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Mi inolvidable iniciación II

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Autor desconocido
Cap. II
Al siguiente día, nuevamente de regreso de la escuela y al pasar por aquel sitio, 
Pepe me convenció una vez más de que me quedara solita a esperarlos en el mismo lugar, regalándome a cambio un delicioso dulce de coco.
Sólo que esta vez, sabedora ya de lo que podía hacerse a escondidas cuando nadie
está presente, y habiendo vivido en persona una experiencia como la del día
anterior con aquel desconocido;

después de que ellos se alejaron hacia el
espesor del bosque comencé a imaginarme lo que María y Pepe podrían quizás
disfrutar entre la soledad de los exhuberantes mangales, sin que nadie les
viera. 
Con esta idea fija en mi mente, mientras los minutos pasaban, y atenta a la posible llegada del desconocido del día anterior, 

pensamiento que de inmediato me producia cierto escozor que me gustaba en medio de mi rajadita, 
me puse a recordar los momentos tan gozozos vividos con aquel hombre. 

Evocaba mentalmente también la forma en que había disfrutado ese día en la escuela
gastando una parte del dinero que me había ganado, habiendo escondido
previamente el resto en cierto lugar oculto de mi casa para que nadie se diera
cuenta.

Mientras los minutos transcurrían, aquella idea que había tenido sobre mis hermanos haciendo cositas en forma oculta, y excitada por los
recuerdos de la víspera, me decidí finalmente a adentrarme entre los mangales
para ver si podía descubrir qué estarían haciendo María y Pepe en ese momento; y
pensando igualmente en lo que podrían hacer cada vez que se iban y me dejaban
solita. Rápidamente busqué donde esconder las tres mochilas, encontrando un
lugar apropiado debajo de un zarzal cercano, y me dirigí por en medio de la
espesura con rumbo al lugar por donde ellos siempre se iban. Poco a poco y
tratando de no hacer ruido, me fui metiendo entre el intrincado verdor del
tupido follaje intentando escuchar cualquier sonido que pudiera facilitarme la
ubicación de mis hermanos.

Después de avanzar un largo trecho, de pronto me dí cuenta
que no lejos de donde me hallaba había como una especie de ramas tiradas que
formaban en cierto modo un caminillo, como si a fuerza de pasar por allí, se
hubiese ido formando un conducto que contrastaba con la espesura del bosque. Me
dí cuenta de inmediato que esa debía ser la dirección por donde ellos siempre
caminaban, por lo cual yo también la seguí con cierta facilidad. Caminé
cuidadosamente a lo largo de aquel maltrecho sendero tratando de no hacer ruido,
hasta que metros adelante pude oir algunas voces. Poniendo la máxima atención y
hasta tirándome en el suelo para seguir avanzando como lo haría culebra, llegué
poco después cerca de donde ellos se encontraban, buscando silenciosamente el
mejor sitio desde donde pudiera yo verlos sin ser descubierta. Ante la
intensidad de tanto follaje no me fue dificil encontrar muy pronto el lugar
adecuado, procediendo a sentarme sobre la hierba y, haciendo a un lado el
enramaje que me separaba de ellos, me dispuse a contemplar las escenas más
emocionantes que jamás había visto en mi incipiente vida.

Vi que Pepe se hallaba de pie, sin pantalones y sin
calzoncillos, mientras con una mano se estaba agarrando su pito bien parado.
Advertí que María se estaba quitando su vestido, para después despojarse
ansiosamente de sus bragas, depositando ambas prendas encima de la ropa de Pepe,
que se hallaba tirada en el suelo. María, a sus ya casi trece años, estaba
bastante desarrollada la canija, pues pude admirar sus tetas no tan grandes pero
sí muy paraditas y apetitosas; sin embargo, lo que más me llamó la atención en
ella fue el matojo de bello púbico que apenas le había empezado a brotar, como
brota una flor en primavera, no tan abundante por cierto pero sí muy negro y
resplandeciente por los reflejos de los rayos del sol, que sobresalía
esplendoroso en el centro de su hermoso triángulo prohibido.

