Quiero que sepas sobre el siguiente relato, que no es fantasía ni fruto de mi imaginación, te voy a contar los hechos tal y como yo mismo los atestigüé.
Breve contexto:
Mi tía Mónica es una mujer de unos 50 años de edad, aproximadamente de 1.65 m de altura, con un físico acorde a su edad, pero con un destacable tamaño de tetas y caderas, en especial el culo, tiene el culo enorme, ancho, bien redondeado que resalta hasta con la ropa más floja que encuentre. En fin, es una de esas mujeres religiosas que se esmeran tanto en ser devotas y cuanta cosa, pero vaya pillada la que le he dado.
Ella vive con su esposo, ya anciano y enfermo. También con Agustín, quien no es su hijo, pero como si lo fuera, ya que ella lo cuida desde que era un niño pequeño. Prácticamente lo adoptó con la intención de rescatarlo de una mala vida, y de reflejar ser una buena devota. En fin, los años han pasado y Agustín recién hace unos meses cumplió la mayoría de edad. Es un joven simpático.
En fin. Ya intuirás por donde va la situación.
Mi tía vive al lado de mi casa, puedo ver su techo de lámina desde mi terraza, hace semanas repararon su techo y por cuestiones económicas, reemplazaron una de las láminas de metal por una plástica transparente (que es más barata). Por las noches puede observarse el lavadero dentro de su casa sin ningún problema, y fue esto mismo lo que me permitió ser testigo de lo siguiente.
Fin del contexto.
Ahora si viene el ahuevo chismecito.
Hace dos noches alrededor de la 1:00 am, salí a fumarme unos cigarrillos a la terraza, me asomé al balcón y vi la luz encendida en casa de mi tía.
Mi tía Mónica se encontraba lavando ropa en el lavadero, tallando a mano (los que sabrán de pobreza tercermundista entenderán de que hablo) tenía un bote lleno de ropa, su enorme culo temblaba con cada sacudida que daba al restregar la ropa.
Ella llevaba puesto un baby-doll muy delgado, casi transparente, la amarillenta luz del bombillo hacia transparentar unas bragas negras, delgadas, entrometiéndose entre sus enormes nalgas cada vez que se reclinaba por una nueva prenda.
Vaya culo tía Mónica, pensé.
-Agustín, ¡tráeme tu ropa de una vez, que quiero terminar de lavar todo esta noche! – dijo tía Mónica.
-Voy – dijo Agustín, llevando con él unas cuantas prendas más.
-¿Estas son todas?, ¿seguro no tienes más ropa sucia? Porque si llego a ver que dejaste ropa apestosa de nuevo en tu habitación ¡juro que te pongo a lavarlas a ti mismo!
-Sí, estoy seguro, esa es toda.
-¿Y esa camisa? Mira nada más, ¿en dónde te revuelcas jovencito?, quítatela, voy a lavarla de una vez. – dijo imperativamente
Agustín obedeció.
-Quítate esos pantalones, que también están sucios
-¿Qué? Pero ¿con que voy a dormir esta noche? – replicó el chico, un poco apenado e incómodo.
Ya es mayor, y mi tía parece no darse cuenta que él ya no es el niño de antes, ni lo incómodo que resulta que te traten de manera infantil cuando ya eres casi un adulto.
El pobre Agustín, algo nervioso y apenado trataba de negarse a obedecer la orden, evadiendo y excusándose. ¿Por qué se rehúsa tanto?, me pregunté, al fin y al cabo solo son unos pantalones.
Luego de un rato de discusión, sin otra alternativa, terminó obedeciendo.
Se desabrochó los pantalones y se los bajó por completo. Jajaja
El maldito chamaco no llevaba ropa interior, al parecer había ensuciado toda su ropa y no tenía más para ponerse.
Una verga lampiña, aunque de un considerable tamaño, quedó descubierta ante la mirada atónita de tía Mónica.
Estuve a punto de estallar en carcajadas, ¡toma eso tía Mónica!, eso te mereces por necia jaja.
Esperaba que ella se exaltara, que gritara indignada, o que saliera corriendo avergonzada. Para sorpresa mía, se quedó en silencio un par de segundos, viendo la herramienta de aquel muchacho.
Le tomó varios segundos reaccionar, se agachó para recoger el pantalón sin quitar la vista de esa verga, la miraba confusa, como indignada y nerviosa, como deseándola por dentro, pero tratando de negarse a sus instintos.
