Pasó un tiempo y ambos se distanciaron. Ella se retrajo un poco por dos motivos: El primero, pensó que había llegado muy lejos y el segundo, Lautaro había estado hablando de su intimidad. Pía se sentía que era muy inocente. Comenzó a tenerle un poco de bronca y a buscar a un compañero para darle celos.
Ahí apareció en la escena Javier, un estudiante flaco, ojeroso y con una sonrisa astuta. Un hombre que vivía solo y conocía muy bien la calle. Él aconsejaba a Pía siempre, y le dijo que no debía meterse con ese nabo, que se merecía algo mejor. Así comenzaron un nuevo romance. La chica veía al joven como un sabio y siempre lo escuchaba.
Sus besos eran menos invasivos que los de Lautaro, y aunque siempre tuviera las hormonas allá arriba, se mostraba calmado.
-¿Nunca te han tocado?- Preguntó una vez con algo de morbo.
-Sí, Lautaro me tocaba.
-¿Te molesta que te toquen?
-No. Me da lo mismo.
-¿Nunca te has tocado?
-¿Cómo?
-Si te has… Masturbado.
-No, no sabía que hacían eso… Y no me interesa-Mencionó con mucha timidez.
-Es más normal de lo que crees. Casi todas lo hacen, pero algunas no lo quieren aceptar.
-Pero yo no.- Dijo con orgullo.
-¿No querés probar?
-No me interesa.
-Eso lo decís porque no lo has probado nunca.
-¿Ya has estudiado para el viernes?- Dijo, intentando cambiar de tema.
-No. Creo que voy a dejar esa materia.
Era común que cambie de tema tan repentinamente. Le daba mucho pudor conversar de sexo, pero cada día solía soltarse un poco más.
Un día, Pía vio un meme de una mujer que decía “Si no entendiste, tu inocencia está intacta”. Se preguntó de que se trataba, y viendo en los comentarios, parecía ser que las uñas cortas de la joven, eran las que usaba para masturbarse. Eso le dio pie para averiguar un poco más de qué se trataba.
Quiso intentarlo con algunos archivos multimedia… Penes, varios penes. Videos de gente teniendo sexo, experimentando demasiado. Pero nada le movía. Las historias les parecían exageradas. Hasta que de repente enganchó uno, no tenía calidad porque era amateur y muy mal filmado. Era de una chica a la cual tocaban en un salón de clases, después le hacía un oral a uno de ellos.
El recuerdo de su compañero le trajo recuerdos de esas sensaciones raras, y despertó esa curiosidad. Quería ver cómo se sentía, y comenzó a sentirse agitada, caliente y curiosa. Levantó su blusa, su corpiño desproporcionado dejaba asomar sus pechos. Con extrañeza, vio cómo sus pezones se ponían duros y la adrenalina la hacía sentir fuera de sí misma.
Recordó lo que Lautaro hacía y trató de imitarlo. Estaba en cama en ese entonces. Dormía sola, pero las habitaciones no eran muy anecoicas. Su mano acarició su ombligo y bajó lentamente, tal como había ocurrido días atrás con su compañero. Improvisó un rato, un tanto pensativa, pero entusiasmada. Notó que había ciertos movimientos y puntos que la volvían loca, pero como no sabía bien lo que hacía, su mano subía y bajaba y no se centraba en eso. Se contenía cada vez que sentía placer, por el ruido.
De repente sintió algo, que con Lautaro no había podido ni le había explicado: Sintió una humedad. Se asombró, comenzó a preguntarse qué era eso. Comenzó a sentirse avergonzada y extraña.Observó sus dedos pegoteados con un líquido que no conocía. Se preocupó pensando que podía ser algo nocivo, y no tenía a quién preguntarle.
-Hola, ¿Te puedo contar algo?
-Sí, decime.
-Prometeme que no le vas a contar a nadie.
-No, dale.
-A NADIE.
-A nadie.
-El otro día me acorde del Lautaro y algo que hicimos.
-¿Qué hicieron?
-Me tocó acá.
-¡¿Te tocó?! ¿Vos me vas a dejar hacer eso?
-No sé, me dio vergüenza. Casi nos ven.
-Bueno, yo también quisiera.
-Te quería contar otra cosa. El otro día me acordé de lo que me dijiste y lo intenté. Así que me acordé del Lautaro y me toqué yo.
-Y dale con Lautaro…
-¿Estás celoso?
-No… Pero si tanto te gusta, andá con él.
-No, vení… Ese día me salió algo ahí abajo, como pegajoso. No le conté a nadie porque me da cosita.
-Eso no es malo, eso es bueno- Javier sonrió.
-¿De verdad?
