No dejes de pasar por mi mejor post
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No te vas a arrepentir!
SOY LO QUE SOY
Hoy me llamo Analía, soy transexual y hace más de diez años que me gano la vida en la calle, vendiendo mi cuerpo, perdí todo contacto con mi familia, con mis padres, con mis hermanos, jamás volví a saber de ellos, hasta el último sábado…
Eran cerca de las dos de la mañana, estaba vestida como de costumbre, como una puta para atraer clientes, hacía bastante calor, Lucía, una chica como yo me hacía compañía en la esquina. De pronto, un coche moderno, color plata se acerca lentamente a nuestra posición hasta detenerse a metros de donde estábamos, me acerco al costado y cuando baja el vidrio polarizado de la ventanilla lo encuentro a él, está igual, el tiempo parece no pasar para mi padre, apenas unas canas han poblado levemente su cabeza, no puedo creerlo, mi propio padre, me quedo paralizada, él sonríe, pero no me reconoce…
Es obvio, mi rostro se ha transformado, ahora soy una pelirroja de cabellos largos, no me mira a los ojos, veo su mirada perdida en mis enormes pechos, alarga una mano para acariciarlos, lo esquivo, me repugna.
No puede darse cuenta de que soy su hijo, lo comprendo, solo me queda el pene de lo que alguna vez fue Flavio, ese chico que había decidido cambiar de bando. Me miro a mí misma, soy una mujer, grandes caderas, cola respingona, piernas esbeltas, pequeña cintura.
Me aparto del coche, el no entiende mi reacción, Lucía tampoco, solo le pido que tome mi lugar, vuelvo a mi domicilio, me duele el alma, las lágrimas caen por mi rostro, no puedo evitarlo, siento náuseas, apuro el paso, vomito tras un árbol…
Ya en mi cuarto, a solas, tomo una botella de wiski, enciendo un cigarro y comienzo a recordar…
Todo había empezado en mi adolescencia, tendría unos quince años, era el mayor de tres hermanos y como mis padres trabajaban todo el día, la casa de nuestra abuela era nuestro segundo hogar. Lo mismo sucedía con la familia de mi tío, también trabajaban y sus hijos, nuestros primos, terminaban generalmente en la casa de la abuela.
Así la abuela Matilda era nuestra segunda madre, y soportaba con heroísmo los caprichos de seis varones que para ser honesto, solíamos enloquecerla con nuestras locuras.
Cuando caía el sol, la abuela nos mandaba a bañarnos de a dos en dos, de otra manera el agua no hubiera alcanzado para todos, y así se las arreglaba para que cuando pasaran a buscarnos nuestros padres nosotros estuviéramos todos de punta en blanco.
Mi primo Ignacio, un año mayor que yo era mi compañero de turno, desde los diez años nos bañábamos juntos, solo que llegó el despertar sexual. La abuela Matilda tenía una casa enorme, un caserón antiguo, y las dimensiones del baño eran más que confortables. No recuerdo cómo se dio todo, solo sé que Ignacio y yo habíamos caído en una rutina, nos sentábamos uno en cada rincón, en el piso, con las piernas abiertas y nos masturbábamos hasta acabar, era solo un juego.
Mi primo tenía un pene un poco más grande que el mío, disfrutaba mirar como hacía su trabajo mientras yo hacía el mío, pero lo que más me llamaba la atención era cuando acababa, tiraba largos chorros de leche que llegaban a treinta o cuarenta centímetros desde la punta de su pija, llegué a contarle hasta ocho chorros uno tras otro, impresionante! No sabía cómo lo hacía, lo cierto es que yo no podía imitarlo…
Íntimamente me iba engolosinando con la verga de mi primo, una tarde le comenté:
Ignacio, esto se pone aburrido… y si yo te masturbo a vos y vos a mí?
Mi primo no entró en el juego, discretamente puso distancia a mis palabras por lo que sonreí como dejando ver que era solo una broma, pero lo cierto es que deseaba más de lo que el imaginaba.
Meses después se dobló la mano jugando al vóley, no se fracturó, pero tuvo problemas de ligamentos y músculos que le obligaron a usar una muñequera e inmovilizar su mano.
Esa tarde bajo la ducha llegaría el momento, el trataba infructuosamente hacerlo con su mano izquierda, pero era tosco y se molestaba por la impotencia.
Si decir nada dejé de masturbarme y me acerqué a su lado, acerqué mi mano a su pija, él se contrajo por instinto, pero ya tenía su verga en mi palma y comencé a acariciarlo, estaba dura, grande, esponjosa.
