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Las enseñanzas de una prima mayor.



 El sol entrando por la ventana la recorrió en cámara lenta hasta pegarle de lleno en la cara, eso la despertó. Hacía más de media hora que esa luz entibiaba su cuerpo, apenas vestido: acostada boca abajo, las piernas estiradas, un pie cubierto con una pequeña media roja (el otro desnudo), la bombacha rosa que de un lado se le hundía entre las nalgas y por último, una remera vieja, gastada, con el dibujo de una sonrisa que se aplastaba por la tela arrugada y dejaba al aire media espalda, los costados de su abdomen e inclusive parte de la redondez de sus pechos.
  Con el dorso de la mano se secó el resto de baba que la pegaba a la almohada, largó un quejido sin abrir los ojos, e intentó acomodarse dándole la espalda a esa luz intensa que la llevaba molestando cada mañana de aquel diciembre caluroso. A pesar de su esfuerzo por acomodarse en la cama, supo inmediatamente que no iba a lograr dormirse otra vez. Eso la ponía un poco de malhumor. Anoche había terminado el parcial domiciliario a las dos de la mañana y lo había enviado por mail rogando que lo aceptaran a pesar de que la hora límite era la medianoche. Tenía la cabeza quemada. El examen le había ocupado toda su energía esa semana. Había sido tan agotador que apenas pulsó "enviar" los ojos se le cerraron automáticamente y su cuerpo se desplomó sobre el colchón. Y hubiera dormido dos días seguidos de no ser por Victoria... 
   Victoria era su prima y compañera de departamento. En realidad era la dueña del departamento y quien generosamente la hospedaba en la ciudad desde que había llegado para estudiar. Además, Victoria, no era una prima cualquiera, era 'La' prima mayor. Esa que durante toda su infancia y adolescencia se había hecho respetar por todo el resto de sus primos por ser la primera en llegar al mundo y llevarle unos años a los demás, 3 en el caso de Maia, que siempre recuerda esos años de admiración hacía ella, sus aprendizajes y sus consejos con una mueca nostálgica en su sonrisa. 
 En aquel entonces, esos tres años de diferencia, eran suficientes para temer el respeto que su prima imponía y exigía con su sola presencia. Ahora el tiempo había acercado esas distancias. Hoy, aquellos años que las separaba y las ponía en mundos distintos, se habían diluido y eran casi (casi) pares. La diferencia de edad no se notaba. Y salvo por el hecho que Vicky había sido la primera en venir a la ciudad desde el pueblo y ya estaba bien establecida, mientras que Maia hacía solo unos meses que estaba parando ahí en el departamento de su prima, no había diferencias entre ellas. 
  Se llevaban bien, se cuidaban, se querían. No había quejas en la convivencia.
  Salvo cuando pasaban cosas como las de anoche...
  Era una situación que un poco la descolocaba a Maia. No sabía bien cómo reaccionar al respecto. Y era algo que venía repitiéndose cada vez más seguido.
 Y la noche anterior, encima, había sido bastante intenso. 
 La cosa es que Vicky y su novio son bastante apasionados y por lo visto no se preocupan en lo más mínimo que los escuchen. Además la pared que separa su habitación de la de su prima parece de papel. 
  Siempre es igual, se escuchan las risitas, los cuchicheos... los besos, cada vez más fogosos... los gemidos... y de ahí en más se olvidan del mundo. 
  Anoche la terminaron despertando a pesar del cansancio que tenía. 
  Pero lo peor no era el tener que escucharlos. En definitiva lo que pasaba al otro lado de la pared era algo natural. No. Lo que la perturbaba a Maia era que, de a poco, ese enojo y esa bronca de escucharlos tan desfachatadamente disfrutando de sus cuerpos iba convirtiéndose en calentura, en excitación pura, para ella también. Y era comprensible, por la edad, por las ganas de estar con un chico, que no le faltaban, y por el poco tiempo libre que los estudios le dejaban, además del hecho de que conocía aún a muy poca gente en la ciudad. Para colmo, Marco, el novio de Vicky, estaba más que bien. Morocho, alto, de voz gruesa y cuerpo trabajado. Muy simpático, serio, respetuoso. Ese aire de madurez que desplegaba, a Maia, le fascinaba, le generaba algo... unas ganas de acurrucarse en sus brazos... unas ganas de sentir ese cuerpo recostado sobre ella, aplastándola en la cama, penetrándola sin compasión, sintiendo su pija bien caliente y dura, mientras él le hace cosquillas al oído, diciéndole a ella, con esa voz gruesa que tiene, esas cosas sarpadas que le dice a Vicky...
