No dejes de pasar por mi mejor post
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No te vas a arrepentir!
VILLA MITRE
Villa Mitre es una pequeña ciudad, a mi modo de ver un pueblo grande que vive tranquilamente flanqueado por grandes montañas, donde no sucede mucho, no abunda la tecnología, ni el desarrollo, no hay demasiado para hacer y la mayoría de sus habitantes terminan siendo empleados del estado.
Ese era mi hábitat, ahí nací, ahí me crie, ahí pasaban mis días…
Estudié profesorado de educación física, siempre me habían gustado los deportes y me había destacado en mis estudios secundarios entre el resto de mis compañeras de estudio, fui capitana de vóley y participé en varios torneos interestatales representado al colegio.
De alguna manera me hice un tanto conocida, así cuando tenía unos veinticinco años, ya era profesora de educación física, trabajaba en un colegio primario con pequeños por la mañana y en uno secundario con adolescentes por la tarde.
Siempre fui una chica de llamar la atención, tal vez por el casi metro ochenta de estatura, poco común para una mujer, tal vez por mis largas piernas, tal vez por mis caderas o mi cola respingona.
De tez cobriza, y cabellos castaños claros, lacios, que siempre lo usé peinado con raya al medio, en corte pasando las orejas, como máximo hasta los hombros, de cara redonda, nariz pequeña y grandes ojos negros, de gruesas cejas y gruesos labios, honestamente y modestamente, siempre me consideré bonita, mi complejo son mis pechos pequeños, que no muestran sintonía con el resto de mis curvas.
Y hasta aquí en mi vida no había pasado demasiado, trabajos, ejercicios, deportes, algunos novios, un poco de sexo, y ya…
Pero cometería un error, un terrible error…
Ese año, un chico, uno de mis alumnos, tenía dieciséis, parecía de veinte, se me hizo irresistible, empecé a ver lo que no era, lo acosé, lo acorralé, lo puse donde quería…
Fue todo un terrible y pesado peso entre ambos, un secreto que debimos mantener…
Lo cierto es que, a mitad de año, con alguna tonta excusa lo aparté del resto, y le di una terrible chupada de verga…
Y esto se repitió hasta terminar el año, una y otra vez…
Y yo sabía que estaba mal, que era menor, y que podía terminar entre las rejas, pero era demasiado tentador, no podía evitarlo, me gustaban esos chicos adolescentes, tan varoniles, tan inexpertos, mi rol de profesora me excitaba y yo solo quería practicarle sexo oral, lamerle esa hermosa verga, dura, sentirla latir en mi boca, hacer mi mejor trabajo, conseguir mi premio, sentir su semen caliente en mi lengua, dejarlo correr por mi garganta, era algo tan excitante como peligroso…
Al fin, al terminar el año supuse que esa historia sería pasado, y así lo fue, nuevo curso, nuevos alumnos, nueva vida…
Pero el demonio se había apoderado de mí, en el siguiente año repetiría mi acoso con otro chico, siempre de rodillas, siempre solo a beber sus jugos…
Nunca tuve la respuesta, pero los adolescentes vírgenes me atraían demasiado, un raro sentimiento, profesora, alumno, ellos aun dejando atrás la inocencia, yo teniendo el control, chupar una y otra vez esas vergas calientes, tomar todo su semen, como fuente de energía, como juventud eterna, era como abusar de mi poder para someterlos, solo para darles el poder para que me somentan…
Año dos mil ocho, tercer año consecutivo, nuevamente me había jurado no caer, nuevamente caí…
Esta vez fue peor, Brian me pegó duro, un chico de tez blanca, cabellos castaños, tirando a rubión, de mirada tierna y enormes ojos azules, rostro de ángel, alto, espigado, un tanto escuálido, con un inocencia y un respeto fuero de lo común, con una educación ejemplar, no digo que me enamoré, pero realmente sentí una atracción fatal hacia él, chuparle su hermosa verga y tragarme sus jugos me supo a poco, empecé a escribirle, a decirle lo que me hacía suspirar, mis deseos de sentir sus manos sobre mi piel, cuanto me mojaba solo imaginando, como temblaba al sentir su carne en mi boca…
Fue solo buscarlo en cada oportunidad, y él se dejaba buscar, solo apartarlo de la manada y poder chuparle la pija, hasta el final…
Sobre principios de diciembre, pleno fin de cursos pasó algo inesperado, lo abordé en los vestuarios, era tarde y en teoría nadie nos molestaría, íbamos a coger por primera vez, y era la primera vez que iba a coger con uno de mis alumnos, nos besamos acaloradamente y le dije que antes me dejara hacer un rato lo que a mí me gustaba hacer, se sentó sobre uno de los bancos y yo me arrodillé en el piso, solo desnudé su sexo y empecé a lamerlo como una golosina…
Me gustaba tanto chuparle la verga que me abstraje del entorno, solo su pija, solo yo.
