Autor Ramirez:
Mi novia y yo somos una pareja con una moral muy conservadora, y nos hemos prometido castidad hasta la fecha de nuestro matrimonio. Aunque todo va a cambiar durante unas cortas vacaciones en Eslovenia.
Nací en una familia muy religiosa, y, desde que tengo memoria, el tema de la sexualidad ha sido tabú en mi família. Cuando me prometí con Mila, una preciosa joven que forma parte de nuestra parroquia, fue por descontado aceptando un voto estricto de castidad muy controlado por nuestros padres.
A pesar de nuestra edad, yo finalizando mis estudios de Odontología y ella en segundo año de Farmacia, seguimos muy unidos a nuestras familias y aún vivimos cada uno en casa de nuestros padres. Siempre que se nos permite “salir juntos”, tenemos que estar de vuelta a casa antes de las nueve de la noche. Si queremos ver alguna película o pasar el rato juntos, tiene que ser en el salón de una de nuestras casas, con todas las puertas abiertas y con alguno de nuestros progenitores rondando y cuidando que nada se vaya de las manos.
Además, los fines de semana casi siempre tenemos compromisos familiares o con la parroquia, de manera que muy pocas ocasiones tenemos de disfrutar de tiempo a solas, e intimar un poco.
Y eso que ganas hay muchas, creo que por las dos partes. Los pocos momentos que podemos vernos solos aprovechamos para besarnos intensamente, dando rienda suelta a nuestra líbido aunque sea tan solo por vía oral.
Mila es una preciosidad de chica, y no lo digo solo porque sea mi novia. Noto las miradas de los otros hombres cuando salimos a cenar, cosa que a ella la hace ruborizar. Y no me extraña. Es una muñeca de porcelana andante, con largos y sedosos cabellos negros y unos ojos grandes y azulados que cautivan a cualquiera.
Aún falta año y medio para la fecha señalada por nuestros padres para nuestra boda, y cuento las horas para poder por fín amar enteramente a mi linda Mila, aunque para ser sincero, yo en un instante mandaría al carajo nuestro voto de castidad y la haría mía sin miramientos.
Pero en el fondo, sé que tanto ella como yo respetamos mucho a nuestros padres, y aunque la tentación a estado cerca varias veces, siempre hemos sacado coraje y fuerza para mantenernos firmes en su decisión, que a la vez también fue nuestra.
Es por esto que cuando hace tres semanas me enteré que debía atender un Simposio representando a mi Universidad, en un hotel cerca de Liubliana, Eslovenia, tuve muchas dudas en proponer a Mila que me acompañara. Pero al final me armé de valor y se lo propuse.
Dejé muy claro desde el princípio que se trataba de una proposición honesta, que entendía que nuestro voto era importante, y para nada tenía intención que lo rompieramos. Ante mi grata sorpresa, Mila aceptó sin ninguna resistencia, y simplemente acordamos reservar habitaciones separadas. Aún así estábamos muy emocionados por poder aprovechar de un tiempo lejos de nuestras familias y ser novios “normales” aunque sólo fuera por unos pocos días. Nos imaginamos pour un momento lo genial que sería poder charlar libremente, sin que nadie escuche desde la habitación de al lado, y también, cómo no, besarnos y morrearnos sin miedo a que alguien nos pille.
Rápidamente nos pusimos de acuerdo en cómo arreglarlo con sus padres. Mila tuvo que mentir diciendo que iba a visitar Venecia con una amiga suya, compañera de curso, que con mucho gusto aceptó ser cómplice de nuestra escapada. Para no levantar sospechas, decidimos que ella llegaría dos días después del inicio del Simposio, y se iría la noche antes que terminara. Eso nos dejaba tres días y tres noches para estar juntos, que era mucho más de lo que nunca habíamos tenido.
Los días antes, le fui comunicando a Mila por Whatsapp los detalles del viaje; me encargué de reservarle el vuelo, billetes de tren hasta el hotel y por supuesto la habitación, que era contigua a la mía. Todo ello con un código que designamos por si acaso a alguno de nuestros progenitores se le ocurría cotillear en nuestros móviles. Como guinda, me enteré de que el hotel contaba con una zona acuática de 600m², con varias piscinas, un balneario y un spa, lo que añadió aún más excitación a las vacaciones.
El gran día llegó, después de un largo día de ponencias y workshops en el Simposio, me dirigí a la estación de tren para recibir a mi princesa. No me pude resistir al verla descender del tren, me lancé a ella, y agarrándola por la cintura la besé como nunca la había besado. Mila se enrojeció, le dió vergüenza; nunca nos habíamos besado en público, nada más que en oscuros rincones cuando nadie nos veía, con miedo de que alguien nos pudiera reconocer y contarlo a nuestros padres.
Agarré su equipaje y nos pusimos en marcha para el hotel, a tan sólo un paseo de quince minutos. Mila estaba muy emocionada y excitada, jamás la había visto tan contenta, y no era para menos. Se agarraba fuerte a mi brazo y preguntaba qué tal pasé ese par de días sólo, y que si había probado ya el balneario.
La verdad que no tuve tiempo, los primeros días del Simposio eran los más intensos, y nada más me quedaba energía en la noche para ir a cenar algo, e irme rápido a la cama. Además, quería descubrirlo junto con ella.
Al llegar la acompañé a hacer el registro en la recepción, y la guié hasta su habitación, justo al lado de la mía, cosa que me recompensó con un dulce beso en la mejilla. La ayudé a instalarse. Mientras ella usaba el baño, se me ocurrió deshacer su maleta con la intención de acomodar sus quehaceres en el armario.
No se me ocurrió hasta que la ví, que su ropa interior formaba parte de su equipaje. Me ruboricé observando los modelitos que traía. Por descontado que nunca la había visto en paños menores, y lo más cerca que nunca estuve fue verla en un bañador de una pieza en la piscina de sus padres, con toda la família alrededor.
–¡Pero qué haces, fisgón! –dijo Mila al salir del baño, pillándome con las manos en la masa.
–Te echaba una mano deshaciendo la maleta... –respondí avergonzado.
– ¿Te gustan? –dijo ella.
–¿Cómo? –respondí.
–Que si te gustan, los conjuntos que he traído –me dijo sonriendo inocentemente.
Su mirada me cautivó una vez más, y la picardía en su voz me era desconocida, provocando en mí una erección que si no fuera por los pantalones vaqueros y la camisa que llevaba desharrapada por encima, me habría dejado en evidencia.
–Sandra me ayudó a escogerlos, ¿te gustan? –continuó Mila en tono juguetón.
–Me encantan –respondí excitado.
–Pues el mejor lo llevo puesto –dijo ella con un guiño.
No pude aguantarme y me lancé a besarla. En pocos minutos nos estábamos morreando encima de su cama. Nos revolcamos rozando nuestros cuerpos a través de nuestras ropas. Me atreví a deshacer su blusa, y aunque ella, casi por instinto, se resistió un segundo, acabó quitándose ella misma la prenda. Aparecieron ante mí sus senos cubiertos con clase por un elegante sujetador negro. Rocé delicadamente la prenda con mis dedos, bajo la atenta vigilancia de Mila.
Seguimos enrollandonos, y Mila me animó a quitarme también la camisa. Mi dulce prometida se posó sobre mí, y al sentir su piel sobre mi pecho casi me corro del placer; era un ángel de gozo extendiendo sus alas sobre mi cuerpo. Mis manos se posaron sobre su trasero, por encima de sus vaqueros ajustados. Misma reacción suya, me miró sorprendida un segundo, pero aceptó el paso. Pocos minutos después, me atreví a acercar mis manos al botón de su pantalón para deshacerlo. Continuamos besándonos y con el movimiento natural de nuestros cuerpos la cremallera de sus vaqueros se abrió por sí sola.
