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Las hermanas del pueblo. Capítulo 12

Las hermanas del pueblo. Capítulo 12

Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

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Capítulo 12: Bariloche (Vale)
   - ¡Bairló, Bariló! ¡Nos vamos a Bariló!- Cantábamos como locos al subirnos al micro en la puerta del colegio sin saber exactamente qué era lo que nos esperaba.
   Mi madre y mi padre me saludaban desde abajo con una sonrisa en el rostro mientras que Naiara los acompañaba hablando con uno de sus ex compañeros del colegio. Rocío había desaparecido, se había marchado con su amiga la lesbiana pues no estaba de buen humor desde hacía tiempo. El resto de la gente, parientes de mis compañeros, gritaban y saludaban a diestra y siniestra deseándonos un buen viaje. Pero poco era lo que me importaba mi familia, pues estaba a punto de emprender uno de los mejores viajes de mi vida y lo iba a disfrutar y a gozar al máximo con mis amigas.
   Con Cintia, Clara, Luciana y Azul habíamos conseguido una habitación para las 5 y al parecer era una de las mejores del completo. Cuando llegamos a Bariloche luego de un viaje largo en el que cantamos, bailamos, tomamos y hasta vimos cómo algunos compañeros se ponían cachondos, descubrimos que no solo nuestra habitación era increíble, sino que era la mejor del lugar. Contaba con dos habitaciones, una con tres camas y otra con dos, pero también tenía una especie de comedor con una barra y una cocina, lo que nos llevó a proponerla como lugar ideal para hacer la previa esa misma noche.
   Gabriel, Manuel, Santiago y Gian Franco compartían una habitación en el piso de abajo y el resto del curso se dividía en otras habitaciones del piso de arriba al nuestro. En donde estábamos nosotras había varios chicos de otros colegios y eso nos llevó a sociabilizar bastante ese primer mediodía. Clara y Azul se pusieron como locas al ver a un grupito de pibes que estaban uno más bueno que el otro. Durante la primera excursión nos dedicamos a planear como iba a ser esa primera previa y cómo íbamos a acomodar los dos sillones y a guardar el alcohol entre las valijas para que no nos lo quitaran.
   Lo que nadie sabía es que yo también estaba organizando con Gian Franco para tener nuestra noche luego del boliche. La idea era volvernos un ratito antes que los demás para conseguir la habitación vacía y hacer de nuestro viaje a Bariloche uno bastante caliente. Era cierto que estaba molesta con él por lo que había hecho, sin embargo mis ganas de coger eran más fuertes que mi enojo y no me pude aguantar cuando se vino a sentar al lado mío en el micro para decirme que estaba hermosa y que se moría de ganas de que estuviéramos solos. Lo besé, nos besamos y eso nos llevó a planear una especie de escape sutil del boliche para volvernos solos y poder coger tranquilos.
   Eso hicimos. Cerca de las cuatro de la mañana, Gian Franco me vino a buscar y me llevó de la mano hasta la puerta del boliche. Salimos y nos tomamos el colectivo que nos dejaba en la puerta del hotel y nos bajamos entre besos y manoseo. Subimos por ascensor hasta el piso en el que estaba nuestra habitación, entramos sin dejar de tocarnos y esquivando las botellas y las cosas que habían quedado tiradas en el piso, entramos a la habitación que yo compartía con Luciana.
   Nos tiramos en la cama violentamente y empezamos a besarnos desesperados. Los besos se pusieron súper calientes en cuestión de segundos y la ropa fue desapareciendo tan rápido que apenas me di cuenta que estábamos desnudos. “¿Me la chupas?” me preguntó y yo no pude resistirme a ese pedido. Gian se acostó boca arriba y yo me acomodé entre sus piernas, tomé con firmeza su pija y lo empecé a pajear mirándolo a los ojos. “¡Uhhh sí!” dijo él disfrutando y esperando con ansias el momento en el que mis labios tocaran su cuerpo. Yo me los mojé con la lengua, abrí bien grande la boca y me incliné hacia adelante para empezar a gozar de mi primera noche en Bariloche.

