No suelo contestar los mensajes que me envían por el chat, no porque no quiera, sino por falta de tiempo, aunque siempre los leo y me divierto con lo que me escriben.
Así es que un día estaba repasando los mensajes, hasta que uno me llamó la atención. Era de un usuario relativamente nuevo, y ponía lo siguiente:
Esa mañana me acerqué al bar que me dijo, en la esquina de la productora, aunque sin decidirme todavía a hacer nada. Él no me conocía, no le había mandado ninguna foto, más que las que pongo en mis relatos, así que podía acercarme sin temor a que me reconociera.
Me siento en una de las mesas, pido un latte y saco mi laptop para ponerme a trabajar mientras espero. Habrá pasado casi una hora, cuando lo veo entrar junto a una pareja, seguramente los productores que había mencionado en sus mensajes, ya que los escucho hablar de tiempos de rodaje y cosas por el estilo.
No sé lo dije cuándo chateamos, pero de chica, cuándo recién aparecía en un programa de entretenimientos, estaba enamorada de él. Era un amor platónico, claro, yo tendría diez años y él ya era todo un joven, por lo que verlo ahí, de cuerpo presente, más lindo incluso que en aquella época, hizo que se me alboroten las hormonas.
Tras un rato, la chica es la primera en levantarse e irse, para volver a la productora. El tipo que lo acompaña se queda un rato más, pero en cierto momento sale para responder una llamada, es ahí que aprovecho para guardar todo y acercarme.
Aclaro que no estoy producida ni nada, me fuí así nomás, a cara lavada y con el pelo atado en una cola. No quería hacerme la "femme fatale" ni nada por el estilo, sino ser lo más natural posible.
-Perdoná...- le digo -Me da mucha vergüenza molestarte, pero soy re fanática tuya, ¿me podrías firmar un autógrafo?-
-Sí, claro, un placer...- me dice con una sonrisa que ya hace que se me humedezca la bombacha.
Le doy una hoja, escribe una dedicatoria, bastante extensa, debo decir, y cuando pregunta por mi nombre, le digo:
-Mariela..., pero mejor ponele para Maritainfiel...-
Tarda unos segundos en reaccionar, pero cuando lo hace, me mira como sabiendo ya en dónde va a pasar las próximas dos horas
-No creí que vinieras...- me dice, recorriéndome con la mirada y mostrándose visiblemente satisfecho con lo que ve.
-Acá estoy...- le hago notar.
El amigo ya parece estar despidiéndose de su llamada, así que se apura en decirme:
-Te pido un favor, salí vos primero, andá caminando por... (la calle en que está la productora) que termino unos temas con éste coso y te alcanzo, tengo un Audi negro, así me reconoces rápido...-
Cuando entra el tipo, termina de firmarme el autógrafo (cómo Mariela) y me lo entrega, siempre con esa sonrisa que lo hace tan seductor.
-Gracias, sos lo más...- le digo, devolviéndole la sonrisa.
Le hubiera dado un beso, pero en éstos tiempos los besos como que están poco menos que prohibidos, al menos en público, porque en privado estaba dispuesta a besarle hasta la sombra.
Mientras salgo del bar, escucho que el amigo le dice:
-¿Siempre están tan buenas tus admiradoras?-
Lamentablemente no llego a escuchar lo que le responde.
Salgo y camino por la calle que me dijo, despacio, sin apurarme, sabiendo que en cualquier momento va a salir tras de mí.
Entiendo sus precauciones, ya que está pasando por un momento difícil en su relación y seguramente los paparazzis deben estar a su acecho todo el tiempo. A mí tampoco me conviene salir escrachada en las tapas de las revistas como la nueva amante o la tercera en discordia, por lo que estaba dispuesta a consentir cualquier tipo de cuidado extra que quisiera tomar.
No habré hecho ni dos cuadras, cuando veo que, justamente, un Audi negro se detiene en la siguiente esquina. Hace parpadear las luces traseras para que sepa que es él, un guiño imperceptible para los demás, pero más que evidente para mí.
No me apuro, mantengo el paso, y al acercarme me subo por el lado del acompañante. Ni bien cierro la puerta, acelera y dobla en la primera intersección, haciendo un par de maniobras, como queriendo despistar a algún posible perseguidor.
-Tenía mis reservas en venir, no me creía que de verdad fueras vos- le digo.
-Yo también tenía las mías, no creía que fueras...-
-...¿tan puta?...- lo interrumpo.
