Lo conocí en una app de levante. Yo 40 y algos. El 38 años. Se partía de bueno. Un perfil interesante, al menos no tenía errores de ortografía o sabía usar bien el autocorrector. Lo pasé de largo. No buscaba al amor de mi vida porque hace rato que no creo en eso. Así que tranquila, me interesaba que fueran respetuosos y que supieran donde queda el clítoris. Al día siguiente veo que me había dado un like y tenía un mensaje suyo. Lo borré. Los tipos lindos no se fijan en minas como yo, salvo que las quieran para hacerlas sentir una mierda. Y cuando digo minas como yo, digo minas que hace rato dejamos de tener el cuerpo ideal. En mi caso, un accidente y una lesión de nacimiento me impidieron deportes y otras actividades, y mi cuerpo lo evidenciaba. Eso nunca fue un impedimento para coger, porque si algo me sobra es personalidad, morbo y calentura. Y la honestidad para ir de frente. Mis fotos eran claras, sin filtros. No mentí en la descripción, ni la altura, ni el peso. Para qué? Me puse a chatear con un par de prospectos, nada muy interesante. Mucho chamuyo al pedo, si lo único que buscábamos era un polvo sublime. Él volvió a escribirme. Qué porque le clavé el visto. Corta. No cojo con lindos. Soy alérgica. Sorry. Me manda un audio. Esa voz me hizo aletear la vulva. Malditos lindos. Qué lo estaba juzgando y boludeces sobre estereotipos varios. Le mando un audio. Qué cuando veo la vaca, lloro. Y que tenga un lindo día. Me digo a mi misma que no tengo que pensar con la concha. Es lamentable, pero nosotras podemos ser así de conchudas. Me manda otro audio, que le dé una oportunidad. Qué no es un pendejo. Qué que tiene de raro que yo le haya gustado. Respondo. Los tipos lindos nacidos en un gimnasio coleccionistas de medallas de triatlón, no cogen con gordas. Es un axioma. Les damos asco. Les generamos rechazo. Me manda un mensaje con su número. Otro audio. Qué él no quiere pagar las culpas de otros. Por un lado tiene razón. Por otro lado, me atrae. Cómo una polilla a la luz que la va a incinerar. Le mando un texto. Me responde con un WhatsApp. Le mando una foto que tengo crudisima de mi desnudez. Si con eso no huye, no sé con qué. Se ve mi piel, las estrías, la celulitis, mi gordura, lo oscuro de mis pezones, mis pechos grandes pero caídos, mi panza, el ombligo, los labios gordos de mi vulva escondiendo el fuego de mi concha. Mis piernas, la sana, y la otra, la que me olvido que está lastimada para toda la vida. Porque cuando gozo no soy yo en este cuerpo. Pero a eso él no lo sabe. Suena el celular. Es él. Atiendo un poco masoca pero más guerrera. Me saluda. Me pregunta si tiene cara de pelotudo. Creo que no. Entonces qué porqué lo subestimo. Qué sí estoy loca o qué. Esta un poco enojado. Al final le pregunto si es que le dió asco la foto o a qué viene tanto reclamo. Me cuelga. Y me llega una foto suya de él en la misma pose quela que le envié. Solo con un boxer que no disimula un carajo la erección que tiene. No voy a decir que me enamoré yo. Se me enamoró la concha. Sentí literalmente el flujo bajando y mojándome ,caliente, la entrepierna. Mis pezones se erectaron. Y me imaginé en un segundo pegándole la mamada de su vida. Le di mi dirección y una hora. Y a cuál telo quería ir. Un Ok y ya estaban cerradas las negociaciones. La mejor defensa es un buen ataque...es mi lema. No soy hermosa según los parámetros normales. Igualmente me preparo como si fuera una diosa del Olimpo. Me depilé ,preparé mi piel con un óleo que la deja suave y perfumada. Arreglé mi cabello. Me maquillé. Elegí mi vestido más bonito, unas sandalias