Agustín, de manera respetuosa intentó cubrirse y procedió a retirarse rápidamente. Ella arrojó los pantalones al lavadero y se quedó congelada, con la mirada perdida en la nada, quien sabe cuántos pensamientos le cruzaron la cabeza en ese instante. Parecía indecisa, pensativa, su respiración se agitaba un poco. Estuvo unos minutos de esa manera.
Imagino que lidió una lucha interna entre sus deseos y su conciencia. Y terminó entregándose a sus más carnales deseos, porque tras esos breves minutos exclamó:
-¡Agustín!, ven para acá.
El chico se asomó de nuevo, esta vez con una toalla envuelta en la cintura para cubrirse.
-Si, diga doña Mónica.
-Emmm… – pareció pensar unos segundos – dame esa toalla Agustín, también voy a lavarla.
Agustín se la quita, se la da y justo cuando se da la vuelva para retirarse
-¡Agustín!, ven acá.
El muchacho se queda atónito y confundido. Tía Mónica se acerca, su mano temblorosa de nervios se acerca a acariciar el abdomen de Agustín y lentamente baja hasta su verga.
Acarició su verga y sus huevos con ambas manos, hubieran visto su cara, ella estaba tan nerviosa, miraba para todas partes asegurándose de estar a solas con Agustín.
-Doña Mónica… pero… espere… -decía Agustín poniendo leve resistencia, confundido y sorprendido a la vez.
Tía Mónica terminó lanzándose sobre la boca de Agustín, lo besó apasionada y ardientemente.
Agustín terminó cediendo al deseo y terminó correspondiendo aquella lujuria, empalmándose con una erección enorme. El chico está bien dotado, y eso lo reconozco.
La tía Mónica terminó arrodillándose frente esa verga y comenzó a devorarla como un animal. La lamía desde el tronco hasta la punta, lengüeteaba ese glande como un caramelo, ocasionalmente bajaba hasta los huevos y los succionaba mientras masturbaba ese trozo de verga que crecía cada vez entre sus manos.
Ella estrujaba la verga del tronco haciendo que el glande se inflamara tanto que brillaba enrojecido, una buena cantidad de venas resalaban de ese enorme tronco, la tía trataba de engullirla vorazmente, pero era demasiado enorme, solo lograba tragar la mitad para luego atragantarse.
Gran cantidad de saliva espesa estilaban sobre esa verga hasta los huevos. El culo de la tía Mónica se contraía de manera espasmódica por la excitación.
Luego de unos minutos se puso de pie, se desvistió quedando completamente desnuda, ese culo era tremendamente enorme, sorprendentemente perfecto, piel blanca y aterciopelada, parecía el culo de una jovencita. Sus tetas inflamadas de excitación se posaban sobre el frio lavadero cuando ella se inclinaba dejando expuesto aquel enorme culo, a merced de la verga de Agustín.
El chamaco no titubeo, se inclinó abriendo esas nalgas con sus manos y sumergiendo su cara para lamer de los jugos de la vulva de Mónica.
-Ah!, Ah!, así! Así! Que rico, Ah! – gemía la puta de mi tía
El chico continuaba su labor, introduciendo sus dedos para masturbar aquella vagina hambrienta. Luego se levantó, hizo inclinar más a mi tía Mónica. Y la embistió con su verga desde atrás.
-AH! AH! Ah! Agustín, suave, despacio – gemía la desgraciada
La verga de aquel muchacho parecía no ser acorde a su edad, no exagero, y lo reconozco por respeto y admiración, ese chico tiene una verga monumental. Las nalgas de mi tía se estrellaban escandalosamente en la pelvis de aquel chico. La perforaba una y otra vez con rapidez y vehemencia, con fuerza y vigor.
Las piernas de mi tía Mónica temblaban de exquisito placer, gotas de fluidos comenzaban a caer mojando el suelo debajo de ellos. Ella estaba desquiciada, fuera de esta realidad, solo gemía y gemía mientras trataba de mantenerse en pie, se sujetaba como podía del lavadero mientras sus piernas se tambaleaban y contraían sin control alguno.
Agustín tomó una de sus piernas indicándole que la subiera al lavadero, y así lo hizo, con una pierna en el suelo y la otra sobre el lavadero, dejó aún más al descubierto la vulva de mi tía, y continuó penetrándola con fuerza hasta que ella gimió en un intenso orgasmo.
Su torso se desplomó sobre el lavadero, llenándose las tetas de espumoso jabón, quedó ahí inclinada tendida como un animal agotado. Mientras el muchacho se escupía el glande y lo restregaba entre sus enormes nalgas.
