Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Intervención 4: Obsesionada (Ariela)
Si había alguien que me tenía obsesionada desde hacía años, ese era Gastón, el pibe más hermoso del pueblo. En la secundaria ya era todo un ganador, gracias a su hermosa carita y su cuerpo musculoso que lucía con sus remeras apretadas y musculosas que dejaban ver demasiado. A pesar de que era seis años más grande que nosotras, cuando teníamos 12 lo veíamos como el hombre con el que queríamos pasar el resto de nuestras vidas. Gastón nos hacía reír tan solo con mirarnos, lograba que nos pusiéramos coloradas cada vez que pasaba por al lado de nosotras y tuvo el placer del ser el primer hombre que me llevara a tocarme pensando en él. Me tenía como loca y todas mis amigas lo sabían.
Cuando entré a la secundaria en el pueblo me hice muy amiga de Rochi y durante los primeros años éramos como culo y calzón (o culo y bombacha en nuestro caso). Estábamos todo el tiempo juntas y pasábamos las tardes encerradas en mi habitación hablando de cosas de chicas de 12 años, telenovelas, amistades y chicos. Una tarde que fuimos a su casa, su hermana estaba estudiando para los exámenes con un grupo de amigos y entre ellos se encontraba Gastón. Al principio no le di mucha importancia, ya que nosotras seguimos de largo y fuimos hasta la habitación de Rochi. Pero cuando yo fui al baño, me encontré que ni bien se abrió la puerta él salía algo despeinado de adentro. Me quedé paralizada, lo miré de arriba abajo y enseguida caí rendida a sus pies. ¡Era hermoso!
Volví a la habitación sin pasar al baño y le pregunté a mi amiga como se llamaba el compañero de estudios de Naiara, a lo que ella me preguntó a cual me refería. “¡El que está re bueno! ¡El que tiene una remera verde!” le dije enseguida ansiosa por saber el nombre de quien quería que fuese mi primer beso. Rochi me contestó y ahí aprendí que el pibe hermoso que acababa de conocer se llamaba nada más y nada menos que Gastón. Como no había ido al baño de lo atontada que había quedado, tuve que salir nuevamente de la habitación y aproveche para pasar por el comedor para verlo una vez más. Él levantó la vista y por una fracción de segundos nuestras miradas se cruzaron y sus ojos claros me atraparon al instante.
Desde aquel día empecé a cruzarme a Gastón en cualquier lado. En el colegio lo veía todo el tiempo y siempre me quedaba como una idiota admirando su hermoso cuerpo y su rostro perfecto. Rápidamente Rochi, Belén y Ludmila fueron compinches de mi adicción hacía él y me iban recolectando información que obtenían acerca suyo. “Su familia tiene campo amiga” me hizo saber Belén que al parecer su padre conocía al padre de Gastón ya que habían hecho algunos negocios en el pasado. “Su hermana, Azul, va al mismo curso que tu hermano” me dijo Ludmila haciéndome saber que de una buena vez por todas mi hermano Gabriel, el nerd del colegio, me servía para algo. “Se va a ir a estudiar a la ciudad junto con mi hermana” me dijo Rochi cerca de fin de año y yo sentía que tenía que hacer algo antes de que se fuera de mi vida para siempre.
Creyendo que a un chico de 18 años le podría interesar estar con una chica de 12, fui a una fiesta de fin de año organizada por su curso con la idea de estar con él. En ese momento solo quería besarlo, quería que él fuera mi primer beso. Lamentablemente Gastón estaba en una sintonía muy distinta a la mía y no se percató de mi presencia hasta que Naiara le preguntó a Rochi que estábamos haciendo ahí y nos mandó a todas a dormir por ser “muy chiquitas”. En ese momento Gastón y otro chicos más se acercaron a nosotras y nos empezaron a hablar. Volví a cruzar miradas con él y traté de hacerme la agrandada, pero todo fue para peor y lo único que pude hacer fue sacarle una carcajada antes de que volvieran con sus amigos.
Los años pasaron y mi obsesión por él nunca frenó. El estallido de las redes sociales hicieron que me fuera mucho más fácil seguir su vida en la ciudad y las novedades que Rochi me daba gracias a Naiara ayudaban muchísimo. A medida que los años iban pasando Gastón se iba poniendo cada vez más fuerte. Sus músculos aumentaban, su carita perfecta se remarcaba más y una barba perfectamente recortada iba apareciendo dándole un toque más masculino y maduro. Casi todos los días entraba a las redes y veía lo que hacía, con quien estaba, con quien la pasaba y a donde salía a bailar. De vez en cuando aparecían algunas chicas que me provocaban unos celos inexplicables pero que no podía controlar. Lo deseaba muchísimo y no lo podía tener.