Mila estaba encima mío, y decidió hacer una pausa. Se irguió sentada como estaba sobre mí y la observé desde mi posición. Era una maravilla de mujer, y no podía creer que fuera mi novia. Sus largos cabellos estaban despeinados y algunos rebeldes se pegaban a su cara, sus mejillas sonrosadas por la excitación, y su piel blanca brillaba por el sudor. Pude ver que sus sus braguitas, asomándose por encima de sus pantalones desabrochados, conjuntaban elegantemente su sujetador. Me sentía en el paraíso.
–Cariño, tenemos que parar –dijo entonces Mila, rompiéndome el corazón en mil pedacitos.
Me quedé mirándola con evidente tristeza y decepción.
–Sé que los dos deseamos esto, mucho, pero sabes que la recompensa será mucho mayor si esperamos –continuó Mila, y descendiendo y posándose a mi lado en la cama, me besó dulcemente la mejilla una vez más.
Una de sus manos se posaba en mi pecho, acariciándolo suavemente. Me jodía enormemente pero sabía que tenía razón, los dos sabíamos que ese era un límite que no debíamos cruzar.
–Si Miluchi, tienes razón –conseguí decir al cabo de un par de minutos–. Te quiero con locura, y no quiero estropear lo que con tanto sacrificio ya hemos conseguido hasta ahora –concluí.
Con mucho pesar nos despedimos cada uno a su habitación, quedando de acuerdo en la hora para el desayuno. No hace falta que os describa la santa paja que me hice en honor de mi querida Mila.
La mañana siguiente llamé a su puerta a la hora acordada. Allí estaba mi princesa duchada y lista para empezar el día. Le propuse que aprovechara del balneario y el spa mientras yo atendía las reuniones, pero se negó rotundamente. Le daba mucha vergüenza ir ella sola en bañador delante de tanta gente desconocida.
Así que pasamos el día juntos. Mientras yo escuchaba y tomaba nota en las ponencias, mi amorcito se dedicaba a estudiar y revisar apuntes de sus clases. La verdad que me impresionaba lo buena chica que era.
Al terminar el último workshop de la tarde, decidimos que ya si, debíamos sacarle partido al balneario. Subimos a las habitaciones y nos pusimos los bañadores, y por encima un albornoz y unas chanclas cortesía del hotel. Nos dirijimos agarrados hacia los ascensores, que llevaban directamente al nivel de acceso al balneario.
Nos dirijimos primero a la piscina principal, que era bastante grande y se componía de varias zonas con hidromasajes, chorros de agua de distintos tamaños, e incluso algún tobogán. Mila se quitó el albornoz y casi me caigo al suelo del susto. Llevaba un bikini muy mono, de color blanco, que dejaba expuesta más piel de la que nunca le había visto.
No sé cuánto tiempo pasé embobado fijándome en ella, pero lo suficiente para que ella lo notara.
–¿Te gusta el bikini? También es nuevo –dijo Mila con coquetería.
–Es precioso, y te queda de escándalo –dije.
–Gracias… –dijo ella halagada.
Pasamos un rato en la piscina, explorando cada rincón, y aprovechando para abrazarnos bajo el agua y darnos piquitos. No había mucha gente, quizá unas veinte o treinta personas, y se veía bastante vacío dadas las dimensiones del lugar. Fue muy relajante y excitante a la vez estar con ella a solas allí, nada que ver con la piscina de sus padres, aunque antes de salir del agua tuve que esperarme un par de minutos para que el bulto me bajara, algo que Mila encontró muy gracioso.
Después de la piscina, quisimos ir a probar el spa. Se entraba por un pasillo al lado de los vestuarios, y era una zona completamente aislada del resto así que realmente teníamos curiosidad por verlo. Ninguno de los dos habíamos estado en un spa en nuestra vida.
Llegamos a otro pasillo con muchas puertas cerradas y muchos cartelitos, que eran difíciles de leer ya que estaban en esloveno. Lo primero que notamos es que hacía bastante más calor en aquel lugar. A un par de metros de la entrada vimos un pequeño vestuario donde colgamos nuestros albornoces, al lado de otros tantos que también colgaban de la pared.
Todo parecía muy tranquilo y solitario, y solo se oía una música relajante de fondo. Nos pusimos a investigar, las puertas parecían ser saunas y baños turcos. Decidimos no entrar a ninguno y primero dar la vuelta para ver todo lo que ofrecía el lugar, vimos que había unas duchas con hielo, y al fondo más piscinas y jacuzzis de varios tamaños.
Fue entonces que nos cruzamos con la primera persona ahí en el spa; un adonis musculado que parecía sacado de la película Ben-Hur, llevando un balde de madera lleno de agua. Pero lo más significativo es que estaba desnudo, completamente en bolas. Y además el chico estaba bien dotado, y, fuera por el calor que hacía allí o por quién sabe qué, la polla le colgaba morcillona unos veinte centímetros hacia delante y en curva descendente.
Me giré hacia Mila y la descubrí con sus topacios ojos clavados en el pene de aquel desconocido. Se sonrojó, y aún más cuando el personaje se acercó a nosotros hablando agitadamente sin que entendiéramos una palabra.
Cuando el chico se dió cuenta que no éramos de allí, nos dijo en inglés:
–You can’t use swimming suits here, it’s forbidden. You have to take them out and grab a towel! (No se puede usar bañador aquí. Os lo tenéis que quitar y coger una toalla).
Como nos quedamos pasmados los dos, nos hizo señales para que miráramos en la pared. Había un cartel con el dibujito de un bañador y un biquini, barrados por un signo de prohibición rojo. Entonces nos guió hacia el vestuario donde habíamos dejado el albornoz, y nos indicó que teníamos que desnudarnos y coger una toalla de la pila que se encontraba allí.
Mila y yo nos miramos sin saber qué hacer. Le pregunté si prefería irse, pero argumentó que era una pena, que ya que estábamos allí le gustaría probar el spa. Nos colocamos unas toallas alrededor del cuerpo y cada uno nos sacamos el bañador, ante la atenta mirada de aquel chico, que entendimos que trabajaba allí y se encargaba de mantener los baños a punto para los usuarios.
Una vez desnudos con las toallas enrolladas a nuestros cuerpos, seguimos al chico hacia una de las puertas y entramos con él,ya que estaba dispuesto a enseñarnos cómo funcionaba; más novatos no podíamos parecer. Era un baño turco, muy oscuro en el interior, y con tanto vapor que a duras penas se veía a un paso delante nuestro.
–You have take the towel off, fold it, and use it to sit on the bench (Os sacáis la toalla, la doblais y la usais para sentaros en el banco) –dijo él con autoridad.
Hicimos tal como nos indicó. Dudamos un poco, pero nos envalentonó el hecho que no había nadie más allí, y con la oscuridad y el vapor, no se veía apenas nada.
–Good, you got it guys. You do the same for the saunas, and of course you get in the hot-tubs completely naked (Muy bien, lo habéis pillado. Hacéis igual en las saunas, y por supuesto en los jacuzzis os metéis desnudos) –dijo antes de irse y dejarnos ahí solos, sentados sobre nuestras toallas en bolas.
Estuvimos callados un rato, absorbiendo el vapor en nuestra piel sudorosa, y sin saber que hacer o decir. La situación era muy excitante, aún y que en la penumbra apenas podía distinguir a Mila desnuda a escasos centímetros de mí. Pero aún así, la vergüenza que sentía en ese momento hacía que mi pene no reaccionara, quedando a la vista de mi amada en su estado más flácido y contraído.
