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Al llegar a casa, mamá nos recibió con una noticia que casi me hace saltar de júbilo.
-Hoy vino el doctor a ver a Mary….y tiene principios de varicela….tendrá que estar en cuarentena y no podrá ir a la escuela durante dos semanas.
-Ay….pobrecita “dije yo compungida, fingiendo un dolor que estaba lejos de sentir-
-Así que Pepe y tú tendrán que ir solos todo ese tiempo.
Dijo mamá-
-Si mamá “respondió Pepe con una sonrisa de satisfacción, casi imperceptible-
-Mañana le llevarás el certificado médico a su maestro, para justificar sus faltas. “le dijo a Pepe-
-Si mamá.
Esa noche cenamos como de costumbre y nos fuimos a dormir, sintiéndome contenta estremecida aún por las vivencias de aquel día.
Pero antes, siguiendo el prudente consejo de mi hermano, me metí al baño y me puse un poco de papel higiénico bien doblado entre mis bragas y mi chochito, esperando con ansias a que llegara el día siguiente.
Al otro día, sin embargo, sucedió algo que yo no esperaba, pues a Pepe lo habían escogido para que tocara el tambor en la banda de guerra de la escuela, y tendría que quedarse ensayando con el grupo como tres o cuatro horas.
Ese indeseado contratiempo me molestó tanto que hasta tenía ganas de llorar de la rabia, pero Pepe me consoló, diciéndome con palabras cariñosas:
-Mira, manita….hoy no podremos ir allá….tengo que quedarme a ensayar….y lo peor es que eso será cada tercer día….así que hoy nadamás te encaminaré a la salida y quiero que te vayas rápido a casa.
Le dices a mamá que llegaré un poco tarde.
-Si….está bien….pero y mañana….?
-Si, Angelita….mañana iremos otra vez….está bien?
-Bueno….está bien.
-Te vas derechito a casa…eh, Angelita?….no te vayas a deterner por allí…!
-Si, manito….descuida….no lo haré.
Presuroso porque ya lo estaba llamando el profesor para que se incorporara a la práctica, Pepe me encaminó precisamente hasta la salida del pueblo, dejándome donde empezaba la vereda que conducía a nuestro rancho.
Yo, con mi mochila a mis espaldas, me fui caminando lentamente invadida de tristeza por no poder estar esta vez a solas con mi hermano, a pesar de que las circunstancias nos favorecían por la enfermedad de María.
Después de recorrer algunos kilómetros, arribé al lugar donde los dos caminitos se encontraban, y donde teníamos por costumbre desviarnos con mis hermanos.
Me detuve un momento mirando con nostalgia hacia el sendero que conducía hasta los inmensos y ocultos mangales que me servían de espera mientras mis hermanos se ocultaban para hacer sus cosas.
Allí parada me puse a recordar todos los lindos momentos que había pasado con mi hermano el día anterior, añorando ardientemente que él estuviera junto a mí.
De recuerdo en recuerdo, vino a mi memoria de pronto la figura del hombre desconocido que me había dado los cinco pesos, de los que ya prácticamente no me quedaba nada.
Un pensamiento cruzó como un rayo por mi mente, calculando que tal vez, si iba a aquel lugar, pudiera encontrarme tal vez con él, y por qué no, quizás hasta pudiéramos repetir la experiencia tan excitante que habíamos vivido días antes.
Estos calientes pensamientos despertaron en seguida mi morbidez y mi ardiente deseo, sintiendo de inmediato la típica sabrosura del excitante picor que ya se manifestaba urgente entre mis piernas.
Sin pensarlo más me desvié del camino principal y me dirigí hacia lo intrincado del bosque.
Cuando hube llegado al sitio de costumbre, me quité la mochila y me senté en el suelo, sudorosa y cansada por el calor tan intenso que se sentía en el ambiente, mientras disfrutaba de la suave brisa del viento debajo de la sombra de los arboles.
Allí permanecí descansando un poco con los ojos cerrados, mientras las escenas imborrables del falo enorme y grueso del desconocido llenaban mi mente deseosa y hambrienta.
Me daba cuenta de que, aún a mi corta edad, la calentura se estaba metiendo en mi sangre como por arte de magia, en forma silenciosa e inesperada, manifestándose de mil maneras diferentes: ya provocándome el abundante fluido vaginal; ya agitando mi pecho con ansias locas y suspiros incontrolables; o bien produciendo en mis sentidos los intensos deseos de tocarme la pepita, sintiendo la tremenda necesidad de llevar mis manos hasta allí y revolcarme de lujuria sobre el oculto pasto del bosque.
