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Secuaces...

Tras la liberación del Cholo, estuve yendo a la pensión prácticamente todos los días. Comíamos algo, nos echábamos un polvo, y luego volvía al trabajo, con esa satisfacción que te proporciona el buen sexo. 
Había dejado de ver a Víctor y a Cacho, aunque nos manteníamos en contacto mediante llamadas y mensajes. Yo siempre me excusaba alegando estar ocupada con el trabajo o la familia, prometiendo algún encuentro lo más pronto que me fuera posible.
Después de tanto tiempo de no haber estado con el Cholo, quería recuperar ese tiempo perdido, volver a sentir esas emociones que erizaban mi cuerpo cuándo estaba en su cama.
Una tarde, después de pasar por la Compañía, compré una pizza, un pack de cervezas y fui a verlo. 
No estaba solo. Ya desde la escalera podía escuchar las voces y las risotadas. Había alguien más con él, otro hombre.
Siempre entraba directamente, pero ésta vez decidí golpear la puerta. Cuándo me abre, veo que un tipo está sentado en una de las sillas. Morocho, fornido, con tatuajes que se extienden por sus brazos y el cuello.
-Justo estábamos hablando de vos- me dice el Cholo tras saludarme con un beso, y por la forma en que me mira aquél otro tipo, ya me imagino de qué estarían hablando.
Me lo presenta. Aníbal, o "el mecánico", según su alias carcelario, ya que era el encargado de reducir las autopartes que sustraían en sus raídes delictivos.
Extiendo la mano para saludarlo, pero él se levanta y me besa en la mejilla, afirmando que es un gusto conocerme al fin. No sé porqué, pero se me estremece todo el cuerpo al sentir el roce de su piel.
Durante nuestros encuentros en San Justo, el Cholo nunca me había compartido con nadie, y eso que en su casa siempre estaban sus secuaces dando vueltas. Pero ahora, ahí, y tras apenas un beso, ya deseaba que me compartiera con aquel sujeto.
Nos sentamos y empezamos a dar cuenta de la pizza y la cerveza. Mientras comemos, me entero que el mecánico salió una semana después que el Cholo, y que habían estado cumpliendo condena en el mismo pabellón.
Entre risas me cuentan el modus operandi de la banda que integraban, mencionando incluso a los contactos que sobornaban para revender la mercadería, con tal lujo de detalles que podría presentarme en un juzgado y como testigo protegida, hacerlos meter presos de nuevo. A ellos y a unos cuantos funcionarios policiales y judiciales.
-Me imagino que habrá estado bueno el reencuentro- repone el mecánico, abriendo otra cerveza, cuándo por nuestra parte le contamos sobre nuestra relación, desde cuándo nos conocemos y hace cuánto que no nos veíamos.
El Cholo me toma de la mano, y haciendo que me levante de la silla, me sienta sobre sus piernas.
-En verdad valió la pena estar todo ese tiempo preso por un reencuentro como el que tuvimos, ¿no negrita?- asiente, palmeándome la cola.
Cómo respuesta lo beso en la boca, sintiendo como algo comienza a expandirse en su entrepierna. Por el rabillo del ojo, veo como su amigo, se remueve ansioso en la silla.
Separo mis labios de los del Cholo y me lo quedo mirando. Después de tanto tiempo, de tantos polvos compartidos, aprendimos a entendernos con tan solo una mirada.
El Cholo sonríe y asiente con un gesto. Entonces me levanto, voy hacía dónde está su amigo, y para su sorpresa, me siento sobre sus piernas y lo beso a él también.
El mecánico me rodea con sus brazos tatuados, pegando las manos a mi culo, para apretarlo y sobarlo, mientras nuestras lenguas se enlazan ávidamente.
Sus entrepierna también comienza a hincharse, revelando una densidad que ya se me hace agua no solo la boca, sino también la concha.
Me levanto y entre medio de esos dos ex convictos, me quito el saco y la blusa, ellos mismos se ocupan de sacarme el sostén, atacando enseguida mis pechos con manos ásperas y pesadas.
Mientras ellos me manosean como si no hubiesen visto nunca un par de tetas, les acaricio las braguetas, deslizando mis dedos por esos paquetes que parecen querer competir en cuestión de tamaño.
Primero se la pelo al mecánico, ansiosa por confirmar si lo que siento a través del pantalón, se traduce en realidad, y efectivamente, resulta ser así, tiene un pijazo que derrocha vigor y virilidad. 
Es más grande que la del Cholo, y eso que la de él tiene un tamaño ya de por sí intimidante.
Me pongo de rodillas entre ambos para chupársela, para empacharme a gusto y piacere con ese desborde de carne que se erige trepidante y suculenta.
Me gusta cuándo me agarra de los pelos con una mano, y apretando fuerte, me obliga a comérsela casi hasta la raíz, y digo casi, porque más no me entra, pese a mis esforzados intentos por comérmela toda. 
Es bruto, violento, agresivo, y me encanta. Me encanta que me trate así, cómo a una trola, delante de quién, supuestamente, es mi hombre, mi amante.
El Cholo se mantiene distante, aunque sin perderse detalle del pete que le hago a su amigo, meneándosela despacio, ostentando ya una erección que reclama también su merecida atención.
Cuándo el mecánico me suelta, voy hacía él y se la chupo. La suya sí me entra completa, así que los voy alternando en mi boca, jugando un ratito a la "tragasable".
Me como una, la suelto, me como la otra, y también la suelto, así con las dos, hasta dónde me entren, atragantándome más de una vez con esos pedazos que parecen inflamarse aún más al contacto con mis labios.
La saliva chorrea por doquier, formando una sustancia espumosa que se esparce espesamente por ambos volúmenes y por mi mentón.
Entre los dos me levantan y me desnudan de la cintura para abajo. Yo no muevo ni un dedo, ellos se ocupan de sacarme hasta la última prenda y revolearla por los aires.
