En la secundaria era buen alumno. Nunca me llevé materias, salvo una vez que me fue muy mal en Matemática. Fui acumulando malas notas y me la llevé a diciembre. Mi vieja me pagó clases con una profesora particular. Arranqué tarde con las clases, así que en no llegué a ver ni la mitad de los temas. Resultado: rendí mal en diciembre y me fui a marzo.
Mis viejos se enojaron bastante y me obligaron a quedarme en la ciudad todo el verano, sin vacaciones ni dinero para salir. Mi verano se limitaría al gimnasio –lo único que pude negociar con mi vieja- y clases particulares de Matemática, tres veces por semana.
En ese momento era virgen. Tímido para encarar mujeres. Como todo adolescente lleno de hormonas, me masturbaba a diario. Había tenido algunas noviecitas, con las que no pasé del chape y los toqueteos. Con la que más avancé fue con una amiga trolita, bastante fea, que quise cogerme, pero sólo me hizo varias pajas y un pete horrible, que incluyó una raspada de la cabeza de la chota con sus brackets.
Carla era mi profesora particular de Matemáticas. Una mujer de pelo castaño claro, muy alegre, tetona, de más de 30 años. La diferencia de edad entre nosotros es de 16 años... Aunque la veía como alguien imposible para mí, Carla me calentaba tanto o más que cualquier piba de mi edad. Y estaba presente en mis fantasías sexuales.
Las clases eran en su departamento. Hasta los exámenes de diciembre iba con otros pibes; después del bochazo, era el único alumno. En esas clases, cuando podía, le miraba las tetas y el culo. Por mi timidez no quería que se diera cuenta y le dijera algo a mi vieja. Tanto me excitaba la profe que varias veces tuve erecciones durante sus clases, las cuales trataba de disimular acomodándome la chota con el elástico del calzoncillo, maniobrando bajo la mesa, mientras resolvía ejercicios. A medida que tenía más clases con Carla, ella se iba convirtiendo en objeto de deseos que saciaba con pajas mañaneras bajo la ducha.
Mi vieja habló con Carla después de mi fracaso en diciembre y arregló para que siguiera con las clases hasta fin de mes y también el resto del verano hasta el examen de marzo.
Mi debut tuvo lugar la última semana de diciembre. Era un día de mucho calor. Antes de ir a lo de Carla me di una ducha y me hice una paja, me puse ropa fresca y -a falta de un bóxer limpio- usé un slip medio viejo, que tenía los elásticos flojos (mala idea para disimular una erección).
Llegué a casa de la profe y toqué el timbre. Me abrió Carla, que estaba con una musculosa blanca, semi-transparente, y unos shorts de tela gastada, que permitían ver algo de su orto cuando se inclinaba.
-¡Hola Cesarito! Muack.
-Hola profe.
-Pasá, que hace mucho calor afuera.
-La verdad que sí, está muy pesado.
-Voy a prender el aire y te traigo jugo.
-Dale.
Carla encendió el aire acondicionado y el living comenzó a enfriarse. Por el cambio de temperatura sus pezones se pusieron puntiagudos y con la remerita ajustada se le marcaban bien los timbres. Me senté, Carla me dijo el tema que íbamos a ver, dio una explicación de diez minutos y luego un par de ejercicios para resolver. Mientras hacía los ejercicios, ella se puso a ordenar el living y a levantar del suelo algunos papelitos. Varias veces inclinó su torso o se agachó para limpiar, dándome una buena vista de su hermoso culo. Me era imposible no mirarla y no calentarme mientras lo hacía. Hasta que tuve una erección que formó una “carpa” que creí -erróneamente- estaba oculta bajo la mesa.
La profe terminó con la limpieza, dio una vuelta por la cocina y se acercó a mí por la espalda. Se paró a mi derecha, pasó su brazo izquierdo sobre mi espalda, tocando uno de mis hombros, y dirigió su vista hacia la hoja de mis ejercicios.
-Hasta acá lo hiciste bien. Pero esta parte, no.
-Ah bueno, borro y empiezo de ahí.
Carla había apoyado sus tetas en mi espalda. Eso me provocó una corriente de electricidad. Aunque trataba de concentrarme en el ejercicio, quedé como hipnotizado por ese contacto, que agregó más calentura a la anterior la vista de sus timbres y de su culo. Hice otra vez el ejercicio. La profe volvió a acercarse, como antes, apoyando nuevamente su delantera en mi espalda, esta vez haciendo más presión contra mis hombros. Revisó el ejercicio y notó que lo había resuelto mal.
-César, mejor hacemos un recreo porque hoy estás muy distraído.
