Ella tiene 46 años y lleva encima el esplendor de la madurez, la majestuosidad de la cuarentena bien llevada que vuelve tan exquisitas a algunas mujeres. Es atractiva y lo sabe. Nota que ellos se dan la vuelta, cuando va por la calle y se siente orgullosa de su elegancia y de su feminidad. Se ha cuidado mucho y eso se hace notar en su físico, que conserva bien una armoniosa figura.
Se casó joven, con un viudo que le lleva doce años.
Cuando se conocieron él había quedado solo con un niño de cinco años. Lo ha cuidado como si fuese suyo, y nunca existió ninguna diferencia con la hija que luego tuvo con su esposo, ha sido una madre responsable y amorosa para ambos.
A pesar de la diferencia de edad, su marido la amado y lo sigue haciendo. En todos los sentidos, aunque físicamente ahora ya le cueste un poco más. Ha sido y sigue siendo muy mujer. A veces no puede evitar la fantasía, el deseo de conocer algo distinto, de caer en esas proposiciones que de vez en cuando algún amigo insinúa. Pero continúa fiel a su marido.
La hija del matrimonio tiene 12 años. El hijo, porque siempre ha sido su hijo y nunca se ha sentido madre sustituta, tiene ahora 18, y sigue también estudiando. El chico, aún siendo tan niño, fue consciente de la muerte de su madre, pero la ha querido a ella como si fuese su propia madre. Es chico excelente, trabajador, educado y bien parecido, pero con excesiva timidez. Sufre por esa causa y sus padres intentan ayudarlo. Esa falta de confianza en si mismo le hace ser introvertido, con dificultad para relacionarse con las chicas de su edad.
Ahora, con el padre trabajando muchas horas fuera de casa en sus negocios y la hermana con muchas actividades escolares por la tarde, pasan mucho tiempo solos. Tienen una buena relación de convivencia, cada cual en su parcela, se respetan y colaboran.
Esta tarde de últimos de verano está resultando algo tediosa. Ella sentada en el sofá, lee con gesto algo aburrido, al tiempo que mira la televisión. El chico en su habitación, se dedica a sus cosas e intenta estudiar un poco.
Son las cinco de la tarde y el joven aparece en el salón. Viste un ligero pantalón deportivo y una camiseta.
- Mamá… que haces?
- Nada, hijo, pasar el rato. Tenía pensado salir a unas compras, pero lo dejaré para mañana, no me apetece cambiarme. ¿ Tú que has hecho, has estudiado?.
- No.
- ¿No?. ¿Y eso, te ocurre algo?.
- No, mamá. Estoy bien… Bueno, no sé, no estoy seguro…
Ella deja el libro a un lado y le presta más atención.
- Ven, cariño, siéntate a mi lado. Cuéntame, que te sucede.
- Verás, mamá. Tú sabes lo que me ocurre, verdad. Quiero decir que me cuesta trabajo estar con chicas. Y mis amigos tienen sus novias, o comentan que están con mujeres. Yo de eso nada, y me siento raro. Me cuesta concentrarme a veces, no consigo estudiar, me pongo algo nervioso.
Ella le dedica una sonrisa cariñosa y complaciente. Está sentada en un rincón del sofá. Tiene una pierna doblada, subida en el asiento y debajo de la otra, en postura muy juvenil. Lleva una bata ligera de andar por casa.
- Yo entiendo bien lo que te pasa, cariño. Te lo explicaré. Ven, siéntate aquí, cerca de mí.
Ella estira ahora la pierna que tiene doblada, dejándola sobre el asiento. Le hace sentarse entre sus piernas. Él apoya su espalda en ella y la cabeza en su hombro. Se siente mimado, su madre adoptiva siempre le ofreció el mejor cariño. Con ella se siente seguro y sus miedos desaparecen. Al colocar al chico sentado entre sus piernas, la bata se ha abierto forzosamente y los muslos de la mujer quedan al descubierto, hermosos, bronceados por el sol de la playa, muy tersos y brillantes.
- Verás, cielo.. –continúa ella-. Te has hecho un hombre sin darte cuenta. Y cuando se llega a tu edad hay unas necesidades, tan importantes como el comer.
- Sí, mamá. Sigue, me gusta que me lo expliques bien.
Ella le sujeta por el pecho con un brazo y lo aprieta contra ella. Ambos siguen mirando la televisión distraídos. Con la otra mano, acaricia el pelo del chico.