 Muchas veces la calentura de esos encuentros de los que es testigo auditiva la llevó a tocarse y en más de una ocasión los esperó hasta escucharlos acabar para permitirse ella también llegar al éxtasis...
  Pero anoche no. No pasó eso. Estaba muy cansada y todo fué más parecido a una pesadilla. Los oyó besarse y escuchó sus bocas lamiendo, y como no pudo descifrar quien saboreaba a quien, ya que los dos gemían, se imagino un 69. Pero el cansancio que sentía no le permitía reaccionar. 
  Ahora, en la mañana, al acomodarse la bombacha que se le hundía en la cola y sentir el roce de la tela entre sus piernas, el recuerdo volvía y la cosa era distinta. Todo eso que a la noche le pareció un mal sueño, de pronto le asaltaba la mente en forma de imágenes excitantes, sugerentes. Y, sabiéndose sola en la casa a esa hora, las ganas de tocarse le invadieron el cuerpo entero. 
  Con los ojos cerrados se imagino espiándolos, algo que más de una vez había pensado hacer, pero que nunca se había animado. Es que sentía cierta culpa por desear al hombre de su prima, aunque  eso no le bajaba las ganas (o al menos la fantasía) de estar con él. Así que ahora no pensaba en eso, se había dispuesto a disfrutarlo a su manera... Y ya lo sentía, lo sentía cerca, rememorando el olor de su perfume, imaginando la piel dura del pecho de Marco rozando su espalda, mientras sus propias manos (imaginando las grandes y pesadas manos de él)  hurgan su sexo húmedo. Y aunque lo que domina el ambiente es el fuerte aroma de su propio cuerpo que lleva dos días sin bañarse (por culpa de ese maldito exámen) no importa, ese olor le gusta, es el aroma de su propio cuerpo, siente ya sobre ella el cierre del jean de Marco que se abre y se apoya sobre su cola y entonces abre sus piernas y se prepara para ser poseída... 
  ¡Ay, qué ganas de sentir esa pija entrándole ahora...!
 Cierta frustración recorre su cuerpo caliente. Mucha excitación contenida esperando ser liberada. 


 Pero no todo estaba perdido, de pronto Maia se acuerda del juguete de su prima: una poronga de goma que ella sabe bien dónde esconde, porque se la descubrió sin querer un día. Y a pesar de que le genera cierto pudor pensar en introducirse sin permiso el mismo aparato que usa su prima para satisfacerse, algo de esa idea también la estimula, y sus pies ya recorren la distancia que separa su habitación de la de Victoria para tomar prestado ese falo, saboreando de antemano el sentirse penetrada por él. 
 Con sigilo abre la puerta tras haber golpeado sin recibir respuesta, y se asoma. La habitación vacía y desordenada muestra los resabios de la noche pasada: la cama desordenada, las sábanas manchadas y la ropa que su prima usó ayer, tirada en cualquier parte. 
  El corazón de Maia late con insistencia. Mitad por la calentura que la domina, mitad recordando como si fuera hoy aquella tarde, años atrás en que su prima la descubrió metiendose en su habitación y probando sus maquillajes... Aquella vez Victoria se había enojado bastante. Si hasta la había hecho pedir perdón de rodillas y aún así luego de escuchar sus disculpas la había recostado sobre sus rodillas y con la mano abierta le había dado dos o tres palmadas en la cola que recuerda que en ese momento le dolieron bastante. Días después de aquel hecho pudieron charlar sobre el asunto y Maia logró explicarle a su prima mayor que solo quería verse maquillada porque había un chico al que quería impresionar y que lo que en realidad habia querido era verse hermosa como ella, que siempre está bien arreglada. Victoria aceptó el elogio con emoción y le dió consejos sobre chicos. Inclusive esa tarde le enseñó a besarlos: le mostró como tenía que apoyar los labios sobre la otra boca, despacito, poco a poco, hasta sentir que las pieles se pegaban al punto que solo podía respirar a través del otro. Y entonces succionar suavemente... 
