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Las hermanas del pueblo. Capítulo 7

Las hermanas del pueblo. Capítulo 7

Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Capítulo 7: Noche ardiente (Naiara)
   La visita a Lucas a la ciudad me recargó de energías y me motivó a seguir adelante en el pueblo durante un tiempo. Para colmo la charla con Rochi fue bastante productiva y a pesar de que habíamos acordado comenzar juntas el gimnasio, yo terminé abandonándola a los pocos días por no tener tiempo. Eso no pareció molestarle a ella, ya que se hizo amiga de una tal Carolina y empezaron a ir juntas, disculpándome por no poder cumplir el compromiso asumido. “Estas a full en el hospital vos, te re entiendo Nai” me dijo y al sentir la sinceridad en sus palabras supe que todo estaba bien. Para colmo mi padre venía transitando su enfermedad de manera bastante normal y parecía que todo avanzaba bien. Era como si las cosas estuvieran funcionando a la perfección.
   Pero todo lo que sube tiene que bajar rápidamente y en una semana se derrumbó toda mi estabilidad emocional. En realidad se complicó mi situación amorosa, que para ser sincera ya venía bastante mal. Pensaba que las cosas con Lucas iban a poder seguir dándose de forma natural si yo lo iba a visitar a la ciudad, que la distancia no iba a ser un problema. Pero era obvio que él no pensaba lo mismo y me lo hizo saber después de ignorar dos mensajes míos un lunes a la mañana. “Hace quince días que no nos vemos y se me hace muy difícil” me dijo y entonces le prometí que el fin de semana siguiente iba a visitarlo sí o sí. Sin embargo, no fue suficiente para él y me dijo que ese fin de semana él tenía que ayudar a sus padres con unas cosas y que no iba a poder verme. “Lo dejamos para el próximo” me dijo y la conversación terminó ahí mismo.
   No pude seguir del todo bien después de eso. Al día siguiente ni nos hablamos y el miércoles simplemente intercambiamos unas palabras que se cortaron enseguida. Era como si estuviéramos intentando forzar algo que a ninguno de los dos nos salía de adentro. Pero yo no estaba lista para soltar, no podía dejar ir a lo único que me aferraba a mi vida de la ciudad y me alejaba de ese pueblo. No me sentía identificada a ese lugar. No me veía allí viviendo como mi madre toda su vida de ama de casa o pintando cuadros mientras esperaba que mi novio volviera como Rochi. La única que me entendía era Vale, pero la diferencia de edad se hacía notar y no podía tratarla como una confidente.
   Sin embargo, eso no fue lo peor que me pasó esa semana. Andrés cayó un día a la tarde, cuando casi no había gente en el hospital y pidió exclusivamente ser atendido por mí. Pensé que iba a tirarme algún chamuyo berreta de esos que solía tirarme e insinuarse como lo había hecho en otras oportunidad. Pero fue mucho más directo y me besó mientras lo estaba revisando por un supuesto dolor de cabeza muy fuerte. Claramente me corrí enseguida, pero Andrés se puso de pie y me agarró de la cintura de golpe. De no ser por Cristian, mi compañero, quien tocó la puerta justo en ese momento ya que sabía que yo estaba con Andrés y quería ver si estaba todo bien, mi ex novio seguramente hubiese intentado algo más.
   - Cuando quieras… Podemos vernos de nuevo.- Me dijo él antes de irse con una sonrisa de ganador e intentando buscar algo conmigo.
   No se me ocurrió que decirle, no sabía que hacer frente a esa avanzada de su parte. “Pero Andrés… Vos estás casado” le dije sin pensarlo y enseguida me di cuenta que ese era el menor de mis problemas. No me importaba que Andrés estuviese casado, simplemente no me interesaba estar con él. Durante la secundaria estuvimos juntos porque él era el chico popular y yo era una tarada que me dejé llevar por sus chamuyos. Pero habían pasado ocho años desde entonces y yo había madurado y había crecido emocionalmente y él no, Andrés seguía siendo el mismo pendejo agrandado y chamuyero que con 26 años iba a ser padre y quería engañar a su esposa. Pero parecía como que por su cabeza pasaba la idea de que yo quería estar con él y mi respuesta insulsa no ayudó demasiado.
   - Tranquila, que ella no tiene por qué enterarse de nada.- Me dijo, me lanzó un beso volador y se fue.
