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Mi cuñada de princesa a puta 12 y final

Confieso que al salir del banquete estaba nervioso porque no tenía ni idea de cómo debía comportarme con la hija del general. Si me acordaba de su padre y de lo que había hecho a mi hermano, lo que me pedía el cuerpo era poseerla en plan salvaje haciendo palpable mi desprecio pero si me ponía en su lugar, ella no era cómplice sino víctima de la ambición desmedida de su progenitor.
        «Ya veré cómo es y dependiendo de ello, actuaré», concluí mientras descubría que tanto Loung como Kanya seguían sentadas en su sitio sin hacer ningún intento por seguirme, «¡qué extraño! Debe ser cuestión de protocolo».
        Al llegar a mi habitación, me despojé de esas ropas y haciendo tiempo me puse el pantalón de pijama. Unos cinco minutos después, escuché que tocaban.
        -Está abierto- respondí.
         Mi desconcierto fue total cuando las dos mujeres entraron acompañadas por el consejo de ancianos en pleno al cuarto.
        «¿No esperaran que las tome enfrente de todos?», me pregunté escandalizado.
        Por suerte el más viejo de todos ellos, tomando la palabras, me hizo entrega de las protectoras recordándome que mi deber era preñarlas para asegurar la existencia de la monarquía tal y como la concebían en ese país. Tras lo cual, haciendo una genuflexión desaparecieron por la puerta.
Ya solo con ellas y viendo que permanecían quietas y calladas, me dediqué a observarlas intentando distinguir cual era cada una porque al estar tapadas por completo me parecían iguales. Supe que la de la derecha era Kanya al verla temblar de miedo e interesado por comprobar con quien me habían unido, lentamente levanté su velo.
-Esto sí que no me lo esperaba- murmuré encantado al descubrir el rostro angelical de una joven cuyos ojos negros me miraban asustados.
Impactado por su belleza me la quedé viendo durante unos instantes en silencio y girándome hacía Loung, le solté un suave azote diciendo:
-No vas a besar a tu dueño.
Pegando un chillido de felicidad, Loung se quitó ella misma el velo que le cubría mientras se lanzaba en mis brazos. Sus risas magnificaron el pavor de Kanya que estaba perpleja al no comprender la complicidad que existía entre su compañera y yo.
-Te amo, mi príncipe- riendo, reaccionó la muchacha al sentir mis manos recorriendo su cuerpo y sin que yo se lo tuviera que pedir, se comenzó a quitar la grotesca vestimenta que le habían puesto para esa ceremonia.
-Mira que eres puta, no ves que tenemos invitados- comenté al ver la cara de estupefacción de Kanya ante ese voluntario striptease.
La chavala creyó que lo que implícitamente le estaba pidiendo es que imitara a Loung y por ello empezó a desnudarse. El pudor y nerviosismo de Kanya hicieron que sus movimientos se ralentizaran dando un erotismo sin igual a su entrega.
Disfrutando perversamente, dejé que se quedara en ropa interior antes de pedirle que parara. La pobre estaba tan amedrentada que no dejó de temblar al verme admirando su cuerpo casi desnudo.
«Está mucho mejor de lo que pensaba», me dije valorando el estupendo culo con los que la naturaleza la había dotado.
-¿No nos vas a presentar?- pedí a la que consideraba mi mujer.
Loung, muerta de risa, se puso detrás de la aterrorizada muchacha y excediéndose en su papel de anfitriona, cogió entre sus manos los pechos de Kanya mientras me decía:
-Manuel, te presento a tu zorra Kanya. Zorra te presento a tu dueño.
Con lágrimas en los ojos, la muchacha hizo una reverencia antes de contestar con un breve saludo:
-Alteza.
Contra todo pronóstico me enterneció el pavor que traslucía y acercando una silla le pedí que se sentara. Una vez lo había hecho, tomé asiento sobre la cama y le dije:
-Cómo habrás adivinado Loung lleva siendo mía mucho tiempo y para ella esto es un mero trámite. En cambio, para ti es diferente.
-Lo es, príncipe- contestó sollozando.
-Según me han contado, tu padre te ha obligado a aceptar y ni la princesa ni yo queremos en nuestra cama a nadie que no venga voluntariamente. Como no puedo repudiarte, te ofrezco que te quedes con nosotros viviendo como invitada.
-No entiendo que tiene que ver la princesa en todo esto- dijo la mujer sin creerse todavía que no la violara.
