No dejes de pasar por mi mejor post
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir!
Todo empezó una madrugada en el hospital donde hacia parte de mi rural…
Era raro, pero en esa oportunidad, no estaba allí como médico, solo estaba como la madre de una pequeña de tan solo seis meses de nacida.
Mi pareja, el padre de la niña me había abandonado a mitad de embarazo, había compartido cinco años de mi vida con él, era muy joven cuando me enamoré y tuve que madurar de golpe, a pesar de ser casi una niña.
Como fuera, una cosa fue el noviazgo y otra la pareja, resaltaron las incompatibilidades y tontamente pensamos que un niño fortalecería nuestros vínculos, todo lo contrario, solo logró precipitar el fin de nuestra relación.
Y no me quejo, cuando las relaciones se rompen, mejor no tratar de enmendarlas…
Solo que como dije, era muy joven, me encontré sola, y con una hermosa beba, estaba casi internada en esa clínica, era casi mi vida, compartía mi trabajo de doctora y mi vida de madre.
Esa noche mi pequeña niña ya dormía en el hospital, no había casi nadie, ninguna emergencia que atender, sin embargo, no podía conciliar el sueño, a pesar de que casi todos ya dormían.
La habitación parecía enorme en ese momento, a media luz, apenas la luminosidad de los faroles de la calle se colaba por las rendijas de las ventanas entreabiertas, una dulce brisa mecía levemente los cortinados, lo único que parecía tener vida en la quietud de la noche, miré el reloj en mi muñeca un par de veces, solo para asegurarme que las agujas estuvieran en movimiento, porque sentí que el tiempo se había detenido y esa noche no tendría fin.
Presa del aburrimiento me asomé a la puerta de la habitación, bajo el umbral observé el largo corredor con puertas de lado a lado, solo al final se contemplaba aquel doctor de piel blanca y cabello castaño, alto de contextura musculosa y con esos ojos únicos, con tonos entre verdes y amarillos, muy similares a ojos de serpiente, tan únicos y distintivos en él.
Estaba ojeando algunos papeles que tenía en sus manos, con un impecable guardapolvo celeste que llegaban a sus rodillas.
En una pausa, mientras cambiaba de hojas, levantó la vista, evidentemente notó mi presencia en el filo de la habitación, entonces me llamó con una seña de su mano derecha, caminé lentamente a su encuentro, me extendió las hojas de unos análisis, solo quería pedirme un consejo como de colegas con un caso médico que no viene al caso de que se trataba.
Él me hablaba muy entusiasmado de su paciente y yo solo me concentraba en esos ojos de serpiente, hermosos, que me hipnotizaban, mientras en mi cerebro maquinaba algo más…
Me abstraje de mis morbosos pensamientos, analicé los estudios y al fin le di mi punto de vista, luego solo empezamos a platicar de tantas cosas… una llevó a otra, y otra más, no me di cuenta, pero realmente el tiempo paso volando, así llegó la mañana entre risas, consejos abrazos ingenuos, dado el por el frío que hacía y algún que otro café negro.
Debía volver al cuarto de mi niña, nos despedimos y solo se dio, nuestros labios se encontraron con un beso cómplice, un beso que no puedo describir si fue robado de ambas partes o un deseo de los dos, un beso tan profundo de esos que detienen el tiempo y todo se olvida en ese momento, donde todo el entorno parece desaparecer para ser solo él y solo yo.
Nos miramos fijamente, sentí que sus ojos me quemaban y casi no podía mantenerle la mirada envuelta en la vergüenza de ese precioso beso, hasta que una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios.
Entonces compartimos nuestros números de teléfono y cada uno se fue a descansar para disimular lo que había pasado.
Quiero destacar que este médico era una persona comprometida, él tenía esposa y dos hijas, yo lo sabía, por lo que no me dio su número personal, sino el del móvil que nos daban en la clínica para contactarnos en casos de urgencias.
