Esta es la historia de Naiara, Rocío y Valeria, tres hermanas que viven en un pueblo en el cual sus vidas van cambiando a medida que diferentes personas se involucran con ellas, ayudándolas a descubrir nuevos límites y llevándolas por diferentes caminos de placer. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
Capítulo 2: La pareja perfecta (Rochi)
La vuelta de Naiara al pueblo fue un sopapo en que me dio vuelta la cara por completo. La arrogancia con la que se manejaba en la casa, la forma despectiva en la que le hablaba a mamá y como estaba todo el tiempo llorándole a papá para que le demostrara amor, me hervía la sangre. Para colmo, Valeria parecía estar feliz de tener a su hermanita mayor de nuevo en la casa y de vez en cuando me las encontraba hablando en alguna que otra habitación y se callaban cuando yo llegaba. Me sentía completamente fuera de lugar con ellas dos dando vueltas por la casa y la única que me entendía y se apiadaba de mí era mi madre, que constantemente trataba de motivarme a que dibuje y pinte.
Es que hay dos cosas en mi vida que me apasionan y me motivan a seguir adelante. La primera es la pintura. Desde muy chiquita amaba dibujar y pintar y siempre tuve muy buena mano para hacer diferentes cosas. A los 18 años gané un concurso de dibujo de la provincia y tuve la posibilidad de conocer a varios dibujantes famosos que me motivaron e incentivaron a seguir haciendo lo que tanto me gustaba. Luego de que Naiara se marchara a la ciudad y la habitación que compartíamos quedara para mi sola, decidí hacer algunos cambios y la adapté con diferentes cuadros que yo misma había hecho. Mis padres, al ver mi talento, decidieron darme una de las habitaciones vacías de la planta baja que se usaba como depósito y la ambientamos para que yo pudiera usarla como estudio de pintura. Hoy en día varios de mis cuadros están distribuidos por todo el pueblo, en las casas de nuestros vecinos, en algunos negocios y hasta en las oficinas del intendente.
Pero mi pasión más grande y mi corazón entero se lo lleva Javier, mi novio. Nos conocemos desde chiquitos, ya que nuestros padres son grandes amigos desde hace años. Nacimos con apenas meses de diferencia, por lo que coincidimos tanto en la primaria como en la secundaria. Con el correr del tiempo nos dimos cuenta que sentíamos algo mucho más fuerte por el otro que una simple amistad y no tardamos en vernos envueltos en un romance que poco a poco iba creciendo. Mis padres, en especial mi madre, se pusieron sumamente contentos cuando se enteró que estaba saliendo con Javier y Valeria llegó a decirme que mi nuevo novio “estaba re fuerte”. Yo no daba más de felicidad, pues me había dado cuenta que mi alma gemela había estado siempre al lado mío y ahora estaba con él.
Para Ariela, Belén y Ludmila, mis tres mejores amigas de la secundaria, Javier y yo éramos la pareja perfecta. Para Dante, Ramiro y Tomás, los mejores amigos de Javier y quienes completaban el grupo, él era un pollerudo, pero estaban más que contentos de que yo fuera su novia. Los ocho (y a veces con algunos otros chicos del curso) solíamos juntarnos muchísimo durante nuestro último año de secundaria y con Javier nos encantaba la idea de formar parejas entre nuestros amigos, aunque nunca llegamos a concretar alguna. En un momento, Tomás le confesó a mi novio sentirse atraído por Ludmila, que por cierto es mi prima, pero la cosa no pasó a más que unos besos. Es que con Javier estábamos destinados a ser la pareja perfecta.
Lamentablemente, Javier terminó mudándose a la ciudad al año siguiente para estudiar veterinaria y yo me quedé en el pueblo ya que no me sentía segura sobre que debía estudiar. Mi madre me ayudó a conseguir un trabajo en una tienda de ropas del pueblo, cuya dueña es amiga de mis padres desde hace años. Allí fue cuando comencé a pintar con mucha mayor frecuencia y aprovechaba mi tiempo libre para encerrarme en el nuevo estudio e la planta baja y pasar horas dibujando y pintando lo que se me cruzaba por la cabeza. Extrañaba muchísimo a mi novio, pero nos habíamos organizado para que yo viajara a la ciudad una vez cada quince días y el viniera al pueblo con la misma frecuencia. Esos reencuentros eran hermosos y solíamos no dejarnos hasta que llegara la hora de despedirnos hasta la próxima semana.
Así estuvimos dos años y a pesar de que había momentos en los que nos hacíamos muchísima falta, sabíamos que el otro estaba al menos detrás de la pantalla del celular. Los veranos y las vacaciones de invierno eran mis momentos más felices del año, pues Javier venía al pueblo y estábamos juntos muchísimo tiempo, disfrutando de la compañía del otro. Sin embargo, el verano se estaba acercando a su fin y a la idea de que iba a tener que convivir con mi hermana, se le sumaba el hecho de que Javier estaba pronto a volver a la ciudad. Esa última semana me sentí muy triste y estuve bastante deprimida, pensando en que ese año iba a ser muchísimo más duro y complicado con Naiara dando vueltas por la casa y usurpando mi estudio de pintura. Por esa razón, Javi decidió organizar una especie de última reunión en la casa de sus padres, con los que todavía estaban en el pueblo.