Me besan, me chupan, me lamen... Hasta me muerden.
El mecánico, que está hirviendo de calentura, me tumba de espalda sobre la cama, me separa las piernas, y sumergiéndose entre ellas, me devora la conchita.
Del otro lado, el Cholo me acerca su verga para que se la siga chupando.
El placer se intensifica, expandiéndose por nuestros cuerpos, voraz, inflamable, arrasador.
En un momento veo que el Cholo le revolea al mecánico la caja de preservativos que tiene guardada en la mesita de luz. La veo volar por encima de mi cuerpo.
El mecánico la agarra al vuelo, saca un sobre, lo rasga y se pone el forro con la urgencia de quién necesita ponerla YA, lo antes posible.
Luego habría de enterarme que yo era la primera mujer con la que tenía sexo, luego de haber salido de la cárcel hacia ya más de diez días. Así que estaba como una moto el flaco.
Se calza mis talones sobre los hombros y PUM..., me la ensarta hasta los huevos.
Pego un salto al sentir toda esa brutalidad adentro, soltándole la pija al Cholo para exhalar los gemidos que se me amontonan en la garganta.
El morbo de que un tipo así me esté cogiendo, recién salido de la cárcel, con un prontuario que haría palidecer a Al Capone, es too much.
Me aferro de sus brazos tatuados cuándo se inclina sobre mí, y me muevo con él cuándo empieza a cogerme, estremeciéndome con cada puntazo, sintiendo que todo mi sexo se deshace en torno a su pija.
Vuelvo a chupársela al Cholo, mientras su secuaz me embiste una y otra vez, deslizándose por todo mi interior, llenándome, haciéndome sentir cada metida, cada rebote, cada golpe.
Tras dejarme la concha en carne viva, choca los cinco con el Cholo y como si fuera una carrera de postas, éste toma su relevo.
Ahora es el Cholo quién me coge, mientras me como la del mecánico, quién se deshizo rápidamente del forro para que pudiera disfrutarle la verga sin látex de por medio 
Con el Cholo ya es cuestión de piel, no es solo calentura, con él me une una historia, muchos buenos momentos juntos.
El mecánico podrá estar muy bien dotado, ser un extraordinario cogedor, pero es al sentir al Cholo, al tenerlo a él dentro mío, que acabo, explotando en un orgasmo que por unos pocos segundos me transporta a un universo paralelo en dónde las emociones y los sentimientos son los soberanos.
Durante un buen rato se van alternando, cogiéndome en todas las poses posibles y en las imposibles también, mientras los forros usados se van acumulando en el suelo.
El olor a sudor, a pija, a concha mojada, a látex, impregna la habitación, colándose por cada poro de nuestra piel.
El Mundo ha dejado de girar para centrar su eje en el tercer piso de esa pensión, en dónde nuestros cuerpos se amontonan, se superponen el uno sobre el otro, ardientes, apasionados.
Obviamente que con dos hombres, la doble penetración es una parada obligada. Ya desde antes, y mientras me cogían, habían estado metiéndome los dedos en el culo, preparándome para lo que vendría después.
Y lo que vino fue que mientras estoy montada sobre el Cholo, el mecánico viene y me la pone por detrás. Esperan hasta que esté bien adentro, y se mueven los dos, fluyendo cómodamente por mis agujeros, que de tan lubricados, producen esos sonidos húmedos, PRRRR... PRRRR... PRRRRR..., que a veces resultan hasta graciosos.
Me amasijan entre esos cuerpos fibrosos, marcados con cicatrices y tatuajes tumberos, haciendo del mío el receptáculo de sus más violentas pasiones.
Entran, salen y vuelven a entrar, clavándose en lo más profundo, lacerantes, invasivos, llevándome a un estado en que mi cuerpo es un solo nervio, tenso, enardecido, esperando la tan ansiada explosión.
El Cholo ya había acabado, quedándose a un lado mientras su amigo y yo nos seguíamos dando.
El mecánico está de espalda, cruzado sobre la cama, y yo encima suyo, cabalgándolo de cuclillas.
Ninguno quiere ceder, nos aguantamos el orgasmo hasta que sea el otro quién acabe primero.
Nos miramos desafiantes, provocándonos, disfrutando esa procaz competencia que de tácita conformidad mantenemos entre nosotros.
Me agarra fuerte de las nalgas y arremete desde abajo, imparable, demoledor, mirándome como diciendo: "ahora vas a ver lo que es bueno". 
Pero me aguanto. Me aguanto las ganas de gritar, de estallar en mil pedazos y de derramar esa humedad contenida en mi vientre.
Cuándo él se frena, exhausto, incapaz ya de un embiste más, soy yo la que se me mueve, la que se agita, con más ímpetu cada vez.
Le agarro las manos y poniéndolas sobre mis tetas, hago que me las amase, moviéndome con más fervor todavía, guiándolo ahora sí a un polvazo que deja a su cuerpo pidiendo clemencia.
Recién entonces me suelto, me libero, dejando que mi propio orgasmo fluya y se extienda por todo mi ser..., y por el suyo también, ya que mi derrame le empapa todo el vientre.
Me derrumbo sobre su pecho, sofocada, entre jadeos todavía, toda mojada por el sudor del sexo.
No me había dado cuenta, pero mientras cogía con el mecánico, enfrascados ambos en tan excitante competencia, el Cholo se pajeaba mirándonos.
Lo supe cuándo al levantar la cabeza, viene hacía mí, y tras un par de sacudones, me acaba en la cara.
Pese a la sorpresa, abro la boca para tragarme su descarga, pero es tanta la leche que suelta, que una buena parte se derrama sobre mis tetas.
-Lo que contabas en el patio... Te quedaste corto, hermano-
Le dice luego el mecánico al Cholo, ya vestidos, más civilizados, lo que me permite suponer que debo tener cierta fama entre los reclusos de la cárcel de Ezeiza, por lo menos los que estuvieron más cerca del Cholo y pudieron escuchar sus anécdotas sexuales.
No está nada mal, ¿no?...