Pensaba también en Pepe, en su hermosa y colorada verga, en lo deliciosa que la sentí cuando me la metió por primera vez, y en un pensamiento comparativo que no pude evitar, evoqué cómo sentiría yo dentro de mí la palanca del desconocido, que era muchisimo más grande, larga y gruesa que la de mi hermano.
Este sólo pensamiento me hizo sentir un tremendo escalofrío que provocó que se me frunciera el culito y el chochito por el placer sin igual que aquellas visiones me producían.
Ensimismada como me encontraba pensando en todo eso, no percibí la presencia del desconocido, que apareciendo de pronto junto a mi, me dijo en voz baja:
-Hola, Angelita….qué milagro…
-Ohhhhh!! sacudí la cabeza asustada, abiendo los ojos sorprendida-
-Te asusté, pequeña….?
-Si….pero no importa…..no hay cuidado… le dije,
contentísima de verlo nuevamente-
-Oh, perdóname, linda….es sólo que no pensé encontrarte hoy aquí….
-No se preocupe….
-He venido otras veces….pero no te he visto por acá….
-Pues no, -mentí-, lo que pasa es que no habíamos vuelto a venir en estos días.
-Hummmm……y viniste hoy con tus hermanos….?
-Si!! le mentí otra vez-
-Ah, bien….y se fueron otra vez al monte….?
-Si….a cortar mangos….como siempre hacen…
-Y….hace mucho que llegaron ….?
-No….apenas hace algunos minutos….por qué?
-No, por nada….sólo quería saber si tardarán en
regresar…..
-Seguro que demorarán un buen rato “fingí, con la clara intención de que él que se quedara conmigo-
-Oye, Angelita….y como has estado…?….qué te pareció lo que hicimos el otro día…?
-Ohh….muy bien….!! le respondí sonriente-
-Dime, linda,….te gustó todo lo que hicimos….?
-Si……Mucho.
-Oye….y no te gustaría ganarte otros cinco pesos….? Me dijo mostrando una sonrisa de confianza-
-Si….si me gustaría….-le aseguré rápidamente-
-Bueno…mira…entonces por qué no aprovechamos el tiempo antes de que tus hermanos regresen?
-Si si….-le dije-…..está bien. mientras sentía que unaespecie de babilla me corría ya por en medio de mis piernitas-
-Bueno, Angelita….sólo que ahora, nos meteremos un poco más hacia dentro del bosque….
-Si?….por qué?
-Porque no quiero que si tus hermanos regresan, nos vayan a ver….
-Oh no….ellos no….!! “yo interrumpí rápidamente mi coloquio, dándome cuenta que estaba apunto de cometer un error-
-Cómo dices, pequeña….?
-No…nada….creo que es mejor como usted dice…. corregí presurosa-
-Bueno….está bien….anda..ven, vámos para allá… dijo el hombre, señalando un espeso matorral que se encontraba como a unos cincuenta metros de allí-
Yo le seguí hasta el sitio que él había elegido. Una vez metidos entre el intenso follaje, el hombre se sentó en el piso y me dijo que me acercara a él, dándome en seguida la moneda de cinco pesos.
Yo, poniendo el dinero sobre el suelo, y sintiendo como que me ahogaba por el placer tan intenso del momento, me acerqué rápidamente a él.
Aquel hombre, sudoroso como estaba, comenzó a meter sus manos debajo de mi blanca faldita corta, yendo directamente hasta el centro de mi pubis, el cual comenzó a acariciar suavemente y con toda confianza, sabedor de que todo eso me gustaba y de que ahora sí contaba con mi total y absoluta cooperación.
Y efectivamente, presa de la más ardiente lujuria, yo me dejaba trastear por las manazas del desconocido, que ya había metido su mano debajo de mi calzoncito, hurgando aquel rincón de terciopelo, tallando lentamente su dedo más grueso sobre mi rajadita, que rezumaba intensos flujos que contribuían ampliamente a su manipulación.
Él se regodeaba con aquellas caricias sintiendo cómo el apretado resquicio de mi anhelante hendidura se estremecía hasta el delirio entre sus dedos, mientras se daba prisa en bajarme las pantaletas hasta quitármelas totalmente.
Una vez que me tuvo al descubierto, con mi pubis desnudo frente a sus ojos, procedió a quitarme el vestidito y el corpiñito, hasta dejarme completamente sin ropa.
