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Aprendiendo (Parte I)

Hola, ayer "terminé" este relato sobre aquellas cosas que hacemos cuando no conocemos y averiguamos a los ponchazos, sin tener educación sexual (Los más grandes me entenderán). Estoy pensando hacer una segunda parte, pero dejen puntos, comenten, participen. Me gusta que haya feedback.


Aprendiendo
 
 Lautaro era un estudianteque recién comenzaba su carrera. Estaba deseoso de saber de qué se trataba lavida universitaria. Se preguntaba si había muchas mujeres y si le darían algode cabida. Su actividad sexual era mucho menor de la que presumía. Cada tantoles mostraba a sus amigos fotos de chicas con las que no había tenido la menorchance. A menudo inventaba anécdotas que parecían salir del cine porno másgenérico.
 Un día conoció a sucompañera Pía, y lo primero que pensó fue en si había alguna oportunidad decogérsela, como a todas las chicas. No era la más linda del grupo para él, perono era un impedimento para saciar sus ímpetus. Ella era muy menudita, pálida ycon mucha cara de nena. Tenía unos cachetes y unos ojos grandes.
 Durante unaconversación grupal fuera de clase, ella contó que era virgen con muchanaturalidad. Esto sorprendió a muchos, y a Lautaro se le cayó el mito de quetodas debutaban antes de los quince.
 -¿Cuántos añostenés?- Preguntó uno de sus compañeros.
 -Veintidós.
 -¿Veintidós? Yo penséque eras mucho más chica- Indicó
 Y era lo que todospensaban antes de conocerla. No sólo aparentaba ser menor físicamente, si noque su personalidad no la ayudaba. Pía venía de las afueras de la ciudad. Sufamilia era muy conservadora y no le daban mucha libertad. Esto la hizo crecercon cierta inocencia e inmadurez.
 Desde entonces, eljoven quedó con mucho morbo. “Me imagino lo estrecha que debe estar”, pensaba.Así fue que la encaró un día con un simple “Me pareces re linda” que hizosonrojar a Pía y caer en sus encantos. Él era moreno y tenía lindas facciones,lo que lo ayudaba a veces para atraer a las mujeres. Su seguridad o aparenteseguridad complementaba su inociencia y falta de ingenio. Aún no cumplía losveinte.
 Los días de clasepasaban y ellos aprovechaban las horas libres para besarse en todos losrincones solitarios de la facultad. En cada beso, las manos de Lautaro seanimaban a más. Pía aceptaba con cierta resistencia ambigua. A él le fascinabanlas colas, y no podía abstenerse a tocarla, darle algún apretón o roce. Despuéslas manos subían para tocarle sus pequeños pechos sobre la ropa.
 Era el único momentoen el que podían verse, ya que las actividades de Pía estaban bastantecontroladas por su familia. Había cierto noviazgo implícito en donde sólo compartíanese rato. Ella no estaba preparada para que su familia lo conozca. Durante lanoche, bien tarde, intercambiaban algunas palabras por mensajes.
-¿Es verdad que sos virgen?
 -Sí, ¿Por qué?
 -Me cuesta creerte. Atu edad.
 -Yo soy diferente.
 -¿No querés probar?
 -No sé, no lo haríacon cualquiera.
 -¿Tenés miedo?
 -Sí, un poco. Pero noes por eso. ¿Vos sos virgen?
 -Hace como cincoaños.- Improvisó Lautaro.
 En verdad elestudiante había debutado recién en su viaje de egresados, pero tenía reservadala misma mentira para todos los que se lo preguntaban. Según él, en un viaje a Chilecitoconoció a una “Gauchita” del lugar.
 -¿Y has estado conmuchas chicas?
 -Sí, con varias-Dijo, pensando que esto le ayudaba.
 -¿Y no tenés hijos?
 -No, nada que ver.-Señalósorprendido- ¿Y vos nunca tuviste un novio?
 -No, pero me hebesado con varios. Me acuerdo la vez que salí a bailar y un chico me sacó. Meempezó a chapar. Ese día tomé fernet y ahí nomás me piqué.
 El jóven se extrañabapor lo que escuchaba. No podía creer que contara algo tan común para él como sifuera una anécdota única.
 -¿Y nunca te hantocado?- Preguntó con algo de morbo.
 -Una vez, me tocaronla cola. El chico del boliche. Y vos también, sos muy pícaro.
 -¿Te molesta?
 -No. Me da lo mismo.
 -¿Te has tocado?
 -¿Cómo?
 -Si te has…Masturbado.
 -No, nunca. No sénada de eso. Y no me importa-Mencionó con mucha timidez.
 -Es más normal de loque crees. Casi todas lo hacen, pero algunas no lo quieren aceptar.
 -Pero yo no.- Dijocon orgullo.
 -¿No querés probar?
 -No me interesa.
 -Eso lo decís porqueno lo has probado nunca.
 -¿Ya has estudiadopara el viernes?- Dijo, intentando cambiar de tema.
 -No. Creo que voy adejar esa materia.
 Era común que cambiede tema tan repentinamente. Le daba mucho pudor conversar de sexo, pero cadadía solía soltarse un poco más.
 Los días pasaron ylos besos y los roces se pusieron cada vez más y más permisivos. Al principioella estaba como rígida. Sus labios apenas los movía, dejaba que él la besara.Ahora sentía que sabía un poco más. Cada tanto se tomaban el ascensor y rozabansus cuerpos, más él que ella. Pía sentía una mezcla entre curiosidad eincertidumbre, y eso lo demostraba cada vez que él avanzaba un poco,paulatinamente. Pero al final siempre se dejaba. Le gustaba. Su compañero lainstruía, con lo poco que sabía. A veces inventaba, pero ella siempre escuchabaatenta.
 Pasaron más de seismeses. Un día Lautaro descubrió que el último piso de la universidad era muypoco concurrido. Allí había un aula en donde él podía ver si alguien seacercaba. No tardó mucho en llevarla una vez que se escaparon de clase. Sesentaron en un banco y él comenzó a meter su mano en su ropa interior conpicardía. Ella estaba nerviosa, pero intrigada. ¿Qué era lo que estabasintiendo? Tomó la mano de Lautaro con fuerza y se la quitó.
 -Perdoname-Le dijoél.- Pensé que te gustaría
 -Me gusta- Dijo- Perome siento rara. ¿Y si nos ven?
 Estaba agitada.Eufórica. Le pasaban un millón de cosas por la cabeza. El corazón le latía amil por hora.
 -No nos van a ver.Estoy viendo desde la ventana. Si viene alguien saco la mano- Dijo el hombre-¿Tenés miedo?
 -¡No!- Dijo, y tomóla mano de Lautaro para que vuelva a estimularla.
 Ella intentabadisimular la agitación efusiva por el miedo a ser descubierta, pero le costabamucho. Cerraba las piernas y las frotaba una con otra. Mientras tanto, él sesentía con mucha astucia, ya que tenía una anécdota real para contar. Comenzó aexcitarse desde que sus manos se posaron en ella. Pensó en pedirle una devoluciónigual, pero ambos se vieron interrumpidos por el sonido de unos pasos cercanos.Sacó la mano asustado y Pía se puso colorada.
 Apareció un profesorque parecía estar cerca de jubilarse. Lautaro ya había pensado que podía pasar,y tenía un par de apuntes sobre la mesa para simular estudio. El jogging lepermitió sacar su mano rápidamente y colocarse en otra postura menoscomprometedora.
 -¿Qué están haciendoacá?
 -Estudiando.
 -Para eso está labiblioteca.- Dijo, y se retiró.
 -Bueno, ya vamos paraallá.
 -Estamos haciendocualquiera- Dijo ella, cuando el profesor se marchó.
 -No pasa nada, ¿Nohas sentido como adrenalina?
 -Me siento rara. Escomo si me sintiera mal, pero quiero más. No entiendo por qué me gusta.
 -Ni la pensés.
 -¿Y qué pasa si nosdescubren?
 -No nos van adescubrir. Yo tampoco quiero que me descubran.
 