-Sí. Significa que lo pasaste bien. Y si querés pasarla bien me tenés que escuchar a mi. Me gustaría que te mojes pero porque yo te ayude. Si no, seguí con la tuya.
Había mucha indecisión, entre el miedo que le generaba dar semejantes pasos y el deseo inminente que aún tenía por Lautaro, se sentía confundida.
-¿Nunca has visto un pene?
-He visto en fotos
-¿Querés ver uno?
-¿Para qué?
-¿Querés o no?
-Puede ser.
-Yo vivo por acá cerca. Si querés, un día podemos escaparnos y vamos para allá. El miércoles no viene la profe de proyecto. No le digas nada a tus padres y venite igual.
Pía aceptó la propuesta de Javier y quedaron en que ella iría a su departamento. Los padres del joven nunca estaban en casa. Ese día hablaron por mensajes, la idea era que ella vaya sola a su casa, por el temor de que sus padres anden por ahí de casualidad la vean con alguien. Él dejaría abierta la puerta que daba a la vereda cuando ande cerca y ella pasaría sin tocar.
Pía miró hacia los costados, un poco paranoica y con gran sensación de adrenalina. Entró y subió por una escalera oscura que daba a un departamento que se encontraba sobre un local de ropa. Golpeó una puerta blanca que tenía cuadros de vidrio y Lautaro le abrió.
-Vení, pasá. Vamos a hacer esto rápido porque no tenemos tiempo. ¿Estás lista?
-Sí.
Javier la besó con mucho ímpetu, metía su lengua con ganas mientras apoyaba sus manos en la puerta. Pía, con algo más de experiencia, movía su lengua un poco más, aunque estaba un tanto nerviosa. El joven se detuvo, la miró fijo a los ojos y tomó su mano. Hizo que Pía bajara con su mano lentamente desde el ombligo hasta abajo y ahí se contuvo. Llevaba puesto una remera blanca y una bombacha de gaucho verde.
-¿Estás lista?- Preguntó, mientras se preparó para desabrocharse.
-Sí.
-Dale.
Su mano bajó sola, y palpó por primera vez un pene, que lentamente comenzaba a crecer de tamaño. Pía no podía creer lo que hacía. Para ella era avanzar mucho, hacer cosas que nunca hubiera imaginado hace unos meses. Pero existía una sensación de vértigo que la impulsaba siempre a seguir adelante.
-Bien, ya tocaste, ahora dejame a mi.
Se arrodilló, tomó uno de los botones del pantalón de la joven y se lo desprendió. Pía, estando de pie, se aferró con sus manos a una silla sin saber bien qué hacer.
-¿Qué vas a hacer?
-Te lo chupo y después me lo chupas a mi.
-No sé, me da asco.
-Mira… No querías tocarte, y cuando lo hiciste te fue bien. ¿Verdad?
-Si…
-Bueno. Cerrá los ojos.
Terminó de desprender su pantalón y vio su ropa interior celeste. La bajó lentamente mientras la miraba a los ojos. Tenía la vagina sin depilar, pero a Javier no le importó en lo absoluto. Él le habría prometido que no habría penetración, le daba miedo quedarse embarazada.
La tomó de su culo bien fuerte y comenzó la labor. “Relajate”, le dijo, y Pía hizo todos sus esfuerzos para estar tranquila. Comenzó a sentir goce y largó una risa sutil. La muchacha comenzó a doblar las rodillas, sintiendo algo parecido a lo que había presenciado anteriormente al masturbarse.
Le preguntaron si quería acostarse, y ella accedió, pidiéndole que no tengan penetración. Fueron a la cama, Pía jamás se sacó su remera, pero abajo ya no tenía nada puesto y le daba un poco de timidez que la vea. En esa posición comenzó a sentir más el deleite. Estuvieron así un rato largo. Javier comenzó a excitarse pensando que recibiría un oral.
-¿Me querés hacer lo mismo?
-Me da cosa.
-Yo te lo hice. ¿Me querés hacer una paja?
-¿Cómo es?
-Agarrala y te enseño. Dale, sin miedo.
Pía comenzó a masturbarlo como él le iba indicando. Mientras tanto, Javier la acariciaba de arriba abajo. Ambos estaban con casi toda la ropa. Ella pensaba cada tanto en qué estaba haciendo. Él le indicó lo que debía hacer, ya que estaba por acabar. Sorprendida, observó el semen salir de su pene y llegó a la conclusión de que tanto hombres como mujeres despedían un líquido al hacerlo.
Ya iba a ser el mediodía. Se vistieron y ella bajó sola y se fue a la facultad, a simular que volvía del aula. Se fijo que no tuviera ni una marca.
-¿Y tus compañeros?
