Por un buen tiempo no dejamos entrar a Max a mi cuarto mientras teníamos sexo, pero aunque aún no estábamos preparados para repetirlo, los dos ansiábamos una segunda experiencia. La idea de que Max pudiera poseer a Juan nuevamente no paraba de rondar mi mente. Así una tarde de tantas en que me acompañó a casa, comenzamos con las caricias habituales cuando estábamos solos.Lo llevé de la mano a mi cuarto, y entorné la puerta pero no la cerré, para que Max pudiera entrar cuando quisiera.
Me saqué el uniforme y la ropa interior y me acosté en la cama boca arriba. Juan no demoró en acostarse encima mío con una gran erección. Me penetró suavemente y empezó a cogerme. Yo relojeaba la puerta esperando que Max entrara, y al cabo de unos minutos vi cómo asomaba su hocico y empujaba la puerta para entrar. Ni corto ni perezoso se subió a la cama por la parte de los pies y fue derecho a lamerle la cola a Juan. Él se alertó y me miró entre sorprendido y asustado. Yo le tomé la cara con una mano y con toda la dulzura que pude le dije que se quedara tranquilo y dejara a Max hacer lo que quisiese.
Noté como pasaba de una tensión inicial, a relajarse e incluso cambiarla posición de las piernas para dejarle a Max un mejor acceso. Era evidente que las lamidas de Max lo excitaban sobremanera. Luego de unos minutos mi perro avanzó y colocó sus fuertes patas a ambos lados de nuestros cuerpos. Era evidente que estaba aprontándose para meterle su gran pija a Juan nuevamente.
Mi novio, que evidentemente ya estaba entregado e inmerso en esa bizarra situación, movió su cola para atrás, sacando su verga de mi interior,para aprontarse a ser montado por el animal. Noté cómo llevaba una mano atrás,tomaba la verga del perro y se lo dirigía a la entrada de su cola. Max jadeaba con fuerza y era evidente que estaba pronto para metérsela a Juan. Mi novio fue guiando y moderando la penetración del perro, y emitió un gran suspiro cuand oel animal pudo perforarle su ano y meterle la primera sección de su verga.
Desde abajo le miraba su carita, con los ojos cerrados, recibiendo la cogida de mi perro. Mi nivel de morbo y excitación ya estaba en las nubes. Me moví hacia abajo, para poder meterme la pija de Juan adentro, no quería quedar por fuera de ese acto de a tres. Levanté las piernas para subir mi vagina todo lo posible e hice fuerza hacia atrás para poder ser penetrada. Logré meterme toda la pija de Juan adentro, que estaba más pendiente de la cogida que el perro le estaba dando que de cogerme a mí.
En un instante reaccionó e hizo fuerza para adelante ayudando al perro a avanzar para no perder su propia penetración. Éramos una sola masa de cuerpos y sexo. Juan entregado al placer máximo de estar siendo cogido y cogerme al mismo tiempo, me transmitía las embestidas rápidas del perro. Era Max el macho dominante que dirigía nuestros movimientos. Yo fui la primera en venirme,sobrepasada por el morbo de la situación. Estaba un poco fuera de mi, dejándome llevar por todo lo que estaba pasando. Las convulsiones fueron fuertes y no quería que terminaran.
Mientras yo me reponía de mi orgasmo bestial, Juan seguía siendo embestido por el perro y cogiéndome acompañando sus movimientos. Max fue el siguiente en eyacular toda su leche en el culo de Juan. Lo noté por la reacción de éste que se quedó quieto para sentir cómo le llenaban la cola. Debe haber sido suficiente para él, que en seguida se vino adentro mío. Al tiempo que Max perdía el interés y le sacaba la verga de adentro del culo sin ninguna delicadeza, Juan se quejó levemente y luego se desplomó arriba mío. Estaba agotado, creo yo más anímicamente que físicamente. Había sido cogido por segunda vez en su vida por mi perro, y era innegable que lo disfrutaba de manera enorme. Ya había relegado definitivamente su rol de macho dominante en la relación, cediéndoselo a Max que lo hacía su hembra. Toda la virilidad que demostraba entre sus pares no existía en mi cama. A su vez contaba con la complicidad de su novia, lo que supongo era un aliciente en su cabeza.