 Un día, Pía vio unmeme de una mujer que decía “Si no entendiste, tu inocencia está intacta”. Sepreguntó de que se trataba, y viendo en los comentarios, parecía ser que lasuñas cortas de la joven, eran las que usaba para masturbarse. Eso le dio piepara averiguar un poco más de qué se trataba.
 Quiso intentarlo conalgunos archivos multimedia… Penes, varios penes. Videos de gente teniendosexo, experimentando demasiado. Pero nada le movía. Las historias les parecíanexageradas. Hasta que de repente enganchó uno, no tenía calidad porque eraamateur y muy mal filmado. Era de una chica a la cual tocaban en un salón declases, después le hacía un oral a uno de ellos.
 El recuerdo de sucompañero le trajo recuerdos de esas sensaciones raras, y despertó esacuriosidad. Quería ver cómo se sentía, y comenzó a sentirse agitada, caliente ycuriosa. Levantó su blusa, su corpiño desproporcionado dejaba asomar suspechos. Con extrañeza, vio cómo sus pezones se ponían duros y la adrenalina lahacía sentir fuera de sí misma.
 Recordó lo queLautaro hacía y trató de imitarlo. Estaba en cama en ese entonces. Dormía sola,pero las habitaciones no eran muy anecoicas. Su mano acarició su ombligo y bajólentamente, tal como había ocurrido días atrás con su compañero. Improvisó unrato, un tanto pensativa, pero entusiasmada. Notó que había ciertos movimientosy puntos que la volvían loca, pero como no sabía bien lo que hacía, su manosubía y bajaba y no se centraba en eso. Se contenía cada vez que sentía placer,por el ruido.
 De repente sintióalgo, que con Lautaro no había podido ni le había explicado: Sintió unahumedad. Se asombró, comenzó a preguntarse qué era eso. Comenzó a sentirseavergonzada y extraña. Dejó de hacerlo.
 

1 comentarios - Aprendiendo (Parte I)

Ninigyft
Che vas a seguir con esto está buenísimo
vinlansaga +1
Sí, pasa que no le he estado dando bola a la cuenta. Pero lo cambié un poco, ya lo terminé.