Entonces se me ocurrió, era muy probable que la polla de ese tío fuera la primera que Mila había visto en su vida, y ahora estaba viendo mi pene, mucho más reducido al de ese adonis, como punto de comparación.
–Cuando crece es más grande –dije avergonzado, a modo de excusa.
–¿Qué? –dijo Mila, que pareciera que salía de un trance.
–Mi pene, es bastante más grande cuando me crece… –repetí.
Mila no dijo nada, solo se quedó mirando a la pared, y como si sólo entonces se diera cuenta de la situación hizo un amago de taparse los pechos y el pubis, pero sin mucho efecto. Los pelos sobre su monte de venus eran demasiado abundantes para taparlos simplemente con una mano, y apenas hizo esfuerzo para taparse los pezones. Era más una declaración de intenciones que un intento real de cubrir sus partes íntimas.
Unos minutos más y el calor fue demasiado abrumador para seguir ahí, así que nos levantamos y nos cubrimos otra vez con la toalla y salimos al pasillo.
Ésta vez nos cruzamos con un poco más de gente; una pareja mayor en sus cincuenta, completamente desnudos con las toallas en el hombro, y un par de chicas jóvenes que entraron en el baño turco del que nosotros salíamos. Éstas llevaban la toalla alrededor del torso pero se las quitaron al mismo tiempo que abrían la puerta, y pude apreciar fugazmente su desnudez, aunque fuera solo de espaldas.
–¿Qué quieres hacer? –pregunté yo.
–¿Probamos la sauna? –dijo ella.
Estaba toda roja, no sabía si por la situación o por el calor, y sus ojos brillaban de excitación.
–De acuerdo, pero necesito refrescarme primero –dije yo.
Entramos en unas duchas de agua helada. Eran unos cubículos con baldes llenos de agua helada suspendidos y que vertían su contenido al tirar de una cuerda. Entré en uno de ellos y me tiré el agua por encima. Me sentó genial después de pasar tanto calor. Me tapé y salí.
En el cubículo de al lado me encontré a Mila, parada, sosteniendo la cuerda con una mano sin atreverse a tirar. La ví de espaldas a mí, en toda su angélica desnudez, y me quedé ensimismado con las perfectas curvas de su culo.
–No te lo pienses y tira, esta genial ya verás –dije entonces, sorprendiendola.
–Tengo miedo, está muy fría –me dijo girando su cabeza por encima de su hombro–. Hazlo tú –me dijo.
Me acerqué a ella por atrás, agarré la cuerda y tiré sin pensarlo.
Mila gritó, saltando como si el agua la quemara, y girándose se agarró a mí. Sentí sus pechos chocar contra mí, y el frío del agua rápidamente se convirtió en una balsámica calidez, sintiendo nuestros cuerpos húmedos el uno contra el otro.
Rápidamente ella se cubrió con la toalla, y después de un silencio un poco extraño nos dirigimos a la sauna. Entramos en ella y tal como nos indicó el hombre, nos despojamos de la toalla una vez más. Después de doblarla y sentarnos en ella, nos dimos cuenta que no estábamos solos. dos hombres entre 30 y 40 años estaban sentados justo enfrente de nosotros.
Una vez más me sentí empequeñecer desde mi asiento. Ésos hombres también iban bien servidos y además no hacían ningún gesto para intentar tapar sus pollas. También sin ningún tipo de pudor clavaron sus ojos en mi novia, que completamente desnuda enfrente de ellos parecía no poder hacer otra cosa que mirar al techo, o mirar los penes de aquellos desconocidos.
Crucé una mirada con Mila, sus ojos brillaban y sus mejillas parecían dos tomates. Entonces ella bajó la vista y miró con descaro mi polla, que en ese momento había crecido un poco más. Yo hice lo mismo y bajé mi vista hacia sus pechos y su pubis. Tiene una belleza indescriptible, mi prometida es una diosa, nada que envidiar a la mismísima Venus de Milo.
Tampoco le pasó por desapercibido a aquellos hombres que la observaban con complacencia. Podía ver una pequeña sonrisa en sus caras, claramente disfrutando de la visión de mi princesa en cueros. Un sentimiento de celos me empezó a invadir, aunque también me inundó una gran excitación. No me podía creer que, el día en que al final iba a ver a Mila desnuda, fueran también a ser partícipes de ese momento un puñado de desconocidos.
Y para más agravio, estos dos la miraban con lascivia delante mío sin ningún pudor. Fijándome en Mila otra vez, observé como ella tampoco escondía como los miraba a ellos descaradamente. Incluso se mordía el labio inferior como intentando calmar su propia excitación. Noté su respiración agitada, y bajando la mirada a sus muslos juraría que estaban mucho más separados que cuando nos sentamos.
Con sus piernas tan separadas, estoy seguro que esos hombres tenían una vista privilegiada del sexo de Mila. No me podía creer que esos desconocidos fueran a ver ese preciado tesoro antes que yo. Desde mi posición apenas me podía contentar de ver su abultado y cabelludo monte de Venus.
El juego que se llevaban no dejó a los desconocidos sin efecto. Pude observar con detalle cómo sus pollas cobraban vida, y sin ningún tipo de pudor esos hombres exhibían sus erecciones para el regocijo de mi novia. Todo ello mientras se reían y congratulaban con comentarios dirigidos a Mila, que aún que no comprendía mi una palabra, se entendían perfectamente.
No me podía creer que eso estuviera pasando. A nadie parecía importarle que eso estuviera pasando delante de mis narices.
No pude evitar excitarme también, y empezaba hacerse aparente. No quería que Mila se diera cuenta, así que aprovechando que el calor era ya bastante difícil de soportar, me levanté y tapándome con la toalla le dije que necesitaba un baño.
Mila apenas reaccionó, pero como que se despertó del encanto y ruborizada, se levantó también, cubriéndose con la toalla. Al salir, aquellos hombres dijeron algo que sonó obsceno, y parecían lamentarse que se terminara el espectáculo.
A pocos metros estaban los baños, una piscina de agua caliente, otra fría y varios jacuzzis. Vimos otra pareja mayor en un jacuzzi, y en la piscina caliente había un grupo de jóvenes, tres chicos y dos chicas. Mientras yo dudaba por donde quería meterme, Mila tomó la iniciativa y quitándose la toalla entró en la piscina caliente.
La seguí hasta un rincón a dos o tres metros del grupo de jóvenes. Nos miraron al entrar y siguieron a su rollo. Era una sensación muy agradable bañarse desnudo en esa piscina, y aún lo era más hacerlo al lado de mi querida Mila.
–¿Estás bien? –pregunté, ya que ella seguía muy callada.
–Aha… –respondió ella vagamente, parecía ensimismada mirando a un punto indefinido en dirección a esos chicos.
Ellos seguían a su rollo. Eran locales, que seguramente estaban acostumbrados a ir allí a pasar el rato, no parecían darles más importancia al hecho de estar desnudos, y mantenían una conversación muy normal entre chicos y chicas.
Bajo el agua se distinguía con menor detalle sus cuerpos, pero debo reconocer me excité mirando a esas chicas desconocidas. Las dos eran rubias, una de ellas con los pechos muy grandes y unos pezones también grandes. Las dos parecían llevar el pubis depilado, cosa que pude confirmar cuando se levantaron para cambiar de sitio e ir a uno de los jacuzzis. Allí donde normalmente habría pelo, solo había piel, y su rajita quedaba completamente expuesta. Los chicos por su parte tenían unos penes menos intimidantes a mi parecer, y Mila no perdió detalle de ninguno de ellos.
A cabo de un par de minutos, los dos hombres de la sauna aparecieron y nos saludaron. Entraron en la piscina y con un inglés muy malo dijeron:
–We seat here? (¿Nos sentamos aquí?) –señalándonos a nosotros.
