Caí en un hogar de huérfanos católicos jesuitas a los 12... Un monasterio para curas iniciados en el interior. Al principio creí que me iba a morir en ese convento para hombres... Recién descubierto el placer adulto y prohibido del sexo, mi padre por razónes de trabajo me dejaba al cuidado de los curas que yo creía célibes y castos.
Entre todos los futuros cúras, el hermano Amado, siervo de dios y encargado de la cocína del seminario, me eligió como su ayudante; tuve que aceptar sin ganas.
Yo mal predispuesto a estar entre santones no me había fijado con atención en la entrepierna de ninguno.
El padrecito, pedofilo hábil se dio cuenta de mi inclinación sexual y me llevó con él a la cocina y el sotano del viejo monasterio de la cuál era dueño y señor , era el único con las llaves de una salida por la cocína por donde entraban proveedores, obreros...
Un jueves santo nos tuvimos que encerrar en la cocina sólos hasta el dia sabado " de gloria"...
Al cabo de un par de horas de aquel retiro espiritual donde lo único que se podia hacer era orar o hablar susurrando , le confesé al padrecito mis experiencias sexuales, el frailecito me miraba incómodo y turbado.
- Te gustaría mirarme desnudo? -... Me preguntó tímido.
- Sí...- respondí sin dudar...
El hermanito abrió la sotana y dejó caer una verga gruesa, pesada, enorme y cabezona con un prepucio largo y rico.
Estiré la mano y le agarré la pija sopesando el peso de esos genitales adultos entregados a mi disposición... Yo no daba dos monedas por el fingído santón y el me pelaba una verga enorme y bendita, con poco uso y muchas ganas.
Los seis meses que duró mi internado los pasé sintiendome amado por ese adulto atrevido, caliente y enorme que me apoyaba la cabeza de la verga hirviendo entre mis piernas y me chorreaba de su sémen caliente diciendome al oido lo rico que sentía poseerme. Me sentía Amado por el cura.
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