Esta es una nueva serie que recién estoy empezando a escribir, próximamente iré subiendo más del resto. Esta en particular contiene algo de violencia, pero nada muy fuerte. Espero disfruten, la continuación o no va a depender de cómo es recibida.
Corrí lo más rápido que pude a través del campo de fútbol del colegio. Lamentablemente era de noche y no había nadie alrededor para ayudarme. Había llovido un rato antes, con lo cual el pasto estaba húmedo y, en algunas partes, embarrado y resbaloso. Miré hacia atrás y lo vi todavía persiguiéndome incansablemente. En el mismo instante en el que pensé en poner especial atención a no resbalarme, mi pie derecho se deslizó sobre la marrón líquida superficie del barro y caí de bruces contra el pasto mojado. Me levanté lo más rápido que pude, pero antes de que pudiera dar un paso más, escuché y sentí la presencia de Yeimar atrás mío. Mi corazón empezó a latir a un ritmo aún mayor.
Una mano fuerte me agarró del cuello de la remera y yo dejé caer mi cabeza en señal de derrota. Me pegó un rodillazo y me hizo caer de bruces.
Mi nombre es Juan Pablo. Estoy en mi último año de secundaria, soy un chico un poco gordo, de 1,70m bastante tímido. Generalmente me paso los ratos libres jugando algún juego de computadora, el CS 1.6 es mi preferido de momento. El chico que me estaba persiguiendo se llama Yeimar. Es colombiano, de tez morena y realmente lo que uno podría llamar una bestia. Mide cerca de 1,85m y pesará cerca de 90 kilos, por supuesto que todo músculo.
-Ey ey ey, no estés tan triste- me dijo, agarrándome del pelo y haciendo que mire arriba hacia su cara, humillado. Traté de liberarme pero no podía competir con su fuerza.
Bajó su mano y lentamente comenzó a quitarse los pantalones delante de mi cara. El hediondo aroma de su transpirada entrepierna me quemó la nariz. No podía creer lo que estaba pasando.
-Tranquilo Juancito, no te va a pasar nada- dijo, sacando su enorme pija de unos 20 centímetros y casi tan gorda como mi antebrazo. Cerré los ojos y mi boca firmemente, llorando.
-Abrí la boca- me dijo. Al no obtener respuesta, me pegó una bofetada a mano abierta en el cachete que me dejó mareado. Luego me agarró la mandíbula y apretó hasta que me vi obligado a abrir la boca.
Sentí ganas de morir al notar su enorme miembro ingresando a mi cuerpo, abriéndose paso entre mis labios, aunque apenas entraba. ¿Qué carajo había hecho para merecer esto? El sabor me generó arcadas y el hijo de puta soltó una cruel carcajada. No quería que me pegara más así que me quedé quieto, sufriendo en silencio mientras metía su pene hasta la mitad de mi boca y lo sacaba, una y otra vez, y otra vez, y otra vez… Parecieron horas hasta que finalmente paró.
-Me vas a tener que ayudar con algo- me dijo. Yo abrí los ojos, aterrorizado, y vi con sorpresa que sostenía su celular, claramente filmando el pete. Una nueva oleada de bronca y humillación me sacudió.
-¡Contestá cuando te hablo!- me gritó con una furia repentina, muy violentamente, para luego asestarle otra bofetada a mi magullada mejilla derecha.
-¿Qu...qué favor necesitás?- le pregunté.
-Quiero a tu hermana. La vi el otro día en la obra escolar y decidí que me la quiero cojer- me dijo, sonriendo burlonamente.
Hijo de puta. Hijo-de-puta. ¿Cómo pensaba que yo lo ayudaría a algo así? Negué con la cabeza. -Imposible-. Pero apenas terminé de decir esa palabra, Yeimar me pegó una piña en la misma mejilla, lo que hizo que caiga al suelo.
Me agarró del pelo y me estampó contra un arco. Yo estaba muy mareado y apenas sentía la golpiza, pero mis sentidos se agudizaron cuando bajó mis pantalones.
-No ¡NO! Pará loco- le pedí, desesperado.
Sentí la cabeza de la verga en el exterior de mi agujerito y empecé a rezarle a un Dios en el que no creía.
-¡¿Me vas a ayudar?!- rugió el imponente negro. -¡Última oportunidad!
Lo consideré por un milisegundo pero sabía que no tenía otra opción.
