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Aventuras y desventuras húmedas: Primera etapa (5)

El silencio se apropió de ellos después de la última conversación. La música sonaba de fondo, mientras las ideas calientes surgidas en el interior de Carmen se habían evaporado. Ahora se sentía mal por el chico, “¿Le estará dando vueltas? Espero que no”.
Sin embargo, Sergio seguía pensando en aquellas palabras. Al principio algo enfadado, como si hubiera vivido en una mentira, aunque después sintió pena por ambos, aunque más por su madre. Sintió que era absurdo que él se sintiera mal, gracias a aquel “amorío” estaba vivo.
Quizá su madre se hubiera casado por presión y con dudas, seguramente por su culpa, ya que sabía que se casaron unos cuantos meses antes de que naciera. Aunque por otro lado, su madre siguió junto a su marido siempre, demostrándole su amor e incluso teniendo una segunda hija.
A lo lejos, vio el cartel que anunciaba la entrada en la provincia de sus ancestros, aquello le sacó del interrogatorio mental al que se sometía y rompió el silencio que les rodeaba.
—Por fin, la tierra de la familia.
—Tiene un olor peculiar al entrar que me encanta.
—Carmen —Sergio respiró hondo y dijo— Una pregunta, si quieres contestarme claro, si no nada.
—Sí, dime cariño —Carmen se esperaba retomar el tema y no le hacía gracia, pero asumiría su error contestando lo que quisiera.
—¿Vosotras dos erais guapas de jóvenes?
—Sergio, claro que te respondo —la pregunta le sorprendió totalmente, pero se sintió algo aliviada y con una sonrisa pícara contestó— guapísimas, ni te lo imaginas ¿por qué?
—Pensando en lo que has dicho, por supuesto quiero mucho a papá, pero quiero que me contestes con sinceridad. ¿Crees que era el hombre que ella quería? En las fotos de la boda, mamá parece una princesa y Dani, no tan príncipe...
—Tu padre no es feo, Sergio, para nada, y muchas veces lo que resalta de una persona no es su físico. Aunque tu madre… era una belleza, esa es la verdad, en el pueblo cualquiera se hubiera casado con ella.
—¿Quizá se apresuró? Aunque bendita prisa, que de ahí salí yo.
—Esto, —volvió a resoplar— no es lo que yo pienso, si no lo que he oído de ella y lo que pude interpretar en su momento. Puede ser, que si…
—Pues, vaya… —dijo algo cabizbajo aunque se le ocurrió preguntar— ¿Y tú?, ¿qué me dices de ti?
Carmen no pudo evitar mirar con una sonrisa maliciosa a su sobrino, una pregunta tan descarada solo puede venir de su boca, le encantaba como era.
—¿Quieres saber si me apresuré? O ¿si también me podría haber casado con cualquiera?
Sergio alzó los hombros, sabía que era igual guapa que su madre, la segunda respuesta la tenía clara, con cualquiera seguro.
—Nuestro padre siempre dijo que éramos las más hermosas del mundo… quizá en eso se pasó, pero, ¿del pueblo? Creo que sí. Quizá no suene demasiado humilde, pero es la verdad. En mi caso, tenía pretendientes, pero Pedro me encandiló, no era lo que tenía pensado, atarme a alguien de por vida, pero… no me puedo quejar.
—¿Qué vida hubieras preferido? ¿La de viajera? —ambos rieron.
—No lo sé, pero ser un alma libre, coger a tu madre e irnos en coche por el mundo, sin que nadie nos detuviera. Vivir la vida con 20 años hasta los 30 o los 40… quien sabe, pero elegí sabiamente, esa vida no me llevaba a nada y quizá hubiera arrastrado a tu madre. Hubiera sido una vida muy “hippie”… ahora las dos somos felices.