–Ok.. –dijo Mila ante mi asombro.
Estaban aún algo empalmados, y no lo escondían. Se sentaron los dos al otro lado de mi novia, a medio metro.
–You lucky man (Eres un hombre afortunado) –dijo uno dirigiéndose a mí.
–Thanks… –respondí.
–You have beautiful eyes (Tienes unos ojos bonitos) –dijo dirigiéndose a Mila.
–Ïn lēpò mucõ –dijo el otro incomprensiblemente, y los dos hombres se echaron a reír.
–Thank you… –respondió tímidamente mi novia.
Estuvieron un rato preguntándonos cosas y haciendo comentarios que no entendíamos, riéndose entre ellos. Al rato el que estaba sentado directamente al lado de Mila se levantó y se sentó en el borde de la piscina, dejando su polla erecta a la vista de todos.
Mila no podía resistir mirar ese pene, que a escasos centímetros de su cara, se mantenía firme apuntando hacia el techo. El hombre se daba perfectamente cuenta y se movía para que el pene se balanceara de un lado a otro. Entonces al rato dijo:
–You like dick eeh, do you like dick? (Te gusta la polla ¿eh?, ¿te gusta la polla?
Mila no dijo nada tan solo seguía observando el mástil de ese hombre. Yo no sabía que hacer, la situación era intimidante, y el otro hombre me vigilaba con una estúpida sonrisa en su cara.
–You touch dick if you want, it's okay (Toca mi polla si quieres, no pasa nada) –continuó diciendo ese desconocido.
Yo pensaba que ya era el colmo y sin duda Mila se iba a levantar ofendida y nos íbamos a ir de ese lugar. Pero ante mi asombro mi princesita alargó la mano hasta alcanzar esa polla y la examinó con detalle.
Me fui a levantar enfadado, pero el otro tipo me paró cogiéndome de un brazo.
–It's Ok –dijo–. She likes it, don't be a jerk. (No pasa nada. A ella le gusta, no seas capullo).
Me quedé parado contemplando como Mila sobaba la polla a ese extraño, quien la guíaba enseñándole a hacer una suave paja. El otro tipo se masturbaba bajo el agua viendo la escena.
–You come here now, stand up (ven aquí, levántate) –le dijo el primero a Mila, que hizo caso sumiso levantándose cerca del borde de la piscina quedando medio cuerpo fuera del agua, al nivel de sus nalgas.
El desconocido le indicó que continuara con la paja, mientras que él alargó sus manos para sobarle las tetas a mi preciosa Mila. El otro se acercó por detrás y empezó a sobarle el culo.
Yo me quedé consternado, miré a mi alrededor para ver si otra gente estaba viendo eso, pero la poca gente que quedaba estaban apartadas y pasaban de nosotros. Me sentí impotente.
–You try with mouth now, you like it is tasty (Prueba con la boca ahora, te va a gustar es sabrosa) –oí como le decía a Mila.
Por supuesto que ella acató. Al doblegarse hacia delante para chuparsela a ese hombre su culo subió quedando en pompa delante mío y del otro desconocido. Éste aprovechó para seguir sobando por todas partes, pasando su mano sobre el virginal coño de mi novia, que en este punto se notaba como estaba chorreando.
Yo me rendí a mi propia excitación. Llevaba años soñando con Mila en toda clase de fantasías sexuales, y ahí la tenía, en toda su cruda desnudez, realizando actos inmorales con dos completos desconocidos. Por supuesto que me moría de celos, pero al mismo tiempo era una fantasía cumplida ver las ganas de follar que Mila tenía, y lo cerda que puede llegar a ser. Si es que era posible, aún me estaba enamorando más de ella al revelarse a mí esta faceta suya.
En ese momento Mila seguía comiéndole la polla al primer desconocido, y el segundo la estaba masturbando por detrás, con un par de dedos ensartados en su coño. Mi ángel de amor gemía de gusto y yo me masturbaba cerca de la escena.
El segundo tipo de levantó con la intención clara de clavarle la polla al virginal chocho de mi novia, y casi instintivamente grité “no!”.
–It's Ok… just a little bit (No pasa nada… sólo un poquito) –me dijo el tipo sonriendo.
Acto seguido guió su glande hacia el agujero y empezó a rozarlo arriba y abajo sin penetrarla aún. Estuvo un ratito así, algo que volvió loca a Mila que se retorcía del placer. Entonces el glande desapareció de mi vista, adentrándose un poco el el interior del chochito de mi princesita.
Ella gimió más aún. El glande entró y salió unas pocas veces, y parece que el coñito virgen de Mila se resistía porque el tipo no conseguía meterle la polla más que tres o cuatro centímetros.
–She’s a fucking virgin man, she’s a fucking virgin! (Es virgen, joder, es virgen!) –gritó el tipo, riéndose los dos.
El otro estaba cerca de correrse, y apenas un par de lengüetazos de Mila más y descargó todo su semen en la dulce boca y la cara de mi novia, que seguía gimiendo descontroladamente.
El segundo seguía penetrando con su glande con cautela, apenas entrando en el interior sin dar la embestida definitiva. Me miró un momento, y le encontró masrurbandome viciosamente.
Sacó su pene otra vez, lo volvió a colocar sobre el coño de Mila, y en un segundo vi como todo el tronco de aquel desconocido desaparecía dentro de aquel santo agujero. Solo sus huevos quedaron a la vista, golpeando la vulva de mi dulce novia una y otra vez mientras el hombre embestía con ímpetu.
Para mi suerte no duró más que medio minuto, el tipo no lo soportó más y sacando la polla del interior de mi prometida se corrió abundantemente sobre sus nalgas.
Mila se quedó en esa posición un momento, reposando. Los dos hombres, de los que no conocíamos ni el nombre, se relajaron en la piscina un par de minutos. Yo paré de pajearme, y me quedé con la polla tiesa allí parado.
Mila finalmente se sentó otra vez dentro del agua, y yo me acerqué para sentarme a su lado. En ese momento los dos tipos se despidieron y no los vimos más.
No nos dijimos nada por un largo rato. Pero Mila entonces alargó su mano y agarró mi pene con firmeza bajo el agua. Sin decir una palabra empezó a besarme, ensartando su lengua hasta el fondo de mi paladar, y con su mano me masturbó. Su boca sabía a semen. Me corrí al poco tiempo.
No nos quedaron más ganas de spa después de eso. Nos dirigimos al vestuario después de una rápida ducha. Nos cubrimos con los albornoces y nos dirigimos hacia nuestras habitaciones. La conversación fue muy escueta.
–¿Quieres pasar a mi habitación un rato? –pregunté al llegar a su puerta.
–Quizá es mejor que no, no creo que sea una buena idea –dijo ella.
–Milucha, te amo, ésta noche más que nunca –le dije, haciéndole saber que lo ocurrido no cambiaba para nada nuestra compromiso.
Mila respondió abrazándome muy fuerte durante un largo rato. Me pareció que sollozaba.
–Yo también te amo –terminó diciendo.
Nos besamos en el pasillo antes de despedirnos para dormir.
Preferimos no volver al spa durante el par de días que nos quedaban de escapada. Las noches siguiente Mila aceptó a quedarse a dormir conmigo, pero fiel a nuestro voto nada más que nos enrollamos y guardamos nuestra ropa interior puesta si ir más allá.
Hemos vuelto a la normalidad, y nuestros padres no sospechan nada de nuestro viaje. Aunque hay algo que ha cambiado para mí; ahora soy más feliz que nunca, porque sé que mi preciosa Mila es una gata en celo con muchas ganas de follar, y el día que lo hagamos, me hará el hombre más dichoso de la tierra.