-Está bien- musité débilmente, completamente humillado y sintiéndome horrible a pesar del alivio que me generó dejar de sentir su pija contra mi orto.
-Buena decisión- me dijo, sonriendo al verme levantar mis pantalones. -Esperá mis próximas instrucciones- indicó antes de soltar una carcajada mientras se marchaba.
Caminé a mi casa en una neblina. ¿Qué acababa de pactar? ¿Podía ayudarlo a cojerse a mi hermana? Realmente no comprendía cómo algo así pudo haber pasado.
En mi casa vivíamos 3 personas: Mi madre, mi hermana y yo (mi padre había abandonado a mi vieja durante el primer embarazo). Mi hermana, Geraldine (le decimos Geral), era un año más chica que Yeimar y yo, que estábamos en el último año de secundaria. Medía cerca de 1,60m, pelo castaño claro, ojos marrones. A pesar de que era mi hermana, no podía dejar de admitir que su cuerpo era una obra de arte. Era muy atlética, producto de jugar al hockey, tenía un firme cuerpo y culo respingón, no muy grande pero duro. Sus tetas eran grandes para su cuerpo, aunque no gigantes.
Volviendo al relato, me sentía terrible. Me había rendido. Podía aguantar todo, pero ser violado analmente era algo que no estaba dispuesto a hacer. Pensé en denunciar al hijo de puta, pero me tenía en video chupando una pija. Realmente me tenía agarrado de los huevos y lo sabía. Maldita obra escolar de mierda.
Abrí la puerta de mi casa y entré silenciosamente. Mi hermanita me vio y se acercó a saludarme. Estaba usando una remera de manga larga ajustada y unos shorts de jean. Podía entender la atracción de Yeimar hacia ella.
-¿Otra vez?- me preguntó, con tono preocupado al notar mi expresión y mi cara maltrecha.
Me limité a asentir con la cabeza. Ella me tomó de la mano y me condujo a su habitación, donde me dio un abrazo.
-¿Por qué no le decís al director?- me preguntó.
-Es...complicado- le dije.
Ella suspiró y procedió a aplicarle pomada a mi maltratada mejilla derecha.
El jueves me levanté con dolor de cabeza. Salí de la cama y me puse de pie, aunque para sentarme casi inmediatamente, una vez que los sucesos de la noche anterior volvieron a la mente y me aturdieron como si me hubiera dado un buen jab un boxeador. Se me humedecieron los ojos al recordar el acto de abuso sexual, la casi desvirgación anal y finalmente el compromiso en el que me hallaba.
Me armé de valor y me levanté para pegarme una ducha y partir hacia el colegio, caminando con mi hermana pero incapaz de hablarle más allá de respuestas monosilábicas a sus preguntas y comentarios. Estando a una cuadra del edificio, me llegó un mensaje. Era Yeimar: “Nos encontramos en 5 minutos en el callejón de atrás de la escuela”.
Ingresé con mi hermana pero, cuando me aseguré de que no me estaba viendo, me escabullí al exterior y me dirigí al callejón. Me esperaba el colombiano, con una sonrisa de oreja a oreja que no mostraba remordimiento alguno.
-¡Juancito!- exclamó a modo de saludo.
-Hola- le dije con voz apagada.
Me pegó una bofetada que resonó exageradamente.
-Cuando estemos solos me vas a decir “señor”. ¿Entendido?- me preguntó, con tono amenazador.
-S...sí, señor- le respondí rápidamente. Que hijo de puta.
-Bien, hagamos esto breve. Necesito para mañana a la mañana una lista de todas las series, películas, libros y canciones que le gustan a tu hermana y de las series y películas más populares que no le gustan. ¿Entendido?-.
Asentí con la cabeza. -Sí señor-.
-Y otra cosa. Averiguá los planes de tu hermana para este finde. Mañana los quiero en detalle. Y sin falta Juancito- me espetó con crueldad. El “Martincito” tenía una connotación clara de burla que me molestaba.
-B...bueno...señor- le dije, nervioso.
Yeimar comenzó a reír y me pasó un brazo por el cuello. “Esto va a ser divertido” dijo, mientras ingresábamos a la escuela de esa manera.