Ariela, Ludmila, Dante, Tomás, mi novio y yo, nos juntamos a comer algo y a conversar mientras recordábamos los mejores momentos del verano. Las chicas insistieron en que podía ir a visitarlas en cualquier momento, sobre todo Ari que era con quien solía hablarme casi de manera diaria. Tomás, que era el otro que se quedaba en el pueblo ya que estudiaba a distancia, le aseguró a los chicos que los dos íbamos a ir a visitarlos todo el tiempo. Poco a poco la noche fue avanzando y el resto de los chicos se fueron yendo, hasta que quedamos Javier y yo. En ese momento nos fuimos a la pieza para aprovechar nuestra última noche juntos, pues ya habíamos quedado que yo me quedaba a dormir en su casa. Sin embargo, ni bien entramos a la habitación, la tristeza se apoderó de mí y me largué a llorar boca abajo en la cama.
- Tranquila, mi amor.- Me dijo Javier acostándose al lado mío y abrazándome para consolarme.
Me costó parar de llorar, siempre me costaba cuando nos teníamos que despedir. Es que el hecho de no tenerlo ahí al lado mío me ponía muy mal y estaba convencida de que en esa oportunidad todo iba a ser peor. Javier, no dejó de abrazarme en ningún momento y me juró al oído que iba a mandarme mensajes o llamarme todos los días. Lentamente me fui dando vuelta hasta quedar acostada boca arriba y lo abracé por encima de los hombros para luego besarlo apasionadamente. “Sos el amor de mi vida” le dije y él insistió en que yo era el suyo. Nuevamente nuestros labios se tocaron en un beso bien apasionado que rápidamente secó las lágrimas de mis ojos y humedeció otra parte de mi cuerpo.
- Esta noche quiero hacerte de todo mi amor.- Me dijo Javi transformándose de golpe y logrando sacarme una sonrisa en la boca.
Y es que si había algo que mi novio sabía hacer muy bien, era calentarme de una manera increíble. Su cuerpo me fascinaba, su boca me volvía loca y su mirada me derretía cada vez que la tenía en frente. Estaba perdidamente enamorada de ese hombre y mi sexualidad se activaba siempre que él me besaba de esa manera. Sus besos comenzaron a ponerse más mojados y sus manos no tardaron en aparecer en escena, jugando por todo mi cuerpo y tocándome de pies a cabeza. Poco a poco la ropa se fue corriendo de lugar y empezamos a desnudarnos para acariciarnos a flor de piel.
Los besos de Javier comenzaron a bajar por mi cuerpo y llegaron hasta mi pecho, dónde se dedicó a besarme los pezones. “¡Como me gustan tus tetitas, amor!” me decía cada vez que las tenía en su boca. Y es que a pesar de que eran chiquitas, Javier se volvía loco con ellas, lamiéndolas por completo y jugando con mis pezones hasta endurecerlos. A mí me encantaba la forma en la que él me besaba y como su lengua me mojaba toda la piel. Yo me rendía a sus pies mientras que él jugaba con mi cuerpo y me hacía suya con tan solo besos y caricias.
Así, se fue colocando entre mis piernas, las cuales abrí para hacerle lugar. A esas alturas lo único de ropa que me quedaba era mi bombacha, la cual mi novio fue corriendo despacito hacia un costado para darme besos en la concha. Me mordí los labios cuando sentí la humedad de su boca sobre mi entrepierna y me aferré a las sábanas para poder contener los gritos. Su lengua no tardó en aparecer y cuando lo hizo, logró que todo mi cuerpo temblara por completo. Mi cintura se empezó a mover de la misma manera en la que su lengua lo hacía encima de mi conchita, logrando mojarme toda y hacerme sentir un calor abrazador por todo el cuerpo.
Rápidamente Javier volvió a colocarse encima de mí y me besó con sus labios cubiertos del elíxir de mi cuerpo. Yo lo abracé con fuerza y sentí como su verga bien firme y dura rozaba mis piernas y me calentaba. Poco a poco nos fuimos dando vuelta y se acostó sobre la cama mientras yo me colocaba encima de él. Entre besos y toqueteo fui bajando por su cuerpo, acariciando su pecho y sintiendo su piel caliente con mis manos y mi boca. Llegué a su cintura y luego de darle varios besos, agarré su pija con una de mis manos y empecé a pajearlo lentamente. A él le encanta que se la chupara, a pesar de que a mí no me gustaba la idea. Sin embargo, como era nuestra despedida no quería dejarlo con las ganas.
