Siempre me ha gustado compartir mis experiencias calientes con ustedes... Aquí va uno de esos relatos que me encantan...
Hace poco empecé a trabajar en el área comercial de una empresa en Argentina. Si han leído mis post, sabrán que antes también trabajaba en el área comercial de una empresa, pero ahora he cambiado de trabajo (a fines del 2020). En la empresa hago de todo un poco; trámites, cobranzas, visitas a clientes y proveedores, trabajo administrativo, etc.
A mediados de enero del 2021, me tocó ir a un lugar que ya había ido varias veces. Es una empresa que nos compra mercadería bastante seguido, por lo que debo ir allí dos o tres veces a la semana. Me gusta mucho ir a ese lugar; la dueña, una chica de unos 30 años, se ha rodeado de otras mujeres para trabajar. Si bien ella no es muy bonita, sus empleadas sí lo son; dos mujeres que atienden público, la cajera, dos administrativas y la contadora; todas tienen su encanto, realmente. Pisar esa empresa significa salir con la pija dura.
Esa tarde de enero, estaba muy nublado y hacía mucho calor. Yo andaba bien vestido; camisa y pantalón de vestir, pero estaba sofocado de calor. Al llegar al local, entré y saludé a Gabriela, una de las chicas que atiende al público. Imaginé que me iba a odiar, porque ellos cierran a las 18, y yo llegué 17:55.
-Perdón que llego a última hora! Tuve un día de locos- le dije haciendo el gesto típico de disculpas.
-¡No pasa nada! el tema es que Ana ya se fue. Todas se fueron, yo ya iba a cerrar. ¿En qué te puedo ayudar?-
Ana era la dueña. Claro, generalmente yo iba allí a buscar dinero y era Ana quien me pagaba, por eso ella me avisó que no estaba.
-No te preocupes. Esta vez vengo a dejar unas facturas así que podes recibirlas vos- le dije.
-Bueno, dame un segundo que cierro adelante, salimos por atrás y ya le dejamos la factura en el escritorio de Ana- me respondió.
Así que me senté en un banco, mientras ella cerraba la puerta y persianas de la puerta principal. En ese ratito conversamos un rato, me dijo que el día estaba bastante tranquilo, y que enero casi siempre es así. También me comentó que el aire acondicionado se había roto y que había pasado el día muerta de calor. -Todavía venis vos, y más calor paso- me dijo sonriendo. Yo, distraído y sin darme cuenta, le pregunté -¿Eh? ¿Porqué?-. Ella se rió. Segundos más tarde, yo entendí, pero ya había arruinado todo.
Gabriela es una muchacha hermosa de unos 20 años, de piel negra, pechos muy grandes, cola y piernas muy formadas. Su sonrisa enamoraba y además de todo, era muy dulce y adorable. Ese día andaba de vestido corto. No llevaba corpiño, sus pechos se veían libres y eso excitaba mucho. Pero yo intentaba mantener la postura, ¡estaba en el trabajo!
-Bueno, todo listo por acá. Vamos para atrás- me dijo, así que la seguí. Para ir atrás había que atravesar un pasillo no muy largo, pero en forma de "s", rodeado de estanterías con mercadería. Ella apagó las luces del salón y caminó por el pasillo. La puerta que daba a las oficinas estaba cerrada, por lo que no entraba luz. Quedamos prácticamente a oscuras, y yo caminaba detrás de ella. El pasillo era corto, lo atravesábamos en ocho o diez segundos caminando despacio. Mientras caminábamos, yo iba muy pegado a ella, concentrado mirándole las piernas y las nalgas. Al llegar a la puerta de la oficina, ella tomó el picaporte y empujó, pero la puerta estaba trancada. Como venía con bastante impulso, se frenó de golpe para evitar golpearse contra la puerta. Y yo, que venía detrás y muy cerca, no contaba con eso y me choqué con ella.
-¡Ay perdón!- le dije riéndome. Ella también se rió.
-No pasa nada...- me dijo sonriendo. -Voy a buscar la llave, la dejé adelante- agregó. El pasillo era muy angosto. Para que ella pasara, yo tuve que apretarme contra una pared y dejarle espacio. Ella pasó, pero noté que a propósito se rozó contra mí. Tenía espacio, pero no fue bien contra la pared sino que pasó más contra mí. Caminó dos pasos y me miró, con una mirada muy pícara. En ese momento yo estaba un poco confundido. Lo que me había dicho hacía un rato, y lo que había hecho ahora, ¿qué me quería decir?. Es decir, en parte lo entendía, pero... ¡Estábamos trabajando! además nunca antes me había insinuado nada así.
