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Voyeurs en un bosque de México

Trabajo en México en una zona llamada Santa Fe. Es una de las partes mas ricas de la ciudad, en la que hay departamentos de lujo y oficinas. Su población se comprende de ricachones y profesionales. La lujuria esta por todos lados. Las milfs ricachonas se pasean con sus hermosos cuerpos operados. Jóvenes influencers aparentan tener vidas de lujos tomándose fotos con ropa provocativa en los lugares insignia, profesionistas aprovechan sus horas libres para ir a los gimnasios en ropa deportiva y ajustada.


Los altos edificios tienen ventanas poco discretas y no es raro que de vez en cuando se vea alguna pareja teniendo sexo en la ventana, cuerpos desnudos en las duchas o mujeres de cuerpos esculturales tomando el sol en bikinis atrevidos. Léase mi relato "La corporación de la perversión" para profundizar en la lujuria dentro de las oficinas. Pero no se queda en la zona urbana...

Santa Fe se encuentra en la orilla de la gran Ciudad de México. Cerca hay un bosque llamado "El Desierto de los Leones". Muchas veces los que laboramos ahí vamos a comer en las faldas de aquel monte. A orillas de la carretera que lo sube hay diversos locales de alimentos y bebidas alcohólicas. Cierto día fuí con una compañera del trabajo, con la cual había llegado a una confianza tan grande que hablábamos abiertamente de sexo y de como no teníamos relaciones entre nosotros solo por ser los dos casados y cuidarnos mutuamente de caer en un tórrido romance secreto. Ella es muy delgada, de cabello rizado y largo, de piel clara y un poco rosada... Decidimos no comer sino beber cada uno un litro de cerveza dentro de la camioneta, a orillas del camino. Por la ventana se miraba un poco del bosque.

Platicamos, bebimos y oímos música. Por la ventana, a orillas del bosque y a unos 100 metros, había un trio sospechoso: Una pareja se besaba sentada la mujer frente al hombre, envolviéndolo con las piernas y un tercer individuo sentado a uno o dos metros, les daba la espalda, hablándoles de vez en vez. No prestamos atención, hasta que notamos que las caderas de los individuos se movían. Entonces supusimos que estaban frotándose los genitales. Sin embargo el movimiento era cada vez mas fuerte hasta que el hombre se tendió de espaldas al suelo y pudimos ver el pubis moreno y velludo de la joven que lo volvió a levantar. El tercer hombre se volteó, y pareció molesto. De pronto miró a la camioneta y disimulamos.

-Estan cogiendoooo- dijimos y dimos un trago.

Dedujimos que era una prostituta y el vigilante era su jefe o cuidador. El cual, quizás al ver que seguimos bebiendo y riendo no le interesó y siguió vigilando otro lado. El cliente había metido su mano en la blusa de la joven y se veía como le acariciaba las tetas por dentro. El sujeto insistía en recostarse hasta que lo hizo y pudimos ver con mejor detalle la vagina de la joven morena, era guapa pero algunos dirían que era una cholita. el sujeto levantaba un poco la blusa de la chica y podíamos ver su ombligo. Era delgada y la desee. Ni Iveth ni yo decíamos nada. Mirábamos en silencio y bebíamos. El cliente ya tenia una mano en cada teta y el vigilante nos miraba por momentos.

Iveth dejó su cerveza en el portavasos y llevó su mano a la entrepierna sin mirarme. Se tocó suavemente y comenzó a acariciarse con delicadeza recostada en el asiento mirando la escena de fuera que era bizarra comparada a la dulce escena que ella protagonizaba en el interior de mi camioneta. Nuestra linea estaba tan bien trazada que yo solo desabroché el botón de mi pantalón y mi cinturón, metí mi mano y la imité. El cliente había descubierto los pechos naturales de la joven. Con pezones obscuros y grandes. Era bella. Iveth y yo gemíamos en silencio. El movimiento de los sujetos bajó, la chica se había cansado de estar arriba y el sujeto se reincorporó, apretando el trasero de la joven, Iveth se recostó bien en el asiento y bajó su pantalón negro y unas grandes pantimedias rosas, liberó una pierna de toda prenda, mientras que de su tobillo derecho colgaban pantalón y pantimedias. Abrió sus largas y delgadas piernas en el asiento. Su vagina era tan rosa como su ropa interior, y sus vellos negros contrastaban sobre su pálida piel. Un lunar grande adornaba su pantorrilla. Me miró con un rostro que se lamentaba mordiéndose los labios, tomó mi mano y la apretó, mientras cerraba los ojos y se estremecía apretando su  vagina, gimiendo. La imité de nuevo, me recosté, no sin antes tomar del asiento un poco de su fluido, sin tocar su vagina, sino solo sintiendo un poco de sus vellos duros y mojados; me masturbé fuertemente con la mano izquierda, mientras que ella se abrazaba de mi brazo derecho con una mano y la otra volvía a entrar en su vagina, ya estaba ella de rodillas sobre el asiento, su blanco trasero seguro se veía por la ventana. de su tobillo colgaba su pantalón ya manchado de fluidos.

-Me voy a venir- dije casi gritando y un primer chorro de semen se disparó sobre la manga de mi camisa.

-Ay si, si!-dijo ella ayudándome con su mano a detener el semen, presionándome el glande con su mano mojada de fluidos vaginales sin dejar de abrazarme por el brazo.  Me retorcí, me giré y miré su rostro. Nos besamos apasionadamente, su lengua se retorcía en la mía, torcí la mano de mi brazo abrazado para acariciar su vientre. El trio ya no estaba, su mano estaba llena de telarañas, mi camisa también, el asiento de su lado manchado, como su pantalón. Tardamos tanto en limpiar que la cerveza se entibió...
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