—La verdad, que mi madre cada año la veo más apática, más apagada. Cuando éramos pequeños hacíamos más viajes, más cosas… pero ahora, será por la edad, apenas sale a dar un paseo o tomar algo con las amigas muy de vez en cuando. Esas pequeñas salidas al menos la hacen mantenerse un poco activa. Y tía tú…
—Tu madre, —prefirió no retomar el tema de Pedro y sus escarceos— aunque no lo parezca es igual de coqueta que yo, le encanta verse guapa.
—Puedes ser, tía, pero es que no la ves, tiene una vida de vieja. Tú eres muy guapa, pero ella cada vez se cuida menos y se ve más mayor.
—No digas eso ¡hombre!, si tu madre estuviera unas semanas conmigo, la volvía como nueva. La obligaba a hacer deporte conmigo, que un rato al día no viene nada mal. La llevaba a la peluquería, que por lo que he visto, hace meses que no va… pero, no quiere… es muy cabezota —y al final añadió— y gracias. ¿Tan guapa me ves mi vida? —¿Por qué le gustaban tanto los halagos de su sobrino? No lo sabía.
—Ojalá pudieras hacer eso con mamá, entre todos la matamos de verdad, yo cada vez intento molestarla menos —añadió al final— y bueno… para ser una señora mayor sí que eres guapa…
Sergio recibió un golpe en el brazo a modo de broma que le pico brevemente. La cara de Carmen fingiendo estar malhumorada le hizo saber que se lo había ganado.
—Lo que tienes que hacer, no es dejarla en paz, sino quererla cuanto más mejor, eso la dará vida, intenta hacer cosas con ella, oblígala a salir. ¿La tratas como me tratas a mí?
—No sé… creo que no… contigo es otra cosa, me sale natural, más de amigos, como si tuviera más confianza.
—¿Somos amigos? No sabía eso, entonces espero que me lleves con tus amigos de fiesta. —acabó riéndose y retomó el tema de su hermana— de verdad, Sergio, deberías tener esta confianza con ella, darla amor, es lo que necesita.
—Si quieres te llevo encantado —la miró imaginándose la estampa, sería bastante extraño aparecer delante de sus amigos con su tía— Con lo de mamá, entiendo lo que dices, ¿a ti te ha faltado alguna vez?
—Si recuerdas la conversación que hemos tenido sobre tu tío, puedes deducir que muchas veces —sentenció— pero, desde que me he montado en el coche tengo que decirte, que no me falta nada de amor.
—¿Por mí? —se sorprendió y miró a los ojos a su tía.
—Sí —ella le correspondió con una intensa mirada.
—¿No entiendo? Tampoco te he tratado de manera especial o eso creo…
—Siempre me lo paso muy bien contigo, ¡Eres la leche, cariño! —qué joven se sintió Carmen con esa frase— aunque en este trayecto, he estado especialmente feliz. Me he reído como nunca y me lo he pasado muy bien, ¡Si hasta voy con un pareo mojado y los pechos casi al aire! Y mira, no me da vergüenza decírtelo.
—Me alegro, aunque Carmen no he hecho nada, siempre soy así.
—Otras veces también hemos estado solos y te conozco muy bien. Sin embargo, de manera tan cercana, solos durante horas… nunca. Me has pasado tu vitalidad, Sergio, te lo juro. Si hasta te he contado lo de Pedro —las palabras salían de su boca de forma sincera, ni ella se creía lo bien que se encontraba— me siento… como tú mismo has dicho… como con una amiga. Puede que tengas razón con lo de nuestra amistad.
—Yo también, aunque siempre te vi como algo más que un familiar, por eso te dije lo de Marta.
—Espero que no te hayan aburrido mis cosas de vieja loca, es que me sentía tan bien.
—¿Soy una buena Sergiocina? —dijo el joven sonriendo ampliamente.
—¿Cómo?
—Si soy buena medicina, Sergio más medicina…
—¡Ah! Vale… Que broma más mala cariño —rio después de manera estridente— puede ser.
