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Loser: la victoria del un perdedor (Cap. 1 - El tatuaje)

LOSER - LA VICTORIA DE UN PERDEDOR | Capítulo 1 - El tatuaje de mi mejor amiga

Yo soy un buen tipo, el típico buen amigo, el que no le gusta tratar mal a la gente, ni tampoco ver como los demás se aprovechan de otros, moderado y respetuoso, con un dejo de soberbia al opinar que oculta una fuerte inseguridad al relacionarse socialmente. Siempre me gustó leer, en especial sobre animales, banderas, dragones y ese tipo de cosas. Sin embargo nunca fui el típico nerd que se encerró en sí mismo con anteojos y sólo buenas notas en su vida. Tenía amigos y amigas, jugaba al fútbol, iba a campamentos y salía a bailar.

La secundaria pasó sin un chape (antes se decía de otra forma pero ahora me sale así) con ninguna compañera de toda la escuela, apenas con unos besos en la oscuridad de un boliche y con un debut sexual pago por la lástima de un grupo de amigos que no fue mucho más placentero que la masturbación. Mucho había pensado de mi relación con las mujeres y de mi mediocridad general: simpático pero nunca el lindo, no tan feo pero nunca el raro, deportista pero no musculoso, el típico buen amigo que escucha a sus amigos hablar de minas y a sus amigas hablar de pibes. Pero mucho más me había masturbado, deseando lo que parecía imposible, ahogándome en una frustración que parecía exagerada pero que sabía que nunca me iba a abandonar.

El tiempo pasó y las amistades femeninas se diluyeron transformándose en lo que eran en realidad: histeria, lástima o simple simpatía por parte de ellas; ganas de actividad sexual por parte mía. Sólo me seguí relacionando con mi mejor amiga del colegio, con quien me quedaba hablando en las fiestas o en medio del boliche porque todos los demás se iban con alguien y nosotros no. Yami, la típica gordita del curso, injustamente ignorada por el sector masculino del curso, cruelmente castigada por sus compañeras más allá de falsas sonrisas y algún que otro gesto de tibia aceptación. Con ella nos regodeamos en nuestros fracasos criticando con humor y odio a todos los demás que nos enrostraban su éxito.

Loser: la victoria del un perdedor (Cap. 1 - El tatuaje)

Nunca había pensado en ella como una posible pareja pero siempre recordaba que fueron las primeras tetas que vi en la vida (de chico, espiándola en un campamento) y la verdad que varias veces me habían llamado la atención sus grandes pechos que eran los únicos que tenía relativamente cerca en mi vida. Pasó el tiempo y nos fuimos distanciando, aunque siempre hablando por mensajes y riéndonos de todo. Yo seguí masomenos viviendo como venía, ella se empezó a juntar con otro tipo de gente y a curtir una onda que ni siquiera yo, metido en mis libros de ciencia ficción, podía entender del todo: algo con un fetiche por la brujería, como el chamuyo de la astrología pero con elementos más célticos o medievales supongo, que sé yo. Lo cierto es que nos alejamos y no nos vimos por años.

En esos años en los que ya había pasado mis 25, mi autoestima estaba por el suelo y encima arrastraba una sequía irremontable en cuestión de mujeres. Había tenido novia unos meses pero (por sus convicciones religiosas) sin más actividad sexual que unos besos y roces que no saciaban la sed, sino todo lo contrario. Había pasado noches con alguna mujer, siempre con la sensación de que ambos nos conformábamos con el otro y listo, o siempre remándola mil días para que después de un par de horas no me hablen más. No podía hablar de esto con nadie ¿Mis amigos? A ellos siempre les fue bien con esto, no me iban a entender ¿Mi familia? Ni pensarlo ¿Terapia? No podía pagarla...La verdad estaba desolado. Para distraerme y pensar en otra cosa apelé a la vieja receta de humor y odio hacia los demás, un estúpido pero momentáneamente efectivo consuelo.

Una noche recibí un mensaje de Yami riéndose de las fotos de una excompañera que careteaba su adicción a las pastillas con anteojos de sol y sonrisas falsas en una pileta. De curioso vi su foto de perfil y en sus historias ella estaba distinta: otro maquillaje, tatuajes por muchos lados y una actitud más sombría que la de costumbre, pero con el generoso escote de siempre. Me contó que en estos años no había tenido novio y que no salía ya a los lugares donde solíamos ir de chicos, y lógicamente a nuestros excompañeros no los veía más.

tetona


Le dije que le quedaba mejor su onda nueva, que se la veía más contenta y me contó que desde que tenía nuevas amigas y se juntaba con un grupo Wicca (que yo sólo había escuchado nombrar en el capítulo de los Simpsons donde Lisa quiere ser bruja) se sentía muy bien. Siguiendo la conversación ella me mostró un tatuaje llamativo que tenía entre los pechos y me llamó la atención. Ella nunca me mandaba fotos o hablaba de cosas de su cuerpo.

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No sólo no borré las fotos sino que me las quede mirando un rato e inevitablemente me puse a pensar en sus tetas y me excité hasta el punto de masturbarme. No era la primera vez que lo hacía por ella, pero sí la primera ocasión en la que acabé 3 veces seguidas y mirando una foto suya, mirando el tatuaje. Al ratito en medio de la madrugada, me mandó una solicitud de amistad en facebook (yo no sabía que seguía teniendo, lo había cerrado en un momento) y vi sus fotos.

amiga

"La gordita" era una bomba sexy con una mirada hambrienta tremenda y una actitud demoníaca, además de un cuerpo todo tatuado y con curvas que incitaban a no respetar una amistad de tantos años. Primero me calenté mucho y pasé noches enteras pajeándome por ella, viendo las fotos de sus tatuajes y pensando una y otra vez en el que tenia entre sus dos hermosas gomas. Después, me invadió una frustración tremenda porque me di cuenta que tuve muy cerca a una mina que sólo era gorda bajo los estereotipos de belleza física que teníamos los chicos y chicas del curso/grupo de amigos y ella misma que se definía así al menos ante mí. La había tenido muy pero muy cerca varias veces y no hice nada, sólo chistes estúpidos para salir de la situación sin demasiada incomodidad. Y eso resumía mi vida sexual y afectiva, o así lo pensé. Y al pensarlo me embarqué en una depresión tan grande que me dio ganas de mudarme lejos, al sur de la ciudad, donde me nadie me conociera, renovar todo lo que pudiera que esté a mi nombre y pensar en mujeres y sexo lo menos posible. Y lo hice, sólo faltaba habitar la nueva casa alquilada cuando recibí otro mensaje de Yami.

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CAPÍTULO 2
http://www.poringa.net/posts/relatos/4217563/Loser-la-victoria-del-un-perdedor-Cap-2---El-hechizo.html

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