Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
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Capítulo 20: Un mes y medio después (Naiara)
Había llegado el momento de cambiar las cosas. Si el universo no se iba a poner de mi lado, entonces iba a hacer mi propio destino, creándolo en mis manos y haciéndolo realidad. Fui caminando directo, sin mirar hacia los costados y sin pensar en lo que podía llegar a suceder. Estaba segura de que los pasos que estaba dando eran los correctos y cuando toqué la puerta del consultorio de Cristian, respiré hondo y esperé. Él abrió y me miró de arriba abajo para luego preguntarme que necesitaba. Sin decir nada, sin perder el tiempo, lo tomé del rostro y lo besé apasionadamente.
Una semana antes de eso tuve mi último encuentro con Fernando y por alguna razón lo hice sabiendo que mis días en ese pueblo habían terminado. No era yo misma viviendo allí y necesitaba salir, volver a encontrarme. Había llegado con el propósito de acompañar a mi familia, de ayudar a mi padre, de ser un poco el soporte que necesitaban, pero no todo había salido bien. Es cierto, mi padre se alegró mucho de volverme a tener al lado suyo, de haber podido disfrutar un poco más de la presencia de su hija. Pero también se había dado cuenta de que no era feliz estando allí, por esta razón lo primero que me dijo luego de entrarse que estaba completamente recuperado fue:
- Vaya mi hija. Sea libre y feliz.- Y me entregó un pasaje a la ciudad.
Con lágrimas en los ojos lo abracé y luego abracé a mi madre y me fui para buscar mi futuro. Sin embargo, algo me faltaba y tenía que cerrar algunas cosas, por lo que volví al fin de semana siguiente al pueblo y ni bien llegué le propuse a mi hermana ir a tomar algo al bar y charlar. Rochi estaba distinta, hacía unos días que su humor había cambiado y se la notaba feliz, alegre y eso me trasmitía felicidad a mí misma. Hablamos y sanamos algunas heridas que teníamos desde hacía mucho tiempo. Ella me contó algunas intimidades y secretos de su relación con Javier y yo aproveché para confesarle algunas mías, en especial las que había tenido en el pueblo a lo largo de ese año.
También tuve una conversación con Valeria, mi hermana menor y casi ocho años más joven que yo. Siempre fui muy confidente de ella y me sentí cercana. Me contó que iba a mudarse a la ciudad a estudiar y que seguramente lo hiciera con alguna de sus amigas, algo que me alegró mucho. Vale era como yo, un sapo de otro poso, una persona que no estaba atada a nadie y que quería ser libre y vivir su vida. Era más egocéntrica que yo y un poco más testaruda, por lo que se iba a pegar varios golpes ante la vida. Pero… ¿Qué mejor forma de aprender que darse unos cuantos golpes? Al fin y al cabo, todos aprendemos de esa manera.
Por otro lado quise despedirme de Fernando y de mis amigos, quienes me acompañaron de una u otra manera a lo largo de ese año. Lorena, Jimena, Luciano y Tobías organizaron una especie de despedida en la que participaron también algunos de mis amigos que ya vivían en la ciudad como Gastón o Candela. Fue más bien una reunión de amigos, una de esas que hacés un día cualquiera, pero que me ayudó a darme cuenta que no todos eran personas desagradables en ese pueblo. Había gente muy distinta a Andrés y a Karina, que por cierto, habían hecho como si nada y seguían sumergidos en ese matrimonio falso y mentiroso.
Sin embargo, la principal razón por la que volví al pueblo ese fin de semana fue para hablar con Cristian. Ya le había comunicado a Edgardo que iba a dejar de trabajar en el hospital, pero quería arreglar las cosas con él. En realidad quería confesarle lo que sentía, quería hacerle saber que estaba enamorada de él y que quería que se viniera conmigo, que fuera libre y feliz como yo estaba a punto de serlo. Corría con el riesgo de que me dijera que no, que se quería quedar allí. Pero estaba al tanto de que era una de las posibilidades y el que no arriesga, no gana.
Lo besé. Lo besé como nunca había besado a nadie y como siempre había querido hacerlo con él. Sorprendido y anonadado, Cristian se quedó congelado y recibió mi beso. Cuando reaccionó, me abrazó a la altura de la cintura y continuó besándome a pesar de que dos de las enfermeras pasaron por en frente de nosotros. No nos importaba nada, estábamos rompiendo la tentación que nos veníamos aguantando hacía meses. Era obvio que ese beso se había hecho esperar más de lo debido y ninguno de los dos quería que terminara. No hacía falta decir nada, los dos lo sabíamos, estábamos haciendo lo que queríamos hacer.
