Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
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Intervención 3: Mariposas (Javier)
Lo que parecía ser una relación perfecta, hermosa y duradera, pendía de un hilo bien fino y deshilachado que parecía estar a punto de romperse en cualquier momento. Desde hace años que estoy perdidamente enamorado de Rochi y que no pienso en otra mujer más perfecta para mí que ella. Pero también es cierto que la vida estando alejados, la distancia y la añoranza de compartir más momentos juntos, hace que poco a poco la relación se vaya desgastando. No puedo decirlo lo que de verdad me pasa pues eso la destrozaría y yo no sería capaz de vivir con ello, pero hay momentos en los que me pongo a pensar si lo nuestro tiene futuro de esta manera. No creo poder aguantarlo mucho más.
Cuando me puse de novio con Rochi, supe que estaba haciendo lo correcto. Ella es perfecta, hermosa, tierna, simpática y romántica, todo lo que me gusta en una persona con la que tengo ganas de estar. Sus besos me son adictivos y su voz dulce y melosa me cautiva cada vez que la escucho. Su cuerpo me excita de una manera única y su piel me calienta a tal punto de provocarme tocarla cada vez que la veo. Me encanta su carita de niña buena y sus ojitos pequeños que me miran con deseo. Me vuelve loco su cola hermosa y bien firme y sus tetitas pequeñas me hipnotizan cada vez que están en frente mío. Nunca nadie provocó algo similar en mí y eso solo puede significar una cosa.
Pero desde que tomé la decisión de venirme a estudiar a la ciudad sabiendo que ella se iba a quedar en el pueblo, supe que lo nuestro no iba a ser fácil. El primer año pasó bastante rápido para mí a pesar de que no fue igual para ella. El hecho de experimentar un montón de cosas nuevas, de conocer gente de otros lugares y de vivir experiencias que antes no había vivido (como vivir solo), hicieron que los meses pasaran volando y que el regreso al pueblo para las vacaciones de verano estuvieran a la vuelta de la esquina. Ese fue el verano del amor, ya que no hubo un solo día en el que no nos viéramos y estuviéramos al menos un momento solos. Aprovechábamos las tardes para encerrarnos en su habitación o la mía y besarnos, acariciarnos, darnos amor o simplemente dormir un rato juntos. Fue uno de los momentos más felices de mi vida y ella lo supo pues se lo hice saber cuándo volví a mudarme a la ciudad a principios del año siguiente.
Pero ese segundo año ya fue completamente distinto. La facultad se puso mucho más pesada y el tiempo empezó a pasar mucho más lento. Es cierto que no dejábamos de hablar todos los días y que nunca pasamos más de dos semanas sin vernos en persona, pero las cosas se notaban distintas. Rochi estaba mucho más triste y nuestros encuentros pasaron de ser momentos de felicidad a oportunidades de desahogo de penas y tristezas, principalmente de su parte. Es que ese año Rochi se dio cuenta que no estaba haciendo mucho con su vida y que no disfrutaba para nada estar encerrada en su pueblo sin saber qué hacer. La pintura era su único cable a tierra y no funcionaba de la misma manera que lo había hecho el año anterior y a pesar de que yo insistí en que se mudara conmigo y que comenzara a estudiar bellas artes o algo por el estilo, ella no parecía tener la motivación de seguir haciéndolo. Las peleas se hacían cada vez más recurrentes y la necesidad de ella de estar conmigo y de hablarme todo el tiempo me agobiaban al punto que había días en los que ignoraba sus mensajes para recién responderle a la noche.
El segundo verano fue nuestra oportunidad de revivir un poco la pareja. Aprovechábamos los momentos que teníamos solos para hablar, desahogar nuestros malestares y reconquistarnos con pequeños gestos románticos y tiernos desde ambas partes. La llegada de su hermana más grande, Naiara fue un problema por bastante tiempo, pero se solucionó a los pocos meses cuando las dos tuvieron la oportunidad de hablar en un viaje a la ciudad. Sin embargo la mayor complicación que yo vi en esos meses de verano fue a nivel sexual. Y es que lago había cambiado en mi persona y no sabía cómo planteárselo sin que ella se sintiera desmerecida. El sexo con Rochi me encantaba, me volvía loco. Su cuerpo me ponía al palo y sus besos siempre lograban dejarme con ganas de más. Sin embargo había algo que pasaba por mi mente y no estaba pudiendo concretar con ella.
