Esta es la historia de Fran, un joven bastantefachero que se está iniciando en su vida sexual y en el proceso va a conocermuchas experiencias, llenas de amigas, amigos, deporte, viajes y por supuesto,muchas historias sexuales. Es una ficción, aunque puede estar basado en algúnque otro hecho real...
Capítulo 3: Al fin llegó
Las palabras de Luciana me dejaron en shock. Estaba totalmente cagado. La busqué duranteel resto de la fiesta, pero parecía haberse desvanecido. Me encontré con un parde sus amigas, pero ninguna sabía dónde estaba (tampoco quise insistirdemasiado, no quería que pensaran mal de mis intenciones). Tan preocupadoestaba que rechacé a algunas chicas que literalmente se me abalanzaban buscandocon desesperación mis labios. En otra noche hubiera entrado al juego en mediosegundo, pero en ese momento sólo pensaba en encontrar a Luciana, preguntarlesobre lo que sabía y, sobre todo, salvar mi reputación.
El fin de semana terminó. Cuando volví a la rutina, todoparecía seguir tranquilo. No cambio la forma en que la gente me miraba. No hubosituaciones incómodas ni miradas curiosas. Incluso hice muchos chistes y tiremuchas indirectas sobre baños, pajas, cosas así. Pero nadie me decía nada. Alparecer, el único problema era Luciana.
Sin embargo, yo seguía intranquilo. Los nervios meconsumían, así que el martes a la tarde fui al gimnasio a descargar tensiones.Generalmente iba más a la noche, cuándo había más gente. Me gustaba entrenar,pero para mí era también un espacio de socialización. Podía pasarmetranquilamente horas ahí, un poco entrenando, otro poco charlando con losinstructores o con el resto de clientes. Pero ese martes no estaba de ánimos,así que decidí ir más temprano, alrededor de las 5.
No había gente, así que me pude concentrar completamenteen mis ejercicios. Pude usar todos los aparatos sin necesidad de esperar a quenadie termine de usarlos. Hacía mucho que no entrenaba tan bien, y cuandoterminé la rutina ya estaba de mucho mejor ánimo. Elongué y camine hacia lasalida.
Ya estaba casi en la entrada cuando un amigo me detuvo.Charlamos un rato hasta que él se fue a empezar con su rutina. Ahora sí me ibaa ir, pero mi mirada se perdió en un rincón algo oculto, junto a una puertita.Ahí había una chica haciendo sentadillas, de espaldas a mí. Sus hombros (sobrelos cuales estaba apoyada una barra con bastante peso) eran anchos y fuertes,como su cuerpo en general. Mis ojos se perdieron en su calza gris: nunca habíavisto a alguien haciendo sentadillas con tanta violencia. Su trasero bajabavigoroso, hasta ponerse en unos perfectos 90° respecto al suelo. Y en unpestañeo se destensaba y se erguía de nuevo. Así una y otra vez. Una y otra vez…
- ¿Te gusta lo que ves?
...
Me quedé helado y un escalofrío recorrió mi cuerpo.Conocía esa voz. No puede ser. La chica dejó la barra y se dio vuelta. Cómo no,ahí estaba Luciana sonriendo irónicamente.
- Sos bastante pervertido, pendejo- Lu nunca se habíacaracterizado por ser la persona más amable del mundo. En realidad, siempre erabastante ácida y sus comentarios solían incomodar a los que no la conocen.
- Emm… - tenía que salir cómo sea, así que decidí huirhacia delante- en realidad, estaba esperando a que termines, porque quierohablar con vos.
Luciana arqueó su ceja. Era obvio que no me creía, peroigual abrió la puertita que estaba a su espalda y me dijo:
- Bueno, entonces pasemos a un lugar más privado yhablamos tranquilos.
Esa puertita llevaba a una especie de depósito, donde seguardaban máquinas, bicicletas, pelotas y demás cosas que uno encuentra en ungimnasio. Apenas entramos respiré hondo y solté:
- Quiero hablar sobre lo que dijiste el sábado. Me quedópicando y necesito aclarar las cosas.
Luciana sonrió y se me acercó lentamente, sin contestar.Su sonrisa no era para nada alegre, al contrario, era un poco inquietante, casicruel. Antes de que pudiera decir una sola palabra, estiró su mano y apretófuerte mi entrepierna.