y una tanga indecente. Puntual, me avisó que estaba afuera. Salí, me subí a su auto. Beso en la mejilla. (Qué pelotudez enorme, esa timidez)Encaramos para el telo, no hablé casi. El tampoco. La música llenaba el espacio. Llegamos y me preguntó qué habitación quería. Cualquiera. La 3. La recordaba a esa. Me gusta que tiene ducha doble. Mientras cerraba las cortinas, yo subí. La mucama todavía estaba alistando la habitación. Él me alcanzó. Un escalón abajo, y estábamos a la misma altura. Sin esperarmelo me estampó contra la pared, y me comió literalmente la boca. Por Favor !No se mueran sin que les coman la boca como este flaco me lo hizo. Se me despertó el cuerpo, la sangre, tenía lava en las venas, no escuchamos cuando la puerta se abrió. Volví a la tierra cuando sus manos me habían subido el vestido. Entramos a la habitación. Yo era 20 cm más baja que él. No importó, lo empujé contra la puerta, mientras le desprendía la camisa y el tironeaba mi vestido. Mis aros volaron por el aire. El corpiño también. Yo lamía su pecho mientras él apretaba mis pezones. Gemiamos. Los dos. Me costó bajarle el bóxer porque tenía la pija más linda que había visto, dura como piedra. Húmeda de precum. Lo empujé contra la cama. Terminé de desnudarlo. No sin antes prender todas las luces. Les dije que no tengo vergüenza de estar en bolas? Tenia la boca pintada con labial rojo indeleble, a prueba de la mamada que le iba a pegar a este tipo. Si mis cielos, usé todos y cada uno de los trucos que aprendí con cada amante que tuve. Chupé, succioné, tragué, ensalivé, escupí, lamí todo ese pedazo de carne. Lo hice gemir de placer, froté su glande en mi boca, contra mis mejillas, lo escupí y lo puse entre mis tetas que calientes, rodearon esa pija hermosa. Estaba ida. Sólo quería sacarle la leche ,ya no sentía el flujo entre mis piernas, solo la necesidad de que ese macho en esa habitación me diera mi alimento. Lo masturbaba mirándolo a los ojos, sorda a sus pedidos de que parara. Absolutamente dueña de su placer… sentí en mis manos la tensión de su inminente orgasmo. Y rodeé con mis labios su glande. Su grito inundó todo, su semen mi boca. Tragué todo. Cómo pude. Estaba saciada. Extrañamente feliz. Me paré solo para poder acostarme a su lado. Sin tocarlo después de un contacto tan íntimo. Su mano rozó la mía. Cerré los ojos. Necesitaba calmar mi mente. Se levantó y fue al baño. Pensé que ya era hora devolver. Todavía tenía la tanga puesta. Empecé a mirar adonde estaba mi ropa, me levanté para vestirme. Estaba por abrochar mi corpiño, cuando se paró detrás de mí. "Gracias". Eso me dijo. Y atrapó mis manos. Me sacó otra vez el corpiño. Le dije que no era necesario que haga nada. Qué así estaba todo más que bien. Pero no me hizo caso. Aprovechó su altura, su fuerza y su tamaño. Para tenerme boca abajo en la cama. Podía ver lo que hacia por el reflejo del espejo lateral. Solo pude moverme para que pusiera una almohada debajo de mi vientre. Empezó a morderme suave, primero el hombro derecho, despues el izquierdo. Lamió la línea de mi columna. Hasta llegar a un breve espacio en mi cintura, que estan sensible que me hace gemir sin poder disimular. Se dió cuenta y se quedó ahí, besando, chupando,. mordisqueando, lamiendo, mientras mi clítoris florecía y él jugaba con mi tanga. Mordió mis nalgas, las beso, las apretó, las abrió para recorrer con su boca la breve tira de mi ropa interior. No recuerdo si temblaba. Tal vez sí. O tal vez lo imaginé. Me sacó la tanga, mojada. Lo vi olerla. Me hizo abrir las piernas, lo más posible. "Estás chorreando". Ya lo