Tras unos minutos de recuperar el aliento, tía Mónica se incorporó. Tiró la toalla sobre el piso y guio a Agustín a ella. Lo recostó boca arriba, esa verga se elevaba como un grueso mástil, era realmente grueso, podía ver cómo las manos de tía Mónica apenas lograban abarcar todo su perímetro, (y es que he de decir que ella es de manos grandes).
Tía Mónica respiraba de manera agitada y agotada, pero aun no saciaba su lujuria.
Chupó y masturbó aquella verga por unos minutos más, para luego montarla como toda una jinete. Primero se paró y se agachó como un luchador de Sumo, clavándose el enorme glande dentro de ella, bajó tanto que se metió todo ese trozo hasta el fondo lentamente.
Sus gemidos eran incesantes e inevitables, el muchacho comenzó a taladrarla hacia arriba como una máquina, los pechos de mi tía brincaban excitantemente mientras su culo chapoteaba con los huevos y el cuerpo de Agustín.
Religiosa pero se movía como un animal, el movimiento de su culo era digno del más sucio perreo que jamás haya visto, incluso mejor que cualquier chamaca. Montaba esa verga con majestuosos movimientos de twerking.
Luego de largo rato, ambos terminaron estallando en intenso orgasmo, Agustín llenó la vagina de mi tía hasta rebosar de su blanca y viscosa esperma. Tía Mónica estalló en un chorro de flujo trasparente que derramó en el abdomen del muchacho mientras ambos caían abatidos en el suelo.
La muy perra bajó hasta la verga de Agustín y comenzó a relamer y tragarse todo el semen y flujo que había caído, era un asquerosa perra, no la reconocía.
Cuando hubo terminado, se levantó, le dijo a Agustín que vistiera y que fuera a dormirse.
Ella se quedó allí, recuperando el aliento y la fuerza en sus piernas para caminar de nuevo. Extrañamente no se vistió. Continuó desnuda, levantando la ropa tirada y poniendo las cosas en su lugar, era excitante ver su tetas al aire libre, y su culo tambaleante escurriendo restos de semen por su entre pierna, mientras ella iba y venía, completamente desnuda como toda una perra.
Finalmente, así, desnuda, apagó las luces, y entró a su casa.
Desconozco lo que haya pasado esa noche, luego, dentro de esa casa.
Lo que sí sé, es que pude tomar unas buenas escenas con mi celular, mismas que me servirán para alguna travesura que tengo en mente. La cual claro, les contaré si logro hacerlo.
Espero que les haya gustado. Bye.
Breve contexto:
Mi tía Mónica es una mujer de unos 50 años de edad, aproximadamente de 1.65 m de altura, con un físico acorde a su edad, pero con un destacable tamaño de tetas y caderas, en especial el culo, tiene el culo enorme, ancho, bien redondeado que resalta hasta con la ropa más floja que encuentre. En fin, es una de esas mujeres religiosas que se esmeran tanto en ser devotas y cuanta cosa, pero vaya pillada la que le he dado.
Ella vive con su esposo, ya anciano y enfermo. También con Agustín, quien no es su hijo, pero como si lo fuera, ya que ella lo cuida desde que era un niño pequeño. Prácticamente lo adoptó con la intención de rescatarlo de una mala vida, y de reflejar ser una buena devota. En fin, los años han pasado y Agustín recién hace unos meses cumplió la mayoría de edad. Es un joven simpático.
En fin. Ya intuirás por donde va la situación.
Mi tía vive al lado de mi casa, puedo ver su techo de lámina desde mi terraza, hace semanas repararon su techo y por cuestiones económicas, reemplazaron una de las láminas de metal por una plástica transparente (que es más barata). Por las noches puede observarse el lavadero dentro de su casa sin ningún problema, y fue esto mismo lo que me permitió ser testigo de lo siguiente.
Fin del contexto.
Ahora si viene el ahuevo chismecito.
Hace dos noches alrededor de la 1:00 am, salí a fumarme unos cigarrillos a la terraza, me asomé al balcón y vi la luz encendida en casa de mi tía.
Mi tía Mónica se encontraba lavando ropa en el lavadero, tallando a mano (los que sabrán de pobreza tercermundista entenderán de que hablo) tenía un bote lleno de ropa, su enorme culo temblaba con cada sacudida que daba al restregar la ropa.
Ella llevaba puesto un baby-doll muy delgado, casi transparente, la amarillenta luz del bombillo hacia transparentar unas bragas negras, delgadas, entrometiéndose entre sus enormes nalgas cada vez que se reclinaba por una nueva prenda.
Vaya culo tía Mónica, pensé.
-Agustín, ¡tráeme tu ropa de una vez, que quiero terminar de lavar todo esta noche! – dijo tía Mónica.