En un punto él se sintió incómodo y buscó de apartarse… dos de sus amigos, dos de mis alumnos nos habían sorprendido, siempre corríamos ese riesgo y esta vez no hubo retorno…
Como arreglamos el entuerto? No me juzguen… pero me ofrecí a darles sexo oral a los tres a cambio del silencio…
Y así me vi envuelta en una trágica e improvisada sesión de sexo oral, una loca orgía, la perversa profesora con tres inocentes alumnos…
Fue alucinante, hacer lo que muchos fantasean, aunque sea una vez en la vida, me sentí tan puta, y lo sentí tan rico, mis manos rodeando carne, mi boca llena de pecado, tomando una, tomando otra, metiéndolas profundas, rozando sus glandes, en un momento les dije
Solo olviden que soy su profesora, quiero que me traten como una puta, saquen sus instintos ocultos…
Brian, fue el primero en venirse, él ya sabía del tema, su semen pegó en mis labios, un poco de costado, parte fue dentro de la boca, parte quedó en mis cachetes y en mis labios, otro llegó después, aún mantenía la leche tibia de Brian jugando entre mis muelas, cuando recibí una gran oleada de leche… ellos se reían, y yo disgustaba una mezcla de ambos machos, me sentí tan puta…
Me dedique al tercero, que parecía un tanto nervioso, solo para él, a chupársela toda, su verga en breve quedó llena de la leche que aún tenía en la boca, se hizo todo muy excitante y nauseabundo.
Al fin lo sentí venir, empuje entonces bien adentro para recibirlo en mi garganta, eyaculó como un caballo y casi me hizo atragantar… pero pude con todo, solo seguí lamiendo y tragando hasta no dejar huellas…
Les hice jurar a los tres, esto no había sucedido, jamás había sucedido…
Solo nos despedimos, tomé un caramelo de menta para matizar el excitante amargor y el pecaminoso olor de mi boca…
Pasaron los días, pensé con la cabeza fría, hasta donde iba a llegar? cuantas veces había dicho la última y cuantas veces volvía a caer ante la tentación de saborear una buena verga, y sabía a qué me exponía, por más que ya tuvieran diecisiete para la ley ellos eran menores, eran mis alumnos, de saberse nadie me sacaría de la prisión y sería la burla y hazme reír de toda la poblada…
Mis días en Villa Mitre estaban contados, ese verano renuncié, armé mis valijas y dejé atrás la ciudad, no di muchas explicaciones, no podía darlas…
Solo desaparecí, no dejé rastros, solo mis lazos familiares, me fui a vivir a otro pueblo, aún más pequeño, el desolado Rio Colorado, que se levanta a la margen del río de nombre homónimo.
Y fue ahí donde planifiqué un antes y después, basta de profesorado, si continuaba con eso volvería a tropezar, así que me empecé a ganar unos pesos dando clases de rehabilitación a personas de la tercera edad.
Pasó el tiempo, conocí a Agustín, hijo de uno de los tantos abuelos a los que yo le daba clases, nos enamoramos, nos casamos.
Poco después llegó Romina, nuestra hija y hace seis meses Fabricio, nuestro segundo hijo.
Y fui muy feliz en mi nueva vida en Rio Colorado, y si bien visitamos muchas veces Villa Mitre, jamás hablamos de mi oscuro pasado, al menos de la parte sexual con mis alumnos…
Ya había dejado en el cofre de los recuerdos toda esa parte de mi vida, pero el diablo siempre mete la cola…
Una de mis primas que aún vive en Villa Mitre nos invitó a su fiesta de casamiento, como dije, viajábamos a menudo a mi querida ciudad, y estaba al tanto de su relación y esto no suponía nada, solo una fiesta más.