   Me sentí una tarada completamente después de eso. Tanto, que me puse a llorar a los pocos segundos, frustrada por lo que acababa de pasar y sin poder creer por qué estaba pasándola tan mal. Cristian entró segundos más tarde e intenté disimular mi llanto pero él se dio cuenta. “¿Te hizo algo?” me preguntó en tono protector pero enseguida le dije que simplemente se me había insinuado. “Mi viejo me dijo que ese pibe es un pelotudo” me respondió luego de contarle resumidamente lo que pasó y me abrazó para consolarme. ¿Por qué no podía encontrar alguien bueno, amable y tierno como lo era Cristian conmigo? Lo miré a los ojos cuando nos alejamos y sentí un leve impulso de besarlo, pero no de forma agresiva y salvaje, sino más bien tierna y romántica. ¿Estaba sintiendo algo por él?
   Cristian había sido amable, agradable y súper buen conmigo durante todo ese tiempo. Al pasar muchas horas juntos, nos volvimos confidentes el uno del otro, al punto que yo llegué a contarle de Lucas y él me habló de Alina. La chica, tres años más joven que nosotros, era una estudiante de enfermería que estaba haciendo lo mismo que nosotros en ese hospital. Era de un pueblo cercano al nuestro, por lo que muchas veces se quedaba trabajando días enteros para poder volver a su pueblo después. Era una chica muy tranquila, calladita y amable, alguien que nunca podría llegar a caerte mal en otras circunstancias. Pero a mí no terminaba de cerrarme y cada vez que la veía con mi amigo me enfurecía. ¿Sentía celos de él?

   El viernes intenté volver a hablar con Lucas cuando salí del hospital pero fue todo un fracaso. “Después te escribo” me puso y su respuesta cortante me enojó muchísimo. Le dije que podía ser un poco más amable y al menos responderme más cordial, pero él se excusó en que estaba manejando y por eso me había respondido de esa forma. “Estás re alterada nena, calmate” me dijo después y eso hizo que me altere de verdad. “Sos un pelotudo Lucas!” le escribí y automáticamente lo bloqueé ya que no quería ver más sus respuestas. Me fui al bar de Fernando con la idea de despejarme, ya que siempre solía haber alguno que otro chico del grupo allí. Sin embargo, era muy temprano todavía y el único que estaba era el dueño del bar.
   - Hola Nai.- Me saludó alegremente y yo me acerqué a la barra para decirle que necesitaba desahogarme.
   Él rápidamente pensó que me refería a alcohol y me ofreció prepararme algún trago, pero entendió a lo que de verdad hablaba cuando lo miré fijo a los ojos y bajé mi mirada a su pantalón. Fernando entendió todo y me propuso que fuéramos al depósito, ya que no podía dejar el bar en ese momento. Sin dudarlo, acepté y empecé a caminar por el pasillo que conducía a los baños, pero entré por la puertita que estaba delante de estas y que decía “depósito” en grande en el medio. Cerré la puerta quedándome a oscuras y esperé a que mi amante apareciera sin moverme un centímetro. Fernando entró segundos más tarde y encendió la luz para hacerme ver que el lugar era una especie de depósito pero que también había sido utilizado para otro tipo de cosas.
   Tenía varias cajas de comida y bebidas apiladas en un lado, una vieja cocina que parecía no usarse más y muchos utensilios de cocina, vasos y otras cosas. Pero del otro lado había unas sillas en perfecto estado, unas heladeras con bebida adentro y un colchón encima de unos palets que estaba perfectamente limpio y con sábanas a estrenar. “¡Ah bueno! ¡Veo que estabas preparado!” le digo dándome cuenta que no era la única a la que habían llevado a ese lugar. Fernando rápidamente me dijo que él no lo usaba, sino que uno de los chicos que trabajaba de mozo y que tenía algo con una amiga suya, pero tuve la sensación de que no me estaba siendo sincero. A pesar de ello, me acerqué hasta el colchón y dejando mis cosas a un lado me acosté sobre él para que pasara la que tuviera que pasar.
   Fernando se posó encima de mí y enseguida empezamos a besarnos de forma bien calienta. Era como si todo ese tiempo entre nuestros dos encuentros sexuales y este, no hubiera pasado. Recordaba perfectamente el sabor de sus labios y la forma en la que se movían sus manos y me moría de ganas de volver a sentirlo adentro mío. Rápidamente le saqué la chomba con el logo del bar y pasé mi mano por su cuerpo, sintiendo sus músculos contraerse. Él fue buscado mi cuello con sus labios y luego prosiguió en mi pancita levantándome la remera que tenía puesta. Me di cuenta que en realidad todavía tenía puesta la ropa del trabajo y esta ya me molestaba demasiado. Fernando llegó hasta mi pantalón y de manera brusca me lo sacó de golpe para dejarme con la bombacha que me había puesto ese día.