Suspirando con agitación, él se puso de pie y empezó a desnudarse con ansias febriles, viendo cómo surgía retador aquel tremendo pedazo de carne dura y roja que tanto me hacía soñar, tan inmensamente grande, largo y grueso, que tenía una cabeza del tamaño del corazón de un caballo.
Al volver a ver aquel espectáculo sin par de inmediato se despertó en mí una lujuria incontrolable, que apenas podía yo contener.
Dándose cuenta de mi brutal excitación, el hombre no esperó más, y sentándose en el piso, me jaló de las manitas hasta ponerme toda abierta de mis piernas encima de su descomunal falo parado, para después comenzar a bajarme con sus manos poco a poco hacia aquella daga de la muerte, que por instantes y por su enorme tamaño me causaba terror.
Pero siendo más fuerte el deseo irrefrenable que sentía en aquellos momentos, pronto olvidé todo temor y miedo, recordando que Pepe ya me había desflorado el día anterior, y que seguramente ya no sería tan doloroso para mí que aquel hombre me la metiera.
Él por su parte estaba también completamente enardecido por la fiebre que le causaba mi desnuda presencia.
Yo para mis adentros pensaba que aquel desconocido, acostumbrado con toda seguridad al desfloramiento de niñas como yo, pequeñas de mi edad, a quienes de seguro convencía con dinero, al menos tendría la delicadeza de manejar el asunto con toda lentitud y calma, de modo que olvidando por completo mis temores me entregué a la desbocada pasión del momento.
Advirtiendo que para entonces ya nada podría detener la embestida definitiva.
Me abrí totalmente de piernas para facilitar la maniobra del desconocido, quien prestamente ya había colocado la babeante y roja cabeza de corazón en la mera entrada de mi bollito ya no tan imberbe, y sintiendo la gruesa y descomunal punta de aquel animal indomable y furioso queriéndose entremeter en mi tierna caverna vulvar,
me dejé caer suave y lentamente sobre él, mientras el hombre presionaba mis hombros hacia abajo, persiguiendo ambos el mismo fin.
Cuando sentí que la cabeza colorada se abrió paso adentro de mi rajadita perdiéndose con gran dificultad entre mis ansiosos labios humedecidos de leche,
sin poder evitarlo emití un fuerte quejido de dolor que debió escucharse hasta la bifurcación del camino.
El hombre me puso rápidamente una de sus manos sobre mi boca con la finalidad de que no se escucharan mis gritos, que seguían intentando de salir con fuerza de mi garganta, ahogándose entre las manos del libidinoso individuo.
Hasta ese momento y contra todos mis pronósticos, él había empujado mi cuerpo con fuerza hacia abajo, sobre su propio cuerpo, lo que provocó que de un solo jalón me entrara más de la mitad de aquella verga salvaje, de animal,
produciéndome un dolor insoportable que ni con mucho se podía comparar al dolor que había sentido cuando la verga de Pepe me había penetrado totalmente, desflorando supuestamente mi virgen conducto frontal.
Yo sinceramente no esperaba aquel trato tan duro y tan doloroso, por lo cual sentía cómo mis lágrimas salían abundantemente recorriendo mis mejillas, mientras lloraba abiertamente del tremendo dolor que sentía,
en tanto aquel brutal falo encendido a más no poder me seguía partiendo en dos, entrando por fin totalmente hasta lo más recóndito de mis anhelantes entrañas.
Manteniendo mi boca tapada con su mano, mientras me empujaba con mayor potencia la tremenda tranca adentro de mi chochito, yo sentía que me iba a desmayar del dolor tan grande que atravesaba mis caderas.
Pero él no cejaba; no se detenía ni siquiera un instante, pues continuaba empujándomela y sacándomela para volver a metérmela y sacármela nuevamente con furia y sin piedad, efectuando bruscos y salvajes movimientos hacia arriba y hacia abajo y también hacia los lados, mientras me mantetenía montada y abierta de piernas sobre su titánico pene.
Perdí la cuenta de los minutos que pasaron entre el momento en que me acomodó la cabeza y cuando me atravesó completamente con su increíble verga, pues el dolor era tan fuerte que me hizo perder momentáneamente el sentido y la noción del tiempo.
No sé cuantos minutos pasaría en ese estado, pero a pesar de ello, él continuaba moviéndose con avidez, y al recobrar yo la conciencia comencé a notar que de repente mis pliegues internos, ahora sí totalmente rotos para siempre, se acoplaban por fin y poco a poco al tamaño de aquel vergón ejemplar, tal vez a fuerza de sentir tanto dolor y seguramente también como consecuencia de la salvaje llenura de que era yo objeto.