Volví rápidamente en colectivo a casa luego de la escuela para llegar a casa antes que Geral. Una vez arribado al destino, inmediatamente fui a su habitación y me puse a revisar el iPad y el whatsapp web. Tenía que averiguar todo lo que podía. Recopilar la información que me había pedido Yeimar me llevó cerca de una hora, justo la ventana de tiempo que tenía, a juzgar por el hecho de que cuando terminé de escribir sobre sus actividades (viernes a la noche no haría nada, el sábado iba a ir a una fiesta en la casa de un compañero) escuché la puerta frontal abrirse. Salí rápidamente de la habitación y escuché los pasos de mi hermana en la escalera. Fingí ir al baño y me la encontré en el pasillo.
-¿Qué hacías hoy pegado al sorete ese de Yeimar?- me preguntó. Yo tragué saliva con dificultad.
Pensando en lo que le haría si se enterara de que le había tirado mierda, decidió enaltecer la imagen del colombiano ante su hermana. -No es mal pibe. Hablamos nada más- le contesté, sin cara suficiente como para mirarla a los ojos.
-Pff, vos sabrás- me dijo, poniendo los ojos en blanco y escapando a su habitación mientras una oleada de culpa me inundó. No me gustaba mentirle, pero mucho menos ser violado.
A la mañana siguiente, me llegó un mensaje idéntico al del día anterior por parte de Yeimar, así que me dirigí al callejón otra vez.
-¿Trajiste lo que te pedí?- me preguntó.
-Sí Yei...señor- le dije, cabizbajo, entregándole mis anotaciones.
-Perfecto Martincito- me dijo, dándome unas palmadas humillantes en el cachete. Se puso a leerlas rápidamente, asintiendo con la cabeza con expresión reflexiva.
-Bien, esto es lo que vamos a hacer. Te voy a dar porro, vos comprá alcohol. Le vas a decir a tu hermana que se queden mirando una película fumando y tomando. A eso de la mitad, cuando ella ya esté loca y en pedo, le vas a decir que vino un amigo a acompañarlos. Y ahí aparezco yo. Me vas a dejar sentarme al lado de ella y, cuando yo te diga, vas a hacerte el que cabeceás de sueño y te vas a ir a dormir a tu cuarto. ¿Entendido?- Acto seguido, me entregó una bolsita con lo que deberían ser unos 5 gramos de flores de marihuana.
-Sí señor.
Yeimar me dio otras palmadas y me tomó de nuevo por el cuello, ingresando al colegio igual que ayer. Me esperaba una noche intensa.
Corrí lo más rápido que pude a través del campo de fútbol del colegio. Lamentablemente era de noche y no había nadie alrededor para ayudarme. Había llovido un rato antes, con lo cual el pasto estaba húmedo y, en algunas partes, embarrado y resbaloso. Miré hacia atrás y lo vi todavía persiguiéndome incansablemente. En el mismo instante en el que pensé en poner especial atención a no resbalarme, mi pie derecho se deslizó sobre la marrón líquida superficie del barro y caí de bruces contra el pasto mojado. Me levanté lo más rápido que pude, pero antes de que pudiera dar un paso más, escuché y sentí la presencia de Yeimar atrás mío. Mi corazón empezó a latir a un ritmo aún mayor.
Una mano fuerte me agarró del cuello de la remera y yo dejé caer mi cabeza en señal de derrota. Me pegó un rodillazo y me hizo caer de bruces.
Mi nombre es Juan Pablo. Estoy en mi último año de secundaria, soy un chico un poco gordo, de 1,70m bastante tímido. Generalmente me paso los ratos libres jugando algún juego de computadora, el CS 1.6 es mi preferido de momento. El chico que me estaba persiguiendo se llama Yeimar. Es colombiano, de tez morena y realmente lo que uno podría llamar una bestia. Mide cerca de 1,85m y pesará cerca de 90 kilos, por supuesto que todo músculo.
-Ey ey ey, no estés tan triste- me dijo, agarrándome del pelo y haciendo que mire arriba hacia su cara, humillado. Traté de liberarme pero no podía competir con su fuerza.
Bajó su mano y lentamente comenzó a quitarse los pantalones delante de mi cara. El hediondo aroma de su transpirada entrepierna me quemó la nariz. No podía creer lo que estaba pasando.
-Tranquilo Juancito, no te va a pasar nada- dijo, sacando su enorme pija de unos 20 centímetros y casi tan gorda como mi antebrazo. Cerré los ojos y mi boca firmemente, llorando.