Pero los años también pasaban para mí y yo también iba madurando. Obviamente tuve mi primer beso, mi primera relación, mi primer amor frustrado y cuando estaba cursando el último año de la secundaria, tuve mi primera vez. Nada de ello fue con Gastón, siempre eran chicos distintos que aparecían en mi vida y terminaban esfumándose ya que ninguno de ellos me conformaba. Cuando terminé la secundaria me mudé a la ciudad y por unas semanas pensé que allí, mi amor platónico y yo íbamos a poder concretar algo. Pero él estaba en su mundo y yo nunca pude entrar en él. Traté de hablarle por redes en alguna oportunidad, pero nunca me surgía de forma natural y no quería quedar como una regalada. No sabía cómo hacer para que él me diera bola y poco a poco me fui creando mi círculo romántico que incluía a dos compañeros de la facultad y a un chico que conocí en un boliche con quienes me iba divirtiendo mientras esperaba el momento para concretar con Gastón.
De golpe y frente a todo pronóstico negativo, Gastón me respondió una historia de Instagram un domingo a la tarde. “Che, de donde conoces a Lorena?” me escribió al ver que yo subí una foto con una chica que iba con él a la secundaria y que ahora era ayudante de cátedra de una materia que yo cursaba en la facultad. Le contesté y rápidamente me sacó conversación. Era evidente que se hacía el distraído, que trataba de disimular que no me conocía, pero a mí no me importaba ya que después de varios años volvía a hablar con él. Poco a poco empezó a ponerme corazones en las fotos, a responderme las historias y yo supe que algo bueno estaba por llegar. Con la idea de llamar su atención, empecé a subir fotos a las redes en las que estaba más suelta de ropa, mostrando un poco más de piel y luciendo mi mejor cualidad: mi cola.
“Terrible joda a la que fuiste! Decime donde es así la próxima voy!” me escribió un día respondiéndome una historia en la que estábamos en un boliche con Belén y Dante. Rápidamente le dice el nombre del lugar y Gastón me contestó diciéndome que iba a ir allí el siguiente fin de semana. “Con suerte nos encontramos después de muchos años” me dijo después y el corazón empezó a latirme a máxima velocidad. Me hice la tonta diciéndole que yo seguramente iba a ir allí el próximo fin de semana, pero por otro lado ya estaba organizando con las chicas para que sí o sí fuéramos a ese boliche. Esa noche me quedé viendo las fotos del perfil de Gastón y no pude evitar calentarme pensando en él y en las cosas que le haría si lo tuviera para mi sola.
Llegó el fin de semana en cuestión y aprovechando que Rochi y Tomás iban a venir a la ciudad a visitarnos, decidimos juntarnos a cenar en la casa de Javier y a tomar algo para después salir a bailar. En medio de la reunión nos pusimos a hablar de Gastón y yo no pude evitar ponerme a ver sus fotos nuevamente. Le mostraba a mis amigas las imágenes de ese increíble hombre y les daba detalles de la conversación que habíamos tenido mientras que los chicos hablaba de otras cosas. Ludmila fue llevando poco a poco la conversación hacia lo sexual y empezaron a darme consejos de como complacer a Gastón. “Si se la chupás bien, seguro que te dice de volver a coger” me aconsejó mi amiga entre risas y rápidamente les pregunté cual creían que era ellas la mejor técnica para chupar una pija. Los chicos hicieron sus acotaciones también y fue un comentario de Ramiro el que me quedó grabado en el cerebro: “Tenés que hacerle creer que él tiene el control del pete, pero ser vos la que lleva el ritmo”.
Cuando entramos al boliche le pedí a mis amigas que nos sacáramos una foto y rápidamente la subí a las historias etiquetando el lugar, con la idea de hacerle saber a Gastón que estábamos allí. Él tardó un tiempo en contestarme y eso me tuvo mirando el celular cada dos minutos. Sin embargo, cuando ya llevábamos una hora adentro del boliche, me respondió la historia diciéndome que él también había ido a ese lugar. Enseguida levanté la cabeza y lo empecé a buscar entre la multitud. De golpe vi a uno de sus amigos que solía aparecer en sus historias y supe que mi amor debía de estar por allí cerca. No fue hasta que Belén me pegó un codazo y me señaló a un grupo de chicos cerca de nosotros, que me di cuenta que Gastón estaba a tan solo unos metros de distancia.