Hubo un breve silencio y Sergio vio el instante perfecto para decirle algo que había decidido a último momento, en un instante en el que esa felicidad que les rodeaba les envolvió por completo.
—Más o menos, ¿podríamos decir que el tío vuelve entonces en una semana?
—Eso espero, pero nunca se sabe, como se alargue me voy a cabrear.
—Carmen, dime sinceramente, ¿te gustaría que me quedara en tu casa? —no entendía el reparo que le daba preguntárselo, incluso su propia tía le había dicho que podía hacerlo.
—Por supuesto —respondió con tono serio y seguro.
—Si no me vuelves a pegar esos manotazos, que pican… me quedo contigo.
—No te prometo nada… —siguió la broma y al final añadió— me encanta la idea.
—Si tuviéramos tiempo, incluso me gustaría que viniera mi madre, así podrías hacerla disfrutar y que se relaje.
—Por poder… pero ella tiene que querer… y eso no va a suceder —Carmen dudó al principio, pero después se acercó a su sobrino. Posó sin pensarlo sus labios en la mejilla del muchacho y depositó un tierno beso. Se retiró, sentándose de nuevo en el asiento cómodamente y prosiguió— de verdad mi vida, gracias por quedarte.
Sergio sintió el aroma de su tía cuando el beso le acaloró la mejilla. La piel se le había erizado y una picazón le comenzó a renacer donde la parte más íntima de un hombre se encuentra. Su “cerebro de abajo” había dormitado después del incidente (o no tan incidente) del escote de su tía y de nuevo, daba la bienvenida. Aunque luchó con toda su fuerza de voluntad aquel órgano reproductor iba en camino de estar en su máximo apogeo.
—Creo que ya hemos llegado —Carmen divisó su casa al final de la recta.
—Un viaje largo, pero entretenido, ¿no?
—Aunque te parezca raro, me ha resultado tan reconfortante que no me hubiera importado seguir más tiempo.
****
Cerca de la entrada, Carmen sacó un pequeño mando y accionó un botón. La valla que estaba automatizada comenzó a moverse hacia un lado y les dejo paso para que por fin, llegaran a su destino. Con el otro botón abrió la puerta del garaje y Sergio mientras metía el coche en el interior, se maravillaba de lo grande que era la casa, todos los años le pasaba y seguramente en el futuro, también. Una vez detenido el coche, el joven comenzó a bajar las maletas sin dejar a su tía que le ayudase, peculiares maneras de agradecerle el hospedaje en su casa.
La posición del garaje era en un ala del edificio, teniendo conexión directa con la casa a través de una puerta. El interior aunque no era excesivamente grande, al chico le volvió a maravillar. El salón les recibió nada más entrar, con la cocina a un lado, equipada con lo más innovador y otra puerta que si no recordaba mal, era el baño de la planta baja.
Carmen le pidió que dejara las maletas en las habitaciones de sus hijas, allí es donde Sergio dormiría, total sus primas hacía muchos años que las deshabitaron. Una vez subidas las escaleras y dejó las maletas en la primera habitación.
La habitación la conocía, era donde solían dormir sus padres cuando la visita se alargaba más de lo debido y con cuatro copas de más no podían volver donde la abuela. Aunque no posee apenas mueves, solo la cama, dos mesillas y el armario empotrado, es el doble que su habitación, y que decir de la ventana, por la que entraba una claridad de la cual sería difícil escapar.
Comenzaron a andar por el pasillo mientras Sergio admiraba el gracioso andar de su tía, el cual parecía más un contoneo que un paso normal, sin saber por qué, le encantaba. Pero poco duro, Carmen levanto el brazo señalando la siguiente puerta, Sergio sabía que era el baño de la parte de arriba, no hacía falta esas explicaciones.