Estoy en una situación un poco rara, mi niño, Fabricio, ha dejado prematuramente de amamantarse, casi no toma teta, sin embargo aún tengo demasiada leche en los pechos y los siento enormes como globos, me da risa, pero es la primera vez que siento que tengo tetas y las siento saltar de un lado a otro.
Aproveché la situación así que me compré un vestido entallado en un degradé de colores primaverales, que ajusta en mi cintura y en mis caderas y se amplía a medida que cae el suelo.
La parte superior carece de breteles, solo ajusta mis pechos haciéndoles emerger como dos pelotas, la verdad es que a pesar de haber sido madre hace muy poco tiempo, el corte hacía saltar mi instinto felino, usé unos zapatos con poco taco, para no sobrepasar a mi esposo y me corté el cabello a las orejas para lucir unos largos pendientes, me maquillé lo suficiente y resalté mis labios en un rojo fuego.
Solo viajamos, presenciamos la ceremonia y luego fuimos al salón, nos acomodamos a la mesa asignada.
En verdad me sentía muy sexi, pude notar como muchos reparaban en el detalle de mis grandes pechos, claro, si nunca había tenido tetas…
Fue entonces cuando sucedió, se acercó el mozo que nos atendería esa noche, llegó por mi espalda así que solo sentí si voz entre el bullicio y la música, su tono me resultó familiar, giré disimuladamente mi cabeza para observarlo, un joven de cabellos lacios a los hombros, alto, de enormes ojos azules, esos ojos azules, el mismo Brian, tragué saliva, él se mostró tan sorprendido como yo, pude notarlo, solo se quedó observando en silencio, de una manera que me quemaba la vista, esa noche todos me miraban los pechos pero él me mantuvo fija la mirada, solo sus ojos, solo mis ojos…
Como explicarlo, una rara situación, mi esposo, mis hijos, mi familia, la fiesta, pero en algún punto del especio Brian y yo estuvimos conectados, una química muy especial que me hizo repasar cada instante que habíamos vivido y que solo me quitaba el aire, él se acercó una y otra vez tratándome con respeto e indiferencia, solo hablándome con sus ojos en un idioma ilegible para los demás…
Era tarde, Fabricio se había dormido y Romina luchaba por no hacerlo, estaba sofocada, le pedí a Agustín que se quedara con los niños y me diera un tiempo para salir al patio trasero, al descampado a tomar aire y fumar un poco.
Así lo hice, en una mano tenía una copa de champagne y en la otra el delgado y humeante cigarro. Me llené las fosas nasales con aire fresco y puro de la noche, una noche estrellada, limpia, perfecta, cerré los ojos y en ese momento sentí la voz de Brian pronunciando mi nombre…
Un escalofrío corrió por mi cuerpo, se me erizó la piel, tragué saliva como reflejo involuntario, solo lo miré, cuan hermoso estaba, ya no era ese niño escuálido, era todo un hombre, de anchas espaldas, fornido, atlético, un bocado difícil de evitar…
No había muchas personas en ese lugar, pero en verdad no estábamos solos, así que discretamente nos alejamos un poco y nos perdimos en la oscuridad que nos daban unos frondosos árboles, buscamos privacidad.
No teníamos mucho tiempo, mi esposo se incomodaría, el rompió el silencio, me dijo algo así como
Estás hermosa, te eché de menos, no tienes idea cuanto te extrañé, creo que hasta te odié en ese momento, solo desapareciste…
Le expliqué los motivos, mis miedos, mis pesares, el volvió a hablar
Lo sé, no pude entenderlo en ese momento, era muy joven, pero si puedo verlo ahora… y créeme, aunque la ley, o la sociedad, o las reglas digan que eso estaba mal, y que abusabas de mí, quiero que sepas que fue lo más maravilloso que me pasó en la vida…
Sonreí, como agradecida por el halago y como sacándome un peso de encima
Tenes novia? te casaste? – pregunté de la nada…
Tuve novias, me casé y me divorcié… no funcionó…
Seguramente debí seguir preguntando por su vida, pero por primera vez noté que Brian no me miraba a los ojos, por primera vez su vista estaba fija en mis pechos inflamados y eso fue muy excitante para mí, como un reflejo de años atrás, como la tentación del pecado, solo estiré mi mano a su sexo, acaricié su paquete, estaba duro, ya no existieron palabras, era el momento oportuno…
Dejó caer su chaqueta sobre el césped, me arrodillé sobre ella con cuidado de no ensuciar el vestido, mi rostro quedó a la altura de su sexo, solté la hebilla, bajé el cierre, saqué su bestia…
Estaba hermosa, como siempre lo había estado, noté que se había circuncidado y su glande desnudo lucía majestuoso a la luz de la luna, lo masturbé lentamente con mis manos, solo mirándolo a los ojos, observando el placer en su rostro…
No pude resistir la tentación mucho tiempo, acerqué mis labios y comencé a besarlo suavemente, tan suave, tan perfecto…
Fui con mi lengua hasta su base, y lo recorrí lentamente hasta la punta, metí su cabeza en mi boca y la rodeé con mi lengua, una y otra vez, volví a hacerlo, arrancando desde la base, y me excitaba con el placer que le daba, el parecía perderse en el juego.