- ¡Ay chicas! ¿Qué hago? ¿Le voy a hablar?- Les pregunté a mis amigas dudando y no supe cómo reaccionar- ¡Ay Dios! ¡Me muero! ¡Está re lindo!- Agregué al ver como la camisa que tenía puesta se le pegaba al cuerpo.
Mis amigas trataron calmarme y Ludmila me propuso acompañarme al baño ya que yo no parecía reaccionar. “Yo me quedo con Rochi que está medio mala onda” nos dijo Belén y giró la cabeza para ver a nuestra otra amiga que no podía disimular su expresión de desagrado. Pero a mí no me importaba, pasamos caminando con Ludmila casi por al lado de Gastón y sus amigos y nos hicimos las distraídas para no mirarlos a los ojos. Fuimos al baño y ni bien entramos ella me empezó a decir que tenía que esperar a que él me viniera a buscar. Pero ni bien salimos del baño nos dimos cuenta que Gastón estaba parado a tan solo dos metros de la puerta y que me miraba fijo a los ojos.
“Te dejo sola” me dijo mi amiga y se fue mientras yo caminaba con paso decidido hacia él. Estaba apoyado contra una pared, tenía los brazos cruzados y me miraba con una hermosa sonrisa que lo hacía mucho más lindo de lo que ya era. Me paré frente a él, lo saludé con un beso y Gastón enseguida me preguntó cómo estaba. Antes de que pudiera responderle acotó un “estás muy linda” que me dejó paralizada. Apoyó su mano sobre mi hombro y empezó a hacerme unas caricias muy delicadas que hicieron que me ruborizara por completo. ¡No podía creer que estaba allí con él! ¡Para colmo estaba más hermoso que nunca!
Todo pasó tan rápido que casi no me di cuenta de cómo se iban dando las cosas. Gastón me invitó un trago el cual lo fuimos a comprar a la barra del fondo, la que siempre estaba más vacía. Después nos mudamos a una esquina del boliche en donde había un lugar para sentarse y nos pusimos a hablar. Su mano se apoyó sobre mis piernas y empezó a levantar sutilmente mi pollera mientras que mis ojos iban de su pecho marcado hasta sus pupilas negras. El beso llegó desprevenido y me tomó por sorpresa, pero eso hizo que se sintiera mucho mejor de lo que había imaginado toda mi vida. Las caricias se volvieron más fuertes, las manos se descontrolaron, su boca bajó hasta mi cuello y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en su departamento.
La casa estaba completamente desordenada, había ropa tirada por todos lados, la play station permanecía tirada en el piso mientras que una media docena de vasos sucios se exhibían en la mesa. A pesar de eso, yo solo tenía ojos para él, quien se había desabrochado dos botones de la camisa y había dejado a relucir sus pectorales hermosamente marcados. Me fue llevando de la mano por el departamento hasta que entramos en su habitación. El desorden era el mismo y de hecho Gastón tuvo que esconder sutilmente algunas cosas mientras yo dejaba mi cartera en una silla repleta de remeras y algunos apuntes. Pero cuando todo estuvo listo, nos acostamos en la cama y volvimos a los besos como antes.
Todo se fue calentando muy de golpe. Me subí encima de su cuerpo y empecé a besarlo apasionadamente como nunca antes había besado a ninguno de mis amantes. Gastón metía su lengua en mi boca mientras que con sus manos me iba levantando la remera y me acariciaba la espalda. La ropa empezó a desaparecer de golpe. Yo le terminé de desabrochar la camisa y me quedé como una idiota tocando su cuerpo con la punta de mis dedos al mismo tiempo que él me miraba y me tocaba las tetas por encima del corpiño. Los besos seguían y se volvían más húmedos. Sus labios bien carnosos me atrapaban y sus manos fuertes y grandes me poseían sin hacer presión. Estaba como atada a su piel.
