Ir a la universidad es complicado, creo que eso es algo en lo que todos podemos estar de acuerdo. Y si no me creen, ahora les voy a contar de la vez que me cogió un colectivero por andar de estudioso. Era mi primer año y yo andaba muy ansioso por los finales, prontamente tenía que rendir y no sabía bien como iba a ir porque todo era muy distinto de como era en la secu. Los tres días antes de rendir mi primer final no dormí casi nada, solo tomaba pequeñas siestas donde tenía pesadillas con que me iba mal, andaba cada vez más agotado y paranoico. Al final, el día llegó; rendía a las seis de la tarde, así que salí como dos horas antes para llegar a tiempo, era un viaje en colectivo bastante largo. En resumen, llegue, rendí y terminé a eso de las ocho de la noche. Sin embargo, unos compañeros me invitaron a tomar algo caliente por ahí y nos quedamos charlando hasta eso de las nueve y media. Al darme cuenta de esto al toque me fui a esperar el colectivo porque sabía que después de las once ya no pasaban. Cuando llegó me subí, tomé asiento en la parte de atrás y lo primero que siento es mi cuerpo como apagándose. Parece que estaba sufriendo las consecuencias de no tener un buen descanso y me iba a dormir quiera o no. Igual, yo no me preocupé casi nada, porque sabía que era un viaje de dos horas y probablemente me despertaría antes antes de llegar a mi casa. Cerré los ojos y finalmente pude descansar como no había descansado antes, teniendo la comodidad de que además de que no había nadie ahí, estaba bien oculto atrás así que si alguien subía tampoco me iba a poder ver dormir. Parece que hice mal los cálculos y no pasó mucho(o más bien si paso mucho) hasta que siento una mano gruesa agitándome, estaba tan dormido que no entendía que pasaba. Era el colectivero, un chabón petiso, de complexión grande, cuarentón, manos peludas y una barba desprolija.
-¿Qué haces acá, pibe? Te tendrías que haber bajado como hace una hora. Ni te había visto que estabas acá atrás.
-¿Eh? ¿Dónde estoy?
-Estás en la terminal de la línea.
-Carajo ¿Qué hora es? - dije entre un bostezo-
-Y, creo que ya son pasadas las doce, chango.
-Uh, la puta madre ¿Qué hago ahora?
-No sé hermano, pero por el momento necesito que te bajes que tengo que estacionar el colectivo.
Le hice caso y me bajé. Estaba en las puertas de la terminal, en medianoche, en pleno invierno. Lo peor es que por la hora ya no había posibilidad de que pase otro colectivo y la única plata que tenía era en la SUBE, así que no tenía manera de regresar. Me senté un rato en la vereda mientras me ponía a pensar que carajo hacer. Estuve ahí unos minutos hasta que escucho que me llaman, era el colectivero otra vez.
-¡Eu, pibe! Pasá que acá hay un teléfono para que puedas llamar un remis.
-No, dejá, no tengo plata para pagarlo.
-Bueno, pasá igual que no da que te estés congelando ahí afuera.
Me hizo pasar a una casilla pequeña que parecía ser el puesto de vigilancia de entrada y salida de los colectivos. Por el horario en el que estábamos, no había nadie en la terminal por al menos unas horas. Ahí adentro había tres sillas, un escritorio, un archivero de oficina y un montón de papelerío. Me senté y con el señor entramos a conversar. Me dijo que se llamaba Carlos, que tenía 43, que trabajaba en la empresa hace años y que si quería me podía quedar hasta que reanuden el servicio. Yo le agradecí y le seguí la charla contándole la razón por la que me dormí y un toque sobre mi vida.
-Jaja, con que universitario ¡Lo que es la juventud, divino tesoro! Si yo te contara las que viví en esas épocas.
-¿Ah, sí? ¿Se divirtió? - le pregunté en tono pícaro-
-Uff, yo me cogía a todas las minitas, jajaja. Vos seguro que también andas en esa.
-No, jaja. Para nada.
-Ahh, seguro andas con noviecita ya, tenés más esa pinta. Ahí tenes garche seguro.
-No, la verdad que yo ... le juego para el otro lado, jaja. No sé si se entiende.