-Jajaja... cómo en tus relatos, iba a decir-
-Bueno, acá me tenés, podés sacarte todas las dudas-
Con una mano sostiene el volante, pero con la mano libre me acaricia las piernas. Me desprendo el botón, me bajo el cierre, y me abro un poquito más la abertura del pantalón.
-¡Me encanta como sos!- expresa, deslizando la mano dentro de mi bombacha, acariciándome la concha con una mano cálida y suave.
-¡Uuufff...! ¡Ya estás mojada...!- exclama al notar la humedad de mi interior.
-¿Esperabas otra cosa?-
-Claro que no-
Al detenernos en un semáforo, nos besamos. Un beso intenso, ávido, apasionado, que dura hasta que la luz se pone en verde.
Dobla a la izquierda, y a mitad de cuadra se mete en la cochera de un telo. En la habitación volvemos a besarnos, frotándonos el uno contra el otro, sus manos deslizándose arriba y abajo por todo mi cuerpo.
Sus dedos se pierden en la zanja de mi pantalón, provocándome un temblor de puro éxtasis.
Le acaricio la chota por encima de la bragueta, recorriendo ansiosa la forma que va adoptando a medida que aumenta de tamaño. Una chota anhelada por muchas luego de que se filtraran algunas fotos íntimas un tiempo atrás.
Rápidamente se saca la remera, el pantalón y desnudo, con una formidable erección latiéndole entre las piernas, se tiende de espalda en la cama.
"Por Dios, que pedazo de hombre te vas a comer Marita...", me digo a mí misma, admirando ese cuerpo fibroso, de músculos bien marcados, en el cual no parece haber ni un solo atisbo de grasa.
Me saco la ropa, no tan rápido como él, sino con movimientos más suaves y delicados, disfrutando la forma en que se menea la poronga, sin perderse detalle de mi cuerpo.
Desnuda me subo a la cama, y gateando por entre sus piernas, recorro con la lengua el tatuaje que le cubre prácticamente todo el muslo izquierdo, subiendo hasta llegar a su volcánica intimidad.
Le como los huevos, sintiendo como se inflan dentro de mi boca, hirviendo ya de calentura.
Delante de mi cara se alza imponente, majestuosa, su verga, dura, erguida, con un entramado de venas que dejan constancia de su vigor y virilidad.
Le doy una barrida de lengua desde abajo hasta la punta, para comérmela de una, chupándosela con un entusiasmo que proviene de épocas pretéritas, cuándo era una pendeja que no sabía todavía nada de los hombres.
De a ratos me tomo un respiro y vuelvo a masticarle los huevos, disfrutando esa turgencia, esa hombría que parece hincharse cada vez más.
Subo de nuevo, besándola a todo lo largo, chupando tal pedazo de Gloria con todas mis ganas, haciéndole unas gargantas profundas que le arrancan unas más que plácidas exclamaciones.
Cuando se invierten los papeles y él me chupa a mí, me parece tocar el Cielo con las manos. Me hace como un efecto sopapita que me trastorna, me vuelve loca.
Ver ese rostro que solo conocía por televisión y revistas, apareciendo entre mis piernas, con la barba mojada por mis flujos íntimos, hace que mi excitación se dispare hacia la estratósfera.
Estiro las manos y lo atraigo hacia mí, para besarlo, para mezclar en mi boca su sabor con el mío.
Me encanta ver cómo se pone el forro, como lo coloca en la punta y lo desenrolla sin prisa, alisándolo enérgicamente contra su aterciopelada piel. Es una de las imágenes más erotizantes que haya visto jamás.
Se acuesta encima mío, y acomodándose por entre mis piernas, me la manda a guardar, besándome con toda la boca mientras se hunde en mi más profundo interior.
Enlazo mis piernas en torno a su cintura, y haciéndolo mi presa, lo incito a que se mueva:
-¡Cogeme... cogeme bien cogida!-
Lo hace, muy lento, pausado, como queriendo guardar en su memoria emotiva el recuerdo de esas primeras sensaciones.
-¡Por fin te tengo...!- me susurra sin dejar de bombearme, llenándome cada rincón con su pijazo.
-¡Siiiiiiiiiii...!- asentía yo entre exaltados suspiros -¡Me tenés toda para vos!-
Aunque lo cierto es que era yo la que debía dar las gracias por encontrarme en la misma cama con la fantasía erótica de muchas argentinas.
