Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
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Capítulo 17: Mundo de hombres (Naiara)
Mujer despreciable si las había, Karina. Hice lo mejor que pude, me esforcé al máximo, traté de hacerle entender que su marido no me interesaba y a pesar de eso ella seguía insistiendo. “Sé muy bien que vos querés cogértelo a Andrés. Pero él no anda con putas” me dijo un día a la salida del hospital en tono amenazante. “¿Entonces por qué se casó con vos?” le pregunté y su cara de rabia fue tal que tuve que salir caminando a toda velocidad porque estaba segura que quería pegarme. Ella seguía divulgando por el pueblo el rumor de que yo quería levantarme a Andrés y que le mandaba mensajes eróticos con el fin de seducirlo. Por suerte, cada vez era menos la gente que se creía esa mentira y solo ella y su séquito de amigas la seguían.
Lo que Karina no sabía era que los roles eran al revés y que era su marido el que buscaba que algo pasara conmigo. De manera menos frecuente, con mensajes menos directos, pero seguía escribiéndome de vez en cuando para ver si algo pasaba. A mí ya empezaba a gustarme tenerlo a mi ex tan atrás mío al punto de que me buscaba con los chamuyos más estúpidos del mundo. Lo que más me divertía era seguirle el juego y pensar en su esposa y como ella no tenía idea de que esas conversaciones se daban porque él las buscaba. “Pero tu mujer es muy celosa y no para de atosigarme” le escribí cuando él se dejó llevar y me pidió por favor que volviéramos a vernos. “Vos tranquila que ella no se va a enterar de nada. Por favor juntémonos” me respondió él sin saber que su esposa iba a encontrar esa charla tan solo unas horas después.
- ¡Te agarré hija de puta! ¡Leí la conversación y vi cómo le decías de verse para coger!- Me dijo viniéndome a buscar hasta la puerta de mi casa.
Por suerte mis padres y mis hermanas no estaban, porque me daba vergüenza la forma en la que ella se comportaba. No le abrí la reja, le hablé desde el interior de mi casa, pero le leí uno por unos los mensajes que Andrés me había mandado para que se diera cuenta que era él quien me buscaba a mí y no yo a él. Pero Karina no quería entender, para ella era más fácil pensar que yo era una hija de puta a reconocer que ella era una cornuda tremenda. Me gritó, me dijo de todo, al punto que el vecinito de la casa de al lado tuvo que salir para calmarla. “Gracias Joaquín” le dije cuando logró que Karina se terminara yendo de la puerta de mi casa y él me saludó con una sonrisa.
Pero las cosas no iban a quedar ahí. Si ella estaba convencida de que yo quería cogerme a su marido y le estaba diciendo a todo el mundo que ya lo había hecho, entonces iba a tener que darle el gusto. Si al menos hacía correr el rumor, que fuese cierto. Automáticamente le escribí a Andrés para hacerle saber que su esposa había vuelto a aparecer por mi casa y que no iba a aguantar más eso. “Disculpá. Yo le hablo” me respondió pero rápidamente le dije que no hacía falta. Le comenté que no me gustaban las acusaciones falsas y que si ella iba a seguir divulgando por todos lados que yo había estado con su esposo, entonces iba a tener que hacerlo para que al menos fuera cierto.
Andrés automáticamente se olvidó de su esposa y de todo el escándalo que le había dicho y me preguntó cuándo podíamos vernos. “Ahora mismo” le respondí yo teniendo en cuenta que mis padres no estaban, que Rochi se había ido a lo de su amiga y que Vale estaba en clases. “Ya voy” me contestó él y una sonrisa malvada se dibujó en mi rostro. No me calentaba la idea de volver a estar con mi ex, me parecía un pibe bastante idiota y hasta algo desagradable. Pero el hecho de cogérmelo y poder regocijarme frente a Karina me provocaba un cosquilleo en todo el cupo muy fuerte. Me bañé, me cambié y esperé al mensaje de Andrés que decía “Estoy afuera” para abrirle la puerta y hacerlo entrar de golpe.