   Pasó su lengua por encima de mi tanguita de una forma única y sentí como mi espalda se estremecía. “¡Mmm!” gemí de forma placentera y noté como una sonrisa aparecía en mi rostro. Volvió a repetir el movimiento y luego sus labios se hicieron lugar por mis muslos mientras que sus dedos corrían hacía un costado la tela que tenía puesta. Sentí su lengua mojada rozarme y mi cintura se descontroló. De golpe fue aumentando su velocidad y cuando me quise dar cuenta me tenía completamente atrapada con su boca en mi entrepierna. “¡Ay sí!” grité sin pensarlo cuando su lengua llegó a mi clítoris y posé mis manos sobre su cabeza para que no se escapara de allí. Pero Fernando no se movía y seguía dándome placer oral de una forma increíble.
   Pero de golpe su celular sonó y él tuvo que atender ya que se trataba de un proveedor. “Tengo que salir. Traen las cervezas” me dijo y señaló unos cuantos cajones vacíos que estaban al lado de la heladera. Enseguida entendí que íbamos a tener que terminar lo nuestro y me vestí rápidamente para salir del depósito y volver al bar como si hubiese ido al baño. Allí me encontré a Luciano y a Tobías que ya habían llegado y estaban tomando una cerveza y en otro mesa pude ver a Jimena y su novio Pablo, quienes parecían tener un momento un poco más romántico. Me senté con los chicos y luego de que ellos me sirvieran un trago de cerveza, vi como la puerta se abría y Andrés y Karina entraban por ella.
   Enseguida se vinieron a sentar al lado nuestro y noté como ella me hecho una mirada de odio en el momento en el que él me dio un beso en la mejilla. Los chicos enseguida se pusieron a hablar, pero yo solo podía pensar en Fernando y en lo que había quedado a la mitad. Quería volver a esa pequeña habitación a seguir disfrutando de su boca entre mis piernas y a gozar con él. De golpe Karina se levantó alegando que iba al baño y ni bien desapareció por el pasillo, Andrés apoyó su mano sobre mi rodilla de forma muy poco sutil. Luciano y Tobías se dieron cuenta de ello y yo lo miré sorprendida pero él no me dirigió la mirada. Entonces corrí la rodilla pero él volvió a colocarla sobre mi pierna, un poco más arriba. Era como si no le importara que su novia pudiera aparecer en cualquier momento. En un segundo, los otros dos se pusieron a hablar de unas cosas de trabajo y Andrés giró la cabeza para observarme y para decirme que no se olvidaba de ese beso.
   Antes de poder responderle o de procesar lo que acababa de decirme, su esposa apareció de nuevo en el bar y él soltó mi pierna lentamente para que ella no se diera cuenta. La chica se sentó al lado de su esposo y le dijo que quería tomar una gaseosa y llamó de forma muy despectiva a una de las mozas del bar. Pero yo no escuchaba todo lo que pasaba, seguía pensando en lo que acababa de suceder. Seguía con la cabeza en mi día y en todo lo que me había pasado a lo largo de las horas, desde la pelea con Lucas hasta la mano desubicada de Andrés. Moví mi silla sutilmente hacia el otro lado y cuando me senté mis piernas rozaron mi bombacha que estaba totalmente mojada por lo que había pasado hacía unos minutos en el depósito. Miré a Fernando que estaba pagándole al proveedor y giró la cabeza para observarme por un segundo y una sutil sonrisa se dibujó en su rostro. No veía la hora de estar cogiéndomelo nuevamente.

   - ¡Ay sí! ¡Me encanta tu pija! ¡Me vuelve loca!- Le dije a mi amante mientras lo cabalgaba como loca.
   Ni bien cerró el bar, nos fuimos a su casa y nos encerramos en la pieza para tener un rapidito feroz y súper complaciente. Pero no había sido suficiente, por lo que después de unos minutos de descanso, volvimos al ruedo con muchos besos, caricias y una buena dosis de sexo oral que terminó conmigo chupándole la pija mientras él permanecía acostado. Luego de eso, no me pude aguantar las ganas y me senté encima suyo para volver a cabalgar su pija bien dura tal cual lo había hecho en el rapidito. Apoyé mis manos en su pecho y él hizo lo mismo con las suyas, colocándolas sobre mis tetas y amasándolas desaforadamente. El placer me invadió de golpe y no pude parar.
