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Por el ano no es incesto

Mi nombre es Marcela y después de divorciarme quedé sola con mi hijo, nos llevamos muy bien, él estudia todo el día para la universidad y yo trabajo como diseñadora gráfica en una empresa de comunicaciones, tengo a veinte empleados a mi cargo, un trabajo muy estresante, un lugar creativo que combina arte y negocios, en un ambiente de egos muy elevados.
Mi cable a tierra lo tengo dos horas antes de ir a trabajar, salgo a correr unos kilómetros cerca de casa, regreso a casa, me ducho, me cambio y voy a trabajar, tal vez lo vean como una rutina muy habitual en muchas personas, pero se lo cuento para enmarcar mi historia.
En un día muy caluroso salgo a correr como siempre a eso de las 7:30 para volver dos horas más tardes, ese día tendría que entrar un rato antes a la oficina, así que me apuro en ducharme y cambiarme. Tiro la ropa empapada en sudor en un cesto, aunque casi siempre la llevo a la lavadora y la dejo funcionando mientras estoy trabajando así no lo tengo que hacer cuando regreso de la oficina.
Para correr llevo calzas y remera de algodón, tengo varias, muchas veces, si el día no es muy caluroso, la uso dos días seguido. De ropa interior llevo para correr una tanga, que uso para dormir, siempre es parte de un conjunto de lencería con el que voy a trabajar el día anterior, me gusta ir bien vestida y eso también incluye la ropa interior, de encaje bordado y con transparencias, muy sexi, aunque sea sólo para mi deleite en el espejo, forma parte de mis fantasías más íntimas. Aunque el corpiño que uso para correr es uno deportivo, cruzado en la espalda para que no se bamboleen mis tetas mientras corro, es por comodidad más que por gusto.
Volviendo a ese día, ya cambiada salgo apurada a la reunión, mi hijo a esa hora todavía duerme, se levanta más tarde para clases virtuales, así que hasta que no regreso del trabajo no lo veo. Subo al auto y cuando hago unos kilómetros me doy cuenta que me olvide la laptop con la presentación en mi habitación, no me queda que volver rápido a casa a buscarla.
Llego a casa, me descalzo para no hacer ruido, no quería despertar a mi hijo, ya que con los tacos altos hago mucho ruido cuando camino por los pisos de madera, voy a mi habitación que queda al lado de la habitación de mi hijo. Veo la puerta de la habitación de mi hijo abierta y escucho unos gemidos, me asomo y lo veo todo desnudo, parado mirando el monitor de su PC, con auriculares y con la tanga roja, que deje para lavar en el cesto del baño, en la cara, una parte la tenía adentro de su boca, parecía que la quería comer.
No era lo único que podía ver, se estaba pajeando con la mano derecha, nunca imaginé que mi hijo tendría semejante pene, sobresalía como diez centímetros de su mano, erecto largo grueso, brilloso, con una cabeza monstruosa. Me retiro un poco entre la sombra del pasillo y lo sigo mirando, no se daba cuenta que lo espío. Siento un calor que recorre todo el cuerpo, estaba excitada, no podía evitar meter los dedos en mi vagina por entre mi ropa interior, me mojo casi al instante, él me estaba oliendo, me estaba saboreando, era como si me estuviese chupando. Siento un pequeño temblor en mis piernas, tuve un orgasmo, lo que hizo recuperar mi cordura por un instante.
Tomo consciencia que tenía que acabar con esa situación para poder volver al trabajo, decido volver despacio a la entrada de casa y hacer ruido para que se dé cuenta que llegué. No quería avergonzarlo, al contrario, me gustaba lo que estaba haciendo. Vuelvo a subir, esta vez sin sacarme los zapatos y paso por delante de su habitación, miro y estaba acostado, hacia como que dormía, voy a mi habitación tomo la laptop y salgo camino al trabajo como si nada hubiese pasado.
Ya en el automóvil me miro en el espejo retrovisor, tenía la cara roja y brillosa. Estaba agitada, excitada, me paso un pañuelo descartable, me peino un poco y salgo rápido para el trabajo.
Desde ese momento no me podía sacar la imagen del pene en la mano de mi hijo, chupando mi ropa interior. Di mi presentación delante de varias personas, pero no podía dejar de sonreír mientras hablaba, lo hacía como un autómata que no sabía que decía, sólo lo decía. Me aplaudieron cuando terminé la presentación y el sonido del aplauso me indicó que había terminado, casi no me doy cuenta que lo había hecho.
Todo el día en la oficina mi cabeza estaba en ese pasillo de mi casa, espiando a mi hijo mientras se masturbaba. No dejaba de tocarme cada vez que quedaba sola en la oficina.