Ignacio se fue relajando, aflojando sus piernas, cerró los ojos y me dejó hacer, sin darme cuenta la excitación me había desbordado, su verga era hermosa y mi placer fue supremo cuando los chorros de semen comenzaron a brotar.
Me lavé la mano bajo la ducha, estaba llena de leche, mi pija aun dura era signo de mi calentura, no dijimos mucho más, quedó como un secreto de familia.
No tardaría mucho tiempo para que volviéramos a encontrarnos bajo la ducha, estaba nervioso y creo que el también, nadie hablaba y solo nos aseábamos, hasta que el rompió el silencio:
Flavio, sabes qué? me gustó lo que hiciste la última vez…
Miré su verga, estaba enorme, sonreí, entendí que era una invitación, solo que esta vez él no se sentó en el piso, solo usó la pared de apoyo, fui a su lado y comencé a masturbarlo, su glande húmedo lucía tentador, estaba arrodillado a poca distancia de él, mis ojos contemplaban las formas de esa verga hermosa, no podía resistirme, me acerqué más y más, se la besé esperando su reacción, pero Ignacio no dijo nada, volví a hacerlo, una, dos, tres veces, las cartas estaban echadas…
Fue mi primer fellatio, le lamí los testículos, se la recorrí de punta a punta con mi lengua, con mis labios, recorrí su cabeza en círculos, como un tirabuzón, dejaba mi aliento sobre su glande caliente, estaba tan excitado que empecé a masturbarme con mi mano libre, tomaba aire y la introducía centímetro a centímetro en mi boca, era lo suficientemente larga para provocarme arcadas y no dejarme engullirla por completo, pero era cuestión de práctica, de acomodar mis músculos, poco a poco fue cediendo, era perfecto.
Lo mejor estaba por llegar, lo sentí venir y la lujuria corrió por mi sangre, empujé bien adentro, lo más que pude, el calor de su líquido viscoso lleno de golpe mi esófago, pretendí tragarlo todo, pero era demasiado, chorro tras chorro, liberé un tanto, pero pronto mi boca estaba llena también, su sabor amargo me resultó exquisito, pero no pude contenerlo y debí liberarlo, aun acababa y un último chorro terminó sobre mi rostro. Mientras me relamía con su sabor, aun con la respiración entrecortada acabé yo también…
Ignacio trataba de recuperarse, no salía de su asombro, al fin nos miramos y me dijo
Primo, este será nuestro gran secreto…
Pero nos invadió la lujuria y el deseo, esa sería la primera de muchas veces que le chuparía la pija, fui perfeccionando mi técnica y cualquier lugar se transformaba en un escondite perfecto para hacerlo, llegamos a hacerlo hasta siete veces en un día!. Ya había encontrado la forma de que no se me escapase una sola gota y creo que en poco tiempo mi estómago había recibido litros de leche caliente y sabrosa.
Ya había pasado un año aproximadamente de ese despertar bajo la ducha cuando mi primo me dijo:
Flavio, me gustaría que conocieras a alguien, un amigo algo especial, un chico que no conoces, pero seguro te gustará, no te enojes… pero le conté lo nuestro…
En ese momento recuerdo haberme enojado con Ignacio, era ‘nuestro’ secreto, yo no quería que nadie supiera mis gustos, me avergonzaba por ello, discutimos y estuvimos una semana sin hablarnos, pero uno es un animal de costumbre y tarde o temprano vuelve a las andanzas.
Así fue que conocí a Brian, una tarde me llevó a su casa, el joven era un tanto mayor que nosotros, independiente, vivía solo, era fisicoculturista, y yo me sonrojaba por no poder evitar mirar ese cuerpo endiabladamente perfecto, estaba con el torso desnudo y sus músculos parecían dibujados por un artista.
Con una sonrisa cómplice él me dijo que me tranquilizara, que estaba al tanto de todo y que si me relajaba podríamos disfrutar una hermosa jornada.