Secuaces...


 
 

13 comentarios - Secuaces...

dantraloco
Te vas a hacer una experta en follar con presidiarios jajajaja
Buen relato, van diez puntos.
eltato57 +3
Diez, diez, diez!!! Por fin algo digno de ser leído.
Desert-Foxxxx
Vas a tener quemudarte a un galpón para que los cuernos de tu marido entren en un lugar.
Sute41
@Maritainfiel, por Dios. Que relato, no me canso de decir, al leerlos me transportan, y puedo verte cogiendo y gozando con tu/s amanate/es ocasionales... y la fotito es la frutilla del postre... Pobre tu marido, ya no puede entrar a tu casa de los cuernos que tiene. Van 10 puntos
Guiyote07
No tenes límites Marita!...excelente relato, tremendo!
chelocabito
Sin dudas le diste la mejor bienvenida al mecánico y el prontuario que tenes en ese pabellón es el mejor jaja,+10 y si pudiera darte mas puntos lo haria
EL_PROFE25
UUff! Excelente y muy caliente como siempre!
voyeur18
como prenden tus relatos ..trolita
manuser1
Tenes que quedar embarazada bb, pero con a alguien que tenga vínculo con vos y tu marido, así la humillación es mayor... Deja de usar forros y aumentales los cuernos al cornudo... Ya suena a poco los cuernos que ya tiene 😎
Elpndjomacho
tremendo relato @maritainfiel muy bueno como siempre nos tenes acostumbrados, gracias por compartir +10
Marc_2
Fueron 10, mortal como siempre.