Me quedé paralizado, sin reaccionar. No entendía nada.Lu movía los dedos hábilmente y, evidentemente, se me empezaron a mover cosas ahí abajo. Pero yo seguía inmóvil, mirandoa Lu con una mezcla de miedo y curiosidad.
- Mmm, para ser un degenerado tenes una pija bastantebuena- dijo, relamiéndose un poco- No sé para que te pajeas, con esta pija paravos coger debe ser más fácil que la tabla del 2.
Me quedé callado y enrojecí un poco. Luciana me miró yarqueó nuevamente la ceja.
- ¿Qué pasó? ¿Te comieron la lengua los ratones? Te tiréun centro bárbaro y no lo aprovechaste.
Seguí callado y desvié la mirada. Entonces Luciana memiró y empezó a reírse.
- No me digas que sos virgen… - yo seguía callado-Jajajjajaja, no me digas que el más gato del barrio no la pone ni en remojo…
- To-todavía no encontré el momento- alcancé abalbucear.
- Jajajja no mientas Fran. Lo que pasa es que no teanima. Pero no te preocupes, por suerte tenés una gran amiga.
Ahí todo ocurrió demasiado rápido. Su mano se separó demi pija, pero solo para bajarse la calza. Luciana quedó solo con una tanga yrápidamente se irguió y me empujó sobre un banco. Caí sentado y Lucianarápidamente se sentó arriba mío.
- ¿Qué-qué haces?- me costaba hablar, seguía totalmenteen shock.
- Callate, que vos querés esto más que yo- dijo Lu, altiempo que se corría la tanga.
No podía creerlo. Estaba a punto de pasar. Luciana noera una modelo precisamente, pero estaba bastante bien. No tenía casi curvas,ni lolas grandes, ni un culo grande, ni cintura fina. Pero aún así su cuerpoera armónico y se notaba que se cuidaba mucho.
- Me imagino que no tenés forro, virgen- Lu seguíasiendo brusca- No importa, solo tratá de no venirte demasiado rápido y avísameantes.
Y entonces bajó su cadera, haciendo que mi erectísimapija entrara en ella. Por fin el momento había llegado. Estaba entrando en unavagina de verdad. Era una sensación muy distinta a la de las pajas que me solíameter. Al principio era un poco incómodo, demasiado húmedo y viscoso. Perorápidamente empecé a disfrutar. Luciana empezó a moverse lentamente,incrementando el ritmo poco a poco.
Más allá de su brusquedad al hablar, Luciana estabacogiendo de forma muy cuidadosa. Sabía que era mi primera vez, y estaba claroque no quería forzar demasiado mi aguante. Sus movimientos eran delicados ylentos, e intentaba mantener un contacto visual. Pero no funcionaba, porque yorápidamente cerré los ojos mientras me dejaba llevar. Al principio no sabíadónde apoyar mis manos, hasta que ella las tomó cuidadosamente y las apoyó ensus piernas. Las acaricié y las noté trabajadas y muy suaves al tacto.
La sensación era cada vez más placentera. Su vaginaahogaba mi pija, liberando electricidad por todo mi cuerpo. Rápidamente sentícómo toda la sangre de mi cuerpo fluíarápidamente hacia un mismo lugar.
- Aaaaaaaaahh aahahaaaa!!!!!!
- Aaaaahaaaaaaaaaaa- Luciana también estaba gozando.Incrementó su ritmo y empezó a dar pequeños saltitos. Mis manos se apoyaron ensu pequeña cola, ayudando más todavía a sus movimientos.
El placer era indescriptible. Comencé a mover también micadera, perfectamente sincronizado con Luciana. Pude sentir cómo su conchapalpitaba cada vez que mi pija entraba y salía. El calor envolvía mi pedazo decarne, estimulándome al máximo. Nuestros gemidos empezaron a crecer poco apoco.
Luciana se dio cuenta que estábamos siendo demasiadoruidosos y eso podía atraer atención indeseada, así que empezó a contenerse.Sin embargo, yo estaba muy cerca del climax y no podía controlar mis jadeos,así que ella me tapó la boca con sus manos. Ese gesto me calentó todavía más sicabe y empecé a chupar sus dedos y su palma. Mi pija y mi cuerpo enteroempezaban a temblar y a esa altura estaba totalmente en ebullición.