Un mes y medio después llegué al departamento y sentí un aroma intenso proveniente de la cocina. Me asomé por la puerta y pude ver a Cristian, mi novio, cocinando algo bastante elaborado y trabajando sin cesar. Al notar que yo estaba mirándolo, levantó la cabeza y me sonrió. “Pensé que venías más tarde. Quería darte una sorpresa” me dijo e intentó tapar con las manos todo lo que estaba cocinando, pero yo ya lo había visto. Le regalé una sonrisa, dejé mi bata en una silla y entré a la cocina para besarlo. “Gracias mi amor” le dije abrazándolo y él hizo lo mismo conmigo a pesar de tener las manos sucias.
Nos habíamos mudado aún más lejos de lo previsto pues queríamos dejar un poco atrás nuestra vida y explorar nuevos universos. Habíamos conseguido trabajo en diferentes hospitales para no tener que cruzarnos todos los días y estábamos siendo felices de esa manera. Ese día cumplíamos un mes desde que nos habíamos mudado definitivamente y es por eso que él decidió sorprenderme con una cena romántica. Fui a bañarme para estar más cómoda mientras él terminaba de preparar la comida y me puse un vestidito negro algo seductor que resaltaba mis pechos y remarcaba mi cintura.
Nos sentamos en la mesa y luego de que sirviera las copas de vino, brindamos y dimos un sorbo para festejar por nuestra nueva aventura. Era una sensación rara, pues nunca había sido tan feliz en mi vida como en ese momento y sin embargo sentía que él había estado a mi lado hacía años. Comimos el exquisito menú que me preparó con todo ese amor y después nos sentamos en el sillón para seguir con el vino y unas caricias mientras sonaba de fondo una música muy sensual. Lo amaba como nunca había amado a nadie en el mundo y estaba segura de que él sentía lo mismo por mí.
Los besos empezaron a ponerse cada vez más calientes y tuvimos que dejar las copas en la mesa para no terminar manchando el sillón. Cuando Cristian volvió a sentarse al lado mío, rápidamente me coloqué encima suyo, poniendo una pierna de cada lado y pegando mi cuerpo al suyo. Volví a besarlo apasionadamente y metí mi lengua en su boca. Sus manos se posaron en mi espalda y fueron bajando por el vestido hasta llegar a mi cola, la cual agarró con fuerza. Me encantaba cuando me sujetaba con esa firmeza.
Seguimos con los besos, pero estos empezaron a trasladarse por todo el cuerpo. Él aprovechó mi vestido algo escotado y bajó hasta mi pecho para besarlo y lamerlo con ganas. Después yo me incliné hacia adelante y besé su mejilla, mordí su oreja y lamí su cuello mientras él me seguía manoseando la cola. “¡Ay mi amor!” le dije al oído sintiendo como su lengua volvía a pasar por mi pecho y mojaba la parte superior de mis tetas. Yo comencé a moverme de forma sensual, rozando mis muslos sobre sus piernas y haciendo que mi cintura fuera hacia adelante y hacia atrás.
El vestido era algo ajustado, por lo que tuve que pararme para quitármelo. Lo hice de forma sensual, bailando un poco al frente de sus ojos y girando suavemente para que pudiera verme la cola mientras lo hacía. Cristian se mantuvo sentado, observando cada uno de mis movimientos y no me sacó los ojos de encima. Una vez que mi vestido estuvo en el piso, lo pateé hacia el costado y me arrodillé en frente suyo. Él se puso más cómodo y dejó que mis manos subieran de sus rodillas hasta la cintura para desabrocharle el pantalón. Lo miraba fijo a los ojos y me mordía el labio mientras seguía quitándole la ropa. Cristian se desprendió de la camisa y una vez que su pantalón estaba a la altura de los tobillos, le bajé el bóxer y fui directo a su pija.