Mi novia y yo somos una pareja con una moral muy conservadora, y nos hemos prometido castidad hasta la fecha de nuestro matrimonio. Aunque todo va a cambiar durante unas cortas vacaciones en Eslovenia.
Nací en una familia muy religiosa, y, desde que tengo memoria, el tema de la sexualidad ha sido tabú en mi família. Cuando me prometí con Mila, una preciosa joven que forma parte de nuestra parroquia, fue por descontado aceptando un voto estricto de castidad muy controlado por nuestros padres.
A pesar de nuestra edad, yo finalizando mis estudios de Odontología y ella en segundo año de Farmacia, seguimos muy unidos a nuestras familias y aún vivimos cada uno en casa de nuestros padres. Siempre que se nos permite “salir juntos”, tenemos que estar de vuelta a casa antes de las nueve de la noche. Si queremos ver alguna película o pasar el rato juntos, tiene que ser en el salón de una de nuestras casas, con todas las puertas abiertas y con alguno de nuestros progenitores rondando y cuidando que nada se vaya de las manos.
Además, los fines de semana casi siempre tenemos compromisos familiares o con la parroquia, de manera que muy pocas ocasiones tenemos de disfrutar de tiempo a solas, e intimar un poco.
Y eso que ganas hay muchas, creo que por las dos partes. Los pocos momentos que podemos vernos solos aprovechamos para besarnos intensamente, dando rienda suelta a nuestra líbido aunque sea tan solo por vía oral.
Mila es una preciosidad de chica, y no lo digo solo porque sea mi novia. Noto las miradas de los otros hombres cuando salimos a cenar, cosa que a ella la hace ruborizar. Y no me extraña. Es una muñeca de porcelana andante, con largos y sedosos cabellos negros y unos ojos grandes y azulados que cautivan a cualquiera.
Aún falta año y medio para la fecha señalada por nuestros padres para nuestra boda, y cuento las horas para poder por fín amar enteramente a mi linda Mila, aunque para ser sincero, yo en un instante mandaría al carajo nuestro voto de castidad y la haría mía sin miramientos.
Pero en el fondo, sé que tanto ella como yo respetamos mucho a nuestros padres, y aunque la tentación a estado cerca varias veces, siempre hemos sacado coraje y fuerza para mantenernos firmes en su decisión, que a la vez también fue nuestra.
Es por esto que cuando hace tres semanas me enteré que debía atender un Simposio representando a mi Universidad, en un hotel cerca de Liubliana, Eslovenia, tuve muchas dudas en proponer a Mila que me acompañara. Pero al final me armé de valor y se lo propuse.
Dejé muy claro desde el princípio que se trataba de una proposición honesta, que entendía que nuestro voto era importante, y para nada tenía intención que lo rompieramos. Ante mi grata sorpresa, Mila aceptó sin ninguna resistencia, y simplemente acordamos reservar habitaciones separadas. Aún así estábamos muy emocionados por poder aprovechar de un tiempo lejos de nuestras familias y ser novios “normales” aunque sólo fuera por unos pocos días. Nos imaginamos pour un momento lo genial que sería poder charlar libremente, sin que nadie escuche desde la habitación de al lado, y también, cómo no, besarnos y morrearnos sin miedo a que alguien nos pille.
Rápidamente nos pusimos de acuerdo en cómo arreglarlo con sus padres. Mila tuvo que mentir diciendo que iba a visitar Venecia con una amiga suya, compañera de curso, que con mucho gusto aceptó ser cómplice de nuestra escapada. Para no levantar sospechas, decidimos que ella llegaría dos días después del inicio del Simposio, y se iría la noche antes que terminara. Eso nos dejaba tres días y tres noches para estar juntos, que era mucho más de lo que nunca habíamos tenido.
Los días antes, le fui comunicando a Mila por Whatsapp los detalles del viaje; me encargué de reservarle el vuelo, billetes de tren hasta el hotel y por supuesto la habitación, que era contigua a la mía. Todo ello con un código que designamos por si acaso a alguno de nuestros progenitores se le ocurría cotillear en nuestros móviles. Como guinda, me enteré de que el hotel contaba con una zona acuática de 600m², con varias piscinas, un balneario y un spa, lo que añadió aún más excitación a las vacaciones.
El gran día llegó, después de un largo día de ponencias y workshops en el Simposio, me dirigí a la estación de tren para recibir a mi princesa. No me pude resistir al verla descender del tren, me lancé a ella, y agarrándola por la cintura la besé como nunca la había besado. Mila se enrojeció, le dió vergüenza; nunca nos habíamos besado en público, nada más que en oscuros rincones cuando nadie nos veía, con miedo de que alguien nos pudiera reconocer y contarlo a nuestros padres.
Agarré su equipaje y nos pusimos en marcha para el hotel, a tan sólo un paseo de quince minutos. Mila estaba muy emocionada y excitada, jamás la había visto tan contenta, y no era para menos. Se agarraba fuerte a mi brazo y preguntaba qué tal pasé ese par de días sólo, y que si había probado ya el balneario.
La verdad que no tuve tiempo, los primeros días del Simposio eran los más intensos, y nada más me quedaba energía en la noche para ir a cenar algo, e irme rápido a la cama. Además, quería descubrirlo junto con ella.
Al llegar la acompañé a hacer el registro en la recepción, y la guié hasta su habitación, justo al lado de la mía, cosa que me recompensó con un dulce beso en la mejilla. La ayudé a instalarse. Mientras ella usaba el baño, se me ocurrió deshacer su maleta con la intención de acomodar sus quehaceres en el armario.
No se me ocurrió hasta que la ví, que su ropa interior formaba parte de su equipaje. Me ruboricé observando los modelitos que traía. Por descontado que nunca la había visto en paños menores, y lo más cerca que nunca estuve fue verla en un bañador de una pieza en la piscina de sus padres, con toda la família alrededor.
–¡Pero qué haces, fisgón! –dijo Mila al salir del baño, pillándome con las manos en la masa.
–Te echaba una mano deshaciendo la maleta... –respondí avergonzado.
– ¿Te gustan? –dijo ella.
–¿Cómo? –respondí.
–Que si te gustan, los conjuntos que he traído –me dijo sonriendo inocentemente.
Su mirada me cautivó una vez más, y la picardía en su voz me era desconocida, provocando en mí una erección que si no fuera por los pantalones vaqueros y la camisa que llevaba desharrapada por encima, me habría dejado en evidencia.
–Sandra me ayudó a escogerlos, ¿te gustan? –continuó Mila en tono juguetón.
–Me encantan –respondí excitado.
–Pues el mejor lo llevo puesto –dijo ella con un guiño.
No pude aguantarme y me lancé a besarla. En pocos minutos nos estábamos morreando encima de su cama. Nos revolcamos rozando nuestros cuerpos a través de nuestras ropas. Me atreví a deshacer su blusa, y aunque ella, casi por instinto, se resistió un segundo, acabó quitándose ella misma la prenda. Aparecieron ante mí sus senos cubiertos con clase por un elegante sujetador negro. Rocé delicadamente la prenda con mis dedos, bajo la atenta vigilancia de Mila.
Seguimos enrollandonos, y Mila me animó a quitarme también la camisa. Mi dulce prometida se posó sobre mí, y al sentir su piel sobre mi pecho casi me corro del placer; era un ángel de gozo extendiendo sus alas sobre mi cuerpo. Mis manos se posaron sobre su trasero, por encima de sus vaqueros ajustados. Misma reacción suya, me miró sorprendida un segundo, pero aceptó el paso. Pocos minutos después, me atreví a acercar mis manos al botón de su pantalón para deshacerlo. Continuamos besándonos y con el movimiento natural de nuestros cuerpos la cremallera de sus vaqueros se abrió por sí sola.