Pepe, mientras tanto, seguía agitando nervioso aquel brioso
pedazo de carne tiesa y oscura que le colgaba endurecido entre sus piernas, y
que aún cuando no era ni con mucho tan larga y tan gruesa como la del
desconocido, aún siendo pequeña, como que se antojaba aceptable para sus casi
diecisiete años. El cuerpecito de María era en verdad hermoso y bello, pues
comenzaba a mostrar las morbideces del desarrollo hormonal que a su corta edad
comenzaba ya a moldear la atractiva femineidad de su figura. Sus piernas eran
tan bonitas, gruesas y tan bien torneadas que hasta sentía envidia de ella, pero
la verdad destacaba aún más su cuerpo, de delineadas y mórbidas curvas que la
mostraban casi como una mujer en plenitud, aunque denotaban lo escaso de su
edad. Por el panorama que aprecié me di cuenta de que apenas darían inicio a su
acostumbrado ritual que, ahora estaba segura, habían venido repitiendo a diario
y a espaldas mías. Así que, totalmente dispuesta a disfrutar de aquel hermoso
espectáculo, me acomodé lo mejor que pude en mi improvisado sitio, abriendo los
ojos al máximo para no perderme absolutamente de nada.

Una vez que los dos estuvieron completamente desnudos, se
abrazaron con pasión mientras ella tomaba entre sus manos la deliciosa
protuberancia de mi hermano, totalmente parada, comenzando a prodigarle una
serie de arrumacos que a todas luces revelaban la ansiedad contenida y el amor
que sentía por aquel pedazo que le colgaba a Pepe por encima de sus pequeños
huevos, y que ella no trataba de ocultar en lo absoluto. Todo eso produjo en mí
una impresión nueva, pues ahora se trataba de mis hermanos dándome una lección
de sexo inédita e inigualable, visión muy diferente al contacto que había yo
tenido con el hombre el día anterior.

Y aunque ya para mí no era desconocido el asunto de la
carnalidad, que debido a las circunstancias de la víspera, había conocido por
primera vez, aquella relación incestuosa que estaba a punto de presenciar sí me
provocó, debo decirlo, una suerte de sensaciones distintas, una emoción profunda
que de momento no alcanzaba a comprender. María, excitada en extremo, apretaba y
estrujaba el hinchado falo de Pepe entre sus manos restregándoselo por enfrente
de su pubis de incipiente y hermosa vellosidad, mientras Pepe le mamaba las
diminutas tetitas con deleite incontenible, mordiéndoselas y apretándolas
suavemente con sus manos, para después subir su boca sobre su cuello besando con
ansiedad la piel de mi hermanita. Las caricias que se prodigaban eran parte como
de un ritual salvaje, ya que ambos se removían pegados uno con el otro de una
manera tal que no pude evitar llevar mis manos a mi entrepierna, haciendo a un
lado la telita de mi calzón, y proceder a meterme los dedos allí en medio de mis
labios frotando suavemente mi hendidura humedecida por aquella frenética visión
tan cautivantemente motivadora.

Me daba cuenta de que el observar a mis hermanos de aquella
forma, haciendo esas cosas prohibidas secretamente, me provocaba una serie de
sensaciones totalmente desconocidas, pero tan placenteras que estaba decidida a
seguirles el juego para poder espiarlos en adelante cuantas veces yo quisiera,
hasta aprender todo lo que hacían y poder practicarlo yo también después.

Ya vería la forma de cómo manejar todo eso. Pero en esos
momentos la calentura que los dos sentían era tan fuerte e insoportable, que con
una lujuria incontenible y siendo prisioneros de la brama del momento, María se
puso de rodillas sobre el césped y se metió de un jalón aquella espadilla
endurecida dentro de su boca. Yo la oía gemir y jadear con un deleite sin igual,
profiriendo ahogadas palabras de amor hacia mi hermano, sin duda agradecida por
el momento tan placentero que éste le regalaba, y sin poder ocultar la
excitación tan grande que estaba experimentando con aquella verga metida entre
sus labios, pudiendo ver claramente desde donde me encontraba cómo, con
movimientos sin control, ella misma se la metía y se la sacaba de la boca una y
otra vez, saboreando aquel caramelo de carne ardiente entre su lengua, entre sus
labios, en tanto que con una mano se tocaba con ansiedad su entrepierna,
autoprodigándose las caricias que en aquel momento más necesitaba su cuerpo
enardecido. Para entonces Pepe, quien saboreaba con placer aquellas caricias que
le proporcionaba mi cachonda hermanita con su ansiosa boca, comenzó de pronto a
gemir furiosamente exhalando gritos de placer sin temor a ser escuchado, cegado
totalmente por la calentura y el éxtasis. Debido a su inexperiencia en esas
lides amorosas quizás por lo corto de su edad, Pepe no pudo contenerse más y
comenzó a gritar:

-Me voy a venir…..Maríaaaaaaa…..me vengooooooo….te echo
la leche en la bocaaaaa….