-Voy – dijo Agustín, llevando con él unas cuantas prendas más.
-¿Estas son todas?, ¿seguro no tienes más ropa sucia? Porque si llego a ver que dejaste ropa apestosa de nuevo en tu habitación ¡juro que te pongo a lavarlas a ti mismo!
-Sí, estoy seguro, esa es toda.
-¿Y esa camisa? Mira nada más, ¿en dónde te revuelcas jovencito?, quítatela, voy a lavarla de una vez. – dijo imperativamente
Agustín obedeció.
-Quítate esos pantalones, que también están sucios
-¿Qué? Pero ¿con que voy a dormir esta noche? – replicó el chico, un poco apenado e incómodo.
Ya es mayor, y mi tía parece no darse cuenta que él ya no es el niño de antes, ni lo incómodo que resulta que te traten de manera infantil cuando ya eres casi un adulto.
El pobre Agustín, algo nervioso y apenado trataba de negarse a obedecer la orden, evadiendo y excusándose. ¿Por qué se rehúsa tanto?, me pregunté, al fin y al cabo solo son unos pantalones.
Luego de un rato de discusión, sin otra alternativa, terminó obedeciendo.
Se desabrochó los pantalones y se los bajó por completo. Jajaja
El maldito chamaco no llevaba ropa interior, al parecer había ensuciado toda su ropa y no tenía más para ponerse.
Una verga lampiña, aunque de un considerable tamaño, quedó descubierta ante la mirada atónita de tía Mónica.
Estuve a punto de estallar en carcajadas, ¡toma eso tía Mónica!, eso te mereces por necia jaja.
Esperaba que ella se exaltara, que gritara indignada, o que saliera corriendo avergonzada. Para sorpresa mía, se quedó en silencio un par de segundos, viendo la herramienta de aquel muchacho.
Le tomó varios segundos reaccionar, se agachó para recoger el pantalón sin quitar la vista de esa verga, la miraba confusa, como indignada y nerviosa, como deseándola por dentro, pero tratando de negarse a sus instintos.
Agustín, de manera respetuosa intentó cubrirse y procedió a retirarse rápidamente. Ella arrojó los pantalones al lavadero y se quedó congelada, con la mirada perdida en la nada, quien sabe cuántos pensamientos le cruzaron la cabeza en ese instante. Parecía indecisa, pensativa, su respiración se agitaba un poco. Estuvo unos minutos de esa manera.
Imagino que lidió una lucha interna entre sus deseos y su conciencia. Y terminó entregándose a sus más carnales deseos, porque tras esos breves minutos exclamó:
-¡Agustín!, ven para acá.
El chico se asomó de nuevo, esta vez con una toalla envuelta en la cintura para cubrirse.
-Si, diga doña Mónica.
-Emmm… – pareció pensar unos segundos – dame esa toalla Agustín, también voy a lavarla.
Agustín se la quita, se la da y justo cuando se da la vuelva para retirarse
-¡Agustín!, ven acá.
El muchacho se queda atónito y confundido. Tía Mónica se acerca, su mano temblorosa de nervios se acerca a acariciar el abdomen de Agustín y lentamente baja hasta su verga.
Acarició su verga y sus huevos con ambas manos, hubieran visto su cara, ella estaba tan nerviosa, miraba para todas partes asegurándose de estar a solas con Agustín.
-Doña Mónica… pero… espere… -decía Agustín poniendo leve resistencia, confundido y sorprendido a la vez.
Tía Mónica terminó lanzándose sobre la boca de Agustín, lo besó apasionada y ardientemente.
Agustín terminó cediendo al deseo y terminó correspondiendo aquella lujuria, empalmándose con una erección enorme. El chico está bien dotado, y eso lo reconozco.
La tía Mónica terminó arrodillándose frente esa verga y comenzó a devorarla como un animal. La lamía desde el tronco hasta la punta, lengüeteaba ese glande como un caramelo, ocasionalmente bajaba hasta los huevos y los succionaba mientras masturbaba ese trozo de verga que crecía cada vez entre sus manos.
Ella estrujaba la verga del tronco haciendo que el glande se inflamara tanto que brillaba enrojecido, una buena cantidad de venas resalaban de ese enorme tronco, la tía trataba de engullirla vorazmente, pero era demasiado enorme, solo lograba tragar la mitad para luego atragantarse.
Gran cantidad de saliva espesa estilaban sobre esa verga hasta los huevos. El culo de la tía Mónica se contraía de manera espasmódica por la excitación.
