Martina (Martu), en el trascurso del descanso, al término de un turno de “telo” con sexo a “todo trapo” reflexionó en voz alta:
-Verdaderamente, no hay nada más gratificante que el monstruo que tienen ustedes entre las piernas, colgante-
Me reí de la ocurrencia y, en réplica le dije:
-Si la cosa viene en verso: nada cautiva más los sentidos, que la caverna que ustedes tienen en el entrepierna-
Nos reimos, nos besamos una vez más y acordamos volver a juntarnos en el mismo lugar.
Ahora soy profesional independiente pero, en ese tiempo de sub-treintañero, trabajaba en una gran empresa. Por la enfermedad de un supervisor de la sucursal Rosario, me encomendaron reemplazarlo, momentáneamente. La suplencia se estiró cerca de 3 meses.
Una mañana, estando yo en la oficina del gerente se presentó, citada por él, una señora que atrajo mi atención.
Él aprovechó para presentarnos:” La Dra. Martina A. …… ” Tenía 46 años (después supe que era viuda desde unos dos años, con dos hijas y tres nietos) muy bien arreglada, más o menos 1.70 de altura, rubia con rizos de un oscuro natural, mirada atrayente, sonrisa ingenua y físico cuidado.
Por un instante, mientras conversábamos los tres, quedó de espalda. Me abstraje al mirarle el culo enfundado en pantalones negros de fibra sintética, que sin llegar a superlativo, me pareció un “culazo” de hembra madura ideal para satisfacer ese complejo de Edipo innato que muchos machitos, arrastramos más allá de la niñez.
A la tarde me reencontré con ella, ya que el jefe, nos había pedido, a los dos, recibir y atender un par de clientes no conformes.
Hubo un bache de tiempo pronunciado, entre el fin de la entrevista con el primer cliente, que resultó muy breve, y el comienzo de la con el otro, que llegó retrasado.
Quedamos solos en la sala de reuniones intercambiando referencias sobre nuestras vidas.
Entre otras me enteré que su esposo sobrevivió más de un año a una grave enfermedad hasta que falleció, algo más de dos años antes de ese día. Y lo duro de sobrellevar que fue la pérdida, para ella. Sentí pena y se lo expresé.
En paralelo, me vino a la mente el “culazo”, las ganas de poseerlo y que, la supuesta forzada abstinencia sexual, de ella, jugaba a favor.
A partir de la siguiente oportunidad de hablarle a solas, comencé la operación desembarco., con prudencia, poco a poco, por lo delicado del asunto.
Lista y sagaz, no tardó en percatarse.
Durante unos veinte días la “obra” pasó por distintas fases:
*simuló no darse cuenta de mi propósito
*se dio por enterada y alegó reparos éticos y religiosos
*echó mano a la edad: “..ya estoy retirada..”, “… soy muy grande para vos…”, “… búscate una de tu edad…”.
Pero en el mientras tanto iba cambiado de actitud. Su sonrisa evolucionó de ingenua, a sorprendida, de censura a cómplice, de “yegua complacida" a “hembra puerca” y su mirada ya no ocultaba una antigua y reprimida gana de verga, cuando aceptó tener una cita conmigo.
Ella se presentó visiblemente eufórica, maquillada con esmero y ropa que resaltaba sus buenas tetas y su gran culo respingón. Distinto fue en otra cita, en su, casa. (Nota 1)
Salimos del bar y nos dirigimos, tomados del brazo, hacia mi coche, con la actitud ya confidencial de dos buenos viejos amigos, con la intención disfrutar un buen rato.
Antes de cerrar la puerta del lado acompañante, con ella sentada y risueña, titubeé un instante… me asaltó la idea loca de bajarme el cierre del pantalón y decirle: “Te presento al Sr. Canelón”. Obvio que lo dejé para más tarde.
Le pregunté si tenía algún motel de preferencia:
-¡Julioo!... Nunca fui a un hotel de esos… Sólo conocí un hombre desnudo… mi marido, pobre-
-¿Los demás entreveros fueron, de noche, a oscuras?- la provoqué, en broma.
-¡No hubo otros!! –
Decidí llevarla al hotel transitorio Ciervo Bl…co cerca de la Avda. de Circunvalación.
Antes de arrancar el motor, nos encolamos en un beso lengua a lengua y unas primeras caricias en las tetas. En las breves paradas en el camino, caricias en la cara y manoseo en piernas y entrepiernas.
En el cuarto, fue un “dejémonos de prolegómenos y vamos al grano”: breve besar, sobar, manosear lascivamente y recíproco, desvestirla y desvestirme, acostarla en la cama y, teniéndole las piernas abiertas, la empomé y comencé a bombear con fuerza y rápido. Se mojó de modo inverosímil y tuvo orgasmo tempranero, con abundancia frases trucas, gemidos y grititos. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba una verga dura en la concha.
Como no me había calzado un preservativo, seguí con el entra y sale hasta percibir próxima mi acabada. Salí, por las dudas, de adentro de ella y arrodillado en el colchón, le eyaculé en la cara y en el cabello.
