100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
CAPITULO 1
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Capítulo 21:
Sus manos recorrían todo su cuerpo mientras que sus labios se enfocaban en mi cuello y sentía el calor de estos. Mi piel ardía en ese mar de besos y caricias que se hacía cada vez más insostenible. Nuestras miradas se cruzaban una y otra vez y los dos sabíamos que eso estaba a punto de volverse más insostenible. Entonces me agarró de la cola, me levantó con firmeza y me apoyó para dejarme un poco más alta que él. Sin embargo, en ese momento de locura y calentura total, él también subió y los dos volvimos a los besos mientras nos recostábamos y seguíamos con la provocación.
Me llamo Evelyn, tengo 30 años y estoy de novia con Laureano hace más de 14 años. Nos conocimos en el secundario y tras varias idas y vueltas, empezamos a salir cuando teníamos 15 años. No formalizamos nuestra relación hasta casi un año más tarde, cuando ya todos sabían de lo nuestro y era evidente que éramos el uno para el otro. Desde entonces estamos juntos, superando algunas adversidades, engaños de adolescentes y alguna que otra interrupción momentánea de nuestro noviazgo la cual hoy decidimos ignorar. Ahora somos felices, estamos juntos y con ganas de seguir viviendo cosas nuevas.
Él se mudó solo a las 26 y unos meses después decidí invadirle la casa y me terminé mudando yo también. “Me usurparon la casa” decía él en forma de chiste a pesar de que me había insistido en varias oportunidades a que lo hiciera. La verdad era que yo no sabía si quería vivir con él pues tenía miedo de que eso desgastara la relación y la terminara arruinando. Por suerte fue todo lo contrario y terminamos afianzando nuestro noviazgo y dándonos cuenta que definitivamente estábamos hecho el uno para el otro.
El sexo nunca escaseaba y solía presentarse bastante seguido, inclusive durante la semana a pesar de nuestras agitadas vidas laborales. Tanto a Laureano como a mí nos gustaba calentar al otro y hacerle saber lo mucho que nos deseábamos con besos y caricias. Ahí es cuando la tentación se hacía realidad y cogíamos a lo bestia, dándonos placer por mucho tiempo y llegando siempre al orgasmo. No fue el único en mi vida, ya que en algunas oportunidades de interrupción de la relación yo estuve con otros, pero es con el único con el que sentí una conexión y estoy segura que a él le pasó lo mismo. Fue mi primera vez, el primero en hacerme llegar al orgasmo, el único al que le chupé la pija y que tuvo el placer de penetrarme por atrás.
Pero después de casi 4 años de vivir juntos en el mismo departamento y de llevar una vida bastante rutinaria, nos enfrentamos a un cambio. Debíamos mudarnos, no solo porque se vencía el contrato de alquiler, sino también porque a mí me habían ofrecido una oferta de trabajo en otra ciudad y esta era tan buena que terminamos decidiendo dar un cambio en nuestras vidas. Él empezó a enviar varios currículums a empresas de dicha ciudad y terminó consiguiendo algo también mejor, haciendo que el cambio sea definitivo para los dos. Nos estábamos por ir y fue por eso que tuvimos que empezar a vender todo de urgencia.
Algunas cosas nos las íbamos a llevar a la nueva casa, sin embargo varias de ellas decidimos venderlas y por el poco tiempo que teníamos, lo hicimos a un costo muy bajo. Teníamos apenas dos semanas por lo que nos deshicimos del sillón, de un mueble que había en el living, del lavarropas y las sillas lo más rápido que pudimos. El problema fue que cuando faltaban unos días para irnos a vivir a la otra ciudad, notamos que nos faltaban varias cosas. Pero nosotros estábamos tan felices que en vez de molestarnos, esto nos daba risa y nos la terminamos ingeniando para hacer cosas como comer de parados o mirar televisión sentados en el piso.
La última noche en nuestro primer departamento de novios decidimos hacer una cena algo romántica, pero el hecho de no tener sillas nos obligó a pedirnos una pizza y a comerla sentados en el piso mientras tomábamos una cerveza. “¿Mañana a qué hora viene el camión de la mudanza?” le pregunté pues él se había encargado de coordinar esa parte del viaje. Laureano me respondió y seguimos comiendo y tomando mientras mirábamos alrededor y veíamos nuestro departamento casi vacío. La nostalgia nos invadió por un momento y le propuse recordar algunos momentos que habíamos vivido allí y empezamos a nombrar recuerdos felices que teníamos de ese lugar.
- Cuando te pusiste re en pedo en el cumpleaños de tu vieja y llegaste y vomitaste todo.- Me dijo él riéndose y recordando el cumpleaños 60 de mi madre de hacía dos años.- Te quería matar ese día.- Agregó mirando el pasillo en el cual yo había vomitado.