-No han venido. Hoy no había que venir, me había olvidado.
-¿Y por qué no nos avisaste?
-Me quedé sin batería, y además aproveché para estudiar en la biblioteca.
Ahí apareció en la escena Javier, un estudiante flaco, ojeroso y con una sonrisa astuta. Un hombre que vivía solo y conocía muy bien la calle. Él aconsejaba a Pía siempre, y le dijo que no debía meterse con ese nabo, que se merecía algo mejor. Así comenzaron un nuevo romance. La chica veía al joven como un sabio y siempre lo escuchaba.
Sus besos eran menos invasivos que los de Lautaro, y aunque siempre tuviera las hormonas allá arriba, se mostraba calmado.
-¿Nunca te han tocado?- Preguntó una vez con algo de morbo.
-Sí, Lautaro me tocaba.
-¿Te molesta que te toquen?
-No. Me da lo mismo.
-¿Nunca te has tocado?
-¿Cómo?
-Si te has… Masturbado.
-No, no sabía que hacían eso… Y no me interesa-Mencionó con mucha timidez.
-Es más normal de lo que crees. Casi todas lo hacen, pero algunas no lo quieren aceptar.
-Pero yo no.- Dijo con orgullo.
-¿No querés probar?
-No me interesa.
-Eso lo decís porque no lo has probado nunca.
-¿Ya has estudiado para el viernes?- Dijo, intentando cambiar de tema.
-No. Creo que voy a dejar esa materia.
Era común que cambie de tema tan repentinamente. Le daba mucho pudor conversar de sexo, pero cada día solía soltarse un poco más.
Un día, Pía vio un meme de una mujer que decía “Si no entendiste, tu inocencia está intacta”. Se preguntó de que se trataba, y viendo en los comentarios, parecía ser que las uñas cortas de la joven, eran las que usaba para masturbarse. Eso le dio pie para averiguar un poco más de qué se trataba.
Quiso intentarlo con algunos archivos multimedia… Penes, varios penes. Videos de gente teniendo sexo, experimentando demasiado. Pero nada le movía. Las historias les parecían exageradas. Hasta que de repente enganchó uno, no tenía calidad porque era amateur y muy mal filmado. Era de una chica a la cual tocaban en un salón de clases, después le hacía un oral a uno de ellos.
El recuerdo de su compañero le trajo recuerdos de esas sensaciones raras, y despertó esa curiosidad. Quería ver cómo se sentía, y comenzó a sentirse agitada, caliente y curiosa. Levantó su blusa, su corpiño desproporcionado dejaba asomar sus pechos. Con extrañeza, vio cómo sus pezones se ponían duros y la adrenalina la hacía sentir fuera de sí misma.
Recordó lo que Lautaro hacía y trató de imitarlo. Estaba en cama en ese entonces. Dormía sola, pero las habitaciones no eran muy anecoicas. Su mano acarició su ombligo y bajó lentamente, tal como había ocurrido días atrás con su compañero. Improvisó un rato, un tanto pensativa, pero entusiasmada. Notó que había ciertos movimientos y puntos que la volvían loca, pero como no sabía bien lo que hacía, su mano subía y bajaba y no se centraba en eso. Se contenía cada vez que sentía placer, por el ruido.
De repente sintió algo, que con Lautaro no había podido ni le había explicado: Sintió una humedad. Se asombró, comenzó a preguntarse qué era eso. Comenzó a sentirse avergonzada y extraña.Observó sus dedos pegoteados con un líquido que no conocía. Se preocupó pensando que podía ser algo nocivo, y no tenía a quién preguntarle.
-Hola, ¿Te puedo contar algo?
-Sí, decime.
-Prometeme que no le vas a contar a nadie.
-No, dale.
-A NADIE.
-A nadie.
-El otro día me acorde del Lautaro y algo que hicimos.
-¿Qué hicieron?
-Me tocó acá.
-¡¿Te tocó?! ¿Vos me vas a dejar hacer eso?
-No sé, me dio vergüenza. Casi nos ven.
-Bueno, yo también quisiera.
-Te quería contar otra cosa. El otro día me acordé de lo que me dijiste y lo intenté. Así que me acordé del Lautaro y me toqué yo.
-Y dale con Lautaro…
-¿Estás celoso?
-No… Pero si tanto te gusta, andá con él.
-No, vení… Ese día me salió algo ahí abajo, como pegajoso. No le conté a nadie porque me da cosita.
-Eso no es malo, eso es bueno- Javier sonrió.
-¿De verdad?
-Sí. Significa que lo pasaste bien. Y si querés pasarla bien me tenés que escuchar a mi. Me gustaría que te mojes pero porque yo te ayude. Si no, seguí con la tuya.