- Verás, cariño. A tu edad, es normal que se sienta una gran atracción por las mujeres. La sexualidad es importante, es un reclamo de la naturaleza que no podemos evitar. Y es bonito vivirla y disfrutarla.
- Sí, mamá, pero a mi las chicas no me hacen mucho caso, lo sabes.
- Bueno, eres un chico tímido, pero lo superarás, no te preocupes.
- Ya, ya… pero mis amigos y compañeros, creo que ya se han estrenado..
- Jajajajaa… ¡ . Bueno, hijo, no le des mucha importancia, es también muy normal entre los chicos de tu edad presumir, y tirarse algún farol. No te lo creas todo. Pero entiendo que desees ya tener una relación con una chica. Has llegado a la mayoría de edad y como te digo fuerza de la naturaleza te llama.
Ella ahora baja la mano hasta el estómago del joven y busca su cintura bajo la camiseta. Encuentra su piel y sube la mano hasta su pecho, acariciándole. Él se apoya más contra ella, y se deja besar los cabellos, mientras que su madre ya más que hablarle, le susurra despacio al oído.
- ¿Pero tú me ves normal, mamá…?
- Yo te veo muy hombre, cariño mío. Lo noto.
- ¿En qué lo notas?.
- Bueno, más bien lo veo, lo veo ahora…
La madre hace un ligero gesto con la mano hacia la parte de la cintura del chico. Debajo del pantalón ligero del chandal el bulto potente de la erección del joven es bien visible.
- Mamá, uufffffffffffff, que vergüenza…¡. Perdona… -el hijo se protege con las manos, procurando que no se note-.
- Tranquilo, cariño. –Ella aparta con delicadeza las manos del chico, y las coloca una en cada muslo de ella-. Mejor así, no te de apuro. Debes estar orgulloso de tu virilidad, no la escondas. Además, me encanta verte.
Ella siente las manos cálidas del chico en sus piernas. De momento las manos no se mueven, pero luego inician un recorrido suave por los muslos.
- Mamá, tienes una piel muy suave y unas piernas muy bonitas.
- Gracias, cariño. Me agrada que te guste como mujer.
La mano de la madre sigue recorriendo el pecho del hijo, bajo la camiseta. Le sigue besando tiernamente, el pelo, ahora las orejas.
- Creo que tengo que aliviarte esa tensión que tienes cariño. Mamá te ayudará, lo necesitas, con esa tensión no puedes centrarte.
- ¿Y como lo harás, mamá?.
- Ahora lo verás, cielo. Tú relájate, no te preocupes por nada.
La mano de la mujer baja ahora desde el pecho hasta su vientre. Y sigue bajando más, hasta introducirse bajo la cintura elástica del pantalón deportivo.
- Cariñooooooooooo……….¡. Vaya instrumentoooooo…¡. ¿ Y con este arma andas tú con complejos con las chicas?.
Agarra delicadamente el miembro que está al máximo de su erección. El cuerpo del joven se tensa. Ella baja ahora la cintura elástica y su slip, quedando al aire la gruesa verga.
- Mamá,mamá…. –la voz del chico es un gemido algo angustioso-. Mamá, nunca me han hecho esto…
- Tranquilo, cielo. Necesitas esto, estás muy tenso. Déjate llevar por mamá.
Sigue la mano de la madrastra acariciando el sexo del hijo. Lo hace bien, con maestría, es hembra experta. Sube y baja, estirando delicadamente la piel hacia arriba y abajo, acariciando el glande con los dedos. El chico se hunde algo más en el asiento, cierra los ojos, aprieta ahora los muslos de la madre, gime, algo temeroso de lo que le va a ocurrir.
- Mamá… si sigues así, voy a terminar…me da apuro…
- No pasa nada, mi amor. Me apetece ver como lo haces.
Ella acelera el ritmo, apretando algo más el falo. Siente en su mano las contracciones del joven. Dirige la punta del potente instrumento hacia el vientre del chico y con la otra mano levanta la camiseta hasta el pecho para evitar mancharla. Y acierta, porque en ese momento un fuerte chorro de esperma se escapa, y a continuación otro también copioso, que llega bien arriba. Un tercer espasmo y un nuevo flujo ya más escaso finaliza la tremenda eyaculación.
El hijo se siente ahora turbado. La masturbación que le ha hecho la madre lo tiene confuso.