Así que, aún con los ojos inundados de lágrimas pero ya sin tantos deseos gritar, yo misma empecé a moverme de un lado para otro, empalada como estaba por aquel falo enorme, tratando de encontrarle el ritmo a aquella preciosa verga que tantos estragos me estaba causando.
Aquel hombre, mientras tanto, continuaba con sus fenomenales embestidas de toro enfurecido dentro de mí, entrando y saliendo una y otra vez, ya sin impedimientos, de modo que mi chochito acabó de adaptarse completamente al tamaño de aquella vara sin igual, empezando a producir en mí un placer y una brama indecibles.
Tan calientes y frenéticos nos encontrábamos los dos que, sin poder contenernos más, nos derramamos al unísono en potentes orgasmos que parecían nunca acabar; él regando las profundidades de mis entrañas de rico y delicioso semen, en tanto mi bollito se contraía entre ríos de sangre mezclados con leche en venidas increíbles, estrujantes y dolorosas, por primera vez sentidas con tal intensidad por mí.
Después de eso permanecimos por largo rato con nuestros cuerpos enrollados, estremecidos por los salvajes espasmos de placer, mientras el desconocido me acariciaba, ahora sí, cariñosamente la cabeza, como dándome las gracias por haberle proporcionado tan incomparable tesoro.
Yo, atravesada por aquel delicioso palo, ya no tan duro en esos instantes, me mantenía con mi cuerpecito descansando montada sobre él, disfrutando de aquel salvaje momento.
Como volviendo a la cordura, el hombre me susurró al oído algunas palabras:
-Angelita…..ya bájate, no vayan a venir tus hermanos….
-Hmmmmmmm.
-Anda nena…..no quiero que ellos se vayan a dar cuenta….
-Si…..está bien….
Como pude me levanté para tratar de sacarme aquella bayoneta de largo cañón de mi rajadita ensangrentada.
Cuando me ví mis partes todas embarradas de sangre sentí miedo y me puse a llorar nuevamente.
Él, dándose cuenta de mi estado, comenzó a consolarme con palabras dulces, diciéndome:
-No te preocupes, Angelita….mira, todo eso es muy
normal….
-Uhhh…?
-Te diré algo que no sabes….cuando a una chica se la meten por primera allí, siempre sale sangre….pero eso se pasa en seguida….no demora tanto como crees….
-Es que….me duele mucho….y también me está saliendo mucha sangre….
-Sí, pero es por eso que te digo….pero pronto pasará….
-Y ahora…qué haré….?
-Por qué, niña….?
-No quiero que mamá se de cuenta…..
-No, no….. ella no debe saberlo….tienes que guardarte de
decirlo….recuerdas?
-Si….
-Pues entonces, no pienses más en eso.
-Pero…y ahora…cómo me limpio…?
-Oh…es eso….no te apures….yo lo haré…
Y sacando de su morral una tela y un botellón de agua, comenzó a humedecer el trapo aquel procediendo después a limpiarme completamente la abundante sangre que me había empapado mis partes íntimas.
Al terminar, el desconocido sacó un rollo de papel higiénico y me puso un poco entre mis piernas, diciéndome que me pusiera mi calzón.
Al verme completamente limpia y protegida de mi intimidad, me tranquilicé y hasta me sentí mejor. Entonces el hombre me dijo.
-Ahora, mantén el papel allí todo el día, y por la noche, sin que nadie te vea, te lo quitas y te pones más….entiendes, linda?
-Si…
-Ya verás cómo mañana no te dolerá ni te saldrásangre…Angelita.
-De verdad….?
-Si…te lo aseguro.
-Ay, qué bueno…
-Bien….ya veo que estás más tranquila….ahora me iré para que tus hermanos no nos vean juntos.
-Está bien….pero…cuando volveremos a vernos…?
Le pregunté interesada-
-Oh…mi niña…pronto nos volveremos a ver…si tu quieres, claro…
-Pues si….si quiero….
-Bien….te buscaré por aquí….ya verás que yo te
hallaré….como hoy…
-Bueno….
-Ya nos veremos otro día, Angelita….y recuerda…ni una palabra a nadie, eh?
-Si, claro…
Él se despidió de mí dándome un beso en la mejilla, alejándose por el bosque mientras yo terminaba de vestirme, y recogiendo la moneda me dirigí hacia donde estaba mi mochila, para irme luego a casa.
CONTINUARA…….
