Sin mayor resistencia, el auto disminuyó su velocidadhasta quedar simplemente arrimado a la vereda y próximo a una esquina, que hoyno puedo recordar cuál era. Las ventanillas se cerraron y las luces del tablerose apagaron. En ese momento, lo único que cortaba con el silencio de la nocheera el sonido de mi respiración, que ya esbozaba un leve gemido.
Comenzótímidamente a acariciarme las tetas, al tiempo que con cierta delicadezatironeaba de mis pezones endurecidos producto de la excitación del momento.Separó levemente las piernas para facilitar mi tarea, mientras el bultoaumentaba de tamaño y se endurecía debajo del pantalón.
Me ayudóa desprender el botón del jean y comenzó a bajar el cierre. Ya en contacto consu ropa interior pude percibir que la erección no se haría esperar. Lentamentey con ayuda de las dos manos bajé el elástico del bóxer y descubrí su pija lentamente,como queriendo disfrutar el momento.
A simplevista, me pareció de un tamaño normal y aceptable...no tan grande en el largo,pero considerablemente ancha. Un suave líquido transparente y algo espesobrotaba sin esfuerzo, mojando mis dedos temblorosos.
Aprovechéla lubricación natural que había conseguido y comencé a masturbarlo másenérgicamente. Los primeros sonidos de placer salían de su boca rítmicamente altiempo en que cerraba los ojos y golpeaba levemente su nuca sobre elapoyacabezas de la butaca.
Meacomodé mejor en mi asiento y me recosté de lado para comenzar a lamerlentamente la cabeza que a esa altura ya estaba totalmente afuera. Recorrídesde la punta hasta el borde del glande con toda mi lengua, saboreando ellíquido seminal que había ensuciado mi mano instantes atrás. Ya con toda miboca, trabajaba el largo de ese miembro desde arriba hacia abajo, enmovimientos rítmicos coordinados con mi mano y mi respiración agitada. Podía percibir sus gemidos mucho másviolentos que al principio, acompañados de movimientos involuntarios del restode su cuerpo.
Sentíque metía su mano por detrás levantando mi pollera y buscando con el tactoencontró rápidamente la tibia humedad que manaba de mi concha. Comenzó amasturbarme tímidamente mientras yo devolvía sus favores con mi boca. Podíasentir como su pija latía dentro de mi boca lo cual alimentaba incesantementemi autoestima.
Lamíasus huevos suavemente aprovechando esos momentos para respirar con menor dificultad.La tosquedad de ese pene a punto de explotar ocupaba toda mi boca ahogándomepor momentos en una mezcla de excitación, nerviosismo y esa inequívocasensación de verdadero poder que tenemos las mujeres en esos momentos.
Lesmentiría si les dijera que no me gustaba, pero su dedo insistiendo sobre mihumedecido y tenso clítoris no era lo que más me excitaba. El verdadero placercarnal que devoraba mis entrañas y ocupaba todos mis pensamientos era lainminente eyaculación de aquel hombre casi desconocido que se encontraba,literalmente, en mis manos.
Sentíque el ritmo de todo el acto se aceleraba. Llegado este punto los gemidos deeste sujeto, en sus inicios bien intencionado, se habían convertido enverdaderos quejidos mezclados con súplicas que anunciaban en momento delclímax.
Finalmenteun estremecimiento recorrió todo su cuerpo y un mar de lecha brotó de suhinchada y endurecida pija. Lo expulsó tan violentamente que pude sentir ellíquido espeso y caliente en el fondo de mi garganta. Pude haberlo tragado confacilidad, y lo hubiera disfrutado. Pero lo dejé caer por acción de la gravedadde modo que saliera de mi boca mezclado con mi saliva, recorriendo todo eltroco hasta su base y ensuciando primero mis manos y luego sus huevos, para serabsorbida por su ropa interior que quedó prácticamente inutilizable.
Sentí lasatisfacción de un trabajo bien hecho, materializado en esa enorme cantidad desemen que aún saboreaba en mi boca y humedecía mis manos. Al fin y al cabo,todo trabajo bien hecho demanda una paga justa. Y esa paga la cobré en efectivoy al momento, con un río de leche tibia que apreté entre mis dedos a modo deprimer salario.
Lo vícon los ojos cerrados, respirando agitadamente. La boca seca y entreabiertaindicaba lo exhausto que había quedado. Me acomodé la ropa como pude sin mediarpalabra. Abrí decidida la puerta del auto y apoyando el taco sobre el cordón dela vereda sin darme vuelta le dije con tono altanero:
- No te dije mi nombre, Mariela...me llamoMariela.
Aldía de hoy no sé cuál fue su respuesta. Escuché que algo decía, pero cerré lapuerta y caminé en línea recta sin mirar hacia atrás. Con el escote de la blusame limpié la boca, sonriente, sucia y satisfecha.
Nolo volví a ver. Me gusta pensar que escondido en la virtualidad estás leyendoesto y reconozcas haber sido el coprotagonista. El papel principal fue mío. Esavez, y las otras que vendrían con el tiempo...