-Ahh, mirá ... Yo todo bien igual, soy muy respetuoso con esas cosas.
-Sí, me imagino, y ¿Es usted casado?
-Sí, hace diez años que estoy con mi señora, la Marta. Pero la verdad, la gorda y yo ya no culiamos nunca últimamente, jaja. Me la paso más a pajas que nada - dijo mientras se rascaba el bulto de manera sugerente- Jaja, disculpa, capaz te incomodé contándote eso.
-No, para nada. Incomodo sería estar ahí afuera cagándose de frío. - bromeé-
-Olvidate - murmuro mientras se volvía a rascar el bulto, esta vez con menos discreción-
Se hizo un silencio unos segundos, mientras nos mirábamos de arriba a abajo, sin embargo el silencio fue interrumpido por uno de mis bostezos.
-Vos debes estar cagado de sueño encima. Creo que por acá afuera hay una maquina de café, si querés te traigo uno.
-Disculpá, pero no tengo un peso.
-No hay drama, te lo invito, no es tan caro como tu viaje en remís. Jaja.
-Bueno, dale, muchas gracias.
Salió afuera y yo me quedé pensando en lo que acababa de pasar. Como era joven y boludo, no estaba seguro si Carlos me estaba tirando onda o no, hoy día me resulta más evidente. Pensaba en como se rascó la entrepierna sugestivamente y si eso era una señal de que quería algo conmigo, pero a su vez, me daba miedo estar equivocado y que me eche de ahí por ser puto o algo por el estilo. Mientras meditaba la situación, llega Carlos con los dos cafés, pone el suyo de su lado del escritorio y cuando me pone el mío, me pone el bulto frente a mi cara, bien pegado. A esa distancia no se me dificultó notar que lo tenía hinchado; aparentemente Carlos estaba teniendo una erección contenida por el pantalón de su uniforme. Se me hizo agua la boca, no podía dejar de mirarlo con tentación. Es entonces cuando subo la mirada para verlo a la cara.
-Yo ... - murmuré en un suspiro-
-Si me chupas la pija y me dejas hacerte la cola te pago el remís - me dijo directamente mirándome a los ojos-
Me enmudecí y tragué saliva, pero igualmente a Carlos le bastó solo con verme a la cara para notar mi convicción de chupapija. Ahí mismo se bajó el cierre y sacó su verga. Su pija era en el mejor sentido, como él. No tenía mucha estatura, pero era muy gruesa, y eso que solo estaba a medio parar. Le lamí desde la base del tronco hasta la punta y me la mandé adentro. Se ve que no le chupaban la pija hace mucho tiempo, porque aprovechando que no había nadie empezó a pegar unos alaridos mientras me agarraba de la cabeza. Mientras chupaba podía sentir el sabor y aroma a transpiración y wasca que tenía. Era lógico, un colectivo está todo el día con las bolas calentándose y bañadas en sudor. Después de chupársela por unos cuantos minutos, me empujó la cabeza haciendo que mi frente toque su panza, pegué una buena arcada y me la sacó de la boca. Me empezó a cachetear con su pija, dejándome re caliente.
-¿Te gusta mi chota, pibe?
-Mmm, me encanta. - le dije con un tono emputecido-
-Ufff, hace cuando que no me hacían un pete. Ahora quiero que me chupes las bolas, bebé.
Se bajó los pantalones mostrando un par de piernas gruesas y unos huevos colgados que no tardé en empezar a lamer. De arriba abajo, de un costado a otro, no dejaba de chuparle las bolas mientras me agarraba de sus piernas, y él, no paraba de gemir y pajearse sobre mi cara. Yo quería hacer que tenga la acaba de su vida. El olor a macho que tenía no hacía más que dilatarme la cola a mil, estaba completamente alzado esperando una buena cogida. "Aggh, no doy más" me dijo. De un manotazo tiró todos los papeles del escritorio, y me hizo ponerme arriba. Cuando me pongo en posición, me saca el pantalón de un tirón rompiéndolo y exponiéndome el orto. "Que culazo que tenés putito" murmuró, y se escupió los dedos para comenzar a abrirme. Me fue metiendo los dedos uno a uno, hasta que en un momento, sin darme aviso, me meté chota entera de un empujón. Yo obviamente me retorcí del dolor e intenté levantarme, pero él usó su brazo para forzarme a mantener la posición, haciéndome saber que me la tenía que bancar sí o sí. Jamás había tenido algo tan grueso en el culo, a tal punto que me tuve que abrir bastante de piernas para que me entre bien. Comenzó a embestirme duro mientras se abría los botones de la posterior de su uniforme, dejando ver un pecho y panza igual de peludas. Se escuchaban sus muslos impactar contra mi cola lampiña, parece que a él le gusto eso de escuchar mi cola porque me empezó a dar chirlos para que tenga y guarde, era completamente sádico.