Había mucha indecisión, entre el miedo que le generaba dar semejantes pasos y el deseo inminente que aún tenía por Lautaro, se sentía confundida.
-¿Nunca has visto un pene?
-He visto en fotos
-¿Querés ver uno?
-¿Para qué?
-¿Querés o no?
-Puede ser.
-Yo vivo por acá cerca. Si querés, un día podemos escaparnos y vamos para allá. El miércoles no viene la profe de proyecto. No le digas nada a tus padres y venite igual.
Pía aceptó la propuesta de Javier y quedaron en que ella iría a su departamento. Los padres del joven nunca estaban en casa. Ese día hablaron por mensajes, la idea era que ella vaya sola a su casa, por el temor de que sus padres anden por ahí de casualidad la vean con alguien. Él dejaría abierta la puerta que daba a la vereda cuando ande cerca y ella pasaría sin tocar.
Pía miró hacia los costados, un poco paranoica y con gran sensación de adrenalina. Entró y subió por una escalera oscura que daba a un departamento que se encontraba sobre un local de ropa. Golpeó una puerta blanca que tenía cuadros de vidrio y Lautaro le abrió.
-Vení, pasá. Vamos a hacer esto rápido porque no tenemos tiempo. ¿Estás lista?
-Sí.
Javier la besó con mucho ímpetu, metía su lengua con ganas mientras apoyaba sus manos en la puerta. Pía, con algo más de experiencia, movía su lengua un poco más, aunque estaba un tanto nerviosa. El joven se detuvo, la miró fijo a los ojos y tomó su mano. Hizo que Pía bajara con su mano lentamente desde el ombligo hasta abajo y ahí se contuvo. Llevaba puesto una remera blanca y una bombacha de gaucho verde.
-¿Estás lista?- Preguntó, mientras se preparó para desabrocharse.
-Sí.
-Dale.
Su mano bajó sola, y palpó por primera vez un pene, que lentamente comenzaba a crecer de tamaño. Pía no podía creer lo que hacía. Para ella era avanzar mucho, hacer cosas que nunca hubiera imaginado hace unos meses. Pero existía una sensación de vértigo que la impulsaba siempre a seguir adelante.
-Bien, ya tocaste, ahora dejame a mi.
Se arrodilló, tomó uno de los botones del pantalón de la joven y se lo desprendió. Pía, estando de pie, se aferró con sus manos a una silla sin saber bien qué hacer.
-¿Qué vas a hacer?
-Te lo chupo y después me lo chupas a mi.
-No sé, me da asco.
-Mira… No querías tocarte, y cuando lo hiciste te fue bien. ¿Verdad?
-Si…
-Bueno. Cerrá los ojos.
Terminó de desprender su pantalón y vio su ropa interior celeste. La bajó lentamente mientras la miraba a los ojos. Tenía la vagina sin depilar, pero a Javier no le importó en lo absoluto. Él le habría prometido que no habría penetración, le daba miedo quedarse embarazada.
La tomó de su culo bien fuerte y comenzó la labor. “Relajate”, le dijo, y Pía hizo todos sus esfuerzos para estar tranquila. Comenzó a sentir goce y largó una risa sutil. La muchacha comenzó a doblar las rodillas, sintiendo algo parecido a lo que había presenciado anteriormente al masturbarse.
Le preguntaron si quería acostarse, y ella accedió, pidiéndole que no tengan penetración. Fueron a la cama, Pía jamás se sacó su remera, pero abajo ya no tenía nada puesto y le daba un poco de timidez que la vea. En esa posición comenzó a sentir más el deleite. Estuvieron así un rato largo. Javier comenzó a excitarse pensando que recibiría un oral.
-¿Me querés hacer lo mismo?
-Me da cosa.
-Yo te lo hice. ¿Me querés hacer una paja?
-¿Cómo es?
-Agarrala y te enseño. Dale, sin miedo.
Pía comenzó a masturbarlo como él le iba indicando. Mientras tanto, Javier la acariciaba de arriba abajo. Ambos estaban con casi toda la ropa. Ella pensaba cada tanto en qué estaba haciendo. Él le indicó lo que debía hacer, ya que estaba por acabar. Sorprendida, observó el semen salir de su pene y llegó a la conclusión de que tanto hombres como mujeres despedían un líquido al hacerlo.
Ya iba a ser el mediodía. Se vistieron y ella bajó sola y se fue a la facultad, a simular que volvía del aula. Se fijo que no tuviera ni una marca.
-¿Y tus compañeros?
-No han venido. Hoy no había que venir, me había olvidado.
-¿Y por qué no nos avisaste?
-Me quedé sin batería, y además aproveché para estudiar en la biblioteca.
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