Su réplica fue sorprendente por lo insólita y ocurrente: recorrió con una mano su cara y cabello, engrudados y soltó:
-¡Eso estuvo demás, ya fui bautizada!!!-
Reímos de buena gana.
El segundo polvo, se prolongó en el tiempo y se acrecentó en intensidad y en el goce, de ambos. Sus orgasmos intermedios y el del epílogo, fueron vociferados, ruidosos.
Pero yo quería más... sin darle descanso, le pedí que se dé vuelta boca abajo, obedeció, parecía como en trance por los, recientes, orgasmos múltiples.
Me dediqué a lamerle el ojete, mojado por los jugos vaginales. Cuando le metí un dedo:
-¡ Ahhhh!! .... ¿Qué hacés?-
-Te voy a hacer el culito-
-¡Nooo…. Nunca… me lo hizo mi marido-
-Tranquila, mantené la calma…relájate…. al principio puede que te moleste un poco… después del dolorcito se va a poner gustoso… -
Le acomodé el glande en el agujerito y comencé a empujar. Si bien virgen de ahí, mi verga no tuvo, casi, dificultad para penetrarla. La enculada resultó una gloria. Martu no ahorró voces, gritos o frases truncas, que reflejaban asombro, goce, emoción y alegría.
La culminación(es) fue(ron) un embeleso, para ambos.
Ella, satisfecha y gratamente sorprendida, murmuró que no había imaginado disfrutar tanto, al sentir su culo, tan bien tratado.
Semanas después, a despecho de la diferencia de edades, hubo una segunda cita, maravillosa, estupenda. Una fiesta para los sentidos. En el mismo motel que la primera.
La tercera fue en la casa de una de sus hijas, ausente de la ciudad.
Nota 1: Ella me esperó allí. Cuando llegué la encontré completamente transformada:
*Maquillada tirando a trola
*Jersey corto, ajustado, con mangas cortas y anchas, amplio escote para poner a la vista una amplia porción de su seno de ensueño, con dos pezones duros, que parecían querer perforar el corpiño y ... la tela de la camiseta.
* Una calza leggings con bandas longitudinales laterales transparentes, que dejaban entrever medias autosujetables negras. Parecía una perra en celo por el modo de moverse, exhibiendo una sensualidad que habría envidiado una joven de veinte años.
Semejante provocación espabiló mi primate sexual, metí mano a una de sus nalgas, ella replicó palpando el bulto de mi pantalón.
Faltan palabras para describir lo sucedido a continuación, en esa nuestra última cita.
Con el tiempo, supe que Martina, convivía con una pareja estable.
La abuela no dejó de cog… , volvió a vivir.
-Verdaderamente, no hay nada más gratificante que el monstruo que tienen ustedes entre las piernas, colgante-
Me reí de la ocurrencia y, en réplica le dije:
-Si la cosa viene en verso: nada cautiva más los sentidos, que la caverna que ustedes tienen en el entrepierna-
Nos reimos, nos besamos una vez más y acordamos volver a juntarnos en el mismo lugar.
Ahora soy profesional independiente pero, en ese tiempo de sub-treintañero, trabajaba en una gran empresa. Por la enfermedad de un supervisor de la sucursal Rosario, me encomendaron reemplazarlo, momentáneamente. La suplencia se estiró cerca de 3 meses.
Una mañana, estando yo en la oficina del gerente se presentó, citada por él, una señora que atrajo mi atención.
Él aprovechó para presentarnos:” La Dra. Martina A. …… ” Tenía 46 años (después supe que era viuda desde unos dos años, con dos hijas y tres nietos) muy bien arreglada, más o menos 1.70 de altura, rubia con rizos de un oscuro natural, mirada atrayente, sonrisa ingenua y físico cuidado.
Por un instante, mientras conversábamos los tres, quedó de espalda. Me abstraje al mirarle el culo enfundado en pantalones negros de fibra sintética, que sin llegar a superlativo, me pareció un “culazo” de hembra madura ideal para satisfacer ese complejo de Edipo innato que muchos machitos, arrastramos más allá de la niñez.
A la tarde me reencontré con ella, ya que el jefe, nos había pedido, a los dos, recibir y atender un par de clientes no conformes.
Hubo un bache de tiempo pronunciado, entre el fin de la entrevista con el primer cliente, que resultó muy breve, y el comienzo de la con el otro, que llegó retrasado.
Quedamos solos en la sala de reuniones intercambiando referencias sobre nuestras vidas.
Entre otras me enteré que su esposo sobrevivió más de un año a una grave enfermedad hasta que falleció, algo más de dos años antes de ese día. Y lo duro de sobrellevar que fue la pérdida, para ella. Sentí pena y se lo expresé.
En paralelo, me vino a la mente el “culazo”, las ganas de poseerlo y que, la supuesta forzada abstinencia sexual, de ella, jugaba a favor.
A partir de la siguiente oportunidad de hablarle a solas, comencé la operación desembarco., con prudencia, poco a poco, por lo delicado del asunto.
Lista y sagaz, no tardó en percatarse.