 Y ahí mismo le dió una muestra ella misma...
   Ese había sido el primer beso de Maia. Y se lo había dado su prima... Y la verdad era que le había gustado y le había servido porque luego de eso logró hacerse fama de buena besadora...


   Ahora, Maia, en puntas de pie, se hunde en el placard de Victoria tratando de alcanzar el tesoro ubicado al fondo de aquel estante, atrás de unos abrigos. Con la yema de los dedos logra rozarlo. Lo siente, siente la suave textura. Se estira un poco más, forzando sus piernas cuyos músculos se marcan por el esfuerzo y largando un gritito agudo logra, con un esfuerzo final, que le hunde la bombacha hasta el límite del calce, alcanzar esa pija que pronto imagina introducirse. 
  Pero no fue así. 
  Al darse vuelta descubre la figura de su prima en el umbral de la puerta de la habitación, mirándola muy seriamente, al tiempo que la poronga se le resbala de las manos y cae al suelo.
   En un ágil movimiento, quizás pensando que aún puede ocultar lo que realmente sucede, Maia se agacha para levantar la evidencia. Pero al tenerlo en sus manos, entra en razón y sabe que es tarde ya. Y desde el piso, arrodillada, con el consolador en la mano, levanta la vista y la mira a su prima mayor que a tres pasos suyos la observa con la misma cara con la que la miró aquella tarde que la descubrió usando sus maquillajes. 
  Unos segundos de tensión recorren el ambiente hasta que Victoria quiebra el silencio:
 - ¿Qué haces, Maia...?
 Maia la mira y pone cara entre arrepentida  y avergonzada. De pronto siente  nuevamente aquel temor y respeto que años atrás su prima le imponía. 
 Victoria vuelve a hablar:
- Maia... ¿Que haces? ¿Por qué me estás robando eso...?
 A Maia no le salen palabras. El rostro de Victoria cambia paulatinamente de la seriedad absoluta a la carcajada más estridente.
- Ajajjaaa. Maia. Jajajaja. Pero ¿por qué no me lo pedíste, si lo querías? Ay, jajaja me haces cagar de la risa. 
 Victoria se reía con ganas, lo que generó una distensión en los nervios de Maia que, aún así, no dijo nada. 
  Victoria, secándose una lágrima del ojo, le dice: 
 - En serio prima. Si estabas tan necesitada me lo podías pedir, jaja...
  
- Bueno, bueno. Pará un poco. Vos te reís porque estás bien atendida y no lo necesitas...- se animó a decir finalmente Maia, un poco ofuscada por haber quedado tan expuesta.
 En seguida Victoria le respondió: - ¿Y a vos quien te dijo eso...?
- Si te escucho con Marco todas las noches que viene... y por lo que se oye, bien que te arreglas... Ni te hace falta a vos...
 Victoria trata de entender toda la información de que prima le está dando. 
- ¿Nos escuchas...? Jajajaa ¿En serio? Perdoná Mai, no sabía.... Pero sí. Tengo que admitirte que estoy bien atendida... Igual, de ahí a que te robes mi juguete hay un largo trecho. Aparte... ¡Pará! ¿Encima nos escuchas...? ¿No serás un poco atrevida prima...?
 Rápidamente, Maia se defiende:
- Ojalá no los escuchara. ¿Sabes lo que es estar sola, muerta de hambre y escucharlos a ustedes dándose un banquete...? Jajajja
- Si... Me imagino...- dice Vicky en tono conciliador. - Y, por lo visto, los calores te deben subir...
- Y... ¿Que querés que te diga...? - Le responde Maia sonrojada, mostrándole la poronga que aferra con ganas. Después con aire de confesión, dice -. Casi que soy capaz de cualquier cosa...
 Y tras meditarlo unos segundos Vicky le responde:
 - Y sí. Te entiendo... Aunque siempre fuiste un poco mano larga vos. ¿Te acordás cuando te agarré usando mis maquillajes? Parece que el escarmiento no te cambio, primita...
  Maia se rió del recuerdo, aunque ahora era Victoria la que se quedó pensativa. Y la risa no respondida cortó un poco el momento. Todavía arrodillada en el piso Maia la vió a su prima, en un instante,  adoptar otra postura, entrar en la habitación, sentarse en la cama y después señalarse las piernas y decirle: - Vení Mai...