   “¡Me encanta tu pija!” le dije de nuevo y sentí como sus manos sujetaban con fuerza mis lolas y las apretaban con ganas. Yo me movía desesperada, subía y bajaba la cintura a toda velocidad sintiendo un placer enorme invadiéndome por dentro y un calor abrazador por fuera. Estaba súper caliente de la previa incompleta que habíamos hecho en el depósito, la cual me había dejado completamente empapada. Pero lo que más me calentaba era la idea de cogerme a Fernando mientras que Andrés y Lucas estaban acostados en su cama pensando en mí. Es que estaba segura que los dos estaban con su cabeza ocupada en mi persona en ese momento. Lucas debía de estar recordando todas las noches de locura y placer que habíamos vivido y Andrés seguramente se imaginaba lo que debía ser coger conmigo, algo que no iba a darle el placer.
   Tras coger en esa pose por un largo rato decidimos cambiar y yo me puse en cuatro y él se colocó detrás de mí. Antes de metérmela con total brusquedad, Fernando me abrió los cachetes de la cola y dejó caer un hilo de saliva que recorrió toda mi entrepierna a pesar de que esta estaba totalmente mojada. Me pegó un chirlo que hizo que mi cuerpo rebotara encima del colchón y me clavó su hermosa pija bien adentro de la conchita. “¡Ay sí!” gemí yo al sentir como esta estaba por completo en mi cuerpo y la volvía a sacar para repetir el movimiento. “¿Estás con ganas de que te coja mucho hoy?” me preguntó y antes de que pudiera responderle ya tenía nuevamente su pija adentro de mi conchita totalmente empapada. Le dije que sí entre gemidos y Fernando me sujetó con fuerza de la cintura para empezar a cogerme a toda velocidad.
   - ¡Como me calentás!- Me dijo con su voz gruesa y aceleró sus movimientos para volverme loca de placer.
   Su cintura golpeaba contra mi cola una y otra vez, provocando que mi cuerpo se zarandeara para todos lados encima del colchón. Sin embargo, sus manos me sujetaban con fuerza a la altura de la cintura provocando que nuestros cuerpos no se despegaran en ningún momento. Notaba como su pija bien dura entraba y salía de mi cuerpo a toda velocidad y como me volvía loca de placer. Yo gemía y gritaba envuelta en un calor abrazador que me consumía por completo. Por mi cabeza seguía pasando la idea de que Lucas y Andrés estaban pensando en mí en ese momento, pensando en lo que se estaban perdiendo mientras yo gozaba con otro. Esa idea me calentaba más. El morbo de estar cogiéndome a un cualquiera cuando ellos dos querían estar conmigo hacía que el placer se intensificara y se volviera más y más fuerte.
   Entonces acabé con un grito bien agudo que hizo que mi amante notara lo que había logrado y concretara el momento con un chirlo bien fuerte sobre mis nalgas. “¡Ay sí! ¡Me encanta como me cogés!” le hice saber mientras seguía respirando agitadamente y jadeaba entre gemidos. Pero él todavía no había terminado y yo quería que lo hiciera de la mejor manera, por lo que le propuse que se acostara en la cama y que yo me podía colocar entre sus piernas para acabar como habíamos empezado. Obviamente, Fernando no rechazó esa propuesta yo me puse a chuparle la pija con las mismas ganas que lo había hecho antes de arrancar esa segunda vuelta.
   Mi amante no tardó en acabar una enorme cantidad de semen la cual fue a parar en su gran mayoría a mi boca. Luego de que su pija escupiera todo adentro de mi cuerpo, yo abrí levemente los labios y dejé que la leche cayera por mi mentón y terminara bañándome el cuello y parte del pecho ante sus ojos que observaban la escena con fascinación. En su rostro se podía ver una sonrisa encantadora que significaba que el final había sido perfecto también para él, algo que me complacía aún más. Por mi cabeza volvieron a pasar las imágenes de Lucas y Andrés, pero ahora no solo pensaban en mí y en lo que se estaban perdiendo, sino que también se tocaban mientras me imaginaban.


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3 comentarios - Las hermanas del pueblo. Capítulo 7

Hernann27
pero claaaaroooo!! Como se extrañan sus charlas...beso enorme! espero estés muy bien.
garcheskikpo
Sin palabras, cada día va para mejor esta historia