-Uuuh, que ojete apretado que tenés, pendejo.
-¿Te gusta, pa? Quiero que lo uses para deslecharte.
-Uy, mi vida ¿Eso querés? ¿Querés mi lechita?
-Sí, porfa. Quiero que me rompas la cola y me inundes de leche. Por favor.
-Uff, que putazo que sos. Ahora te voy a tener que enlechar la colita, bebé.
Se me tiró encima y comenzó a detonarme el orto a chotazos. Podía escuchar su respiración agitada en mi oído mientras sentía su cuerpo húmedo sobre mi espalda. Eso me hizo darme cuenta del putito en el que me había convertido, estaba a kilómetros de mi casa, quien sabe donde cogiendo con un extraño y suplicándole que me de leche, había perdido toda dignidad y lo peor es que lo estaba disfrutando. Fue entonces cuando Carlos empezó a romperme el culo a lo bestia, me agarró de la cintura y me dio pija a más no poder. Había tanto movimiento que el escritorio se empezó a correr y los vasos de café cayeron al piso, esto no lo detuvo, estaba determinado a preñarme el culo. Al instante Carlos pega un grito de satisfacción, dejando caer su cuerpo totalmente sobre el mío. Sentía su pija latir adentro mío, abriéndome aún más la cola, me había acabado adentro. Estuvimos tomando aire en esa posición unos minutos hasta que me la sacó. Esta vez el que bostezó no fui yo sino mi orto, que parece que por el grosor de la pija de Carlos quedó abierto en una gran O. Cuando terminamos, tomó unos billetes de su bolsillo y exhausto me los dio, señalándome por donde estaba el teléfono. El rato que estuvimos esperando a que llegue el remis, mientras nos vestíamos y yo lo ayudaba a ordenar el lugar,él me dijo que le gustaría repetir en un futuro, comentándome los días y horarios en los que los que el pasaba así yo aprovechaba para “quedarme dormido”. Después me tiró una indirecta acerca de que le iba a hablar de mí a sus amigos, pero bueno, eso es para otra historia. Mas tarde cuando llegué a mi casa, me fui directamente a la cama con la cola llena y el pantalón roto. Pensando en como ahora me iba a “dormir en el cole” más seguido y como pese a no ser el mejor en la universidad, literalmente me partí el culo estudiando.
Espero les haya gustado. Punteen y comenten que les pareció. Desde ya se agradece. <3
-¿Qué haces acá, pibe? Te tendrías que haber bajado como hace una hora. Ni te había visto que estabas acá atrás.
-¿Eh? ¿Dónde estoy?
-Estás en la terminal de la línea.
-Carajo ¿Qué hora es? - dije entre un bostezo-
-Y, creo que ya son pasadas las doce, chango.
-Uh, la puta madre ¿Qué hago ahora?
-No sé hermano, pero por el momento necesito que te bajes que tengo que estacionar el colectivo.
Le hice caso y me bajé. Estaba en las puertas de la terminal, en medianoche, en pleno invierno. Lo peor es que por la hora ya no había posibilidad de que pase otro colectivo y la única plata que tenía era en la SUBE, así que no tenía manera de regresar. Me senté un rato en la vereda mientras me ponía a pensar que carajo hacer. Estuve ahí unos minutos hasta que escucho que me llaman, era el colectivero otra vez.
-¡Eu, pibe! Pasá que acá hay un teléfono para que puedas llamar un remis.
-No, dejá, no tengo plata para pagarlo.
-Bueno, pasá igual que no da que te estés congelando ahí afuera.