- Mamá, voy a buscar algo para limpiarnos, te has manchado la mano.
- No cariño, quédate aquí. Llevo muchos años casada con tu padre, cielo, no voy ahora a asustarme de tu semen. Quiero verlo ahí, en tu vientre, me encanta. Ahora es cuando más te siento como un verdadero hombre.
La madre juega ahora con el esperma. Con los dedos lo va repartiendo por el vientre del chico, como si fuese una crema. Cuando termina, un ligero resto que le queda en los dedos se lo lleva a la boca y lo lame ligeramente….
- Mamáaaaaa………Cómo haces eso?. No te da asco?
- No cariño…….Ya lo irás aprendiendo. Esto es sexo, sexo dulce entre tú y yo y nada hay que deba rechazarse. Descansa ahora un poco.
Pasa un rato largo. Ninguno dice nada, pero siguen abrazados. Hay calma en el chico, relajación, pero su juventud le hace mantener la erección a pesar de la intensa corrida. La madre observa.
- Eres todo un hombre, cariño. Harás muy feliz a cualquier mujer.
La hembra ha ido despertando. Ha centrado en este acto su cariño maternal, pero no es de piedra. Se nota mojada. Abre algo más los muslos y aprieta más al hijo contra ella. Ahora desea intensamente ser disfrutada. Mueve la cintura hacia delante, para intentar rozar su sexo contra el joven, pero eso no conduce a nada.
Lo empuja suavemente hacia delante, para que se retire un poco y agarrando la camiseta la sube hasta quitársela.
- Ponte de pie, cariño. Quítate todo.
El hijo se levanta y ella le baja los pantalones y la ropa interior. Está espectacular, su cuerpo atlético con sus 18 años luce con el miembro totalmente levantado.
- Siéntate otra vez a mi lado. Ven.
Vuelve a sentarlo entre sus piernas. Ella está con la bata muy arremangada y las piernas totalmente desnudas. Lo hace sentarse un poco de lado, en lugar de darle la espalda como antes.
- ¿ Estás a gusto, cariño?.
- Mucho, mamá. Mucho.
- ¿Qué te apetece ahora, cielo?.
- No lo sé, mamá… No…No….no sé que decir.
- Yo sé lo que quieres, cariño. Quieres a la mujer, quieres descubrir lo que es hacer el amor. Quieres cariño, quieres hacer el amor con mamá, quieres tenerme desnuda?.
El hijo no contesta, abrumado. Pero sus manos van ahora al escote de la madura y tímidamente desabrocha un par de botones de la bata. Los senos grandes de la mujer son muy vistosos. Con el sujetador negro que lleva puesto están subidos, turgentes y orgullosos.
El chico mira, extasiado, los ojos abiertos, atraído por los pechos femeninos como si fuesen un imán. Ella complaciente, decide ayudarlo. Retira ahora la bata, sacando las mangas y dejándola abrochada solo en la cintura. Seguidamente con gesto algo lascivo, lento, elegante, se lleva las manos a la espalda y suelta el broche del sujetador. Retira los tirantes, dejándolos deslizar lentamente por los hombros. Retira la prenda. Se tapa un poco con los brazos, con gesto inocente y pícaro al mismo tiempo. Pero al momento los retira, dejando los soberbios senos al descubierto. Grandes, ligeramente caídos, pero cargados de un profundo erotismo. El joven está pálido de la emoción.
- ¿Qué te parece, mi amor?.
Tampoco nada dice el joven, es como si hubiese enmudecido de repente.
- Vamos, a que esperas… Tócalos….
Las manos de él se animan. Con miedo, acaricia la piel suave, tersa de los pechos maduros. Ella le agarra la mano y la aprieta fuerte con el seno.
- No tengas miedo, mi vida.. Aprieta fuerte, disfruta, que te lo mereces.
La erección del chico es ahora más fuerte. La madre lo ve y sonríe. Se siente deseada. Ha llegado el momento y quiere ser suya. Que la recuerde siempre, como madre, pero al mismo tiempo como la primera que le hizo hombre. El pensar que su niño perderá la virginidad dentro de ella la inunda de felicidad.
- Ven, cielo, levántate otra vez… espera un momento…
El chico se vuelve a levantar y ella se coloca. Se echa totalmente en el sofá. Saca su braguita negra y desabrocha la bata. Una pierna doblada con el pie apoyado en el asiento, el otro pie en el suelo. Muy desnuda. Muy mujer. Muy hembra.