   Al día siguiente los rumores corrían por todo el micro cuando íbamos para la excursión de ese día. ¿Juan Manuel había estado con Bianca? ¿Nicolás se había comido a una de las coordinadoras? ¿Gabriel se había cogido a una piba del otro colegio? Todos hablaban de miles de cosas y debatían cuales podían ser ciertas y cuáles no. Por suerte para nosotros, nadie hablaba de Valeria y Gian Franco y lo que habíamos hecho esa noche y eso se debía a que habíamos aprovechado al máximo el tiempo solos para después desaparecer como si nada hubiese pasado. Sin embargo, entre mensajes y miradas, estábamos organizando nuestro siguiente encuentro.
   Pero este iba a tener que esperar un poco más y eso fue ya que apareció en escena uno de los pibes del piso en el que estábamos con la chicas. Esa segunda tarde volvimos de comprar algo para tomar a la noche con las chicas y nos encontramos con que Clara y Azul estaban hablando con un grupito de chicos. Rápidamente me fijé en uno, alto, morocho, musculoso y con una carita de nene malo que me encantó. Tenía un expansor en la oreja derecha y un arito en la lengua con el que jugaba todo el tiempo. Yo me sumé a la charla que las chicas tenían con ellos cuatro y rápidamente los invitamos a que esa noche se vinieran a la previa. Los chicos aceptaron y a pesar de que a Gian Franco y a los otros no les hizo mucha gracia, ellos cuatro y otros seis chicos más aparecieron esa noche en nuestra habitación.
   Yo no le saqué los ojos de encima al chico del expansor y a pesar de que este parecía reacio a encararme, me dediqué a mirarlo sugestivamente todo el tiempo. Gian Franco se dio cuenta de ello y algo celoso, se fue de la habitación para buscar alguna otra piba que le diera bola. Poco me importaba, era mi segunda noche y quería disfrutarla al máximo y si él quería hacer lo mismo, yo no iba a reclamarle nada. El problema fue que el chico del expansor y sus amigos desaparecieron de un momento para el otro y cuando nos dimos cuenta estábamos en el boliche y no lo pude encontrar por ningún lado.
   Pero yo no me di por vencida, el pibe me había encantado y quería estar con él, por lo que al otro día lo busqué mientras estábamos desayunando. Me senté al lado de él y sus amigos y le empecé a hablar mientras que las chicas me miraban desde la otra mesa. Ese era su último día en Bariloche, por lo que no podía desperdiciar la oportunidad y les dije que vinieran a hacer previa con nosotras y que podíamos despedirnos de ellos. Claramente entendió la indirecta y me lanzó una mirada provocadora cuando volví a pasar por al lado de él antes de salir de comedor.
   Esa tercera noche, Gian Franco y los demás ni aparecieron por nuestra habitación. El único que vino unos minutos fue Gabriel y solo lo hizo para tratar de atraer a sus amigos a la previa. Al parecer Gabriel se sentía atraído por Luciana, al menos nos enteramos esa noche ya que estuvo encima de ella todo el tiempo. Cuando los chicos llegaron, fui rápidamente a buscar al chico del expansor y lo saqué a bailar a pesar de que este se rehusó. No tardamos en ponernos a charlar íntimamente en un costado de la habitación mientras los demás bailaban y en darnos algunas que otras miradas provocadoras. Sus manos se pusieron inquietas y mis labios se tentaron de los suyos a tan punto que nos fuimos a la habitación y nos encerramos mientras que los demás seguían afuera.
   Una vez adentro, los besos no tardaron en aparecer y las manos del chico comenzaron a quitar la ropa de en medio. Me encantaba, me parecía hermoso y tenía un cuerpo divino, por lo que no me pude negar a que se quitara la camisa y me enseñara esas preciosas abdominales y esos pectorales trabajados. Me entregué a él por completo y mientras besaba mis tetas al descubierto yo jugaba con el expansor de su oreja, algo que me llamaba mucho la atención. Ya había tomado bastante y estaba casi desnudo con ese macho increíble en frente. No podía negarme, no podía decirle que no. Pero tampoco me iba a regalar tan fácil.
   - Nunca estuve con un chico con un piercing en la lengua.- Le mentí pues en ese momento no recordaba la aventura que había tenido con un chico de otro pueblo hacía unos meses, cuando todavía estaba de novia con Mateo.
   Él enseguida entendió lo que le estaba pidiendo y acomodándome contra el borde de la cama, se arrodilló en el piso y me sacó el short, me abrió las piernas y me acomodó para complacerme. Ya en los primeros lengüetazos noté algo raro, algo distinto, como si hubiese algo frío que hacía contraste. Poco a poco fue lamiéndome, provocándome que yo me mojara entera en cuestión de segundos. Se sentía raro, diferente, pero no por eso menos placentero. De hecho, el morbo de saber que estaba con un desconocido y que estábamos a punto de coger mientras el resto estaba afuera, me calentaba mucho más.
   Su lengua fue moviéndose más y más sobre mi concha mientras que el piercing rozaba mi cuerpo una y otra vez. En mi rostro se dibujaba una sonrisa enorme que indicaba el placer de tener a ese pendejo hermoso complaciéndome de una forma increíble. Me encantaba como lo hacía, como su lengua me mojaba toda y como sus dedos jugaban sobre mi cuerpo. Cuando me metió uno, subió sus labios hasta mi clítoris y lo empezó a succionar de una forma única que me tuve que morder la mano para no gritar de placer. Nunca antes me habían hecho eso y nunca de esa manera tan deliciosa.