Me saqué el uniforme y la ropa interior y me acosté en la cama boca arriba. Juan no demoró en acostarse encima mío con una gran erección. Me penetró suavemente y empezó a cogerme. Yo relojeaba la puerta esperando que Max entrara, y al cabo de unos minutos vi cómo asomaba su hocico y empujaba la puerta para entrar. Ni corto ni perezoso se subió a la cama por la parte de los pies y fue derecho a lamerle la cola a Juan. Él se alertó y me miró entre sorprendido y asustado. Yo le tomé la cara con una mano y con toda la dulzura que pude le dije que se quedara tranquilo y dejara a Max hacer lo que quisiese.
Noté como pasaba de una tensión inicial, a relajarse e incluso cambiarla posición de las piernas para dejarle a Max un mejor acceso. Era evidente que las lamidas de Max lo excitaban sobremanera. Luego de unos minutos mi perro avanzó y colocó sus fuertes patas a ambos lados de nuestros cuerpos. Era evidente que estaba aprontándose para meterle su gran pija a Juan nuevamente.
Mi novio, que evidentemente ya estaba entregado e inmerso en esa bizarra situación, movió su cola para atrás, sacando su verga de mi interior,para aprontarse a ser montado por el animal. Noté cómo llevaba una mano atrás,tomaba la verga del perro y se lo dirigía a la entrada de su cola. Max jadeaba con fuerza y era evidente que estaba pronto para metérsela a Juan. Mi novio fue guiando y moderando la penetración del perro, y emitió un gran suspiro cuand oel animal pudo perforarle su ano y meterle la primera sección de su verga.
Desde abajo le miraba su carita, con los ojos cerrados, recibiendo la cogida de mi perro. Mi nivel de morbo y excitación ya estaba en las nubes. Me moví hacia abajo, para poder meterme la pija de Juan adentro, no quería quedar por fuera de ese acto de a tres. Levanté las piernas para subir mi vagina todo lo posible e hice fuerza hacia atrás para poder ser penetrada. Logré meterme toda la pija de Juan adentro, que estaba más pendiente de la cogida que el perro le estaba dando que de cogerme a mí.
En un instante reaccionó e hizo fuerza para adelante ayudando al perro a avanzar para no perder su propia penetración. Éramos una sola masa de cuerpos y sexo. Juan entregado al placer máximo de estar siendo cogido y cogerme al mismo tiempo, me transmitía las embestidas rápidas del perro. Era Max el macho dominante que dirigía nuestros movimientos. Yo fui la primera en venirme,sobrepasada por el morbo de la situación. Estaba un poco fuera de mi, dejándome llevar por todo lo que estaba pasando. Las convulsiones fueron fuertes y no quería que terminaran.
Mientras yo me reponía de mi orgasmo bestial, Juan seguía siendo embestido por el perro y cogiéndome acompañando sus movimientos. Max fue el siguiente en eyacular toda su leche en el culo de Juan. Lo noté por la reacción de éste que se quedó quieto para sentir cómo le llenaban la cola. Debe haber sido suficiente para él, que en seguida se vino adentro mío. Al tiempo que Max perdía el interés y le sacaba la verga de adentro del culo sin ninguna delicadeza, Juan se quejó levemente y luego se desplomó arriba mío. Estaba agotado, creo yo más anímicamente que físicamente. Había sido cogido por segunda vez en su vida por mi perro, y era innegable que lo disfrutaba de manera enorme. Ya había relegado definitivamente su rol de macho dominante en la relación, cediéndoselo a Max que lo hacía su hembra. Toda la virilidad que demostraba entre sus pares no existía en mi cama. A su vez contaba con la complicidad de su novia, lo que supongo era un aliciente en su cabeza.
0 comentarios - Max, Juan y yo (parte IV)