Él trató de tomar las riendas del asunto, de ir directo a los bifes pero yo le hice saber desde un principio que no era la misma chica con la que había estado hacía ocho años. “Vos tranquila Nai” me dijo haciéndose el agrandado y tuve que volver a pararle el carro. Tomándolo de la mano lo llevé al patio de la casa y le dije que si quería estar conmigo, iba a tener que esforzarse. Me senté en una de las reposeras y abrí las piernas para mostrarle que debajo de la pollera que tenía puesta, no había nada más que mi piel. Él sonrió de una forma bastante poco atractiva, pero se agachó en el piso y se abalanzó sobre mi cuerpo para besarme. Traté de esquivar sus labios lo más rápido que pude y le dije enseguida que fuera hacia mis piernas.
Andrés no tardó en meter su cabeza entre mi pollera y empezar a chupármela. Sorprendentemente, lo hacía bastante bien. Era un poco bruto y acelerado y fue directo al grano sin dar vueltas, pero no tardé en comenzar a sentir un calor abrazador que iba subiendo por todo mi cuerpo mientras que él me la seguía chupando. Sus dedos se volvieron protagonistas casi de golpe, metiéndomelos y sacándomelos a lo bruto. “Despacito” le tuve que decir para que se calamara y así pude volver a sentir como me mojaba mientras que él seguía lamiendo mi conchita. Cuando llegó a mi clítoris mis piernas empezaron a temblar y entonces supe que era el momento. Agarré mi celular y empecé a grabarlo.
No se notaba su casa, ya que estaba metido adentro de su pollera. Pero era obvio que era él. Su pelo desarreglado y su espalda ancha hacían evidente que quien me estaba dando placer, era mi ex novio. Para dejarlo bien en claro, mientras seguía grabando, empecé a gemir y a nombrarlo para motivarlo. “¡Ay sí! ¡Ay Andrés! ¡No pares! ¡Ay sí!” le decía entrecortado mientras que con mi otra mano le agarraba la cabeza para que no saliera de entre mis piernas. La sola idea de pensar la reacción de Karina me excitaba. Entonces mi cabeza se animó a más y mis gemidos aumentaron. “¡Ay dale! ¡Chúpamela como se la chupas a tu mujer! ¡Comémela como se la comes a Karina! ¡Dale! ¡Así!” y él pareció volverse loco de golpe…
Cuando tan solo dos días después, la madre del hijo de mi ex volvió a presentarse para hostigarme, agarré el celular y le mandé el video. “Mirá lo que te acabo de enviar” le dije y segundos más tarde vi su cara de sorpresa al ver como su marido me estaba dando placer con su lengua. “Con la misma boca que te dio un besito hoy a la mañana” le dije en tono burlón y ella rápidamente empezó a negarlo con la cabeza. Pero mis palabras empezaron a sonar en el video y era obvio que se trataba de su esposo. Fue entonces cuando di un paso hacia adelante y decidida le dije que si seguí difamándome, iba a asegurarme de que todo el pueblo se enterara de como su marido me chupaba la concha. Su cara de terror fue aún más grande e hizo que se fuera corriendo con lágrimas en los ojos.
Las sorpresas no terminaron ese día. Ni bien llegué al hospital, noté que el ambiente era bastante tenso. Al parecer Edgardo, el padre de Cristian, no aprobaba del todo la relación de su hijo con Alina, la estudiante de enfermería. Ella no le caía bien, no le gustaba como trabajaba y no se sentía cómodo sabiendo que salía con su único hijo. Es por eso que empezó a mover sus influencias para que la reasignaran a otro hospital y el tiro le salió muy bien cuando ese día le avisaron que iba a tener que mudarse a otro pueblo bastante alejado del nuestro. “Casi en la otra punta de la provincia” me dijo una compañera cuando le pregunté qué era lo que estaba pasando. Rápidamente pensé en Cristian y fui a verlo, pero me llevé una sorpresa.