La esperé un momento pero no volvía. Pasaron dos minutos y pensé que debía ir nuevamente adelante a ver qué pasaba, así que empecé a caminar, pero en mitad del pasillo una mano me tomó por sorpresa y me empujó contra una estantería. Pero me empujó con suavidad, con cariño. Era Gabriela.
-¡Gabi, que susto me diste!- le grité. Ella se mataba de risa. -Era la idea- me dijo riéndose. Los dos nos miramos riéndonos unos segundos, y ella dió un paso adelante, quedando a unos centímetros de mí.
"Ya fue, lo hago" pensé. Ya me tiró todas las indirectas. Me incliné hacia ella y puse mi boca junto a la de ella mientras la miraba.
-No quiero propasarme pero...- le empecé a decir. Pero ella me detuvo con un beso. Empezó a mover su lengua dentro de mi boca y me enloqueció. Mientras me besaba, me abrazaba con ambos brazos. Yo hice lo mismo, solté los documentos en una estantería que tenía cerca y la abracé, obviamente con mis manos por debajo de su vestido, con miedo de que me diera un bofetón porque era demasiado atrevido. Pero no lo hizo; por el contrario, cuando le tomé las nalgas dejó salir un suave gemido de su boca. Así continuamos unos seis o siete minutos, besándonos apasionadamente, metiéndonos las lenguas hasta la garganta y manoseándonos. En un momento le bajé la tanga, otra vez con miedo de que ella lo sintiera como demasiado, pero no. Ella me ayudó y dejó la tanga en el suelo. Luego se separó de mí unos centímetros, tomó el vestido por abajo y se lo sacó, quedando completamente desnuda (excepto por sus zapatos). Pese a la falta de luz, pude ver su hermoso cuerpo negro, de pechos enormes y vulva depilada y me excité demasiado. Luego, empezó a desprenderme el pantalón y me lo bajó, me sacó la pija y empezó a masturbarme. Pasados unos minutos, me tomó por el cuello y me empujó hacia el suelo, para que me tirara, y lo hice. Me acosté en el suelo, y ella se acuclilló sobre mí. Recuerdo que no necesitamos las manos para nada; estábamos los dos tan mojados que fue acercarnos y mi pija entró enseguida en su cálida vagina. Se sentía riquísimo. Mientras el pene entraba, ella dejó salir un gemido agudo y fuerte; se notaba que estaba excitadísima. Con la pija toda adentro, se acercó para besarme y nos besamos durante varios minutos mientras ella cada algunos segundos se movía para sentir mi pene adentro. Después se alejó de mi cara, y empezó a cabalgarme encima mientras gemía fuerte. Sus pechos grandes se movían arriba y abajo de manera muy enérgica. Cada vez gemía más fuerte y yo ya no podía contenerme.
-Me vengo... Ahí viene- le dije suspirando
-Llename de leche- respondió ella gimiendo
Diez segundos más tarde, la había llenado de leche como ella pidió mientras ella seguía gimiendo. Cuando terminó de salirme leche ella quedó quieta, temblando y gimiendo. Enseguida empecé a sentir un líquido caliente que salía de su vagina; el famoso squirt. Era la primera vez que lo veía, y me excité muchísimo. Cuando terminó de salir, y ella dejó de temblar, se acercó a mi cara sonriendo, me tomó por el cuello y me besó muy tiernamente. -Me encantó y quiero que esto siga pasando- me dijo mientras se reía. Luego continuó besándome por un rato más.
Hasta el día de hoy, cada vez que voy a esa tienda ella me mira con cara pícara y yo entiendo porqué. Y siempre que me toca ir a última hora, repetimos lo de esa tarde. A veces lo hacemos en algún escritorio, en el pasillo, en la oficina, en el baño. Lo mejor fue cuando lo hicimos en el salón de ventas, sobre la mercadería. Al otro día tuve que ir de nuevo en la mañana, y la encontré a ella ordenando la mercadería donde habíamos cogido. Y me miró y se rió, es una pícara.