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Al llegar a casa, mamá nos recibió con una noticia que casi me hace saltar de júbilo.
-Hoy vino el doctor a ver a Mary….y tiene principios de varicela….tendrá que estar en cuarentena y no podrá ir a la escuela durante dos semanas.
-Ay….pobrecita “dije yo compungida, fingiendo un dolor que estaba lejos de sentir-
-Así que Pepe y tú tendrán que ir solos todo ese tiempo.
Dijo mamá-
-Si mamá “respondió Pepe con una sonrisa de satisfacción, casi imperceptible-
-Mañana le llevarás el certificado médico a su maestro, para justificar sus faltas. “le dijo a Pepe-
-Si mamá.
Esa noche cenamos como de costumbre y nos fuimos a dormir, sintiéndome contenta estremecida aún por las vivencias de aquel día.
Pero antes, siguiendo el prudente consejo de mi hermano, me metí al baño y me puse un poco de papel higiénico bien doblado entre mis bragas y mi chochito, esperando con ansias a que llegara el día siguiente.
Al otro día, sin embargo, sucedió algo que yo no esperaba, pues a Pepe lo habían escogido para que tocara el tambor en la banda de guerra de la escuela, y tendría que quedarse ensayando con el grupo como tres o cuatro horas.
Ese indeseado contratiempo me molestó tanto que hasta tenía ganas de llorar de la rabia, pero Pepe me consoló, diciéndome con palabras cariñosas:
-Mira, manita….hoy no podremos ir allá….tengo que quedarme a ensayar….y lo peor es que eso será cada tercer día….así que hoy nadamás te encaminaré a la salida y quiero que te vayas rápido a casa.
Le dices a mamá que llegaré un poco tarde.
-Si….está bien….pero y mañana….?
-Si, Angelita….mañana iremos otra vez….está bien?
-Bueno….está bien.
-Te vas derechito a casa…eh, Angelita?….no te vayas a deterner por allí…!
-Si, manito….descuida….no lo haré.
Presuroso porque ya lo estaba llamando el profesor para que se incorporara a la práctica, Pepe me encaminó precisamente hasta la salida del pueblo, dejándome donde empezaba la vereda que conducía a nuestro rancho.
Yo, con mi mochila a mis espaldas, me fui caminando lentamente invadida de tristeza por no poder estar esta vez a solas con mi hermano, a pesar de que las circunstancias nos favorecían por la enfermedad de María.
Después de recorrer algunos kilómetros, arribé al lugar donde los dos caminitos se encontraban, y donde teníamos por costumbre desviarnos con mis hermanos.
Me detuve un momento mirando con nostalgia hacia el sendero que conducía hasta los inmensos y ocultos mangales que me servían de espera mientras mis hermanos se ocultaban para hacer sus cosas.
Allí parada me puse a recordar todos los lindos momentos que había pasado con mi hermano el día anterior, añorando ardientemente que él estuviera junto a mí.
De recuerdo en recuerdo, vino a mi memoria de pronto la figura del hombre desconocido que me había dado los cinco pesos, de los que ya prácticamente no me quedaba nada.
Un pensamiento cruzó como un rayo por mi mente, calculando que tal vez, si iba a aquel lugar, pudiera encontrarme tal vez con él, y por qué no, quizás hasta pudiéramos repetir la experiencia tan excitante que habíamos vivido días antes.
Estos calientes pensamientos despertaron en seguida mi morbidez y mi ardiente deseo, sintiendo de inmediato la típica sabrosura del excitante picor que ya se manifestaba urgente entre mis piernas.
Sin pensarlo más me desvié del camino principal y me dirigí hacia lo intrincado del bosque.
Cuando hube llegado al sitio de costumbre, me quité la mochila y me senté en el suelo, sudorosa y cansada por el calor tan intenso que se sentía en el ambiente, mientras disfrutaba de la suave brisa del viento debajo de la sombra de los arboles.
Allí permanecí descansando un poco con los ojos cerrados, mientras las escenas imborrables del falo enorme y grueso del desconocido llenaban mi mente deseosa y hambrienta.
Me daba cuenta de que, aún a mi corta edad, la calentura se estaba metiendo en mi sangre como por arte de magia, en forma silenciosa e inesperada, manifestándose de mil maneras diferentes: ya provocándome el abundante fluido vaginal; ya agitando mi pecho con ansias locas y suspiros incontrolables; o bien produciendo en mis sentidos los intensos deseos de tocarme la pepita, sintiendo la tremenda necesidad de llevar mis manos hasta allí y revolcarme de lujuria sobre el oculto pasto del bosque.