- ¡Ay y cuando vino el perro de tu hermano y meó todas las paredes!- Le respondí yo entonces.- Casi lo mato a él, al perro y a vos por ser tu hermano.- Le dije matándome de la risa.
- Igual, por lejos, lo mejor fue el fin de semana largo que nos quedamos en casa y cogimos por todos lados.- Me dijo el mirándome a los ojos.
Se trataba de una historia algo particular, que tenía ya un poco más de un año. Un fin de semana en el que los dos decidimos no salir del departamento y nos quedamos los cuatro días encerrados y aprovechamos para hacer de todo y con “de todo” me refiero a coger. Lo hicimos varias veces en la habitación, en el baño, en la cocina, en el balcón, sobre los sillones y hasta en el pasillo de parados. Claramente había sido un fin de semana muy cargado en el que terminamos más agotados que de costumbre, pero sumamente complacidos. A pesar de eso, yo recordaba que había un lugar en el que no lo habíamos hecho y decidí mencionarlo en ese momento.
- Nos faltó la mesa.- Le dije a mi novio sonriendo y mirando el único mueble que no habíamos podido vender.
Él se empezó a reír y es que eso se debía a que Laureano había alegado que no quería coger sobre la mesa ya que ese era el lugar en el que comíamos. Pero esa mesa no nos la íbamos a llevar al nuevo departamento y de hecho estábamos esperando al día siguiente para dejársela a mis padres y ver si ellos podían venderla. Rápidamente me paré y me apoyé sobre ella mirando a mi novio que seguía en el piso. “Ahora ya no vamos a volver a comer sobre ella” le dije acariciando la mesa con mi mano como si estuviese alisando las sábanas de una cama sobre la que me iba a acostar. Él esbozó una sonrisa pero se quedó en el piso, como si no estuviera convencido de ello. Solo había una cosa que podía hacer para tentarlo de cumplir esa fantasía que tenía de concretar el último lugar que nos había quedado libre de la casa.
Me saqué la remera que tenía puesta y se la tiré en la cara, pero él la agarró antes de que esta cayera encima suyo. “Eve, ¿por qué mejor no vamos a la cama?” me preguntó él que siguió quieto en el piso mirándome con una sonrisa. Pero yo no quería ir a la cama, quería despedirme de esa mesa de una forma gloriosa, por lo que decidí redoblar la puesta y deshacerme del short que tenía puesto, el cual también le lancé y él agarró antes de que cayera sobre su cabeza. Sin embargo, Laureano se mostraba reacio a levantarse del piso y por alguna razón ese juego me motivaba más a seguir provocándolo. Sin dudarlo, me desprendí del corpiño e inclinándome hacia adelante pasé mis tetas sobre la mesa de madera una y otra vez.
Este movimiento surgió efecto y provocó que Laureano se parara del piso y me mirara con expresión de deseo. Volví a colocarme a un costado de la mesa mirándolo fijo a los ojos y le pregunté si quería venir a lo que él asintió con la cabeza. “Tenés que sacarte toda la ropita. Como yo” le contesté inmediatamente y él señaló que todavía tenía la bombacha puesta. Entonces agrandé mi sonrisa y dándome media vuelta, me quedé de espaldas a él y me bajé la bombacha inclinándome hacia adelante, haciendo que me cola quedara bien parada y así pudiera apreciarla. Cuando me levanté para lanzarle la bombacha como lo había hecho con el resto de la ropa, Laureano ya estaba parado delante de mí completamente desnudo.
Se lanzó sobre mí y me comió la boca de un beso, metiendo su lengua en mis labios y agarrándome de sorpresa. Enseguida le devolví el beso y lo abracé con ganas para colocar mis manos sobre su espalda e ir acariciándolo. De golpe todo se volvió muy caliente y ninguno de los dos nos pudimos aguantar. Laureano me comía el cuello con sus labios y utilizaba sus manos para acariciar mis tetas, mis brazos, mi espalda y todo mi cuerpo. Yo no daba más de la calentura y era evidente que él tampoco, quedaba claro que el juego había funcionado a la perfección. Me agarró de la cola, me levantó con fuerza y me sentó en la mesa para seguir besándome. Pero tan solo unos segundos después, se apoyó sobre esta y se subió también, obligándome a acostar sobre la tabla de madera y recostándose encima de mí.
Los besos se hicieron cada vez más calientes y notaba como refregaba su cuerpo sobre el mío. Laureano bajó con su boca hasta mis tetas y me las manoseó y me las chupó como loco, dejándome en claro que la seducción había funcionado. Yo seguía recostada sobre la mesa, sintiendo la dureza de esta y la presencia de mi novio encima de mí. Notaba como su verga rozaba mis piernas y como se ponía cada vez más grande a medida que el toqueteo y los besos avanzaban. Este llevó una mano hasta mis piernas y comenzó a acariciar mi conchita mientras que su lengua seguía enfocada en mis tetas, poniendo bien duritos mis pezones.