- Ehhh eeeestoy cercaaaaaa- gemí, tras correr su manoderecha de mi boca. Mi resistencia claramente todavía no era muy alta y laexcitación que estaba viviendo era demasiada.
Luciana dio dos sentones con mucha violencia. El segundome llevó casi a mi límite y la leche empezó a acumularse con gran velocidad enmi pene. Lu saltó rápidamente y empezó a pajearme con su mano.
- Aaaaaaaaaahhhh- terminé como nunca lo había hechoantes. Peor todavía que cuando Sole me había chupado la pija, apenas unassemanas antes. La leche salía a grandes borbotones, muy blanca y espesa. Inundóla mano y las piernas de Luciana, así como mis propias piernas y estómago.
- Wow, se nota que estabas guardando mucho. Mira vos, noesperaba que fueras virgen todavía- Luciana tenía una gran sonrisa irónica.
Se paró y empezó a limpiarse con una toalla que tenía ensu bolso. Inmediatamente empezó a cambiarse, sin hablar ni mirarme. Yo seguíatumbado sobre el banco, mirándola totalmente embobado. Todavía no caía en loque acababa de pasar.
- Bueno, acabo de hacer debutar al gran Francisco – su vozdenotaba orgullo- Ojalá se enteraran las otras boludas jajajjaj.
- Lu, no le digas a nadie- dije preocupado- Que quedeentre nosotros.
Me miró sonriendo. Yo estaba en sus manos, y no solo losabía: lo disfrutaba. Está claro que le encanta estar en la posición dominante.
- Quedate tranquilo, virgen. No soy como las otrasputas, no necesito andar contando a los cuatros vientos mis hazañas. Me bastacon saber que nosotros dos conocemos la verdad. Yo fui la primera mujer que tehizo el amor y eso ya no lo va a cambiar nadie.
Luciana salió del depósito bamboleando alegremente suscaderas, saboreando su triunfo. Yo me quedé dentro, intentando asimilar todo loque había pasado hacia instantes. Acababa de perder la virginidad, pero noterminaba de estar contento. Las cosasse estaban complicando mucho, para bien o para mal.
Capítulo 3: Al fin llegó
Las palabras de Luciana me dejaron en shock. Estaba totalmente cagado. La busqué duranteel resto de la fiesta, pero parecía haberse desvanecido. Me encontré con un parde sus amigas, pero ninguna sabía dónde estaba (tampoco quise insistirdemasiado, no quería que pensaran mal de mis intenciones). Tan preocupadoestaba que rechacé a algunas chicas que literalmente se me abalanzaban buscandocon desesperación mis labios. En otra noche hubiera entrado al juego en mediosegundo, pero en ese momento sólo pensaba en encontrar a Luciana, preguntarlesobre lo que sabía y, sobre todo, salvar mi reputación.
El fin de semana terminó. Cuando volví a la rutina, todoparecía seguir tranquilo. No cambio la forma en que la gente me miraba. No hubosituaciones incómodas ni miradas curiosas. Incluso hice muchos chistes y tiremuchas indirectas sobre baños, pajas, cosas así. Pero nadie me decía nada. Alparecer, el único problema era Luciana.
Sin embargo, yo seguía intranquilo. Los nervios meconsumían, así que el martes a la tarde fui al gimnasio a descargar tensiones.Generalmente iba más a la noche, cuándo había más gente. Me gustaba entrenar,pero para mí era también un espacio de socialización. Podía pasarmetranquilamente horas ahí, un poco entrenando, otro poco charlando con losinstructores o con el resto de clientes. Pero ese martes no estaba de ánimos,así que decidí ir más temprano, alrededor de las 5.
No había gente, así que me pude concentrar completamenteen mis ejercicios. Pude usar todos los aparatos sin necesidad de esperar a quenadie termine de usarlos. Hacía mucho que no entrenaba tan bien, y cuandoterminé la rutina ya estaba de mucho mejor ánimo. Elongué y camine hacia lasalida.