-Abrí la boca- me dijo. Al no obtener respuesta, me pegó una bofetada a mano abierta en el cachete que me dejó mareado. Luego me agarró la mandíbula y apretó hasta que me vi obligado a abrir la boca.
Sentí ganas de morir al notar su enorme miembro ingresando a mi cuerpo, abriéndose paso entre mis labios, aunque apenas entraba. ¿Qué carajo había hecho para merecer esto? El sabor me generó arcadas y el hijo de puta soltó una cruel carcajada. No quería que me pegara más así que me quedé quieto, sufriendo en silencio mientras metía su pene hasta la mitad de mi boca y lo sacaba, una y otra vez, y otra vez, y otra vez… Parecieron horas hasta que finalmente paró.
-Me vas a tener que ayudar con algo- me dijo. Yo abrí los ojos, aterrorizado, y vi con sorpresa que sostenía su celular, claramente filmando el pete. Una nueva oleada de bronca y humillación me sacudió.
-¡Contestá cuando te hablo!- me gritó con una furia repentina, muy violentamente, para luego asestarle otra bofetada a mi magullada mejilla derecha.
-¿Qu...qué favor necesitás?- le pregunté.
-Quiero a tu hermana. La vi el otro día en la obra escolar y decidí que me la quiero cojer- me dijo, sonriendo burlonamente.
Hijo de puta. Hijo-de-puta. ¿Cómo pensaba que yo lo ayudaría a algo así? Negué con la cabeza. -Imposible-. Pero apenas terminé de decir esa palabra, Yeimar me pegó una piña en la misma mejilla, lo que hizo que caiga al suelo.
Me agarró del pelo y me estampó contra un arco. Yo estaba muy mareado y apenas sentía la golpiza, pero mis sentidos se agudizaron cuando bajó mis pantalones.
-No ¡NO! Pará loco- le pedí, desesperado.
Sentí la cabeza de la verga en el exterior de mi agujerito y empecé a rezarle a un Dios en el que no creía.
-¡¿Me vas a ayudar?!- rugió el imponente negro. -¡Última oportunidad!
Lo consideré por un milisegundo pero sabía que no tenía otra opción.
-Está bien- musité débilmente, completamente humillado y sintiéndome horrible a pesar del alivio que me generó dejar de sentir su pija contra mi orto.
-Buena decisión- me dijo, sonriendo al verme levantar mis pantalones. -Esperá mis próximas instrucciones- indicó antes de soltar una carcajada mientras se marchaba.
Caminé a mi casa en una neblina. ¿Qué acababa de pactar? ¿Podía ayudarlo a cojerse a mi hermana? Realmente no comprendía cómo algo así pudo haber pasado.
En mi casa vivíamos 3 personas: Mi madre, mi hermana y yo (mi padre había abandonado a mi vieja durante el primer embarazo). Mi hermana, Geraldine (le decimos Geral), era un año más chica que Yeimar y yo, que estábamos en el último año de secundaria. Medía cerca de 1,60m, pelo castaño claro, ojos marrones. A pesar de que era mi hermana, no podía dejar de admitir que su cuerpo era una obra de arte. Era muy atlética, producto de jugar al hockey, tenía un firme cuerpo y culo respingón, no muy grande pero duro. Sus tetas eran grandes para su cuerpo, aunque no gigantes.
Volviendo al relato, me sentía terrible. Me había rendido. Podía aguantar todo, pero ser violado analmente era algo que no estaba dispuesto a hacer. Pensé en denunciar al hijo de puta, pero me tenía en video chupando una pija. Realmente me tenía agarrado de los huevos y lo sabía. Maldita obra escolar de mierda.
Abrí la puerta de mi casa y entré silenciosamente. Mi hermanita me vio y se acercó a saludarme. Estaba usando una remera de manga larga ajustada y unos shorts de jean. Podía entender la atracción de Yeimar hacia ella.
-¿Otra vez?- me preguntó, con tono preocupado al notar mi expresión y mi cara maltrecha.
Me limité a asentir con la cabeza. Ella me tomó de la mano y me condujo a su habitación, donde me dio un abrazo.
-¿Por qué no le decís al director?- me preguntó.
-Es...complicado- le dije.
Ella suspiró y procedió a aplicarle pomada a mi maltratada mejilla derecha.