Cuando ya estaba toda mojada y él la tenía completamente dura, me la metió suavemente y yo lo terminé abrazando con mis piernas y mis brazos. Empezamos a coger lentamente, moviéndose él hacia arriba y hacia abajo, penetrándome despacio pero con ganas. Los besos se hicieron más profundos, más pasionales y con mis manos recorría toda su espalda mientras que él se apoyaba en la mesa. Su pija entraba y salía de mi conchita una y otra vez de manera lenta, bien despacio, pero me la hacía sentir en su totalidad cada vez que me penetraba bien a fondo. Sin lugar a dudas el morbo de poder cumplir esa fantasía que había quedado trabada hacía mucho tiempo le daba un toque especial.
Poco a poco Laureano empezó a moverse a mayor velocidad y cada movimiento del suyo generaba un pequeño temblor en la mesa. Su cintura iba hacia adelante y hacia atrás, provocando que todo su cuerpo se moviera, lo que causaba que también se moviera el mío y por consiguiente, la mesa. Notamos que esta comenzó a ir y venir en un vaivén que quedaba excelente con el sexo. El rechinar de esta quedaba oculto por lo bajo y se tapaba con mis suaves gemidos de placer que inundaban el comedor. Los besos seguían, el toqueteo también, pero ahora todo se había vuelto más violento y sexual.
Laureano se fue elevando sobre mi cuerpo y terminó arrodillado entre mis piernas, por lo que aproveché para elevarlas y colocarlas sobre sus hombros. La penetración empezó a ser mucho más profunda y mis gemidos se incrementaron con cada golpe de su cuerpo contra el mío. Tuve que agarrarme del borde de la mesa pues notaba como nos íbamos desplazando a medida que él seguía cogiéndome. Esta se movía cada vez más fuera hacia adelante y hacia atrás, continuando con el ritmo que Laureano había propuesto. Su pija entraba y salía de mi conchita, calentándome y haciéndome gemir como loca.
- Ponete en cuatro, mi amor.- Me dijo mi novio ya sin aguantarse.
Rápidamente giré sobre mi misma y me coloqué en esa posición sobre el centro de la mesa. Estaba muy alta y se veía todo desde otro punto de vista. Laureano se colocó detrás de mí y volvió a penetrarme de una forma increíble, empezando a cogerme a lo bestia en cuestión de segundos. Sus manos se clavaron en mi cintura, pero una de estas fue recorriendo toda mi espalda con firmeza, haciéndome notar su presencia y logrando que me sintiera suya. El golpe de su cuerpo contra mi cola era cada vez más fuerte y su verga entraba bien a fondo haciéndome gritar de placer. Ya no me importaba el violento ruido de la mesa que iba y venía por el comedor, o que los vecinos de abajo pudieran escucharlo, solo me importaba gozar.
Entonces una de sus manos se elevó y me pegó una cachetada que me dejó ardiendo la cola. Me encantaba cuando hacía eso, cuando se ponía duro conmigo y me cogía con violencia. “Otra...” le pedí entre gemidos como solíamos hacer y él volvió a cachetearme, provocando que mi cola se prendiera fuego. Una tercera cachetada le vino seguido de varios golpes bien duros y fuertes de su cintura, generando que la pija de Laureano entrara bien a fondo de mi cuerpo. Yo estaba como loca, gritaba y gemía sin cesar. Sentía un calor abrazador en mi cuerpo y notaba como me mojaba cada vez más y más. Un nuevo sopapo llegó en el momento exacto.
Acabé con un grito de placer puro que se escuchó en todo el departamento. Mi entrepierna entera se empapó y pude notar como mis muslos se mojaban y el líquido que salía de mi cuerpo cubría toda la mesa. Hacía tiempo que no acababa de esa manera y estaba segura que el morbo de coger sobre la mesa había ayudado muchísimo. Laureano alentó el ritmo pero se mantuvo estable, metiendo y sacando su pija de mi conchita y provocando que lo que había quedado adentro mío saliera con cada golpe. “¡Qué lindo como acabaste, mi amor!” me dijo pasando nuevamente su mano por toda mi espalda.
- ¿Vamos a la pieza y terminamos ahí?- Me preguntó acariciando mi cola con ambas manos.
Nos bajamos de la mesa y ahí pude comprobar el hermoso orgasmo que acababa de tener. Esta se encontraba toda mojada, manchada en parte por la transpiración de nuestros cuerpos pero mayormente por el flujo que había salido de mi cuerpo tras acabar de una hermosa manera. Me lancé sobre mi novio, le comí la boca de un beso bien caliente y le agarré la pija con una mano para ir pajeándolo lentamente. Así, nos fuimos caminando hasta la habitación para terminar lo que habíamos empezado arriba de la mesa que en pocas horas dejaría de ser nuestra. Mañana nos encargaríamos de limpiarla, por ahora la dejábamos así, testigo de nuestra pasión.
Lugar n° 21: Mesa
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