Lo metí en mi boca, estaba tibio, con un sabor especial, me sentí golosa y lo empujé tan profundo como pude, salí un poco y volví a empujar, y otra vez, todo lentamente, tan lento como podía, disfrutando cada segundo, porque cada segundo sería único e irrepetible, deslizando su glande por mi lengua.
Me sentí rara, mis pechos estaban afiebrados y los sentía derramar leche bajo el sostén impregnando los protectores mamarios, no podía distinguir el motivo, pero ciertamente era muy rico, muy excitante, me sentí humedecer entre las piernas, yo solo seguía lamiendo lentamente, como si fuera la primera vez, como si fuera la última vez, una tenue electricidad envolvía cada poro de mi piel y todo se concentraba entre mis piernas, sentía punzar mi sexo, pequeños, nuevos y exquisitos orgasmos que escapaban haciéndome gemir inconscientemente con esa verga en la boca, mis pezones duros derramando leche materna, rozando con la suave tela de mi sostén, era todo tan rico y loco que me hacía perder en mis sueños…
La dureza y contracción involuntaria de la verga de Brian me trajo a la realidad, estaba por acabar, dejé mi placer de lado para concentrarme en el suyo, quería que fuera único, irrepetible, dejé mis manos en sus caderas e hice casi imperceptibles los movimientos de la lengua bajo su glande, quería tenerlo en la cima lo más que pudiera tenerlo, en un permanente y eterno orgasmo, que llegara, pero que nunca lo hiciera.
Apenas una o dos gotas de semen escaparon, pude sentir su exquisito sabor, por lo que casi me detuve en la marcha, lo sentía latir en mi boca, apenas un roce de mi lengua, casi imperceptible, la nada misma, como una brisa sobre el rostro, para sostenerlo ahí, y de pronto…
La catarata, una avalancha incontenible, imparable, masculina, perfecta, una explosión en mi boca, entonces si aceleré el ritmo, como una locomotora, mezclando mi saliva con litros de semen, era solo acabar y acabar, el gemía y se contraía y eso me excitaba, bebí hasta la última gota de su pecado…
Me sentí tocar el cielo con las manos, el me ayudó a incorporarme mientras acomodaba su sexo entre las prendas, noté que tenía las rodillas entumecidas, no teníamos tiempo de seguir hablando, así que solo intercambiamos números de celulares.
Volví a la mesa, Agustín estaba con Romina dormida en sus brazos y el pequeño se mostraba inquieto en el coche, era demasiado tarde, me abrazo, no dijo nada, solo me dio un beso en los labios que me incomodó un poco puesto que aun sentía el sabor de los jugos de Brian en mi boca.
Tomé a Fabricio entre mis brazos, desnudé uno de mis pechos y lo amamanté, era una necesidad mía, seguramente el me rechazaría, pero tuve suerte, el empezó a succionar, lo necesitaba, como lo necesitaba, me avergüenzo al narrar que tuve que morder mis labios para disimular los hermosos orgasmos que tuve sentada a la mesa, con la imagen de Brian en mi cabeza…
La fiesta se terminó y volvimos a casa, a nuestra rutina del día adía.
Hoy me escribo a escondidas con Brian, él ha despertado todo ese pasado oculto, y es posible que en breve viaje sola a Villa Mitre.
Si te gustó la historia puedes escribirme con título ‘VILLA MITRE’ a dulces.placeres@live.com
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir!