Si alguna está leyendo esto, les aseguro que no defrauda, que cumple con todas las expectativas que una pueda tener al respecto.
En algún momento giramos, resbalando por sobre mis fluidos, quedando yo arriba y él abajo.
Me apoyo en su pecho, fuerte, marcado, y lo empiezo a cabalgar, gozando la forma en que la pija rebota contra las paredes de mi útero.
Tengo un orgasmo en el momento exacto en que me agarra de la cintura y me bombea desde abajo, ahora sí, violento, brutal, haciendo que mis tetas se sacudan descontroladas.
No me suelta, arremete con todo, haciéndome sentir en pleno la demoledora potencia de su virilidad.
Tengo que separarme un poco, para soltar unos chorritos de flujo, pero me vuelvo a ensartar enseguida, reiniciando esa atropellada cabalgata que me lleva hasta el Imperio de los Sentidos, adónde solo se puede acceder a lomo de una buena pija, como la que tengo adentro.
Me rodea con sus brazos, pegándome a su cuerpo, y me vuelve a besar, su lengua explorando mi boca por dentro, enredándose con la mía, saboreándonos sin respiro.
Estamos afiebrados, excitados a más no poder.
De nuevo nos volteamos, de nuevo estoy debajo suyo, las piernas bien abiertas, recibiendo todas y cada una de sus embestidas.
Lo miro a los ojos y le sonrío, jamás voy a olvidarme de sus gestos de placer, la forma en que cierra los ojos cuándo suspira, como se muerde el labio.
Se impulsa hacia arriba, clavando las rodillas en la cama, me agarra fuerte de los muslos, y me fulmina a pijazos. Se le marcan las venas en el cuello debido al ímpetu con que me coge, pero no se frena, sigue con ese ritmo que me hace vibrar, que me estremece.
Quiero esperarlo, acabar los dos juntos pero no puedo, mi orgasmo, el segundo en pocos minutos, llega antes, sumiéndome en una plácida agonía.
Todavía estoy disfrutando esos ramalazos de placer, cuándo siento que él también alcanza el suyo, soltando un excitado y primigenio alarido.
Se derrumba sobre mí, la respiración agitada, el cuerpo empapado en sudor, aunque la satisfacción más intensa brotándole por cada poro.
Cuándo se echa a un lado, aún impactado por tan tremendo polvo, me quedo un rato acurrucada junto a su cuerpo, disfrutando el ardor de su piel.
-¿La hacemos completa?- me pregunta luego de un brevísimo relax, acariciándome la cola, sus dedos tanteando las proximidades de mi entrada posterior.
A modo de respuesta me pongo en cuatro, y abriéndome las nalgas, me ofrezco completa.
-¿No te querés casar conmigo?- me propone en tono jocoso.
-Mirá que corrés el riesgo que te diga que sí...- le respondo siguiéndole la broma.
Abre un sobre de gel lubricante, lo derrama en el surco de mi cola, y poniéndose otro preservativo, me empieza a puntear el ojete.
No tiene que insistir demasiado para meterme un buen pedazo, ya que tiene una de esas pijas que se van ensanchando hacia la base, por lo que la penetración anal resulta más cómoda al principio que hacia el final.
Me agarra con firmeza de la cintura y me embute todo el resto, pegándome ahora sí una culeada que me hace remecer cada vértebra, sacudiéndome hasta el huesito dulce con unos ensartes profundos y acelerados.
Que gusto me da, sobre todo cuando, deslizando una mano por debajo de mi cuerpo, me campanea el clítoris al ritmo de sus embistes.
A través de los espejos, lo veo tras de mí, lo observo, lo admiro, sin poder creer todavía que esté ahí, conmigo, moliéndome la cola a pijazos.
Ésta vez acabamos juntos, deshechos en un revoltijo de brazos y piernas, el uno encima del otro, jadeando con una satisfacción plena y absoluta.
Nos dimos con todo, como si nuestra supervivencia dependiera de los polvos que nos echáramos.
Él mismo me lo dijo, que hacía tiempo que no gozaba tanto y tan seguido.
-Ni me acuerdo cuándo fue la última vez que me eché más de uno...-
-¿Con la mujer que tenés?- me sorprendo.
Me acaricia la pierna desnuda.
-Me imagino que a tu marido no le pasa-
No le contesto, igual aunque quisiera no podría, ya que en ese mismo momento se desliza por entre mis muslos, y metiéndome los dedos me hace suspirar, como si en esas dos horas todavía no hubiese pasado nada.
