El aire olía a sexo... a su delicado perfume, a besos húmedos y profundos… a una mezcla de sus deliciosos flujos vaginales, que fluían abundantemente de su excitada vagina, estimulada por mis dedos que se abrían paso bajo sus braguitas, a líquido pre seminal que brotaba de mi pene casi erecto, que ella, arrodillada ya, se afanaba en degustar succionando mi glande con fruición.
Pronto mi miembro terriblemente excitado alcanzó su máxima extensión, ella lo hacía desaparecer completamente en su boca hasta la garganta, lo dejaba allí unos instantes, lamiendo traviesamente mis testículos con la punta de su lengua, que a duras penas podía salir de su boca, mientras sus ojos lujuriosos y entrecerrados, buscaban en los míos la aprobación a tal placer.
Con un suave y leve vaivén masturbé delicadamente mi verga con su garganta, estrecha, cálida… rebosante de saliva, que ella iba escupiendo a cada salida para tomar aire sobre mi venoso pene erecto . Presa del turbador placer y del éxtasis, sujeté su sedosa melena firmemente, enredándola en mi mano y levantándola del suelo puse mi otra mano en su barbilla mientras besaba su deliciosa, fatigada y jadeante boca, de la que colgaban varios hilos de saliva.
Ella me empujó y quedé tumbado boca arriba sobre la cama, a horcajadas sobre una de mis piernas, como una perrita en celo, comenzó a frotar su clítoris y sus chorreantes labios vaginales, balanceando sus caderas, con mirada maliciosa continuó felando profundamente mi pene, cubriéndolo de espesas babitas con las que me comenzó a masturbar frenéticamente. El placer era indescriptible y el ritmo endiablado, para no correrme me giré rápidamente poniendo mi cara bajo su apetitoso sexo, sujetando con ambas manos su culo, lamía y succionaba con suavidad su inflamado clítoris que palpitaba de la excitación, mi lengua recorría su suave vagina depilada, penetrándola en busca de su punto G, mientras ella movía rítmicamente sus caderas dirigiéndome y provocándose el mayor placer posible.
Fundida con mi cuerpo en un 69, se introducía salvajemente mi verga hasta el fondo de su boca, provocándose arcadas, bañándola de cálida y resbaladiza saliva, hasta que a cuatro patitas y al borde del clímax, poseída por un furor uterino que la consumía, rogaba ser penetrada por mi miembro sin piedad.
Mi pene extremadamente duro y resbaladizo, entró en su ardiente coñito de un golpe, tal como a ella le gustaba, arrancándola un gritito de placer, bombeaba trepidante en su conchita intentando llegar más adentro con cada penetración, sus caderas buscaban introducirse más profundo aún mi miembro, gemía, suspiraba y pedía más duro a gritos, yo aprovechaba cada centímetro de mi verga para ensartarla en su hambriento sexo, sintiendo como tocaba su pared final en cada embestida, apuraba tanto mi longitud cuando sacaba mi pene, que una de las veces salió fuera completamente, chorreaba una mezcla de pre semen y flujos vaginales,
intenté volver a penetrarla pero resbaló a través de sus labios vaginales chocando con su clítoris tremendamente erecto, volví a intentarlo con igual resultado, resuelto a no fallar, lo agarré con mi mano y lancé una embestida brutal enloquecido por el placer y el deseo de continuar, ella a punto de correrse, movía ansiosa sus caderas en el aire buscándola y suplicando ser empalada de nuevo, mi verga volvió a resbalar, pero esta vez hacia su culito, estrechito y casi virgen, la penetración fue salvaje, más de la mitad de mi pene lo profanaba al tiempo que ella lanzó un alarido de dolor desgarrador,
para mi sorpresa, lejos de intentar sacárselo de allí, ella continuó moviendo sus caderas terminando de introducirlo y solicitando el frenético bombeo de mi verga en su ano, entre gritos de dolor, comenzó a masturbar su conchita con un frenesí demencial, estaba al borde del orgasmo, entre insultos me animaba a gozar de su cola, me pedía que se la rompiese y la utilizase como un objeto sexual, mi polla extremadamente excitada por la situación y dura por la presión de su estrecho esfínter cumplió sus deseos, en unos pocos segundos un chapoteo incesante inundaba su vagina, un profundo orgasmo se apoderó de su cuerpo, que se estremecía y temblaba entregado completamente al exacerbado gozo que sentía, un potente squirt brotó de su vagina entre erráticas contracciones de su pelvis, impregnando el aire de sexo nuevamente,
sus piernas temblorosas se afanaban entre espasmos en sostener su cuerpo ahora tan vulnerable, mis brazos rodeando su cintura la impedían desplomarse, su boca abierta completamente emitía gemidos casi imperceptibles, sus ojos cubiertos por su melena alborotada, casi cerrados, evadidos, concentrados en el enorme placer que la poseía, ese enorme placer fue el mío, tras dos fuertes embestidas, bruscas, profundas y salvajes en su ano, acompañadas de sendos gemidos secos de mi amante compañera, no pude aguantar más, mi esperma inundó sus entrañas abundante y cálido en una placentera explosión, mientras un escalofrío recorría mi espalda y lanzaba un par de embestidas más contra su dolorido ano, desplomándonos ambos en la cama, en cucharita, con mi pene aún en su cola rebosante de mi semen, pero ya flácido y perdiendo la erección, mientras mi boca buscaba la suya, mi brazos rodeaban su cuerpo, con una mano acariciando sus pechos mientras la otra buscaba su vagina empapada aún palpitante y entregada al brutal orgasmo que aún disfrutaba entre placenteros estertores.