Y él era especial, era un poco como esa joya preciosa, ese collar de diamantes que muchas mujeres ansiaban, pero solo unas pocas habían podido lucirlo en su cuello, y honestamente yo quería ser una de esas pocas…
Pasaron los días, el siguió haciendo su rural allí yo seguía con los temas de mi niña, manteníamos conversaciones por texto a diario, el me movía los cimientos, hasta que una noche, me dijo:
Sebes… me cambian de hospital, no quisiera irme sin verte, por favor, déjame despedirte…
Sentí como si llegara el fin del mundo de repente, no estaba preparada para leer esas palabras, tuve el impulso de llamarlo, necesitaba oír su voz, aunque mas no sea a través de mi viejo y gastado celular.
Conversamos esa noche hasta altas horas, perdí la noción del tiempo, el me hacía soñar despierta, solo recuerdo que al fin de cuentas el sueño me ganó, pero eso fue solo después en arreglar vernos la mañana siguiente en un motel, él me había dicho
Ese beso… el de esa madrugada no puede quedar en solo eso…
Fueron sus palabras al finalizar la llamada para decirme que un taxi me buscaría en la puerta de mi casa y que todo correría por su cuenta.
A pesar de que me había dormido tarde, recién amanecía cuando ya tenía nuevamente mis ojos abiertos, con la mente despejada, sin nada de sueño, la excitación me tenía en vilo y sabía que sería un encuentro único e irrepetible, sabía que no habría una segunda oportunidad.
Llamé a mamá, le pedí que viniera a casa, necesitaba que cuidara a la pequeña, luego empezó el dilema de que colocarme para ese momento, el frío era espantoso esa mañana, así que decidí ponerme un jean muy ajustado al cuerpo con un body muy adherido a mis curvas, en tono marrón chocolate, una chaqueta de cuero rosada y un par de botas de tacos altos también marrones haciendo juego con el body, claro, todo esto sin perder detalle de mi ropa íntima toda negra con algunos detalles de encaje en rojo, esas prendas sexis y perfumadas que una mujer guarda para una ocasión especial. Elegí dejarme el cabello suelto hasta la cintura resaltando las ondas en el mismo, cerrando el círculo con un maquillaje impecable.
Mi madre miró sin decir nada, solo se preocupó por acomodarme un poco la chaqueta, ella es madre, pero también es mujer, así que solo me guiño un ojo en confianza, me dio un beso y me apretó fuerte las manos deseándome suerte.
Llegó el taxi, super puntual, solo me subí y me dejé llevar a su encuentro hacia aquel motel, como un viaje a ciegas.
El chofer me miraba insistentemente por el espejo retrovisor, una y otra vez, esto me puso nerviosa, pues él sabía el destino del viaje, y quien sabe cuántas cosas imaginaba en tormo a mi persona, como fuera, no pensaba hablar con él para no tener que dar explicaciones, así que saqué mi celular y solo me puse a jugar con él.
Al fin lleguemos a nuestro destino, saludé al chofer sin mucha importancia y fui al cuarto que él había reservado, llegué, al abrir la puerta me topé con unas rosas rojas junto a un par de copas y un fino vino tinto, alcé mi vista y allí estaba el observándome, desde una semibarra, con esos esos ojos de serpiente que una vez más me hipnotizaban.
Dejé mi cartera en el perchero, entonces él se acercó a mi cuerpo y nos fundimos en un beso inmenso con sabor a deseo, a pasión, a lujuria, la temperatura subió a cada segundo, imparable.