El jueves me levanté con dolor de cabeza. Salí de la cama y me puse de pie, aunque para sentarme casi inmediatamente, una vez que los sucesos de la noche anterior volvieron a la mente y me aturdieron como si me hubiera dado un buen jab un boxeador. Se me humedecieron los ojos al recordar el acto de abuso sexual, la casi desvirgación anal y finalmente el compromiso en el que me hallaba.
Me armé de valor y me levanté para pegarme una ducha y partir hacia el colegio, caminando con mi hermana pero incapaz de hablarle más allá de respuestas monosilábicas a sus preguntas y comentarios. Estando a una cuadra del edificio, me llegó un mensaje. Era Yeimar: “Nos encontramos en 5 minutos en el callejón de atrás de la escuela”.
Ingresé con mi hermana pero, cuando me aseguré de que no me estaba viendo, me escabullí al exterior y me dirigí al callejón. Me esperaba el colombiano, con una sonrisa de oreja a oreja que no mostraba remordimiento alguno.
-¡Juancito!- exclamó a modo de saludo.
-Hola- le dije con voz apagada.
Me pegó una bofetada que resonó exageradamente.
-Cuando estemos solos me vas a decir “señor”. ¿Entendido?- me preguntó, con tono amenazador.
-S...sí, señor- le respondí rápidamente. Que hijo de puta.
-Bien, hagamos esto breve. Necesito para mañana a la mañana una lista de todas las series, películas, libros y canciones que le gustan a tu hermana y de las series y películas más populares que no le gustan. ¿Entendido?-.
Asentí con la cabeza. -Sí señor-.
-Y otra cosa. Averiguá los planes de tu hermana para este finde. Mañana los quiero en detalle. Y sin falta Juancito- me espetó con crueldad. El “Martincito” tenía una connotación clara de burla que me molestaba.
-B...bueno...señor- le dije, nervioso.
Yeimar comenzó a reír y me pasó un brazo por el cuello. “Esto va a ser divertido” dijo, mientras ingresábamos a la escuela de esa manera.
Volví rápidamente en colectivo a casa luego de la escuela para llegar a casa antes que Geral. Una vez arribado al destino, inmediatamente fui a su habitación y me puse a revisar el iPad y el whatsapp web. Tenía que averiguar todo lo que podía. Recopilar la información que me había pedido Yeimar me llevó cerca de una hora, justo la ventana de tiempo que tenía, a juzgar por el hecho de que cuando terminé de escribir sobre sus actividades (viernes a la noche no haría nada, el sábado iba a ir a una fiesta en la casa de un compañero) escuché la puerta frontal abrirse. Salí rápidamente de la habitación y escuché los pasos de mi hermana en la escalera. Fingí ir al baño y me la encontré en el pasillo.
-¿Qué hacías hoy pegado al sorete ese de Yeimar?- me preguntó. Yo tragué saliva con dificultad.
Pensando en lo que le haría si se enterara de que le había tirado mierda, decidió enaltecer la imagen del colombiano ante su hermana. -No es mal pibe. Hablamos nada más- le contesté, sin cara suficiente como para mirarla a los ojos.
-Pff, vos sabrás- me dijo, poniendo los ojos en blanco y escapando a su habitación mientras una oleada de culpa me inundó. No me gustaba mentirle, pero mucho menos ser violado.
A la mañana siguiente, me llegó un mensaje idéntico al del día anterior por parte de Yeimar, así que me dirigí al callejón otra vez.
-¿Trajiste lo que te pedí?- me preguntó.
-Sí Yei...señor- le dije, cabizbajo, entregándole mis anotaciones.
-Perfecto Martincito- me dijo, dándome unas palmadas humillantes en el cachete. Se puso a leerlas rápidamente, asintiendo con la cabeza con expresión reflexiva.
-Bien, esto es lo que vamos a hacer. Te voy a dar porro, vos comprá alcohol. Le vas a decir a tu hermana que se queden mirando una película fumando y tomando. A eso de la mitad, cuando ella ya esté loca y en pedo, le vas a decir que vino un amigo a acompañarlos. Y ahí aparezco yo. Me vas a dejar sentarme al lado de ella y, cuando yo te diga, vas a hacerte el que cabeceás de sueño y te vas a ir a dormir a tu cuarto. ¿Entendido?- Acto seguido, me entregó una bolsita con lo que deberían ser unos 5 gramos de flores de marihuana.
-Sí señor.
Yeimar me dio otras palmadas y me tomó de nuevo por el cuello, ingresando al colegio igual que ayer. Me esperaba una noche intensa.
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