 Entrando al trapo, Loung comentó:
-Lo que Manuel no te ha querido decir es que además de ser su mujer, lo soy también de ella y entre los tres formamos una familia.
Para una mente tan cuadriculada y religiosa como la de Kanya, esa opción le pareció asquerosa pero más aún el desobedecer el mandato del consejo.
-¡Usted tiene la obligación de hacerme suya!- protestó fuera de sí.
-¿Me lo estas exigiendo?- a carcajada limpia pregunté.
-Sí, soy una de las protectoras del reino y ese es su deber.
Muerto de risa, me tumbé en la cama y mirándola a los ojos, la solté:
-Termina de desnudarte y hazlo lento, quiero comprobar la mercancía.
Humillada hasta la última célula de su cuerpo, me hizo caso y llevando sus manos a la espalda, desabrochó el sujetador dejándolo caer al suelo.
-Para ser una mojigata, tienes buenos pitones- comenté sin demasiado entusiasmo aunque en mi interior me quedaba prendado de la belleza de sus negros pezones.
Kanya, reteniendo las ganas de llorar, se quitó las bragas y ya completamente desnuda, tuvo valor para preguntarme si estaba contento con la mercancía. El odio que destilaba su mirada me hizo reír y dando unas palmadas sobre el colchón, la llamé a mi lado.
Como un reo dirigiéndose al patíbulo, recorrió los escasos metros que nos separaban, tras lo cual se tumbó sobre las sábanas con los ojos cerrados. Me consta que se esperaba que me abalanzase sobre ella pero en vez de hacerlo, decidí humillarla aún más pidiéndole que se masturbara ante su dueño.
-No sé hacerlo- fue su contestación.
Su pasado monjil me hizo saber que no mentía pero no por ello me compadecí y dirigiéndome a Loung que me miraba muerta de risa, le pedí que la ayudara.
Antes que pudiera hacer algo por evitarlo, la morena se colocó a sus pies y separando los pliegues de su sexo, la informó mientras se apoderaba de su clítoris:
-Tienes que tocarte este botón así mientras te acaricias los pechos.
Sobrepasándose más de lo necesario, la regaló un largo lametazo entre sus piernas. Eso provocó un grito de angustia en Kanya. Incapaz de reaccionar, durante unos segundos tuvo que soportar la húmeda invasión de la lengua de Loung en su sexo y creo que eso fue perdición porque cuando se retiró el daño ya estaba hecho.
«Esta niña no tiene nada de frígida», sentencié al observar que tras ese tratamiento tenía los pezones erizados y la piel de gallina.
Su compañera debió de pensar lo mismo porque sin dejarla descansar, la obligó a llevar una mano a su entrepierna y repetir las caricias que le había enseñado.
-Déjame, puedo yo sola- Kanya se quejó con tono inseguro al sentir nuevamente las yemas de ella jugando en su coño.
-Todas podemos pero no es eso lo que ando buscando- Loung replicó mientras mojaba los dedos en su humedad. Tras lo cual acercando su mano a mi boca, en plan putón comentó: -¿quieres probar como sabe tu nueva putilla? Está riquísima.
Con un nudo en la garganta, la novata observó con interés como chupaba los dedos empapados con su flujo porque para ella todo era escandaloso pero, contra su voluntad, no pudo evitar sonreír al oírme decir que tenía razón y que estaba deliciosa.
-¿Quieres un poco más?- me preguntó.
-Sí pero prefiero el envase original- respondí colocándome entre las piernas de la muchacha.
Kanya intentó protestar pero Loung se lo impidió con un leve mordisco en los labios, tras lo cual le susurró al oído:
-Es tu deber, no puedes negarte a tu dueño.
Al recordarle su función, como por arte de magia la desesperada muchacha dejó de debatirse y separando las piernas, me dio vía libre.
-Buena chica- escuchó que su compañera le decía e instintivamente se relajó.
Su relax le duró poco porque bastante más cachondo de lo que mi cara reflejaba, la exigí que me acercara su coño. Interiormente horrorizada pero sabiendo que no podía negarse, obedeció poniendo su sexo a escasos centímetros de mi boca. Al comprobar que lo llevaba exquisitamente depilado y que eso lo hacía más atrayente, saqué mi lengua y le pegué un lametazo mientras Kanya se mordía los labios para no gritar. Su sabor me enloqueció pero asumiendo que no estaba lista porque antes tenía que derribar sus defensas, separé mi cara y con voz autoritaria, la ordené que volviera a masturbarse.