Pensaba también en Pepe, en su hermosa y colorada verga, en lo deliciosa que la sentí cuando me la metió por primera vez, y en un pensamiento comparativo que no pude evitar, evoqué cómo sentiría yo dentro de mí la palanca del desconocido, que era muchisimo más grande, larga y gruesa que la de mi hermano.
Este sólo pensamiento me hizo sentir un tremendo escalofrío que provocó que se me frunciera el culito y el chochito por el placer sin igual que aquellas visiones me producían.
Ensimismada como me encontraba pensando en todo eso, no percibí la presencia del desconocido, que apareciendo de pronto junto a mi, me dijo en voz baja:
-Hola, Angelita….qué milagro…
-Ohhhhh!! sacudí la cabeza asustada, abiendo los ojos sorprendida-
-Te asusté, pequeña….?
-Si….pero no importa…..no hay cuidado… le dije,
contentísima de verlo nuevamente-
-Oh, perdóname, linda….es sólo que no pensé encontrarte hoy aquí….
-No se preocupe….
-He venido otras veces….pero no te he visto por acá….
-Pues no, -mentí-, lo que pasa es que no habíamos vuelto a venir en estos días.
-Hummmm……y viniste hoy con tus hermanos….?
-Si!! le mentí otra vez-
-Ah, bien….y se fueron otra vez al monte….?
-Si….a cortar mangos….como siempre hacen…
-Y….hace mucho que llegaron ….?
-No….apenas hace algunos minutos….por qué?
-No, por nada….sólo quería saber si tardarán en
regresar…..
-Seguro que demorarán un buen rato “fingí, con la clara intención de que él que se quedara conmigo-
-Oye, Angelita….y como has estado…?….qué te pareció lo que hicimos el otro día…?
-Ohh….muy bien….!! le respondí sonriente-
-Dime, linda,….te gustó todo lo que hicimos….?
-Si……Mucho.
-Oye….y no te gustaría ganarte otros cinco pesos….? Me dijo mostrando una sonrisa de confianza-
-Si….si me gustaría….-le aseguré rápidamente-
-Bueno…mira…entonces por qué no aprovechamos el tiempo antes de que tus hermanos regresen?
-Si si….-le dije-…..está bien. mientras sentía que unaespecie de babilla me corría ya por en medio de mis piernitas-
-Bueno, Angelita….sólo que ahora, nos meteremos un poco más hacia dentro del bosque….
-Si?….por qué?
-Porque no quiero que si tus hermanos regresan, nos vayan a ver….
-Oh no….ellos no….!! “yo interrumpí rápidamente mi coloquio, dándome cuenta que estaba apunto de cometer un error-
-Cómo dices, pequeña….?
-No…nada….creo que es mejor como usted dice…. corregí presurosa-
-Bueno….está bien….anda..ven, vámos para allá… dijo el hombre, señalando un espeso matorral que se encontraba como a unos cincuenta metros de allí-
Yo le seguí hasta el sitio que él había elegido. Una vez metidos entre el intenso follaje, el hombre se sentó en el piso y me dijo que me acercara a él, dándome en seguida la moneda de cinco pesos.
Yo, poniendo el dinero sobre el suelo, y sintiendo como que me ahogaba por el placer tan intenso del momento, me acerqué rápidamente a él.
Aquel hombre, sudoroso como estaba, comenzó a meter sus manos debajo de mi blanca faldita corta, yendo directamente hasta el centro de mi pubis, el cual comenzó a acariciar suavemente y con toda confianza, sabedor de que todo eso me gustaba y de que ahora sí contaba con mi total y absoluta cooperación.
Y efectivamente, presa de la más ardiente lujuria, yo me dejaba trastear por las manazas del desconocido, que ya había metido su mano debajo de mi calzoncito, hurgando aquel rincón de terciopelo, tallando lentamente su dedo más grueso sobre mi rajadita, que rezumaba intensos flujos que contribuían ampliamente a su manipulación.
Él se regodeaba con aquellas caricias sintiendo cómo el apretado resquicio de mi anhelante hendidura se estremecía hasta el delirio entre sus dedos, mientras se daba prisa en bajarme las pantaletas hasta quitármelas totalmente.
Una vez que me tuvo al descubierto, con mi pubis desnudo frente a sus ojos, procedió a quitarme el vestidito y el corpiñito, hasta dejarme completamente sin ropa.