Tomamos apenas un sorbo del exquisito vino espumante, pero no era tiempo de beber, tenía algo más rico para degustar, revivo el momento como si fuera a hora…
Sus manos buscan mi cuerpo, lo recorren, pero se le hace imposible tocarme sin quitar parte de mi ropa, la excusa perfecta, poco a poco nuestras prendas vuelan por toda la habitación, apenas me deja el sostén y mi tanga, ese conjunto especial en negro con toques de rojo, el solo esté con su bóxer, nos contemplamos mutuamente como si no fuera suficiente ser médicos para hacernos una revisión médica, porque a eso sabe, pero esta vez no estamos trabajando, esta vez lo estamos disfrutando…
Me abraza fuerte, tan fuerte que parece estrujar mis huesos, me quita el aliento, siento cerca su cuerpo pegarse con el mío, sus besos se hacen más intensos, más profundos, su lengua invade mis boca, acaricia mi paladar y parece querer perderse en el fondo de mi garganta, mis pezones se erizan bajo la tela del sostén y mi tanga empieza a empaparse, mis uñas afiladas inconscientemente se clavan en su espalda, jadeo casi sin darme cuenta, sus manos recorren mi cola, mi espalda, entonces sus dedos lentamente se abren paso entre mi ropa íntima, lo siento acariciar mi depilada conchita, me siento hervir y derretirme…
Cierro los ojos, una de mis manos se posa sobre su verga, ya está muy dura y grande. Solo la acaricio suavemente por sobre la tela de su bóxer, sé que él lo desea, sabe que yo lo deseo…
Sus besos empiezan a bajar por mi cuerpo, me recuesta sobre la cama que se queda pequeña con tanto deseo, me dejo arrastrar en ese torbellino de locura, sigue besándome por todos lados y solo miro sus ojos llenos de pecado y leo sus labios que pronuncian palabras, porque solo balbucea, no oigo nada de lo que dice, solo con leer sus labios entiendo que desea que hagamos un sesenta y nueve, para que el placer fuera único, cada uno saboreando la intimidad del otro…
Termina de desnudarse y yo hago lo propio, nos recostamos de lado, al fin su verga hermosa está a mi alcance, olfateo su exquisita fragancia a hombre, la tengo tiesa entre mis dedos, el da el primer paso, siento su lengua en mi sexo y me arranca un suspiro…
Entonces besos vienen lenguas van, entre lamer, chupar y jugar, yo con su glande el con mi clítoris, es una loca carrera, compleja, mezcla perfecta entre dar y recibir placer, el complemento para ser solo uno…
El integra sus dedos a este sexo oral que tanto me mata dios, qué más puedo pedir? Siento que empiezo a perder esa loca carrera, no puedo explicar que es lo que pasa por mi mente, solo quiero sentir esta verga en mi conchita, o tal vez en mi colita, donde el prefiera, donde quisiera meterlo, entre tanta locura me siento venir, ya no puedo concentrarme en lamer, solo apretó con premura el tronco de su pene, acelera el ritmo, me acabo, gimo! Por dios!!!
No me doy cuenta, estoy perdida en mi placer, siento un líquido viscoso y pegajoso sobre mi mejilla, también él está acabando!!! Aun en medio de mi orgasmo meto su pene en mi boca, me olvido de mí, solo pienso en él, en su placer, chorros de su néctar llena mi boca, delicioso pecado, me esmero para saborear hasta la última gota…
Nos miramos mutuamente, nos damos un beso profundo, su boca tiene sabor a mí, seguramente él nota su sabor en la mía, es erótico, toma nuevamente la copa de vino, la llena y me ofrece para relajarme y poder aguantar lo que está por venir, algo que solo él lo conoce, juega a las escondidas y me encanta jugar…
Tomamos un par de copas mientras nos tocamos, aquí, y allá, acaricio su verga, pronto vuelve a ponerse firme como soldadito de plomo, mi doctor me besa el cuello me dice muy seguro de sí mismo:
Te voy a coger como me gusta, y espero que tú también lo disfrutes.