Por su gesto comprendí que esa zorrita no entendía que no la poseyera de inmediato y que me divirtiera jugando con su sentido de la moralidad. Es más reconozco que me esperaba una queja pero entonces se sentó frente a mí y mirándome a los ojos, dejó que su mano se fuera deslizando hasta que uno de sus dedos encontró el botón que emergía entre sus labios vaginales y mientras lo acariciaba, preguntó:
―Si le obedezco, ¿va a permitir que cumpla con mi deber?
―Ya veré― respondí descojonado por la forma tan rebuscada de pedir que me la follara.
Mis palabras la intranquilizaron aún más y con sus mejillas totalmente coloradas por la vergüenza, deslizó lentamente un dedo por su intimidad. No supe interpretar el sollozo que surgió de su garganta porque en un principio pensé que era producto de la humillación que sentía pero no me quedó más remedio que cambiar de opinión, al observar que, tras ese estremecimiento, todos los vellos de su cuerpo se erizaban lo cual era síntoma de placer.
―Déjate llevar ― susurré- cuanto antes sientas placer, antes te poseeré.
En silencio, mi nueva concubina dibujó los contornos de su sexo con sus dedos mientras pensaba en su recompensa y por primera vez, la pérdida de su virginidad no le pareció tan repugnante pero al percatarse de la sonrisa que lucía mi rostro mientras la miraba, protestó:
-Por favor, no me mire.
Interviniendo Loung le replicó:
-Lo quieras reconocer o no, ¡estás excitada!
-¡No es cierto!- chilló llena de angustia al saber que eso iba en contra de su antigua elección por una vida religiosa.
Mi adorada morena comprendió que su negativa era una reacción defensiva. Por eso decidió dar otro paso para conseguir que su compañera se entregara a mí y sin pedirle opinión, comenzó a chupar sus pechos. Kanya ni siquiera trató de impedirlo porque bastante tenía con asumir que tenía los pezones duros como piedras y que le estaba gustando la sensación que mamaran de ellos aunque fuera una mujer quien lo hiciera. Aprovechando su confusión, con tono duro le exigí que se metiera un par de dedos en el coño.
Al obedecer, la inexperta mujercita notó que el placer invadía su cuerpo y gimiendo de gusto, empezó a meterlos y sacarlos cada vez más rápido de manera voluntaria hasta alcanzar una velocidad frenética.
―¡No sé qué me ocurre!― aulló al tiempo que sus caderas se movían buscando profundizar el contacto con sus yemas.
No quise explicárselo porque que tenía que descubrirlo ella sola y muerto de risa, me mantuve a la espera mientras Kanya se frotaba con urgencia creciente el clítoris. En cambio, Loung se compadeció de ella y cambiando de posición, se apoderó de su botón con su boca. De inmediato, la novata se corrió llenando de flujo la cara de su compañera, la cual lejos de quejarse se entretuvo bebiendo ese cálido néctar directamente de su fuente con lo que incrementó aún más la confusión de la muchacha.
-Por favor, ¡déjame!- gritó presa de un frenesí hasta entonces desconocido.
En vez de obedecerla, Loung pasó por alto esa exigencia y siguió firme en su intención de asolar hasta la última de las defensas que esa mujer había construido a su alrededor, usando únicamente su lengua. No contenta con ello, se dedicó a pellizcar sus pezones mientras continuaba devorando su sexo.
La mujer al sentir esos pellizcos, se puso a llorar mientras informaba a su cruel agresora que no podía más y que la dejara descansar. Sonreí al oír su tono desolado porque era una señal de lo cerca que estaba su rendición y haciendo caso omiso a sus ruegos, colaboré con Loung mordisqueando uno de sus pechos mientras con mis dedos invadía su sexo.
 Nuestro ataque coordinado fue el empujón que le faltaba para que su cuerpo empezara a convulsionar sobre las sábanas presa de un segundo orgasmo aún mayor que el primero. Convencido que de ello iba a depender que esa mujer se rindiera a mí, exigí a mi concubina que intensificara la acción de su lengua y bebiendo de la lujuria que rezumaba del sexo de Kanya, prolongó ese inesperado pero placentero clímax mientras su víctima se retorcía incapaz de absorber tanto placer.