Comencé a chupársela despacito, metiéndome primero la cata en la boca y después yendo por el cuerpo. Lo hacía de manera lenta, utilizando mi boca y de vez en cuando mi lengua para lamérsela con ganas. Él me demostraba que le gustaba lo que estaba haciendo, devolviéndome gemidos de placer y expresiones que quedaban perdidas en la habitación. De vez en cuando levantaba la mirada para apreciar su cara de placer, algo que me fascinaba ver y me derretía por completo. Jugaba con mis manos por encima de su cuerpo, tocándolo todo lo que podía y rozando la yema de mis dedos con su piel caliente.
Luego de varios minutos de complacernos de forma oral, fui subiendo por su cuerpo con mi lengua frotando su piel hasta llegar a sus labios. El beso, bien baboso, no se hizo esperar y nuestros cuerpos se unieron en un abrazo bien caliente y hermoso. Yo acomodé mis piernas una a cada lado de su cintura y me senté encima de su cuerpo, sintiendo como su pija chocaba una y otra vez contra mi entrepierna. “¡Sos hermosa!” me dijo él acariciando mi cintura una vez que yo me erguí por completo y lo miré con una sonrisa. Rápidamente le dije que él también era hermoso y me agaché para darle un beso más. Levanté sutilmente mi cintura y él acomodó su pija en mi conchita, para que yo pudiera bajar despacito y cubrirla por completo.
Comencé a moverme despacio, sintiendo su verga bien dura adentro mío. Me encanta sentarme encima de él e ir cogiéndomelo despacito, disfrutando del momento mientras nos miramos fijo. Su mirada subía y bajaba de mis ojos a mis pechos, los cuales también rozaba y acariciaba con delicadeza. Poco a poco yo iba aumentado la velocidad, pero siempre haciéndolo suave y asegurándome de no cortar el romanticismo del momento. Si esa iba a ser nuestra última noche juntos hasta que volviéramos a vernos el próximo fin de semana, quería disfrutarlo por horas y hacerlo mío hasta el último momento.
Tras varios minutos, decidí acelerar el ritmo. Coloqué mis manos encima de su pecho y empecé a moverme a mayor velocidad, subiendo y bajando mi cuerpo encima de su cintura y sintiendo como su pija bailaba adentro mío. A él le encantó el cambio de ritmo y llevó sus manos nuevamente hacia mis pechos para acariciarlos a medida que estos se movían hacia adelante y hacia atrás. “¡Ufff Rochi!” gimió él y cerró los ojos por un segundo regalándome una hermosa cara de placer que me volvió loca. Me encantaba sentirlo adentro mío, sentir como nuestro cuerpo se conectaba de una forma única y los dos nos envolvíamos en un fuego sumamente placentero y divino.
Lentamente Javier se fue levantando hasta sentarse conmigo encima suyo. Yo lo envolvió con mis piernas y mis brazos como si fuera un koala y nuevamente nos dimos un hermoso beso que concretó todo. Mi novio llevó mis manos a mi cola y haciendo fuerza, empezó a mover mi cuerpo hacia arriba y hacia abajo, obligándome a saltar encima de él y a clavarme su pija de forma bien profunda. Yo no soltaba sus labios y mis dedos se entrelazaban en los pelos de su nuca. Lo amaba y amaba ese momento perfecto que estábamos teniendo, el cual me encendía por completo y me permitía gozar de una manera única.
- ¡Te amo mi amor!- Me dijo yendo hasta mi oído y susurrándome esas palabras preciosas.
Entonces sentí como todo mi ser temblaba y como mi entrepierna se mojaba por completo. Acabé de una manera increíble, manchando todo mi cuerpo y el de mi amado, todo gracias a lo que Javier acababa de decirme. Él se dio cuenta lo que había logrado e impulsado por la calentura, siguió moviendo mi cuerpo hacia arriba y hacia abajo con sus manos, provocando que mi satisfacción no se cortara ahí y se prolongara mucho más. Javier no tardó en acabar y ver su cara de placer máximo frente a mis ojos me provocó un nuevo escalofrío que recorrió toda mi espalda. Así, los dos envueltos en un abrazo mágico y con su miel adentro de mi cuerpo, volvimos a besarnos y a confesarnos el amor que sentíamos el uno por el otro.
Luego de eso, nos bañamos, nos relajamos entre caricias y miradas y poco a poco nos fuimos quedando dormidos en cucharita. Javier cayó rendido a los pocos segundo, abrazándome delicadamente a la altura de mi estómago, mientras yo miraba la pared de su habitación. Me sentía tan feliz en ese momento que no quería que terminara nunca. Sabía que se avecinaban tiempos muy difíciles para mí y que iba a tener que afrontarlos sin mi novio, mi apoyo emocional más grande. Lo que no tenía idea, es que a tan solo unas cuadras de donde estaba yo en ese momento, dormía una persona que dentro de muy poco iba a tomar muchísimo protagonismo en mi vida e iba a poner en jaque todos mis pensamientos.
SIGUIENTE
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3 comentarios - Las hermanas del pueblo. Capítulo 2
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