VILLA MITRE
Villa Mitre es una pequeña ciudad, a mi modo de ver un pueblo grande que vive tranquilamente flanqueado por grandes montañas, donde no sucede mucho, no abunda la tecnología, ni el desarrollo, no hay demasiado para hacer y la mayoría de sus habitantes terminan siendo empleados del estado.
Ese era mi hábitat, ahí nací, ahí me crie, ahí pasaban mis días…
Estudié profesorado de educación física, siempre me habían gustado los deportes y me había destacado en mis estudios secundarios entre el resto de mis compañeras de estudio, fui capitana de vóley y participé en varios torneos interestatales representado al colegio.
De alguna manera me hice un tanto conocida, así cuando tenía unos veinticinco años, ya era profesora de educación física, trabajaba en un colegio primario con pequeños por la mañana y en uno secundario con adolescentes por la tarde.
Siempre fui una chica de llamar la atención, tal vez por el casi metro ochenta de estatura, poco común para una mujer, tal vez por mis largas piernas, tal vez por mis caderas o mi cola respingona.
De tez cobriza, y cabellos castaños claros, lacios, que siempre lo usé peinado con raya al medio, en corte pasando las orejas, como máximo hasta los hombros, de cara redonda, nariz pequeña y grandes ojos negros, de gruesas cejas y gruesos labios, honestamente y modestamente, siempre me consideré bonita, mi complejo son mis pechos pequeños, que no muestran sintonía con el resto de mis curvas.
Y hasta aquí en mi vida no había pasado demasiado, trabajos, ejercicios, deportes, algunos novios, un poco de sexo, y ya…
Pero cometería un error, un terrible error…
Ese año, un chico, uno de mis alumnos, tenía dieciséis, parecía de veinte, se me hizo irresistible, empecé a ver lo que no era, lo acosé, lo acorralé, lo puse donde quería…
Fue todo un terrible y pesado peso entre ambos, un secreto que debimos mantener…
Lo cierto es que, a mitad de año, con alguna tonta excusa lo aparté del resto, y le di una terrible chupada de verga…
Y esto se repitió hasta terminar el año, una y otra vez…
Y yo sabía que estaba mal, que era menor, y que podía terminar entre las rejas, pero era demasiado tentador, no podía evitarlo, me gustaban esos chicos adolescentes, tan varoniles, tan inexpertos, mi rol de profesora me excitaba y yo solo quería practicarle sexo oral, lamerle esa hermosa verga, dura, sentirla latir en mi boca, hacer mi mejor trabajo, conseguir mi premio, sentir su semen caliente en mi lengua, dejarlo correr por mi garganta, era algo tan excitante como peligroso…
Al fin, al terminar el año supuse que esa historia sería pasado, y así lo fue, nuevo curso, nuevos alumnos, nueva vida…
Pero el demonio se había apoderado de mí, en el siguiente año repetiría mi acoso con otro chico, siempre de rodillas, siempre solo a beber sus jugos…
Nunca tuve la respuesta, pero los adolescentes vírgenes me atraían demasiado, un raro sentimiento, profesora, alumno, ellos aun dejando atrás la inocencia, yo teniendo el control, chupar una y otra vez esas vergas calientes, tomar todo su semen, como fuente de energía, como juventud eterna, era como abusar de mi poder para someterlos, solo para darles el poder para que me somentan…
Año dos mil ocho, tercer año consecutivo, nuevamente me había jurado no caer, nuevamente caí…
Esta vez fue peor, Brian me pegó duro, un chico de tez blanca, cabellos castaños, tirando a rubión, de mirada tierna y enormes ojos azules, rostro de ángel, alto, espigado, un tanto escuálido, con un inocencia y un respeto fuero de lo común, con una educación ejemplar, no digo que me enamoré, pero realmente sentí una atracción fatal hacia él, chuparle su hermosa verga y tragarme sus jugos me supo a poco, empecé a escribirle, a decirle lo que me hacía suspirar, mis deseos de sentir sus manos sobre mi piel, cuanto me mojaba solo imaginando, como temblaba al sentir su carne en mi boca…
Fue solo buscarlo en cada oportunidad, y él se dejaba buscar, solo apartarlo de la manada y poder chuparle la pija, hasta el final…
Sobre principios de diciembre, pleno fin de cursos pasó algo inesperado, lo abordé en los vestuarios, era tarde y en teoría nadie nos molestaría, íbamos a coger por primera vez, y era la primera vez que iba a coger con uno de mis alumnos, nos besamos acaloradamente y le dije que antes me dejara hacer un rato lo que a mí me gustaba hacer, se sentó sobre uno de los bancos y yo me arrodillé en el piso, solo desnudé su sexo y empecé a lamerlo como una golosina…
Me gustaba tanto chuparle la verga que me abstraje del entorno, solo su pija, solo yo.