Tras pajearlo unos minutos y notar que su verga iba creciendo entre mis dedos, me incliné hacia adelante y me la metí en la boca. Sin perder el tiempo, empecé a chupársela con ganas, subiendo y bajando mi cabeza para disfrutarla. Sentía como se iba haciendo más y más grande en mis labios y eso me encantaba. La disfrutaba despacito, moviéndome suavemente, pero manteniendo un buen ritmo para complacer a mi nuevo novio. A él le encantaba como lo hacía y movía sus manos sobre mi espalda, acariciándome delicadamente. Yo le lamía la pija, me la metía en la boca, me la tragaba entera y lo pajeaba para darle más placer. Con mi otra mano recorría sus piernas y su cuerpo y después bajaba a acariciar sus huevos, los cuales se iban mojando con mi saliva.
Una vez que tuvo la pija bien al palo, me levanté y me acosté en el sillón mientras él se arrodillaba en frente mío. Habíamos cambiado de posiciones y ahora le tocaba a él complacerme, por lo que se metió entre mis piernas y tras besarme apasionadamente los muslos, se dedicó a comerme la conchita. Me encantaba como lo hacía, la manera en la que sus labios y su lengua se mezclaban en el punto exacto era increíble. Cristian sabía cómo hacerme temblar de placer y como ponerme a gemir en cuestión de segundos. Su lengua subía y bajaba por mis labios y me iba mojando más y más con cada movimiento. Dibujaba círculos sobre mi clítoris, la esparcía de un lado al otro y volvía a moverla de arriba abajo abarcando toda mi entrepierna. No era la primera vez que estábamos juntos, pues ese mes y medio nos habíamos puesto al corriente, pero era la primera vez que me dejaba temblando después de hacerme sexo oral.
Se levantó y yo aproveché para acostarme a lo largo del sillón. Él se colocó encima de mí y luego de unos besos y unas caricias fue metiendo su pija en mi cuerpo. Lo hacía despacio, suavemente, como si intentara cuidarme a pesar de que yo estaba toda mojada y excitaba. Una vez que la tuve toda adentro, se empezó a mover despacio hacia arriba y hacia abajo, logrando que su verga entrara y saliera de mi concha. Yo lo abracé con fuerza y entre besos y gemidos, empezamos a coger.
Al principio fuimos despacio, de manera más bien sensual, controlando cada uno de los movimientos a la perfección. Su boca iba de mis labios hasta mi cuello y seguía bajando hasta mis pechos para lamer mis tetas como podía. Yo tiraba la cabeza hacia atrás, gemía y le pedía más, que me la metiera bien a fondo. Poco a poco mi novio empezó a acelerar sus movimientos y fue dejando de lado la sensualidad y empezó a cogerme con ganas. Notaba como se iba poniendo feroz y dominante, mientras que yo iba arañándole la espalda y rogándole porque no se detuviera.
- ¡Dale mi amor! ¡Llename con tu pija!- Le dije al oído y eso fue el puntapié que dio inicio a la locura.
Cristian se elevó un poco por encima de mi cuerpo y me empezó a coger a toda velocidad. Su cintura se movía aceleradamente hacia arriba y hacia abajo haciendo que su pija entrara y saliera de mi concha con todas sus fuerzas. Me encantaba como se sentía, como mi cuerpo se habría hacia el suyo. Yo lo seguía abrazando, acariciando con ganas y mirando desde abajo con la boca entreabierta que desprendía gemidos. Él me miraba silencioso, dándome bien duro y haciéndome gozar de placer.
Siguió elevando su cuerpo hasta quedar casi perpendicular al mío y llevó mis piernas a sus hombros, logrando una penetración mucho más profunda y satisfactoria para los dos. Sus movimientos no se detuvieron y siguió cogiéndome con ganas al mismo tiempo que me miraba y revelaba el deseo en sus ojos. Yo no paraba de gemir, haciéndole saber que me encantaba la forma en la que me cogía. Mis manos pasaron de su cuerpo al suyo y las utilicé para acariciar toda mi piel, apretar fuerte mis tetas y ahogar mis gemidos mordiéndome los dedos.
Cambiamos de posición y él volvió a sentarse en el sillón permitiendo que yo me colocara encima suyo. No di rodeos, nada de movimientos sensuales y lentos al principio, fui directo a la pasión. Dejé que mi cuerpo se moviera solo y que mi cintura se bamboleara en todas dirección mientras su pija bailaba adentro mío. Sentía como esta golpeaba contra mi cuerpo y como mis labios la hacían desaparecer por completo cada vez que caí de seco sobre sus piernas. Él me miraba fascinado, me lamía el cuerpo y me apretaba con fuerza la cola acompañando cada uno de mis movimientos.