Durante unos veinte días la “obra” pasó por distintas fases:
*simuló no darse cuenta de mi propósito
*se dio por enterada y alegó reparos éticos y religiosos
*echó mano a la edad: “..ya estoy retirada..”, “… soy muy grande para vos…”, “… búscate una de tu edad…”.
Pero en el mientras tanto iba cambiado de actitud. Su sonrisa evolucionó de ingenua, a sorprendida, de censura a cómplice, de “yegua complacida" a “hembra puerca” y su mirada ya no ocultaba una antigua y reprimida gana de verga, cuando aceptó tener una cita conmigo.
Ella se presentó visiblemente eufórica, maquillada con esmero y ropa que resaltaba sus buenas tetas y su gran culo respingón. Distinto fue en otra cita, en su, casa. (Nota 1)
Salimos del bar y nos dirigimos, tomados del brazo, hacia mi coche, con la actitud ya confidencial de dos buenos viejos amigos, con la intención disfrutar un buen rato.
Antes de cerrar la puerta del lado acompañante, con ella sentada y risueña, titubeé un instante… me asaltó la idea loca de bajarme el cierre del pantalón y decirle: “Te presento al Sr. Canelón”. Obvio que lo dejé para más tarde.
Le pregunté si tenía algún motel de preferencia:
-¡Julioo!... Nunca fui a un hotel de esos… Sólo conocí un hombre desnudo… mi marido, pobre-
-¿Los demás entreveros fueron, de noche, a oscuras?- la provoqué, en broma.
-¡No hubo otros!! –
Decidí llevarla al hotel transitorio Ciervo Bl…co cerca de la Avda. de Circunvalación.
Antes de arrancar el motor, nos encolamos en un beso lengua a lengua y unas primeras caricias en las tetas. En las breves paradas en el camino, caricias en la cara y manoseo en piernas y entrepiernas.
En el cuarto, fue un “dejémonos de prolegómenos y vamos al grano”: breve besar, sobar, manosear lascivamente y recíproco, desvestirla y desvestirme, acostarla en la cama y, teniéndole las piernas abiertas, la empomé y comencé a bombear con fuerza y rápido. Se mojó de modo inverosímil y tuvo orgasmo tempranero, con abundancia frases trucas, gemidos y grititos. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba una verga dura en la concha.
Como no me había calzado un preservativo, seguí con el entra y sale hasta percibir próxima mi acabada. Salí, por las dudas, de adentro de ella y arrodillado en el colchón, le eyaculé en la cara y en el cabello.
Su réplica fue sorprendente por lo insólita y ocurrente: recorrió con una mano su cara y cabello, engrudados y soltó:
-¡Eso estuvo demás, ya fui bautizada!!!-
Reímos de buena gana.
El segundo polvo, se prolongó en el tiempo y se acrecentó en intensidad y en el goce, de ambos. Sus orgasmos intermedios y el del epílogo, fueron vociferados, ruidosos.
Pero yo quería más... sin darle descanso, le pedí que se dé vuelta boca abajo, obedeció, parecía como en trance por los, recientes, orgasmos múltiples.
Me dediqué a lamerle el ojete, mojado por los jugos vaginales. Cuando le metí un dedo:
-¡ Ahhhh!! .... ¿Qué hacés?-
-Te voy a hacer el culito-
-¡Nooo…. Nunca… me lo hizo mi marido-
-Tranquila, mantené la calma…relájate…. al principio puede que te moleste un poco… después del dolorcito se va a poner gustoso… -
Le acomodé el glande en el agujerito y comencé a empujar. Si bien virgen de ahí, mi verga no tuvo, casi, dificultad para penetrarla. La enculada resultó una gloria. Martu no ahorró voces, gritos o frases truncas, que reflejaban asombro, goce, emoción y alegría.
La culminación(es) fue(ron) un embeleso, para ambos.
Ella, satisfecha y gratamente sorprendida, murmuró que no había imaginado disfrutar tanto, al sentir su culo, tan bien tratado.
Semanas después, a despecho de la diferencia de edades, hubo una segunda cita, maravillosa, estupenda. Una fiesta para los sentidos. En el mismo motel que la primera.
La tercera fue en la casa de una de sus hijas, ausente de la ciudad.
Nota 1: Ella me esperó allí. Cuando llegué la encontré completamente transformada:
*Maquillada tirando a trola
*Jersey corto, ajustado, con mangas cortas y anchas, amplio escote para poner a la vista una amplia porción de su seno de ensueño, con dos pezones duros, que parecían querer perforar el corpiño y ... la tela de la camiseta.
* Una calza leggings con bandas longitudinales laterales transparentes, que dejaban entrever medias autosujetables negras. Parecía una perra en celo por el modo de moverse, exhibiendo una sensualidad que habría envidiado una joven de veinte años.
Semejante provocación espabiló mi primate sexual, metí mano a una de sus nalgas, ella replicó palpando el bulto de mi pantalón.
Faltan palabras para describir lo sucedido a continuación, en esa nuestra última cita.
Con el tiempo, supe que Martina, convivía con una pareja estable.
La abuela no dejó de cog… , volvió a vivir.
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