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Manzana dorada (parte 2)

Imagina que tienes los ojos cerrados. Pronto una voz suave, pero grave, te habla por detrás y, susurrando, te habla al oído: "desearás no haberte despertado esta mañana".
A Amanda se le eriza la piel, al mismo tiempo que se le paraliza el corazón. No puede gritar, pues tiene una especie de cinta en la boca. Tampoco se puede mover, pues tiene atadas las manos y los pies. Sólo puede darle la razón a la voz que hablaba a su oído.
Entonces siente que el hombre que estaba tras de sí, se mueve y se coloca frente a ella. Lo sabe porque siente que su falda se desliza suavemente hacia arriba. Y una mano joven le acaricia el muslo. Amanda se inquieta, pero parece que, hasta la silla está fijada al suelo.
No hay escapatoria. No habrá tampoco ningún Superman esa noche.
Respira agitada cuando siente que la mano sujeta sus bragas y las tira hacia sus rodillas. Parece que el joven la admira y la "explora". Escucha una tijera cortar su ropa interior. Cierra sus piernas lo que más puede.
Recuerda cuando surgió la discusión con Milagros sobre si debían depilarse o no. Su amiga sostenía que, si eso estaba ahí era por algo. Se entristeció cuando, a temprana edad, descubrió que crecían esos feos vellos. Por eso no los soportaba. Estaba casi tan depilada como cuando era pequeña.
- ¿Quieres que te saque la venda de los ojos? -dijo el joven. Ella asintió.
Cuando abrió los ojos, y después de acostumbrarse a la luz, vio a un joven con una máscara de payaso. Sin duda daba miedo.
Pero más miedo le dio lo que pasó a continuación... su suerte estaba echada. Y, lo que vio, no pronosticaba una noche tranquila.

CONTINUARÁ

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