Ya estaba casi en la entrada cuando un amigo me detuvo.Charlamos un rato hasta que él se fue a empezar con su rutina. Ahora sí me ibaa ir, pero mi mirada se perdió en un rincón algo oculto, junto a una puertita.Ahí había una chica haciendo sentadillas, de espaldas a mí. Sus hombros (sobrelos cuales estaba apoyada una barra con bastante peso) eran anchos y fuertes,como su cuerpo en general. Mis ojos se perdieron en su calza gris: nunca habíavisto a alguien haciendo sentadillas con tanta violencia. Su trasero bajabavigoroso, hasta ponerse en unos perfectos 90° respecto al suelo. Y en unpestañeo se destensaba y se erguía de nuevo. Así una y otra vez. Una y otra vez…
- ¿Te gusta lo que ves?
...
Me quedé helado y un escalofrío recorrió mi cuerpo.Conocía esa voz. No puede ser. La chica dejó la barra y se dio vuelta. Cómo no,ahí estaba Luciana sonriendo irónicamente.
- Sos bastante pervertido, pendejo- Lu nunca se habíacaracterizado por ser la persona más amable del mundo. En realidad, siempre erabastante ácida y sus comentarios solían incomodar a los que no la conocen.
- Emm… - tenía que salir cómo sea, así que decidí huirhacia delante- en realidad, estaba esperando a que termines, porque quierohablar con vos.
Luciana arqueó su ceja. Era obvio que no me creía, peroigual abrió la puertita que estaba a su espalda y me dijo:
- Bueno, entonces pasemos a un lugar más privado yhablamos tranquilos.
Esa puertita llevaba a una especie de depósito, donde seguardaban máquinas, bicicletas, pelotas y demás cosas que uno encuentra en ungimnasio. Apenas entramos respiré hondo y solté:
- Quiero hablar sobre lo que dijiste el sábado. Me quedópicando y necesito aclarar las cosas.
Luciana sonrió y se me acercó lentamente, sin contestar.Su sonrisa no era para nada alegre, al contrario, era un poco inquietante, casicruel. Antes de que pudiera decir una sola palabra, estiró su mano y apretófuerte mi entrepierna.
Me quedé paralizado, sin reaccionar. No entendía nada.Lu movía los dedos hábilmente y, evidentemente, se me empezaron a mover cosas ahí abajo. Pero yo seguía inmóvil, mirandoa Lu con una mezcla de miedo y curiosidad.
- Mmm, para ser un degenerado tenes una pija bastantebuena- dijo, relamiéndose un poco- No sé para que te pajeas, con esta pija paravos coger debe ser más fácil que la tabla del 2.
Me quedé callado y enrojecí un poco. Luciana me miró yarqueó nuevamente la ceja.
- ¿Qué pasó? ¿Te comieron la lengua los ratones? Te tiréun centro bárbaro y no lo aprovechaste.
Seguí callado y desvié la mirada. Entonces Luciana memiró y empezó a reírse.
- No me digas que sos virgen… - yo seguía callado-Jajajjajaja, no me digas que el más gato del barrio no la pone ni en remojo…
- To-todavía no encontré el momento- alcancé abalbucear.
- Jajajja no mientas Fran. Lo que pasa es que no teanima. Pero no te preocupes, por suerte tenés una gran amiga.
Ahí todo ocurrió demasiado rápido. Su mano se separó demi pija, pero solo para bajarse la calza. Luciana quedó solo con una tanga yrápidamente se irguió y me empujó sobre un banco. Caí sentado y Lucianarápidamente se sentó arriba mío.
- ¿Qué-qué haces?- me costaba hablar, seguía totalmenteen shock.
- Callate, que vos querés esto más que yo- dijo Lu, altiempo que se corría la tanga.
No podía creerlo. Estaba a punto de pasar. Luciana noera una modelo precisamente, pero estaba bastante bien. No tenía casi curvas,ni lolas grandes, ni un culo grande, ni cintura fina. Pero aún así su cuerpoera armónico y se notaba que se cuidaba mucho.
- Me imagino que no tenés forro, virgen- Lu seguíasiendo brusca- No importa, solo tratá de no venirte demasiado rápido y avísameantes.