   El chico se levantó, metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó un preservativo. Se terminó de desvestir y su pija, bien dura y tiesa se asomó frente a mis ojos. Mientras yo me acomodaba en medio de la cama, él se colocó el preservativo y luego subió para acostarse sobre mi cuerpo. Nos besamos nuevamente y me penetró suavemente, haciendo que esa verga bien dura entrara en mí poco a poco. Yo abrí bien grande la boca y dejé escapar un gemido que quedó ahogado por el ruido de la música que venía del pequeño living que tenía la habitación.
   Me empezó a coger a toda velocidad en cuestión de segundos. Incorporándose por encima de mí y apoyando sus manos al lado de mi cuerpo, me fue embistiendo con su cintura una y otra y otra vez mientras que yo seguía gimiendo como loca. Me encantaba, me fascinaba, el pibe estaba re bueno y su pija me llenaba por completo. Era un placer que subía y subía todo el tiempo a medida que pasaban los segundos. El pibe me miraba fijo a los ojos con esa cara de malo y provocador que tenía y yo me derretía ante sus ojos oscuros que me penetraban más a fondo que su pija.
   Luego de varios minutos de coger en esa posición, le dije que me dejara ir arriba y aproveché para ponerme como loca. Nos terminamos de sacar la poca ropa que nos quedaba y el chico se acostó en la cama mientras yo me subía encima suyo. Primero me incliné hacia adelante y franeleando su pija con mi conchita, lo fui besando y provocando. Metí mi lengua en su boca y lo seguí calentando al mismo tiempo que él recorría mi espalda y mi cola con sus manos. Pero no me aguantaba mucho más las ganas, tomé su pija con mi mano, la introduje en mi cuerpo y empecé a disfrutar.
   Al principio me movía lentamente, dibujando pequeños círculos sobre la cintura de mi amante. Mis manos recorrían todo su cuerpo mientras que las de él se posaban suavemente sobre mi cintura. Nuestros ojos se cruzaban todo el tiempo y por alguna extraña razón me calentaba el hecho de que jugara con su arito mientras yo me lo cogía. Poco a poco fui acelerando el ritmo y todo se tornó mucho más placentero. El calor subía constantemente mientras que bailaba sobre la pija de mi amante y la sentía bien adentro, algo que me estaba poniendo como loca. Apoyé mis manos sobre su pecho y haciendo fuerza empecé a levantar la cintura y a bajarla a toda velocidad, provocando que su pija entrara y saliera de mi cuerpo una y otra vez. Mis gemidos de ahogaban pues me mordía el labio con fuerza para no gritar como loca.
   Frenaba un poco y retomaba los círculos lentos sobre su cintura para después acelerar de nuevo los movimientos y cogerme al pendejo con todas mis ganas. Él no decía nada, apenas suspiraba, callado y silencioso como en el resto de la noche. Cuando mi cadera se descontrolaba y se ponía como loca, él liberaba un poco sus manos y me daba vía libre para hacer lo que quisiera con nuestros cuerpos. Cuando frenaba de nuevo, él las apoyaba y guía mis movimientos haciendo un poco de fuerza para que fueran como a él le gustaba.
   Cuando ya no podía más y necesitaba un descanso, me levanté y él enseguida me dijo que me pusiera en cuatro. Yo obedecí rápidamente y el pibe se arrodilló atrás de mí para penetrarme bien a fondo. Callado, silencioso y sin emitir un sonido, me empezó a coger cada vez más rápido al punto de que apenas podía aguantarme los gemidos. Abrí un poco mi boca y dejé que unos pequeños gritos de placer salieran de mis labios mientras que su pija entraba y salía a toda velocidad de mi conchita empapada.
   Entonces vino lo mejor. El chico se inclinó hacia adelante y de manera bien lenta y sin dejar de cogerme, recorrió toda mi espalda de abajo hacia arriba con su lengua. Pude sentir el piercing guiar el camino y noté como un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Cuando llegó a mi cuello, se levantó y volvió a cogerme a toda velocidad. Combinando esa hermosa cogida y ese lengüetazo refrescante, me llevó al orgasmo en cuestión de minutos, poniéndome a morder las sábanas para aguantarme los gemidos. Pero su cuerpo no se detenía. No paraba.
   Siguió cogiéndome más y más y yo pude notar como el placer en mí se incrementaba al punto que mi conchita choraba por mis piernas. Giré la cabeza y vi su cara de nene malo que me miraba fijo a los ojos con la boca entreabierta. Yo le devolví una sonrisa que indicaba placer y eso provocó que sus movimientos se aceleraran hasta el máximo. Así, el pendejo acabó dándome un golpe seco y pude sentir como el preservativo se llenaba de leche adentro de mi cuerpo. Yo me recosté en la cama jadeando a toda velocidad y con una hermosa sonrisa en la cara que indicaba lo bien que la había pasado.
   Bariloche recién estaba empezando, habían pasado nada más que tres noches y yo ya había vivido dos experiencias increíbles, una con Gian Franco y otra con un pibe que había conocido en ese mismo lugar. Él se cambió más rápido que yo y esperó a que yo me terminara de cambiar para salir de la habitación como si nada hubiese pasado. Entonces Cintia se acercó a mí y me preguntó qué tal la había pasado con Emiliano, a lo que yo la miré desconcertada. “¿Con quién?” le pregunté sin entender de quien me hablaba y ella repitió el nombre Emiliano. “Así se llama el pibe con el que acabas de estar boluda” me dijo riéndose y en ese momento me di cuenta que no me acordaba ni su nombre.
   - ¡Excelente!- Le dije mientras observaba a Clara y a Azul bailar con tres de sus amigos.


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