En un punto él se sintió incómodo y buscó de apartarse… dos de sus amigos, dos de mis alumnos nos habían sorprendido, siempre corríamos ese riesgo y esta vez no hubo retorno…
Como arreglamos el entuerto? No me juzguen… pero me ofrecí a darles sexo oral a los tres a cambio del silencio…
Y así me vi envuelta en una trágica e improvisada sesión de sexo oral, una loca orgía, la perversa profesora con tres inocentes alumnos…
Fue alucinante, hacer lo que muchos fantasean, aunque sea una vez en la vida, me sentí tan puta, y lo sentí tan rico, mis manos rodeando carne, mi boca llena de pecado, tomando una, tomando otra, metiéndolas profundas, rozando sus glandes, en un momento les dije
Solo olviden que soy su profesora, quiero que me traten como una puta, saquen sus instintos ocultos…
Brian, fue el primero en venirse, él ya sabía del tema, su semen pegó en mis labios, un poco de costado, parte fue dentro de la boca, parte quedó en mis cachetes y en mis labios, otro llegó después, aún mantenía la leche tibia de Brian jugando entre mis muelas, cuando recibí una gran oleada de leche… ellos se reían, y yo disgustaba una mezcla de ambos machos, me sentí tan puta…
Me dedique al tercero, que parecía un tanto nervioso, solo para él, a chupársela toda, su verga en breve quedó llena de la leche que aún tenía en la boca, se hizo todo muy excitante y nauseabundo.
Al fin lo sentí venir, empuje entonces bien adentro para recibirlo en mi garganta, eyaculó como un caballo y casi me hizo atragantar… pero pude con todo, solo seguí lamiendo y tragando hasta no dejar huellas…
Les hice jurar a los tres, esto no había sucedido, jamás había sucedido…
Solo nos despedimos, tomé un caramelo de menta para matizar el excitante amargor y el pecaminoso olor de mi boca…
Pasaron los días, pensé con la cabeza fría, hasta donde iba a llegar? cuantas veces había dicho la última y cuantas veces volvía a caer ante la tentación de saborear una buena verga, y sabía a qué me exponía, por más que ya tuvieran diecisiete para la ley ellos eran menores, eran mis alumnos, de saberse nadie me sacaría de la prisión y sería la burla y hazme reír de toda la poblada…
Mis días en Villa Mitre estaban contados, ese verano renuncié, armé mis valijas y dejé atrás la ciudad, no di muchas explicaciones, no podía darlas…
Solo desaparecí, no dejé rastros, solo mis lazos familiares, me fui a vivir a otro pueblo, aún más pequeño, el desolado Rio Colorado, que se levanta a la margen del río de nombre homónimo.
Y fue ahí donde planifiqué un antes y después, basta de profesorado, si continuaba con eso volvería a tropezar, así que me empecé a ganar unos pesos dando clases de rehabilitación a personas de la tercera edad.
Pasó el tiempo, conocí a Agustín, hijo de uno de los tantos abuelos a los que yo le daba clases, nos enamoramos, nos casamos.
Poco después llegó Romina, nuestra hija y hace seis meses Fabricio, nuestro segundo hijo.
Y fui muy feliz en mi nueva vida en Rio Colorado, y si bien visitamos muchas veces Villa Mitre, jamás hablamos de mi oscuro pasado, al menos de la parte sexual con mis alumnos…
Ya había dejado en el cofre de los recuerdos toda esa parte de mi vida, pero el diablo siempre mete la cola…
Una de mis primas que aún vive en Villa Mitre nos invitó a su fiesta de casamiento, como dije, viajábamos a menudo a mi querida ciudad, y estaba al tanto de su relación y esto no suponía nada, solo una fiesta más.