-Sí, perdón, no sé lo que me pasa...
-Mmm Para mí que estás con la cabeza puesta en el campamento.
-¿Eh? ¿Qué campamento?
-Digo, por la carpa que tenés ahí abajo… Ja ja ja.
-Uh… Nooo… Perdón…
- Es normal en un chico de tu edad. Igual en mis clases te pasa bastante seguido...
Me puse tan nervioso que dejé de hablar. Sentía calor en mis cachetes y un intenso ardor en las orejas. Ella seguía a mi lado, manteniendo su brazo sobre mi espalda y mirándome fijo.
-César, ¿tenés novia?
-No… Ahora no… O sea… algo hay…
-Algo… ¿Qué es “algo”? ¿Hace mucho que no cogés?
-Bueno… En realidad… Yo… yo… Eh…
-Sos virgen…
No respondí. Sólo bajé la mirada y tragué saliva. Carla empujó la mesa hacia adelante, para separarla de mi pecho, y sin darme tiempo a reaccionar se sentó sobre mí, me miró a los ojos y cruzó sus brazos detrás de mi cuello.
-Me parece re lindo que seas virgen. Me da ternura. ¿Te gustaría dejar de serlo?
-Sí...
A dos segundos de mi respuesta Carla me dio un piquito. Luego besó mis labios. Abrió su boca y metió su lengua hasta que hizo en contacto con la mía. Traté de hacer lo mismo que ella. Después se puso a besarme el cuello, recorriéndolo de un lado a otro en forma de “U”. También me mordisqueó los lóbulos de las orejas. Mi calentura subía minuto a minuto.
-Sabés chapar.
Seguimos besándonos como si fuésemos enamorados. Carla frotaba muy despacio su pelvis sobre mi carpa. Sabía manejar la situación para calentarme.
-Tranquilo, amor, no te pongas nervioso que yo te voy a ir llevando.
Mi ansiedad era tal que no emitía palabra. La dejé hacer y comencé a acariciar sus tetas. Carla se quitó la remera y el corpiño, mostrándome sus pechos.
-Podés acariciarlas.
Usé mis dos manos para tocarlos. Los envolví con movimientos circulares, atrapándolos con mis manos. También apreté sus pezones con mis dedos, tratando de no presionarlos de más. Luego me incliné para besarlos y succionarlos. Le encantaba que le estimulara las tetas. Carla se quitó los shorts y la tanga que tenía puesta. De un tirón me desnudó de la cintura para abajo. Mojó su mano con saliva, la pasó sobre la cabeza de mi pene, que ya estaba gomoso por los líquidos pre-seminales, y lo introdujo en su concha.
Sentir el calor y la humedad de su vagina rozando con mi chota era una sensación única. Carla me miraba a los ojos, me besaba y se movía despacio. Unas veces subía y bajaba, en un hermoso mete y saca; otras, arqueaba su cadera hacia adelante y hacia atrás. En todo momento la profe dominaba la situación.
Seguimos así unos minutos. No sé cuántos, porque mi cabeza quería que nunca terminara.
-Creo que voy a…
-Shhh, disfrutalo y acabá adentro que yo me cuido.
Volvimos a comernos las bocas. Mi lengua y la de Carla se entrelazaron en un delicioso beso.
-Ya casi estoy... Ahh, ahh, ahh…
Carla movió su pelvis y exploté en su interior. Siguió haciéndolo un poquito más hasta que mi pene comenzó a perder dureza. Apoyó su boca en mi hombro y me cubrió de besos.
-¿Te gustó?
-Me ecantó. Fue lo mejor que me pasó en la vida.
-Bien, nene. Tenés más aguante de lo que suponía.
Esa misma tarde volvimos a coger en su dormitorio. Siempre haciendo lo que a ella le gustaba: una previa sin apuro, estimulación de sus tetas y cabalgata. A partir de esa primera vez continuamos con las clases particulares. Primero de Matemática y después de sexo. En algunas ocasiones intenté darle sexo oral, pero la verdad es que yo no tenía experiencia –era tan torpe que le hacía cosquillas- y a ella tampoco le interesaba que aprendiera a chuparle la concha. Carla era muy buena con los petes, pero cuando me los hacía eran para que yo alcanzara o mantuviera la erección; porque lo que ella más disfrutaba era tener mi pija dura en su interior y poder cabalgarla el mayor tiempo posible.
Finalmente, llegó la fecha del examen y rendí con la máxima nota. Tuvimos un último encuentro que fue la despedida. Si bien los dos gozábamos de esas tardes de sexo, la profe entendió que nuestra “relación” no daba para más y me animó a buscar una novia de mi edad.
