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Durante el confinamiento

Me divorcié de mi mujer hace dos años. Tenemos una hija adolescente. Soy arquitecto y después de separarnos, compré una casa para mi solo. Pese a ello la escogí con tres habitaciones y dos baños. Es bastante grande.
Mi hija estaba pasando conmigo la semana que le tocaba al mes, cuando ocurrió lo del confinamiento.
Inmediatamente telefoneé a mi ex. Ella se había ido a vivir a otra provincia, por lo que no podría desplazarse a recogerla. Ningún problema, me comentó. Tu casa es lo suficientemente grande. Incluso os sobrará espacio.
Así que nos dispusimos a pasar los días que fueran los dos solos.
 
No me había dado cuenta desde la ultima vez que la tuve en casa en cómo se había desarrollado. Su pechos eran grandes para su edad y sus caderas no tan anchas como las de su madre, pero si hermosas.
 
Entonces no sabía que mi hija me había espiado en la ducha. Yo tenía la costumbre de salir del baño desnudo y recorrer la casa así y ahora que mi hija estaba en casa seguía teniendo la misma costumbre.
 
Un día me dirigí a la cocina directamente del baño desnudo y mi hija estaba comiendo algo sentada en la mesa. Yo había salido de la ducha con el pene medio erecto, el agua fría me había excitado en lugar de relajarme y nada más entrar en la cocina su mirada se dirigió a mi pene.
-Vaya tranca que tienes papá.
-¿Cómo dices?
-Qué vaya tranca, polla, rabo, como quieras llamarlo, me contestó.
-Eres muy joven para hablar con ese lenguaje, cielo.
-Ya no soy una niña papi. Pero ¿ves? te sigo llamando papi, como cuando era pequeña.
Yo sonreí. Pese a ese lenguaje, los críos de hoy en día hablan tan mal por todo lo que oyen en televisión y con los amigos, seguía siendo mi niña.
 
Aunque aún no sabía que eso estaba a punto de cambiar.
 
Pasaron dos días, volvía de comprar comida y un poco de todo en el super, solo podíamos salir a comprar, cuando después de dejar la compra me fui al baño. La puerta estaba cerrada pero no pensé que mi hija estuviera dentro.
Estaba levantándose de la taza después de hacer pis y al abrir la puerta vi cómo se levantaba para limpiarse. Vi sus muslos a medio camino de estar de pie, pero lo más impactante fue ver su coño adolescente con solo una raya de pelo. Se lo había depilado casi del todo.
Cerré la puerta pidiéndole perdón y me di la vuelta hacia mi habitación.
Intenté quitarme de mi cabeza ese pensamiento, pero me había excitado viendo a mi hija casi desnuda.
 
Comimos y después de recoger la mesa y fregar los platos nos separamos. Yo me fui a bañarme a la piscina que teníamos en casa. No era demasiado grande pero suficiente para darte un buen chapuzón. Pese a ser marzo tenía calor. Ya no sé si por la comida caliente o por la calentura que me había producido la visión de mi hija.
 
Cuando salí del agua me senté con la toalla por encima en la hamaca que había sacado antes y que llevaba guardada desde el verano pasado. Mi hija se había puesto un bikini, pero no uno cualquiera. Era un bikini en el que la braga era un tanga y estaba haciéndose selfies con el móvil.
En uno de ellos se puso con el culo en pompa y entonces pude verlo en todo su esplendor.
No podía quitar la vista de el. Era mi hija, si, y eso estaba mal, pero pese a su edad, que como dije no diré, era ya toda una mujer.
 
Intenté girar la cabeza hacia otro lado cuando ella se dio cuenta de que la estaba mirando.
Se incorporó, se acercó a mi y cuando pensaba que iba a llamarme pervertido o algo peor se agarró a mi cintura y nos hizo un selfie a los dos.
Su pecho derecho rozó mi costado. No sabia dónde meterme.
 
Mas tarde nos fuimos a echar la siesta. No me había dormido aun, cuando noté que la cama se vencía por el peso de alguien. Era mi hija claro.
-Papi, no consigo dormirme, me dijo. ¿Podemos dormir juntos?
-Claro cariño, hacia un mes que no estábamos juntos, puedes dormir conmigo.
Solo que no solo se acostó, si no que se pegó a mi espalda.
Yo dormía solo en calzoncillos y ella no sé. Imagino que llevaría las braguitas puestas y el sujetador o se había acostado solo con el bikini.
 