-¡No es posible!- sollozó al comprender por fin lo que le ocurría y presionando con sus manos la cabeza de Loung contra su sexo, gritó:- por favor, ¡no pares! Lo necesito.
Durante largo rato, ni mi amada oriental ni yo soltamos a nuestra presa. La cual yendo de un orgasmo a otro sin descansar, se deshizo de todos sus tabúes y disfrutando por fin, cayó rendida a nuestros pies diciendo:
 -No quiero ser una invitada, ¡quiero formar parte de la familia!
Fue entonces cuando decidí formalizar su sumisión y pasando mi mano por su trasero, le di un azote mientras le ordenaba darse la vuelta. Incapaz de desobedecerme se puso a cuatro patas sin saber que era lo que quería hacerle. Sin pedirle permiso, separé sus nalgas y me encantó descubrir su esfínter rosado pero sabiendo que no era el momento de usarlo, me olvidé momentáneamente de él y sacando mi pene del pantalón del pijama, lentamente la fui empalando hasta toparme con su himen.
-¿Estás segura que esto es lo que quieres?- pregunté presionándolo sin romperlo.
Echándose violentamente hacia tras, la novata firmó su entrega y casi sin dolor, chillo como posesa al sentir mi glande chocando contra la pared de su vagina que la amara. Obedeciendo me apoderé de sus senos y usándolos como ancla, me afiancé con ellos antes de comenzar un suave trote con nuestros cuerpos mientras la decía:
-Para ser una víctima te mueves como una puta.
La aludida recibió con indignación mis palabras e intentó zafarse pero entonces agarrándola de la cintura, lo evité y de un solo golpe, le clavé mi extensión hasta el fondo. Kanyaa no pudo evitar que un gemido surgiera de su garganta cuando se dio cuenta de lo mucho que le gustaba que mi glande chocara una y otra vez contra la pared de su vagina:
La novata viendo que era incapaz de dejar de gemir, hundió su cara en la almohada para evitar que escucháramos sus gemidos mientras comenzaba a mover sus caderas buscando su propio placer. Dominado por el morbo de la situación, le solté un duro azote en su trasero mientras a mi lado Loung no paraba de reírse de ella. Al comprobar que esa oriental no se quejaba, descargué una serie de nalgadas sobre ella sabiendo que no podía evitarlo. Curiosamente esas rudas caricias la excitaron aún más y ante mi atónita mirada, se corrió brutalmente.
Decidido a vencer por goleada, me dediqué cien por cien a ella, cabalgando su cuerpo mientras mis manos seguían una y otra vez castigando sus nalgas. Para entonces Kanya se había convertido en un incendio y uniendo un clímax con el siguiente, convulsionó sobre esas sábanas mientras gritaba como una energúmena que no parara.
-¿Te gusta que te traten duro? ¿Verdad puta?- pregunté a mi montura.
-¡Sí!- sollozó y dominada por el placer, no puso reparos a que cogiendo su melena la usara como riendas mientras elevaba el ritmo con el que la montaba.
Para entonces su sexo estaba encharcado y con cada acometida de mi pene, su flujo salía disparado de su coño impregnando con su placer todo el colchón. Era tanto el caudal que brotaba de su vulva que ambos terminamos empapados antes de que mi propio orgasmo me dominara y pegando un grito, descargara toda mi simiente en su vagina. La inexperta al sentir mis descargas se volvió loca y moviendo sus caderas a una velocidad de vértigo, convirtió su coño en una batidora mientras se unía a mí corriéndose reiteradamente hasta que agotado me dejé caer sobre la cama con mi pene todavía incrustado en su interior. Allí tumbado, disfruté de los estertores de su placer sin dejar que se la sacara.
Fue entonces cuando, entre gemidos, me preguntó si era cierto que también sería la amante de la princesa.
― Pregúntale a ella- respondí señalando a Sovann que desde la puerta nos observaba.
No hizo falta que realizara esa pregunta porque llegando hasta ella, su futura reina y dueña la besó. Al experimentar por primera vez la ternura de su monarca, Kanya se puso a llorar pero en esta ocasión de felicidad.
-Hacedme un hueco- dulcemente mi prometida comentó mientras se desnudaba- porque vengo necesitada de las caricias de mi familia…
Fin

1 comentarios - Mi cuñada de princesa a puta 12 y final

lenguafacil
Mil años atras...
Hacen falta mas relatos asi hoy dia