Me hizo pasar a una casilla pequeña que parecía ser el puesto de vigilancia de entrada y salida de los colectivos. Por el horario en el que estábamos, no había nadie en la terminal por al menos unas horas. Ahí adentro había tres sillas, un escritorio, un archivero de oficina y un montón de papelerío. Me senté y con el señor entramos a conversar. Me dijo que se llamaba Carlos, que tenía 43, que trabajaba en la empresa hace años y que si quería me podía quedar hasta que reanuden el servicio. Yo le agradecí y le seguí la charla contándole la razón por la que me dormí y un toque sobre mi vida.
-Jaja, con que universitario ¡Lo que es la juventud, divino tesoro! Si yo te contara las que viví en esas épocas.
-¿Ah, sí? ¿Se divirtió? - le pregunté en tono pícaro-
-Uff, yo me cogía a todas las minitas, jajaja. Vos seguro que también andas en esa.
-No, jaja. Para nada.
-Ahh, seguro andas con noviecita ya, tenés más esa pinta. Ahí tenes garche seguro.
-No, la verdad que yo ... le juego para el otro lado, jaja. No sé si se entiende.
-Ahh, mirá ... Yo todo bien igual, soy muy respetuoso con esas cosas.
-Sí, me imagino, y ¿Es usted casado?
-Sí, hace diez años que estoy con mi señora, la Marta. Pero la verdad, la gorda y yo ya no culiamos nunca últimamente, jaja. Me la paso más a pajas que nada - dijo mientras se rascaba el bulto de manera sugerente- Jaja, disculpa, capaz te incomodé contándote eso.
-No, para nada. Incomodo sería estar ahí afuera cagándose de frío. - bromeé-
-Olvidate - murmuro mientras se volvía a rascar el bulto, esta vez con menos discreción-
Se hizo un silencio unos segundos, mientras nos mirábamos de arriba a abajo, sin embargo el silencio fue interrumpido por uno de mis bostezos.
-Vos debes estar cagado de sueño encima. Creo que por acá afuera hay una maquina de café, si querés te traigo uno.
-Disculpá, pero no tengo un peso.
-No hay drama, te lo invito, no es tan caro como tu viaje en remís. Jaja.
-Bueno, dale, muchas gracias.
Salió afuera y yo me quedé pensando en lo que acababa de pasar. Como era joven y boludo, no estaba seguro si Carlos me estaba tirando onda o no, hoy día me resulta más evidente. Pensaba en como se rascó la entrepierna sugestivamente y si eso era una señal de que quería algo conmigo, pero a su vez, me daba miedo estar equivocado y que me eche de ahí por ser puto o algo por el estilo. Mientras meditaba la situación, llega Carlos con los dos cafés, pone el suyo de su lado del escritorio y cuando me pone el mío, me pone el bulto frente a mi cara, bien pegado. A esa distancia no se me dificultó notar que lo tenía hinchado; aparentemente Carlos estaba teniendo una erección contenida por el pantalón de su uniforme. Se me hizo agua la boca, no podía dejar de mirarlo con tentación. Es entonces cuando subo la mirada para verlo a la cara.
-Yo ... - murmuré en un suspiro-
-Si me chupas la pija y me dejas hacerte la cola te pago el remís - me dijo directamente mirándome a los ojos-
Me enmudecí y tragué saliva, pero igualmente a Carlos le bastó solo con verme a la cara para notar mi convicción de chupapija. Ahí mismo se bajó el cierre y sacó su verga. Su pija era en el mejor sentido, como él. No tenía mucha estatura, pero era muy gruesa, y eso que solo estaba a medio parar. Le lamí desde la base del tronco hasta la punta y me la mandé adentro. Se ve que no le chupaban la pija hace mucho tiempo, porque aprovechando que no había nadie empezó a pegar unos alaridos mientras me agarraba de la cabeza. Mientras chupaba podía sentir el sabor y aroma a transpiración y wasca que tenía. Era lógico, un colectivo está todo el día con las bolas calentándose y bañadas en sudor. Después de chupársela por unos cuantos minutos, me empujó la cabeza haciendo que mi frente toque su panza, pegué una buena arcada y me la sacó de la boca. Me empezó a cachetear con su pija, dejándome re caliente.