Estoy en una situación un poco rara, mi niño, Fabricio, ha dejado prematuramente de amamantarse, casi no toma teta, sin embargo aún tengo demasiada leche en los pechos y los siento enormes como globos, me da risa, pero es la primera vez que siento que tengo tetas y las siento saltar de un lado a otro.
Aproveché la situación así que me compré un vestido entallado en un degradé de colores primaverales, que ajusta en mi cintura y en mis caderas y se amplía a medida que cae el suelo.
La parte superior carece de breteles, solo ajusta mis pechos haciéndoles emerger como dos pelotas, la verdad es que a pesar de haber sido madre hace muy poco tiempo, el corte hacía saltar mi instinto felino, usé unos zapatos con poco taco, para no sobrepasar a mi esposo y me corté el cabello a las orejas para lucir unos largos pendientes, me maquillé lo suficiente y resalté mis labios en un rojo fuego.
Solo viajamos, presenciamos la ceremonia y luego fuimos al salón, nos acomodamos a la mesa asignada.
En verdad me sentía muy sexi, pude notar como muchos reparaban en el detalle de mis grandes pechos, claro, si nunca había tenido tetas…
Fue entonces cuando sucedió, se acercó el mozo que nos atendería esa noche, llegó por mi espalda así que solo sentí si voz entre el bullicio y la música, su tono me resultó familiar, giré disimuladamente mi cabeza para observarlo, un joven de cabellos lacios a los hombros, alto, de enormes ojos azules, esos ojos azules, el mismo Brian, tragué saliva, él se mostró tan sorprendido como yo, pude notarlo, solo se quedó observando en silencio, de una manera que me quemaba la vista, esa noche todos me miraban los pechos pero él me mantuvo fija la mirada, solo sus ojos, solo mis ojos…
Como explicarlo, una rara situación, mi esposo, mis hijos, mi familia, la fiesta, pero en algún punto del especio Brian y yo estuvimos conectados, una química muy especial que me hizo repasar cada instante que habíamos vivido y que solo me quitaba el aire, él se acercó una y otra vez tratándome con respeto e indiferencia, solo hablándome con sus ojos en un idioma ilegible para los demás…
Era tarde, Fabricio se había dormido y Romina luchaba por no hacerlo, estaba sofocada, le pedí a Agustín que se quedara con los niños y me diera un tiempo para salir al patio trasero, al descampado a tomar aire y fumar un poco.
Así lo hice, en una mano tenía una copa de champagne y en la otra el delgado y humeante cigarro. Me llené las fosas nasales con aire fresco y puro de la noche, una noche estrellada, limpia, perfecta, cerré los ojos y en ese momento sentí la voz de Brian pronunciando mi nombre…
Un escalofrío corrió por mi cuerpo, se me erizó la piel, tragué saliva como reflejo involuntario, solo lo miré, cuan hermoso estaba, ya no era ese niño escuálido, era todo un hombre, de anchas espaldas, fornido, atlético, un bocado difícil de evitar…
No había muchas personas en ese lugar, pero en verdad no estábamos solos, así que discretamente nos alejamos un poco y nos perdimos en la oscuridad que nos daban unos frondosos árboles, buscamos privacidad.
No teníamos mucho tiempo, mi esposo se incomodaría, el rompió el silencio, me dijo algo así como
Estás hermosa, te eché de menos, no tienes idea cuanto te extrañé, creo que hasta te odié en ese momento, solo desapareciste…
Le expliqué los motivos, mis miedos, mis pesares, el volvió a hablar
Lo sé, no pude entenderlo en ese momento, era muy joven, pero si puedo verlo ahora… y créeme, aunque la ley, o la sociedad, o las reglas digan que eso estaba mal, y que abusabas de mí, quiero que sepas que fue lo más maravilloso que me pasó en la vida…
Sonreí, como agradecida por el halago y como sacándome un peso de encima
Tenes novia? te casaste? – pregunté de la nada…
Tuve novias, me casé y me divorcié… no funcionó…
Seguramente debí seguir preguntando por su vida, pero por primera vez noté que Brian no me miraba a los ojos, por primera vez su vista estaba fija en mis pechos inflamados y eso fue muy excitante para mí, como un reflejo de años atrás, como la tentación del pecado, solo estiré mi mano a su sexo, acaricié su paquete, estaba duro, ya no existieron palabras, era el momento oportuno…
Dejó caer su chaqueta sobre el césped, me arrodillé sobre ella con cuidado de no ensuciar el vestido, mi rostro quedó a la altura de su sexo, solté la hebilla, bajé el cierre, saqué su bestia…
Estaba hermosa, como siempre lo había estado, noté que se había circuncidado y su glande desnudo lucía majestuoso a la luz de la luna, lo masturbé lentamente con mis manos, solo mirándolo a los ojos, observando el placer en su rostro…
No pude resistir la tentación mucho tiempo, acerqué mis labios y comencé a besarlo suavemente, tan suave, tan perfecto…
Fui con mi lengua hasta su base, y lo recorrí lentamente hasta la punta, metí su cabeza en mi boca y la rodeé con mi lengua, una y otra vez, volví a hacerlo, arrancando desde la base, y me excitaba con el placer que le daba, el parecía perderse en el juego.