Unos minutos más tarde mi pene empezó a enderezarse. Me alejé un poco de su espalda pero mi hija se había dado la vuelta y con su brazo rodeaba mi vientre. Si bajaba un poco más, descubriría mi erección. ¿Qué podía hacer?
-Papi, me dijo, parecía que hablase en sueños. Qué guapo eres y qué bueno estas. Hazme el amor.
No podía creer lo que estaba oyendo. Estaba claro que era un sueño. Ademas mi hija era menor y no bebía, su madre me lo hubiera dicho y yo estos días no la había visto beber, por lo que no es que estuviera alegre, ni un poco pedo, era todo producto del sueño, pero me estaba poniendo muy nervioso.
Di la luz de la habitación. Mi hija estaba despierta y se había puesto a horcajadas sobre mi.
-Papá, me volvió a decir, hazme el amor.
-Estas loca hija, le dije sonriendo. Eres muy joven para hacer el amor.
-¿Cuánto hace que no haces el amor papi?
Era todavía mi niña, pero decidí contestarla.
-Dos años hará. Desde que me separé de mamá.
-Lo habrás pasado fatal...
-Ya, pero ya sabes que hay otras formas de...
-Pero no como el sexo, hacerlo con una mujer, no es lo mismo.
-Ya, pero...
-Déjame ayudarte papi...
Amorosamente me bajó el calzoncillo y sacó mi pene que estaba tremendamente empinado, casi del todo.
-Parece que tu pene dice que si quiere hacerlo papi, me dijo sonriendo.
Entonces sin decir nada más se lo metió en la boca.
Yo no hice nada por impedirlo.
 
No sé quien le había enseñado, pero me estaba haciendo una mamada increíble. Casi tan buena como las que me hizo su madre en los años que estuvimos juntos.
-Cariño, aaaaah, que bien lo haces. Pero esto esta mal, la interrumpí. Saber que era tu hija la que estaba encima de ti, mamándotela, no estaba bien. Era incesto. Casi pedofilia por su edad. Pero a la vez era tan excitante. Lo hacia tan bien.
 
Paró un momento y vi en mi glande unas gotas de liquido preseminal.
-Ya estas listo papi. Ahora no te preocupes de nada, yo me encargo de todo.
-Pero mi niña, no tenemos condones.
-No te preocupes papi, lo haremos a pelo.
-¿A pelo? Puedes quedarte embarazada.
-Acabo de tener la regla. Me dijo muy convencida. Vamos papi, vamos a follar.
Había cambiado lo de hacer el amor por follar.
 
Como ya estaba a horcajadas sobre mi no tuvo que hacer mucho más esfuerzo. Se la clavó despacio, sin prisa.
Aquello fue maravilloso. Después de casarnos mi mujer empezó a tomar la píldora, pero luego no le sentaba bien, así que tuvimos, bueno tuve, que usar preservativo. Era la primera vez en varios años que volvía a penetrar sin goma.
Sentir cómo va entrando tu polla sin nada que se interponga entre el coño húmedo de una mujer, en este caso mi hija, era maravilloso. La sensación indescriptible, ya casi lo había olvidado.
Cuando entró toda dentro, pensé que sangraría. Pero no, mi hija pese a sus pocos años ya no era virgen.
 
Me miró con esa cara tan preciosa que tiene y comenzó a subir y a bajar sobre mi.
-¿Te gusta así papi? ¿Lento o más rápido?
-Lento mi niña, muy lento. Quiero sentirte sin goma.
-Esta bien papi. Te lo haré muy lento.
 
-Aaaaah, aaaah, hija mía, mi niña, que gusto me das. Sigue así despacio, muy lento.
-Aaaaaah papi, sigue así, sigue...
Entonces se levantó y se la sacó. Con la punta se acarició el clítoris y acabó estallando en un orgasmo bien fuerte.
 
-Que gusto papi, que gusto, me he corrido. Ahora acábame tu. Acábame. Dijo esto mordiéndose el labio inferior y pasando su lengua por sus labios. Estaba más sexy que su madre.
Volví a metérsela y entonces le dije que acelerara.
Ella obedeció y me folló intensamente, tal y como le había pedido. La cama crujía con sus subidas y bajadas. Mi polla estaba dura como una piedra, parecía que fuera a partírseme y acabé corriendo un par de minutos después.
Eyaculé con ganas. Aunque hacia dos días que me había masturbado, fue bastante lo que le eché dentro a mi niña.
 
Después de recuperar la respiración, se tumbó a mi lado y apoyó la cabeza en mi hombro. Nos dormimos juntos.
 