Mila estaba encima mío, y decidió hacer una pausa. Se irguió sentada como estaba sobre mí y la observé desde mi posición. Era una maravilla de mujer, y no podía creer que fuera mi novia. Sus largos cabellos estaban despeinados y algunos rebeldes se pegaban a su cara, sus mejillas sonrosadas por la excitación, y su piel blanca brillaba por el sudor. Pude ver que sus sus braguitas, asomándose por encima de sus pantalones desabrochados, conjuntaban elegantemente su sujetador. Me sentía en el paraíso.
–Cariño, tenemos que parar –dijo entonces Mila, rompiéndome el corazón en mil pedacitos.
Me quedé mirándola con evidente tristeza y decepción.
–Sé que los dos deseamos esto, mucho, pero sabes que la recompensa será mucho mayor si esperamos –continuó Mila, y descendiendo y posándose a mi lado en la cama, me besó dulcemente la mejilla una vez más.
Una de sus manos se posaba en mi pecho, acariciándolo suavemente. Me jodía enormemente pero sabía que tenía razón, los dos sabíamos que ese era un límite que no debíamos cruzar.
–Si Miluchi, tienes razón –conseguí decir al cabo de un par de minutos–. Te quiero con locura, y no quiero estropear lo que con tanto sacrificio ya hemos conseguido hasta ahora –concluí.
Con mucho pesar nos despedimos cada uno a su habitación, quedando de acuerdo en la hora para el desayuno. No hace falta que os describa la santa paja que me hice en honor de mi querida Mila.
La mañana siguiente llamé a su puerta a la hora acordada. Allí estaba mi princesa duchada y lista para empezar el día. Le propuse que aprovechara del balneario y el spa mientras yo atendía las reuniones, pero se negó rotundamente. Le daba mucha vergüenza ir ella sola en bañador delante de tanta gente desconocida.
Así que pasamos el día juntos. Mientras yo escuchaba y tomaba nota en las ponencias, mi amorcito se dedicaba a estudiar y revisar apuntes de sus clases. La verdad que me impresionaba lo buena chica que era.
Al terminar el último workshop de la tarde, decidimos que ya si, debíamos sacarle partido al balneario. Subimos a las habitaciones y nos pusimos los bañadores, y por encima un albornoz y unas chanclas cortesía del hotel. Nos dirijimos agarrados hacia los ascensores, que llevaban directamente al nivel de acceso al balneario.
Nos dirijimos primero a la piscina principal, que era bastante grande y se componía de varias zonas con hidromasajes, chorros de agua de distintos tamaños, e incluso algún tobogán. Mila se quitó el albornoz y casi me caigo al suelo del susto. Llevaba un bikini muy mono, de color blanco, que dejaba expuesta más piel de la que nunca le había visto.
No sé cuánto tiempo pasé embobado fijándome en ella, pero lo suficiente para que ella lo notara.
–¿Te gusta el bikini? También es nuevo –dijo Mila con coquetería.
–Es precioso, y te queda de escándalo –dije.
–Gracias… –dijo ella halagada.
Pasamos un rato en la piscina, explorando cada rincón, y aprovechando para abrazarnos bajo el agua y darnos piquitos. No había mucha gente, quizá unas veinte o treinta personas, y se veía bastante vacío dadas las dimensiones del lugar. Fue muy relajante y excitante a la vez estar con ella a solas allí, nada que ver con la piscina de sus padres, aunque antes de salir del agua tuve que esperarme un par de minutos para que el bulto me bajara, algo que Mila encontró muy gracioso.
Después de la piscina, quisimos ir a probar el spa. Se entraba por un pasillo al lado de los vestuarios, y era una zona completamente aislada del resto así que realmente teníamos curiosidad por verlo. Ninguno de los dos habíamos estado en un spa en nuestra vida.
Llegamos a otro pasillo con muchas puertas cerradas y muchos cartelitos, que eran difíciles de leer ya que estaban en esloveno. Lo primero que notamos es que hacía bastante más calor en aquel lugar. A un par de metros de la entrada vimos un pequeño vestuario donde colgamos nuestros albornoces, al lado de otros tantos que también colgaban de la pared.
Todo parecía muy tranquilo y solitario, y solo se oía una música relajante de fondo. Nos pusimos a investigar, las puertas parecían ser saunas y baños turcos. Decidimos no entrar a ninguno y primero dar la vuelta para ver todo lo que ofrecía el lugar, vimos que había unas duchas con hielo, y al fondo más piscinas y jacuzzis de varios tamaños.
Fue entonces que nos cruzamos con la primera persona ahí en el spa; un adonis musculado que parecía sacado de la película Ben-Hur, llevando un balde de madera lleno de agua. Pero lo más significativo es que estaba desnudo, completamente en bolas. Y además el chico estaba bien dotado, y, fuera por el calor que hacía allí o por quién sabe qué, la polla le colgaba morcillona unos veinte centímetros hacia delante y en curva descendente.
Me giré hacia Mila y la descubrí con sus topacios ojos clavados en el pene de aquel desconocido. Se sonrojó, y aún más cuando el personaje se acercó a nosotros hablando agitadamente sin que entendiéramos una palabra.
Cuando el chico se dió cuenta que no éramos de allí, nos dijo en inglés:
–You can’t use swimming suits here, it’s forbidden. You have to take them out and grab a towel! (No se puede usar bañador aquí. Os lo tenéis que quitar y coger una toalla).
Como nos quedamos pasmados los dos, nos hizo señales para que miráramos en la pared. Había un cartel con el dibujito de un bañador y un biquini, barrados por un signo de prohibición rojo. Entonces nos guió hacia el vestuario donde habíamos dejado el albornoz, y nos indicó que teníamos que desnudarnos y coger una toalla de la pila que se encontraba allí.
Mila y yo nos miramos sin saber qué hacer. Le pregunté si prefería irse, pero argumentó que era una pena, que ya que estábamos allí le gustaría probar el spa. Nos colocamos unas toallas alrededor del cuerpo y cada uno nos sacamos el bañador, ante la atenta mirada de aquel chico, que entendimos que trabajaba allí y se encargaba de mantener los baños a punto para los usuarios.
Una vez desnudos con las toallas enrolladas a nuestros cuerpos, seguimos al chico hacia una de las puertas y entramos con él,ya que estaba dispuesto a enseñarnos cómo funcionaba; más novatos no podíamos parecer. Era un baño turco, muy oscuro en el interior, y con tanto vapor que a duras penas se veía a un paso delante nuestro.
–You have take the towel off, fold it, and use it to sit on the bench (Os sacáis la toalla, la doblais y la usais para sentaros en el banco) –dijo él con autoridad.
Hicimos tal como nos indicó. Dudamos un poco, pero nos envalentonó el hecho que no había nadie más allí, y con la oscuridad y el vapor, no se veía apenas nada.
–Good, you got it guys. You do the same for the saunas, and of course you get in the hot-tubs completely naked (Muy bien, lo habéis pillado. Hacéis igual en las saunas, y por supuesto en los jacuzzis os metéis desnudos) –dijo antes de irse y dejarnos ahí solos, sentados sobre nuestras toallas en bolas.
Estuvimos callados un rato, absorbiendo el vapor en nuestra piel sudorosa, y sin saber que hacer o decir. La situación era muy excitante, aún y que en la penumbra apenas podía distinguir a Mila desnuda a escasos centímetros de mí. Pero aún así, la vergüenza que sentía en ese momento hacía que mi pene no reaccionara, quedando a la vista de mi amada en su estado más flácido y contraído.