Suspirando con agitación, él se puso de pie y empezó a desnudarse con ansias febriles, viendo cómo surgía retador aquel tremendo pedazo de carne dura y roja que tanto me hacía soñar, tan inmensamente grande, largo y grueso, que tenía una cabeza del tamaño del corazón de un caballo.
Al volver a ver aquel espectáculo sin par de inmediato se despertó en mí una lujuria incontrolable, que apenas podía yo contener.
Dándose cuenta de mi brutal excitación, el hombre no esperó más, y sentándose en el piso, me jaló de las manitas hasta ponerme toda abierta de mis piernas encima de su descomunal falo parado, para después comenzar a bajarme con sus manos poco a poco hacia aquella daga de la muerte, que por instantes y por su enorme tamaño me causaba terror.
Pero siendo más fuerte el deseo irrefrenable que sentía en aquellos momentos, pronto olvidé todo temor y miedo, recordando que Pepe ya me había desflorado el día anterior, y que seguramente ya no sería tan doloroso para mí que aquel hombre me la metiera.
Él por su parte estaba también completamente enardecido por la fiebre que le causaba mi desnuda presencia.
Yo para mis adentros pensaba que aquel desconocido, acostumbrado con toda seguridad al desfloramiento de niñas como yo, pequeñas de mi edad, a quienes de seguro convencía con dinero, al menos tendría la delicadeza de manejar el asunto con toda lentitud y calma, de modo que olvidando por completo mis temores me entregué a la desbocada pasión del momento.
Advirtiendo que para entonces ya nada podría detener la embestida definitiva.
Me abrí totalmente de piernas para facilitar la maniobra del desconocido, quien prestamente ya había colocado la babeante y roja cabeza de corazón en la mera entrada de mi bollito ya no tan imberbe, y sintiendo la gruesa y descomunal punta de aquel animal indomable y furioso queriéndose entremeter en mi tierna caverna vulvar,
me dejé caer suave y lentamente sobre él, mientras el hombre presionaba mis hombros hacia abajo, persiguiendo ambos el mismo fin.
Cuando sentí que la cabeza colorada se abrió paso adentro de mi rajadita perdiéndose con gran dificultad entre mis ansiosos labios humedecidos de leche,
sin poder evitarlo emití un fuerte quejido de dolor que debió escucharse hasta la bifurcación del camino.
El hombre me puso rápidamente una de sus manos sobre mi boca con la finalidad de que no se escucharan mis gritos, que seguían intentando de salir con fuerza de mi garganta, ahogándose entre las manos del libidinoso individuo.
Hasta ese momento y contra todos mis pronósticos, él había empujado mi cuerpo con fuerza hacia abajo, sobre su propio cuerpo, lo que provocó que de un solo jalón me entrara más de la mitad de aquella verga salvaje, de animal,
produciéndome un dolor insoportable que ni con mucho se podía comparar al dolor que había sentido cuando la verga de Pepe me había penetrado totalmente, desflorando supuestamente mi virgen conducto frontal.
Yo sinceramente no esperaba aquel trato tan duro y tan doloroso, por lo cual sentía cómo mis lágrimas salían abundantemente recorriendo mis mejillas, mientras lloraba abiertamente del tremendo dolor que sentía,
en tanto aquel brutal falo encendido a más no poder me seguía partiendo en dos, entrando por fin totalmente hasta lo más recóndito de mis anhelantes entrañas.
Manteniendo mi boca tapada con su mano, mientras me empujaba con mayor potencia la tremenda tranca adentro de mi chochito, yo sentía que me iba a desmayar del dolor tan grande que atravesaba mis caderas.
Pero él no cejaba; no se detenía ni siquiera un instante, pues continuaba empujándomela y sacándomela para volver a metérmela y sacármela nuevamente con furia y sin piedad, efectuando bruscos y salvajes movimientos hacia arriba y hacia abajo y también hacia los lados, mientras me mantetenía montada y abierta de piernas sobre su titánico pene.
Perdí la cuenta de los minutos que pasaron entre el momento en que me acomodó la cabeza y cuando me atravesó completamente con su increíble verga, pues el dolor era tan fuerte que me hizo perder momentáneamente el sentido y la noción del tiempo.
No sé cuantos minutos pasaría en ese estado, pero a pesar de ello, él continuaba moviéndose con avidez, y al recobrar yo la conciencia comencé a notar que de repente mis pliegues internos, ahora sí totalmente rotos para siempre, se acoplaban por fin y poco a poco al tamaño de aquel vergón ejemplar, tal vez a fuerza de sentir tanto dolor y seguramente también como consecuencia de la salvaje llenura de que era yo objeto.