Sin decir más me toma ambas manos y las amarra de la cabecera de la cama, me inmoviliza, no puedo defenderme, empieza a jugar con su verga, acaricia con paciencia mi piel con ella, empieza a enloquecerme, yo solo puedo hablar, gemir, suspirar, pero no puedo tocar nada…
Se acomoda entre mis piernas, las levanta a ambos lados, estoy abierta e indefensa para él, se acomoda, al fin… su verga entra y sale de mi conchita como quiere, como él quiere, a momentos suave, con amor, a momentos duro, rudo, con violencia, solo de mis labios salen gemidos de placer y solo pido que me dé más y más, que por favor no se detenga, que deseo que me dé mucho sexo, mucho placer, todo el placer…
Su pija se siente enorme y hermosa dentro de mi ser, mis orgasmos de hacen infinitos, eternos, unos tras otros como olas de mar, después de tanto meter y sacar lo siento acabar dentro de mí, lo siento llenarme de leche, al menos eso creo sentir yo, pero no, es así, se retira un poco, todo su semen quedo en un preservativo, no queremos arriesgarnos a nada, y menos él, es un hombre casado, lo comprendo, en su ligar hubiera hecho lo mismo…
Estoy satisfecha, para mí es suficiente, me suelta las manos, pero solo me pone en cuatro patas, me retiene inmóvil, no puedo verlo, está a mis espaldas jugando, apunta en mi culito, lo fuerza, suspiro, lo siento entrar poco a poco, diablos… solo en una vez lo había complacido a mi esposo con esto, pero el doctor nada podía negarle, su verga entra mi colita que solo una vez había sido abierta y en esta ocasión las sensación es de solo dolor mezclado con placer, de mis labios ya no sale ni un gemido, los muerdo con fuerza, solo ruedan por mi rostro unas lágrimas de dolor, pero un dolor diferente, un dolor impagable…
De tanto meter y sacar mi cola se adapta, ahora le pido que me dé duro, tan duro como quiera, le digo que me lo deje muy dilatado, tan dilatado como guste, los orgasmos llegan nuevamente, uno tras otro, me siento tan puta, mientras el me penetra me acaricia mi clítoris con sus dedos, besa mi espalda, lo veo de reojo, veo esos ojos de serpiente que solo me excitan más todavía, me mojo más de lo que ya estoy, no puedo resistirlo más, al fin se viene por tercera vez, ahora por completo dentro de mi culito, ya sin barreras, ya sin preservativos…
Terminamos allí nuestro encuentro perfecto, entramos juntos a la ducha, solo para quitarnos nuestros aromas a sexo, él mi fragancia y yo la suya, nadie podía saber lo que allí había pasado, sería un eterno secreto entre doctores...
Otro taxi pasó a buscarme, para llevarme de regreso a casa, con mis hermosas rosas…
Él se fue al día siguiente, pero después de unos años el destino lo trajo nuevamente a mi querido hospital.
Lo veo a menudo, pero ahora solo somos colegas, nada más...
Cuando el destino nos cruza por casualidad en algún pasillo, solo intercambiamos miradas, y no pasa más que una picada de ojos, pero cada vez que eso sucede, el recuerdo de esa mañana viene a mi mente, como ver una y otra vez la misma película, me derrito cuando veo sus ojos de serpiente que hipnotizan…
Si te gustó, puedes escribirme a con título ‘OJOS DE SERPIENTE’ a DULCES.PLACERES@LIVE.COM
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No te vas a arrepentir!
Todo empezó una madrugada en el hospital donde hacia parte de mi rural…
Era raro, pero en esa oportunidad, no estaba allí como médico, solo estaba como la madre de una pequeña de tan solo seis meses de nacida.
Mi pareja, el padre de la niña me había abandonado a mitad de embarazo, había compartido cinco años de mi vida con él, era muy joven cuando me enamoré y tuve que madurar de golpe, a pesar de ser casi una niña.
Como fuera, una cosa fue el noviazgo y otra la pareja, resaltaron las incompatibilidades y tontamente pensamos que un niño fortalecería nuestros vínculos, todo lo contrario, solo logró precipitar el fin de nuestra relación.
Y no me quejo, cuando las relaciones se rompen, mejor no tratar de enmendarlas…
Solo que como dije, era muy joven, me encontré sola, y con una hermosa beba, estaba casi internada en esa clínica, era casi mi vida, compartía mi trabajo de doctora y mi vida de madre.
Esa noche mi pequeña niña ya dormía en el hospital, no había casi nadie, ninguna emergencia que atender, sin embargo, no podía conciliar el sueño, a pesar de que casi todos ya dormían.
La habitación parecía enorme en ese momento, a media luz, apenas la luminosidad de los faroles de la calle se colaba por las rendijas de las ventanas entreabiertas, una dulce brisa mecía levemente los cortinados, lo único que parecía tener vida en la quietud de la noche, miré el reloj en mi muñeca un par de veces, solo para asegurarme que las agujas estuvieran en movimiento, porque sentí que el tiempo se había detenido y esa noche no tendría fin.
Presa del aburrimiento me asomé a la puerta de la habitación, bajo el umbral observé el largo corredor con puertas de lado a lado, solo al final se contemplaba aquel doctor de piel blanca y cabello castaño, alto de contextura musculosa y con esos ojos únicos, con tonos entre verdes y amarillos, muy similares a ojos de serpiente, tan únicos y distintivos en él.