sabía. Sus dedos me exploraron. Después su boca. Pensé por un segundo que mejor no, porque estaba muy húmeda y a algunos tipos les da asco. Creen que las conchas son como las del porno yankee, secas y rosadas. Pero él no. Me comió. Sentía que toda yo entraba en su boca. Qué su lengua me recorría entera. Y llegaba a mis más oscuras fantasías. No tardé nada en acabar. En gritar esa pequeña muerte a la que me había sentenciado. Pero no paró. Continuó y mi naturaleza de hembra lujuriosa, multiorgasmica y putona salió a la luz, empecé a rogar por más, a suplicar que me diera más, más lengua, más boca, más dedos. Que me abriera toda, como una caja de Pandora. Entonces me cogió. Sentí que me llenaba, su peso sobre mi cuerpo, entrando y saliendo de mi concha deseante. No podía dejar de mirarlo. Encontré su mirada, y nos seguimos viendo mientra sgemiamos y nos decíamos las malas palabras del sexo más húmedo y libre y sucio que dos personas pueden compartir. Exploté en una acabada arrasadora, ya los segundos él me siguió. Acabó adentro mío. Cómo dos adolescentes calentones, ninguno manoteó los forros. En otro momento hubiera estallado de rabia. Pero estaba tan débil y satisfecha, que preferí putearlo después. Nos pusimos de costado. Todavía lo tenía adentro mío. La imagen de dos amantes saciados. En algún momento, sonó un celular. Después otro. El acariciaba mis pechos, yo recorría su cadera, bajó su mano a mi panza. El escudo de mis dolores. Quise que no la tocara, pero un susurro en mi oído me tranquilizó. Fue delicado, dulce diría, cerré los ojos, su boca besaba la piel de mi hombro y mi cuello. Me arqueé contra él. Apreté su verga con los músculos de mi vagina. Se fue endureciendo. Pasó su brazo por debajo de mi y me tocaba por todas partes. "No pares". "No pares". "No pares". Nunca. Volvimos a cogernos. Más lento. Más suave. Volvió a acabarme adentro y yo dejé el colchón empapado. Nos fuimos a bañar, nos lavamos mutuamente. Riéndonos de estupideces. Me mostró la cicatriz de su vasectomia. Y por un lado me quedé tranquila. No habría bendiciones en camino. Pero evidentemente ninguno era célibe. Y las venéreas acechaban. Yo llevaba meses sin sexo y mis análisis habían dado bien. Pero no sabía nada de él. Solo que cogía exactamente como a mí me gustaba. Nos vestimos con lentitud. Nos besamos, y por suerte no era delos histéricos que no vuelve a besar a una mina que se haya tragado su semen, amenos que se enjuague la boca con lavandina. Aún tenía mi sabor en su boca, eso me volvió a excitar, pero se terminó el turno y ni él ni yo teníamos más tiempo. Terminamos de vestirnos, y nos fuimos. En el auto me tomó la mano, me preguntó por las cicatrices de puntos en mis dedos, le conté, los besó. Y me volví a mojar. Tenía miedo de manchar la butaca. Ya que la tanga que llevaba al principio estaba inutilizable. Demasiado pronto llegamos a mi casa. Esta vez le comí la boca. Aspiré su olo r y me bajé. Traté de caminar normal y no como jirafa recién nacida. Se fue ni bien cerré la puerta. Suspiré. Y me dije Pelotuda 143 veces. Puse la alarma y me fui a dormir. Ya tendría tiempo para huir a los cuarteles de invierno.
Hace tanto que estoy con esto de la cuarentena, que tengo miedo de ir al supermercado y que el termometro mida 50 grados y tener que explicar que no es fiebre, es la calentura de no coger.
Hace tanto que estoy con esto de la cuarentena, que tengo miedo de ir al supermercado y que el termometro mida 50 grados y tener que explicar que no es fiebre, es la calentura de no coger.
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