Gracias por permitirme contar esta historia Gaby!
Hace poco empecé a trabajar en el área comercial de una empresa en Argentina. Si han leído mis post, sabrán que antes también trabajaba en el área comercial de una empresa, pero ahora he cambiado de trabajo (a fines del 2020). En la empresa hago de todo un poco; trámites, cobranzas, visitas a clientes y proveedores, trabajo administrativo, etc.
A mediados de enero del 2021, me tocó ir a un lugar que ya había ido varias veces. Es una empresa que nos compra mercadería bastante seguido, por lo que debo ir allí dos o tres veces a la semana. Me gusta mucho ir a ese lugar; la dueña, una chica de unos 30 años, se ha rodeado de otras mujeres para trabajar. Si bien ella no es muy bonita, sus empleadas sí lo son; dos mujeres que atienden público, la cajera, dos administrativas y la contadora; todas tienen su encanto, realmente. Pisar esa empresa significa salir con la pija dura.
Esa tarde de enero, estaba muy nublado y hacía mucho calor. Yo andaba bien vestido; camisa y pantalón de vestir, pero estaba sofocado de calor. Al llegar al local, entré y saludé a Gabriela, una de las chicas que atiende al público. Imaginé que me iba a odiar, porque ellos cierran a las 18, y yo llegué 17:55.
-Perdón que llego a última hora! Tuve un día de locos- le dije haciendo el gesto típico de disculpas.
-¡No pasa nada! el tema es que Ana ya se fue. Todas se fueron, yo ya iba a cerrar. ¿En qué te puedo ayudar?-
Ana era la dueña. Claro, generalmente yo iba allí a buscar dinero y era Ana quien me pagaba, por eso ella me avisó que no estaba.
-No te preocupes. Esta vez vengo a dejar unas facturas así que podes recibirlas vos- le dije.
-Bueno, dame un segundo que cierro adelante, salimos por atrás y ya le dejamos la factura en el escritorio de Ana- me respondió.
Así que me senté en un banco, mientras ella cerraba la puerta y persianas de la puerta principal. En ese ratito conversamos un rato, me dijo que el día estaba bastante tranquilo, y que enero casi siempre es así. También me comentó que el aire acondicionado se había roto y que había pasado el día muerta de calor. -Todavía venis vos, y más calor paso- me dijo sonriendo. Yo, distraído y sin darme cuenta, le pregunté -¿Eh? ¿Porqué?-. Ella se rió. Segundos más tarde, yo entendí, pero ya había arruinado todo.
Gabriela es una muchacha hermosa de unos 20 años, de piel negra, pechos muy grandes, cola y piernas muy formadas. Su sonrisa enamoraba y además de todo, era muy dulce y adorable. Ese día andaba de vestido corto. No llevaba corpiño, sus pechos se veían libres y eso excitaba mucho. Pero yo intentaba mantener la postura, ¡estaba en el trabajo!
-Bueno, todo listo por acá. Vamos para atrás- me dijo, así que la seguí. Para ir atrás había que atravesar un pasillo no muy largo, pero en forma de "s", rodeado de estanterías con mercadería. Ella apagó las luces del salón y caminó por el pasillo. La puerta que daba a las oficinas estaba cerrada, por lo que no entraba luz. Quedamos prácticamente a oscuras, y yo caminaba detrás de ella. El pasillo era corto, lo atravesábamos en ocho o diez segundos caminando despacio. Mientras caminábamos, yo iba muy pegado a ella, concentrado mirándole las piernas y las nalgas. Al llegar a la puerta de la oficina, ella tomó el picaporte y empujó, pero la puerta estaba trancada. Como venía con bastante impulso, se frenó de golpe para evitar golpearse contra la puerta. Y yo, que venía detrás y muy cerca, no contaba con eso y me choqué con ella.
-¡Ay perdón!- le dije riéndome. Ella también se rió.
-No pasa nada...- me dijo sonriendo. -Voy a buscar la llave, la dejé adelante- agregó. El pasillo era muy angosto. Para que ella pasara, yo tuve que apretarme contra una pared y dejarle espacio. Ella pasó, pero noté que a propósito se rozó contra mí. Tenía espacio, pero no fue bien contra la pared sino que pasó más contra mí. Caminó dos pasos y me miró, con una mirada muy pícara. En ese momento yo estaba un poco confundido. Lo que me había dicho hacía un rato, y lo que había hecho ahora, ¿qué me quería decir?. Es decir, en parte lo entendía, pero... ¡Estábamos trabajando! además nunca antes me había insinuado nada así.