-¿Te gusta mi chota, pibe?
-Mmm, me encanta. - le dije con un tono emputecido-
-Ufff, hace cuando que no me hacían un pete. Ahora quiero que me chupes las bolas, bebé.
Se bajó los pantalones mostrando un par de piernas gruesas y unos huevos colgados que no tardé en empezar a lamer. De arriba abajo, de un costado a otro, no dejaba de chuparle las bolas mientras me agarraba de sus piernas, y él, no paraba de gemir y pajearse sobre mi cara. Yo quería hacer que tenga la acaba de su vida. El olor a macho que tenía no hacía más que dilatarme la cola a mil, estaba completamente alzado esperando una buena cogida. "Aggh, no doy más" me dijo. De un manotazo tiró todos los papeles del escritorio, y me hizo ponerme arriba. Cuando me pongo en posición, me saca el pantalón de un tirón rompiéndolo y exponiéndome el orto. "Que culazo que tenés putito" murmuró, y se escupió los dedos para comenzar a abrirme. Me fue metiendo los dedos uno a uno, hasta que en un momento, sin darme aviso, me meté chota entera de un empujón. Yo obviamente me retorcí del dolor e intenté levantarme, pero él usó su brazo para forzarme a mantener la posición, haciéndome saber que me la tenía que bancar sí o sí. Jamás había tenido algo tan grueso en el culo, a tal punto que me tuve que abrir bastante de piernas para que me entre bien. Comenzó a embestirme duro mientras se abría los botones de la posterior de su uniforme, dejando ver un pecho y panza igual de peludas. Se escuchaban sus muslos impactar contra mi cola lampiña, parece que a él le gusto eso de escuchar mi cola porque me empezó a dar chirlos para que tenga y guarde, era completamente sádico.
-Uuuh, que ojete apretado que tenés, pendejo.
-¿Te gusta, pa? Quiero que lo uses para deslecharte.
-Uy, mi vida ¿Eso querés? ¿Querés mi lechita?
-Sí, porfa. Quiero que me rompas la cola y me inundes de leche. Por favor.
-Uff, que putazo que sos. Ahora te voy a tener que enlechar la colita, bebé.
Se me tiró encima y comenzó a detonarme el orto a chotazos. Podía escuchar su respiración agitada en mi oído mientras sentía su cuerpo húmedo sobre mi espalda. Eso me hizo darme cuenta del putito en el que me había convertido, estaba a kilómetros de mi casa, quien sabe donde cogiendo con un extraño y suplicándole que me de leche, había perdido toda dignidad y lo peor es que lo estaba disfrutando. Fue entonces cuando Carlos empezó a romperme el culo a lo bestia, me agarró de la cintura y me dio pija a más no poder. Había tanto movimiento que el escritorio se empezó a correr y los vasos de café cayeron al piso, esto no lo detuvo, estaba determinado a preñarme el culo. Al instante Carlos pega un grito de satisfacción, dejando caer su cuerpo totalmente sobre el mío. Sentía su pija latir adentro mío, abriéndome aún más la cola, me había acabado adentro. Estuvimos tomando aire en esa posición unos minutos hasta que me la sacó. Esta vez el que bostezó no fui yo sino mi orto, que parece que por el grosor de la pija de Carlos quedó abierto en una gran O. Cuando terminamos, tomó unos billetes de su bolsillo y exhausto me los dio, señalándome por donde estaba el teléfono. El rato que estuvimos esperando a que llegue el remis, mientras nos vestíamos y yo lo ayudaba a ordenar el lugar,él me dijo que le gustaría repetir en un futuro, comentándome los días y horarios en los que los que el pasaba así yo aprovechaba para “quedarme dormido”. Después me tiró una indirecta acerca de que le iba a hablar de mí a sus amigos, pero bueno, eso es para otra historia. Mas tarde cuando llegué a mi casa, me fui directamente a la cama con la cola llena y el pantalón roto. Pensando en como ahora me iba a “dormir en el cole” más seguido y como pese a no ser el mejor en la universidad, literalmente me partí el culo estudiando.
Espero les haya gustado. Punteen y comenten que les pareció. Desde ya se agradece. <3
11 comentarios - Yo y el Colectivero (Relato gay)