Estaba ojeando algunos papeles que tenía en sus manos, con un impecable guardapolvo celeste que llegaban a sus rodillas.
En una pausa, mientras cambiaba de hojas, levantó la vista, evidentemente notó mi presencia en el filo de la habitación, entonces me llamó con una seña de su mano derecha, caminé lentamente a su encuentro, me extendió las hojas de unos análisis, solo quería pedirme un consejo como de colegas con un caso médico que no viene al caso de que se trataba.
Él me hablaba muy entusiasmado de su paciente y yo solo me concentraba en esos ojos de serpiente, hermosos, que me hipnotizaban, mientras en mi cerebro maquinaba algo más…
Me abstraje de mis morbosos pensamientos, analicé los estudios y al fin le di mi punto de vista, luego solo empezamos a platicar de tantas cosas… una llevó a otra, y otra más, no me di cuenta, pero realmente el tiempo paso volando, así llegó la mañana entre risas, consejos abrazos ingenuos, dado el por el frío que hacía y algún que otro café negro.
Debía volver al cuarto de mi niña, nos despedimos y solo se dio, nuestros labios se encontraron con un beso cómplice, un beso que no puedo describir si fue robado de ambas partes o un deseo de los dos, un beso tan profundo de esos que detienen el tiempo y todo se olvida en ese momento, donde todo el entorno parece desaparecer para ser solo él y solo yo.
Nos miramos fijamente, sentí que sus ojos me quemaban y casi no podía mantenerle la mirada envuelta en la vergüenza de ese precioso beso, hasta que una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios.
Entonces compartimos nuestros números de teléfono y cada uno se fue a descansar para disimular lo que había pasado.
Quiero destacar que este médico era una persona comprometida, él tenía esposa y dos hijas, yo lo sabía, por lo que no me dio su número personal, sino el del móvil que nos daban en la clínica para contactarnos en casos de urgencias.
Y él era especial, era un poco como esa joya preciosa, ese collar de diamantes que muchas mujeres ansiaban, pero solo unas pocas habían podido lucirlo en su cuello, y honestamente yo quería ser una de esas pocas…
Pasaron los días, el siguió haciendo su rural allí yo seguía con los temas de mi niña, manteníamos conversaciones por texto a diario, el me movía los cimientos, hasta que una noche, me dijo:
Sebes… me cambian de hospital, no quisiera irme sin verte, por favor, déjame despedirte…
Sentí como si llegara el fin del mundo de repente, no estaba preparada para leer esas palabras, tuve el impulso de llamarlo, necesitaba oír su voz, aunque mas no sea a través de mi viejo y gastado celular.
Conversamos esa noche hasta altas horas, perdí la noción del tiempo, el me hacía soñar despierta, solo recuerdo que al fin de cuentas el sueño me ganó, pero eso fue solo después en arreglar vernos la mañana siguiente en un motel, él me había dicho
Ese beso… el de esa madrugada no puede quedar en solo eso…
Fueron sus palabras al finalizar la llamada para decirme que un taxi me buscaría en la puerta de mi casa y que todo correría por su cuenta.
A pesar de que me había dormido tarde, recién amanecía cuando ya tenía nuevamente mis ojos abiertos, con la mente despejada, sin nada de sueño, la excitación me tenía en vilo y sabía que sería un encuentro único e irrepetible, sabía que no habría una segunda oportunidad.
Llamé a mamá, le pedí que viniera a casa, necesitaba que cuidara a la pequeña, luego empezó el dilema de que colocarme para ese momento, el frío era espantoso esa mañana, así que decidí ponerme un jean muy ajustado al cuerpo con un body muy adherido a mis curvas, en tono marrón chocolate, una chaqueta de cuero rosada y un par de botas de tacos altos también marrones haciendo juego con el body, claro, todo esto sin perder detalle de mi ropa íntima toda negra con algunos detalles de encaje en rojo, esas prendas sexis y perfumadas que una mujer guarda para una ocasión especial. Elegí dejarme el cabello suelto hasta la cintura resaltando las ondas en el mismo, cerrando el círculo con un maquillaje impecable.
Mi madre miró sin decir nada, solo se preocupó por acomodarme un poco la chaqueta, ella es madre, pero también es mujer, así que solo me guiño un ojo en confianza, me dio un beso y me apretó fuerte las manos deseándome suerte.
