Volví a guardar el CD en el mismo lugar donde lo encontré y traté de, al regreso de mi mujer, tener la mejor cara de poker. Cuando ella volvió de su último viaje la recibí con un efusivo abrazo y un apasionado beso. En el medio del hall de Aeroparque nos fundimos en un beso, cual dos adolescentes de secundario. Fuimos en busca del auto y volvimos a casa. Las chicas se iban a quedar en la casa de sus respectivos novios teníamos la casa para nosotros solos.
Cuando llegamos, en lugar de tener buen sexo, ella me contaba las desventuras de sus amigas, los bares que fueron, un paseo en yate que alquilaron, nada que me interese.
Empecé a experimentar una sensación rara, una dualidad de sensaciones e ideas que me invadían la cabeza. No dejaba de tener enojo por la infidelidad de mi esposa; pero, por otro lado, me excitó haber visto ese video, y me excitaba la posibilidad que nuevamente me haya sido infiel.
Ella estaba vestida con un short minúsculo y una musculosa del que no había que hacer mucho esfuerzo para ver sus, por entonces, pequeños pechos. Me acerqué a ella en plan mimoso, pero me frenó con un "Hoy no. Estoy cansada".
Me serví un whisky y me quedé mirando TV, mientras con un beso frío mi mujer se despidió y se fue a dormir, no sin antes preguntarme si me iba a quedar mucho tiempo con la TV o si iba a dormir pronto. Con desgano, le dije que iba ver una peli por DVD.
No habrá pasado media hora, tal vez un poco más, cuando desde nuestra habitación escucho un susurro, como un quejido. Me acerco con sigilo, entreabro la puerta un poco más y, alumbrado por la TV de la habitación veo a mi mujer recostada, con su short a la altura de su tobillo, tocándose con un vibrador.
Como un adolescente fisgón, me quedé mirándola a medida que me amasaba el paquete. Mi mujer suspiraba y se movía espasmódicamente respondiendo al estímulo que con su juguete le daba a su clítoris. Todo estaba casi en penumbras, ella dando su espectáculo para mis ojos y yo, por el momento, pasivo espectador. Minutos más tarde, mi mujer, con su mano libre, tomo un consolador y se lo puso en la boca para darle una mamada. Ahí no pude más. Me bajé mi boxer y me empecé a masturbar frenéticamente. No pasó mucho tiempo para que largue un chorro de semen por el suelo.
Mi esposa deja el vibrador, y se empieza a meter el consolador, primero lentamente, para luego darle con más ritmo.
- Ayyy Néstooooor!!!! - le llegué a escuchar.
Todo se volvió raro; por un lado me sentía rechazado, al preferir seguir fantaseando con un tal Néstor que coger entre nosotros; pero por el otro no solo me excitaba ver a mi mujer dándose autosatisfacción y saber que será todo con ese tal Néstor. ¿Cómo se la cogerá? ¿Le hará la cola?
- Mmmmm... Neeeeeéstor... - volvió a susurrar.
Se le notaba contenida al llegar a su enésimo orgasmo, mientras yo ya iba por una tercera paja.
Me fui al lavadero, busqué un trapo de piso, limpié todo con absoluto disimulo y me fui al living a mirar la película. Quince minutos después, apareció mi esposa con un pote de helado, se acomodó mimosa a mi lado. La abracé, le di un beso tierno en la frente, y nos quedamos mirando la peli.
A esa altura, la cabeza estaba a punto de explotarme.
Cuando llegamos, en lugar de tener buen sexo, ella me contaba las desventuras de sus amigas, los bares que fueron, un paseo en yate que alquilaron, nada que me interese.
Empecé a experimentar una sensación rara, una dualidad de sensaciones e ideas que me invadían la cabeza. No dejaba de tener enojo por la infidelidad de mi esposa; pero, por otro lado, me excitó haber visto ese video, y me excitaba la posibilidad que nuevamente me haya sido infiel.
Ella estaba vestida con un short minúsculo y una musculosa del que no había que hacer mucho esfuerzo para ver sus, por entonces, pequeños pechos. Me acerqué a ella en plan mimoso, pero me frenó con un "Hoy no. Estoy cansada".
Me serví un whisky y me quedé mirando TV, mientras con un beso frío mi mujer se despidió y se fue a dormir, no sin antes preguntarme si me iba a quedar mucho tiempo con la TV o si iba a dormir pronto. Con desgano, le dije que iba ver una peli por DVD.
No habrá pasado media hora, tal vez un poco más, cuando desde nuestra habitación escucho un susurro, como un quejido. Me acerco con sigilo, entreabro la puerta un poco más y, alumbrado por la TV de la habitación veo a mi mujer recostada, con su short a la altura de su tobillo, tocándose con un vibrador.
Como un adolescente fisgón, me quedé mirándola a medida que me amasaba el paquete. Mi mujer suspiraba y se movía espasmódicamente respondiendo al estímulo que con su juguete le daba a su clítoris. Todo estaba casi en penumbras, ella dando su espectáculo para mis ojos y yo, por el momento, pasivo espectador. Minutos más tarde, mi mujer, con su mano libre, tomo un consolador y se lo puso en la boca para darle una mamada. Ahí no pude más. Me bajé mi boxer y me empecé a masturbar frenéticamente. No pasó mucho tiempo para que largue un chorro de semen por el suelo.
Mi esposa deja el vibrador, y se empieza a meter el consolador, primero lentamente, para luego darle con más ritmo.
- Ayyy Néstooooor!!!! - le llegué a escuchar.
Todo se volvió raro; por un lado me sentía rechazado, al preferir seguir fantaseando con un tal Néstor que coger entre nosotros; pero por el otro no solo me excitaba ver a mi mujer dándose autosatisfacción y saber que será todo con ese tal Néstor. ¿Cómo se la cogerá? ¿Le hará la cola?
- Mmmmm... Neeeeeéstor... - volvió a susurrar.
Se le notaba contenida al llegar a su enésimo orgasmo, mientras yo ya iba por una tercera paja.
Me fui al lavadero, busqué un trapo de piso, limpié todo con absoluto disimulo y me fui al living a mirar la película. Quince minutos después, apareció mi esposa con un pote de helado, se acomodó mimosa a mi lado. La abracé, le di un beso tierno en la frente, y nos quedamos mirando la peli.
A esa altura, la cabeza estaba a punto de explotarme.
5 comentarios - Cuckold (2do Cap: Así siguió todo)