Comencé a bajar por su pecho y no pude evitar darle muchos besos a esos pectorales y esas abdominales perfectamente marcadas. Me encantaba como él hacía fuerza para que sus músculos salieran a relucir mientras yo rozaba con mis labios su caliente cuerpo. “¡Uhhh sí nena!” me dijo él de golpe y sentí como su voz gruesa entraba en mis oídos y calentaba mi cabeza. Seguí besándolo y bajando por su cuerpo hasta acomodarme entre sus piernas y supe que había llegado el momento de la verdad. Tenía que lucirme, tenía que hacerlo gozar como nunca antes lo habían hecho. Le desabroché el pantalón, se lo bajé hasta las rodillas, me acerqué a su bóxer color negro y dejé al descubierto su cintura de un tirón.
Su pija, bien grande y gruesa quedó al descubierto y me sorprendí tanto de lo inmensa que era que me costó reaccionar. Gastón alzó la cabeza y me miró orgulloso a los ojos, luciendo una sonrisa de ganador que claramente lo hacía para presumir su arma secreta. Con dudas, se la tomé con una de mis manos y lo empecé a pajear para sentir como su piel se corría y dejaba al descubierto su cabeza bien roja y grande. No podía creerlo. Gastón no solo estaba buenísimo, sino que también tenía una pija enorme que seguramente me iba a volver loca.
Comencé a chupársela lentamente. Arranqué por su cabeza y poco a poco fui bajando por el cuerpo de esta mientras que él seguía observándome con la cabeza levantada y sus manos colocadas en la nuca. Su pija se fue mojando con mi saliva a medida que yo seguía comiéndomela y noté como esta crecía aún más adentro de mis labios. Era increíblemente grande y no me entraba toda en la boca, pero yo no dejaba de hacer fuerza hacia abajo con la idea de tragármela por completo. A medida que se la iba chupando podía escuchar unos suspiros de placer que salían de su boca y cuando levantaba la vista, me encontraba con esos ojos claros que tanto me gustaba. Todavía no caía en la suerte que estaba teniendo.
Acordándome del comentario de Ramiro que había dicho esa noche en alusión a que debía hacerle creer que él llevaba el control de la mamada, estiré mi mano por su cuerpo y cuando llegué a su pecho comencé a acariciar sus pezones. Sin dejar de mover mi cabeza hacia arriba y hacia abajo, estiré un poco más mi mano y logré llegar a su brazo. Lo tomé con fuerza y fui tirando de él hasta que Gastón bajó su mano y entrelazó sus dedos con los míos. En ese momento traje su mano hacia mi cabeza y la apoyé sobre mi nuca, haciéndole saber que quería que me guiara en ese momento. “¡Uff sos increíble!” me dijo él y me sujetó del pelo y empecé a mover mi cabeza un poco más rápido. Dejé que él fuera indicándome el ritmo mientras que yo seguía tragándome semejante pija y llenándome la boca con ella. La baba se me caía por los costados de la boca y llegaba hasta sus huevos, los cuales masajeaba con una mano. Sus gemidos y suspiros aumentaron más y a más a medida que aceleraba el ritmo y eso me hizo saber que había logrado lo que Ramiro había dicho.
Pero la noche recién estaba arrancando y el placer iba a ir aumentando para los dos. Luego de un pete bien largo y mojado que le dejó la pija empapada, Gastón se dedicó a chuparme la conchita por un buen rato. Me acosté contra el borde de la cama ya desnuda y él se agachó frente a mi cuerpo para abrirme las piernas y cometerme entera. Era como si una bestia salvaje no hubiese comido por días y ahora estaba devorando una presa de una forma bestial y violenta. Movía su lengua en todas direcciones, una de sus manos subía y bajaba por mis labios rozándolos plácidamente y de su nariz salía una cálida respiración que me erizaba. Cuando me penetró con uno de sus dedos no pude evitar un gemido bien agudo que resonó por toda la habitación. Me estaba volviendo loca y podía notar como mi cuerpo se empapaba y no solo de su saliva. Gastón no podía ser más perfecto… ¿O sí?
Se incorporó de golpe, buscó un preservativo a las apuradas en el desorden de su pieza y luego de colocárselo volvió a agacharse frente a mi cuerpo, pero esta vez a la altura de mi cintura. Apoyó su enorme pija en mi conchita y empezó a hacer presión abriéndome de par en par. No pude evitar un gemido de placer puro al sentir como su cuerpo entraba en el mío lentamente. Yo estaba tan mojada que su pija se deslizaba adentro de mi concha como una persona bajando por un tobogán. Me tuve que aferrar con fuerza a las sábanas para poder controlar mis movimientos frenéticos, pero cuando Gastón se metió por completo adentro mío empezó lo bueno.