La esperé un momento pero no volvía. Pasaron dos minutos y pensé que debía ir nuevamente adelante a ver qué pasaba, así que empecé a caminar, pero en mitad del pasillo una mano me tomó por sorpresa y me empujó contra una estantería. Pero me empujó con suavidad, con cariño. Era Gabriela.
-¡Gabi, que susto me diste!- le grité. Ella se mataba de risa. -Era la idea- me dijo riéndose. Los dos nos miramos riéndonos unos segundos, y ella dió un paso adelante, quedando a unos centímetros de mí.
"Ya fue, lo hago" pensé. Ya me tiró todas las indirectas. Me incliné hacia ella y puse mi boca junto a la de ella mientras la miraba.
-No quiero propasarme pero...- le empecé a decir. Pero ella me detuvo con un beso. Empezó a mover su lengua dentro de mi boca y me enloqueció. Mientras me besaba, me abrazaba con ambos brazos. Yo hice lo mismo, solté los documentos en una estantería que tenía cerca y la abracé, obviamente con mis manos por debajo de su vestido, con miedo de que me diera un bofetón porque era demasiado atrevido. Pero no lo hizo; por el contrario, cuando le tomé las nalgas dejó salir un suave gemido de su boca. Así continuamos unos seis o siete minutos, besándonos apasionadamente, metiéndonos las lenguas hasta la garganta y manoseándonos. En un momento le bajé la tanga, otra vez con miedo de que ella lo sintiera como demasiado, pero no. Ella me ayudó y dejó la tanga en el suelo. Luego se separó de mí unos centímetros, tomó el vestido por abajo y se lo sacó, quedando completamente desnuda (excepto por sus zapatos). Pese a la falta de luz, pude ver su hermoso cuerpo negro, de pechos enormes y vulva depilada y me excité demasiado. Luego, empezó a desprenderme el pantalón y me lo bajó, me sacó la pija y empezó a masturbarme. Pasados unos minutos, me tomó por el cuello y me empujó hacia el suelo, para que me tirara, y lo hice. Me acosté en el suelo, y ella se acuclilló sobre mí. Recuerdo que no necesitamos las manos para nada; estábamos los dos tan mojados que fue acercarnos y mi pija entró enseguida en su cálida vagina. Se sentía riquísimo. Mientras el pene entraba, ella dejó salir un gemido agudo y fuerte; se notaba que estaba excitadísima. Con la pija toda adentro, se acercó para besarme y nos besamos durante varios minutos mientras ella cada algunos segundos se movía para sentir mi pene adentro. Después se alejó de mi cara, y empezó a cabalgarme encima mientras gemía fuerte. Sus pechos grandes se movían arriba y abajo de manera muy enérgica. Cada vez gemía más fuerte y yo ya no podía contenerme.
-Me vengo... Ahí viene- le dije suspirando
-Llename de leche- respondió ella gimiendo
Diez segundos más tarde, la había llenado de leche como ella pidió mientras ella seguía gimiendo. Cuando terminó de salirme leche ella quedó quieta, temblando y gimiendo. Enseguida empecé a sentir un líquido caliente que salía de su vagina; el famoso squirt. Era la primera vez que lo veía, y me excité muchísimo. Cuando terminó de salir, y ella dejó de temblar, se acercó a mi cara sonriendo, me tomó por el cuello y me besó muy tiernamente. -Me encantó y quiero que esto siga pasando- me dijo mientras se reía. Luego continuó besándome por un rato más.
Hasta el día de hoy, cada vez que voy a esa tienda ella me mira con cara pícara y yo entiendo porqué. Y siempre que me toca ir a última hora, repetimos lo de esa tarde. A veces lo hacemos en algún escritorio, en el pasillo, en la oficina, en el baño. Lo mejor fue cuando lo hicimos en el salón de ventas, sobre la mercadería. Al otro día tuve que ir de nuevo en la mañana, y la encontré a ella ordenando la mercadería donde habíamos cogido. Y me miró y se rió, es una pícara.
Gracias por permitirme contar esta historia Gaby!
4 comentarios - El día que cogí sin planearlo...