En minutos estábamos en su dormitorio, Ignacio, Brian y yo. Nuestro nuevo amigo se sentó sobre la cama, expectante, mi primo bajó su pantalón y yo me arrodillé a sus pies, cada uno cumpliendo su papel, comencé a lamerle la verga a Ignacio ante la atenta mirada de Brian, se sentía rico tener a alguien observando lo que hacía, pasaron unos minutos hasta que el decidió entrar en acción dejando su jean gastado a un costado ofreciendo su paquete aun sentado sobre la cama, un slip rojo cubría su sexo, me acomodé en cuatro patas para bajárselo lentamente tomándolo por los elásticos de la cintura, a medida que bajaba se iba descubriendo su verga, era algo sencillamente enorme, indescriptible, casi treinta centímetros de pura carne, mi mano de varón no alcanzaba a rodear el diámetro de esa mole.
Traté en meterla en mi boca, era terrible, no podía, pronto me olvidé de mi primo quien con una risa burlona exclamó:
Te dije que te iba a gustar…
No puedo describir con palabras lo que sentí en ese momento, mi corazón palpitaba como un caballo desbocado, la sangre bullía bajo mi piel y la mirada cómplice de Brian me hacía saber que todo iba bien. Estaba perdido chupando todo eso cuando las manos de mi primo me sorprendieron tratando de bajar mi pantalón, lo dejé hacer y pronto estaba con mis nalgas al desnudo y el acariciando su verga dura contra ellas, me imaginé lo que vendría y mi erección se hizo incontenible, nunca me habían penetrado, pero había llegado el momento…
Lo sentí escupirme en el esfínter un par de veces, su carne se apoyó en las mías y empezó a forzar, perdí la concentración en la que estaba chupando, un dulce y placentero dolor se apoderó de mi ser obligándome a largar un quejido sabroso.
Ignacio se tomó su tiempo he hizo las cosas con calma, estaba desvirgando mi culo y mis gemidos le dejaban notar mi placer
Te gusta primo? Te gusta???
No podía decirle todo lo que me gustaba puesto que Brian me obligaba a lamerlo, Ignacio se movía en mi interior y me hacía gozar como a una perra, sus manos se afirmaron a mi cintura apretándome mientras gritaba y acababa en mi interior, fue excelente…
Él se retiró a un lado, llevé mi mano a mi trasero, estaba dilatado y embebido en leche que chorreaba desde mi interior.
Brian me tomó del brazo y me hizo recostar sobre la cama, mirando al techo, cuando me levantó las piernas entendí que él también pensaba penetrarme, sentí temor, esa verga era enorme, me desgarraría, pero él me dijo que me tranquilizara, total mi primo había hecho la dilatación previa y ya estaba suficientemente lubricado.
Sin embargo, Brian me haría notar la diferencia, era tan gordo que parecía atorarse, empujó una y otra vez, mi anillo parecía no ceder, me dolía terriblemente, hasta que al fin entró, apreté las sábanas con fuerza…
Brian empezó a bombearme rítmicamente arrancando gritos de mi ser, no pude evitar masturbarme mientras me hacía la cola, no tardé en acabar, mis contracciones involuntarias y espasmódicas de mi esfínter se veían interrumpidas por la gran barra de carne que se interponía, el semen saltó en chorros hasta mi pecho, luego llegó el, sacando la verga de mi culo y apuntando sobre mi pija, bañándomela con su blanco líquido…
Me quedé unos minutos relajando mi adolorido trasero y jugando con mi verga empapada en leche…
En poco tiempo Brian reemplazó a Ignacio, había ‘diferencias incomparables’, además mi primo se había puesto de novio con una viaja amiga y se habían terminado nuestros días de intimidad.
Brian me colmaba y me llenaba por completo, en poco tiempo mi esfínter estaba tan dilatado que no me costaba comerme todo lo que él tenía para ofrecerme, me lo hacía a diario, hasta que pasó lo que tenía que pasar…
La confianza me hizo bajar la guardia, lo había llevado a casa, lo presenté como un amigo de estudios y lo llevé a mi cuarto, le dije mi madre que no nos molestara que estaríamos estudiando.
No tuve la precaución de cerrar la puerta con llave, él estaba sentado sobre la cama y yo me había sentado sobre él, yo era el que me movía con locura, en ese momento entró mi padre y descubrió la verdad, me encontró ensartado con mi verga dura moviéndome sobre el…
Todo fue muy triste, la discusión familiar estalló como una bomba, mi madre con lágrimas en los ojos suplicó por mí, casi de rodillas, pero él fue inflexible, me echó de casa y me dijo que jamás quería volver a verme…
Así hice mi camino, viviendo en la calle y transformándome en lo que hoy soy, Analía…
Las vueltas de la vida, pensar que mi padre me odió por lo mismo que ahora él estaba buscando…
Si te gustó la historia, puedes escribirme con título ‘SOY LO QUE SOY’ a dulces.placeres@live.com
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No te vas a arrepentir!