 
Despertamos un par de horas más tarde. Mi niña no estaba en la cama. ¿Dónde estaría? Me levanté desnudo y recorrí la casa, pero no le encontré.
Finalmente la vi. Estaba en la terraza con la toalla por encima y apoyada en la barandilla.
La agarré por el cuello y la giré la cabeza besándola con ardor. Nadie podía vernos desde dónde estábamos.
Luego me agaché y le quité la toalla y la abrí de piernas comiéndole el chochito.
Cuando estuvo lo suficientemente húmeda volví a penetrarla. Mi polla no se había recuperado del todo, no estaba del todo erecta, pero al poco de penetrarla volvió a recuperar su tamaño.
La incliné un poco hacia adelante hasta conseguir la postura perfecta y entonces aceleré el ritmo. Ahora estaba super excitado y no pensé en hacérselo con cariño, era puro deseo, puro sexo. El culo de mi niña chocando contra mi pelvis mientras la taladraba. Mi niña muriéndose de gusto apoyándose en la barandilla mientras la penetraba.
El culo adolescente de mi hija me volvía loco. Sabia que no duraría mucho y así fue. Pese a haberme corrido hacia un par de horas, acabé el polvo en unos poco minutos.
Volví a estallar dentro de mi hija. Ya no tanto como la primera vez, pero el orgasmo fue bastante satisfactorio. Ella disfrutó mucho más.
 
La saqué despacio y besé su cuello con ardor. Mi hija estaba como loca con su papi.
 
Esa noche volvimos a hacerlo en la postura del misionero.
 
Pasó una semana y no habíamos vuelto a hacerlo. Yo estaba deseoso de volver a follarme a mi hija, pero no encontraba la ocasión y ella tampoco me decía nada.
Una vez me masturbé en mi habitación tumbado en la cama y dejé la puerta abierta aposta, pero nada, mi hija no me sorprendió.
 
Un día después la vi trasteando en el ordenador.
-¿Qué haces? Le pregunté.
-Comprando condones por internet. No podemos salir, bueno a la farmacia si, pero yo no tengo edad y la farmacéutica sabe que estas divorciado papi. Si le compras condones sabrá que algo raro pasa y no queremos eso, ¿verdad?
Hablaba como si tuviera 20 años más. Estaba haciéndose toda una mujer.
 
Al día siguiente llegó el paquete con los condones. Los recogió mi hija toda sonriente.
-¿Y qué has pensado esta vez para hacerlo, papi?
-Me apetece hacerte un perrito.
-¿En la postura del perrito?
-Si. Me encanta tu culo. ¿Te gusta así?
-Papi, házmelo como tu quieras. Soy tu niña y puedes tomarme como prefieras mientras estemos confinados.
Esa sonrisa en esa carita me volvía loco.
 
Nos desnudamos y nos besamos apasionadamente. Enseguida estábamos sobre la cama. La abrí de piernas y le comí el coño como nunca. Estaba como loco, muy excitado con mi niña.
Luego ella pasó a comerme la polla. Con su polla en la boca y esa boquita, no pude aguantar mucho y me corrí enseguida.
-Aaaaaah, papi, estabas lleno. Me has puesto perdida, jajaja.
Chorros de semen caían por su carita.
La limpié, pero me puse más cachondo aún y aunque estaba medio erecto después de correrme, me puse un condón, la puse a cuatro patas y la penetré así.
-Joder papi, que caliente estas, me encantaaaaaa.
-Mi niña, ¿te gusta así, el perrito?
-Siiiiii, papi, papi, sigue así, así, sin estar erecto me das mucho gusto, me corrooooooooooo.
Mi niña se corría como una loca, yo seguía aguantando.
 
Después de que terminara de convulsionarse por el orgasmo, la saqué y se quedó unos momentos tumbada boca abajo.
 
-Papi, me dijo al poco. Estoy a cien. Fóllame el culo.
-¿El culo mi niña? Te va a doler.
-El culo papi, ahora estoy muy caliente, me escurre el chocho, penétrame el culo, porfa.
-Esta bien hija.
Me fui a por otro condón y me ayudó a ponérmelo. Para entonces mi polla estaba de nuevo a cien. Le separé las nalgas y le metí el meñique despacio por el ano para dilatarla. No hizo falta mucho más, enseguida dilató y mi polla entró sin problemas.
 
-Joder, papi, que gusto me das. Fóllame el culo, fóllame el culo, fóllameloooooooo.
 
Con esa estrechez no duré mucho, apretando mi polla el máximo solo duré dos o tres minutos y mi polla eyaculó muy fuerte en su culo.
-¡Aaaaaaaaah! Gemí, mi niñaaaaaaaa. Me corrooooooo.
La saqué, y me quité el condón después de soltar todo mi semen. Me agaché y le metí dos dedos en el coño masturbándola hasta que se corrió.
-Papiiiiiiii, no puedo mássss. Qué gustooooooo. Jodeeeeeer.
 
Ya terminamos y nos tumbamos para recuperarnos.
Después nos duchamos juntos.

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