y no entrar en el juego, entre una cosa y otra ella le preguntó si hacía visitas a domicilio, es que 'Toby' su caniche no se veía bien, y que no tenía tiempo, y además que su marido trabajaba todo el día y no podía ayudarla con esas pavadas de mascotas y muchas palabras más.
Marcos era bueno, pero no tonto, notó una invitación velada con doble sentido a la que tendría que haberse negado, incluso le dijo que lo pensaría, que estaba muy ocupado, porque sabía que solo volvería a caer.
Meditó mucho en los días siguientes, había agendado el número del celular de Ingrid como 'Toby', por las dudas, sabía ya donde vivía y solo era cuestión de una llamada.
Marcos concretó una cita sintiendo que se le revolvían las tripas, su familia a un lado, la manzana prohibida al otro, no podía con todo.
Ingrid abrió la puerta de su casa, como siempre con una sonrisa en sus labios, pero Marcos no pudo sostenerle la mirada ella tenía una remera beige con un lindo escote, muy femenino, acordonado como una zapatilla donde ella adrede no lo había ajustado lo suficiente, las formas de sus senos se hicieron demasiado sugerentes, si de hecho tenía las tetas más grandes que su cabeza, esa mujer parecía caerse hacia adelante en cada paso, siguió bajando la mirada, una pollera descolorida en tela de jean se ceñía a su cintura, dejando ver unas piernas esculpidas a mano, estaba desclasa, situación que le supo sugerente, y cuando se cerró la puerta, confirmó que 'Toby' solo había sido una excusa.
Se besaron como adolescentes, con ese calor y esa premura de la primera vez, enredados, entrelazados entre prendas que se interponían entre sus cuerpos, él la levantó en el aire tomándola por debajo de sus muslos, ella lo rodeó con sus piernas y con sus brazos, entre susurros le indicó el camino el dormitorio y el solo la desparramó sobre la cama, mientras le apretaba las tetas conta la cara, Marcos estaba apurado, ni siquiera tomó su tiempo para quitarle la pollera, levantarla hasta su cintura fue el camino más rápido, tomó unos segundos para llenarse la vista con la delicada tanga blanca que cubría su sexo, y se sumergió a besarla con la tela separando su boca de la conchita de Ingrid, la besó una y otra vez y notó cuan empapada estaba solo bebió sus ricos jugos con sabor a mujer, buscó con su lengua apartar la tanga, llegó a sus labios, estaba toda suavecita, depilada, y esto solo enloqueció a Marcos.
Levantó un poco la vista, ella se acariciaba sus pechos que emergían enormes como gigantes montañas, él llevo sus manos sobre las de ella y solo acarició la suavidad de esas tetas y la rugosidad de los pezones que estaban filosos al tacto.
Solo se quedó jugando hasta sentirla acabar, quería devolverle lo que ella le había regalado días atrás en el local de la veterinaria, y solo paró cuando ella le imploró que la cogiera. Fue muy dulce, se escabulló entre sus piernas y se la metió toda, una vez y otra vez, cambiando posiciones, prolongando el momento, ella movía muy bien sus caderas y Marcos se engolosinó lamiéndole los pechos, eran los más grandes y preciosos que había visto, sus pequeñas aureolas en un marrón claro de le hacían demasiado atractivas.
Entre revolcones y revolcones ella tomó el control y fue nuevamente entre las piernas del veterinario, el sentado al borde de la cama, ella a sus pies, dejó caer saliva en la verga, pero esta vez, la rodeó con sus pechos y solo empezó a moverla al medio, era perfecto, Marcos creyó morir en el juego y ella solo seguía sin parar, presionando y presionando, disfrutando, mirándolo fijamente a los ojos, se sintió venir, Ingrid solo dejó que el semen caliente bañara su pecho, sus tetas, su garganta y él se llevó un grato recuerdo al ver a esa hembra toda embardunada con sus propios jugos, en una postal muy erótica, muy pornográfica, y solo se engolosinó observando como Ingrid se lamía con cadencia sus propias tetas llenas de leche.