Para finalizar, el lugar que menos conocía el muchacho, su tía le llevó a su habitación donde, al fin, el joven descargó la pesada maleta. En medio de la estancia una cama presidía la habitación, la cual era enorme y pegaba de maravilla con la televisión… que más bien era un cine.
Dos pequeñas puertas estaban enfrente, una con espejo que daba a un pequeño habitáculo donde estaba el vestidor. La otra prácticamente a su lado, comunicaba con un baño, donde su tía le comenta al entrar, que este es su último capricho que se ha dado. Sergio alucinó al ver lo que hay en el interior, aparte de la ducha y demás cosas evidentes que posee un baño, había un ¡Jacuzzi! El joven no da crédito.
—Eres millonaria, me da igual lo que digas —Carmen no pudo evitar reírse.
—No, cariño, pero sí que tenemos bastante dinero. Aunque piensa que aquí, las cosas son más baratas, la casa en sí, con los terrenos, para que te hagas una idea, valdrá lo mismo que la vuestra. En verdad estamos a las afueras del pueblo, si no estuviera la casa aquí habría un secarral.
—Sí, pero aquí os habéis construido una mansión.
—Donde hemos gastado el dinero ha sido en lo de dentro, eso es cierto, pero la mano de obra también es más barata, creo que vale menos de lo que te imaginas. Lo que más nos costó fue la piscina, y mantenerla claro, que apenas la llenamos desde junio a septiembre, el resto del año está vacía por razones obvias.
—Tengo ganas de meterme, ya que gastáis dinero en ella hay que aprovechar —Carmen rio de nuevo. Junto a su sobrino no se le iba la sonrisa.
—De momento, vamos a comer algo ¿No te parece? Le mandé un mensaje a Sol para que nos hiciera algo de comer.
—¿A quién?
—Sol, la chica que nos cuida la casa, nos ayuda a limpiar y hace la comida de vez en cuando, es una mujer maravillosa, no vive muy lejos de aquí —Sergio volvió a poner cara de sorpresa. Antes de que añadiera lo ricos que eran, su tía le cortó— no pongas esa cara que me está dando vergüenza contarte las cosas. ¡Anda, vamos abajo!
Bajaron y en la cocina ya estaba todo listo, la mujer les había dejado para cada uno, un primer plato, un segundo y una tarta de postre, un lujo. Dieron buena cuenta de todo, tenían tanta hambre que en toda la comida apenas soltaron unos cuantos gruñidos, mejor comer que hablar. Al terminar y limpiar la vajilla, cada uno se fue a su habitación para descansar del largo viaje.
Sergio antes de tirarse en la cama, sacó de su mochila algo de ropa y la dejó colocada para más tarde. Todavía dudaba si se quedaría toda la semana, un día, dos… si sus amigos le llamaban diciéndole que llegaban antes debería marchar y no molestar más a Carmen. Tenía en su cuerpo unas ganas increíbles de salir de fiesta, emborracharse y olvidarse de todo, y claro, hacer eso en la casa de Carmen por mucha confianza que tuviera no le parecía lo adecuado.
Lo más extraño era que por su mente transcurría sigiloso, sin hacer ruido, otro pensamiento que se estaba arraigando de forma poderosa, ¿Si se quedaba con su tía y pasaba aquellos días junto a ella?
Antes de que pudiera darle vuelta a esa pequeña idea, comenzó a cerrar los ojos, empezando a adentrarse en un mundo entre el sueño y la realidad. Dejó su mente en blanco sin querer pensar en nada más, suficientes sensaciones para un único viaje.
Justo antes de caer completamente en los brazos de Morfeo una imagen le asaltó. Era una mujer, una mujer preciosa que se acercaba a él con paso firme y una mirada felina. Su pareo de colores, su piel dorada y una silueta que podía quitar el hipo a cualquiera le delataba. Lo último que su mente le proyectó antes de dormir fue a una mujer preciosa, increíble… a Carmen, a su tía favorita.
CONTINUARÁ

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