Pronto mi miembro terriblemente excitado alcanzó su máxima extensión, ella lo hacía desaparecer completamente en su boca hasta la garganta, lo dejaba allí unos instantes, lamiendo traviesamente mis testículos con la punta de su lengua, que a duras penas podía salir de su boca, mientras sus ojos lujuriosos y entrecerrados, buscaban en los míos la aprobación a tal placer.
Con un suave y leve vaivén masturbé delicadamente mi verga con su garganta, estrecha, cálida… rebosante de saliva, que ella iba escupiendo a cada salida para tomar aire sobre mi venoso pene erecto . Presa del turbador placer y del éxtasis, sujeté su sedosa melena firmemente, enredándola en mi mano y levantándola del suelo puse mi otra mano en su barbilla mientras besaba su deliciosa, fatigada y jadeante boca, de la que colgaban varios hilos de saliva.
Ella me empujó y quedé tumbado boca arriba sobre la cama, a horcajadas sobre una de mis piernas, como una perrita en celo, comenzó a frotar su clítoris y sus chorreantes labios vaginales, balanceando sus caderas, con mirada maliciosa continuó felando profundamente mi pene, cubriéndolo de espesas babitas con las que me comenzó a masturbar frenéticamente. El placer era indescriptible y el ritmo endiablado, para no correrme me giré rápidamente poniendo mi cara bajo su apetitoso sexo, sujetando con ambas manos su culo, lamía y succionaba con suavidad su inflamado clítoris que palpitaba de la excitación, mi lengua recorría su suave vagina depilada, penetrándola en busca de su punto G, mientras ella movía rítmicamente sus caderas dirigiéndome y provocándose el mayor placer posible.
Fundida con mi cuerpo en un 69, se introducía salvajemente mi verga hasta el fondo de su boca, provocándose arcadas, bañándola de cálida y resbaladiza saliva, hasta que a cuatro patitas y al borde del clímax, poseída por un furor uterino que la consumía, rogaba ser penetrada por mi miembro sin piedad.
Mi pene extremadamente duro y resbaladizo, entró en su ardiente coñito de un golpe, tal como a ella le gustaba, arrancándola un gritito de placer, bombeaba trepidante en su conchita intentando llegar más adentro con cada penetración, sus caderas buscaban introducirse más profundo aún mi miembro, gemía, suspiraba y pedía más duro a gritos, yo aprovechaba cada centímetro de mi verga para ensartarla en su hambriento sexo, sintiendo como tocaba su pared final en cada embestida, apuraba tanto mi longitud cuando sacaba mi pene, que una de las veces salió fuera completamente, chorreaba una mezcla de pre semen y flujos vaginales,
intenté volver a penetrarla pero resbaló a través de sus labios vaginales chocando con su clítoris tremendamente erecto, volví a intentarlo con igual resultado, resuelto a no fallar, lo agarré con mi mano y lancé una embestida brutal enloquecido por el placer y el deseo de continuar, ella a punto de correrse, movía ansiosa sus caderas en el aire buscándola y suplicando ser empalada de nuevo, mi verga volvió a resbalar, pero esta vez hacia su culito, estrechito y casi virgen, la penetración fue salvaje, más de la mitad de mi pene lo profanaba al tiempo que ella lanzó un alarido de dolor desgarrador,
para mi sorpresa, lejos de intentar sacárselo de allí, ella continuó moviendo sus caderas terminando de introducirlo y solicitando el frenético bombeo de mi verga en su ano, entre gritos de dolor, comenzó a masturbar su conchita con un frenesí demencial, estaba al borde del orgasmo, entre insultos me animaba a gozar de su cola, me pedía que se la rompiese y la utilizase como un objeto sexual, mi polla extremadamente excitada por la situación y dura por la presión de su estrecho esfínter cumplió sus deseos, en unos pocos segundos un chapoteo incesante inundaba su vagina, un profundo orgasmo se apoderó de su cuerpo, que se estremecía y temblaba entregado completamente al exacerbado gozo que sentía, un potente squirt brotó de su vagina entre erráticas contracciones de su pelvis, impregnando el aire de sexo nuevamente,
sus piernas temblorosas se afanaban entre espasmos en sostener su cuerpo ahora tan vulnerable, mis brazos rodeando su cintura la impedían desplomarse, su boca abierta completamente emitía gemidos casi imperceptibles, sus ojos cubiertos por su melena alborotada, casi cerrados, evadidos, concentrados en el enorme placer que la poseía, ese enorme placer fue el mío, tras dos fuertes embestidas, bruscas, profundas y salvajes en su ano, acompañadas de sendos gemidos secos de mi amante compañera, no pude aguantar más, mi esperma inundó sus entrañas abundante y cálido en una placentera explosión, mientras un escalofrío recorría mi espalda y lanzaba un par de embestidas más contra su dolorido ano, desplomándonos ambos en la cama, en cucharita, con mi pene aún en su cola rebosante de mi semen, pero ya flácido y perdiendo la erección, mientras mi boca buscaba la suya, mi brazos rodeaban su cuerpo, con una mano acariciando sus pechos mientras la otra buscaba su vagina empapada aún palpitante y entregada al brutal orgasmo que aún disfrutaba entre placenteros estertores.
0 comentarios - Una noche de vicio cualquiera