Podrían haber seguido largo rato, pero Marcos estaba en hora de regresar a su casa, además no sabía nada acerca de su marido, y algunos cuadros de pared donde se vía fotos de la pareja muy enamorada, no dejaba de intimidarlo bastante.
El caniche era un espectador de lujo que miraba la escena con sus orejas paradas, pareciendo entender el pecado consumado.
Hablaron un poco mientras se cambiaban ideas, solo adivinar el futuro tan incierto como confuso.
Pasaron los días, y Marcos se acostumbró a su amante y a esos pechos, ya no le dolió ese puñal en el corazón y hasta le pareció normal cogerse a esa mujer un par de veces a la semana, en escapadas, a escondidas.
Pero después de un mes Ingrid cambaría las reglas de juego, ella le hablaba de los raros gustos de su esposo, en verdad no era la primera vez que lo hacía, siempre le decía que Reynaldo no la cogía mucho, que a él le gustaba mirar y más de una vez había dejado correr esa idea entre líneas, ella se cogía con el veterinario para satisfacer su sexualidad, pero amaba a su marido y solo quería complacerlo.
Marcos había escapado una y otra vez a sus indirectas, le sabía degenerado, perverso y jamás había hecho el amor con espectadores, y menos del que era su marido, solo imaginar la situación le daba escalofríos.
Ingrid lo había intentado por las buenas, una y otra vez, y cuando vio que no tendría éxito lo intentó por las malas, o sería así, o todo se terminaba.
Marcos no pensaba hacerlo, pero después de un tiempo sin saber de ella notó que ese veneno con forma de mujer se había colado en sus huesos.
Volvió a contactarla, y pactaron una cena de a tres.
Inventó una excusa con su esposa, una cena de viejos amigos le dijo y partió con más dudas que certezas.
La imagen fue impactante, volvió a balbucear como ese primer día, Reynaldo pareció un tipo afable, le tendió la mano, lucía una camisa amarilla clara y un jean gris, bastante desprolijo, por cierto, pero el tema en verdad fue Ingrid, ella estaba como una puta de burdel, con los cabellos recogidos, el rostro pintado, un ajustadísimo corsé de encaje negro por donde explotaban sus enormes tetas al punto de parecer cortarle la respiración, terminando por debajo en cuatro ligas que sostenían unas medias caladas, reparó en el detalle de una less casi imperceptible que no dejaba mucho a la imaginación y unos zapatos de altos tacos, Marcos se puso muy nervioso, más cuando ella lo recibió con un profundo beso de lengua que lo tomó por sorpresa, todo ante la atenta mirado de su marido.
Jamás pudo acostumbrarse al momento, sentado frente a frente, charlando con el hombre que le entregaría su mujer, y ella, a la cabecera entre ambos, como la más bella de las prostitutas que pudieran existir.
Las cosas terminarían mal esa jornada, Marcos no llegaría a lograr una erección cohibido por los ojos indiscretos de Reynaldo y por todo el esmero, por todo el esfuerzo que puso la doncella, la magia nunca sucedió. El tipo le dijo que no se preocupara, que era comprensible y que ya habían pasado por situaciones parecidas, dejándole notar que no era la primera vez que veía a su mujer coger con un extraño.
Marcos se sintió acorralado, entre la espada y la pared, porque moría en deseos de poseerla, pero no podía hacerlo delante de su esposo, en este punto de la historia él ya no razonaba, poco le importaba su esposa, sus hijos, su familia, la balanza se había inclinado del lado de Ingrid, al punto de olvidar disimular en los chats de WhatsApp. Era un toro enceguecido y solo veía por delante a esa mujer esperándolo con su capa roja, sabiendo su cruel y doloroso destino, sin poder evitarlo.
CONTINUARA
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