Entonces se me ocurrió, era muy probable que la polla de ese tío fuera la primera que Mila había visto en su vida, y ahora estaba viendo mi pene, mucho más reducido al de ese adonis, como punto de comparación.
–Cuando crece es más grande –dije avergonzado, a modo de excusa.
–¿Qué? –dijo Mila, que pareciera que salía de un trance.
–Mi pene, es bastante más grande cuando me crece… –repetí.
Mila no dijo nada, solo se quedó mirando a la pared, y como si sólo entonces se diera cuenta de la situación hizo un amago de taparse los pechos y el pubis, pero sin mucho efecto. Los pelos sobre su monte de venus eran demasiado abundantes para taparlos simplemente con una mano, y apenas hizo esfuerzo para taparse los pezones. Era más una declaración de intenciones que un intento real de cubrir sus partes íntimas.
Unos minutos más y el calor fue demasiado abrumador para seguir ahí, así que nos levantamos y nos cubrimos otra vez con la toalla y salimos al pasillo.
Ésta vez nos cruzamos con un poco más de gente; una pareja mayor en sus cincuenta, completamente desnudos con las toallas en el hombro, y un par de chicas jóvenes que entraron en el baño turco del que nosotros salíamos. Éstas llevaban la toalla alrededor del torso pero se las quitaron al mismo tiempo que abrían la puerta, y pude apreciar fugazmente su desnudez, aunque fuera solo de espaldas.
–¿Qué quieres hacer? –pregunté yo.
–¿Probamos la sauna? –dijo ella.
Estaba toda roja, no sabía si por la situación o por el calor, y sus ojos brillaban de excitación.
–De acuerdo, pero necesito refrescarme primero –dije yo.
Entramos en unas duchas de agua helada. Eran unos cubículos con baldes llenos de agua helada suspendidos y que vertían su contenido al tirar de una cuerda. Entré en uno de ellos y me tiré el agua por encima. Me sentó genial después de pasar tanto calor. Me tapé y salí.
En el cubículo de al lado me encontré a Mila, parada, sosteniendo la cuerda con una mano sin atreverse a tirar. La ví de espaldas a mí, en toda su angélica desnudez, y me quedé ensimismado con las perfectas curvas de su culo.
–No te lo pienses y tira, esta genial ya verás –dije entonces, sorprendiendola.
–Tengo miedo, está muy fría –me dijo girando su cabeza por encima de su hombro–. Hazlo tú –me dijo.
Me acerqué a ella por atrás, agarré la cuerda y tiré sin pensarlo.
Mila gritó, saltando como si el agua la quemara, y girándose se agarró a mí. Sentí sus pechos chocar contra mí, y el frío del agua rápidamente se convirtió en una balsámica calidez, sintiendo nuestros cuerpos húmedos el uno contra el otro.
Rápidamente ella se cubrió con la toalla, y después de un silencio un poco extraño nos dirigimos a la sauna. Entramos en ella y tal como nos indicó el hombre, nos despojamos de la toalla una vez más. Después de doblarla y sentarnos en ella, nos dimos cuenta que no estábamos solos. dos hombres entre 30 y 40 años estaban sentados justo enfrente de nosotros.
Una vez más me sentí empequeñecer desde mi asiento. Ésos hombres también iban bien servidos y además no hacían ningún gesto para intentar tapar sus pollas. También sin ningún tipo de pudor clavaron sus ojos en mi novia, que completamente desnuda enfrente de ellos parecía no poder hacer otra cosa que mirar al techo, o mirar los penes de aquellos desconocidos.
Crucé una mirada con Mila, sus ojos brillaban y sus mejillas parecían dos tomates. Entonces ella bajó la vista y miró con descaro mi polla, que en ese momento había crecido un poco más. Yo hice lo mismo y bajé mi vista hacia sus pechos y su pubis. Tiene una belleza indescriptible, mi prometida es una diosa, nada que envidiar a la mismísima Venus de Milo.
Tampoco le pasó por desapercibido a aquellos hombres que la observaban con complacencia. Podía ver una pequeña sonrisa en sus caras, claramente disfrutando de la visión de mi princesa en cueros. Un sentimiento de celos me empezó a invadir, aunque también me inundó una gran excitación. No me podía creer que, el día en que al final iba a ver a Mila desnuda, fueran también a ser partícipes de ese momento un puñado de desconocidos.
Y para más agravio, estos dos la miraban con lascivia delante mío sin ningún pudor. Fijándome en Mila otra vez, observé como ella tampoco escondía como los miraba a ellos descaradamente. Incluso se mordía el labio inferior como intentando calmar su propia excitación. Noté su respiración agitada, y bajando la mirada a sus muslos juraría que estaban mucho más separados que cuando nos sentamos.
Con sus piernas tan separadas, estoy seguro que esos hombres tenían una vista privilegiada del sexo de Mila. No me podía creer que esos desconocidos fueran a ver ese preciado tesoro antes que yo. Desde mi posición apenas me podía contentar de ver su abultado y cabelludo monte de Venus.
El juego que se llevaban no dejó a los desconocidos sin efecto. Pude observar con detalle cómo sus pollas cobraban vida, y sin ningún tipo de pudor esos hombres exhibían sus erecciones para el regocijo de mi novia. Todo ello mientras se reían y congratulaban con comentarios dirigidos a Mila, que aún que no comprendía mi una palabra, se entendían perfectamente.
No me podía creer que eso estuviera pasando. A nadie parecía importarle que eso estuviera pasando delante de mis narices.
No pude evitar excitarme también, y empezaba hacerse aparente. No quería que Mila se diera cuenta, así que aprovechando que el calor era ya bastante difícil de soportar, me levanté y tapándome con la toalla le dije que necesitaba un baño.
Mila apenas reaccionó, pero como que se despertó del encanto y ruborizada, se levantó también, cubriéndose con la toalla. Al salir, aquellos hombres dijeron algo que sonó obsceno, y parecían lamentarse que se terminara el espectáculo.
A pocos metros estaban los baños, una piscina de agua caliente, otra fría y varios jacuzzis. Vimos otra pareja mayor en un jacuzzi, y en la piscina caliente había un grupo de jóvenes, tres chicos y dos chicas. Mientras yo dudaba por donde quería meterme, Mila tomó la iniciativa y quitándose la toalla entró en la piscina caliente.
La seguí hasta un rincón a dos o tres metros del grupo de jóvenes. Nos miraron al entrar y siguieron a su rollo. Era una sensación muy agradable bañarse desnudo en esa piscina, y aún lo era más hacerlo al lado de mi querida Mila.
–¿Estás bien? –pregunté, ya que ella seguía muy callada.
–Aha… –respondió ella vagamente, parecía ensimismada mirando a un punto indefinido en dirección a esos chicos.
Ellos seguían a su rollo. Eran locales, que seguramente estaban acostumbrados a ir allí a pasar el rato, no parecían darles más importancia al hecho de estar desnudos, y mantenían una conversación muy normal entre chicos y chicas.
Bajo el agua se distinguía con menor detalle sus cuerpos, pero debo reconocer me excité mirando a esas chicas desconocidas. Las dos eran rubias, una de ellas con los pechos muy grandes y unos pezones también grandes. Las dos parecían llevar el pubis depilado, cosa que pude confirmar cuando se levantaron para cambiar de sitio e ir a uno de los jacuzzis. Allí donde normalmente habría pelo, solo había piel, y su rajita quedaba completamente expuesta. Los chicos por su parte tenían unos penes menos intimidantes a mi parecer, y Mila no perdió detalle de ninguno de ellos.
A cabo de un par de minutos, los dos hombres de la sauna aparecieron y nos saludaron. Entraron en la piscina y con un inglés muy malo dijeron:
–We seat here? (¿Nos sentamos aquí?) –señalándonos a nosotros.