Su niño se sienta ahora en el sofá a sus pies. Ella se abre aún más. Impúdica. Tiene el sexo depilado, hermoso. El hijo tiembla un poco pero su vista está clavada amorosamente en ese punto, entre las piernas de la mujer. Solo acierta a balbucear un poco.
- Ma…má… Mamá…. Ahora que…que…que hago…
- Quiero que me penetres, vida mía, que seas hombre por primera vez conmigo. Quieres?
- Sí, sí, mamá, sí..
Ella abre los brazos, amorosamente. Un gesto dulce de bienvenida, infinitamente delicado. Nada tienes que temer, hijo, parece decir. Serás feliz sobre mí, conocerás la dicha sobre la piel de la que ha hecho como tu madre tantos años. Que más te puede dar, esa madre adoptiva, que no sea ya ella misma.
El se deja caer sobre el cuerpo de ella. A pesar de su miedo, su juventud le mantiene en esa fuerte virilidad. Ella le abraza fuerte. El empuja, con su sexo, de forma inconsciente, inexperta. No hay problema, la madre está allí para todo. Y mete la mano entre los dos cuerpos desnudos, agarrando el duro instrumento que dirige con cuidado a su entrada jugosa.
- Ahora, cariño mío, ahora… Empuja despacio, despacio…asíiiiiiiiii…. Eso es, muy bien, mi cielo, muy bien. Lo haces muy bien. Un poquito más, eso…sí, sí.
Se produce el acoplamiento sin problemas. Ella está muy relajada y él, aún con su inexperiencia, mantiene una dureza que le hace entrar en el cuerpo de la mujer hasta el fondo. Siente un calor nuevo, una suavidad muy distinta a su propia mano, que es lo único que ha conocido para aliviarse hasta hora.
Ella ahora sube el pie del asiento hasta el respaldo, dobla la rodilla y la sube cerca de su pecho, elevando el trasero.
- Aprieta más, eso es.... Métela bien… Te gusta, a que sí? Sé que te gusta, tienes cara de felicidad.
El hijo sigue sin contestar, solo hace un gesto afirmativo, de profundo agradecimiento a la mujer. Ahora le está cogiendo el gusto, se está moviendo un poco, bombeando el dulce coño de la madura.
- Caray, le estás cogiendo pronto el tranquillo… Eres muy hábil, me haces gozar mucho, vida mía. Ya podrás presumir delante de tus amigos que has tenido a una mujer, pero sin decirle nunca que he sido yo, claro. Me lo prometes?.
Nuevo gesto afirmativo. Un dulce gemir del hombre. Ella lo adivina. Y de pensar que arrancará una nueva eyaculación al chico, se licua y chorrea dulcemente. Lo abraza con fuerza, con toda su fuerza. Cruza las piernas sobre su espalda, totalmente levantadas.
- Apriétame, aprieta, amor… No te retires….no me dejes, cielo mío…..no dejes a mamá ahora…te necesito…ayyyyy…..
El orgasmo. O los orgasmos? Ella no sabe si ha sentido uno o dos. Quizás dos, encadenados. Que más da. Felicidad completa es lo que ahora siente. El chico está como derrumbado sobre su hombro. Sigue mudo, no es para menos, ha sido muy fuerte e inesperado. Pero su rostro refleja también profunda satisfacción. Ella sabe bien que ahora su semilla está dentro. Una ternura inmensa la invade. Se deja ahora vencer por un dulce sopor, unos minutos, no hay mucho tiempo. Aparta despacito al chico de encima suyo…
- Vamos cielo, hay que vestirse, pronto vendrá tu hermana.
Se levantan y ella le da el último abrazo y un tierno beso.
- Harás feliz mas veces a mamá, como hoy?
- Todas las veces que quieras, madre, todas las que quieras, incluso más de una vez al día, si lo deseas.
Ahora la voz del joven ha sonado por fin contundente, firme. Como si el acto sexual le hubiera dado la confianza que le faltaba.
- Jajjajajaa… cariño… creo que con una vez al día me bastará, soy algo mayor. Pero bueno, quizás un día nos demos el capricho de repetir.
Cada uno se dirigió a un baño para ducharse y vestirse.
Una nueva vida comenzaba para ambos...
2 comentarios - La madrasta