Cuando me mudé a la ciudad supe que iba a tener que calmar mis necesidades sexuales de otra manera, ya que no iba a estar cerca de mi novia todo el tiempo. Es por eso que empecé a ver videos con muchísima frecuencia y fui descubriendo que había ciertas cosas que me excitaban y que nunca había probado. Rochi era muy tímida a la hora del sexo, muy callada y sencilla, algo que a mí me gustaba pero que no siempre me excitaba. En los videos que veía, había protagonistas mucho más atrevidas, morbosas y directas. Mujeres que hacían cosas que a mí nunca me habían hecho y que estaban dispuestas a probar nuevas cosas, ya sea dominar la situación por completo, poses que nunca había visto o experimentar juegos de roles y lugares extremos. De golpe empecé a sentirme más atraído por los videos que veía en la pantalla de mi celular que por las cosas que hacía con mi novia y eso se estaba convirtiendo en un problema.
Este tercer año estaba siendo raro. Dante y Ramiro, quienes también estaban estudiando en la ciudad, estaban mucho más abocados a sus estudios y habían dejado muy de lado los encuentros durante la semana. Su lugar lo reemplazó Ludmila, prima de Rochi y con quien yo siempre había tenido una relación excelente. Ella vivía bastante cerca del departamento que yo alquilaba y solía estar bastante disponible para juntar a hablar, tomar una cerveza o simplemente pasar el rato. En tan solo dos meses nos dimos cuenta que la pasábamos muy bien juntos y que nos llevábamos mucho mejor que cuando vivíamos en el pueblo. Se había convertido un poco en mi confidente y me animé a contarle algunas preocupaciones sobre mi relación, mientras ella escuchaba atentamente y trataba de aconsejarme de la mejor manera.
Sin embargo, la tercera vez que Rochi vino a visitarme a la ciudad las cosas no salieron como yo esperaba. Me estaba contando de Carolina, su nueva amiga que había conocido en el gimnasio, cuando Ariela mandó una foto de la noche anterior al grupo que teníamos con los chicos de la secundaria. El problema era que yo le había dicho a mi novia que me había quedado en casa estudiando esa noche, cuando en realidad estaba en el boliche con los demás. En esa foto, se me veía al fondo del recuadro, hablando con una compañera de la facultad que justo me había cruzado en ese momento. La situación obviamente se desbordó ya que Rochi pensó que la había engañado y empezó a llorar diciendo que se quería volver al pueblo en ese instante.
A pesar de que lo intenté, no logré convencerla de que había estado con otra chica y terminó agarrando sus cosas y volviéndose al pueblo en el primer colectivo que salía hacia esa dirección. Fue un momento horrible, donde los dos nos gritamos y ella llegó hasta decirme que yo ya no era el mismo chico del que ella se había enamorado. Ni bien llegó a su casa me llamó, me pidió disculpas y yo intenté nuevamente convencerla de que no había estado con nadie y que simplemente había salido a bailar después de conversar con ella y decirle que me quedaba estudiando. Pero Rochi no creía en mis palabras y me dijo que prefería que habláramos otro día. Me cortó el teléfono y a pesar de que la llamé dos veces más, no me atendió en ningún momento.
No supe que hacer en ese instante, no sabía que pensar. Llamé a Ludmila y le dije que estaba en crisis, que me había peleado con su prima y que necesitaba hablar urgente. Mi amiga llegó a mi departamento una media hora más tarde y tras conversar por un largo rato me dijo que tenía que distraerme, que tenía que pensar en otra cosa y que al día siguiente todo iba a estar bien. Sin pensarlo del todo, sin razonar con claridad, decidimos esa noche salir a bailar los dos solos y distraer nuestras mentes. Compramos unas cuantas latas de cerveza y las fuimos tomando a medida que terminaba la tarde y empezaba la noche. Como si de hermanos se tratase, me fui a bañar mientras ella seguía en el comedor y me cambié delante de ella, mostrándole mi ropa interior sin ningún problema. Acto seguido, terminamos las últimas latas de cerveza y fuimos a un boliche que estaba allí cerca con la idea de divertirnos un buen rato.
El problema fue que al poco tiempo de llegar y comprarnos un trago, algo pasó que cambió el rumbo de la noche. Elevé la vista en medio de la pista de baile y por una fracción de segundos vi a mi novia bailando a poco metros de donde nosotros estábamos. Sin poder creerlo, volví a dirigir la mirada y comprobé que Rochi estaba ahí, bailando con unas chicas que no conocía y cantando la canción a viva vos. Seguía sin dar crédito a mis ojos por lo que le dije a Ludmila que viera ella lo que yo estaba observando y rápidamente me aseguró que no se trataba de su prima, sino de una chica muy parecida. Pero yo seguía convencido que era mi novia, por lo que dejé a mi amiga de lado y fui caminando entre la gente hasta donde esta chica estaba.