Le agarro entonces la pija y se la sacudo, consiguiendo una rápida y efectiva erección.
Al verla tan dura e hinchada, no me resisto a darle otra mamada, llenándome la boca con su sabor.
Entonces me levanto y poniéndome de cara contra uno de los espejos, le muevo la colita de un lado a otro, incitándolo a que se levante también.
Quiero que me coja de parada, que me estampe contra la pared con esa hombría que, una vez desatada, ya no puede contenerse.
Con la verga remeciéndose entre sus muslos, viene y se planta tras de mí.
Me sujeta de la cintura y sin utilizar las manos, solo con hábiles movimientos de la pelvis, PLOP, me la incrusta entre los gajos.
Me encanta verlo por el espejo mientras me la empuja adentro, haciéndomela sentir pedazo a pedazo, la cara contraída en un rictus lascivo y endemoniado.
Está casado desde hace años con una mujer por la que se ratonea el noventa por ciento de los argentinos, pero así y todo, me está garchando a mí, está gozando conmigo, soy yo y no su esposa la que le está por arrancar el tercero al hilo.
Me agarra de las tetas y me surte con todo, PAM PAM PAM, la pija en su punto álgido, como si los polvos anteriores hubiesen sido solo un preparativo, un esbozo de éste, el esencial, el definitivo, el que realmente importa.
Nos complementamos a la perfección, yendo y viniendo, nuestros cuerpos vinculados como si de uno dependiera la movilidad del otro.
Giro la cabeza buscándolo, emocionada, con ese rubor tan característico de los grandes placeres.
Sin dejar de embocarme, me besa con tal frenesí que no aguanto y acabo, mojándome como una adolescente. Siento como se me desborda todo, salpicando sus piernas y el suelo con mi acabada.
Retrocede unos pasos, llevándome con él, hasta caer sentado en el borde de la cama, conmigo encima, toda la pijota adentro, hinchada a más no poder.
Con el orgasmo aún latiendo en mi interior, me muevo buscando el suyo.
-¡Dale, dale, dale...!- me jadea en el oído, su pecho contra mi espalda, sus manos bien aferradas a mis pechos.
Me muevo arriba y abajo, ansiosa, entusiasta, anhelante, hasta que acaba con una intensidad tal que le sacude todo el cuerpo, y como si lo hubiera impactado un rayo, cae derrumbado de espalda sobre la cama.
Me levanto, le saco el forro y echándome entre sus piernas, le pego flor de chupada, sorbiendo con avidez el semen que todavía le impregna la piel.
-Te lo digo en serio, ¿te querés casar conmigo?- me vuelve a decir, exhausto, desfalleciente.
Me tiendo a su lado, también agotada, y apoyando mi cabeza en su hombro, me quedo un rato ahí, sin decir nada, solo sintiendo, tratando de hacer más largo el momento de la despedida.
No sé cómo seguirá lo nuestro o si de verdad habrá algo "nuestro". Quizás para él solo haya sido un polvo más que se echó con una admiradora, para mí está claro que es mucho más que una fantasía cumplida. Es una realidad...
Me gusta ese hombre desde que era chica y lo veía en la tele. No era mucho más grande que yo, pero a mí, todavía una niña, me parecía todo un hombre. Después una crece y se olvida de sus fantasías juveniles, pero allí estaba, conmigo en la cama de un telo, preguntándome, aunque fuera en broma, si me quería casar con él.
"¡Claro que sí, SÍ QUIERO...!", le hubiera gritado si me lo preguntaba en serio.
"Quiero casarme con vos, despertar a tu lado todas las mañanas, hacerte el amor día, tarde y noche, llevar tu apellido, ser tuya en la forma más completa y absoluta en que una mujer pueda pertenecerle a un hombre...".
Pero...
Cada uno tiene su vida, su propia familia, su propio lugar en el mundo.
Sin embargo, si fuésemos amantes, me gustaría tener un hijo suyo, que como al Ro, criaría como si fuera de mi marido.
Pero eso sí ya es una fantasía, ni siquiera sé si nos volveremos a ver. Por lo pronto me conformo con habérmelo garchado, lo demás el tiempo dirá...
PD: si identifican al galán en cuestión, por favor no lo nombren, usen sus iniciales, o me lo mencionan por privado, no quiero causarle ningún problema. Gracias...