SOY LO QUE SOY
Hoy me llamo Analía, soy transexual y hace más de diez años que me gano la vida en la calle, vendiendo mi cuerpo, perdí todo contacto con mi familia, con mis padres, con mis hermanos, jamás volví a saber de ellos, hasta el último sábado…
Eran cerca de las dos de la mañana, estaba vestida como de costumbre, como una puta para atraer clientes, hacía bastante calor, Lucía, una chica como yo me hacía compañía en la esquina. De pronto, un coche moderno, color plata se acerca lentamente a nuestra posición hasta detenerse a metros de donde estábamos, me acerco al costado y cuando baja el vidrio polarizado de la ventanilla lo encuentro a él, está igual, el tiempo parece no pasar para mi padre, apenas unas canas han poblado levemente su cabeza, no puedo creerlo, mi propio padre, me quedo paralizada, él sonríe, pero no me reconoce…
Es obvio, mi rostro se ha transformado, ahora soy una pelirroja de cabellos largos, no me mira a los ojos, veo su mirada perdida en mis enormes pechos, alarga una mano para acariciarlos, lo esquivo, me repugna.
No puede darse cuenta de que soy su hijo, lo comprendo, solo me queda el pene de lo que alguna vez fue Flavio, ese chico que había decidido cambiar de bando. Me miro a mí misma, soy una mujer, grandes caderas, cola respingona, piernas esbeltas, pequeña cintura.
Me aparto del coche, el no entiende mi reacción, Lucía tampoco, solo le pido que tome mi lugar, vuelvo a mi domicilio, me duele el alma, las lágrimas caen por mi rostro, no puedo evitarlo, siento náuseas, apuro el paso, vomito tras un árbol…
Ya en mi cuarto, a solas, tomo una botella de wiski, enciendo un cigarro y comienzo a recordar…
Todo había empezado en mi adolescencia, tendría unos quince años, era el mayor de tres hermanos y como mis padres trabajaban todo el día, la casa de nuestra abuela era nuestro segundo hogar. Lo mismo sucedía con la familia de mi tío, también trabajaban y sus hijos, nuestros primos, terminaban generalmente en la casa de la abuela.
Así la abuela Matilda era nuestra segunda madre, y soportaba con heroísmo los caprichos de seis varones que para ser honesto, solíamos enloquecerla con nuestras locuras.
Cuando caía el sol, la abuela nos mandaba a bañarnos de a dos en dos, de otra manera el agua no hubiera alcanzado para todos, y así se las arreglaba para que cuando pasaran a buscarnos nuestros padres nosotros estuviéramos todos de punta en blanco.
Mi primo Ignacio, un año mayor que yo era mi compañero de turno, desde los diez años nos bañábamos juntos, solo que llegó el despertar sexual. La abuela Matilda tenía una casa enorme, un caserón antiguo, y las dimensiones del baño eran más que confortables. No recuerdo cómo se dio todo, solo sé que Ignacio y yo habíamos caído en una rutina, nos sentábamos uno en cada rincón, en el piso, con las piernas abiertas y nos masturbábamos hasta acabar, era solo un juego.
Mi primo tenía un pene un poco más grande que el mío, disfrutaba mirar como hacía su trabajo mientras yo hacía el mío, pero lo que más me llamaba la atención era cuando acababa, tiraba largos chorros de leche que llegaban a treinta o cuarenta centímetros desde la punta de su pija, llegué a contarle hasta ocho chorros uno tras otro, impresionante! No sabía cómo lo hacía, lo cierto es que yo no podía imitarlo…
Íntimamente me iba engolosinando con la verga de mi primo, una tarde le comenté:
Ignacio, esto se pone aburrido… y si yo te masturbo a vos y vos a mí?
Mi primo no entró en el juego, discretamente puso distancia a mis palabras por lo que sonreí como dejando ver que era solo una broma, pero lo cierto es que deseaba más de lo que el imaginaba.
Meses después se dobló la mano jugando al vóley, no se fracturó, pero tuvo problemas de ligamentos y músculos que le obligaron a usar una muñequera e inmovilizar su mano.
Esa tarde bajo la ducha llegaría el momento, el trataba infructuosamente hacerlo con su mano izquierda, pero era tosco y se molestaba por la impotencia.