Antes de que pudiera decirle algo, la chica giró hacia un costado y gracias a la musculosa que tenía puesta pude ver el tatuaje de dos mariposas en su hombro izquierdo. Como si este me hubiera hipnotizado, me quedé observándolo sin poder creer lo que estaba viendo. Clemente había tomado muchísimo y el alcohol me estaba jugando una mala pasada, pero me pareció ver que las mariposas aletearon por una fracción de segundos. “¡Rochi!” le dije en voz alta para que pudiera escucharme y la chica se dio vuelta y me observó sin entender muy bien que pasaba. En ese momento me di cuenta que no era ella, tenía la nariz más puntuda y sus ojos eran de un color marrón claro. Sacando esos dos detalles y el tatuaje de las mariposas, la chica era exactamente igual que mi novia, inclusive su sonrisa.
- Me encanta tu tatuaje.- Le dije dejando que las palabras salieran de mi boca sin pensarlo.
- Gracias.- Me respondió ella acentuando su sonrisa y tuve muchísimas ganas de besarla.- ¿Qué estás tomando?- Me preguntó al ver que yo no le decía más nada y la miraba algo atontado.
- No sé.- Le respondí al no poder recordar que era lo que había pedido en la barra.
- ¿Puedo probar?- Me preguntó ella haciendo aún más hermosa su sonrisa, acercándose a mí y colocando su mano sobre mi vaso. Yo respondí con la cabeza y la chica bebió un sorbo del sorbete sin dejar de mirarme a los ojos.
- Sos muy linda.- Le dije concentrándome en sus ojos, el rasgo que más me hacía saber que no hablaba con Rochi, sino con una desconocida.- Me encanta tu tatuaje. Parece que las mariposas se mueven.- Agregué luego de que ella agradeciera mi primer piropo.
- ¡¿Viste?!- Me dijo ella como si yo fuera la primer persoana que notara ese detalle.- Tengo más mariposas tatuadas. ¿Querés ver?
Entramos en mi habitación envueltos en un mar de besos y toqueteo que se hacía cada vez más caliente. No recuerdo en que momento de la noche terminamos los dos arrinconados contra una pared, pero lo hicimos. Tampoco recuerdo cuando le propuse de irnos a mi departamento, o si fue ella la que sugirió la idea de ir a un lugar más íntimo. Lo siguiente que recuerdo fue que estábamos los dos tirados en la cama besándonos de manera bien caliente y sintiendo la piel caliente del otro. La chica de las mariposas se sacó la musculosa y reveló que había un segundo tatuaje en su pecho, el cual podía ver parcialmente ya que el corpiño tapaba la mayor parte. Sin embargo mi fascinación por la mancha de tinta fue tal que elevé mi mano y toqué su piel para comprobar que no se trataba de un insecto de verdad, sino un simple tatuaje.
Poco a poco nos fuimos sacando la ropa y comenzamos a besarnos de forma más caliente. Ella se acostó boca arriba y yo me coloqué sobre su cuerpo para sacarme la camisa y dejar que sus manos recorrieran mi pecho. Aproveché el momento para desprenderle el corpiño y ver por completo ese tatuaje que tapaba sus hermosas tetas. Eran del mismo tamaño que las de Rochi y eso me fascinaba, por lo que me dediqué a manoseárselas y chupárselas un buen rato mientras que ella me decía lo mucho que le gustaba la forma en la que movía mi lengua. Y es que la chica de las mariposas hablaba todo el tiempo y sus palabras se metían en mi cabeza excitándome y calentándome por completo. Fui bajando por su cuerpo hasta llegar a sus piernas y tras comprobar que no tenía ninguna mariposa en esa área, me dediqué a darle placer con mi lengua.
Sus gemidos no tardaron en aparecer y cuando lo hicieron mi cabeza voló por completo. A diferencia de Rochi, que solía ser callada y no emitía muchos sonidos, esta chica gemía y gritaba con ganas, de la misma forma en la que lo hacían las chicas de los videos que me encantaba mirar. Esa reacción de placer y gozo me motivaba a seguir chupándosela, a pasarle la lengua por todos lados y moverla descontroladamente. Sentía como su cintura temblaba y como sus piernas se abrían y se cerraban todo el tiempo con el movimiento de su lengua. “¡Mmm me encanta!” me decía cada vez que la punta de mi lengua se apoyaba sobre su clítoris y lo movía de un lado al otro. Era como si mi sueño se estuviera volviendo realidad.