Así es que un día estaba repasando los mensajes, hasta que uno me llamó la atención. Era de un usuario relativamente nuevo, y ponía lo siguiente:
Esa mañana me acerqué al bar que me dijo, en la esquina de la productora, aunque sin decidirme todavía a hacer nada. Él no me conocía, no le había mandado ninguna foto, más que las que pongo en mis relatos, así que podía acercarme sin temor a que me reconociera.
Me siento en una de las mesas, pido un latte y saco mi laptop para ponerme a trabajar mientras espero. Habrá pasado casi una hora, cuando lo veo entrar junto a una pareja, seguramente los productores que había mencionado en sus mensajes, ya que los escucho hablar de tiempos de rodaje y cosas por el estilo.
No sé lo dije cuándo chateamos, pero de chica, cuándo recién aparecía en un programa de entretenimientos, estaba enamorada de él. Era un amor platónico, claro, yo tendría diez años y él ya era todo un joven, por lo que verlo ahí, de cuerpo presente, más lindo incluso que en aquella época, hizo que se me alboroten las hormonas.
Tras un rato, la chica es la primera en levantarse e irse, para volver a la productora. El tipo que lo acompaña se queda un rato más, pero en cierto momento sale para responder una llamada, es ahí que aprovecho para guardar todo y acercarme.
Aclaro que no estoy producida ni nada, me fuí así nomás, a cara lavada y con el pelo atado en una cola. No quería hacerme la "femme fatale" ni nada por el estilo, sino ser lo más natural posible.
-Perdoná...- le digo -Me da mucha vergüenza molestarte, pero soy re fanática tuya, ¿me podrías firmar un autógrafo?-
-Sí, claro, un placer...- me dice con una sonrisa que ya hace que se me humedezca la bombacha.
Le doy una hoja, escribe una dedicatoria, bastante extensa, debo decir, y cuando pregunta por mi nombre, le digo:
-Mariela..., pero mejor ponele para Maritainfiel...-
Tarda unos segundos en reaccionar, pero cuando lo hace, me mira como sabiendo ya en dónde va a pasar las próximas dos horas
-No creí que vinieras...- me dice, recorriéndome con la mirada y mostrándose visiblemente satisfecho con lo que ve.
-Acá estoy...- le hago notar.
El amigo ya parece estar despidiéndose de su llamada, así que se apura en decirme:
-Te pido un favor, salí vos primero, andá caminando por... (la calle en que está la productora) que termino unos temas con éste coso y te alcanzo, tengo un Audi negro, así me reconoces rápido...-
Cuando entra el tipo, termina de firmarme el autógrafo (cómo Mariela) y me lo entrega, siempre con esa sonrisa que lo hace tan seductor.
-Gracias, sos lo más...- le digo, devolviéndole la sonrisa.
Le hubiera dado un beso, pero en éstos tiempos los besos como que están poco menos que prohibidos, al menos en público, porque en privado estaba dispuesta a besarle hasta la sombra.
Mientras salgo del bar, escucho que el amigo le dice:
-¿Siempre están tan buenas tus admiradoras?-
Lamentablemente no llego a escuchar lo que le responde.
Salgo y camino por la calle que me dijo, despacio, sin apurarme, sabiendo que en cualquier momento va a salir tras de mí.
Entiendo sus precauciones, ya que está pasando por un momento difícil en su relación y seguramente los paparazzis deben estar a su acecho todo el tiempo. A mí tampoco me conviene salir escrachada en las tapas de las revistas como la nueva amante o la tercera en discordia, por lo que estaba dispuesta a consentir cualquier tipo de cuidado extra que quisiera tomar.
No habré hecho ni dos cuadras, cuando veo que, justamente, un Audi negro se detiene en la siguiente esquina. Hace parpadear las luces traseras para que sepa que es él, un guiño imperceptible para los demás, pero más que evidente para mí.
No me apuro, mantengo el paso, y al acercarme me subo por el lado del acompañante. Ni bien cierro la puerta, acelera y dobla en la primera intersección, haciendo un par de maniobras, como queriendo despistar a algún posible perseguidor.
-Tenía mis reservas en venir, no me creía que de verdad fueras vos- le digo.
-Yo también tenía las mías, no creía que fueras...-
-...¿tan puta?...- lo interrumpo.
-Jajaja... cómo en tus relatos, iba a decir-
-Bueno, acá me tenés, podés sacarte todas las dudas-
Con una mano sostiene el volante, pero con la mano libre me acaricia las piernas. Me desprendo el botón, me bajo el cierre, y me abro un poquito más la abertura del pantalón.