 Maia la miró sin entender poniendo cara de asombro. Victoria repitió: - Dale Mai, ya sabés. Vení. 
 Maia se sintió pequeña nuevamente. No supo que decir. Entendía lo que quería su prima pero no lograba entenderlo del todo. Aún así se acercó a ella temerosamente y lentamente como si alguien manejará su cuerpo, apoyó el vientre sobre las rodillas de Vicki, dejando las piernas estiradas y los brazos colgantes tocando el piso. 
 De un manotón, Victoria, le sacó la pija de goma de las manos y le dijo con autoridad: - A ver si esta vez sí escarmentas... 
  El primer golpe, aunque esperado, no dejó de sorprenderla. No dolió, aunque fue fuerte. La poronga había logrado alcanzar partes iguales de ambos cachetes de la cola. El segundo golpe, igual de certero se sintió más intenso pero a la vez la estimuló la cercanía del roce con el ano. El tercer golpe directamente la excitó. 
  - ¿Qué te pasa, primita...?¿Acaso lo estás disfrutando? - le dijo Vicky, alargando sus palabras y con un tono agudo en la voz.
 La sensación de confusión de Maia se mezclaba con algo que le surgía desde el vientre. Algo como un ardor, unas ganas de que su prima no terminara de castigarla. 
  Cuando la cola reflejaba un tono más que rosado, después de varios golpes más, Victoria le dijo: - Así que te gusta escuchar cuando cogemos con Marco... ¿No me dirás que también esa pija la querés para vos...?
  Maia tragó saliva, porque a las palabras que salieron de su boca: 'no, no...', se contrastaba su deseo interior. Ella sabía que le encantaría poder disfrutar de la pija de Marco, aunque eso estuviera mal.
  - ¿Sabes, Mai...? ¿Sabes que este juguete lo elegimos juntos con Marco? ¿Y sabes por qué...?- Victoria, al hablar, acariciaba con la cabeza de esa pija la piel colorada de la cola de su prima, bordeando la bombacha, como buscando el pliegue que la dejara pasar - La elegimos juntos porque quería tener una pija que fuera igual que la de él. Y conseguimos esta que es exactamente igual...- al decir esto, finalmente el aparato encontró un espacio y lentamente se acercaba al sexo de Maia. - Linda... ¿Te gustaría sentir cómo se sentiría tener adentro la pija de mi novio...?
  Maia se mordía los labios, cerraba fuerte los ojos, incrédula, por la actitud tan sorpresiva de su prima, pero dejándose llevar, queriendo que la cosa no terminara ahí. 
  Victoria logró separar los labios de esa conchita desesperada con la punta del juguete y lo movía lentamente, por fuera, de arriba a abajo, recorriendo toda la vulva. Los gemidos contenidos de Maia empezaban a hacerse sentir. 'Así me la apoya siempre el hijo de puta, haciéndome desear...', le dice mientras apoya la cabeza del miembro en la entrada de la vagina de Maia. 'Así, de a poco, le gusta ponerme loca...', le dice mientras empuja apenas milimétricamente la pija hacia adentro. Maia estalla en un gemido audible. La poronga resbala sin resistencia hacía su interior. La posición le genera un placer indescriptible, siente el largo recorrido de esa pija, el roce por dentro, y se imagina al verdadero Marco penetrándola, así, igual que a Victoria.
  - Primita... Estás muy mojada... A Marco le encantaría tu conchita así... Mojada y perfumada... ¡Se siente hasta acá el olor de tu concha Mai...! ¿Sabes que le gusta hacer a Marco cuando estoy mojadita como vos y su pija se me mete tan fácil...? - Maia escucha a su prima como si fuera un sueño. Le tiemblan las piernas. Entre susurros logra responder con verdadera curiosidad: '¿Qué...?' 
  Victoria sonriente, disfrutando del subidón de temperatura que experimenta en su cuerpo y el aceleramiento del palpitar de su corazón que la situación le provoca, le responde : - Cuando estoy así de mojada y la pija me entra de una hasta el fondo, a él le gusta sacarla y pedirme que se la chupe... ¡Le encanta hacerme probar el gusto de su pija recubierto de mi propio juguito...! ¿Y sabes qué? A mí no me importa nada. Me encanta chuparle la pija así, sabiendo que es mía, sabiendo que el gusto de esa pija también es el mío... 
