Maria Ofélia, la enána ninfómana de Punta Alta.

En agosto del '84 fui reclutado por la marína para " la colimba" junto con otros miles de varónes adolescentes venídos de toda la nación. Ser gay o comportarse cómo tal era vergonzante, un estigma de enfermos... razón por la cual mi comportamiento era el esperádo de un muchacho de mi edad. La hora de laiiiiis duchas, los " castigos abusívos " donde nos hacían desvestir y nos " bailában", éran para mi; magníficas oportunidades de descubrir y espiar la dotación de mis camaradas colimbas incluso la de mis superiores cómo el Cabo Ariel Masa que se paseaba desnudo por la barraca de la companía cada noche antes de dormir luciendo todo el esplendor de su hombría, meciendo de lado a lado una verga gruesa que dibujaba un trónco de carne arqueado que caía pesado sobre la bolsa de un par de huevos que le hacían juego de pijudo dotádo.

Cada noche durante su guardia salía del "office" totalmente desnudo iluminado por las " luces de sueño " azúles que permitían en la penumbra observar al detálle cuando la vista se acostumbraba; " Masita" sabiendo discretamente que yo era su fanático, dejaba que su verga me luciéra media erección cuando pasaba por mi sector, esa chota se apreciaba descabezada y "gomosa"

Un aparáto sexúal bien másculino; había mucho de gay reprimido en esas "companías"; después de tres méses de encierro, toda esa testosteróna rebalsaba en demostraciónes de masculinidad y exhibicionismo. Era el paraíso para un voyeurista como yo, un mirón apasionado de entrepiernas ajénas.

Al cabo de varios méses de encierro mi táctica era hacerme el cojedor hétero fatal y en los tiempos libres le relataba al detalle a mis compañeros mis " cojidas de concha ", los pibes reaccionaban a la charla con terribles erecciones bien visíbles.


Me hacía el " distraido" y me reía compinche animandolos a dar rienda suelta a la calentura como viniera, de paja cruzada, chupada... lo que surgiera en esa soledad que resultaban esas guardias aburridas e interminables