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El Spa

El SPA estaba impecable. Nuevo, limpio y bien acondicionado.
Martin y Vicky fueron directo a la sauna turca. Una densa niebla impedía ver si había alguien o no. Llevar como prenda solamente una toalla la verdad que daba morbo.
El cosquilleo en la boca del estómago empezó a hacer de las suyas. 
Los dos venían ya calientes de casa, sabían que se lo iban a pasar bien.
El calor era intenso pero no asfixiante, se podía estar. 
La hora prometía una cierta discreción y una relativa soledad en las instalaciones, motivo por el cual invitaba a «jugar».
Una vez acomodado dentro de la sauna, Martin fue recorriendo con la mano los muslos de Vicky, ésta se dejaba hacer. La mano describía un paisaje terso y húmedo, la presión y los movimientos hacían levantar la toalla dejando al descubiero que se había esmerado en la depilación.
Así estuvieron un rato hasta que advirtieron que había una figura masculina al fondo del habitáculo. Un señor maduro, grande, pero no gordo, se encontraba a escasos dos metros. Una pequeña toalla tapaba lo justo.
En seguida los dos recordaron la aventura del taxi.
Ambos se hicieron los despitados. Iban a actuar como si estuvieran solos.
Mientras Tincho besaba con esmero los labios de Vicky, ésta cruzó la mirada con el extraño. La situación había provocado en él una mesurable erección, ella se percata, le encanta provocar ese efecto sobre otras pijas.
Como solo ella sabía hacer comenzó a hacerle a su pareja una intensa paja. Suave pero a la vez firme, iba subiendo y bajando la mano por el miembro de él. 
De vez en cuando miraba hacía donde estaba el hombre para ver lo que hacía.
A consecuencia de los movimientos del brazo la toalla se desprendió y dejo al descubierto los pechos de ella, la prenda por la caída solo cubría ligeramente la visión de su conchita.
Martín disfrutaba con la situación, los ojos habituados a la humedad y a la niebla permitían poder ver al desconocido masturbarse lentamente.
La respiración fuerte de ambos invitaba al señor a no perderse detalle.
Vicky, ágil, comenzó hacerle una buena mamada, la posición elegida provocó un vuelco en el corazón del espectador. 
Se había desprendido de su propia toalla y colocado frente a él a cuatro patas. 
El desconocido podía ver todo el culo de ella, su depilada conchita humeda invitaba a ser lamida intensamente. 
El hombre hizo aman de levantarse, pero Martín con un tono firme dijo «se ve pero no se toca». Con un «me parece bien» el hombre aceptó la invitación sentándose de nuevo.
La voz grave del señor hizo humedecer más a Vicky. Mientras ella se tragaba la pija de su compañero el otro tipo le decía lo buena que estaba y el culo que tenía: «que culo más hermoso tenes putita». Ella creía que le iba a estallar!. Como le gusta que le digan lo buena que está y lo guarra que es!.
Había descubierto que le encantaba que la vieran desnuda, pensar que la pija de cualquiera podría ponerse dura solo por ver sus nalgas, pechos o muslos la situaban más allá de lo que ella siempre había creído. El exhibicionismo ya era una parte más de su personalidad
Martín viendo el panorama le pide a Vicky que se siente y se pajee para disfrute del tipo. Ella obediente se sienta dejando un pie en el suelo y el otro apollado en el banco de piedra, mostraba el culo en todo su esplendor. Se pasaba los dedos velozmente por el clitoris. 
El hombre no hacía más que decirle que se metiera los dedos, ella en un gesto fortuito se introduce dos dedos y comienza un mete saca que consigue llevarla a punto del climax.
Tincho se pone de pie y le mete la pija en la boca. Así, pasándole el glande por labios y mofletes transcurre un par de minutos.
El hombre con una excitación evidente se pone de pie y apartándose la toalla le muestra a Vicky un pijón largo y grueso que no dejaba nada para la imaginación. 
La visión de semejante miembro dobla los latidos de ella, esta verdaderamente caliente, se siente como una perra en celo, deseada de ser cogida como nunca.
Martin la incorpora y se pone detrás de ella, en un golpe firme le introduce la pija, era tal la dilatación y la humedad que le hubiera cabido otra más. 
Un «aggg» profundo brotó de la garganta de Vicky, le encantaba la situación, Martín la llevaba a los límites del morbo, de nuevo se encontrba siendo cogida delante de otro hombre.
Entre los golpes y las cachetadas a las nalgas ella extiende el brazo para alcanzar la pija del extraño, gruesa, caliente, palpitante y humeda en la punta comienza a masturbarlo hábilmente mientras el hombre le dice «así, agárrame la pija y pajéame, ¡como te gustan las pijas!», Fina creía que se volvía loca.
El tipo se acerca un poco más y comienza a sobarle las nalgas mientras ella sigue pajeándole. A esas alturas a Martín le da igual.
Con la sensación de una pija adentro, otra en la mano, unas manos en las tetas y otras sobándole intensamente el culo, Vicky, con la que le queda libre comienza a masturbarse de forma desenfrenada. 
En ese momento Martín saca su pija y acaba en las nalgas. Aprovechando la situación el señor le introduce un dedo en la húmeda entrepierna mientras le susura al oído «acabá putita», pajeándola con esmero éste descarga a la vez su leche en las manos, nalgas y muslos...ella siente el semen caliente correr por su cuerpo provocando un clímax total que le hace alcanzar un orgasmo brutal entre espasmos y alaridos.
A los segundos de terminar, aparta bruscamente al tipo extraño y se abraza a su pareja y lo besa intensamente.
Ha dejado claro que el desconocido no tenía más valor que el mismo momento de excitación. Como si de un nuevo juguete erótico se tratara, se usa y se guarda, nada más.
Se vuelven a colocar las toallas dejando al hombre desconocido extenuado, con la pija en media flacidez y con una sonrisa en la boca.

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