Si decir nada dejé de masturbarme y me acerqué a su lado, acerqué mi mano a su pija, él se contrajo por instinto, pero ya tenía su verga en mi palma y comencé a acariciarlo, estaba dura, grande, esponjosa.
Ignacio se fue relajando, aflojando sus piernas, cerró los ojos y me dejó hacer, sin darme cuenta la excitación me había desbordado, su verga era hermosa y mi placer fue supremo cuando los chorros de semen comenzaron a brotar.
Me lavé la mano bajo la ducha, estaba llena de leche, mi pija aun dura era signo de mi calentura, no dijimos mucho más, quedó como un secreto de familia.
No tardaría mucho tiempo para que volviéramos a encontrarnos bajo la ducha, estaba nervioso y creo que el también, nadie hablaba y solo nos aseábamos, hasta que el rompió el silencio:
Flavio, sabes qué? me gustó lo que hiciste la última vez…
Miré su verga, estaba enorme, sonreí, entendí que era una invitación, solo que esta vez él no se sentó en el piso, solo usó la pared de apoyo, fui a su lado y comencé a masturbarlo, su glande húmedo lucía tentador, estaba arrodillado a poca distancia de él, mis ojos contemplaban las formas de esa verga hermosa, no podía resistirme, me acerqué más y más, se la besé esperando su reacción, pero Ignacio no dijo nada, volví a hacerlo, una, dos, tres veces, las cartas estaban echadas…
Fue mi primer fellatio, le lamí los testículos, se la recorrí de punta a punta con mi lengua, con mis labios, recorrí su cabeza en círculos, como un tirabuzón, dejaba mi aliento sobre su glande caliente, estaba tan excitado que empecé a masturbarme con mi mano libre, tomaba aire y la introducía centímetro a centímetro en mi boca, era lo suficientemente larga para provocarme arcadas y no dejarme engullirla por completo, pero era cuestión de práctica, de acomodar mis músculos, poco a poco fue cediendo, era perfecto.
Lo mejor estaba por llegar, lo sentí venir y la lujuria corrió por mi sangre, empujé bien adentro, lo más que pude, el calor de su líquido viscoso lleno de golpe mi esófago, pretendí tragarlo todo, pero era demasiado, chorro tras chorro, liberé un tanto, pero pronto mi boca estaba llena también, su sabor amargo me resultó exquisito, pero no pude contenerlo y debí liberarlo, aun acababa y un último chorro terminó sobre mi rostro. Mientras me relamía con su sabor, aun con la respiración entrecortada acabé yo también…
Ignacio trataba de recuperarse, no salía de su asombro, al fin nos miramos y me dijo
Primo, este será nuestro gran secreto…
Pero nos invadió la lujuria y el deseo, esa sería la primera de muchas veces que le chuparía la pija, fui perfeccionando mi técnica y cualquier lugar se transformaba en un escondite perfecto para hacerlo, llegamos a hacerlo hasta siete veces en un día!. Ya había encontrado la forma de que no se me escapase una sola gota y creo que en poco tiempo mi estómago había recibido litros de leche caliente y sabrosa.
Ya había pasado un año aproximadamente de ese despertar bajo la ducha cuando mi primo me dijo:
Flavio, me gustaría que conocieras a alguien, un amigo algo especial, un chico que no conoces, pero seguro te gustará, no te enojes… pero le conté lo nuestro…
En ese momento recuerdo haberme enojado con Ignacio, era ‘nuestro’ secreto, yo no quería que nadie supiera mis gustos, me avergonzaba por ello, discutimos y estuvimos una semana sin hablarnos, pero uno es un animal de costumbre y tarde o temprano vuelve a las andanzas.
Así fue que conocí a Brian, una tarde me llevó a su casa, el joven era un tanto mayor que nosotros, independiente, vivía solo, era fisicoculturista, y yo me sonrojaba por no poder evitar mirar ese cuerpo endiabladamente perfecto, estaba con el torso desnudo y sus músculos parecían dibujados por un artista.
Con una sonrisa cómplice él me dijo que me tranquilizara, que estaba al tanto de todo y que si me relajaba podríamos disfrutar una hermosa jornada.