-¡Me encanta como sos!- expresa, deslizando la mano dentro de mi bombacha, acariciándome la concha con una mano cálida y suave.
-¡Uuufff...! ¡Ya estás mojada...!- exclama al notar la humedad de mi interior.
-¿Esperabas otra cosa?-
-Claro que no-
Al detenernos en un semáforo, nos besamos. Un beso intenso, ávido, apasionado, que dura hasta que la luz se pone en verde.
Dobla a la izquierda, y a mitad de cuadra se mete en la cochera de un telo. En la habitación volvemos a besarnos, frotándonos el uno contra el otro, sus manos deslizándose arriba y abajo por todo mi cuerpo.
Sus dedos se pierden en la zanja de mi pantalón, provocándome un temblor de puro éxtasis.
Le acaricio la chota por encima de la bragueta, recorriendo ansiosa la forma que va adoptando a medida que aumenta de tamaño. Una chota anhelada por muchas luego de que se filtraran algunas fotos íntimas un tiempo atrás.
Rápidamente se saca la remera, el pantalón y desnudo, con una formidable erección latiéndole entre las piernas, se tiende de espalda en la cama.
"Por Dios, que pedazo de hombre te vas a comer Marita...", me digo a mí misma, admirando ese cuerpo fibroso, de músculos bien marcados, en el cual no parece haber ni un solo atisbo de grasa.
Me saco la ropa, no tan rápido como él, sino con movimientos más suaves y delicados, disfrutando la forma en que se menea la poronga, sin perderse detalle de mi cuerpo.
Desnuda me subo a la cama, y gateando por entre sus piernas, recorro con la lengua el tatuaje que le cubre prácticamente todo el muslo izquierdo, subiendo hasta llegar a su volcánica intimidad.
Le como los huevos, sintiendo como se inflan dentro de mi boca, hirviendo ya de calentura.
Delante de mi cara se alza imponente, majestuosa, su verga, dura, erguida, con un entramado de venas que dejan constancia de su vigor y virilidad.
Le doy una barrida de lengua desde abajo hasta la punta, para comérmela de una, chupándosela con un entusiasmo que proviene de épocas pretéritas, cuándo era una pendeja que no sabía todavía nada de los hombres.
De a ratos me tomo un respiro y vuelvo a masticarle los huevos, disfrutando esa turgencia, esa hombría que parece hincharse cada vez más.
Subo de nuevo, besándola a todo lo largo, chupando tal pedazo de Gloria con todas mis ganas, haciéndole unas gargantas profundas que le arrancan unas más que plácidas exclamaciones.
Cuando se invierten los papeles y él me chupa a mí, me parece tocar el Cielo con las manos. Me hace como un efecto sopapita que me trastorna, me vuelve loca.
Ver ese rostro que solo conocía por televisión y revistas, apareciendo entre mis piernas, con la barba mojada por mis flujos íntimos, hace que mi excitación se dispare hacia la estratósfera.
Estiro las manos y lo atraigo hacia mí, para besarlo, para mezclar en mi boca su sabor con el mío.
Me encanta ver cómo se pone el forro, como lo coloca en la punta y lo desenrolla sin prisa, alisándolo enérgicamente contra su aterciopelada piel. Es una de las imágenes más erotizantes que haya visto jamás.
Se acuesta encima mío, y acomodándose por entre mis piernas, me la manda a guardar, besándome con toda la boca mientras se hunde en mi más profundo interior.
Enlazo mis piernas en torno a su cintura, y haciéndolo mi presa, lo incito a que se mueva:
-¡Cogeme... cogeme bien cogida!-
Lo hace, muy lento, pausado, como queriendo guardar en su memoria emotiva el recuerdo de esas primeras sensaciones.
-¡Por fin te tengo...!- me susurra sin dejar de bombearme, llenándome cada rincón con su pijazo.
-¡Siiiiiiiiiii...!- asentía yo entre exaltados suspiros -¡Me tenés toda para vos!-
Aunque lo cierto es que era yo la que debía dar las gracias por encontrarme en la misma cama con la fantasía erótica de muchas argentinas.
Si alguna está leyendo esto, les aseguro que no defrauda, que cumple con todas las expectativas que una pueda tener al respecto.
En algún momento giramos, resbalando por sobre mis fluidos, quedando yo arriba y él abajo.