Cuando subí nuevamente por su cuerpo, ella me abrazó y me besó apasionadamente, probando la humedad de su cuerpo en mis labios. Me dio tiempo para buscar un preservativo y aprovechó para terminar de sacarle la ropa y acomodarse en el centro de la cama mientras que yo la admiraba con fascinación. Me coloqué nuevamente encima de ella y le penetré despacio observando sus muecas de placer. Abría la boca sutilmente a medida que mi pija iba entrando en su cuerpo y me regalaba nuevos gemidos que me volvían completamente loco. “¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Qué grande que sos!” me decía al mismo tiempo que yo me iba moviendo lentamente hacia adelante y hacia atrás dándole placer. Sus palabras entraban en mi cabeza y me volvía loco.
Me saqué de golpe gracias a sus gemidos y empecé a cogérmela a toda velocidad. Sabía que eso a Rochi no le gustaba, que ella prefería el sexo más bien suave y romántico, pero en ese momento no estaba con ella. La chica de los tatuajes parecía amar el sexo duro y violento, ya que me pedía más y más a medida que me arañaba la espalda y me pegaba chirlos en la cola con cada azote que yo le daba. Nuestros labios se encontraban todo el tiempo en besos bien calientes y babosos que nos dábamos para calentarnos aún más. Sus uñas se clavaban sobre mis omóplatos y por alguna razón eso me ponía como loco.
Entonces me animé a preguntarle si tenía algún otro tatuaje que no había visto, a pesar de que ya estaba completamente desnuda. Para mi sorpresa, la chica me respondió que sí y se terminó poniendo en cuatro deliamente mío, revelando un tercer y último tatuaje a la altura de su cintura por encima de la cola. Como si estuviera cautivado por el mismo, me arrodillé detrás de ella y le pasé la lengua para lamérselo. Sutilmente fui bajando de su tatuaje hasta su cola, para lamerla por unos segundos y después volví a probar su conchita en mis labios. “¡Ay sí! ¡Me vas a hacer acabar!” me confesó ella y entonces me arrodillé detrás suyo y le clavé la pija hasta el fondo con todas mis fuerzas.
Tomándola de la cintura y sin dejar de mirar el tatuaje que tenía por encima de su cola, me la empecé a coger de manera bien violenta. Mi pija entraba y salía casi por completo de su cuerpo y eso parecía encantarle. Ella gemía y gritaba como loca, pidiéndome más y más a cada momento. Una de mis manos se apoyó por encima de su tatuaje y traté de agarrar la mariposa pero esta estaba pegada a su cuerpo. Parecía tan real, parecía que aleteaba constantemente, pero en realidad era su cuerpo que se movía con cada golpe de mi pija en su conchita. No tardó en acabar y me lo hizo saber con un gemido de placer bien agudo que penetró en mi cabeza y me volvió completamente loco.
Entonces me dijo que quería hacerme acabar a mí y yo enseguida pensé en que iba a cabalgarme. Pero ella se acostó boca arriba y me pidió que bañara la mariposa que estaba en su peche con mi leche. Sin poder aguantarme las ganas de complacerle, me coloqué encima de su pancita y ella me empezó a pajear de una manera increíble. El semen no tardó en llegar y descargué todo sobre su cuerpo, pintando la negra mariposa de color blanco mientras ella jadeaba y gemía para excitarme. Entonces la miré a sus ojos y volví a darme cuenta que estos eran de color marrón claro, completamente distintos a los de Rochi, mi novia.
Como si la razón se apoderara de mí de golpe, le dije a la chica de las mariposas que no estaba bien lo que estábamos haciendo. Mi nerviosismo se hizo tan evidente que ni bien ella salió del baño se cambió y se marchó del departamento. ¿Qué había hecho? Trataba de recordar en que momento de la noche todo se había arruinado de golpe. Estaba en el boliche con Ludmila… ¡Ludmila! ¿Había visto todo? ¿Había visto como yo me encaraba a la chica de las mariposas y me iba con ella del boliche? ¿Qué había hecho? Si mi relación pendía de un hilo hacía ya mucho tiempo, esa noche de alcohol y locura desenfrenada, el hilo se rompió.
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