Sigo teniendo un lindo recuerdo de todo lo que pasó. Lo he hablado con ella y sé que va leer este relato. Así que, gracias, Carlita. Te mando un beso enorme.
Mis viejos se enojaron bastante y me obligaron a quedarme en la ciudad todo el verano, sin vacaciones ni dinero para salir. Mi verano se limitaría al gimnasio –lo único que pude negociar con mi vieja- y clases particulares de Matemática, tres veces por semana.
En ese momento era virgen. Tímido para encarar mujeres. Como todo adolescente lleno de hormonas, me masturbaba a diario. Había tenido algunas noviecitas, con las que no pasé del chape y los toqueteos. Con la que más avancé fue con una amiga trolita, bastante fea, que quise cogerme, pero sólo me hizo varias pajas y un pete horrible, que incluyó una raspada de la cabeza de la chota con sus brackets.
Carla era mi profesora particular de Matemáticas. Una mujer de pelo castaño claro, muy alegre, tetona, de más de 30 años. La diferencia de edad entre nosotros es de 16 años... Aunque la veía como alguien imposible para mí, Carla me calentaba tanto o más que cualquier piba de mi edad. Y estaba presente en mis fantasías sexuales.
Las clases eran en su departamento. Hasta los exámenes de diciembre iba con otros pibes; después del bochazo, era el único alumno. En esas clases, cuando podía, le miraba las tetas y el culo. Por mi timidez no quería que se diera cuenta y le dijera algo a mi vieja. Tanto me excitaba la profe que varias veces tuve erecciones durante sus clases, las cuales trataba de disimular acomodándome la chota con el elástico del calzoncillo, maniobrando bajo la mesa, mientras resolvía ejercicios. A medida que tenía más clases con Carla, ella se iba convirtiendo en objeto de deseos que saciaba con pajas mañaneras bajo la ducha.
Mi vieja habló con Carla después de mi fracaso en diciembre y arregló para que siguiera con las clases hasta fin de mes y también el resto del verano hasta el examen de marzo.
Mi debut tuvo lugar la última semana de diciembre. Era un día de mucho calor. Antes de ir a lo de Carla me di una ducha y me hice una paja, me puse ropa fresca y -a falta de un bóxer limpio- usé un slip medio viejo, que tenía los elásticos flojos (mala idea para disimular una erección).
Llegué a casa de la profe y toqué el timbre. Me abrió Carla, que estaba con una musculosa blanca, semi-transparente, y unos shorts de tela gastada, que permitían ver algo de su orto cuando se inclinaba.
-¡Hola Cesarito! Muack.
-Hola profe.
-Pasá, que hace mucho calor afuera.
-La verdad que sí, está muy pesado.
-Voy a prender el aire y te traigo jugo.
-Dale.
Carla encendió el aire acondicionado y el living comenzó a enfriarse. Por el cambio de temperatura sus pezones se pusieron puntiagudos y con la remerita ajustada se le marcaban bien los timbres. Me senté, Carla me dijo el tema que íbamos a ver, dio una explicación de diez minutos y luego un par de ejercicios para resolver. Mientras hacía los ejercicios, ella se puso a ordenar el living y a levantar del suelo algunos papelitos. Varias veces inclinó su torso o se agachó para limpiar, dándome una buena vista de su hermoso culo. Me era imposible no mirarla y no calentarme mientras lo hacía. Hasta que tuve una erección que formó una “carpa” que creí -erróneamente- estaba oculta bajo la mesa.
La profe terminó con la limpieza, dio una vuelta por la cocina y se acercó a mí por la espalda. Se paró a mi derecha, pasó su brazo izquierdo sobre mi espalda, tocando uno de mis hombros, y dirigió su vista hacia la hoja de mis ejercicios.
-Hasta acá lo hiciste bien. Pero esta parte, no.
-Ah bueno, borro y empiezo de ahí.
Carla había apoyado sus tetas en mi espalda. Eso me provocó una corriente de electricidad. Aunque trataba de concentrarme en el ejercicio, quedé como hipnotizado por ese contacto, que agregó más calentura a la anterior la vista de sus timbres y de su culo. Hice otra vez el ejercicio. La profe volvió a acercarse, como antes, apoyando nuevamente su delantera en mi espalda, esta vez haciendo más presión contra mis hombros. Revisó el ejercicio y notó que lo había resuelto mal.
-César, mejor hacemos un recreo porque hoy estás muy distraído.
-Sí, perdón, no sé lo que me pasa...
-Mmm Para mí que estás con la cabeza puesta en el campamento.
-¿Eh? ¿Qué campamento?
-Digo, por la carpa que tenés ahí abajo… Ja ja ja.