Llegó el taxi, super puntual, solo me subí y me dejé llevar a su encuentro hacia aquel motel, como un viaje a ciegas.
El chofer me miraba insistentemente por el espejo retrovisor, una y otra vez, esto me puso nerviosa, pues él sabía el destino del viaje, y quien sabe cuántas cosas imaginaba en tormo a mi persona, como fuera, no pensaba hablar con él para no tener que dar explicaciones, así que saqué mi celular y solo me puse a jugar con él.
Al fin lleguemos a nuestro destino, saludé al chofer sin mucha importancia y fui al cuarto que él había reservado, llegué, al abrir la puerta me topé con unas rosas rojas junto a un par de copas y un fino vino tinto, alcé mi vista y allí estaba el observándome, desde una semibarra, con esos esos ojos de serpiente que una vez más me hipnotizaban.
Dejé mi cartera en el perchero, entonces él se acercó a mi cuerpo y nos fundimos en un beso inmenso con sabor a deseo, a pasión, a lujuria, la temperatura subió a cada segundo, imparable.
Tomamos apenas un sorbo del exquisito vino espumante, pero no era tiempo de beber, tenía algo más rico para degustar, revivo el momento como si fuera a hora…
Sus manos buscan mi cuerpo, lo recorren, pero se le hace imposible tocarme sin quitar parte de mi ropa, la excusa perfecta, poco a poco nuestras prendas vuelan por toda la habitación, apenas me deja el sostén y mi tanga, ese conjunto especial en negro con toques de rojo, el solo esté con su bóxer, nos contemplamos mutuamente como si no fuera suficiente ser médicos para hacernos una revisión médica, porque a eso sabe, pero esta vez no estamos trabajando, esta vez lo estamos disfrutando…
Me abraza fuerte, tan fuerte que parece estrujar mis huesos, me quita el aliento, siento cerca su cuerpo pegarse con el mío, sus besos se hacen más intensos, más profundos, su lengua invade mis boca, acaricia mi paladar y parece querer perderse en el fondo de mi garganta, mis pezones se erizan bajo la tela del sostén y mi tanga empieza a empaparse, mis uñas afiladas inconscientemente se clavan en su espalda, jadeo casi sin darme cuenta, sus manos recorren mi cola, mi espalda, entonces sus dedos lentamente se abren paso entre mi ropa íntima, lo siento acariciar mi depilada conchita, me siento hervir y derretirme…
Cierro los ojos, una de mis manos se posa sobre su verga, ya está muy dura y grande. Solo la acaricio suavemente por sobre la tela de su bóxer, sé que él lo desea, sabe que yo lo deseo…
Sus besos empiezan a bajar por mi cuerpo, me recuesta sobre la cama que se queda pequeña con tanto deseo, me dejo arrastrar en ese torbellino de locura, sigue besándome por todos lados y solo miro sus ojos llenos de pecado y leo sus labios que pronuncian palabras, porque solo balbucea, no oigo nada de lo que dice, solo con leer sus labios entiendo que desea que hagamos un sesenta y nueve, para que el placer fuera único, cada uno saboreando la intimidad del otro…
Termina de desnudarse y yo hago lo propio, nos recostamos de lado, al fin su verga hermosa está a mi alcance, olfateo su exquisita fragancia a hombre, la tengo tiesa entre mis dedos, el da el primer paso, siento su lengua en mi sexo y me arranca un suspiro…
Entonces besos vienen lenguas van, entre lamer, chupar y jugar, yo con su glande el con mi clítoris, es una loca carrera, compleja, mezcla perfecta entre dar y recibir placer, el complemento para ser solo uno…
El integra sus dedos a este sexo oral que tanto me mata dios, qué más puedo pedir? Siento que empiezo a perder esa loca carrera, no puedo explicar que es lo que pasa por mi mente, solo quiero sentir esta verga en mi conchita, o tal vez en mi colita, donde el prefiera, donde quisiera meterlo, entre tanta locura me siento venir, ya no puedo concentrarme en lamer, solo apretó con premura el tronco de su pene, acelera el ritmo, me acabo, gimo! Por dios!!!