No veía la hora en que volvería a casa, pero todavía no había decidido que hacer, si dejar pasar la situación o aprovecharme de ella, no sé si por la excitación tomé la decisión de decidirme por la segunda opción.
Sabía que, a Sergio, así se llama mi hijo, lo excitaba mi ropa interior, así que tenía que planear algo para ponerla a su alcance. Pensaba y pensaba varias alternativas cuando viajaba en el auto, no estaba convencida de ninguna, pero decido ir de a poco, empezar a excitarlo con un juego de seducción.
Llego a casa y veo a Sergio jugando con su Play en el salón, parecía un zombi, igual que siempre que está jugando. Me arrimo e intento darle un beso, pero me aleja con un empujón, no le gusta el cariño de una mamá, entonces comienzo con lo que había planeado en el auto.
Cuando me aleja me tiro sobre él y empiezo a hacerle cosquillas, empezamos a forcejear como niños sobre el sofá, trata de sacarme de encima, pero sus esfuerzos son en vano, yo insisto con las cosquillas, pero al ser mucho más fuerte me domina con facilidad y me toma de los brazos, ahora él empieza a hacerme cosquillas, los dos sabemos que yo tengo muchas cosquillas.
Todo iba de acuerdo a lo planeado, empiezo a reír mientras me hace coquillas y no puedo parar, me retuerzo sobre el sofá lo que hace que él insista en hacer más cosquillas, yo sabía que aprovechaba para manosearme, pero no sólo ese era el plan.
Marcela: ¡para! ¡para! basta
Sergio: vos empezaste
Marcela: ¡Para! Que voy a hacer pis, jajaja
Sabía que lo que le dije lo haría insistir con más fuerza en las cosquillas, sigue y sigue, hasta que empiezo a hacer pis con mucha fuerza, mientras aprieto mi vejiga.
Marcela: jajaja ¡Me estoy haciendo encima!
Llevaba puesto un vestido beige claro y una camisa blanca. El vestido se empieza a mojar y cambia a un color más oscuro, la orina empieza a chorrear por mis piernas y llega al sofá. Me zafo de sus brazos y me paro a un costado.
Marcela: mira lo que hiciste. Jajaja estoy toda mojada.
Sergio: Fue tu culpa
Marcela: Mira, tengo todas las piernas y la pollera mojada. Me lo tendría que lavar vos.
Sergio: jajaja salí sucia. Otra vez no me hagas cosquillas si no te vas a mojar de nuevo.
Marcela: Bueno, me voy a dar una ducha y después me decís que hago de comer.
Ya había cumplido con el primer paso, había salido a la perfección. Pongo toda la ropa en el cesto del baño y me ducho, no paro de masturbarme mientras el agua fría recorre mi cuerpo. Cada vez estaba más excitada, no lo podía evitar, ya pensaba en que haría mi hijo con esa ropa mojada de pis, la iba a dejar hasta el otro día para que a la mañana hago lo que quiera con ella.
Al otro día seguí la misma rutina, correr e ir a trabajar, ya era viernes y como ya había hecho la presentación en la oficina, estaba más librada de las obligaciones laborales, así que me iba tomar dos semanas de vacaciones. Se me ocurrió en el viaje al trabajo, sería una buena forma de estar más cerca de mi hijo.
Mientras estoy en la oficina, encargo a un local de deportes una bicicleta de carrera, me la llevarían mañana a casa, tenía una idea. Cuando llego a casa se lo cuento a mi hijo.
Marcela: Voy a pasar estas dos semanas de vacaciones, compré una bicicleta que me traen mañana y quiero que me acompañes con la tuya a la mañana, estoy cansada de correr sola.
Sergio: pero si me decías que no te gustaba andar en bicicleta, que era peligroso y no sé qué cosas más
Marcela: Bueno, pero uno puede cambiar de idea.
Sergio: ¿Cuál compraste?
Marcela: una de carrera.
Sergio: Pero son muy altas, vos no estas acostumbrada, quien te dijo que compres esa.
Marcela: yo la elegí
Sergio: me hubieses preguntado, es muy alta, casi no tiene amortiguación, muy dura, incómoda
Marcela: ya me voy a acostumbrar, no te hagas problema
Sergio: Después no me digas que no te avise.
Yo sabía que elegir una bicicleta de carrera, casi profesional, era una locura, él tenía razón, pero que mejor que tener que darle la razón después de lo que iba a hacer. El sábado llego la bicicleta, la armamos y di unas vueltas en círculos, no me acostumbraba especialmente a la altura y al asiento incómodo, tampoco era algo tan grave, pero debía exageras delante de Sergio. Cuando termino de dar vueltas desciendo de la bicicleta y me toco el culo delante de Sergio demostrando dolor, él enseguida me increpa.