Me apoyo en su pecho, fuerte, marcado, y lo empiezo a cabalgar, gozando la forma en que la pija rebota contra las paredes de mi útero.
Tengo un orgasmo en el momento exacto en que me agarra de la cintura y me bombea desde abajo, ahora sí, violento, brutal, haciendo que mis tetas se sacudan descontroladas.
No me suelta, arremete con todo, haciéndome sentir en pleno la demoledora potencia de su virilidad.
Tengo que separarme un poco, para soltar unos chorritos de flujo, pero me vuelvo a ensartar enseguida, reiniciando esa atropellada cabalgata que me lleva hasta el Imperio de los Sentidos, adónde solo se puede acceder a lomo de una buena pija, como la que tengo adentro.
Me rodea con sus brazos, pegándome a su cuerpo, y me vuelve a besar, su lengua explorando mi boca por dentro, enredándose con la mía, saboreándonos sin respiro.
Estamos afiebrados, excitados a más no poder.
De nuevo nos volteamos, de nuevo estoy debajo suyo, las piernas bien abiertas, recibiendo todas y cada una de sus embestidas.
Lo miro a los ojos y le sonrío, jamás voy a olvidarme de sus gestos de placer, la forma en que cierra los ojos cuándo suspira, como se muerde el labio.
Se impulsa hacia arriba, clavando las rodillas en la cama, me agarra fuerte de los muslos, y me fulmina a pijazos. Se le marcan las venas en el cuello debido al ímpetu con que me coge, pero no se frena, sigue con ese ritmo que me hace vibrar, que me estremece.
Quiero esperarlo, acabar los dos juntos pero no puedo, mi orgasmo, el segundo en pocos minutos, llega antes, sumiéndome en una plácida agonía.
Todavía estoy disfrutando esos ramalazos de placer, cuándo siento que él también alcanza el suyo, soltando un excitado y primigenio alarido.
Se derrumba sobre mí, la respiración agitada, el cuerpo empapado en sudor, aunque la satisfacción más intensa brotándole por cada poro.
Cuándo se echa a un lado, aún impactado por tan tremendo polvo, me quedo un rato acurrucada junto a su cuerpo, disfrutando el ardor de su piel.
-¿La hacemos completa?- me pregunta luego de un brevísimo relax, acariciándome la cola, sus dedos tanteando las proximidades de mi entrada posterior.
A modo de respuesta me pongo en cuatro, y abriéndome las nalgas, me ofrezco completa.
-¿No te querés casar conmigo?- me propone en tono jocoso.
-Mirá que corrés el riesgo que te diga que sí...- le respondo siguiéndole la broma.
Abre un sobre de gel lubricante, lo derrama en el surco de mi cola, y poniéndose otro preservativo, me empieza a puntear el ojete.
No tiene que insistir demasiado para meterme un buen pedazo, ya que tiene una de esas pijas que se van ensanchando hacia la base, por lo que la penetración anal resulta más cómoda al principio que hacia el final.
Me agarra con firmeza de la cintura y me embute todo el resto, pegándome ahora sí una culeada que me hace remecer cada vértebra, sacudiéndome hasta el huesito dulce con unos ensartes profundos y acelerados.
Que gusto me da, sobre todo cuando, deslizando una mano por debajo de mi cuerpo, me campanea el clítoris al ritmo de sus embistes.
A través de los espejos, lo veo tras de mí, lo observo, lo admiro, sin poder creer todavía que esté ahí, conmigo, moliéndome la cola a pijazos.
Ésta vez acabamos juntos, deshechos en un revoltijo de brazos y piernas, el uno encima del otro, jadeando con una satisfacción plena y absoluta.
Nos dimos con todo, como si nuestra supervivencia dependiera de los polvos que nos echáramos.
Él mismo me lo dijo, que hacía tiempo que no gozaba tanto y tan seguido.
-Ni me acuerdo cuándo fue la última vez que me eché más de uno...-
-¿Con la mujer que tenés?- me sorprendo.
Me acaricia la pierna desnuda.
-Me imagino que a tu marido no le pasa-
No le contesto, igual aunque quisiera no podría, ya que en ese mismo momento se desliza por entre mis muslos, y metiéndome los dedos me hace suspirar, como si en esas dos horas todavía no hubiese pasado nada.
Le agarro entonces la pija y se la sacudo, consiguiendo una rápida y efectiva erección.
