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Mi esposa en nuestra cama con su amante

Mi esposa rápidamente se dio cuenta que no le imponía límites a sus aventuras sexuales. Mi único requerimiento era que sea discreta. Bajo esas condiciones, ella, luego de su reencuentro sexual con su primer novio, comenzó a tener diferentes compañeros sexuales. Algunas de sus aventuras me las narraba, otras no. Algunas veces me hacía lamerle el coño y el culo usados, incluso con semen, otras no. Siempre fue un poco complicada y yo siempre acepté todas sus peculiaridades, aunque algunas no las entendía.
En algún momento me mencionó que uno de sus amigos (así llamaba y sigue llamando a sus eventuales amantes) quería tener relaciones en nuestro departamento, en la cama que compartíamos como esposo y esposa. Ella tenía ciertas dudas y me consultó. Pues siendo un edificio grande, con vigilantes, portero y muchos vecinos circulando no sería posible mantener la condición de discreción. Se me ocurrió decirle que ella espere en casa. Que yo me encontraba con su amigo en algún lugar cercano y llegaba con él al departamento. Ella lo dudó y quedó en consultarlo.
A los 15 o más días me dijo que sí. Que tanto ella como él morían de ganas de hacerlo en nuestra cama. Supongo uno de los tantos fetiches y deseos que cada persona va teniendo. Le respondí que perfecto, pero que quería ver sin intervenir. Lo consultó rápidamente y su amigo estaba más feliz que yo. Hacer cornudo a un marido y que él vea la acción era parte de sus fantasías.
El encuentro tenía que ser una mañana, cuando nuestros hijos estuvieran en el colegio. Coordinamos fecha y hora. Me encontré con Mateo, su amante de turno, en una cafetería a unas 10 cuadras de casa. Nos saludamos. Subimos a mi auto y fuimos al departamento. Al verme los vigilantes y el portero llegar con un amigo, nadie sospechó lo que pasaría en el departamento.
Al entrar al mismo, mi esposa nos esperaba sólo en tanga y brasiere. La calentura se le notaba en el brillo de sus ojos y en su carita deseosa. Me besó con ternura y luego lo besó con pasión. Le cogió la mano y lo llevó a la habitación. Yo los seguí.
Estando los tres en la habitación, ella empezó a desnudarlo. Le saco zapatos y medias primero. Lo acostó y empezó a lamerle los pies. Ella llevaba la absoluta iniciativa, él sólo se dejaba hacer. Nunca pregunté si así lo habían planeado o si se solo se dio así. Verle lamerle los pies me excito imprevistamente. Verla así sumisa, entregada a otro hombre fue delicioso. Luego le sacó la camisa y comenzó a lamerle y besar su pecho y su vientre. El levantó sus brazos para ponerlos entrecruzados bajo su cabeza, ella aprovechó y empezó a lamerle las axilas. Eso fue más de lo que podía soportar ver sin empezar a masturbarme, me desabroché el pantalón y saqué mi verga mientras veía a mi mujer siendo puta con otro.
Finalmente le sacó el pantalón y el bóxer, dejándome ver su verga ya erecta. Notablemente más grande que la mía y muy oscura, casi de negro, aunque Mateo era un hombre cobrizo, mestizo, pero no negro. Mi esposa la cogió con ambas manos y antes de metérsela a la boca me la mostró y me dijo “amor, mira lo grande que es”. Comenzó a chuparla sin más dilaciones. Se la introdujo toda de golpe. Pensé tendría arcadas, pero nada, era una experta mamando vergas grandes. La chupaba toda, la sacaba, la lamía, le lamia los testículos, recorría su entre pierna con su lengua y sus besos y finalmente le ordenó que se diera la vuelta.
En ese momento no sabía que pasaba o que pasaría. Pero muy rápidamente vi a mi esposa separar las nalgas de su amante y empezar a lamerle el culo. Algo que había visto en alguna película porno, pero que jamás se me había ocurrido que ella me lo haga o que ella se lo haga a otro. Le lamía el culo con pasión y Mateo empezó a gemir brutalmente. Le volvió a ordenar darse vuelta y su verga parecía incluso más grande.
A pesar de que el acuerdo era que yo no participe. Mi esposa se colocó en cuatro patas al borde de la cama, me ordenó también, “Alonso, ensalívame el culo”. Obedecí. Con mi lengua la unte completamente por unos segundos y luego, con un sutil movimiento de su mano me ordenó que me alejara. En esos instantes Mateo se había puesto de pie y con ella al borde de la cama, se la introdujo completamente en el culo. Sin ningún intento de pasar por su vagina previamente.
Fueron pocos minutos de ella gimiendo como puta y él diciéndole que era puta, por momentos diciéndome ambos o uno u otro, “mira cornudo” pronto sentí que él y ella se venían juntos. Instantes antes de venirse, Mateo la sacó y le echo todo el semen en la espalda. Una brutalidad de semen, un volumen impresionante.
Mi esposa se acostó boca abajo. Él junto a ella. Me dijo “Alonso, me tienes que limpiar”. Me paré como yendo al baño para traer paños húmedos para limpiarla y ella me detuvo y me dijo “con la lengua cornudo”. La obedecí, con limpié todo el semen que Mateo le había dejado. Me lo tomé también.
Habían pasado no más de 30 minutos desde que llegamos a casa. Nos quedaban aún más de dos horas para ser el cornudo consentidor.

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