Sergio: Que te dije, ahora no te quejes.
Marcela: no es nada, una pequeña molestia, mañana voy a hacer unos kilómetros, aunque no me acompañes.
A la mañana del domingo salgo temprano con la bicicleta, sabía que Sergio no me iba a acompañar, igual le aviso que en unas horas volvería. Recorro unos kilómetros y me detengo en un parque, dejo la bicicleta en el pasto y voy detrás de unos arbustos, no había nadie a esa hora, pero me iba a preparar para Sergio y no necesitaba espectadores. Lleve una esponja vegetal, de esas que se usan para el baño, seca raspaba como un abrasivo. Me bajo las calzas y la ropa interior, me inclino y empiezo a frotar la esponja en el culo, la froto con fuerza muchas veces, siento que me raspa el ano, puedo sentir el dolor por la fricción, pero aguanto el dolor casi con el placer de hacer un trabajo realista. Después de raspar me doy cuenta que el culo estaba caliente por la fricción, sentía que se prendía fuego, me vuelvo a vestir y regreso a casa en la bicicleta. Mientras regresaba casi no podías apoyar el culo en el asiento, el calor se convertía en dolor cada vez que tocaba el asiento.
Llego a casa, pero con la bicicleta rodando a mi lado, la empujaba siguiendo un ritmo lento en el caminar para remarcar mi incomodidad. Mi hijo me ve cuando estoy entrando por la puerta.
Sergio: ¿Qué te pasó? ¿Te caíste?
Marcela: No, fue esta bicicleta de porquería.
Sergio: te dije que no era para vos ¿Qué te pasó?
Marcela: parece que me raspé el culo, lo siento caliente y me arde, casi no puedo caminar
No pierdo un segundo más, no quería perder la oportunidad, así que me doy vuelta y me bajo la calza. La tanga que llevaba puesta se perdía en el medio de las nalgas.
Marcela: Mira como tengo
Yo sé que tengo un culo grande y hermoso, aunque parece más grande por mi cintura pequeña. Mi hijo queda en silencio, pero no puede sacar la vista del culo.
Sergio: no veo nada raro.
Marcela: Espera que agacho un poco… ¿ahí?
Me inclino y abro el culo con mis dos manos.
Sergio: está un poco colorado.
Marcela: Espera, a ver si ves mejor
Me bajo la tanga para que haga lo que quiera.
Marcela: ahora ves mejor
No dice nada, se arrodilla a mi espalda y con sus manos separa mis nalgas, no digo nada, solo espero en silencio. De pronto arrima su cara y la hunde en medio del culo, me lo empieza a chupar.
Sergio: Perdón, perdón
Marcela: no pares, no pares
Me empieza a chupar el culo con desesperación, su lengua quería entrar en mí, parecía que no podía respirar, pero seguía chupando. Empiezo a temblar de placer, siento que me iba a venir y me doy vuelta de golpe.
Marcela: Ahora me toca a mí.
Me arrodillo y le bajo los pantalones de un tirón, queda su inmensa pija a la altura de mis ojos, la tomo con las dos manos y me la llevo a la boca. Su pene era gigante, casi no me entraba en la boca, la chupo y puedo sentir con la lengua sus hinchadas venas. No puedo parar de chupar, pero no quería que acabará en mi boca.
Marcela: quiero que me la metas.
Sergio: Si, date vuelta.
Marcela: Pero, por el ano, que no es incesto.
Sergio: te va a doler
Marcela: aunque me escuches gritar, no pares
Arrimo su enorme pene a mi ano y empezó a tratar de meterlo haciendo fuerza, parecía una tarea imposible, pero siguió empujando con más fuerza hasta lograr meter la cabeza, luego fue dolor que se convirtió en placer. Empiezo a gritar con cada embestida, era un grito que no podía controlar, salía de mis entrañas.
Pasan unos minutos, hasta que no aguanta más adentro del culo y acaba con varios chorros de leche, podía sentir cada gota llenarme las tripas. Empieza a retirarlo centímetro a centímetro, sale erecto y duro como cuando lo metió. Me vuelvo a dar vuelta y se lo chupo de nuevo, era una máquina que no bajaba su rendimiento.
Así estuvo más de una hora, me entraban sin ningún esfuerzo dos o tres dedos en el ano, casi sin darme cuenta, me lo había dilatado como nunca antes. Desde ese momento no paramos de coger todos los días, aunque ya no solo lo hacemos por el ano, aunque, casi es su lugar predilecto y también el mío. Sé que algún día se pondrá de novio y hasta formará pareja, pero nos prometimos que su pija siempre estará unida a mí, siempre que necesitemos de los placeres del sexo.

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