- En el fondo sabíamos que iba a terminar en algún momento.- Me dijo y siguió revisando el historial clínico de un paciente.
Su reacción me dejó anonadada. Se trataba de su novia, de la chica con la que estaba saliendo hacía ya un tiempo, de quien me había hablado maravillas todos esos meses. Así, de golpe, de la nada, parecía que se había olvidado de ella y que había superado su relación. El último día de trabajo de Alina fue horrible, desagradable y se respiraba un aire mucho más tenso que cuando se enteró que tenía que irse. Cristian fue frio con ella y bastante cortante y Edgardo ni siquiera se despidió de ella. Me dio lástima, me sentí mal por cómo se estaba yendo de golpe. Pero en el fondo no podía evitar sentirme feliz y contenta, pues Cristian volvía a estar solo.
Nuestra relación había cambiado, no era la misma desde que nos habíamos confesado algunas intimidades. Yo de verdad lo quería y él lo sabía. Pero todo se había dado de forma muy rara y mi reputación en el pueblo no era la mejor. Para colmo, Cristian empezó a sentir rechazo por su padre y por cómo había obligado a Alina a mudarse del pueblo, a pesar de que era evidente que no se sentía triste por la partida de ella. Traté de hablar con él en más de una oportunidad, de decirle lo que sentía y que lo quería, pero no parecía encontrar el momento exacto. Cuando lo hice, cuando tuve la oportunidad de expresarle mis sentimientos, él me cortó de golpe y me dejó el corazón helado.
- Ojalá pudiera irme de este lugar de mierda y ser feliz en cualquier otro lado.- Expresó y cabizbajo salió del consultorio en el que estábamos.
Terminé yendo al bar como casi todos los viernes y me encontré con Gastón contándole a Tobías y a Luciano que estaba saliendo con Ariela, una amiga de Rochi. Más allá estaban sentadas Jimena y Lorena, hablando de cosas de su día a día e intercambiando chismes. Fui para la barra y le pedí a uno de los mozos que me trajera una cerveza y empecé a tomarla mientras miraba a la gente del pueblo en el que había crecido. No me sentía parte de ellos, no pertenecía a ese mundo. Muchas de las cosas que eran claras para mí, para ellos eran oscuras. La familia y las tradiciones eran su prioridad y yo quería vivir el día a día, formarme a mi gusto y poder disfrutar de mi libertad. No encajaba en absoluto. Ellos lo sabían desde hacía tiempo, a pesar de que habían hecho lo posible para integrarme. El problema es que yo me di cuenta en ese entonces.
Entré a la habitación de Fernando una vez más. Había esperado hasta que él cerrara el bar para irnos juntos hasta su casa y poder tener sexo como ya lo habíamos hecho en varias oportunidades esos meses. Pero en esa noche oscura yo supe que iba a ser diferente. Mientras nos sacábamos la ropa y nos besábamos desaforadamente, por mi cabeza pasaba la idea de que debía disfrutar de aquel momento. Estaba convencida de que las cosas iban a cambiar, pero no por lo que los demás hicieran, sino por lo que yo iba a hacer. Iba a marcharme de ahí, iba a escapar de ese pueblo y a vivir mi vida en otro lado. Es por eso que quería disfrutar de esa noche junto a Fernando, pues me había prometido a mí misma que sería la última en la ciudad.
Bajó a darme placer con su boca y tuve el fugar recuerdo de Andrés lamiéndome la concha a lo bruto. Esa imagen se borró enseguida cuando la lengua de Fernando comenzó a hacer movimientos suaves y placenteros que volvieron a colocar mi cabeza en ese lugar. “¡Ay sí!” le dije agarrándolo de los pelos y moviendo su cabeza de un lado al otro. Noté como él mordía mis muslos, como lamia mis labios y como jugaba con mi clítoris de una manera increíble, tal cual lo había hecho en varias oportunidades.