  Victoria notaba que se mojaba ella también al escucharse hablar. - ¿Te gustaría chuparle ahora la pija a mi novio...? A mí me gustaría que se la chuparas...
  Maia no pensaba negarse, aunque escuchar que a su prima no le importaba que ella se calentara tanto jugando este juego la ponía aún más caliente. 
  Lentamente, Victoria, fue sacando el juguete que salió brillante y viscoso, haciendo ese ruido característico, y se lo acerco a la boca a Maia. Enseguida 
ésta empezó a lamerlo y a engullirlo hasta donde la posición se lo permitía. Victoria  se lo acercaba como si fuera un biberón, Maia se lo tragaba como una perra hambrienta a un hueso.
  'Eso, eso... chupala bien'. 'Chupala así, que a Marco lo pone loco...'. 'Despacito, despacito, chanchita...disfrutalo...'. 'Un poquito más y te lo vuelvo a meter... ¿Si?'. Y otras cosas así le decía Vicky a su prima, sin pensar que en realidad era ella la que a cada frase se excitaba más. Realmente en ese momento le hubiera encantado ver a su prima dándole placer a la pija de su novio... 
  De pronto una imagen surcó la cabeza de Victoria. Era algo nuevo. Algo que nunca había imaginado. Sin embargo no se lo cuestionó y de inmediato buscó recrearlo. La llevó a Maia hasta la cama y la puso en cuatro. De un tirón le arrancó la bombacha. Su prima movía la cola, ansiosa, esperando. Se imagino a ella misma, en esa posición ofreciéndose a su novio. Y lo mucho que le gustaba sentirlo así. No la quiso hacer esperar. Con una mano aferró la cadera de Maia, apoyó la cabeza de goma en la entrada de su cuerpo y apretó la base de la poronga entre sus piernas haciendo fuerzas para retenerla ahí. Y así la empujó adentro de su prima. La metía y la retiraba presionando cada vez más fuerte y sintiendo la reacción de su propia concha. En su fantasia ella era Marco, y su prima a la que se estaba cogiendo era ella misma. La situación,  el roce y los golpes del consolador, la hacían gozar de una manera muy distinta.  
  De ambas caderas se agarró y con fuerza enterraba la poronga hasta sentir que su propia concha chocaba a la de su prima.
  - ¿Sentís mi pija bien dura, putita...? - le pregunta a Maia con el mismo tono que Marco usa para preguntarle a ella.
 - ¿Sentís lo dura que me la pones...? - decía ya fuera de sí y sin prestar atención a las respuestas de su prima que le decía '¡Sí! ¡Me encanta! ¡Cógeme...!'
  Victoria empuja la poronga otra vez, sintiendo ahora la base de la misma penetrándola a ella. Ninguna de las dos da más.
- ¿Te gusta mi pija...?¿No? ¡Cómo te gusta mi pija, trolita..! Me vas a hacer acabar. Me vas a ahhh, ahahhh...
 
  Los dos cuerpos, temblando, se desploman sobre la cama. Uno sobre el otro. 
   Tras un momento de respiración agitada y al ir recuperando una temperatura menos sofocante, se miran a la cara.
 Siguió un instante de risas. '¿Que pasó ahí?' parecieran pensar las dos.
 Finalmente, Victoria, levantando la apuesta dice:
 - Espero que te haya servido la lección, primita... Porque sino lo único que me queda es pedirle a a Marco que te la dé él mismo. Y no creo que se vaya a negar...












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  Gracias por leer hasta el final.
  Si algo de lo que leíste en esta historia te gustó (o no), dejame un comentario. 


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Muchas historias más en mi perfil:
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3 comentarios - Las enseñanzas de una prima mayor.

rom123lopz +1
ufff terribles primas
martinfcd
Todo queda en familia .... jaja, Gracias x comentar!
Tom_Bishop +1
Muy bueno y morboso, vamos a necesitar saber qué pasó cuando se enteró Marco!
martinfcd
Me parece que ahí sí se puso un poco celosa y acaparadora la prima mayor, pero no por él, por ella! Gracias x comentar.