–Ok.. –dijo Mila ante mi asombro.
Estaban aún algo empalmados, y no lo escondían. Se sentaron los dos al otro lado de mi novia, a medio metro.
–You lucky man (Eres un hombre afortunado) –dijo uno dirigiéndose a mí.
–Thanks… –respondí.
–You have beautiful eyes (Tienes unos ojos bonitos) –dijo dirigiéndose a Mila.
–Ïn lēpò mucõ –dijo el otro incomprensiblemente, y los dos hombres se echaron a reír.
–Thank you… –respondió tímidamente mi novia.
Estuvieron un rato preguntándonos cosas y haciendo comentarios que no entendíamos, riéndose entre ellos. Al rato el que estaba sentado directamente al lado de Mila se levantó y se sentó en el borde de la piscina, dejando su polla erecta a la vista de todos.
Mila no podía resistir mirar ese pene, que a escasos centímetros de su cara, se mantenía firme apuntando hacia el techo. El hombre se daba perfectamente cuenta y se movía para que el pene se balanceara de un lado a otro. Entonces al rato dijo:
–You like dick eeh, do you like dick? (Te gusta la polla ¿eh?, ¿te gusta la polla?
Mila no dijo nada tan solo seguía observando el mástil de ese hombre. Yo no sabía que hacer, la situación era intimidante, y el otro hombre me vigilaba con una estúpida sonrisa en su cara.
–You touch dick if you want, it's okay (Toca mi polla si quieres, no pasa nada) –continuó diciendo ese desconocido.
Yo pensaba que ya era el colmo y sin duda Mila se iba a levantar ofendida y nos íbamos a ir de ese lugar. Pero ante mi asombro mi princesita alargó la mano hasta alcanzar esa polla y la examinó con detalle.
Me fui a levantar enfadado, pero el otro tipo me paró cogiéndome de un brazo.
–It's Ok –dijo–. She likes it, don't be a jerk. (No pasa nada. A ella le gusta, no seas capullo).
Me quedé parado contemplando como Mila sobaba la polla a ese extraño, quien la guíaba enseñándole a hacer una suave paja. El otro tipo se masturbaba bajo el agua viendo la escena.
–You come here now, stand up (ven aquí, levántate) –le dijo el primero a Mila, que hizo caso sumiso levantándose cerca del borde de la piscina quedando medio cuerpo fuera del agua, al nivel de sus nalgas.
El desconocido le indicó que continuara con la paja, mientras que él alargó sus manos para sobarle las tetas a mi preciosa Mila. El otro se acercó por detrás y empezó a sobarle el culo.
Yo me quedé consternado, miré a mi alrededor para ver si otra gente estaba viendo eso, pero la poca gente que quedaba estaban apartadas y pasaban de nosotros. Me sentí impotente.
–You try with mouth now, you like it is tasty (Prueba con la boca ahora, te va a gustar es sabrosa) –oí como le decía a Mila.
Por supuesto que ella acató. Al doblegarse hacia delante para chuparsela a ese hombre su culo subió quedando en pompa delante mío y del otro desconocido. Éste aprovechó para seguir sobando por todas partes, pasando su mano sobre el virginal coño de mi novia, que en este punto se notaba como estaba chorreando.
Yo me rendí a mi propia excitación. Llevaba años soñando con Mila en toda clase de fantasías sexuales, y ahí la tenía, en toda su cruda desnudez, realizando actos inmorales con dos completos desconocidos. Por supuesto que me moría de celos, pero al mismo tiempo era una fantasía cumplida ver las ganas de follar que Mila tenía, y lo cerda que puede llegar a ser. Si es que era posible, aún me estaba enamorando más de ella al revelarse a mí esta faceta suya.
En ese momento Mila seguía comiéndole la polla al primer desconocido, y el segundo la estaba masturbando por detrás, con un par de dedos ensartados en su coño. Mi ángel de amor gemía de gusto y yo me masturbaba cerca de la escena.
El segundo tipo de levantó con la intención clara de clavarle la polla al virginal chocho de mi novia, y casi instintivamente grité “no!”.
–It's Ok… just a little bit (No pasa nada… sólo un poquito) –me dijo el tipo sonriendo.
Acto seguido guió su glande hacia el agujero y empezó a rozarlo arriba y abajo sin penetrarla aún. Estuvo un ratito así, algo que volvió loca a Mila que se retorcía del placer. Entonces el glande desapareció de mi vista, adentrándose un poco el el interior del chochito de mi princesita.
Ella gimió más aún. El glande entró y salió unas pocas veces, y parece que el coñito virgen de Mila se resistía porque el tipo no conseguía meterle la polla más que tres o cuatro centímetros.
–She’s a fucking virgin man, she’s a fucking virgin! (Es virgen, joder, es virgen!) –gritó el tipo, riéndose los dos.
El otro estaba cerca de correrse, y apenas un par de lengüetazos de Mila más y descargó todo su semen en la dulce boca y la cara de mi novia, que seguía gimiendo descontroladamente.
El segundo seguía penetrando con su glande con cautela, apenas entrando en el interior sin dar la embestida definitiva. Me miró un momento, y le encontró masrurbandome viciosamente.
Sacó su pene otra vez, lo volvió a colocar sobre el coño de Mila, y en un segundo vi como todo el tronco de aquel desconocido desaparecía dentro de aquel santo agujero. Solo sus huevos quedaron a la vista, golpeando la vulva de mi dulce novia una y otra vez mientras el hombre embestía con ímpetu.
Para mi suerte no duró más que medio minuto, el tipo no lo soportó más y sacando la polla del interior de mi prometida se corrió abundantemente sobre sus nalgas.
Mila se quedó en esa posición un momento, reposando. Los dos hombres, de los que no conocíamos ni el nombre, se relajaron en la piscina un par de minutos. Yo paré de pajearme, y me quedé con la polla tiesa allí parado.
Mila finalmente se sentó otra vez dentro del agua, y yo me acerqué para sentarme a su lado. En ese momento los dos tipos se despidieron y no los vimos más.
No nos dijimos nada por un largo rato. Pero Mila entonces alargó su mano y agarró mi pene con firmeza bajo el agua. Sin decir una palabra empezó a besarme, ensartando su lengua hasta el fondo de mi paladar, y con su mano me masturbó. Su boca sabía a semen. Me corrí al poco tiempo.
No nos quedaron más ganas de spa después de eso. Nos dirigimos al vestuario después de una rápida ducha. Nos cubrimos con los albornoces y nos dirigimos hacia nuestras habitaciones. La conversación fue muy escueta.
–¿Quieres pasar a mi habitación un rato? –pregunté al llegar a su puerta.
–Quizá es mejor que no, no creo que sea una buena idea –dijo ella.
–Milucha, te amo, ésta noche más que nunca –le dije, haciéndole saber que lo ocurrido no cambiaba para nada nuestra compromiso.
Mila respondió abrazándome muy fuerte durante un largo rato. Me pareció que sollozaba.
–Yo también te amo –terminó diciendo.
Nos besamos en el pasillo antes de despedirnos para dormir.
Preferimos no volver al spa durante el par de días que nos quedaban de escapada. Las noches siguiente Mila aceptó a quedarse a dormir conmigo, pero fiel a nuestro voto nada más que nos enrollamos y guardamos nuestra ropa interior puesta si ir más allá.
Hemos vuelto a la normalidad, y nuestros padres no sospechan nada de nuestro viaje. Aunque hay algo que ha cambiado para mí; ahora soy más feliz que nunca, porque sé que mi preciosa Mila es una gata en celo con muchas ganas de follar, y el día que lo hagamos, me hará el hombre más dichoso de la tierra.
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