Fue a buscar un preservativo y volvió enseguida para metérmela lentamente. Yo lo abracé con mis piernas y una vez que lo tuve adentro mío empezó a moverse delicadamente hacia adelante y hacia atrás. Poco a poco fue amentando la velocidad, entre besos y toqueteo fui sintiendo como mi cuerpo se abría más y más y como mis gozos aumentaba. “¿Así? ¿Te gusta?” me preguntó al oído con voz sensual y no tardé en responderle de manera afirmativa, gimiendo también bien cerca de su oído. Era muy distinto a lo que había vivido con Andrés, era agradable, placentero y lo estaba disfrutando al máximo.
Me cogió como yo quería que lo hiciera, lento al principio y fuerte después. De vez en cuando me hablaba al oído, me decía cosas para calentarme y seguir volviéndome loca al mismo tiempo que yo gemía en el suyo. Nuestros cuerpos se rozaban, se calentaban poco a poco y nuestras miradas se cruzaban de vez en cuando para concluir en un beso bien fogoso. Sentía su pija entrar y salir de mi concha una y otra vez con ganas. Notaba como mi cuerpo se abría ante el suyo y como mis piernas hacían fuerza para atraparlo.
Cuando fui arriba de él las cosas se pusieron aún más intensas. Mis movimientos fueron igual de sensuales y provocadores que los suyos y mis gemidos tomaron más protagonismo. Llevé mis manos a su pecho y él las sujetó de las muñecas y empezó a mover sus caderas hacia arriba y hacia abajo. Nuestros ojos se cruzaban todo el tiempo y su mirada me estimulaba muchísimo. Sentía un placer inmenso en el momento en el que los dos rozábamos nuestros cuerpos y me encantaba como su cintura hacia fuerza para que su pija entrara más a fondo en mi concha. Yo estaba empapada, toda excitada y con ganas de seguir y seguir.
El placer siguió aumentando a medida que el tiempo iba pasando. Me puse en cuatro y él se colocó detrás de mí para cogerme de forma intensa. Nos movimos a una silla y lo cabalgué como loca mientras que Fernando me chupaba las tetas y mordisqueaba los pezones. Volvimos a la cama y me acosté boca abajo para sentir como su pija entraba en mi conchita desde arriba. Me di vuelta y puse mis piernas en sus hombros para sentir como me cogía de manera bien profunda y acelerada. “¡Sos tremenda! ¡Me calentás mucho!” me decía él y me cogía más y más duro provocando que mis gemidos se escucharan por toda la habitación.
Cuando sentí que estaba a punto de explotar, lo agarré de pelo y volví a traerlo hacia mi cuerpo y a abrazarlo con mis piernas. Le comí la boca de un beso al mismo tiempo que él me seguía cogiendo como loco y sentí como acababa de una forma única, mojando tanto mi cuerpo como el suyo. Fernando no paró, no se detuvo y siguió dándome bien duro, moviendo su cintura hacia adelante y hacia atrás intensificando mi orgasmo. Él también estaba a punto de llegar al clímax y es por eso que lo motivé pidiéndole más, rogándole porque me siguiera cogiendo de esa forma. Cuando lo hizo, cuando acabó, pude ver su cara de felicidad y la manera en la que disfrutaba de ese increíble orgasmo.
Se levantó, se fue hasta el baño y desde allí me dijo un comentario sobre lo mucho que le gustaba el hecho e que yo me animara a buscarlo a él para coger. Claramente no era la forma en la que se manejaban las cosas allí y es por eso que le sorprendía tanto mi actitud. Ese pueblo era un mundo de hombres y yo necesitaba salir de allí y vivir en la libertad que no conseguía estando allí encerrada. Miré al techo y sonreí mientras seguía disfrutando de mi orgasmo. Estaba decidida, no iba a seguir viviendo bajo ese sufrimiento, tenía que buscar un nuevo horizonte. Tomé el celular y le escribí a Cristian sin dudarlo: “Cuándo podemos hablar? Tengo algo que proponerte”.
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