En minutos estábamos en su dormitorio, Ignacio, Brian y yo. Nuestro nuevo amigo se sentó sobre la cama, expectante, mi primo bajó su pantalón y yo me arrodillé a sus pies, cada uno cumpliendo su papel, comencé a lamerle la verga a Ignacio ante la atenta mirada de Brian, se sentía rico tener a alguien observando lo que hacía, pasaron unos minutos hasta que el decidió entrar en acción dejando su jean gastado a un costado ofreciendo su paquete aun sentado sobre la cama, un slip rojo cubría su sexo, me acomodé en cuatro patas para bajárselo lentamente tomándolo por los elásticos de la cintura, a medida que bajaba se iba descubriendo su verga, era algo sencillamente enorme, indescriptible, casi treinta centímetros de pura carne, mi mano de varón no alcanzaba a rodear el diámetro de esa mole.
Traté en meterla en mi boca, era terrible, no podía, pronto me olvidé de mi primo quien con una risa burlona exclamó:
Te dije que te iba a gustar…
No puedo describir con palabras lo que sentí en ese momento, mi corazón palpitaba como un caballo desbocado, la sangre bullía bajo mi piel y la mirada cómplice de Brian me hacía saber que todo iba bien. Estaba perdido chupando todo eso cuando las manos de mi primo me sorprendieron tratando de bajar mi pantalón, lo dejé hacer y pronto estaba con mis nalgas al desnudo y el acariciando su verga dura contra ellas, me imaginé lo que vendría y mi erección se hizo incontenible, nunca me habían penetrado, pero había llegado el momento…
Lo sentí escupirme en el esfínter un par de veces, su carne se apoyó en las mías y empezó a forzar, perdí la concentración en la que estaba chupando, un dulce y placentero dolor se apoderó de mi ser obligándome a largar un quejido sabroso.
Ignacio se tomó su tiempo he hizo las cosas con calma, estaba desvirgando mi culo y mis gemidos le dejaban notar mi placer
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No podía decirle todo lo que me gustaba puesto que Brian me obligaba a lamerlo, Ignacio se movía en mi interior y me hacía gozar como a una perra, sus manos se afirmaron a mi cintura apretándome mientras gritaba y acababa en mi interior, fue excelente…
Él se retiró a un lado, llevé mi mano a mi trasero, estaba dilatado y embebido en leche que chorreaba desde mi interior.
Brian me tomó del brazo y me hizo recostar sobre la cama, mirando al techo, cuando me levantó las piernas entendí que él también pensaba penetrarme, sentí temor, esa verga era enorme, me desgarraría, pero él me dijo que me tranquilizara, total mi primo había hecho la dilatación previa y ya estaba suficientemente lubricado.
Sin embargo, Brian me haría notar la diferencia, era tan gordo que parecía atorarse, empujó una y otra vez, mi anillo parecía no ceder, me dolía terriblemente, hasta que al fin entró, apreté las sábanas con fuerza…
Brian empezó a bombearme rítmicamente arrancando gritos de mi ser, no pude evitar masturbarme mientras me hacía la cola, no tardé en acabar, mis contracciones involuntarias y espasmódicas de mi esfínter se veían interrumpidas por la gran barra de carne que se interponía, el semen saltó en chorros hasta mi pecho, luego llegó el, sacando la verga de mi culo y apuntando sobre mi pija, bañándomela con su blanco líquido…
Me quedé unos minutos relajando mi adolorido trasero y jugando con mi verga empapada en leche…
En poco tiempo Brian reemplazó a Ignacio, había ‘diferencias incomparables’, además mi primo se había puesto de novio con una viaja amiga y se habían terminado nuestros días de intimidad.
Brian me colmaba y me llenaba por completo, en poco tiempo mi esfínter estaba tan dilatado que no me costaba comerme todo lo que él tenía para ofrecerme, me lo hacía a diario, hasta que pasó lo que tenía que pasar…
La confianza me hizo bajar la guardia, lo había llevado a casa, lo presenté como un amigo de estudios y lo llevé a mi cuarto, le dije mi madre que no nos molestara que estaríamos estudiando.
No tuve la precaución de cerrar la puerta con llave, él estaba sentado sobre la cama y yo me había sentado sobre él, yo era el que me movía con locura, en ese momento entró mi padre y descubrió la verdad, me encontró ensartado con mi verga dura moviéndome sobre el…
Todo fue muy triste, la discusión familiar estalló como una bomba, mi madre con lágrimas en los ojos suplicó por mí, casi de rodillas, pero él fue inflexible, me echó de casa y me dijo que jamás quería volver a verme…
Así hice mi camino, viviendo en la calle y transformándome en lo que hoy soy, Analía…
Las vueltas de la vida, pensar que mi padre me odió por lo mismo que ahora él estaba buscando…
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