Me calentaste tanto que,
ese mismo día,
ya se me había ocurrido todo.
Soy rápido para eso.
Casi como si fuera un dios
mirando todo,
escribiendo la historia,
detalle por detalle,
y sabiendo como iba a terminar.
Y sí, ya lo sabía.
Antes de cantarle
el "feliz cumpleaños" a mi hermana,
había visto que entraste al baño.
Y dije, ese es el lugar, ahí en el ante-baño
está todo oscuro, no se ve nada.
Tiene que ser justo cuando estén cantando y apaguen las luces.
Y ahí mismo, en esa parte oscura de la casa,
mientras las luces se apagaron,
mientras todos cantaban el feliz cumpleaños,
yo, te agarré por sorpresa,
y te tire de la bombacha que
tanto se marcaba en tu calza engomada.
Y vos, absorta y enfurecida,
callada y caliente,
me quisiste revolear una mano.
Pero la esquivé, y te volví a atrapar,
pero esta vez nos besamos los dos,
como dos adolescentes,
llegué a bajar mi mano por adentro
de tu calza, en la parte de adelante,
que lindo, por favor.
Jamás hubo tanta hospitalidad, para mis dedos,
en un hogar tan sagrado.
Era como un paraíso de miel tibia.
Tus manos, que estaban muy cerca también,
explotaban de temperatura.
La canción está por terminar,
nos acomodamos los pelos,
nos sonreímos con una especia de amor,
y nos despedimos con una mirada cómplice.
Ahora, en los cumpleaños familiares,
cada vez que alguien quiere empezar a cantar,
yo salto de alegría y contribuyo a tal apología.
FIN
ese mismo día,
ya se me había ocurrido todo.
Soy rápido para eso.
Casi como si fuera un dios
mirando todo,
escribiendo la historia,
detalle por detalle,
y sabiendo como iba a terminar.
Y sí, ya lo sabía.
Antes de cantarle
el "feliz cumpleaños" a mi hermana,
había visto que entraste al baño.
Y dije, ese es el lugar, ahí en el ante-baño
está todo oscuro, no se ve nada.
Tiene que ser justo cuando estén cantando y apaguen las luces.
Y ahí mismo, en esa parte oscura de la casa,
mientras las luces se apagaron,
mientras todos cantaban el feliz cumpleaños,
yo, te agarré por sorpresa,
y te tire de la bombacha que
tanto se marcaba en tu calza engomada.
Y vos, absorta y enfurecida,
callada y caliente,
me quisiste revolear una mano.
Pero la esquivé, y te volví a atrapar,
pero esta vez nos besamos los dos,
como dos adolescentes,
llegué a bajar mi mano por adentro
de tu calza, en la parte de adelante,
que lindo, por favor.
Jamás hubo tanta hospitalidad, para mis dedos,
en un hogar tan sagrado.
Era como un paraíso de miel tibia.
Tus manos, que estaban muy cerca también,
explotaban de temperatura.
La canción está por terminar,
nos acomodamos los pelos,
nos sonreímos con una especia de amor,
y nos despedimos con una mirada cómplice.
Ahora, en los cumpleaños familiares,
cada vez que alguien quiere empezar a cantar,
yo salto de alegría y contribuyo a tal apología.
FIN
1 comentarios - Que los cumplas feliz