Luego de unos minutos se puso de pie, se desvistió quedando completamente desnuda, ese culo era tremendamente enorme, sorprendentemente perfecto, piel blanca y aterciopelada, parecía el culo de una jovencita. Sus tetas inflamadas de excitación se posaban sobre el frio lavadero cuando ella se inclinaba dejando expuesto aquel enorme culo, a merced de la verga de Agustín.
El chamaco no titubeo, se inclinó abriendo esas nalgas con sus manos y sumergiendo su cara para lamer de los jugos de la vulva de Mónica.
-Ah!, Ah!, así! Así! Que rico, Ah! – gemía la puta de mi tía
El chico continuaba su labor, introduciendo sus dedos para masturbar aquella vagina hambrienta. Luego se levantó, hizo inclinar más a mi tía Mónica. Y la embistió con su verga desde atrás.
-AH! AH! Ah! Agustín, suave, despacio – gemía la desgraciada
La verga de aquel muchacho parecía no ser acorde a su edad, no exagero, y lo reconozco por respeto y admiración, ese chico tiene una verga monumental. Las nalgas de mi tía se estrellaban escandalosamente en la pelvis de aquel chico. La perforaba una y otra vez con rapidez y vehemencia, con fuerza y vigor.
Las piernas de mi tía Mónica temblaban de exquisito placer, gotas de fluidos comenzaban a caer mojando el suelo debajo de ellos. Ella estaba desquiciada, fuera de esta realidad, solo gemía y gemía mientras trataba de mantenerse en pie, se sujetaba como podía del lavadero mientras sus piernas se tambaleaban y contraían sin control alguno.
Agustín tomó una de sus piernas indicándole que la subiera al lavadero, y así lo hizo, con una pierna en el suelo y la otra sobre el lavadero, dejó aún más al descubierto la vulva de mi tía, y continuó penetrándola con fuerza hasta que ella gimió en un intenso orgasmo.
Su torso se desplomó sobre el lavadero, llenándose las tetas de espumoso jabón, quedó ahí inclinada tendida como un animal agotado. Mientras el muchacho se escupía el glande y lo restregaba entre sus enormes nalgas.
Tras unos minutos de recuperar el aliento, tía Mónica se incorporó. Tiró la toalla sobre el piso y guio a Agustín a ella. Lo recostó boca arriba, esa verga se elevaba como un grueso mástil, era realmente grueso, podía ver cómo las manos de tía Mónica apenas lograban abarcar todo su perímetro, (y es que he de decir que ella es de manos grandes).
Tía Mónica respiraba de manera agitada y agotada, pero aun no saciaba su lujuria.
Chupó y masturbó aquella verga por unos minutos más, para luego montarla como toda una jinete. Primero se paró y se agachó como un luchador de Sumo, clavándose el enorme glande dentro de ella, bajó tanto que se metió todo ese trozo hasta el fondo lentamente.
Sus gemidos eran incesantes e inevitables, el muchacho comenzó a taladrarla hacia arriba como una máquina, los pechos de mi tía brincaban excitantemente mientras su culo chapoteaba con los huevos y el cuerpo de Agustín.
Religiosa pero se movía como un animal, el movimiento de su culo era digno del más sucio perreo que jamás haya visto, incluso mejor que cualquier chamaca. Montaba esa verga con majestuosos movimientos de twerking.
Luego de largo rato, ambos terminaron estallando en intenso orgasmo, Agustín llenó la vagina de mi tía hasta rebosar de su blanca y viscosa esperma. Tía Mónica estalló en un chorro de flujo trasparente que derramó en el abdomen del muchacho mientras ambos caían abatidos en el suelo.
La muy perra bajó hasta la verga de Agustín y comenzó a relamer y tragarse todo el semen y flujo que había caído, era un asquerosa perra, no la reconocía.
Cuando hubo terminado, se levantó, le dijo a Agustín que vistiera y que fuera a dormirse.
Ella se quedó allí, recuperando el aliento y la fuerza en sus piernas para caminar de nuevo. Extrañamente no se vistió. Continuó desnuda, levantando la ropa tirada y poniendo las cosas en su lugar, era excitante ver su tetas al aire libre, y su culo tambaleante escurriendo restos de semen por su entre pierna, mientras ella iba y venía, completamente desnuda como toda una perra.
Finalmente, así, desnuda, apagó las luces, y entró a su casa.
Desconozco lo que haya pasado esa noche, luego, dentro de esa casa.
Lo que sí sé, es que pude tomar unas buenas escenas con mi celular, mismas que me servirán para alguna travesura que tengo en mente. La cual claro, les contaré si logro hacerlo.
Espero que les haya gustado. Bye.
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