Ella, sin hacer caso de sus palabras, continuó pegada a la
verga de Pepe, succionando su pene con poderososs movimientos de sus labios, en
tanto él se la empujaba con fuerza metiéndola en la boca de mi hermana hasta lo
más profundo, arqueándose sobre ella, mientras emitía jariosos gritos de placer
y se desbordaba en chorros de leche adentro de la abierta cavidad bucal. La
linda María le recolectaba de la mejor manera posible el delicioso elixir que
expelía, tragándose la mayor cantidad que pudo hasta que, momentos después, Pepe
cesó en sus movimientos espasmódicos. Escondida donde me hallaba y dispuesta a
no perder el tiempo, yo también hacía lo propio sin dejar mis manos quietas,
metiendo lo más que podía mi dedo central adentro de mi cosita virgen,
disfrutando ampliamente de aquellas escenas de increíble lujuria y tratando de
ahogar los sonidos que amenzaban con salir de mi garganta. Todo aquel cuadro que
veían mis ojos por primera vez me parecían escenas sacadas del mejor libro
erótico jamás escrito.

Habiéndose derramado totalmente dentro de la boca de María, Pepe le fue sacando con lentitud el falo aún endurecido y babeante, para sentarse luego entre el musgo y jalar de inmediato a María sobre él. Pude ver con claridad cuando mi hermanita se le montó prácticamente a horcajadas sobre las piernas de mi hermano, de la misma manera como se monta un caballo; pero antes, se abrió ella misma los labios de su rajadita para acomodarse con lentitud inaudita aquel pito bien parado en el centro de su entradita, para después ir bajando su preciosa grupa con suavidad y muy lentamente por encima de aquel palo de carne roja y candente, que momentos después desapareció por completo dentro de su preciosa cavidad, penetrándola y traspasándola de manera implacable.

Una vez que el trozo de carne penetró totalmente el ávido conducto íntimo de María, ambos comenzaron a realizar una serie de movimientos salvajes y frenéticos, haciéndose hacia los lados con rapidez, uno sobre el otro, mientras ella cabalgaba presta, como cabalgaría la más ágil amazona en un torneo de equitación olímpica,
 con aquella bayoneta calada y corta metida hasta el tope dentro de sus entrañas, moviendo la cabeza con loco ardor de un lado para otro, de adelante hacia atrás, gimiendo, gritando y retorciéndose de
placer, 
mientras Pepe se la empujaba y se la medio sacaba, una y otra vez, con embestidas cada vez más fuertes y violentas. 
Así permanecieron pegados, extasiados en el mayor de los disfrutes carnales, hasta que minutos después y sin poder contenerse, los dos se vinieron al mismo tiempo en fenomenales orgasmos bordados de infinita lujuria y frenesí que los transportó al paraíso. 
Mientras ambos se derramaban simultáneamente, pude escuchar que gritaban y aullaban como animales enardecidos, como dos bestias en celo, sin importarles
quien pudiera escucharles,

 desfogándose a sus anchas con la seguridad de que nadie podría oirles.
Después de que la pasión cesó se separaron, y al igual como lo hiciera conmigo aquel desconocido, cogieron varias hojas del piso y comenzaron a limpiarse uno al otro cuidadosamente,

para después ponerse rápidamente sus ropas. Ese momento lo aproveché yo para retirarme lo más silenciosamente que pude de aquel secreto lugar hasta que regresé a mi posición original.
Cuando ellos retornaron, ajenos totalmente a lo que yo acababa de
descubrir, nos retiramos de allí con rumbo a nuestra casa, mientras en mis
labios asomaba una leve sonrisa de satisfacción, 
pensando en las cosas que de
manera inesperada me habían sucedido en los últimos dos días, y sobre todo
pensando en todo lo que habría de venir después.

CONTINUARA……… 
 

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