Lo metí en mi boca, estaba tibio, con un sabor especial, me sentí golosa y lo empujé tan profundo como pude, salí un poco y volví a empujar, y otra vez, todo lentamente, tan lento como podía, disfrutando cada segundo, porque cada segundo sería único e irrepetible, deslizando su glande por mi lengua.
Me sentí rara, mis pechos estaban afiebrados y los sentía derramar leche bajo el sostén impregnando los protectores mamarios, no podía distinguir el motivo, pero ciertamente era muy rico, muy excitante, me sentí humedecer entre las piernas, yo solo seguía lamiendo lentamente, como si fuera la primera vez, como si fuera la última vez, una tenue electricidad envolvía cada poro de mi piel y todo se concentraba entre mis piernas, sentía punzar mi sexo, pequeños, nuevos y exquisitos orgasmos que escapaban haciéndome gemir inconscientemente con esa verga en la boca, mis pezones duros derramando leche materna, rozando con la suave tela de mi sostén, era todo tan rico y loco que me hacía perder en mis sueños…
La dureza y contracción involuntaria de la verga de Brian me trajo a la realidad, estaba por acabar, dejé mi placer de lado para concentrarme en el suyo, quería que fuera único, irrepetible, dejé mis manos en sus caderas e hice casi imperceptibles los movimientos de la lengua bajo su glande, quería tenerlo en la cima lo más que pudiera tenerlo, en un permanente y eterno orgasmo, que llegara, pero que nunca lo hiciera.
Apenas una o dos gotas de semen escaparon, pude sentir su exquisito sabor, por lo que casi me detuve en la marcha, lo sentía latir en mi boca, apenas un roce de mi lengua, casi imperceptible, la nada misma, como una brisa sobre el rostro, para sostenerlo ahí, y de pronto…
La catarata, una avalancha incontenible, imparable, masculina, perfecta, una explosión en mi boca, entonces si aceleré el ritmo, como una locomotora, mezclando mi saliva con litros de semen, era solo acabar y acabar, el gemía y se contraía y eso me excitaba, bebí hasta la última gota de su pecado…
Me sentí tocar el cielo con las manos, el me ayudó a incorporarme mientras acomodaba su sexo entre las prendas, noté que tenía las rodillas entumecidas, no teníamos tiempo de seguir hablando, así que solo intercambiamos números de celulares.
Volví a la mesa, Agustín estaba con Romina dormida en sus brazos y el pequeño se mostraba inquieto en el coche, era demasiado tarde, me abrazo, no dijo nada, solo me dio un beso en los labios que me incomodó un poco puesto que aun sentía el sabor de los jugos de Brian en mi boca.
Tomé a Fabricio entre mis brazos, desnudé uno de mis pechos y lo amamanté, era una necesidad mía, seguramente el me rechazaría, pero tuve suerte, el empezó a succionar, lo necesitaba, como lo necesitaba, me avergüenzo al narrar que tuve que morder mis labios para disimular los hermosos orgasmos que tuve sentada a la mesa, con la imagen de Brian en mi cabeza…
La fiesta se terminó y volvimos a casa, a nuestra rutina del día adía.
Hoy me escribo a escondidas con Brian, él ha despertado todo ese pasado oculto, y es posible que en breve viaje sola a Villa Mitre.
Si te gustó la historia puedes escribirme con título ‘VILLA MITRE’ a dulces.placeres@live.com
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