Así que, aún con los ojos inundados de lágrimas pero ya sin tantos deseos gritar, yo misma empecé a moverme de un lado para otro, empalada como estaba por aquel falo enorme, tratando de encontrarle el ritmo a aquella preciosa verga que tantos estragos me estaba causando.
Aquel hombre, mientras tanto, continuaba con sus fenomenales embestidas de toro enfurecido dentro de mí, entrando y saliendo una y otra vez, ya sin impedimientos, de modo que mi chochito acabó de adaptarse completamente al tamaño de aquella vara sin igual, empezando a producir en mí un placer y una brama indecibles.
Tan calientes y frenéticos nos encontrábamos los dos que, sin poder contenernos más, nos derramamos al unísono en potentes orgasmos que parecían nunca acabar; él regando las profundidades de mis entrañas de rico y delicioso semen, en tanto mi bollito se contraía entre ríos de sangre mezclados con leche en venidas increíbles, estrujantes y dolorosas, por primera vez sentidas con tal intensidad por mí.
Después de eso permanecimos por largo rato con nuestros cuerpos enrollados, estremecidos por los salvajes espasmos de placer, mientras el desconocido me acariciaba, ahora sí, cariñosamente la cabeza, como dándome las gracias por haberle proporcionado tan incomparable tesoro.
Yo, atravesada por aquel delicioso palo, ya no tan duro en esos instantes, me mantenía con mi cuerpecito descansando montada sobre él, disfrutando de aquel salvaje momento.
Como volviendo a la cordura, el hombre me susurró al oído algunas palabras:
-Angelita…..ya bájate, no vayan a venir tus hermanos….
-Hmmmmmmm.
-Anda nena…..no quiero que ellos se vayan a dar cuenta….
-Si…..está bien….
Como pude me levanté para tratar de sacarme aquella bayoneta de largo cañón de mi rajadita ensangrentada.
Cuando me ví mis partes todas embarradas de sangre sentí miedo y me puse a llorar nuevamente.
Él, dándose cuenta de mi estado, comenzó a consolarme con palabras dulces, diciéndome:
-No te preocupes, Angelita….mira, todo eso es muy
normal….
-Uhhh…?
-Te diré algo que no sabes….cuando a una chica se la meten por primera allí, siempre sale sangre….pero eso se pasa en seguida….no demora tanto como crees….
-Es que….me duele mucho….y también me está saliendo mucha sangre….
-Sí, pero es por eso que te digo….pero pronto pasará….
-Y ahora…qué haré….?
-Por qué, niña….?
-No quiero que mamá se de cuenta…..
-No, no….. ella no debe saberlo….tienes que guardarte de
decirlo….recuerdas?
-Si….
-Pues entonces, no pienses más en eso.
-Pero…y ahora…cómo me limpio…?
-Oh…es eso….no te apures….yo lo haré…
Y sacando de su morral una tela y un botellón de agua, comenzó a humedecer el trapo aquel procediendo después a limpiarme completamente la abundante sangre que me había empapado mis partes íntimas.
Al terminar, el desconocido sacó un rollo de papel higiénico y me puso un poco entre mis piernas, diciéndome que me pusiera mi calzón.
Al verme completamente limpia y protegida de mi intimidad, me tranquilicé y hasta me sentí mejor. Entonces el hombre me dijo.
-Ahora, mantén el papel allí todo el día, y por la noche, sin que nadie te vea, te lo quitas y te pones más….entiendes, linda?
-Si…
-Ya verás cómo mañana no te dolerá ni te saldrásangre…Angelita.
-De verdad….?
-Si…te lo aseguro.
-Ay, qué bueno…
-Bien….ya veo que estás más tranquila….ahora me iré para que tus hermanos no nos vean juntos.
-Está bien….pero…cuando volveremos a vernos…?
Le pregunté interesada-
-Oh…mi niña…pronto nos volveremos a ver…si tu quieres, claro…
-Pues si….si quiero….
-Bien….te buscaré por aquí….ya verás que yo te
hallaré….como hoy…
-Bueno….
-Ya nos veremos otro día, Angelita….y recuerda…ni una palabra a nadie, eh?
-Si, claro…
Él se despidió de mí dándome un beso en la mejilla, alejándose por el bosque mientras yo terminaba de vestirme, y recogiendo la moneda me dirigí hacia donde estaba mi mochila, para irme luego a casa.
CONTINUARA…….
0 comentarios - Mi inolvidable Iniciación IV