No me doy cuenta, estoy perdida en mi placer, siento un líquido viscoso y pegajoso sobre mi mejilla, también él está acabando!!! Aun en medio de mi orgasmo meto su pene en mi boca, me olvido de mí, solo pienso en él, en su placer, chorros de su néctar llena mi boca, delicioso pecado, me esmero para saborear hasta la última gota…
Nos miramos mutuamente, nos damos un beso profundo, su boca tiene sabor a mí, seguramente él nota su sabor en la mía, es erótico, toma nuevamente la copa de vino, la llena y me ofrece para relajarme y poder aguantar lo que está por venir, algo que solo él lo conoce, juega a las escondidas y me encanta jugar…
Tomamos un par de copas mientras nos tocamos, aquí, y allá, acaricio su verga, pronto vuelve a ponerse firme como soldadito de plomo, mi doctor me besa el cuello me dice muy seguro de sí mismo:
Te voy a coger como me gusta, y espero que tú también lo disfrutes.
Sin decir más me toma ambas manos y las amarra de la cabecera de la cama, me inmoviliza, no puedo defenderme, empieza a jugar con su verga, acaricia con paciencia mi piel con ella, empieza a enloquecerme, yo solo puedo hablar, gemir, suspirar, pero no puedo tocar nada…
Se acomoda entre mis piernas, las levanta a ambos lados, estoy abierta e indefensa para él, se acomoda, al fin… su verga entra y sale de mi conchita como quiere, como él quiere, a momentos suave, con amor, a momentos duro, rudo, con violencia, solo de mis labios salen gemidos de placer y solo pido que me dé más y más, que por favor no se detenga, que deseo que me dé mucho sexo, mucho placer, todo el placer…
Su pija se siente enorme y hermosa dentro de mi ser, mis orgasmos de hacen infinitos, eternos, unos tras otros como olas de mar, después de tanto meter y sacar lo siento acabar dentro de mí, lo siento llenarme de leche, al menos eso creo sentir yo, pero no, es así, se retira un poco, todo su semen quedo en un preservativo, no queremos arriesgarnos a nada, y menos él, es un hombre casado, lo comprendo, en su ligar hubiera hecho lo mismo…
Estoy satisfecha, para mí es suficiente, me suelta las manos, pero solo me pone en cuatro patas, me retiene inmóvil, no puedo verlo, está a mis espaldas jugando, apunta en mi culito, lo fuerza, suspiro, lo siento entrar poco a poco, diablos… solo en una vez lo había complacido a mi esposo con esto, pero el doctor nada podía negarle, su verga entra mi colita que solo una vez había sido abierta y en esta ocasión las sensación es de solo dolor mezclado con placer, de mis labios ya no sale ni un gemido, los muerdo con fuerza, solo ruedan por mi rostro unas lágrimas de dolor, pero un dolor diferente, un dolor impagable…
De tanto meter y sacar mi cola se adapta, ahora le pido que me dé duro, tan duro como quiera, le digo que me lo deje muy dilatado, tan dilatado como guste, los orgasmos llegan nuevamente, uno tras otro, me siento tan puta, mientras el me penetra me acaricia mi clítoris con sus dedos, besa mi espalda, lo veo de reojo, veo esos ojos de serpiente que solo me excitan más todavía, me mojo más de lo que ya estoy, no puedo resistirlo más, al fin se viene por tercera vez, ahora por completo dentro de mi culito, ya sin barreras, ya sin preservativos…
Terminamos allí nuestro encuentro perfecto, entramos juntos a la ducha, solo para quitarnos nuestros aromas a sexo, él mi fragancia y yo la suya, nadie podía saber lo que allí había pasado, sería un eterno secreto entre doctores...
Otro taxi pasó a buscarme, para llevarme de regreso a casa, con mis hermosas rosas…
Él se fue al día siguiente, pero después de unos años el destino lo trajo nuevamente a mi querido hospital.
Lo veo a menudo, pero ahora solo somos colegas, nada más...
Cuando el destino nos cruza por casualidad en algún pasillo, solo intercambiamos miradas, y no pasa más que una picada de ojos, pero cada vez que eso sucede, el recuerdo de esa mañana viene a mi mente, como ver una y otra vez la misma película, me derrito cuando veo sus ojos de serpiente que hipnotizan…
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