Apoyó sus manos en mi cintura y yo me sujeté de él con mis piernas y comenzamos a darnos placer. Los dos queríamos complacer al otro de la misma forma y es por eso que ambos empezamos a movernos hacia adelante y hacia atrás en la misma dirección. Los golpes que daba bien a fondo me ponían como loca y generaban unos alaridos que se oían cada vez más fuertes. “¡Ay sí! ¡Qué mojada estás! ¡Me encanta!” me decía él y golpeaba con firmeza su cuerpo contra el mío penetrándome con esa enorme poronga. Yo sentía un calor increíble invadir todo mi cuerpo y eso me encantaba. No podía creer que estaba cogiéndome al hombre que me había obsesionado desde los 12 años y que encima era una bestia.
Hicimos miles de posiciones y la pasamos bomba por casi una hora. Luego de que él me cogiera a mí de parado, nos acostamos en medio de la cama y lo hicimos de forma un poco más lenta, aprovechando la oportunidad para darnos bastantes besos y caricias. Pero la acción se puso acelerada cuando me pidió que yo fuera arriba y saqué a relucir mi experiencia. A uno de mis antiguos amantes le encantaba como yo lo cabalgaba y siempre me pedía que lo hiciera, por lo que con el correr de los encuentros fui mejorando la técnica y esa noche me subí encima de la hermosa pija de Gastón para cabalgarla durante varios minutos. Aceleraba y disminuía el ritmo a medida que veía como se iba poniendo la cosa mientras que él jugaba con mis tetas y rozaba mi cuerpo con la yema de sus dedos.
También lo hicimos en cuatro, pues no pudo aguantarse las ganas de decirme que le encantaba mi culo y que quería cogerme mientras me lo veía. Aproveché ese momento para sacar a relucir otra de mis técnicas y luego de que él se agotara de darme bien duro, empecé a moverme hacia adelante y hacia tras haciendo que su pija desapareciera en mi conchita con cada golpe que yo daba contra su cintura. “¡Sos tremenda! ¡Me encantás!” me dijo él mientras yo gemía como loca y disfrutaba de sentir su inmensa verga entrando y saliendo de mi cuerpo. Estaba convencida de que estaba dando una excelente imagen a Gastón, al fin y al cabo quería que se quedara con ganas de más después de esa noche.
Para el gran final, volvimos a hacer el famoso misionero. En esa oportunidad, él decidió ser un poco más brusco y mientras me cogía velozmente, me mordía el cuello y me decía al oído lo mucho que le gustaba. “¡Sos tremenda! ¡Me encantas nena! ¡Me volvés loco!” me susurraba y yo notaba como todo mi cuerpo se mojaba a medida que iba acabando una y otra vez. No sé cómo lo hizo, pero de golpe me llevó a tener un inmenso orgasmo que parecía ser interminable. De mi conchita salía un líquido bien caliente que iba humedeciendo más y más la zona. Era una inmensa oleada de placer que parecía no tener fin.
De golpe Gastón frenó y comenzó a gemir de una forma muy sensual en mi oído, haciéndome saber que él también había llegado al orgasmo. Acabó dando un fuerte golpe sobre mi cuerpo y después siguió moviéndose ligeramente hacia un lado y hacia otro con toda su pija adentro de mi empapada concha. Levantó la cabeza, me miró unos segundos y en ese momento recordé aquella primera mirada que nos habíamos dado cuando me lo encontré en la puerta del baño de la casa de Rochi. Me besó y sentí una felicidad inmensa invadir todo mi cuerpo a medida que seguía sintiendo ráfagas de placer recorrer todo mi cuerpo.
Nos acostamos uno al lado del otro mirando al techo y Gastón me confesó que le había encantado lo que acabábamos de hacer. “¡Sos increíble!” repitió y luego se sentó en el borde para sacarse el preservativo y arrojarlo al piso al lado de un papel que estaba todo abollado. Nos cambiamos, fuimos a la cocina y mientras me servía un vaso de agua le confesé que me sentía atraída desde que tenía 12 años. No sé porque se lo dije, pero la conversación se dio naturalmente y él me respondió diciéndome que lo sabía, que era evidente la forma en la que yo y mis amigas nos comportamos. Entonces se me acercó, me acarició el hombro una vez más y me sonrió.
- A mí también me gustás desde hace rato.- Me confesó sin especificar desde cuando.- Pero el tiempo de espera valió la pena.- Me dijo y me besó de una forma que enseguida sentí el fuego resurgir adentro mío.
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