Al verla tan dura e hinchada, no me resisto a darle otra mamada, llenándome la boca con su sabor.
Entonces me levanto y poniéndome de cara contra uno de los espejos, le muevo la colita de un lado a otro, incitándolo a que se levante también.
Quiero que me coja de parada, que me estampe contra la pared con esa hombría que, una vez desatada, ya no puede contenerse.
Con la verga remeciéndose entre sus muslos, viene y se planta tras de mí.
Me sujeta de la cintura y sin utilizar las manos, solo con hábiles movimientos de la pelvis, PLOP, me la incrusta entre los gajos.
Me encanta verlo por el espejo mientras me la empuja adentro, haciéndomela sentir pedazo a pedazo, la cara contraída en un rictus lascivo y endemoniado.
Está casado desde hace años con una mujer por la que se ratonea el noventa por ciento de los argentinos, pero así y todo, me está garchando a mí, está gozando conmigo, soy yo y no su esposa la que le está por arrancar el tercero al hilo.
Me agarra de las tetas y me surte con todo, PAM PAM PAM, la pija en su punto álgido, como si los polvos anteriores hubiesen sido solo un preparativo, un esbozo de éste, el esencial, el definitivo, el que realmente importa.
Nos complementamos a la perfección, yendo y viniendo, nuestros cuerpos vinculados como si de uno dependiera la movilidad del otro.
Giro la cabeza buscándolo, emocionada, con ese rubor tan característico de los grandes placeres.
Sin dejar de embocarme, me besa con tal frenesí que no aguanto y acabo, mojándome como una adolescente. Siento como se me desborda todo, salpicando sus piernas y el suelo con mi acabada.
Retrocede unos pasos, llevándome con él, hasta caer sentado en el borde de la cama, conmigo encima, toda la pijota adentro, hinchada a más no poder.
Con el orgasmo aún latiendo en mi interior, me muevo buscando el suyo.
-¡Dale, dale, dale...!- me jadea en el oído, su pecho contra mi espalda, sus manos bien aferradas a mis pechos.
Me muevo arriba y abajo, ansiosa, entusiasta, anhelante, hasta que acaba con una intensidad tal que le sacude todo el cuerpo, y como si lo hubiera impactado un rayo, cae derrumbado de espalda sobre la cama.
Me levanto, le saco el forro y echándome entre sus piernas, le pego flor de chupada, sorbiendo con avidez el semen que todavía le impregna la piel.
-Te lo digo en serio, ¿te querés casar conmigo?- me vuelve a decir, exhausto, desfalleciente.
Me tiendo a su lado, también agotada, y apoyando mi cabeza en su hombro, me quedo un rato ahí, sin decir nada, solo sintiendo, tratando de hacer más largo el momento de la despedida.
No sé cómo seguirá lo nuestro o si de verdad habrá algo "nuestro". Quizás para él solo haya sido un polvo más que se echó con una admiradora, para mí está claro que es mucho más que una fantasía cumplida. Es una realidad...
Me gusta ese hombre desde que era chica y lo veía en la tele. No era mucho más grande que yo, pero a mí, todavía una niña, me parecía todo un hombre. Después una crece y se olvida de sus fantasías juveniles, pero allí estaba, conmigo en la cama de un telo, preguntándome, aunque fuera en broma, si me quería casar con él.
"¡Claro que sí, SÍ QUIERO...!", le hubiera gritado si me lo preguntaba en serio.
"Quiero casarme con vos, despertar a tu lado todas las mañanas, hacerte el amor día, tarde y noche, llevar tu apellido, ser tuya en la forma más completa y absoluta en que una mujer pueda pertenecerle a un hombre...".
Pero...
Cada uno tiene su vida, su propia familia, su propio lugar en el mundo.
Sin embargo, si fuésemos amantes, me gustaría tener un hijo suyo, que como al Ro, criaría como si fuera de mi marido.
Pero eso sí ya es una fantasía, ni siquiera sé si nos volveremos a ver. Por lo pronto me conformo con habérmelo garchado, lo demás el tiempo dirá...
PD: si identifican al galán en cuestión, por favor no lo nombren, usen sus iniciales, o me lo mencionan por privado, no quiero causarle ningún problema. Gracias...
40 comentarios - El galán...
Espectacular relato.
me volo la cabeza ojalá podamos ser buenos amigos muero x conocerte 😘
te sigo mi amor me seguis tambien? 🙏🙏🙏😊 @maritainfiel +10
gracias x tanto marita