Y entonces bajó su cadera, haciendo que mi erectísimapija entrara en ella. Por fin el momento había llegado. Estaba entrando en unavagina de verdad. Era una sensación muy distinta a la de las pajas que me solíameter. Al principio era un poco incómodo, demasiado húmedo y viscoso. Perorápidamente empecé a disfrutar. Luciana empezó a moverse lentamente,incrementando el ritmo poco a poco.
Más allá de su brusquedad al hablar, Luciana estabacogiendo de forma muy cuidadosa. Sabía que era mi primera vez, y estaba claroque no quería forzar demasiado mi aguante. Sus movimientos eran delicados ylentos, e intentaba mantener un contacto visual. Pero no funcionaba, porque yorápidamente cerré los ojos mientras me dejaba llevar. Al principio no sabíadónde apoyar mis manos, hasta que ella las tomó cuidadosamente y las apoyó ensus piernas. Las acaricié y las noté trabajadas y muy suaves al tacto.
La sensación era cada vez más placentera. Su vaginaahogaba mi pija, liberando electricidad por todo mi cuerpo. Rápidamente sentícómo toda la sangre de mi cuerpo fluíarápidamente hacia un mismo lugar.
- Aaaaaaaaahh aahahaaaa!!!!!!
- Aaaaahaaaaaaaaaaa- Luciana también estaba gozando.Incrementó su ritmo y empezó a dar pequeños saltitos. Mis manos se apoyaron ensu pequeña cola, ayudando más todavía a sus movimientos.
El placer era indescriptible. Comencé a mover también micadera, perfectamente sincronizado con Luciana. Pude sentir cómo su conchapalpitaba cada vez que mi pija entraba y salía. El calor envolvía mi pedazo decarne, estimulándome al máximo. Nuestros gemidos empezaron a crecer poco apoco.
Luciana se dio cuenta que estábamos siendo demasiadoruidosos y eso podía atraer atención indeseada, así que empezó a contenerse.Sin embargo, yo estaba muy cerca del climax y no podía controlar mis jadeos,así que ella me tapó la boca con sus manos. Ese gesto me calentó todavía más sicabe y empecé a chupar sus dedos y su palma. Mi pija y mi cuerpo enteroempezaban a temblar y a esa altura estaba totalmente en ebullición.
- Ehhh eeeestoy cercaaaaaa- gemí, tras correr su manoderecha de mi boca. Mi resistencia claramente todavía no era muy alta y laexcitación que estaba viviendo era demasiada.
Luciana dio dos sentones con mucha violencia. El segundome llevó casi a mi límite y la leche empezó a acumularse con gran velocidad enmi pene. Lu saltó rápidamente y empezó a pajearme con su mano.
- Aaaaaaaaaahhhh- terminé como nunca lo había hechoantes. Peor todavía que cuando Sole me había chupado la pija, apenas unassemanas antes. La leche salía a grandes borbotones, muy blanca y espesa. Inundóla mano y las piernas de Luciana, así como mis propias piernas y estómago.
- Wow, se nota que estabas guardando mucho. Mira vos, noesperaba que fueras virgen todavía- Luciana tenía una gran sonrisa irónica.
Se paró y empezó a limpiarse con una toalla que tenía ensu bolso. Inmediatamente empezó a cambiarse, sin hablar ni mirarme. Yo seguíatumbado sobre el banco, mirándola totalmente embobado. Todavía no caía en loque acababa de pasar.
- Bueno, acabo de hacer debutar al gran Francisco – su vozdenotaba orgullo- Ojalá se enteraran las otras boludas jajajjaj.
- Lu, no le digas a nadie- dije preocupado- Que quedeentre nosotros.
Me miró sonriendo. Yo estaba en sus manos, y no solo losabía: lo disfrutaba. Está claro que le encanta estar en la posición dominante.
- Quedate tranquilo, virgen. No soy como las otrasputas, no necesito andar contando a los cuatros vientos mis hazañas. Me bastacon saber que nosotros dos conocemos la verdad. Yo fui la primera mujer que tehizo el amor y eso ya no lo va a cambiar nadie.
Luciana salió del depósito bamboleando alegremente suscaderas, saboreando su triunfo. Yo me quedé dentro, intentando asimilar todo loque había pasado hacia instantes. Acababa de perder la virginidad, pero noterminaba de estar contento. Las cosasse estaban complicando mucho, para bien o para mal.
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