Comenzótímidamente a acariciarme las tetas, al tiempo que con cierta delicadezatironeaba de mis pezones endurecidos producto de la excitación del momento.Separó levemente las piernas para facilitar mi tarea, mientras el bultoaumentaba de tamaño y se endurecía debajo del pantalón.
Me ayudóa desprender el botón del jean y comenzó a bajar el cierre. Ya en contacto consu ropa interior pude percibir que la erección no se haría esperar. Lentamentey con ayuda de las dos manos bajé el elástico del bóxer y descubrí su pija lentamente,como queriendo disfrutar el momento.
A simplevista, me pareció de un tamaño normal y aceptable...no tan grande en el largo,pero considerablemente ancha. Un suave líquido transparente y algo espesobrotaba sin esfuerzo, mojando mis dedos temblorosos.
Aprovechéla lubricación natural que había conseguido y comencé a masturbarlo másenérgicamente. Los primeros sonidos de placer salían de su boca rítmicamente altiempo en que cerraba los ojos y golpeaba levemente su nuca sobre elapoyacabezas de la butaca.
Meacomodé mejor en mi asiento y me recosté de lado para comenzar a lamerlentamente la cabeza que a esa altura ya estaba totalmente afuera. Recorrídesde la punta hasta el borde del glande con toda mi lengua, saboreando ellíquido seminal que había ensuciado mi mano instantes atrás. Ya con toda miboca, trabajaba el largo de ese miembro desde arriba hacia abajo, enmovimientos rítmicos coordinados con mi mano y mi respiración agitada. Podía percibir sus gemidos mucho másviolentos que al principio, acompañados de movimientos involuntarios del restode su cuerpo.
Sentíque metía su mano por detrás levantando mi pollera y buscando con el tactoencontró rápidamente la tibia humedad que manaba de mi concha. Comenzó amasturbarme tímidamente mientras yo devolvía sus favores con mi boca. Podíasentir como su pija latía dentro de mi boca lo cual alimentaba incesantementemi autoestima.
Lamíasus huevos suavemente aprovechando esos momentos para respirar con menor dificultad.La tosquedad de ese pene a punto de explotar ocupaba toda mi boca ahogándomepor momentos en una mezcla de excitación, nerviosismo y esa inequívocasensación de verdadero poder que tenemos las mujeres en esos momentos.
Lesmentiría si les dijera que no me gustaba, pero su dedo insistiendo sobre mihumedecido y tenso clítoris no era lo que más me excitaba. El verdadero placercarnal que devoraba mis entrañas y ocupaba todos mis pensamientos era lainminente eyaculación de aquel hombre casi desconocido que se encontraba,literalmente, en mis manos.
Sentíque el ritmo de todo el acto se aceleraba. Llegado este punto los gemidos deeste sujeto, en sus inicios bien intencionado, se habían convertido enverdaderos quejidos mezclados con súplicas que anunciaban en momento delclímax.
Finalmenteun estremecimiento recorrió todo su cuerpo y un mar de lecha brotó de suhinchada y endurecida pija. Lo expulsó tan violentamente que pude sentir ellíquido espeso y caliente en el fondo de mi garganta. Pude haberlo tragado confacilidad, y lo hubiera disfrutado. Pero lo dejé caer por acción de la gravedadde modo que saliera de mi boca mezclado con mi saliva, recorriendo todo eltroco hasta su base y ensuciando primero mis manos y luego sus huevos, para serabsorbida por su ropa interior que quedó prácticamente inutilizable.
Sentí lasatisfacción de un trabajo bien hecho, materializado en esa enorme cantidad desemen que aún saboreaba en mi boca y humedecía mis manos. Al fin y al cabo,todo trabajo bien hecho demanda una paga justa. Y esa paga la cobré en efectivoy al momento, con un río de leche tibia que apreté entre mis dedos a modo deprimer salario.
Lo vícon los ojos cerrados, respirando agitadamente. La boca seca y entreabiertaindicaba lo exhausto que había quedado. Me acomodé la ropa como pude sin mediarpalabra. Abrí decidida la puerta del auto y apoyando el taco sobre el cordón dela vereda sin darme vuelta le dije con tono altanero:
- No te dije mi nombre, Mariela...me llamoMariela.
Aldía de hoy no sé cuál fue su respuesta. Escuché que algo decía, pero cerré lapuerta y caminé en línea recta sin mirar hacia atrás. Con el escote de la blusame limpié la boca, sonriente, sucia y satisfecha.
Nolo volví a ver. Me gusta pensar que escondido en la virtualidad estás leyendoesto y reconozcas haber sido el coprotagonista. El papel principal fue mío. Esavez, y las otras que vendrían con el tiempo...
19 comentarios - Me convencí de ser muy puta...(2º Parte)
Excelente como la primera parte!
Y qué hermosa puta resultaste!
Gracias!
no puedo esperar a los próximos
Espero leerte de nuevo pronto.
excelente relato,
guion de cine