-Uh… Nooo… Perdón…
- Es normal en un chico de tu edad. Igual en mis clases te pasa bastante seguido...
Me puse tan nervioso que dejé de hablar. Sentía calor en mis cachetes y un intenso ardor en las orejas. Ella seguía a mi lado, manteniendo su brazo sobre mi espalda y mirándome fijo.
-César, ¿tenés novia?
-No… Ahora no… O sea… algo hay…
-Algo… ¿Qué es “algo”? ¿Hace mucho que no cogés?
-Bueno… En realidad… Yo… yo… Eh…
-Sos virgen…
No respondí. Sólo bajé la mirada y tragué saliva. Carla empujó la mesa hacia adelante, para separarla de mi pecho, y sin darme tiempo a reaccionar se sentó sobre mí, me miró a los ojos y cruzó sus brazos detrás de mi cuello.
-Me parece re lindo que seas virgen. Me da ternura. ¿Te gustaría dejar de serlo?
-Sí...
A dos segundos de mi respuesta Carla me dio un piquito. Luego besó mis labios. Abrió su boca y metió su lengua hasta que hizo en contacto con la mía. Traté de hacer lo mismo que ella. Después se puso a besarme el cuello, recorriéndolo de un lado a otro en forma de “U”. También me mordisqueó los lóbulos de las orejas. Mi calentura subía minuto a minuto.
-Sabés chapar.
Seguimos besándonos como si fuésemos enamorados. Carla frotaba muy despacio su pelvis sobre mi carpa. Sabía manejar la situación para calentarme.
-Tranquilo, amor, no te pongas nervioso que yo te voy a ir llevando.
Mi ansiedad era tal que no emitía palabra. La dejé hacer y comencé a acariciar sus tetas. Carla se quitó la remera y el corpiño, mostrándome sus pechos.
-Podés acariciarlas.
Usé mis dos manos para tocarlos. Los envolví con movimientos circulares, atrapándolos con mis manos. También apreté sus pezones con mis dedos, tratando de no presionarlos de más. Luego me incliné para besarlos y succionarlos. Le encantaba que le estimulara las tetas. Carla se quitó los shorts y la tanga que tenía puesta. De un tirón me desnudó de la cintura para abajo. Mojó su mano con saliva, la pasó sobre la cabeza de mi pene, que ya estaba gomoso por los líquidos pre-seminales, y lo introdujo en su concha.
Sentir el calor y la humedad de su vagina rozando con mi chota era una sensación única. Carla me miraba a los ojos, me besaba y se movía despacio. Unas veces subía y bajaba, en un hermoso mete y saca; otras, arqueaba su cadera hacia adelante y hacia atrás. En todo momento la profe dominaba la situación.
Seguimos así unos minutos. No sé cuántos, porque mi cabeza quería que nunca terminara.
-Creo que voy a…
-Shhh, disfrutalo y acabá adentro que yo me cuido.
Volvimos a comernos las bocas. Mi lengua y la de Carla se entrelazaron en un delicioso beso.
-Ya casi estoy... Ahh, ahh, ahh…
Carla movió su pelvis y exploté en su interior. Siguió haciéndolo un poquito más hasta que mi pene comenzó a perder dureza. Apoyó su boca en mi hombro y me cubrió de besos.
-¿Te gustó?
-Me ecantó. Fue lo mejor que me pasó en la vida.
-Bien, nene. Tenés más aguante de lo que suponía.
Esa misma tarde volvimos a coger en su dormitorio. Siempre haciendo lo que a ella le gustaba: una previa sin apuro, estimulación de sus tetas y cabalgata. A partir de esa primera vez continuamos con las clases particulares. Primero de Matemática y después de sexo. En algunas ocasiones intenté darle sexo oral, pero la verdad es que yo no tenía experiencia –era tan torpe que le hacía cosquillas- y a ella tampoco le interesaba que aprendiera a chuparle la concha. Carla era muy buena con los petes, pero cuando me los hacía eran para que yo alcanzara o mantuviera la erección; porque lo que ella más disfrutaba era tener mi pija dura en su interior y poder cabalgarla el mayor tiempo posible.
Finalmente, llegó la fecha del examen y rendí con la máxima nota. Tuvimos un último encuentro que fue la despedida. Si bien los dos gozábamos de esas tardes de sexo, la profe entendió que nuestra “relación” no daba para más y me animó a buscar una novia de mi edad.
Sigo teniendo un lindo recuerdo de todo lo que pasó. Lo he hablado con ella y sé que va leer este relato. Así que, gracias, Carlita. Te mando un beso enorme.
3 comentarios - Primera vez con la profe......