- ¡Ay mi amor! ¡Cómo me gusta cogerte!- Le dije en un grito que me salió de adentro mío y no pude controlar.
Él empezó a mover sus manos hacia arriba y hacia abajo obligándome a saltar sobre su cuerpo. “¿Querés que salte?” le pregunté de manera provocativa pero él no llegó a responder que yo ya lo estaba haciendo por mi cuenta. Cristian seguía acompañando mis movimientos y utilizaba sus manos para impulsarme hacia arriba, provocando que yo cayera de golpe sobre sus piernas y me clavara bien a fondo su pija. Cada golpe era seguido de un grito de placer bien profundo que salía de mi cuerpo y resonaba en todo el departamento. “¡Ay sí! ¡Ay sí!” gemía yo como loca sintiendo un calor atrapante adentro mío.
De golpe y sin previo aviso, Cristian se aferró con más fuerza a mi cola y se levantó del sillón llevándome consigo. Dio dos pasos hasta la pared y me estampó en ella causándome un grito de sorpresa. Sin soltarme y asegurándose de que quedara bien agarrada contra la pared, empezó a mover mi cuerpo nuevamente hacia arriba y hacia abajo, cogiéndome con ganas. Yo crucé mis brazos por detrás de su cabeza y dejé que él siguiera con su motivación, la cual me estaba volviendo loca. Miraba el techo del departamento y gemía desesperada mientras que los labios de mi novio volvían a bajar a mi pecho y rozaban mis tetas que saltaban como locas.
Me apoyó sobre el piso suavemente luego de un rato y automáticamente lo besé. “¡Ay mi amor! ¡Estás encendido fuego!” le dije mordiéndole el labio y deseando que me siguiera cogiendo de esa manera. Antes de que pudiera proponerle algo, él me pidió que me colocara en cuatro sobre el piso de manera y yo lo hice. Cristian se arrodilló atrás mío y tras pegarme un chirlo, me metió su pija bien a fondo y volvió a cogerme con ganas. Movía su cintura a toda velocidad hacia adelante y hacia atrás mientras que se aferraba a mi cuerpo agarrándome de las caderas.
- ¡Ay sí! ¡Ay mi amor! ¡Cogeme bien duro!- Le pedí entre gemidos y él se puso aún más loco.
Su pija salía y entraba en mi conchita casi por completo y eso me encantaba, me hacía arder de placer. Mis rodillas temblaban, mi cintura se agitaba con el golpe de su cuerpo y mi cabeza se movía en todas direcciones. Empecé a temblar en el momento en el que sentí el fuego arder en mi interior y empecé a acabar con gritos de trola complacida. “¡Si, mi amor! ¡Dame bien duro! ¡Sí!” gemía mientras sentía un increíble orgasmo apoderarse de mí y llevarme hasta el cielo. Él supo que estaba haciéndome acabar como nunca y siguió dándome bien duro, para que disfrutara aún más de mi orgasmo y este se prolongara lo máximo posible.
“Date vuelta” me pidió después y yo me acosté boca arriba sobre el piso de nuestro departamento. Él volvió a metérmela y se acomodó bien encima de mí y tras darme un beso apasionado, me siguió cogiendo como loco. Su cintura estaba fuera de control y yo sabía que se venía una descarga inmensa. “¡Dale mi amor! ¡Dame toda la lechita!” le gemí al oído motivándolo y Cristian enloqueció. Me cogió tan duro que volvió a ponerme a gritar de una manera impresionante y estaba convencida que todo el edificio podía escuchar mi voz. Pero a mí no me importaba, la estaba pasando increíble y quería seguir disfrutando, por lo que continué gimiendo de esa manera hasta que sentí a mi novio explotar adentro mío.
Se quedó quieto, con los ojos cerrados y mordiéndose los labios mientras terminaba de descargar toda su leche en mi concha. Luego de eso, nos miramos a los ojos, volvimos a besarnos y extendimos nuestro beso mientras seguíamos disfrutando de nuestros respectivos orgasmos. No podía quejarme. Si ese iba a ser el sexo con Cristian, podía asegurarme de que iba a sentir mucho placer por el resto de mi vida. Era el hombre perfecto, increíble, hermoso, apasionado y me hacía gozar como nunca antes lo habían hecho. Estaba loca por él y lo tenía entre mis brazos y rozando su piel con la mía.
- Te amo Cris.- Le dije y volví a besarlo.
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